Soy puta. La forja

Un repaso a la vida que he tenido y que me ha convertido en lo que soy. Y no reniego de ello.

SOY PUTA. LA FORJA

(relato escrito el 05-03-2008)

Hola, este es el primer relato que escribo y antes de nada quería presentarme. Me llamo Irati, tengo 27 años (soy del 80) y vivo en una gran ciudad de España, aunque soy de un pueblo del norte del país. Para ser sincera no soy una chica especialmente guapa, más bien del montón, y no tengo los pechos grandes, tengo más desarrollada la cadera con un culo carnoso y respingón que normalmente resulta atrayente a los hombres (de hecho es mi arma más recurrida cuando quiero cazar a un macho).

Desde muy jovencita sentí la llamada del sexo, a los 12 años tuve mi primera relación. Unos chicos mayores me citaban algunas tardes después de la escuela para toquetearme y magrearme, y en una de esas tardes hice mis primeras mamadas. Con el tiempo mi fama en el pueblo fue creciendo, pues yo no podía reprimir mi instinto. Me iba con cualquier hombre que se me propusiera, no sabía decir que no a mi incansable líbido. Me poseyeron profesores, mi médico, chicos de la escuela, amigos de mis padres,… incluso dos tíos míos que luego me señalaban con el dedo, los muy hipócritas. Por hacerlo, me lo hice hasta con el loco del pueblo, un hombre retrasado que tenía fama de estar bien dotado, fama que yo misma comprobé que respondía a la realidad (quizá un día dedique un relato a esta experiencia con el retrasado porque tiene tela).

La fama que cogí fue tan insostenible que casi todo el pueblo me repudiaba excepto unos pocos, entre los que estaban mis propios padres y algunos primos que no les importaba lo que dijera la gente de mí. La situación rompió la cuerda cuando yo tenía 17 años y recién acababa de terminar el Bachiller: sufrí la tragedia de perder a mis padres en un accidente de tráfico y me quedé prácticamente sola. Yo para entonces me veía con un hombre que me doblaba en edad, y del que ya me habían avisado que no era trigo limpio, no era un hombre muy legal. Se dedicaba a la regencia de un bar (disco-pub) en la capital de mi provincia, y también debía de tener negocios un poco oscuros aparte. Pero en fin, yo tampoco era una angelita caída del cielo. Sin dónde ir, el hombre (vamos a llamarle Juan) me ofreció ir a la ciudad con él y acepté.

Al principio la cosa iba bien, el bar funcionaba y daba dinero. Yo no tenía que trabajar, me dedicaba a las cosas de la casa y de vez en cuando echaba una mano en el bar sobre todo algunos fines de semana que había mucha clientela. Juan decía que con el culo que había desarrollado los clientes se mostraban más sedientos cuando yo estaba tras la barra. Yo no sabía si sería verdad porque no podía compararlo con los días que no estaba, pero ya había oído más de un comentario de clientes que hablaban entre ellos (los hombres cuando vais borrachos inconscientemente gritáis más de la cuenta jaja!).

Poco a poco iba viendo cómo la máscara de Juan se iba cayendo por su propio peso, y empecé a pillarle in fraganti traficando con drogas, e incluso llegué a descubrir que tenía putas trabajando para él en pisos francos. A medida que pasaba el tiempo él consumía cantidades de coca cada vez más grandes, y estaba dejándose llevar por las situaciones. El negocio del bar se le vino encima y empezó a generar pérdidas, además que jugaba y perdía grandes apuestas, entre ellas el bar (esta historia también tiene su tela). Yo misma tuve que sacar las castañas del fuego más de una vez, pues él me ofrecía a sus acreedores para rebajar o anular deudas, además de que yo cuando podía conseguía dinero extra como puta, pero cansada de esta situación el último verano hice las maletas y me largué. No fue una huída, pues aprendí a plantar cara a la situación que me rodeaba y le dije que conmigo no contara más, que me marchaba y que ahí se quedaba él solito. Que para ser puta prefiero serlo por libre que por cuenta ajena.

Así me vine a la ciudad donde resido, una de las más grandes de España y he empezado una nueva vida. Ahora estoy estudiando de nuevo y consiguiendo dinero haciendo lo que mejor sé hacer: sexo.

No sé si os gustará este relato, pero sí puedo decir que al menos es verdad. Ya escribiré más relatos contando con detalle algunas de las miles de aventuras que mi líbido me ha llevado a vivir.

Irati.