Soy Puta (III)

Ella salió discretamente y él se puso a hacer lo suyo, aunque secretamente se giró y...

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Esta vez el hombre le dijo que quedarían en su casa ya que no quería exponerse a que lo viesen con ella en un restaurante, pues aunque ya no convivía con su esposa, muchos de sus amigos aún no sabían que se iban a divorciar.

De modo que quedó en pasarse a recogerla donde ella le dijese. Por supuesto que Lucía no le dio su dirección real, ya tenía aprendida la lección, en su lugar le dijo que lo esperaría en un café y le avisara al móvil cuando llegase.

La recogió en su flamante X5 y salieron con destino a las afueras de la ciudad. Lucía preguntó dónde iban, él le dijo que vivía en “La moraleja”, Lucía enseguida captó que el tipo tenía un alto nivel económico pues sabía que en ese barrio abundaban los famosos y ricachones.

En una media hora, pasaban por una calle con inmensos caserones, separados de la acera con muros de piedra y setos, cuando el hombre accionó un pequeño mando a distancia y unos metros más adelante una verja comenzó a abrirse para dejar entrar al vehículo.

Pasada la verja, otra puerta corredera en este caso comenzó a levantarse, era la puerta del garaje, cuando esta estuvo en todo lo alto el coche entró y luego comenzó a bajar, sin duda todo “muy discreto”, ningún vecino podría ver a su acompañante.

Caballerosamente la invitó a pasar a su casa, en seguida salió una chica de color, ataviada con uniforme de sirvienta a recibirlos. Se dirigió al hombre con gran educación pidiéndole su abrigo, pero lo llamó Pedro. Lucía sonrió, sin duda mintió en su primera cita, Pedro era su nombre real y este le contestó dirigiéndose a ella como Lucrecia.

Luego se dirigió a ella simplemente como “señorita” y le pidió igualmente el abrigo, invitándolos a continuación a pasar al salón donde la mesa ya estaba puesta. El hombre le ofreció asiento y le ofreció una copa de vino mientras esperaban a que Lucrecia les sirviera la cena.

Lucía quedó maravillada por todos los detalles y los muebles caros. En el salón la decoración era rica y distinguida, con maderas nobles en color cerezo, con cuadros impresionistas en las paredes, donde una luz cálida lo envolvía todo.

— Tienes una casa muy bonita... “Pedro”—dijo Lucía dirigiéndose a él por su nombre real.

— ¡Gracias! —dijo él sonriéndole al captar su apreciación a su verdadero nombre— . Oye, el otro día preferí no darte mi verdadero nombre hasta conocerte mejor. Y hoy te he traído a mi casa por la discreción, como ya te comenté, para mi es vital el tema de la discreción, ¿lo entiendes verdad?

— ¡Claro! No hay problema Pedro, estamos aquí para pasar un rato agradable, ¿verdad? —dijo Lucía tratando de mantener una conversación distendida.

Lucrecia llegó con la sopera justo a tiempo y sirvió a ambos el caldo de marisco que ella misma había cocinado, por supuesto con los mejores ingredientes. A Lucía le gustó mucho y cuando les sirvió el segundó la felicitó, despertando una gran sonrisa en la joven.

Mientras tanto la tensión se fue diluyendo, poco a poco Lucía recondujo la conversación hacia temas más banales, preguntándole por los cuadros y manifestando su admiración por la decoración de la casa. Pedro se fue soltando poco a poco y conversaron alegremente al calor del vino.

Lucía se había vestido para la ocasión con un traje negro con toques de lentejuelas, muy elegante y él también optó por traje negro, camisa azul y corbata lila, sin duda ambas de seda. Sin duda ambos trataron de lucir su mejor aspecto.

Ya en los postres, Lucrecia pidió permiso al señor para retirarse a su habitación y éste se lo concedió gustoso y la felicitó por la cena que les había dado.

— Lucrecia es la mejor sirvienta que he tenido. Mis hijos la adoran y ella es muy buena conmigo y con ellos, quien no la traga es mi ex —le confesó Pedro cuando ella se marchó.

— Si, se la ve muy amable, ¿y por qué no la tragaba tu mujer?

— No sé, fue enemistad a primera vista, siempre era muy exigente con ella y Lucrecia obedecía sin más. Como las cosas entre nosotros no andaban bien, pienso que lo pagó con la criada. ¡La pobre! —se lamentó.

— ¡Vaya víbora! —se jactó Lucía.

— ¡Tú lo has dicho! La muy zorra se ha largado con uno de mis compañeros de trabajo y ahora viven en su casa, por eso yo he podido conservar la mía.

Lucía había intuido que él era el cornudo y ciertamente se le veía dolido con la situación, pero para eso estaba ella aquella noche allí, intentaría hacerle olvidar con un buen polvo.

La noche pasaba y el momento del sexo parecía que no llegaba. Hasta tal punto que Lucía comenzó a impacientarse así que comenzó a insinuarse descaradamente y en un momento dado abrió sus piernas y le mostró que no llevaba bragas. Pedro tragó saliva y se aflojó la corbata. Entonces la chica se sentó encima suyo subiéndose la falda y apoyó su coño desnudo sobre la bragueta de su traje negro, comenzando restregarse contra la tela.

— ¿Estoy ya muy caliente, es que no me vas a follar? —le dijo melosa al oído.

El hombre la abrazó y le chupó el cuello, echó mano a sus pechos y los envolvió con sus manos, luego las bajó y cogió su culo apretando ambos cachetes con sus manos.

Le pidió ayuda con la cremallera de la espalda y él se la bajó, para que Lucía así pudiese despojarse del mismo y quedar completamente desnuda encima suyo, como una pequeña diosa del amor.

Él entonces besó sus pechos y se embriagó con sus pezones duros y puntiagudos, a lo que ella respondió con gemidos y sonidos guturales. Finalmente lo hizo levantarse de la silla, lo acompañó a un sofá cercano y empujándolo contra el mismo lo hizo sentarse.

Se arrodilló ante él y sus delicada manos bajó la bragueta de su pantalón y se introdujo en él buscando su polla, cuando la extrajo del calzoncillo esta ya estaba dura y salió con cierta dificultad del pantalón. Cuando la tuvo fuera, de inmediato ésta acabó en su caliente boca, donde la chupó con ganas, enervando a su anfitrión, que absorto se dejaba hacer por aquella preciosa gatita arrodillada a sus pies.

Le hizo una buena mamada y acto seguido se incorporó, poniendo una pierna encima del sofá le mostró su bella flor desnuda frente a su cara donde él la admiró su precioso coño depilado como el de una jovencita, pues eso es lo que era en realidad. Y lo acarició con sus dedos. Luego ella flexionó sus piernas y bajó poco a poco, hasta que sujetando su dura estaca con una mano la colocó en la entrada de su rajita y suavemente se la clavó hasta bien adentro.

El hombre exhaló y ella le correspondió con un quejido cuando sus pieles se juntaron en íntimo contacto y empujó más aún para sentirla más y más dentro.

Mientras este la sujetaba por su culo, ella se aferraba al sofá y subía y bajaba clavándose su dura estaca hasta el fondo, así se dejó follar unos minutos hasta hartarse de la deliciosa postura que habían elegido.

Luego ella se puso a cuatro patas y él hombre se levantó y se colocó detrás suyo, embistiendo su rajita desde atrás, éste se aferró a su delicada cintura y apretó su cuerpo contra el suyo.

— ¿Te puedo hacer el griego? —le preguntó tras follarla un rato desde atrás.

— ¡Claro, voy por lubricante! —dijo lucía acercándose a su bolso en una silla de la mesa, caminando desnuda como una gata sobre la tupida alfombra del suelo y volvió con él.

Se echó un poco en su apretado botón rosado y se introdujo unas cuantas veces sus pequeños dedos, ante la mirada expectante del hombre, luego volvió a colocarse a cuatro patas sobre la tupida alfombra, pegando su cara al suelo.

— ¡Vamos, inténtalo! —dijo una vez se había preparado.

Entonces Lucía sintió la presión del glande en su ano, cómo este se dilataba poco a poco e iba entrando por detrás, hasta que por fin venció su resistencia inicial y la sintió bien adentro también.

Sin duda Pedro estaba disfrutando de lo lindo con la excitante y nueva situación para él, encontrando en aquel apretado agujero, nuevas y deliciosas sensaciones, mientras sus manos acariciaban el pequeño cuerpo que se contraría y sufría sus penetraciones anales bajo él.

Mientras se lo hacía, Lucía se acariciaba el clítoris, esto la ayudaba a mantener el culo dilatado y que le doliese menos, aunque lo cierto es que también disfrutaba más de la penetración de este modo y esta noche estaba disfrutando bastante, no podía quejarse y encima cobraría al final de la noche una sustanciosa cantidad.

El hombre educadamente le preguntó si podía correrse fuera, sobre su culo, ella dudó unos segundos pero luego aceptó, la única condición es que no podía metérsela sin condón, así que tenía que quitárselo rápido si quería y correrse encima.

Entonces el hombre aceleró sus penetraciones, lo que hizo que el culo le comenzara a doler, pero era una mezcla de dolor y placer, lo que provocó que Lucía acelerase el ritmo de sus caricias a su rajita mientras se dejaba penetrar por su ajustado ojal.

Cuando él estuvo a punto, sacó su verga y rápidamente se deshizo del condón que la cubría, para comenzar a masturbarse encima suyo buscando el ansiado final.

Lucía sintió las andanadas de leche impactar sobre su piel y luego resbalar por ella hasta su espalda y por sus ingles y muslos. Sin duda fue una abundante corrida, que la puso literalmente perdida, pero no le importó, eso era un plus que se encargaría de cobrarle.

El hombre derrotado se echó en el sofá, buscando algo con qué limpiarse. Entonces ella se levantó y desnuda cuan pequeña diosa y le preguntó si podía ducharse. Pedro le indicó la dirección por el pasillo y le dijo que encontraría toallas limpias, así que hasta allí fue Lucía.

Entró en el baño, estaba todo perfecto, con toallas limpias y literalmente de todo. Se sentó en el váter y descargó su vejiga, llena de tanto vino. Seguía excitada y quería correrse, así que se frotó el clítoris mientras se penetraba suavemente con sus dedos y no tardó en hacerlo.

Luego pasó a la ducha y limpió toda su piel, sintiéndose de nuevo fresca y satisfecha, ya había cumplido.

Cuando volvió al salón el hombre ya se había puesto la camisa y el pantalón y permanecía sentado en el sofá escuchando música clásica con una copa de licor en la mano.

— ¿Una copa antes de irte?

— ¿Por qué no? —dijo Lucía.

— Si no te importa sírvete tu misma.

Lucía se acercó al minibar situado en un pequeño mueble y buscó su licor preferido,  Fray Angélico, ¡perfecto! —dijo para sí misma.

Puso hielo en un vaso y sirvió una generosa cantidad de licor, luego se acercó hasta el sofá donde estaba Pedro y desnuda aún comenzó a tomarlo a su lado.

— ¿Te ha gustado? —preguntó Lucía.

— ¡Oh si, mucho, contigo el sexo es fenomenal! —exclamó satisfecho.

— ¡Un cliente complacido, me alegro! —exclamó Lucía sonriente.

— En efecto, he quedado complacido la verdad. ¿Te puedo preguntar algo?

— Adelante —afirmó Lucía.

— Cuando lo haces con tus clientes, ¿qué sientes? Te lo habrán preguntado 100 veces pero siento mucha curiosidad —explicó Pedro.

— Ninguna mujer es inerte, salvo que el tío no lo haga bien o te haga daño con la penetración —afirmó Lucía—. Es difícil mantenerse al margen.

— Yo últimamente ya no follaba con mi mujer y lo peor era que ya no la deseaba. Contigo he recuperado las ganas de follar.

— ¡Me alegro! Supongo que tiene que ser duro el momento en que decides que ya no sientes nada por la otra persona, ¿no?

— Bastante, pero en fin, la vida es así y hay que reponerse y seguir para adelante —dijo Pedro sin especial emoción en sus palabras.

— Bueno Pedro, lo he pasado bien contigo esta noche, me tengo que marchar.

— ¡Oh claro, claro, ya te he pedido un taxi! Ya te debe estar esperando en la puerta.

— ¡Qué detalle Pedro, eres todo un señor! —exclamó Lucía agradecida mientras le daba un beso.

Sin duda Pedro se comportaba como todo un señor, fino y educado como pocos había conocido Lucía. Aquella noche comenzó a ver lo mucho que le gustaban los modales de aquél hombre.

Pedro salió a despedirla al portal, el taxi ya esperaba frente a su casa. Entonces se miraron y no supieron qué decirse, así que, un simple “buenas noches” bastó.

Lucía se montó en el taxi y este arrancó comenzando a moverse lentamente por la calle para a continuación acelerar y cambiar de marcha alejándose mientras el ruido del motor se perdía en el silencio de aquel barrio a esas horas..

Las casas pasaban por la ventana del taxi en aquella urbanización de lujo, mientras Lucía, perdida en sus pensamientos, se preguntaba si podría vivir allí algún día, sin duda aquel sería su cuento de hadas.

Pero casi de inmediato pensó que ella era una puta, y que en los cuentos de hadas sólo no hay putas, sólo princesas… y este pensamiento la entristeció de vuelta a casa.

5

El domingo decidió dedicarlo a descansar y cuidarse, así que se levantó tarde, desayunó algo ligero y salió a hacer algo de deporte. Vestida con una camiseta ajustada, pantalón de lycra y gorra, con el pelo recogido en una cola, comenzó a correr.

El sol brillaba en un puro cielo azul mientras su respiración se agitaba con cada zancada y el sudor comenzaba a formar gotitas en su piel. Hoy se sentía bien, estaba en paz con sigo misma y sólo se concentró en correr, correr y no pensar en nada más.

Volvió a casa, se duchó y se dispuso a pasar el resto del día sin hacer nada. Viendo películas románticas que había comprado días atrás. Así que almorzó, se apoltronó en el salón y pasó el resto de la tarde viéndolas.

Al día siguiente era lunes, pero la ventaja de ser puta es que los lunes también es tu día de descanso, así que salió y se dedicó a su hobby favorito... ¡fue de compras!

Hoy decidió comprarse ropa interior sexy y para el almuerzo volvió a casa, no sin antes pasar por el chino para pedir comida para llevar, le encantaban los tallarines, el arroz frito tres delicias y el cerdo agridulce, así que se llevó una ración de cada.

Como cada día descubrió a Fran esperando en el portal a que llegase su madre del trabajo, así que hoy decidió invitarlo a subir a su casa y compartir con él su comida pues con las tres raciones le sobraría.

Para avisar a su madre y que no se pusiera nerviosa al volver y no encontrarlo en el portal, decidió ponerle un post-it en su puerta indicándole que estaba con ella.

Así que degustaron la comida y de postre se comieron sendas copas de chocolate, que encantaron tanto a ella como al muchacho.

Su madre llegó cuando estaban terminado y tocó al timbre. Lucía salió a abrirle, se saludaron y la invitó a pasar para que Fran terminase su postre. De modo que estuvieron un charlando un rato en la sobremesa.

Cuando le dijo a su hijo de irse a casa éste protestó y se mostró enfadado ante la idea, al parecer quería quedarse con su “nueva amiga”, Lucía. Esto le hizo gracia, en tan poco tiempo ya le había cogido mucho cariño y lo cierto es que ella también a él.

Así que por más que lo intentaron no consiguieron llevarlo a casa, de modo que Lucía le dijo que no le importaba que se quedase con ella, de modo que su madre se marchó para almorzar y los dejó solos.

Lucía estuvo jugando con él al parchís, al parecer era su juego favorito y estuvieron jugando largo rato después del almuerzo. Durante el juego ella se reía mucho con él y le acariciaba el pelo y lo cogía por los hombros, estaban ambos sentados en el sofá, codo con codo. Durante la partida descubrió que Fran le miraba el escote frecuentemente, llevaba una camisa blanca, con los botones desabrochados y se le veía el canalillo y no llevaba sujetador bajo la tela así que sus pezones se erizaron ante las intensas miradas que le dedicaba el muchacho, hasta pensó que se estaba excitando al sentirse observada por su inocencia.

Entonces ella recordó lo que le contó sobre su monitora Laura, cómo la pájara se lo folló. Y decidió preguntarle si había vuelto a pasar, pero al parecer no volvió a suceder, así que en cierta medida respiró aliviada, pero lo cierto es que le daba morbo imaginarse al joven muchacho, tan inocente, siendo poseído por una guarra en el parque.

Y lo cierto es que la idea la turbaba, hasta tal punto que se visualizó en aquel mismo instante subiéndose a sus piernas y clavándose su gruesa polla allí mismo en el sofá, y finalmente una vez más, tuvo que respirar hondo e intentó apartar aquellos pensamientos de su mente, aunque sin mucho éxito la verdad.

Se levantó y le dijo que tenía que ir a hacer pis y así se ausentó unos momentos. Mientras el chorro caía con fuerza en el agua clara de la blanca taza, recordó su polla, lo gruesa que la tenía y casi diría que la vio bonita el otro día. ¡Ya estaba otra vez!

Como si de un déjà vu se tratase, se giró y vio a Fran en la puerta, aunque esta vez no se asustó simplemente le sonrió.

— ¿Ocurre algo Fran?

— Si, Fran también se hace pis —le sonrió.

Así que ella se secó su sexo recatadamente antes de levantarse y rápidamente deslizó sus braguitas y bajó su falda ante la insistente mirada de Fran, quien no pudo evitar indicar una vez más…

— ¡Lucía bonita! —y se rió un poco fanfarrón tras su travesura.

Ella salió discretamente y él se puso a hacer lo suyo, aunque secretamente se giró y lo estuvo observando asomada a la esquina de la puerta, lo cierto es que le hizo gracia espiarlo mientras este se cogía su cosita y se aliviaba, en cierta manera era enternecedor y al mismo tiempo tenía su puntito excitante.

Entro con naturalidad en el baño, acercándose al muchacho. Ella era una puta y se suponía que estas cosas no le tenían que dar vergüenza, pero estaba muy nerviosa, se notaba el pulso acelerado y la respiración entrecortada, ya había terminado.

— Espera que te ayude Fran— le dijo mientras se ponía a su lado, cogió un poco de papel higiénico, lo arrugó formando una bolita y le secó la puta dándole ligeros golpecitos en el glande.

— Mamá siempre me dice que debo secarme, porque si no se manchan los calzoncillos —dijo él sonriente.

— ¡Oh si claro, claro! —exclamó Lucía dándole la razón mientras sostenía su polla en la mano y veía como poco a poco comenzaba a crecer y crecer.

Aquello era una locura, ella lo sabía pero a estas alturas ya estaba lanzada. Comenzó a meneársela muy suavemente, haciendo que su piel se deslizara en su mano, le retiró suavemente el prepucio y observó su glande.

—  ¿Te duele esto?— le preguntó al hacerlo.

—  ¡No, tienes las manos muy suaves!— exclamó el muchacho que apaciblemente se dejaba hacer.

A estas alturas su polla estaba ya en su máxima expresión, ciertamente era una buena polla, larga y gordita, con un glande grande y grueso, un poco más rosado que el resto de la piel y bien definido. Siguió masturbándolo suavemente, aumentando poco a poco la velocidad, haciendo que su glande se cubriera y descubriera con el prepucio.

— ¿Te gusta?

— ¡Si mucho! ¿Me vas a hacer lo que Laura? —preguntó Fran de repente.

Entonces se acordó del zorrón de la monitora debió ver aquella buena polla y decidió probarla, ahora por su mente un solo pensamiento la atormentaba: ¿Sería ella capaz de también de probarla?

Pero inmediatamente pensó en que se lo contaría a su madre, a su monitora, a todo el mundo y esta incertidumbre la atenazó. Así que de momento no se lo tiraría, pero bueno, ¿quién decía que no podía jugar un poco con él? Desde luego “jugar” no era lo mismo que “follar”.

Lucía se puso a su espalda y desde atrás pegó su cuerpo a él abrazándolo fuertemente mientras seguía con su polla en la mano. Entonces comenzó a masturbarlo más enérgicamente mientras con la mano libre apartaba sus bragas y se dedicaba a frotarse ella misma su coño. Estaba muy excitada y nerviosa, tragaba saliva con dificultad debido a su estado de tensión sexual en aquel momento.

Siguió con sus caricias y no pasó mucho tiempo hasta que el muchacho descargó abundantemente el líquido blanco que guardaba en la recámara de su arma, salpicando el váter y la taza por todos sitios.

Con sorpresa Lucía descubrió que Fran se tambaleaba, sin duda mareado por el orgasmo y tuvo que interrumpir sus caricias cuando estaba en lo mejor para sujetarlo, temiendo que aquella mole se desplomase allí mismo y se hiciera daño. Pero afortunadamente aguantó y se despabiló en unos segundos.

Cuando hubo apurado su corrida, Lucía cogió más papel y limpió delicadamente su glande, guardándolo finalmente el instrumento, ya en estado menguante pero aún tan grande que apenas entraba en sus calzoncillos.

— Vete al salón y espérame, ¿vale?— le dijo dándole un beso en la mejilla—. Voy a limpiar un poco esto, y voy contigo

— Vale —dijo simplemente Fran, saliendo del baño.

La verdad es que la corrida fue descomunal, con la juventud del muchacho y la poca o nula actividad sexual, guardaba abundante leche para esparcir, y puso todo perdido. Lucía tuvo que esforzarse y limpiar todo con abundante papel higiénico, luego se sentó en el váter y siguió con su dedo donde lo había dejado antes.

Tenía el coño muy húmedo y caliente y seguía templando por el nerviosismo de la situación anterior. Ya estaba hecho si ahora lo contaba a su madre ya prepararía una excusa —pensaba mientras se estrujaba flor con fruición. No le fue difícil alcanzar el orgasmo, esa era una cualidad que tenía, cuando quería y estaba excitada como en aquel momento, se corría con facilidad así que ese día cumplió expectativas y se corrió rápidamente.

Cuando volvió al salón Fran estaba jugando con las fichas del parchís, como si nada hubiese pasado. Se sentó junto a él y se sonrieron mutuamente.

— Oye Fran, ¿sabes lo que es un secreto?

— Claro, un secreto... —dijo él sin que Lucía entendiese.

— Bueno, verás a veces las personas hacen cosas que no hay que contar a nadie, ¿entiendes?

— ¿A nadie? —contestó el extrañado.

— Si a nadie, ni siquiera a mamá, ¿vale? Ella se enfadaría conmigo si supiera que yo te he acariciado en el baño, ¿entiendes? Y no nos dejaría jugar juntos más, ¿lo entiendes?

— Si, Fran entiende, y quiere seguir jugando con su amiga Lucía bonita —dijo provocando en ella una sonrisa.

Después de todo tampoco había sido tan malo —pensó Lucía satisfecha tras su orgasmo.

— Será nuestro secreto... —añadió Fran, haciendo un gesto de silencio enternecedor.

Lucía le sonrió de nuevo, le dio un beso en la mejilla y siguieron jugando al parchís un ratito más hasta que su madre la llamó para preguntarle si no le importaría quedarse un poco más con él pues quería ir a la peluquería desde hacía tiempo y no tenía oportunidad, así que Lucía aceptó de nuevo y se pusieron a ver una peli juntos.

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Si te han gustado estos cinco primeros capítulos imagínate cuantas aventuras te esperan en los veinte que te quedan de Soy Puta ... te dejo aquí su sinopsis:

Lucía es una prostituta de lujo, durante el día su tapadera es la universidad, durante la noche, se transforma y sale con hombres que la invitan a cenar, a copas y a cama. Y casi todos repiten, pues Lucía es muy buena en lo que hace.

Pero en esta vida nada es para siempre, Lucía recibe una paliza de un cliente obsesionado con ella y decide cambiar de ciudad para que éste no la encuentre. Allí conocerá un alma pura: Fran; con el que sentirá una especial empatía desde el principio y éste sacará lo mejor que hay en ella.