Soy muy puta y lo tengo loco a mi marido (2)

Yo podría bajar los seis o cinco kilos que tengo de más, como ha sugerido mi suegra en más de una ocasión. Pero esos kilos se han distribuido muy bien entre mis pechos y mis caderas, que ya de por sí han sido siempre grandes.

SOY MUY PUTA Y LO TENGO LOCO A MI MARIDO 02

Por BAJOS.

Yo podría bajar los seis o cinco kilos que tengo de más, como ha sugerido mi suegra en más de una ocasión. Pero esos kilos se han distribuido muy bien entre mis pechos y mis caderas, que ya de por sí han sido siempre grandes. De modo que, por arriba luzco unos ciento veinte centímetros de pechos bien turgentes, y por abajo mi culo tiene otro tanto. Por lo que mi marido vive al palo, que creo que es lo que molesta a mi suegra.

Yo me divierto a expensas de mi marido, estimulando sádicamente su excitación, sabiendo que con mis tratamientos al pobre se le van llenando los huevos de leche, sin que pueda evitarlo. Especialmente me abuso cuando estamos en alguna reunión. Y con la exhibición de mi tremendo lomo y algunos roces y caricias, lo voy poniendo cada vez más al palo. No sólo delante de mi suegra, sino de sus amigos y compañeros, que no dejan de mirar y admirar mi redondo culo con ojos excitados, cosa que yo uso para tener a mi esposo en estado de excitación constante.

Más aún cuando saco a bailar a alguno de sus amigos. Como por ejemplo Ignacio, que también vive excitado por mis turgencias y abundancias. Cuando lo saqué a bailar me pegué bien apretadita a su cuerpo, para que me lo sintiera bien y de paso, para sentir bien su bulto que pasó rápidamente de la semi-erección que le provocaba mi presencia, a una bruta erección que aumentó la humedad que siempre tengo a un nivel mucho más alto. Así que le encajé mi intimidad sobre su bulto y suavemente comencé a frotárselo. Era muy excitante saber que mi marido estaba presenciando como el palo de Ignacio era rozado una y otra vez por mi caliente intimidad.

Sentí la mano de Ignacio apretándome por la cintura hacia su cuerpo. Evidentemente estaba perdiendo el control. Y el olor de mi piel se sumaba al de mi sexo, enloqueciéndolo.

Por la agitación de progresiva de su respiración supe que ya lo tenía a mi disposición. Había sido muy rápido, en verdad, pero decidí liquidarlo sin dar vueltas. Así que con mis suculentos pechos contra el suyo, aumenté los vaivenes de mi coño de modo implacable, mirándole a los ojos que se le estaban poniendo turbios, hasta que sentí su polla pulsando, señal inequívoca de que se estaba descargando.

Lo contuve mientras se corría en sus pantalones, hasta que terminó con sus convulsiones. Y se quedó bajo el embrujo de mis aromas mientras la mancha en sus pantalones se volvía inocultable. Y entonces, separándome de él, volví donde mi marido no sin ver el enorme palo que le había producido toda la situación.

Yo estaba muy caliente también, así que lo saqué a bailar y me estuve frotando contra su erección hasta completar la corrida a medio camino que había tenido con Ignacio.

Claro que las caricias de mi ardiente intimidad fueron tan intensas que Eduardo, mi esposo, no pudo evitar un tremendo orgasmo.

Así que entonces fueron dos los pantalones enchastrados de semen.

No comentamos nada con Eduardo, pero esa noche nos echaríamos no menos de dos polvos más.

Y entretanto, me fui a bailar con sus otros compañeros.

Todos ellos estaban re-calientes conmigo, porque recordaban mi culo clavado en sus retinas.

Así que Julio, otro de sus buenos amigos, me arrastró hasta un rincón y me empaló por el culo con tanto entusiasmo que se echó dos polvos seguidos. Y, para ser francos, yo me eché uno, aprovechando que mi marido había quedado derrengado en la mesa, y no me veía.

Cuando Julio me desenculó, ya estaba José con la poronga afuera, esperando para aprovechar mi culo, aún al aire. Como estaba muy abierto, José no tuvo problemas para enterrármela de un saque, y me dio una serruchada tan frenética que me dejó muy contenta, dos veces muy contenta.

Miguel, que estaba obsesionado con mi culo, sólo quería besármelo, sin importarle lo chorreante que pudiera estar. Me dio besitos y lamiditas por todo el culo, y después, metiendo su sabrosa lengua entre mis glúteos, dele entrar y salir a toda velocidad, me hizo tener un orgasmo fenomenal por el orto.

Claro, yo se lo puse como para que no tuviera alternativas. Pero así soy yo, cuando quiero que un tipo me coma el culo, me lo come, siempre.

A la noche, y ya en casa, senté mi culo aplastando la polla de Eduardo contra su panza. Con la calentura que él traía, bastaron un par de hamacadas para hacerlo correrse echando grandes cantidades de leche.

Bueno, lo tenía atrapado con mi culo, y ya no le importaba cuantos me garcharan, pensara lo que pensara su mamá.

Puedes escribirme a Bajosinstintos4@yahoo.com.ar que es mi dirección particular. Besos, y gracias por tus cartas y comentarios.