Soy la puta de mi abuelo (3)

Verónica sigue fascinada con su abuelo, y un nuevo amanecer traerá nuevos placeres y revelaciones.

Soy la puta de mi abuelo III

Por Grampa’ Kleizer

Para la hermosa Carol, con toda mi pasión.

1

Hola de nuevo. Soy Verónica, si quieren saber cómo soy, vean en la primera parte de mi testimonio. Los que me hayan seguido el hilo hasta ahora, estarán enterados que mi culito fue finalmente destapado, ni más ni menos que por mi queridísimo abuelito, cuyos ronquidos escuché desde mi habitación.

Vi la hora. Eran casi las siete de la mañana. Creo que los dos caímos rendidos como troncos, en nuestras respectivas camas, luego de un buen día de espectacular e incestuoso sexo. Me sentía feliz, sentía mi tez ruborizarse al rememorar las escenas del día anterior, el sabor del pene de mi abuelo, su lengua mojado lamiendo mis redondos pechos, su boca devorando la mía… su grueso leño taladrándome mi aún dolorido ano

Me puse un camisón, nada más, y bajé a la cocina. Vi que había un mensaje en el teléfono de la sala. Presioné el botón para escucharlo. Se trataba de Ana, nuestra criada, disculpándose por no verse capaz de acudir hoy tampoco, su pariente enfermo había muerto y hoy era el entierro… no lo tomen a mal, pero esa noticia me puso muy contenta… decidí no ir a clases, quizás nunca iba a volver a darse el que mi abuelo y yo nos quedáramos solos… estaba decretado, ese martes me lo iba a pasar cabalgando el delicioso pene de mi abuelito.

Mi coñito tembloroso se empapó con solo pensarlo. Hice un poco de café y me serví una taza. Mi abuelo seguía roncando allá arriba. Pensé que debía ser cuidadosa, y no tan exigente, mi abuelo, después de todo, ya no estaba para polvos maratónicos… miré algo de televisión, pero mi sexo me picaba, debo confesarlo, nunca antes sentí tanta necesidad de una verga bien insertada en mí… y no de una verga cualquiera, sino la vara milagrosa de mi abuelo bien dormido en el segundo piso, exhausto por haber montado a su nieta el día anterior. No sé qué sería capaz de hacer mamá si se enterara de estos eventos.

Ya, como a las ocho de la mañana, subí para ducharme. Pasé por el cuarto de mi abuelito, tapizado de afiches míos, en casi todos yo aparecía en diminutos trajes de baño. Me pregunté cuántas veces mi abuelito se habría masturbado imaginando que me follaba… y lo ví, apenas arropado con una delgada sábana… la boca se me hizo agua… olvidando toda noción de pudor, mi camisón cayó junto a mis pies, traje una silla de madera (la misma en que inició todo la primera vez) y retiré la sábana. Mi pobre abuelo ni se dio por enterado.

Coloqué la silla donde deseaba, sentándome casi a la orilla, y me incliné, apoderándome de su adormecido falo. Lo lamí con dulzura, mi lengua secretó chorros de saliva al sentir ese sabor añejo que me acaloró de inmediato. Lamí ese hongo y me mojé los labios para besarlo… aún no podía creer que un día un hombre iba a tenerme esclavizada de esa forma, ni mucho menos que ese hombre era mi propio abuelo

Su animal, poco a poco, empezó a dar muestras de vida, y los ronquidos de mi abuelo se volvían más irregulares. Como toda una puta golosa, abrí mi bocota, engullendo ese capullo y succionándolo, acariciando con mi mano izquierda la sección de verga que no me cabía en la boca, y con mi diestra, le regalé un masaje a esos peludos y lindos guevos.

Con inefable placer, sentí la caliente manota de mi abuelo sobándome las nalgas, sus dedos buscando meterse en mi culito.

-¡Uf, qué rico, Vero, así sí da gusto que lo despierten a uno! -comentó él, suspirando. Yo, su puta, me sentí alegre de darle placer a mi señor.

Mi abuelo se ensalivaba un dedo y me lo metía en el culo, en cambio yo, le mamaba la verga como loca, mugiendo presa de la máxima lujuria. Pronto, mi abuelo me aferró de mis muslos… muy a mi pesar, saqué su cipote de mi boquita… mi abuelo me acomodó sobre él para realizar nuestro primer incestuoso 69 abuelo-nieta.

Mi abuelo dobló su almohada para tener su cabeza más elevada. Entonces, apoderándose de mis nalgas, empezó a desayunarse mi coño, y de cuando en cuando, introduciéndome esos rechonchos y deliciosos dedos en mi recién desvirgado túnel. El placer que me causaba mi abuelo, no me impidió tener mi respectivo desayuno, y se la mamé con devoción religiosa, intentando tragarme lo más posible, sobándole con cuidado el escroto.

Algunos estratégicos lengüetazos de mi abuelo sobre mi ano, me arrancaron inesperados mugidos de gozo. Desde afuera, alguien hubiera creído que me estaban matando o que estaba pariendo… me dio tanto morbo tener sexo en una habitación forrada de afiches míos… mi abuelo me tenía en las nubes, con dedos moviéndose en mi culo, con media lengua dentro de mi coño y mi tembloroso clítoris prensado en otros dos dedos… mi estallido ocurrió en segundos, mi abuelo pegó su boca a mi rajita y sentí cómo toda mi riada se perdió en el interior de su fogosa garganta.

El glande de mi abuelo se hinchó cuando lo tenía bien adentro de mi boquita, sin podérmelo, sacar, y de ese modo, sus chorros de semen salieron disparados contra mi garganta, como pude me saqué su verga, casi asfixiándome con su lefa, y las últimas descargas rociaron mi mentón y bañaron su pene, mis manos y su vello púbico. Primero tragué el preciado semen, luego usé mi lengüita y mis labios para limpiarme las manos, el cipote de mi abuelo y finalmente su vientre… le mamé los pelos del vello… y me fascinó… por los gruñidos de mi marido, supe que lo tenía en la gloria… sí que soy una buena puta… con ese animal semi fláccido en mis manos, me i golpecitos yo sola, sobre mis labios, mis mejillas, mi nariz

Mi abuelo se sentó y yo me hinqué a su lado. Con dulzura, me tomó de la barbilla y acercó sus labios a los míos, besándonos ruidosamente, a base de chupetones primero. Luego, el sacó su gruesa lengua, cual sanguijuela rosadita, y se la chupé con amor… mientras tanto, las ardientes manos de mi abuelo no permanecieron ociosas y se dedicaron a manosear descaradamente hasta mi última curva. Mi abuelo me lamió el rostro, recorriéndolo con la punta de su lengua, besándome con ternura sobre mis párpados cerrados, y finalmente, lamiéndome la oreja y succionándome el pabellón… no hace falta destacar que yo volvía a estar en llamas.

Mi abuelo debió adivinarlo y me metió dos dedos en el coño, estimulándome el clítoris con su voluminoso pulgar.

-¡Abuelito! -gemí, pero él acalló mi voz con sus besos. Le rodeé el cuello con mis esbeltos brazos, pues necesitaba agarrarme de algún lado. Mi lujurioso abuelo sabía lo que hacía y un segundo orgasmo era inminente, sólo con sus dedos-. ¡Abuelito, me vengo! -y el muy canalla aceleró el movimiento de sus gruesos dedos, arrancándome un alarido cuando me corrí por segunda vez, en menos de cinco minutos después de mi primer orgasmo.

Mi abuelo recibió mis jugos, en menor cantidad, sobre su mano derecha… y me los untó sobre mis redondos y firmes senos, dejándomelos brillantes y pegajosos… y él mismo se dedicó a limpiar, con su enorme lengua, ese desastre… yo lo abracé y gemí como una niña, incrédula ante esa avalancha de placer.

Mi abuelo usó su peso para acostarme, quedando él sobre mí. Me abrió bien las piernas, sujetándomelas. Con mis brazos lo mantuve pegado a mí, y no dejó de besarme, de meterme la lengua en la boca, cuando me penetró. Mi vagina húmeda recibió ese falo amado y grueso. No le costó nada metérmela toda, y empezó a hacerme el amor, golpeándome el vientre con el suyo.

-¡Aaaahhh… abuelito… aaaahhh… máteme… oooohhh… soy su puta! -chillaba yo. A mi abuelo lo puso a mil esa última frase, y me penetró más fuerte; yo casi sentí que me partía en dos con ese tremendo tubo.

-¡Ay, hijita, qué rica estás! -decía él, con su cabeza apoyada en mi hombro, al lado de la mía-. ¡Ay, mi puta, mi ramera, hija de puta, qué buena estás!

-¡Vióleme, abue, ya no aguanto más! -lloré. Mi abuelo se detuvo y se llevó una mano a su verga, me la sacó un poco, dejándome casi todo su glande aprisionado en los labios de mi coño. Mi macho empezó a frotarme su órgano por mi raja, medio hundido… si yo creí que no iba a volver a lloriquear como cuando me rompieron el culo, qué equivocada estaba, porque con esa caricia, mi abuelo me hizo lanzar una serie de gemidos y chillidos que seguramente pasaron por todas las escalas musicales… varias veces.

Entonces, el cabrón, cansado, se dejó caer sobre mí, enterrándomela toda, provocándome el tercer orgasmo en menos de media hora, al mismo tiempo que él eyaculó en mi interior. Los dos resoplábamos como bestias, bañados en sudor. Nos besamos con inigualable pasión.

-Abuelito, Ana llamó, dice que no viene hoy tampoco -le confesé en voz baja, sonriendo, cómplice.

-Qué rico, putita, voy a tener todo el día para hacerte de todo -me dijo él, y me besó. Yo sonreí-. Decí que sós mi puta.

-Soy su puta, abuelito -le dije, sonriendo, mirándolo a los ojos.

-Bien, puta. ¿Harás lo que te diga, todo este día?

-Su puta será obediente, mi amor.

-Bien, ramerita. Primero, no te vayas a duchar ahora, quiero que lo hagamos juntos. Ve y tráeme el desayuno.

La puta de mi abuelo, que soy yo, obedeció.

2

Fue una experiencia alucinante. Eran como las diez y media de la mañana. Mi abuelo cerró la cortina del baño y abrió el grifo del agua caliente. Nos besamos bajo el chorro, no me importó el secado de cabello que me hiciera el domingo anterior, sólo me importaba satisfacer a mi viejo león, que al mismo tiempo, me enseñaba placeres que ni imaginaba

Tomó una esponja, y me enjabonó toda, dejando mis curvas resplandecientes.

-Siempre aluciné con darte un baño de esponja, ricura -me confesó.

-Ya podés darte gusto, mi amor -le dije, sonriendo, muy feliz. Mi abuelo me manoseaba donde quería, ninguna porción de mi cuerpo le estaba vedada. El contacto de sus manos con mi carne, me estremecía de gusto.

Mi abuelito aproveché para mamarme los pezones y para besuquearme lo glúteos. Al ver su pinga bien tiesa, sin pensármelo dos veces, me arrodillé ante él y me la metí en la boca. Mi abuelo suspiró, sujetándome la cabeza para regular mi movimiento. Yo abría mi boca al máximo, deseosa de tragarme todo lo que pudiera de ese pollón. Mi abuelo me agarró del pelo y lo anudó entre sus dedos, y dirigía así, mi cabeza, devorando y liberando su cosota.

Cerró el grifo y sin secarnos, me llevó de la mano a su cuarto, dejando un rastro de agua tras nosotros… no nos importó un bledo, menos cuando mi abuelo me empujó para ponerme a cuatro patas en el suelo, apoyando mis brazos sobre la afamada silla de madera. El se hincó atrás de mí.

Aprovechando mi culo enjabonado, mi abuelo me penetró.

-¡Oh, abuelo sí, qué delicia, culéeme! -exclamé.

Mi abuelo estaba casi poseído por la lujuria. Me aferró de mi cinturita e hizo fuerza contra mi recto para entrar. A pesar de todo, esta segunda entrada la sentí igual de infernal que la primera, y mis gritos debieron escucharse por toda la casa, algo que mi abuelo pareció ignorar. Le costó menos tiempo metérmela toda.

-¡Ah, sí, Verónica… sós igual de puta que tu madre! -gruñó él.

-¿Cómo, mi madre? -logré articular, impulsada por el estupor- ¿Acaso usted también…? -y no pude más porque empezó a bombearme despacio y mi boca se convirtió en vehículo únicamente de mis gemidos de placer.

-A tu mamá me la cogí casi a tu misma edad, creo que vós fuiste más puta, caíste a los diecinueve, y tu mamá cayó cuando tenía veintiuno -me contó, no con poco esfuerzo, mientras me sodomizaba por segunda vez-, pero vós estás más buena

Imaginar a mi madre, que aún ahora se mantiene atractiva, follando con mi abuelo, quien ahora cogía conmigo, me llenó de… calor, puro y simple, incluso moví mis caderas para no mantener un papel tan pasivo en esa culeada. Los gemidos de mi incestuoso abuelo me indicaron que fue una buena idea. Mi abuelo se corrió en mi culo, algo que me pareció imposible, pero así fue… como pudo, se arrastró a su cama y se acostó, desnudo.

Esforzándome en ser una buena puta, de inmediato, le limpié su pene indefenso y enrojecido, sin prestar mucha atención al escozor en mi culo, y aún sacudida por las revelaciones de mi abuelo. Mientras chupaba esa verga, me sentí algo decepcionada al pensar que, casi con seguridad, ya había agotado a mi abuelo, y que no podría servirme el resto del día

De nuevo, estaba muy, muy equivocada

Y eso fue lo que sucedió la mañana de mi segundo día como… la puta de mi abuelo.

Verónica Padilla.