Soy la esclava de la mujer de la limpieza 3

Carmen me lleva a casa con su maduro marido Genaro y juntos se aprovechan de mí de lo lindo, usándome brutalmente. Yo obedezco como una joven perrita sumisa en lencería.

-Tercera parte-

  • ¡Ayyy joder, que paciencia...! Dijo Carmen sonriendo mientras yo agitaba mis pechos.

Esa broma de Carmen tras ese subidón de pasión y morbo fué como un bálsamo. Las dos reíamos mientras Carmen apagaba y cerraba la pequeña cámara DV para devolverla al bolso y yo soltaba la escobilla y la dejaba en su sitio, tirando además mi sostén empapado al váter.

  • Uff Carmen, qué maravilla, cómo he disfrutado... pero mira como estoy, ¡hecha un asco! ¡y sin ropa!

La verdad es que estaba hecha un poema: sólo llevaba las medias, y todo mi cuerpo estaba pringado de sudor, babas y agua sucia de la escobilla, pero lo peor era mi entrepierna: mis muslos chorreaban agua del váter y un hilo de flujo colgaba obscenamente de mi rajita.

  • Anda cariño, por la ropa no te preocupes que yo te dejo la ropa de calle que tengo y ya me iré vestida de faena para casa. Y por limpiar no será, soy una profesional. Venga preciosa, ven aquí que voy a lavarte.

Fuí junto al grifo con ella obedientemente. Carmen sacó una esponja y la empapó abundantemente con agua. Comenzó a frotarme los hombros, los costados y el estómago mientras yo me dejaba encantada, sonriendo y mirándola a los ojos. Cuando siguió bajando, abrí las piernas ofeciéndole mi raja. Mientras frotaba me miraba sonriendo, sabiendo que me gustaba sentirme una putita obediente. Hizo falta que escurriese y volviese a mojar 2 veces la esponja de lo guarra que estaba. Dejó para el final mis pechos.

  • Para lavarte el pecho voy a usar las manos, porque la esponja es muy basta y tienes los pezones muy hinchados.

Se empapó las manos y me masajeó los pechos, pasando sus manos una y otra vez. Por los lados, por debajo, sobre los pezones... Me sentí tan bien abandonándome a lo que Carmen qusiese hacerme que acerqué mis manos a sus pechos. Ella me apartó los brazos con un suave cachete.

  • ¡Quieta, zorrita! A ver si vas a creerte que tu puedes meterme mano cuando te plazca igual que hago yo contigo. Ahora voy a parar de limpiarte las tetas porque si no tendré que volver a empezar de lo caliente que te pones, cariño. Toma, ponte la ropa de esta bolsa.

Me puse la ropa de calle que Carmen me dejaba. Eran unos pantalones feos y una blusa blanca con hombreras. No había ropa interior

  • Carmen, aquí no hay bragas ni sostén...

  • Cuando me cambio y me pongo la ropa de calle no me cambio de ropa interior, así que eso es lo que hay. Para que no te vean en pelotas en el trabajo ya te vale.

Me puse la ropa, que me quedaba holgada. Mientras, ella se ponía la bata de limpieza sin nada de ropa interior debajo. Se disponía a terminar la limpeza de la oficina con el coño al aire y las tetas sueltas.

Cuando estábamos completamente vestidas, me cogió del brazo, me giró hacia el espejo y se puso detrás de mi, rodeándome de la cintura con un brazo mientras me cogía un pecho con la otra.

  • Esto es para que no olvides quién manda entre nosotras. Mírate al espejo: eres mi putita. Desabróchate la blusa , que por algo es mía.

Me desabroché sin tardanza los botones mientras Carmen me sacaba los pechos fuera y empezaba a acariciar mis pezones, haciéndome estremecer.

-¿Te ves en el espejo, zorra? Yo te digo cuándo debes estar vestida y cuando desnuda. Como si fueses mi novia pero peor aún. Ahora vístete y vuelve al trabajo.

Salió del lavabo con sus palanganas sin mirar atrás. Yo espere un poco para que no se dieran mucha cuenta, asegurandome de paso de que no quedaban restos de ropa en el aseo. Salí a sentarme en mi mesa rápidamente y con disimulo, sin levantarme el resto de la jornada, y sin poder concentrarme tampoco. Mi cabeza era un hervidero de pensamientos calientes, y lo fué también esa noche.

Al día siguiente no pasó nada, pero 2 días más tarde Carmen me abordó a mediodía y me dijo que me invitaba a cenar a su casa del pueblo el viernes, ya que era el cumpleaños de Jenaro. Que hacía años que no me veía y le haría ilusión conocerme, además ya le había contado ella que yo era “muy buena chica”. Si, si... a saber qué le habría contado, además de enseñarle el vídeo... Le respondía que me lo pensaría. Y vaya si pensé en ello... la situación me provocaba perturbadoras fantasías.

Al día siguiente en el almuerzo le dije que sí, que iría a su cumpleaños. Carmen me dijo que al salir del trabajo iríamos con mi coche al pueblo y así yo podría regresar y ella quedarse.

Llegó el viernes. Tras ducharme por la mañana me vestí con una ropa casi igual a la que llevaba cuando Carmen y yo tuvimos nuestro encuentro en el aseo (me la tuve que comprar). Me pasé la jornada pensando en la cena. Cuando por fin salimos del trabajo, nos subimos en el coche de Carmen. Ella se había cambiado en el lavabo antes de salir, y llevaba un traje chaqueta marrón escotado, elegante. No parecía una limpiadora. Me dijo que antes pasaríamos por el piso que tenían cerca a recoger unas cosas. Al llegar al portal del piso pensaba quedarme en el coche pero me pidió que subiese a ayudarle a coger cosas. Subimos en el ascensor, yo aprovechaba el espejo para mirarla de reojo, a ver si estaba fijándose en mí y en mi ropa, pero Carmen actuaba muy normal, nada de vicio... ¿acaso iba a ser una cena normal? ¿sería recatada delante de su marido?  Mmm...

Cuando entramos en el piso, Carmen me lo enseñó brevemente. El salón, la cocina, los dormitorios, un baño pequeño... en el baño grande, me cogió de la mano y se sentó sobre el labavo.

  • Laura, ¿le has comprado algo a Genaro?

  • Sí, un detalle. Lo llevo en el bolso.

  • ¿Te has duchado hoy?

  • ¿? Sí, esta mañana

  • Bien. Quítate la camisa y la falda.

  • ...claro

Excitada de inmediato, obedecí. Me quité la camisa blanca despacio, y después desabroché y dejé caer la minifalda. La miré sonriente con mis bragas, medias con liguero y sostén fino.

  • No está mal. Pero se puede mejorar. Quítate ese sostén y esas bragas.

  • Lo que tú digas Carmen.

Obedecí, dejando al descubierto mis pechos ya duros de excitación y mi raja.

  • Veo que te hace “ilusión” la cena, jajaja. Muy bien Laura. Siéntate en el borde de la bañera y abre bien las piernas.

Me senté así apoyada, como ella me decía. Mientras, ella abrió un cajón para sacar una cuchilla de afeitar y espuma, y una especie de goma. Yo tenía poco pelo en la entrepierna, pero parece que no era suficiente así.

-Ahora cierra los ojos hasta que yo te lo diga.

Noté cómo me aplicaba espuma por todo el pubis y comenzaba a afeitarme, pero muy despacio. Se tomó su tiempo. Para acabar, me aclaró con agua tibia, me aplicó algún producto o gel suave y volvió a aclararme.

  • No abras los ojos aún y ponte de pie .

Obedecí, y me cogió del brazo haciéndome andar unos cuantos pasos hasta otra habitación.

  • Ahora abre los ojos y mírate.

Abrí los ojos. Estaba en otra habitación frente a un armario con un gran espejo de cuerpo entero. Carmen estaba detras de mí sonriendo y cogiéndome del brazo. Miré mi entrepierna, y la tenía cuidadosamente rasurada, pero no completamente: unas finas líneas de vello dibujaban un número “51” sobre mi rajita, enmarcado por las medias y el ligero.

  • Genaro cumple 51 años y quiero hacerle un regalo especial. No soy de cosas caras y con mi sueldo de limpiadora tampoco podría, pero estoy segura de que este regalo le va a encantar.

Me quedé sin aliento y sin poder apartar los ojos de mi propia raja. Carmen me sacó de mi trance dándome unas prendas.

  • Vas a llevar esta ropa interior. La camisa y la falda que traías ya están bien. Vístete.

Era un conjunto de encaje negro consistente en unas braguitas tanga y un sostén sin copas. Me lo puse, y mi imagen era casi tan perturbadora vestida con eso que desnuda, ya que el tanga se metía entre mis nalgas marcando mi trasero y el sostén mantenía levantados mis pechos, ofreciendo mis pezones indefensos ante cualquier roce. Carmen no perdía detalle de mi cuerpo mientras me vestía. Cuando iba a recoger la camisa y falda de sus manos, me dí cuanta de que había algo encima: un fino collar de tela negro con un aro dorado.

-Eso es parte de tu ropa interior, aunque se vea con la camisa puesta. Hay que ponértelo antes que el resto. Deja que lo haga.

Me colocó la tela alrededor del cuello y la ajustó bien. El aro colgaba sobre mi cuello. Carmen se quedó mirando mi reflejo en el espejo mientras acariciaba mi trasero.

  • Me gusta el aspecto de perra obediente que te da. Y das mas morbo aún por lo jovencita que eres. Ahora termina de vestirte y nos vamos.

Terminé de vestirme y salimos del piso cogiendo un par de bolsas. Andando hacia el ascensor constaté el roce de la camisa sobre mis pezones. En el ascensor Carmen continuó hablándome, ahora mirándome las tetas sin disimulo:

  • Quiero que hoy seas una puta complaciente conmigo y con mi marido. No te niegues a nada y sonríe siempre. Recuerda que vas a ser un regalo y has de gustarle mucho.

  • Carmen, te prometo que seré el mejor regalo que le hayas hecho. No te cortes conmigo, me excita que me uses para lo que quieras, y me da morbo que sea para satisfacer a tu marido.

  • Así me gusta Laura, te estás portando muy bien.

Salimos del portal y entramos en mi coche. Conduje hasta la carretera, con el cinturón de seguridad haciendo que la camisa dibujase mis pechos y pezones. Mientras, Carmen me hablaba con la mano apoyada en mi muslo.

  • A Jenaro le ha encantado el vídeo. Ha estado toda la semana cascándosela como un mono contigo. Y he tenido que hacerle pajas yo contándole cosas de tí. Y aún le da más morbo conocer a tus padres al muy puerco.

  • ¿Sí? ¿Le gusto?

  • Joder, le vuelves loco. Cuando le he dicho que venías a cenar estaba nervioso perdido. Ya verás cuando te vea. Por cierto, pensando en cuando te vea...

Carmen bajó la temperatura del aire acondicionado del coche 3 grados, y cerró todos los conductos de aire menos los de mi lado, los cuales además orientó hacia mis pechos.

  • Así me aseguro de que cuando salgas del coche y te vea estés empitonada perdida.

  • Uff... si me tienes así mucho tiempo me voy a resfriar.

  • Tranquila, que ya llegamos. Voy a llamarle al móvil para que salga a recibirnos.

  • Pues va a pillar mis pezones en su máximo esplendor.

  • Eso espero. Y sé complaciente con él, no quiero verte como una niñata estrecha.

Entramos en el pueblo con el coche. Por la calle, al conducir despacio sentí como los del pueblo nos escudriñaban al ver el coche forastero, hasta que Carmen les saludaba. Entonces ya sólo me miraban a mí, y no sé si alguien me conocía ya que hacía tiempo que no iba por el pueblo.

La casa del pueblo era grande, y estaba rodeada por una valla. Al llegar Carmen pusó un mando a distancia que llevaba en el bolso y la verja se abrió para dejar pasar el coche. Paré junto a la puerta, que entonces se abría y salía Jenaro. Era un tipo ancho, barrigudo, casi calvo pues por arriba no le quedaba pelo. Vestía un un pantalón de tela y una camiseta de algodón blancos. Las dos salimos del coche, notando el calor de la noche pues en el coche hacía un frío helador.

Estábamos espectaculares, y Jenaro se quedó embobado mirando mi collar. Debía ser perturbador para él ver llegar a cenar a su casa a una chica joven vestida tan sexy.

  • ¡Hola Jenaro, cariño! ¡Mira, seguro que a Lauri ya ni la conocías!

  • Hola Laura. ¡Que grande te has hecho! Pues sí, si te veo por la calle no te conozco...

Nos dimos dos besos. Jenaro no podría disimular sus miradas a mis erectos pezones. Seguro que si me veía así por la calle sólo podría pensar en follarme, no en si era la hija de alguien del pueblo.

  • Hola Jenaro, felicidades. ¡Por tí no pasa el tiempo! Estás igual que siempre, parece que tengas 30  -mentí descaradamente, para complacerle como me había dicho Carmen-

  • Jajaja, exagerada, estoy muy viejo ya

  • Que va, que va, estás estupendo, si no tuvieses a ese pedazo de mujer que es Carmen tendría que presentarte a algunas amigas que seguro que se te rifarían.

Dije, apoyando mi mano en su pecho y mirando a Carmen. De este modo le daba oportunidad a que me mirara los pechos de cerca. Oportunidad que aprovechó, pues cuando volví a mirarle le volví a pillar mirandome las tetas con la boca entreabierta como un baboso. Me latía el corazón de nervios y excitación. Retiré la mano acariciándole suavemente, y pude ver con disimulo como una tremenda erección crecía en sus pantalones. Me interrumpió Carmen.

  • Bueno Laura, coge las cosas del maletero ¿quieres?

  • Sí Carmen

Abrí el maletero y me incliné exageradamente al coger las bolsas, fingiendo que me entretenía a ordenar cosas para que Jenaro se recreara con mi culo. En el triángulo de emergencia del maletero ví reflejado cómo Jenaro me miraba mientras Carmen le decía algo al oído tocándole el paquete. Cuando me dí la vuelta con las bolsas, Carmen besando dulcemente a Jenaro, que tenía una enorme “tienda de campaña” en la entrepierna. Yo me hice la tonta.

  • ¡Huy que cariñosos! Se ve que sois muy felices

  • Sí, Jenaro es un hombre maravilloso -sonreía Carmen- ¿entramos?

Cenamos en el salón comedor. La verdad es que la cena fué divertida, Carmen y yo aprovechábamos cualquier tema para ensalzar a Jenaro y hacerle sentir bien. Los ventanales estaban abiertos para aliviar el calor de la noche. Tenían un televisor enorme frente al sofá... mientras charlábamos entre bocado y bocado me preguntaba si Jenaro se la había estado meneando mirando nuestro vídeo allí tumbado, o si Carmen le habría pajeado allí... creo que Carmen adivinó mis pensamientos pues me miró sonriendo y me guiñó un ojo.

  • Que, ¿has visto que tele le regalé compramos por navidad hace un par de años? Nos costó algunas privaciones pero era un capricho de Jenaro y se lo merece todo.

  • Es fantástica Carmen, seguro que la ha disfrutado mucho.

  • Sí, la verdad es que le saca mucho partido, ¿verdad cariño? La vemos mucho juntos.

  • ¿Y qué ves Jenaro? Tú como se te ve muy tradicional, y sobre todo, muy hombre, seguro que miras mucho fútbol

  • Pues no Laura, la verdad es que a Jenaro le gustan mas los DVD’s. Suelo ir yo a buscarlos al videoclub.

  • ¡Ah! ¿Y Carmen acierta a traerte lo que te gusta, Jenaro?

  • Sí, Lauri, ya lo creo que acierta.

Jenaro dijo eso último mirándome con ojos babosos. Me encantaba hacerme la tonta con él sabiendo que se la había estado pelando frenéticamente mirándome en esa tele.

  • ¡Bueno cariño, es la hora de los postres! Siéntate en el sofá que Laura y yo te traemos tus regalos.

Jenaro se sentó de golpe en el sofá, todavía más gordo por la cena que se había dado, mientras Carmen me conducía a la cocina. Allí había una tarta de chocolate con las velas dispuestas. Un “51”.

  • Yo llevo los regalos y tú llevas la tarta. Ponla delante de mi marido en la mesita del sofá.

  • Sí Carmen

  • Pareces mi chacha. ¿Sabes que me gusta? Puede que te convierta en nuestra criada

  • ...uff...

  • Dale tú primero tu regalo y luego yo le daré el mío.

Carmen cogió la bolsa, yo la tarta y entramos en el comedor. Dejé la tarta en la mesita y me puse a encender las velas, agachada y ofreciendo la visión de todo mi canalillo a Jenaro. Nuevamente, me tomé mi tiempo para que Jenaro se aprovechase bien y se calentase.

Al final las tuve todas encendidas

  • Cariño, piensa un deseo y sopla. -dijo Carmen-

  • ¿Cualquiera? Sonrió Jenaro con malicia.

  • Claro, cualquiera. Y sopla fuerte que si no no se cumple.

Jenaro sopló fuerte, apagando todas las velas y dándome de lleno con el humo en la cara. Me esforcé en sonreír y gritar “felicidades” al unísono con Carmen. Cogí mi regalo.

  • Toma Jenaro, este es de mi parte. Espero que te guste

  • A ver, que lo abro... ¡vaya! ¡colonia! ¡y de las buenas! Gracias guapa, pero no hacía falta que te molestases, tenerte aquí es un regalo. Dame dos besos.

Me acerqué a él para darle dos besos. No se levantó del sofá, sino que esperó a que yo me agachase para dármelos. Seguro que era para aprovecharse y mirarme las tetas otra vez.

Cuando me volvía a erguir, Carmen cogió su paquete y se lo dió a Genaro.

  • Toma Cariño, este es el mío

  • Veamos... ¡anda! un... ¿pañuelo? -no sabía disimular su decepción-

  • Si cariño, un pañuelo para tí

  • Ah.... bueno, nunca uso pañuelos, pero seguro que si lo llevo lo acabo usando...

  • Te va a hacer falta en seguida cariño -dijo Carmen, sentándose a su lado y acariciándole cariñosamente-

  • ¿Si?¿por?

  • En cuanto acabes con la segunda parte del regalo, que te va a gustar más. -sonrió-

  • ¿Que segunda parte?

  • Laura, guapa, enséñale a Jenaro el regalo que le va a gustar tanto

  • Ahora mismo Carmen

De pie delante del matrimonio sentado en el sofá, y sonriendo, comencé a desabrocharme la camisa. Jenaro estaba boquiabierto y con los ojos como platos mientras la jovencita objeto de sus deseos se desnudaba despacio delante de él. Cuando me quité la camisa y vió mis pechos levantados por el sostén y mis pezones duros al descubierto, tuvo una erección monstruosa, mientras Carmen le acariciaba sonriendo.

  • Sigue abriendo el regado de Jenaro de cintura para abajo, Laura

Me desabroché la falda y la dejé caer al suelo, dejando que se recreasen con la visión de mi cuerpo en lencería. Jenaro miraba mis piernas con las medias y el liguero babeando, para volver a embelesarse con mis tetas.

  • Jenaro cariño, ahora queda la sorpresa del regalo, seguro que te va a encantar. Enséñaselo Laura.

Metí mis pulgares entre mis caderas y mis braguitas, separé ligeramente las piernas y lentamente me las fui bajando. Me tuve que agachar para bajarlas mas allá de las rodillas, dejando que mis pechos colgasen ante sus miradas hasta que me las quité, dejándolas en el suelo. Dí un paso adelante, separé un poco más las piernas y me cogí las manos tras el trasero exponiendo a mi rajita rasurada con el “51” obscenamente dibujado sobre la piel de mi pubis.

  • ¿Te gusta mi regalo, Cariño? ¿Te gusta la putita que te he traído?

  • … brffff... -Jenaro tubo que sorberse las babas- ¡es increíble! ¡está cojonudísimanente buena!

  • Pues va a hacer todo lo que le pidas, va a ser tu juguetito. ¿Verdad Laura? ¡Díselo!

  • Sí Jenaro, voy a hacer todo lo que quieras, soy toda para tí esta noche. -sonreí-

  • Huy Cariño, pobrecito, cómo te has puesto -Carmen comenzó a manosear la erección de Jenaro- deja que tu mujercita te ayude con eso.

Carmen desabrochó el pantalón de Jenaro, que no dejaba de mirar mi rajita con ojos viciosos, y sacó su cipote, que pugnaba por romper el pantalón y salir por sí mismo. Comenzó a masturbarle despacio, haciendo que el líquido preseminal hiciese brillar el capullo cada vez que asomaba. Mi corazón estaba a mil por hora.

  • Bueno cariño, ¿que es lo primero que quieres que haga tu joven putita? Ha venido para servir.

  • Q... q.... ¡quiero que me la chupe!

  • ¡Pues pídeselo, no te cortes!

  • Laura... ¡ven aquí, ponte de rodillas y chúpame la polla! -Jenaro estaba taquicárdico, no podía creer lo que le estaba diciendo a una chica tan joven y atractiva-

Me arrodillé delante de Jenaro, y complaciente acerqué mi cara sonriente a su pene. Comencé a chuparle el capullo despacio con mis labios, como si fuese un chupachups. Notaba el pene palpitar en mi boca de toda la sangre bombeada hacia esa brutal erección. Se puso histérico de pura excitación.

  • ¡¡Chupame la polla entera, hijadepuuuuta!!

  • No te preocupes carño, que yo enseño a la putita a mamártela como es debido. ¡Saca la lengua, perra!

Carmen me cogió del pelo, agarró la polla de su marido y me la restregó por la cara mientras yo lamía lo que podía. Tuve que aguantar que mis propias babas me embadurnaran la cara, parecía que esa enorme polla fuese una brocha que manejaba Carmen. Luego puso el capullo en mi labios y me empujó la cabeza despacio obligándome a tener su pene entrando en mi boca, para satisfacción de Jenaro.

  • Trágate el rabo de mi marido puta, que tiene ganas de sentir el calor de tu boca.

  • ¡Joder Carmen, que labios tiene esta zorritaaaaa!

  • Disfrútala cariño, que es toda para tí.

Cuando tuve una buena parte de su pene dentro de la boca, Carmen comenzó a pajearle con amplitud. Podía notar el líquido preseminal mezclándose con mi saliva, mientras las babas me colgaban de la cara.

  • Mira como mama la putita. ¿Te gusta cariño?

  • Me encanta... tu sigue meneandomela y deja que la agarre yo de los pelos, que me da morbo.

Jenaro me agarró con ambas manos del pelo, y comenzó a usarme como un cabrón. Me estiraba del pelo hacia adelante y hacia atrás, obligándome a sacarme y meterme su pollón de la boca. Mientras Carmen se la meneaba sin parar, hilos de baba y líquido preseminal colgaban entre su polla y mis labios. Detuvo las penetradas faciales para humillarme agarrándome del pelo.

  • Mira que carita, cómo le cuelgan las babas. ¿Te gusta mamarmela, puerca?

  • Sí, me encanta tragarme tu polla y llenarla de babas. -dije sonriendo-

  • ¿Te gusta que mi mujer me casque pajas dentro de tu boca?

  • Carmen casca muy bien las pajas, noto la piel de tu pene moverse en mi boca

  • Perfecto, me gustan las cerdas como tú. Échate babas en las tetas porque me voy a hacer una cubana con ellas

Jenaro me metió dos dedos en la boca para hacer que me babease entre los pechos, mientras cogía un pezón y me lo retorcía. Carmen, sin soltar la polla de Genaro, siguió usándola como una brocha sobre mi cuerpo, esta vez dándome golpes contra una teta mientras escupía sobre mi canalillo. Luego me cogió un pecho, escupió sobre el capullo del pene de su marido y, como si fuese un bolígrafo, lo usó para frotarlo sobre mi pezón, empujándolo hacia dentro. Yo solo podía babear y babear, sacando como podía la lengua para lamer los dedos de Genaro.

En un momento mis pechos estuvieron empapadísimos de fluidos, hasta el sostén se estaba mojando. Mis pezones estaban como garbanzos, hinchados de excitación y apretones.

  • Genaro, este par de tetazas jóvenes ya están listas para que te las folles, ¿no crees?

  • Pues adelante Carmen. Pero que sea la putita la que me pajea con sus tetas

  • Claro Genaro, espero que mis tetas te den placer

Me cogí los pechos y empecé a pajearle, mirandole a los ojos con los labios entrabiertos y cara de zorrita. Como su rabo era grande, hacía bastante recorrido con mis pechos, y su capullo quedaba justo bajo mi barbilla. Se veía que Genaro lo disfrutaba, entrelazaba las manos bajo su nuca contemplando el espectáculo que le ofrecía. Carmen se arrodilló junto a mí y me sobaba el culo y la rajita, excitándome y llevándome a niveles de morbo que nunca había imaginado. Me decía guarradas al oído, que pajeara a su macho, que moviese más las tetas, que era una puta y una zorra.

Las tetas y los brazos empezaban a dolerme de tanto pajearle, menudo cabrón estaba hecho. Así que para lubricar dejé que me siguiera cayendo baba de la boca hasta mi canalillo, donde sentía su polla caliente y palpitante contra mi piel. Pero no era suficiente, así que sonriendo y con carita de buena le pedí a carmen y a Genaro que escupieran en mis tetas de puta.

  • Tú lo que eres es una perra con unas tetas que no tienes fuerza ni para moverlas, y te voy a enseñar como se hace una cubana -dijo Carmen poniéndose de rodillas detrás de mi y retorciéndome los pezones para luego poner sus manos sobre las mías y comenzar a ayudarme a mover las tetas.

  • Así Carmen, pajéame fuerte con los jóvenes tetones de esta puerca.

  • Claro cariño, es tu regalo y hoy puedes jugar con ella todo lo que quieras

Carmen usaba mis tetas para pajear a su marido con fuerza, mientras él se aprovechaba de la situación. En ocasiones me insultaba cogiéndome los pezones o me daba cachetes en las tetas, escupiendo sobre ellas o en mi boca. Yo estaba cachondísima, tan empapado como mi pecho estaba mi entrepierna, llegaba hasta humedecerme las medias.

Llevada por la excitación, comencé a buscar la boca de Carmen, la zorra que usaba mis pechos para dar placer a su marido. Ella se rió.

  • Mira Genaro, tu zorrita quiere enrollarse conmigo. ¡Qué pronto te pone los cuernos!

  • Pues aprovéchate y enrróllate con ella cariño, al fin y al cabo me la has regalado tú

  • Tú lo que eres es un cerdo, Genaro. Lo que pasa es que te da morbo ver como me enrollo con la puta que uso para pajearte, ja ja ja... Mmm, pues disfruta...

Carmen empezó a besarme, haciéndome estremecer. Mientras me besaba y lamía la boca como a una fulana, no dejaba de pajear a su marido con mis tetas. Al momento me metí en el juego, y comenzamos a mirar las dos a Genaro mientras nos enrollábamos. Nuestras 4 manos comenzaron a menear mis tetas con más morbo, dispuestas a hacer que el muy cabrón se corriese como nunca en su vida. Con nuestras bocas unidas por las babas y entre lametones, comenzamos a decirle guarradas.

  • Cariño, mira qué pedazo de pezones tiene Laura, cómo se le ponen cuando se porta como una puta.

  • Si Genaro, mira cómo se me ponen cuando Carmen te pajea -dije retorciendo mis propios pezones con saña y gimiendo- mira qué puta me pones y cómo crecen.

  • Joder cariño, le voy a estrujar las tetas a esta hija de puta pajeándote hasta que te corras.

  • ¿Te da morbo darme cachetes en las tetas? ¿Quieres ver cómo me pego yo en los pezones? Me encanta ver la cara de cabrón que pones -comencé a pegarme bofetadas en las tetas, lamiendo mis dedos y pegándome de nuevo en los pezones.

  • ¡Pero pégales más fuerte hija de puta! ¡Que lo vea bien mi marido!

  • Sí Carmen. ¡Venga putos pezones, poneos bien gordos para que lo vea Genaro! ¡Que vea lo puta que es su furcia de cumpleaños! ¡Más tiesos, pezones de puta! -grité, humillándome a mí misma.

Genaro no pudo aguantar más, y gritando, se corrió como un animal lanzando un chorro en mi cara mientras Carmen meneaba mis pechos. Tras el chorro vino otro que me llenó el cuello y el escote de esperma. Rápidamente Carmen cogió su pene palpitante con una mano y con otra mi pelo y me obligó a metermela en la boca. En cuanto la tuve dento empecé a succionar, y Carmen le pajeó con tal saña que en un momento Genaro se corrió de nuevo en mi boca, llenándola. Cuando la polla acabó de bombear dentro de mi boca, Carmen me tiró del pelo y se enrolló conmigo. Nos lamimos los labios como cerdas, con las bocas muy abiertas y  dejando que el semen cayese sobre mis pechos. Genaro no daba crédito al espectáculo que ofrecíamos, nuestras caras de zorra unidas por hilos de la pringue que él me había dejado.

  • Joder Carmen, cómo he llenado de leche a la putita

  • Eres el mejor, cariño. Me alegra comprobar que te ha gustado mi regalo.

  • Mmm... creo que voy a estrenar tu pañuelo para limpiarme el rabo -dijo Genaro, frotándose primero el capullo con la fina tela para después limpiarse todo el pene y los testículos

  • Como quieras amor mío. Mientras, la zorra de Laura va a limpiarse las tetas ella solita, ¿verdad? Y a tragarse todo tu semen, que no se desperdicie nada.

Carmen me levantó las tetas y empecé a lamer el semen que cubría todo mi pecho con la mejor carita de puta que supe poner. Genaro me miraba sonriendo como un cabrón mientras se frotaba.

  • Que se chupe los pezones, a ver si así el semen de mi polla que aún tiene en la boca se los calma. Que va a rayar algún cristal la hija de puta esta de lo duros que los tiene aún.

Carmen me agarró un pecho y me obligó a chuparlo. Yo mamé obedientemente hasta que me lo sacó bruscamente de la boca. Se oyó un “¡pop!” como de pelota de tenis que hizo reír a Genaro. Tuve que aguantar sus risas mientras me obligaban a succionarme el otro pezón.

  • Bueno ya basta Laura, no seas viciosa. A ver si te crees que tus pechos te pertenecen. Recoge los envoltorios de los regalos y toda la mierda del suelo y vete a la cocina a tirarlo.

Me levanté sumisa y recogí todo. Carmen le acariciaba el pene a Genaro mientras me miraban.

Cuando ya me iba con las manos llenas de cosas, Genaro me detuvo:

  • ¡Eh pequeña zorra, no te dejes olvidado aquí esto! Ven aquí y abre la boca

Agitaba el pañuelo empapado de semen, cogiéndolo de una punta con dos dedos. Cuando me acerqué y me agaché delante de él, me lo metió en la boca despacito, para que sintiese la humillación.

-Saboréalo bien antes de escupirlo en la basura, puta. Te vas a ir acostumbrando a este sabor.

Al darme la vuelta para ir a la cocina, Carmen me sujetó por un muslo y me dió un cachete el en culo. Me mantuvo así para que su marido me diese otro más fuerte, y después me dejaron ir.

Andé camino de la cocina chupando el pañuelo empapado, mojando las medias con mis flujos mientras oía sus risas...

Para comentarios, fantasías compartidas y sexo telefónico: super-morboso@hotmail.com