Soy la esclava de la mujer de la limpieza 2

Mi segundo encuentro con Carmen en el trabajo. ¡Qué fuerte, tía!

-Segunda parte-

La mañana siguiente de mi encuentro con Carmen en el lavabo, recibí en el correo del trabajo un e-mail poco habitual. Esa noche le había dado muchas vueltas a lo que había pasado, y al acostarme me había estado tocando pensando en la situación.

El mensaje consistía en un mensaje vacío con dos imágenes adjuntas desde una cuenta de hotmail que no conocía. Las imágenes eran un par de fotos de lo mas explícitas: un pene enorme eyaculando sobre unas fotos impresas en papel. Las fotos que Carmen me había hecho en el lavabo.

Rápida de reflejos, reenvié el correo a mi cuenta personal y lo borré de la del trabajo. Me aseguré de eliminarlo también de la papelera. Buff... si cualquiera de mi trabajo viese esas fotos...

O sea que, como yo sospechaba, Carmen le había mandado mis fotos a su marido, y ahí estaba el ‘acuse de recibo’. Parece que las había disfrutado, a juzgar por cómo las había ‘barnizado’. Y Carmen le habría dado mi e-mail del trabajo. O tal vez las había mandado ella misma...

Todos esos pensamientos y posibilidades desataban mi imaginación y me estaba excitando. Mientras iba pensando, sin pensar para nada en el trabajo, ví entrar a Carmen por la puerta como cada mañana. Dió los buenos días a todo el mundo, y bajó la temperatura del aire acondicionado mirándome y sonriendo. La muy guarra quería ponerme los pezones duros otra vez.

Mientras ella empezaba su faena, yo pensé que esta vez la iba a sorprender. Entré en el cuarto de baño, me desabroché la camisa y doblé las copas de mi sostén, dejando mis pezones al descubierto y mi pecho levantado. Me volví a abotonar, comprobando cómo marcaba mis pitones groseramente. Ya me estaba mojando las bragas... Volví a mi sitio y me senté.

Antes de que Carmen llegase abrí el correo, puse una de las fotos a toda pantalla... y cuando carmen llegó a mi sitio, se quedó con la boca abierta al verme. Sentadita en mi silla, las piernas separadas, los pezones apuntándole y chupando un bolígrafo mientras miraba la foto con carita de viciosa.

Ella se puso a limpiar la mesa sonriente, sin parar de mirarme el pecho. Pero para limpiar toda la mesa, en lugar de rodearme, se me acercaba más y mas mientras pasaba el trapo, llegando a poner su rodilla sobre la silla, entre mis muslos. Me miraba el escote desde arriba sonriendo, y se agachó estando así, de manera que sus pechos quedaron sobre los míos. Por un instante, nuestros pezones llegaron a tocarse, mis pezoncitos pinchando suavemente sus areolas sobre la tela.

  • ¿Vienes a echarme una mano en el lavabo, Laura? Ya sabes, mi espalda...

  • Si claro (so guarra, la espalda te debe doler por el peso de tus tetas). Como ayer.

La seguí hasta el lavabo (el lavabo del vicio, podría llamarlo) y como el día anterior, echó el pestillo en cuanto entramos. El sonido del pestillo me puso aún más cachonda.

  • Gracias por ayudarme Laura. Mmm... has venido muy guapa hoy. Lástima, creo que esa ropa tan elegante vas a sudarla un poco porque hoy hay mucha ‘faena’ aquí en el lavabo.

  • ¿Que? ¿Mucho trabajo? Pensé que sería como ayer...

  • Huyyy no, que va, que va...

Mientras sonreia, ví que abría hasta el tope la rosca de la calefacción del pequeño cuarto ¡pero si estábamos en agosto! Y abría uno de los grifos con el agua caliente, echando unos paños a la piqueta. El vapor caliente comenzó a empañar el espejo.

  • Es que hoy toca limpiar las baldosas de la pared. Y a mí el estirarme me va fatal... seguro que a tí que estás joven y lozana no te importa. ¿verdad?

  • Ehhh... bueno yo...

  • Pues venga, empieza a frotar. Y fuerte, que las baldosas están muy guarras

Me pasó un trapo chorreando de agua caliente y líquido jabonoso. Lo cogí, colorada por el modo en que me hablaba y porque ya sentía el agobiante calor de la calefacción.

En cuanto empecé a frotar, noté el roce de mis pezones contra la tela. Seguían descubiertos bajo la camisa, y muy erectos (de pura excitación, pues puedo asegurar que por frío no era).

Según iba restregando, notaba la ropa pegarse contra mi piel, por el fino sudor que empezaba a correr por mi cuerpo. La falda no era problema, pero vestir una camisa blanca ceñida es un problema si se humedece.

Mientras, Carmen no se perdía detalle de los movimientos de mis carnes al frotar la pared.

Sacó de su bolsa de trabajo algo que no me esperaba: ¡una pequeña cámara DV!

  • Nos regalaron hace poco este cacharro, y no sé usarlo mucho, pero había pensado grabar un poco de mi ‘faena’ para que lo vea mi marido. Así se dará cuenta de que yo también tengo mucho trabajo, que a él siempre le parece que es el único que trabaja y que esto de limpiar no es nada. Mira, así de paso te grabo a tí también, que hace tiempo que no te ve y verá qué bien me ayudas.

Carmen conectó el aparato enfocándose a sí misma, y comenzó a hablar mientras yo frotaba con esmero, acalorada y cachonda.

  • Hola Jenaro, cariño, estoy en el trabajo, limpiando el cuarto de baño, que es lo más duro porque siempre está guarro. Pero hay una chica muy guapa que me está ayudando, y a la que conoces.

Comenzó a grabarme mientras frotaba. Y no se cortó en grabarme de cuerpo entero primero para luego poner zoom y grabarme de abajo arriba, deteniéndose en mi pecho. Lo comprendo, porque ya estaba sudando la gota gorda y mis pezones y areolas se transparentaban perfectamente. ¡Joder, si se me transparentaba entera! giré la cabeza para mirarme en el espejo y lo único que se veía de la camisa eran los botones, el cuello y los bordes, todo lo demás era mi propia piel.

  • Ya ves, es Laurita la hija de Fermín, que ha crecido mucho y ni la reconocerías. ¡Saluda, Laura!

  • Eh... Hola, Jenaro... Aquí estoy ayudando a Carmen, pobrecita. Claro, como le duele la espalda de tanto fregar.

  • Si Jenaro, me ayuda mucho, se está esforzando en en fregote... aunque claro, hija, si fregases así todos los días como yo también te dolería la espalda. Sobre todo, viendo lo bien ‘servida’ que vas de pecho. - dijo mientras se acercaba hasta mí grabando, me cogía de un brazo y me giraba hacia la cámara

  • Yo también he tenido siempre mucho, aunque ya no lo tengo tan firme como lo tienes tú.

Sin dejar de grabar, me cogió suavemente de un pecho y me lo palpó, levantándolo. Me lo sujetaba frente a la pequeña cámara, acariciando mi areola con su dedo índice. Seguro que su marido disfrutaría mucho del vídeo.

  • Mira Jenaro que pechitos que se le han puesto a la niña. Como los míos de joven. Cómo te gustaban...

  • Si, las tengo grandes, je je je. Bueno pero tu aún las tienes firmes también.

  • Huyyy pero no tanto colo las tuyas. ¡Mira, compara!

Carmen se puso a mi lado y nos apuntó a las dos con la cámara. Se desabrochó los botones de su bata, sacando sus pechos fuera que, aunque cubiertos, se veían claramente ya que su sostén también estaba empapado. Allí estaban nuestros 4 pechos juntos y empapados mientras carmen nos grababa.

  • Ya veras Laurita, salta un poco y verás que distinto te botan los pechitos comparado con mis tetas caídas.

Me cogió de la cintura y empezó a dar saltitos conmigo. Estábamos haciendo que nuestras tetas botasen ante la cámara. Eran muy diferentes sus pechos caídos de los míos, pero nuestros pezones estaban todos erectos.

  • Joder que calor. Yo me quito la bata - dijo, tirándola al suelo y quedándose en bragas y sostén. - Ya veo que te tú te has arremangado el sostén por el calor. Bien hecho, pero también deberías quitarte la falda, que si no se te va a rozar mucho la cintura del calor y el movimiento.

Me desabroché la falda y la dejé caer junto a su bata. Estaba increíblemente cachonda, y la braga era como si no la tuviese, de tanto sudor y jugos como la tenía empapada. Las medias también las tenia todas mojadas y pegadas a la piel.

  • Ya ves Jenaro en que pedazo de mujer se ha convertido Laurita. Se le ha puesto un cuerpo que para qué.

Carmen no dejaba de grabarme, y yo toda roja, avergonzada por lo cachonda que me estaba poniendo, me dí la vuelta, cogí el trapo y seguí fregando. Pero Carmen no dejaba la cámara, ahora estaba tomando unos buenos planos de mi trasero, que se movía al compas de mis movimientos con el trapo. Carmen se atrevió a coger la tela y metérmelo hacia adentro hasta dejármelo como un tanga.

  • Así Laura, dale fuerte que aún te queda. Ja, ja ja... y mejor remángate tambien la bragita que si no aún vas a sudar mas. Ya te la pongo yo remangada, así. ¡No te pares, venga, friega! Joder, Jenaro, esta juventud no sabe trabajar, hay que estar siempre encima para que se esfuercen. ¡No seas perra y dale fuerte! ¡Plas!

Me dió un cachete en el culito. Esto era el el súmun: medio desnuda, grabada para su matido, trabajando para ella y encima puteada. Pero yo estaba tan caliente que ni me quejé.

  • Las baldosas de debajo también, que te las estás dejando. Agachate que yo te sujeto.

Tuve que agacharme para frotar a la altura de mis rodillas, dejando mi trasero en pompa, expuesto completamente. Noté sus dos manos cogiendo mi trasero ¡Vaya forma de sujetarme! Pero... ¿las dos manos? ¿y la cámara? Giré la cabeza y ví que había dejado la cámara grabándonos sobre la piqueta del lavabo, y tenía las dos manos libres. La muy zorra aprovechó para sobarme el culo y abrirme las nalga, ofreciendo impagables vistas de mi rajita y trasero cubiertos precariamente por unos gramos de tela empapada. Pero qué hija de puta, y qué pajas se haría el marido viendo el vídeo. ¿O acaso se las haría ella?

Mientras pensaba esto, al ver que no me resistía, Carmen se aprovechó aún mas, y me agarro de una pierna, pero tan arriba tan arriba... que podía notar su mano rozando en mi raja cuando me movía para frotar. La presión fué en aumento hasta que ya me frotaba fuerte la raja con dos dedos.

  • Sigue Laura que vas bien, yo te cojo fuerte. Pero... ¡estás empapada! Anda te voy a quitar esta braguita que si no se va a echar a perder.

Me bajó las bragas sin miramientos, mientras me metía dos dedos en el coño con firmeza, evitando que me moviese. Me tuvo así sujeta mientras me bajaba las bragas mojadas por todas las piernas hasta los tobillos, y luego me las sacaba. después, me puso el pulgar en la entrada del culito, de manera que haciendo la pinza me tenía cogida de coño y culo, y así me agarraba, como a una vulgar herramienta de trabajo, mientras yo limpiaba como una esclava.

Bueno, no sé qué hacía, si limpiar o ensuciar... porque mientras yo limpiaba la pared, estaba tan cachonda que llenaba de flujos y sudor la mano de Carmen.

  • Joder niña, cómo chorreas... pareces una máquina de limpiar, por un lado sacas la mierda y por detrás te se escurre el aceite. Así me gustaría trabajar todos los días, y no tener que agacharme.

Yo respiraba muy fuerte de lo cachonda que estaba y de placer. Temblaba por cómo me humillaba Carmen, haciéndome limpiar por donde ella quería agarrándome del coño, haciéndome moverme y agacharme a su voluntad. Llevaba un rato en posturas forzadas y me estaba cansando, si ella no me agarrase, me caería sin remedio.

  • ¿Ya estás fatigada? Hija, qué poco aguante. Anda, levanta, no te vayas a caer, y descansa un poco.

Me soltó el coño pero con la otra mano me agarró del pelo y me hizo ponerme de pie. Me dejó apoyada de espaldas contra la pared, temblando delante de la cámara. Tenía que separar las piernas para no caerme del cansancio, y de esta manera ofrecía toda mi rajita a la cámara.

  • Pues estas chavalas jóvenes se esfuerzan pero aguantan poco, Jenaro, ya lo has visto. Mucho cansancio y poca vergüenza, mira cómo llevan los coños. - me hacía abrír las piernas con su mano, y yo no tenía fuerzas para resistirme. - Ésta lo lleva sólo con una rayita de pelo. Si que salen arregladas de casa ¿has visto? Menudas perras están hechas

Me separaba los labios del coño con sus dedos y mostraba mi vello púbico a la cámara mientras lo acariciaba.

  • ¡Ay! Ahora que hablo de perras, he comprado un collar nuevo para Chispa. La pobre ha tenido siempre el mismo collar desde que la tenemos y ya está muy viejo, además como ha ido creciendo casi no le cabe ya. He comprado otro nuevo más grande, espero que le sirva bien.

Carmen cogió su bolsa y sacó una bolsa de plástico pequeña de la que extrajo un collar de perro rosa con una cadena de acero inoxidable.

  • ¿Sabes? No creo que el cuello de Chispa sea muy distinto que el de una jovencita, así que voy a probar qué tal le sienta a Laura. A ver Laura, sujétate el pelo así hacia arriba que te lo voy a poner.

Me sujetó el pelo en un puño hacia arriba, cogió mi mano y la llevó al pelo haciendo que me lo agarrase yo mima hacia arriba para poder acceder mejor a mi cuello. Abrió el collar, me lo puso alrededor y lo ajustó bien. Cogió el extremo de la cadena y miró a la cámara.

  • ¿Has visto cariño? Le queda estupendamente. ¿Te gusta, Laura?

  • B... Bueno, es un collar de perro bonito. Seguro que le va bien.

  • No, Laura. Que si te gusta llevar tú el collar de perra. Si te gusta te lo quedas y compro otro igual. Como te arreglas el coño como las perras igual te guste tener un collar.

  • ¡No! Es decir, no hace falta, creo que no lo necesito.

  • ¡Pero si es un collar estupendo! Mira que bien va. Seguro que así no te caes. ¡Mira que fuerte!

Carmen estiró fuerte del collar y me hizo avanzar hacia adelante. Las fuerzas me fallaron, porque las piernas casi no me sostenían, y casi me caigo sobre ella. Pero ella me agarró de las solapas de la camisa. Me sujetó a tiempo de evitar que mi cuerpo sudado cayese al suelo, pero hizo que me maltrecha camisa se rasgase y los botones saltasen. Acabé apoyada en el lavabo y con un pecho totalmente fuera porque la camisa estaba rota y mi sostén remangado. Carmen acabó de sacarme la camisa de un tirón, dejandome el sostén, que sólo servía apra levantar mis pechos.

  • ¡Joder que tontita estás, Laura! Eso es que no coméis suficiente. Y además con esta ropa sudada que llavabas te entran agobios. ¡Si aún te estás cayendo! Anda, ven para aquí, que te voy a dejar bien sujeta para que no te caigas.

Estiró sin delicadeza de la cadena, y me hizo caer de rodillas al suelo. Siguió estirando para que la siguiera, y como no podía levantarme tuve que seguirla casi a 4 patas, como una perra de verdad. Me llevó hasta la taza del wc. Bueno, me iba a dejar sentada un poco para descansar...

En lugar de dejar que me sentase normalmente, abrió la tapa dejando el aro para sentarse, cogió la escobilla con pie y todo, y la puso en el fondo de la taza, de manera que la empuñadura de plástico sobresalía la medida de una mano.

  • Sube Laura, que te voy a dejar bien sujeta para que no caigas.

Estirando del collar y de un brazo me hizo ponerme con el culo apoyado en la cisterna. Me abrió las piernas agarrandome firmemente los muslos, y me sujetó sólo con el collar de perra mientras que con la otra mano cogía la puntita del mango de la escobilla y me la colocaba en la entrada de la vagina. Me dejó caer poco a poco, bajando la mano con la que me agarraba la cadena, mientras con la mano de la escobilla me abría los labios de la vagina para que me entrase bien. Cuando mi trasero quedó sentado sobre la taza y mi raja como si me hubiesen penetrado con el freno de mano de un coche, ató el extremo de la cadena a un tubo de la pared.

Se me quedó mirando sonriendo, y se aseguró de que el mango estaba bien metido agarrando el palo de la escobilla y haciéndolo vibrar un poco, de modo que oleadas de placer llenaron mi raja. No paró hasta que mis flujos chorreron por el palo de plástico hasta tocar su mano. Se limpió los flujos en el escaso vello de mi propia rajita mientras que con la otra mano me acariciaba la cabeza.

  • Así mucho mejor, no te vas a caer de ninguna manera. ¿A que estás cómoda? Además si tienes ganas de mear no tienes ni que moverte, te lo puedes hacer sobre el palo de la escobilla.

Anda, ábrete la rajita y enseña a la cámara cómo tienes cogida la escobilla con el coño para limpiar el cagadero. ¡Y sonríe, joder!

Carmen giró la cámara para enfocarme. Yo, mojándome como una perra, me separé los labios con dos deditos mostrando a la cámara cómo resbalaban mis flujos mientras sonreía, atada como una perra y vestida sólo con mis medias y el sostén bajo mis pechos.

  • Así, muy bien, mmm... ¡qué guapa estás! Va a quedar un vídeo muy divertido. Ahora quiero que limpies el cagadero frotándolo con la escobilla así cogida como la tienes. Y para eso tienes que mover el culito. ¡Venga joder, muévete! Y no dejes de sonreír y mirar a la cámara. ¡Que te muevas, so perra!

Empecé a mover el culo despacito. Frotaba flojito con la escobilla el fondo del retrete, ya que de tanto flujo que echaba por sentirme tan humillada el mango resbalaba, dándome un placer enorme. Me esforzaba en sonreir y mirar a Carmen y a la cámara, aunque se me cerraban los ojos de gusto.

Carmen vino a mi lado, me agarró un pecho y con dos dedos me estiró con fuerza un pezón.

  • Te he dicho que te muevas, estas aquí para limpiar y quiero el puto cagadero bien limpio. ¡Mueve ese puto coño de perra!

Empezó a retorcerme el pezón con mala leche. Cachonda como un animal, yo movía mi culo y mi coñito, pero sólo conseguía sacar más y mas flujos de mi raja que hacían resbalar más y mas la escobilla sin casi moverla. Carmen, al verlo, cogió con una mano el palo de la escobilla y empezó a menearlo con energía, metiéndolo y sacándolo de mi coñito mientras que con la otra mano me agarraba un pecho y me mordía un pezón.

La escobilla golpeaba el fondo del bater, salpicando mis muslos de agua y de mis propios flujos. El sonido de los golpes se oía gobre el fondo de mis gemidos de placer.

No pude aguantar más y me corri como una perra, llenando el brazo de Carmen de pringue y su boca de erecta y joven carne de pezón.

Aún tenía los temblores del orgasmo cuando Carmen cesó de chupar mi pecho y soltó la escobilla para dejarla metida en mi coño. Se puso de pié para luego sentarse sobre mis piernas, de cara a mí y las dos sobre el bater.

Me cogió ambos pechos y los estrujó con fuerza, dando un lametón a cada uno. Los levantó hasta plantármelos delante de los ojos.

  • Tienes los pezones sucios y sudados. Así de guarra no puedes ayudarme a limpiar. Los quiero relucientes, límpiatelos ahora mismo. Con la lengua.

Comencé a lamer como una buena perrita, mientras ella me ayudaba estirando mi pecho. Primero lamí uno de ellos con frenesí, y luego ella misma lo apartó con desdén y me obligó a lamer el otro. Pero aún no estaba satisfecha con ese emputecimiento.

  • Qué cerda eres, Laura. Qué guarro has puesto el cagadero con las babas de tu coño. Pero ahora lo limpiaremos bien entre las dos. Abrete otra vez el coñito, que yo lo vea bien.

Obedecí al instante, separándome los labios para ella. Entonces ella sonrió, y haciendo una mueca, empezó a mearse. Mojó su abundante mata de vello, luego la humedad se apoderó de sus bragas que pronto empezaron a chorrear sobre mi pubis. Me encantaba sentir el líquido caliente corriendo entre mi raja.

  • Méate tu también guarrita, que tienes que limpiar la escobilla.

Me meé con la escobilla metida por el coño, sintiéndome una cerda. Me meé largamente, notando cómo nuestros líquidos se mezclaban sobre el palo de plástico. Entonces Carmen me agarró de la cadena y me besó, metiendo su lengua dentro de mi garganta y lamiendo. La putaza madura me usaba como su perra jovencita, y yo me dejaba hacer de todo, totalmente entregada.

  • Ahora para acabar, me vas a dejar bien limpia a mí. Abre la boca. Voy a escupirte dentro pero no quiero que te lo tragues ni que lo eches, dejalo ahí.

La obedecí, abriendo la boca bien y mirándola a los ojos. Carmen empezó a escupirme y a echarme saliva en la boca, sin que yo me moviese, aguantándolo todo. Entonces ella me metió dos dedos en la boca, y empezó a untarme los labios con todas esas babas.

  • Quiero tu boquita bien resbaladiza, porque me vas a chupar el coño hasta que me corra en tu cara. Y entiéndelo bien Laura, no lamer, CHUPAR.

Se puso de pie. Sus bragas empapadas de orina y flujos estaban justo delante de mi cara. Se las bajó hasta las rodillas. Entonces cogió la cadena, que aún me tenía atada como una perra a la tubería, y me acercó a su mata de pelo húmedo, hasta que sus pelos acariciaban mi nariz. Entonces se abrió el coño con las manos, groseramente, y me espetó.

  • Empieza a chupar. Quiero notar todos tus labios llenos de babas. ¡Que empieces, puta!

Empecé a chupar todo su clítoris y sus labios, colmándolos de los escupitajos de los que tenía la boca llena. Noté cómo se estremecía de gusto. Me agarró de la nuca y me forzó a apretar la cara contra su pubis. Noté mis pezones frotarse contra sus bragas meadas. Presa del morbo más absoluto, metí toda mi lengua en su raja, todo lo dentro que podía, frotando fuerte. ¡Joder, si parecía que su coño y yo estuviésemos enrollándonos!

Carmen usó mi boca a placer, agarrándome del pelo y restregando su coño contra mi obediente boca de labios gordos y calientes. Alcanzó el climax casi sin poder respirar, moviendo sus caderas tan lúbricamente que me daba unos ‘coñazos’ en la cara que me la dejaban empapada.

Cuando lo separó de mí, hilos de flujo colgaban entre mi frente, mi boca, mi nariz... y su coño palpitante y peludo, que seguía abierto obscenamente.

La miré a los ojos y, sonriendo, empecé a atrapar con la lengua todos los colgajos. Le limpié todo el felpudo, chupando con los labios los pelos de coño que tenían más pringue. Carmen se iba recuperando del éxtasis, y se reía.

  • Ufff... jejeje, bien Laura, veo que vas aprendiendo a limpiar mierda. Anda, para. Ya he ‘trabajado’ bastante por hoy

Se puso de pié, se quitó las bragas meadas y las tiró a la basura.Hizo lo mismo con mi ropa interior y con mi camisa. Cogió la cámara, que lo había recogido todo, y me apuntó con ella.

  • Esta ropa la tiro toda a tomar por culo que ya no vale para nada. Tú, deja ya de jugar con la escobilla y despidete que voy a dejar de grabar.

Sonreí a la cámara, mientras me ponía de pie y me sacaba el mango de la escobilla del coño.

  • Bueno, hoy he aprendido a limpiar bien un cagadero. Espero haber ayudado a Carmen, aunque soy una perra. ¡ah! ¡y gracias por el collar!

  • Jajaja, muy bien perra, pero te olvidas de limpiar la puta escobilla. Que luego la gente ha de usarla ¡guarra!

  • ¡Huy sí! ¡Lo siento! Ya cojo el trapo...

  • Pero qué trapo ni qué... ¡esto se limpa así!

Carmen vino hacia mí, me arrebató la escobilla, y con cara de guarra, me puso el mango de la escobilla bien dentro en la boca y el palo entre los pechos. Me cogió las manos y me hizo agarrarme las tetas y empezar a hacer una ‘cubana’ a la escobilla.

  • Así se hace, estúpida. A ver si aprendes.

  • Mmmg... Upf... Uagh... - me saqué un momento el mango de la boca, y mientras seguía pajeando a la escobilla, me despedí con mi mejor sonrisa mientras lamía el palo - Sí carmen, la dejaré reluciente. Bueno Jenaro, ya ves qué buena es tu mujer en su trabajo. ¡Adiós!

Mientras yo meneaba alegremente mis tetas con la escobilla entre ella intentando atrapar el mango con la lengua, Carmen me grababa y meneaba la cabeza:

  • ¡Ayyy joder, que paciencia...!

(continuará... si queréis)

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