Soy Kim: Capítulo 1.5 - La cornuda de Viviana

A la putita ofrecida de Viviana le fascina mi primo. Pero él es solo para mí, así que mientras mi primo me la metía hasta por las orejas, yo hablaba en llamada con Viviana para desquitar mis celos enfermizos.

En llamada con Viviana mientras follo con mi primo

Toda la semana había estado recibiendo mensajes de Viviana, insistiendo en que convenciese a Miguel de ir los cuatro: Viviana, su hermana, Miguel y yo; al antro el fin de semana. Y esa insistencia me estaba llenando de furia y celos.

Miguel era mi novio, tal vez no podía presumirlo a los cuatro vientos, pues éramos primos, pero aún así lo era. Y no sé otras chicas en mi posición lo que harían, pero al menos yo ni loca pensaba proponerle que conociese a otra chica. Mucho menos a una culito fácil como Viviana.

Por supuesto que ella misma había intentado acercarse a mi primo antes, eso ya lo sabía. Pero mi primo no le había hecho mucho caso, creo, y ella se había cansado de rogarle. Así que ahora quería que yo, prima de él, le hablase bonito de ella para ayudarla a salir con él.

Probablemente en otra realidad, donde Miguel y yo no fuésemos más que primos, le hubiese ayudado. Aunque lo dudo, tampoco creo que recomendarle una golfa para novia a tu primo sea algo muy bueno.

Pero en mi realidad, Viviana se iba a quedar con las ganas.

—Miguel, tengo ganas de coger, porfa —le rogué, con mi voz de niña mimada.

Estábamos en la habitación y él acababa de ducharse, después de haber llegado de la universidad.

En su departamento teníamos toda la privacidad que quisiéramos. De modo que yo estaba de rodillas sobre su cama, desnuda.

Lo único que cubría mi desnudez era una tanga roja y unas mallas blancas con líneas azules a la altura de los muslos.

—¿Por qué tan caliente, mi amor? —Me besó.

Al él hacerlo, y estar de pie al borde de la cama, yo envolví con mis piernas su cuerpo y lo hice caer sobre mí.

En el movimiento, la única prenda que cubría su cuerpo recién bañado, su toalla, cayó al lado nuestro. Contra mis muslos sentí el duro y caliente tacto de su verga.

Miguel tenía claramente más fuerza que yo, y lo demostró escapando del agarre de mis piernas.

—Ven —me instruyó, sentado al borde la cama y tomándome de la mano, guiándome.

Sumisa obedecí, yo ya sabía cuál era mi papel a seguir:

Me deslicé hasta el borde de la cama, posé mis pies al suelo, y me puse de pie. Mis tacones sonaron a cada uno de mis pasos, hasta situarme en medio de sus piernas y arrodillarme.

Los tacones eran la única otra prenda que vestía, no eran necesarios, pero cuando me los ponía era muy difícil que mi primo se negase a coger conmigo, cuestión de fetiches.

Alineé y subí mis medias, sintiendo el roce de mis uñas artificiales sobre mis muslos. Era casi un acto reflejo, como cuando vas caminando y te bajas continuamente el vestido porque sabes que es muy corto.

—Quiero lechita —pronuncié lascivamente.

Un escupitajo cargado de mi saliva dio de lleno sobre el glande de mi primo. Me relamía aún mis ensalivados labios, mientras esa misma saliva se embarraba en toda la palma de mi mano derecha y mis dedos, pues mi mano no dejaba de subir y bajar, pajeándolo.

—Mmm… Mámamela ya, putita —ordenó mi primo.

Mis uñas de acrílico largas, y las yemas de mis dedos, frotaban la rosada cabeza de su verga. Pero al instante tuve que dejar de hacerlo, pues sus manos ya me tomaban de la cabeza y me oprimían contra su verga.

—Mghm… —gruñí, con mi quijada abierta al máximo, saboreando su verga.

Sentí el venoso grosor de su verga recorrer mi lengua hasta chocar contra mí garganta, provocándome una ligera arcada.

Mis manos se posaron sobre sus piernas, dejando que me metiese la verga a su gusto. Me estaba literalmente cogiendo la boca, y me encantaba.

Yo trataba de mantener mi lengua de fuera todo el tiempo mientras me la metía hasta la garganta. Ya era más experta en controlar las arcadas, pero aún así de vez en cuando, por reflejo corporal, tosía sobre su verga un poco.

Pronto los ojos me habían llorado a causa del esfuerzo y el sudor comenzaba a aparecer en mi rostro.

—Mmm… —gimió mi primo, dándose gusto con mi garganta.

Yo abría mi boca como un túnel para continuar recibiendo una a una las incursiones de su verga dentro de mí. El aire me faltaba y sentía esa peculiar comezón en la garganta.

—Mmgh… —balbuceaba una y otra vez.

Dos cachetadas dieron de lleno en mi mejilla izquierda, una tercera sonó aún más fuerte en mi mejilla derecha. Aún medio aturdida pude por fin tomar aire, Miguel había sacado su verga de mi boca por un instante.

Mi boca estaba ahora aún más inundada de saliva. Escupí ahora con más ganas todas mis babas sobre su verga, estaba más espesa y era difícil escupirla toda.

—Ahh… —exhalé sin aliento.

Sentí su verga mojada restregarse por toda mi cara. Me la pasaba por los cachetes, la nariz y la frente. Tenía que entrecerrar los ojos para que mi propia saliva no me cayese dentro.

Miguel me mantenía sujeta del cabello, jalando mi cabeza hacia arriba, impidiéndome libre movimiento. Mi mano derecha se perdía entre mis piernas, mis dedos habían separado mi tanga un poco y yo misma me dedeaba hasta donde mis dedos alcanzaban.

Frotaba mi coñito húmedo, la tibieza de mi entrepierna envolvía mis dedos. Hundí mis dedos más dentro y sentí el familiar roce de mis uñas postizas lacerando la carnosidad de mis paredes vaginales.

—Abre la boca, Kim —ordenó mi primo.

Saqué la lengua y abrí bien la boca, dejé que su cadera empujase su verga dentro de mi boca nuevamente. Cuando su glande chocó con la campanilla de mi garganta, no pude mantener la lengua de fuera y ahogué una arcada sobre su verga.

Saqué mis dedos de mi coñito, y me abracé a sus nalgas, clavando mis uñas en su endurecido culo, soportando la profunda penetración de su jugosa verga en mi boca. Comenzaba a faltarme el aire, me encantaba tanto que podía sentar la humedad de mi panochita aumentar.

Sentí los movimientos bruscos de mi primo, intentando acomodarse en mi garganta, cada roce de su verga en el fondo me producía arcadas y ya la saliva escurría de la comisura de mis labios.

—Ahh… Eso, putita —gimió Miguel, logrando al fin atorarme de verga hasta el fondo.

Sentía el roce de sus huevos contra mi mentón, y mi nariz aplastada contra su pubis de vello recortado. Ambas de sus manos me mantenían sujeta con mucha fuerza, evitando que su verga se saliera. Sentía dentro de mi garganta cómo ese pedazo de carne se curvaba, invadiendo más allá que mi garganta.

—¿Lista?… Veinte… diecinueve… —Mi boquita ya no controlaba la saliva, escurrían largos y espesos hilillos hasta el suelo.

Conforme pasaban los segundos, más ansiedad sentía, y más clavaba las uñas en su culo. Era sublime sentirme dominada por esa rica verga.

—… nueve… ocho… —seguía contando, cada vez con más pausa, le encantaba sentirme sufrir ahogada con su polla.

Esos brazos fuertes que tanto me gustaba besar y acariciar, ahora me impedían retraer mi cabeza, no importaba cuánto lo intentase. Mis ojos trataban de verlo hacia arriba, pero la saliva y el sudor en mis largas pestañas molestaban mi visión.

Me encantaba y excitaba la sensación de sentirme su puta, de estar ahí medio asfixiada por complacerlo. Era un ritual de sumisión que habíamos practicado desde hacía mucho tiempo atrás. Mi entrenamiento rendía frutos, pues cada vez disfrutaba más el ser su sumisa.

—Mghmhm… —balbuceé sobre su verga, sentía una incontrolable ansiedad por falta de aire.

Mi primo masajeaba pausadamente mi garganta desde fuera, tratando de provocar algo en mí, quería que tosiera. Y si seguía haciéndolo, lo lograría.

—… tres… dos… —continuó su pausada cuenta, gozando del calor y humedad de mi garganta.

Mis manos ansiosas se apoyaban y apretaban sus muslos varoniles. Parecía que nunca llegaría al «cero», parecía que unas arcadas más y me vomitaría en su verga.

—Gwhaa… Mhaaa… —sonó mi garganta y mi voz cuando Miguel mismo separaba mi cabeza de su verga, dejándome tomar aire al fin.

La saliva en mi garganta y boca era mucha, unas pocas descontroladas inhaladas de aire provocaron mi tos. Una tos que empujó saliva por mis fosas nasales, provocándome ese familiar ardor en la nariz.

Tosía y escupía saliva al frente, mientras mi primo me mantenía sujeta del cabello y con la cabeza levantada, controlada. Seguía recuperando el aliento, volviendo en sí. Dos, tres, cuatro cachetadas castigaron mis mejillas sacando de mi atontamiento.

Forcé el aire a través de mis fosas nasales, cómo si sonara mi nariz, brotando así la saliva espesa espesa.

—Suénate… —dijo Miguel, sosteniendo un pañuelo desechable contra mi nariz.

Con su ayuda, saqué aire por mi nariz hasta expulsar toda la saliva que ahí tenía. Miguel limpió bien mis fosas y dejó el pañuelo a un lado.

Rápidamente llevé mi boca hasta su verga otra vez, engullendo más de la mitad y saboreando la dura textura. El rico sabor a líquido pre-seminal brotaba de su glande, embriagando mis sentidos y excitando a la puta que había en mí.

Concentrada estaba en mamar su verga, viéndolo entrecerrar los ojos y gemir débil y masculinamente, cuando escuché un timbre.

Era mi teléfono, estaba en mi bolso, cerca de la entrada de la habitación. Incontables han sido las veces, en todos los años de nuestra prohibida relación, en las que he ignorado el timbre de mi celular por estar cogiendo con él.

Pero esta vez, un enojo me enfureció al oír el timbre, pues estaba prácticamente segura de quién era la persona que me estaba llamando.

—Un segundo, mi rey —dije dándole un beso sobre la cabeza de su enrojecida verga.

Miguel me sujetó un poco del brazo, pero entendió que tal vez debía de contestar la llamada.

Caminé desnuda y en tacones hasta llegar frente a mi bolso, lo saqué mientras oía el insistente timbre sonar. Vi la pantalla iluminada, y comprobé el nombre, era Viviana.

Me limpié la mejilla con mi otra mano, y contesté:

«Hola, Vivi».

«Hey hola, Kim», respondió la voz de la golfita esa.

«¿Qué pasó, bebé?», respondí con algo de ironía en mi voz.

«Oye, estoy con mi hermana comprando unos vestidos para el sábado, ¿sí irás verdad?», preguntó.

«Claro, solamente tengo que avisarle a mi mamá, perdón que no te haya respondido los mensajes, anduve algo ocupada», dije, pues ciertamente había ignorado un montón de mensajes de ella en lo que iba del día.

«Sí, no te preocupes, ¿tu primo ya te confirmó?», esa era la verdadera razón de su llamada.

Como impulsada por una determinación posesiva, me dirigí hasta Miguel, quien yacía recostado sobre la cama, con la verga erguida y húmeda aún.

«Le comentaré más tarde, te mando respuesta en la noche», mientras decía eso me incliné y comencé a mamar la verga de mi primo.

No me importaba que los peculiares sonidos de mi mamada llegasen hasta el micrófono del teléfono en mi oído.

Viviana me cuestionó un par de detalles más, sobre quiénes saldríamos el sábado y una opinión de qué vestido debía de comprar; y al no poder ignorar los sonidos de mi garganta tragando verga, preguntó:

«¿Qué se escucha? ¿Estás con alguien?», cuestionó, probablemente sugiriendo si estaba con un chico.

«No, bebé, cómo crees», dije riendo un poco mientras masturbaba la verga de mi primo con mi mano libre, «estoy haciendo mi rutina, si me escuchas agitada es por eso».

Volví a chupar con gusto el rosado e hinchado glande como si de una paleta se tratase.

«Aaah, está bien», respondió, no supe si me creía realmente, «oye, iré a tu casa más tarde como quedamos».

«Ay, Vivi, voy a salir con mi mamá más tarde, ¿nos vemos mañana?», hacía pausas para responder, pasaba mi lengua por toda la circunferencia de esa caliente verga.

Hablamos un par de minutos más, Viviana volvió a comentarme que no «olvidara invitar a mi primo». Lo que ella no sabía era que mientras conversamos, yo me subía sobre mi primo, acomodaba mi entrepierna sobre su verga, y abriendo los labios de mi panochita dejaba caer mi peso sobre él.

Dejé que un claro suspiro, casi gemido, llegase hasta los oídos de Viviana, quería que indirectamente supiera que esa verga, la cual la muy putita debía de soñar con tener para ella, era mía y de nadie más.

«Bye, bebé», me despedí después de unos minutos.

Cuando terminó la llamada, mi libido estaba en las nubes. Sentía una calentura increíble, y los violentos sentones que daba sobre la verga de mi primo eran muestra de ello.

Mientras meneaba mis caderas sobre ese delicioso pedazo de carne al que me mantenía encajada, pasé mis brazos detrás de mi cabeza y comencé a recoger mi cabello en una cola de caballo.

—Mmm… Sí, papi, pégame duro… —disfruté, sonriendo y mordiéndome el labio mientras que él me daba de azotes en las nalgas.

Mi culito ardía entre sus manos, acariciado y magreado con descaro y deseo. Entre más me sentía envuelta entre su cuerpo más delicioso sentía en mi coñito.

Mi boca recorría su cuello y lamía el salado sudor de su cuerpo. Miguel me sujetaba por el cuello haciéndome difícil respirar. Tal vez era mi imaginación, pero yo sentía el interior de mi panochita palpitar al ritmo con que él apretaba mi cuello con sus dedos.

Sus dedos se hundían en mi boca, haciéndome babear. Me faltaba el aliento, pero mis nalgas se meneaban incesantemente encima de su verga. Las piernas me temblaban un poco, me encantaba.

Los segundos transcurrían, nuestros rostros seguían fijos compartiendo nuestros alientos como tantas veces. Éramos primos y amantes, y en ese momento nuestro cuerpo era de verdad uno sólo.

—Uff… Zorrita… —gruñó mi primo, señal clara de que mis movimientos de delicioso bombeo le hacían estar cerca del orgasmo.

Esas muecas de placer en el rostro de mi primo son mi droga y mi gran primer premio. Sabía que lo tenía donde quería, sabía que mi momento de hembra dominante estaba dando resultados.

Con el cuerpo ardiendo de calentura me monté más bien sobre él. En cuclillas me senté sobre su verga, dejando que mis piernas flexionadas expusiesen mi coñito a las duras penetraciones de su verga.

Miguel me tomaba de las caderas y me la metía con brutalidad y poco amor. Mis ojos se ponían en blanco y mordía sus labios víctima de las contracciones de mi cochito. Mis piernas temblaban haciéndome tambalear, me estaba viniendo en todo su vientre. Mis fluidos brotaban y mojaban toda la base de su verga y su pubis.

Yo frotaba mis manos como gata en celo sobre su cuerpo, clavando mis uñas en su tórax y brazos, incapaz de mantenerme quieta ante tal erupción de placer que el dulce roce de su verga dentro de mi coño me provocaba.

—Dame leche, bebé, quiero… quiero… —rogé, meneando con la violencia que podía mis caderas.

Mis tacones por momentos hacían que mis pies tambalearan al pisar sobre la cama. Mi primo me ayudaba sujetando firmemente mis pies por la parte de mis tobillos, de modo que yo pudiese seguir dando de sentones sobre él.

Mis nalgas, húmedas de sudor, golpeaban contra las piernas de mi primo, provocando un hipnotizante y rítmico sonido.

—Mmm… papito —gemí una y otra vez.

Mi primo premiaba mi putería con tiernas y duras bofetadas a mis suaves mejillas. Esas cachetadas terminaban por ponerme a mil. Pero no quería ser la única en venirse. Quería ordeñarle toda la rica leche de sus huevos con mi panochita.

Mi primo se incorporó y abrazo mi cuerpecito, bombeándome con frenesí, haciendo que mi sensible coñito explotara nuevamente sin yo poder evitarlo. Mis brazos rodeaban su cuello mientras yo gruñía de gusto en su oído, estaba entregada a él. Mis tetas rebotaban al ritmo de sus crueles penetraciones.

Insaciable empujé a Miguel de nuevo contra la cama. Extendí mis piernas hacia arriba, dejándolas totalmente tiradas hacía el frente, mis tacones llegaban más arriba que sus hombros. Todas mis clases de gimnasia rítmica, ballet y danza árabe que había tenido de niña, me habían hecho una jovencita muy flexible. Y ahora saltaba sobre su verga, apoyando mis manos sobre su mojado y musculoso vientre.

—Ahh… Eso, móntame, zorrita —disfrutaba mi primo, apretando mis muslos y pantorrillas que se extendían a sus costados.

Por instantes dejaba caer mi espalda hacia atrás, exponiendo mi clítoris y masajeándolo con la yema de mis dedos. Mis ojos veían fijamente a mi primo mientras que su verga enterrada hasta el tope de mi conchita palpitaba dentro de mí, dándole el espectáculo de masturbarme frente a él.

Sus manos palmeaban mis carnosos muslos. Nuevamente volví a montarlo con la fuerza de una potra en celo. Y por fin sentí el cuerpo de mi primo tensarse bajo de mí.

—Mghm… Ahh… —murmuró, ayudando al subir y bajar de mis caderas.

Y así, a duros sentones sobre esa tiesa verga, caliente como un hierro, sentí el espeso y tibio líquido blanco comenzar a brotar en mi interior.

Mi primo bufaba y gruñía, incorporándose y jalándome del cabello. Besando mi cuello y mordiendo mis labios. Yo ayudaba a su placer, meneando como niña traviesa mi culito sobre él, exprimiéndole cada chorro de semen con mi coño.

Agitados nos quedamos en ese trance un momento. Finalmente él me envolvió en sus fuertes brazos y el movimiento hizo escapar su exprimida verga de mi interior, sintiendo algo de semen escurrir por mi muslo.

Mi boca buscaba con muchas ganas la suya. Quería más y más.

—Un momento, Kim. Déjame enviar un mensaje —pronunció mi hombre, besando efusivamente mis labios antes de hacerme a un lado y levantarse.

Callada acepté, dedicándome a ver su corpulenta figura de espalda a mí, aprovechando para gatear hasta la orilla de la cama y apretar con mis manos sus nalgas.

—Ya, papito, quiero coger —dije con mi voz de niña mimada, exigiendo que viniera a mi otra vez, me urgía recibir más verga.

Curiosa como soy, tomé su teléfono cuando él lo soltó y vi que el último mensaje era a alguien que conocíamos del gym. Solo era para satisfacer mi curiosidad, y mientras no fuese una mujer no me importaba.

Rápidamente volvió a mí, y sin pedir permiso me dio vuelta como muñeca usable y hundió su rostro enmedio de mis carnosas nalgas.

—¡Ay, papito, sí! —gemí estirando mi mano hacia atrás y apretando con mis manos su cabeza contra mi oculto culito, sintiendo su lengua mojar mi ano.

Tenía la panochita reventada, pero mi hoyito trasero aún necesitaba su ración de sexo duro esa tarde.

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Puta descarada soy

—Hola, Vivi —saludé con una mueca descarada en la cara.

Atrás había quedado el día anterior, pero frescos estaban los recuerdos de mi encuentro con mi primo. Al llegar a la preparatoria busqué casi con descaro a Viviana, la detestaba y me sentía triunfante de haberme comido a mi primo de esa manera, con ella casi oyéndonos por el teléfono.

—Holaaa, Kim bebé —respondió la zorra—. ¿Te viniste sola? —cuestionó, siempre implorando por un segundo de hablar con mi primo.

Le negué con la cabeza, pero le dije que Miguel ya debía de estar a varias cuadras de ahí. Mientras la veía miraba las facciones de la perrita esa. Tenía una cara de puta que era un peligro, ni loca iba a dejar que pusiese sus manos encima de mi primo.

—Oye, Laisha también quiere ir con nosotras a tu casa. Bueno, de compras, ¿que opinas? —preguntó.

—Sí, Vivi, vamos juntas —respondí sonriente.

Enseguida nos interrumpió el timbre de inicio de clases. Nos levantamos de las bancas y caminamos apresuradamente al aula. La falda de Viviana era tan corta que se levantaba demasiado, no era raro que la conociesen por putita en toda la prepa. Además, con ese maquillaje de piruja en cualquier esquina los autos se le hubiesen acercado.

En mi mente sonreía. Pues si bien Viviana no es (ni será nunca) pareja de mi primo, a mí la sensación de estar cogiendo con mi primo y hablar con ella me había puesto a mil. Quién iba a decir que descubrir este fetiche me haría llegar a tener un «novio» cornudo más adelante, pero eso es otra historia

Sé que no son 100% cuernos, pero era lo más cercano a ello en ese momento, y había descubierto que me encantaba. Mi primo no necesitaba a ninguna puta como ella, para eso y mucho más me tenía a mí, la más sumisa de las golfas, y una muy calladita y obediente que había crecido amoldada a su verga.

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