Soy Emilio y como coños a domicilio

Entre sus piernas, firmemente sujetas por los poderosos brazos de mi tío, estaba la cabeza de éste afanándose en su placentera labor. Al cabo de unos minutos...

Con este eslogan publicitario tan impactante me lancé de lleno al mundo laboral y me sumergí en las oscuras profundidades del mundo profesional, extraño para mí y que sólo había experimentado en plan amateur con mis ligues.

Esto era diferente, quise rodearme de un entorno empresarial y qué mejor para ello que convertirme en un emprendedor empresario que se dedicaría a lo que mejor se le daba. Al menos eso me decían las chicas con las que había estado. Tal era mi devoción por el asunto, que aplicaba toda mi imaginación y entusiasmo a ello provocando un goce  extraordinario y un sinfín de emociones a mis enardecidas compañeras.

Gracias a sus elogios:

“Cielo, qué bueno eres lamiendo”

“Me has vuelto loca de placer”

“Jamás me había corrido tantas veces”

“Pídeme lo que quieras pero no dejes nunca de atenderme…”

me decidí a dar el salto a la profesionalidad.

Es curioso, de dónde yo creo me viene la afición.

Siendo aún un niño, en esa inquietante edad entre los 12 y 13 años cuando empiezas a notar que algo despierta en tu interior y empiezas a tener tus primeras señales de adolescencia, cuando un día te levantas de la cama y no puedes mear porque tienes un empalme de campeonato, cuando empieza a ser más frecuente que se te ponga duro el aparato cada vez que ves una tía buena, pues en ese preciso momento, tuve una experiencia casual en unas vacaciones de verano que pasé en casa de mis tíos que creo me marcó.

Y no fue otra que el poder contemplar en toda su hermosura una imagen de mi tía tumbada en la cama medio desnuda y con sus pies apuntando al techo, su cabeza girando de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, su rostro desencajado por un rictus desconocido entonces para mí pero que reconocí de felicidad. Entre sus piernas, firmemente sujetas por los poderosos brazos de mi tío, estaba la cabeza de éste afanándose en su  placentera labor. Al cabo de unos minutos en los que la voz entrecortada de mi tía no dejada de emitir sonidos guturales y palabras soeces, ella cerró con fuerza sus piernas atrapando con sus muslos la cabeza intrusa que empujándola hacia abajo con sus manos no hacía más que hundirse más y más en ese acogedor abrazo. Quedó extenuada en la cama y después de acabados los temblores de sus piernas y glúteos, dejó aquéllas relajadas y colgando sobre los hombros de él. En ese momento, en el gesto de él de limpiarse con el dorso de la mano su boca empapada giró su cabeza hacia el lado derecho y descubrió mi cabeza asomando del vestidor del dormitorio, donde había ido a parar buscando el coche eléctrico con el que estaba jugando. Allí estaba yo cuando entraron ellos y ante la posible bronca que me iba a caer por meterme en su habitación, me quedé escondido. ¡Qué sabía yo lo que iba a pasar!

Pero no se de quién fue mayor la sorpresa, si de él cuando me pilló con la cabeza asomada observando toda la escena, o la mía cuando ví que, realmente, no era mi tío el afortunado degustador de las partes íntimas de mi tía y el que le había procurado tanto goce que ella misma le pedía con voz suplicante que la penetrase ya.  Reconocí al ayudante del carpintero que estaba haciendo la obra del porche del jardín y que le recordaba bien porque mi tío no hacía más que quejarse de lo que tardaban en terminar dicho porche. No me extraña, el joven retardaba adrede la finalización de la obra para así disfrutar de los favores de la señora de la casa unos días más. Y mi tía que no era tonta, no hacía más que pedir modificaciones del porche, con lo cual se retrasaba más y más la finalización de la obra. ¡Cariño, como no pares de cambiar el diseño no van a terminar nunca! – recuerdo haber escuchado a mi tío quejarse varias veces.

El ayudante de carpintero, fue tremendamente discreto y comprensivo, y en vez de decir nada cuando me descubrió, lo cual hubiera generado una situación muy incómoda para todos, adujo una excusa para terminar la sesión de sexo de aquel día y salió de la habitación dejando a mi tía confusa y con ganas de más. Creo que el carpintero pensó que era ya demasiado espectáculo para un crío como yo y salió sin más diciendo que tenía trabajo que terminar. Yo aproveché que mi tía entró en el baño y con el ruido del bidet salí corriendo.

Ni que decir tiene, que las cuatro pajas que me hice ese día fueron rememorando la expresión de la cara de mi tía y repasando mentalmente la hermosura de sus muslos sumisamente presos entre los férreos brazos de su amante, sus convulsiones y su posterior abandono después del orgasmo. Menudo pedazo de puta que tengo por tía – pensé en ese momento.

Pasados todos estos años, valorándolo, no ya desde la perspectiva de un niño, si no de un adulto, tengo que reconocer que fue normal lo que sucedió entre el carpintero y mi tía. Ella, una mujer guapa, atractiva y que se cuidaba mucho, pasional y probablemente algo desatendida por mi confiado tío se vio atraída por el veinteañero de buen cuerpo y resultón que no hacía más que echarle piropos.

El carpintero se portó fabulosamente conmigo y me dijo que si no contaba nada, ese iba a ser nuestro secreto y ese día me regaló un balón de fútbol. También me arregló el coche eléctrico que se me había roto. De esta manera, se hizo amiguete mío y me repetía que si no contaba nada me seguiría regalando cosas. Supongo que estaba acojonado con que mi tío se enterase y se armase la mundial y él terminara sin trabajo. Lo mejor era ganarse mi lealtad y evitar problemas, a la vez que continuar follándose a mi tía sin ningún miramiento, ya que desde ese momento, cada vez que andaba por casa desaparecía una hora en el piso de arriba de la casa mientras yo me quedaba en el jardín jugando. Pero eso sí, a partir de entonces se aseguraba bien de cerrar la puerta del dormitorio antes de abandonarse en los brazos de mi tía.

Siempre que recuerdo aquello termino empalmado. Hoy hubiera pagado por estar al menos una vez en la situación de aquel carpintero y hundir mi cabeza en el regazo de mi tía, fantástica y sensual mujer que a sus más de cuarenta años supo retener a su lado durante todo ese mes al fogoso jovenzuelo que la atendía sin descanso día tras día.

Como decía, aquello me marcó. Y poco a poco según iba creciendo y me iba informando más sobre el sexo, me fui obsesionando por una palabra nueva: cunnilingus. Leí tanto sobre el asunto que me volví un experto sin haberlo siquiera experimentado.

Y a las bravas llegó mi primera experiencia. Sin buscarlo y sin proponérmelo. En una fiesta de fin de año con la novia de un amigo de un amigo. A un amigo se le respeta la novia, pero la novia de un amigo de un amigo ya no tanto, o mejor dicho nada, sobretodo si está bien buena y además cabreada por el pedal que lleva su novio. En mitad de la fiesta se quedó sola y mosqueada porque su novio casi no se tenía en pie y se acercó a mí para preguntarme dónde podía conseguir un taxi pues no conocía nuestro barrio. Me ofrecí a llevarla en mi coche y así de paso le mostraba a esta chica, bastante más mayor que yo que no era tan jovencito como ella probablemente pensaba, que ya tenía más de 18 y que podía llevarla donde ella quisiera.

Me había procurado el Mercedes de papá, que aunque era un modelo un poco antiguo, estaba perfecto y además es comodísimo. En plena madrugada de 1 de enero, el frío seco de Madrid suele ser implacable, sobretodo cuando llevas una minifalda que no llega a medio muslo sin medias ni nada para lucir el moreno de rayos UVA en pleno invierno. El paseo al coche le hizo reaccionar y para cuando entramos en el coche y se sentó a mi lado, tenía la piel de gallina en los muslos y pantorrillas. El cuero frío de la tapicería tampoco ayudaba y me pidió que pusiese la calefacción a tope. Eso hice, pero mientras el coche se calentaba ella recogió sus piernas contra su pecho en posición fetal y se giró hacia mí soplándose las manos.

Esta postura me permitió una magnífica vista de sus piernas y como estaba girada tan hacia mí, pude apreciar claramente el trocito de tela blanco de su tanga que envolvía su vulva protegiendo así su intimidad. Mi mente empezó a funcionar con la velocidad de mis 18 años. Fueron tantas las miradas disimuladas que le eché que al final ella se dio cuenta y muy picaronamente me dijo:

-

¿Vas a seguir mirándome las piernas o vamos a arrancar ya?

-

Je, je, lo siento, me has pillado. Es que estás muy buena, ¿sabes?

-

Vaya, el primer piropo de la noche, quién lo iba a pensar, a estas horas y de un mozalbete.

-

Mozalbete puede, pero si yo fuera tu novio desde luego que no te dejaría sola ni un momento.

-

¡Joder!, vas al grano niño. ¿Eso es lo que aprendéis en el “cole” ahora?

-

Sí, a eso y a comer coños – le dije mosqueado.

-

No te pases, ¿eh?, animal, que estaba de broma.

-

¿Sí?, pues yo no. Te devoraría aquí mismo si tú quisieras. Al menos podrías volver a casa sin la sensación de haber desperdiciado la noche.

-

No me hagas de reír, anda, arranca y vámonos que ya se están empañando los cristales.

-

Ah, pues mucho mejor, así nadie nos verá desde fuera.

-

Pero qué desvergonzado eres – sonrió por primera vez.

-

Sería una pena que volvieras a casa sin que nadie haya apreciado bien el modelito que llevas y que corta el hipo. Cualquier tipo de los que había en la fiesta se moriría por echarte un polvo. Y mientras tu novio sujetándose a la barra para no caerse.

-

Calla,…, no me lo recuerdes. Y dices que muchos tíos se me han quedado mirando…

-

Por supuesto. Yo el primero que no te he quitado ojo. Tienes unas piernas de escándalo y con esa faldita tan corta me has puesto a cien toda la noche.

-

¿Sabes que eres bastante descarado para tu edad?

-

¿Y tú sabes que eres bastante calientapollas? – otra vez a vueltas con la edad.

-

Menudo mierda de crío estás hecho.

-

Y tú una buscona. Llevo un rato viéndote las bragas y tú como si nada

-

¿Ah sí? – giró un poco la cabeza para ver por donde podía vérsele las bragas, pero no cambió un ápice su postura.

-

Sí que estás atento, sí. Típico de tu edad. Véis unas bragas y ya estáis empalmados. ¿Estás tu empalmado?

-

Como un burro.

-

JA. JA, JAAAA…lo sabía

-

Y ¿no te importa?

-

Creo que no. Pareces inofensivo.

-

¿Sí? Pues que sepas que a las tías a las que les he comido el coño han llorado de gusto – mentí como un bellaco.

-

¿Ah sí? ¿y han sido muchas? – preguntó con sonrisa incrédula.

-

Algunas. ¿quieres probarlo?

-

¿Y que me llamen asaltacunas?, no gracias…

-

Pues tú te lo pierdes. Cuando llegues a casa te harás un dedo tu solita para consolarte del plantón que te ha dado tu novio.

-

Mira que llegas a ser cabrón,…, pero qué razón tienes, jodío…

-

¿Lo ves…?, tu novio pasa de ti y yo sin embargo daría lo que fuese por comerte el potorro como seguro nunca te lo han comido.

Me miró con una cara enigmática. Se lo estaba pensando. Insistí.

-

Perdona que te haga esta pregunta, pero ¿tu novio te lo come?

-

Pues claro imbécil

-

Mentira

-

¿Cómo que mentira? Pero tú qué te crees…

-

Pues me creo que un tío tan egoísta como tu novio, que te deja abandonada el día de fin de año, no es capaz de dejar de lado su propio placer y prodigarle a su novia la mejor caricia que se le puede hacer a una mujer.

Se volvió a callar. Me miraba con otros ojos. Menos agresiva y mordaz me dijo:

-

Pero qué sabrás tú de esas cosas

-

Ya te he dicho que bastante. Soy un experto.

-

Y bastante precoz si realmente es cierto lo que cuentas.

-

Tengo que confesar que sólo han sido dos chicas, pero un montón de veces con cada una – volví a mentir

-

Eso me concuerda más. ¿Y no te da asco?

-

¿Asco?, pues no, al contrario. Me encanta y me encanta ver como mi pareja se retuerce de gusto.

-

Eres un cielo. Siempre tendrás a una chica agradecida a tu lado.

-

Me da la sensación que tu novio no te lo ha comido nunca, ¿verdad?

-

¿Confesión por confesión?... No, nunca.

-

No tiene perdón el muy capullo. Acabarás dejándole por otro que te aprecie.

-

Desde luego tienes una labia para tu edad que no es norm…

No la dejé terminar: Me acerqué a ella y le deposité un beso en los labios. Un beso dulce. Sin forzar. Me separé a los cinco segundos y la miré. No dijo nada, sólo me acarició la mejilla con su mano y me dijo:

-

Eres un rufián, con cara de bueno y eso te hace más peligroso aún. Los que tenéis cara de buenos chicos sois los peores.

No le respondí. Me volví a inclinar sobre ella y la volví a besar. Esta vez con un beso más largo y cálido. Acompañé el beso con una caricia de mi dedo corazón directamente sobre esa tela blanca que captaba tanto mi atención, aquella tela blanca que guardaba en su interior un preciado tesoro, aquella tela blanca que en breves instantes quedó humedecida facilitando aún más el desplazamiento de mi dedo a lo largo de su raja. Fui más incisivo con mi dedo y suspiró varias veces y separó la cabeza de mí para mirarme fijamente. Ya no era la chica de veintitantos lejana y altiva, ahora su mirada reflejaba pasión. Me agarró la cabeza y me besó nuevamente hundiendo su lengua en mi boca buscando la mía. Separó algo las piernas facilitándome el acceso. Aparté su tanga a un lado y masajeé su vulva a placer, sin prisas y recordando lo leído localicé su clítoris y me cebé en él arrancándole un orgasmo a los pocos minutos. Era la primera vez que hacía que una mujer se corriera con mis caricias. Ahora sólo me quedaba probar su manjar y darme un festín.

Después de ese primer orgasmo, todo fue más fácil. Recliné el asiento y la acomodé con las piernas en alto y sin quitarle las braguitas directamente apliqué mis labios a su caliente y húmeda vulva que reaccionó de inmediato al contacto de mis labios y de mi lengua.

-

No quiero follar ¿eh nene…?

-

Tranquila, confía en mí, sólo quiero comerte.

Empecé mi concienzuda y más que estudiada labor.

-

Oh síiii, sí, bien,…, uff, pero que bieeen.

-

Ya te dije que te iba  a gustar.

-

Calla y continúa por favor, me matas de gusto…

Le estuve comiendo el conejo como media hora. Por fin lo había conseguido. ¿Estaría igual de rico el conejo de mi tía?. No lo se, pero ese me estaba pareciendo una delicia. Exploré con la boca, la lengua, recorrí toda su abertura, penetré lo que pude su profundidad, apreté con mis labios y soplé cálidamente su clítoris, lo mordisqueé con cuidado y sus piernas temblaban y temblaban. No se cuántas veces se corrió. Pero pudieron ser tres o cuatro. Al final, saciada ella y yo con dolor de cuello por la postura, me pidió que por favor parara.

-

Ha estado genial. Eres un experto como me habías dicho. Gracias.

-

¿Gracias?, ¿porqué?, yo he disfrutado tanto como tú.

-

Te doy las gracias porque es la primera vez que me hacen esto.

-

No me lo puedo creer, con lo buena que estás. Si fueras mi novia te lo haría todos los días.

-

Ja, ja, ja, eres un cielo – y me volvió a acariciar la mejilla para después ir bajando la mano hasta mis tensados pantalones y tocarme el cipote.

-

Esto demuestra que a mí también me ha gustado.

-

Ahora me toca a mí. Es mi turno – me dijo.

Me bajó la cremallera y me desabrochó los pantalones. Los bajó junto con los calzoncillos y apareció mi nabo bamboleante. Lo tomó con su mano y tiró suavemente de la piel hacia abajo hasta descubrir enteramente mi glande. Sonrió.

-

¿De qué te ríes?, ¿acaso te parece pequeño al lado del de tu novio?

-

Ja, ja, jaaa. Todos los tíos sois iguales…Relájate y disfruta ¡anda!...

Y así fue como en el mismo día en que hice mi primer cunnilingus recibí mi primera felación, que por cierto, no fue muy larga, porque no se si por ser la primera vez o por lo bien que me lo hizo a los dos minutos me corrí gritando de placer como un poseso. Sus labios no se separaron de mi capullo ni un momento. Todo se lo tragó y cuando terminé de correrme dedicó un minuto más a rebañarme los restos de semen que hubiera por los pliegues de mi polla y a apretar desde la base hasta la punta para sacarme algún resto que quedase en mi conducto.

-

¿Te ha gustado?

-

Muchísimo. Tú también eres una experta.

-

Algo de currículum sí tengo, je, je…

-

Se nota.

-

Y también se nota que era la primera vez que alguien te la chupaba.

-

También es verdad.

-

En fin, vaya noche. Confesiones. Nuevas experiencias. Va siendo hora de que nos vayamos a dormir…pero cada uno a su casita ¿eehh? – puntualizó.

-

Claro. Además ya está amaneciendo. Igual nos va a ver tu novio aquí, dentro del coche y se lo va a imaginar.

-

¿Ese?, con el pedo que lleva no lo vería ni delante de sus narices.

-

Pero sus amigos sí, así que será mejor que nos vayamos.

-

OK.

Arranqué y salí disparado hasta la dirección que ella me dijo y nos despedimos como amigos, no sin antes dejarle mi teléfono por si necesitaba de mis servicios. Ella no me quiso dar el suyo y me pidió que por favor no contara nada.

Y nunca conté nada. No quería meterla en problemas y además ella estaba después de todo enamorada y pensaba casarse con su novio, como sucedió más tarde. Pero eso sí, no ha dejado de llamarme desde aquel entonces, es más, aún seguimos quedando como viejos amigos con derecho a roce. No pasa un mes sin que nos veamos.

Además de una buena amiga, se convirtió en mi proveedora oficial de chicas que voluntariamente venían a mí con las bragas en la mano a probar lo que su amiga les contaba. Ella se partía de risa cuando yo le contaba que venían a comprobar lo de mi experiencia que cada vez sabían más y más chicas. Y aquello se convirtió como en un negocio piramidal que funciona por el boca a boca. Ella se lo había contado a dos amigas, que cuando quedaron satisfechas se lo contaron a otras dos, que a su vez se lo contaron a otras dos, y así sucesivamente.

Raro era el día en el que mi móvil no tenía algún mensajito de alguna chica, mujer casada o incluso madurita que me reclamaba a su lado.

Fue en ese momento cuando decidí dar el salto a la profesionalidad.

Y me inventé un titular que tuviera gancho y fuera corto. Sin rodeos. A veces las ideas sencillas son las que más éxito tienen. Así nació mi eslogan:

SOY EMILIO Y COMO COÑOS A DOMICILIO.

Y debajo mi número de teléfono.

Y fue un éxito rotundo. He hecho algo de dinero para vivir holgadamente y dedicar a mi trabajo o hobbie sólo un par de horas diarias muy bien pagadas, por cierto.

He probado todo tipo de conejos. Grandes, pequeños, peludos, rasurados, rubios, negros, jóvenes, maduros y aún no me he cansado. Podría hacer una tesis al respecto.

Ahora vivo como un marqués. Cobro por lo que más me gusta. Me gano la vida con ello. De vez en cuando me follo a alguna de mis clientas que está muy buena o que me lo ruega y me lo paga muy bien.

Pero en mis servicios no está incluido follar. Eso me lo reservo para mi novia. Nos vamos a casar, ¿saben? Ella cree que soy un profesional independiente que me dedico a invertir mi dinero de maneras varias. Es de muy buena familia y es una persona encantadora y del todo confiada. Como sus papás tienen mucho dinero en Santander, probablemente nos mudemos a vivir allí y tendré que desplazarme de continuo por asuntos de negocios a la capital. Tendré que compaginarlo de alguna forma porque el niño que vamos a tener absorberá gran parte de nuestro tiempo.

Ahhh, sí, se me olvidaba, voy a tener descendencia. Cosas que pasan. A mi Marichu le rondaban un par de niñatos de papá que lo que querían era unir su fortuna a la de una única y rica heredera. Aunque yo contaba con el amor devoto de Marichu, no era precisamente así con sus papás, que veían con muy buenos ojos a esos petimetres que apenas tenían barba y ya conducían coches deportivos.

No me quedó más remedio que preñarla.

Manipulé varias cajas de píldoras anticonceptivas cambiando todas por otras parecidas y de igual color, pero que servían para aliviar los síntomas de la alergia primaveral. Resultado: al cabo de unas semanas en las que insistí en que hiciéramos el amor todos los días, véase, en el coche, en su casa a escondidas, en los probadores de una tienda y hasta en los servicios de una gasolinera, ella tuvo su primera falta y asustada acudió a la farmacia. Aterrorizada me dijo que estaba embarazada. Le di todo mi apoyo y le dije que yo era un hombre de principios y por supuesto me casaría con ella. Ella lloró de alegría al ver que no iba a dejarla preñada y sin marido. Sus padres lloraron pero por otro motivo.

La verdad, es que ahora, que lo estoy pensando, y una vez habiendo conocido la finca de sus papás en Santander, me seduce la idea de dejarlo todo y dedicarme a trabajar como administrador de las muchas propiedades, que el reciente y lamentable fallecimiento del abuelo de Marichu, y, verdadero pater familias , ha dejado a su único progenitor.

Y es que, si he de ser sincero, el tener sólo para mí un coñito tierno y jugoso como el de mi Marichu cada vez me gusta más y me aleja de la idea de volver a las andadas.

La verdad es que no se qué hacer…