Soy el semental de mi madre (4)

Donde se relata detalladamente la monta que le pegué a la zorra de mi madre y la corrida que recibió de mí, su semental.

Continúo de nuevo con la historia de cómo conseguí hacer de mi madre a mi puta particular. Como siempre recomiendo leer mis relatos previos para poder seguir bien la historia.

Dejé la historia en el momento en que mi madre me chupaba la polla con fruición, después de haber tenido una gran corrida con mi comida de coño y con la paja que le había hecho.

Después de la comida de polla y de ojete que me propinó, la zorra se había ganado una buena follada.

- Acuéstate en la cama y ábrete de piernas, que vas a aprender lo que es una buena monta

Ella me hizo caso. Se tumbó boca arriba, abrió sus muslos, y dejó su peludo y chorreante higo abierto frente a mí. Tras las reticencias iniciales, parece que mi madre ya había sacado la puta que llevaba dentro y se dejaba hacer sin problemas. Aún con todo, al comienzo del polvo aún se mantenía algo cautelosa y guardaba silencio. Pero poco le duraría esa actitud en cuanto le metiera mi cipote.

Cogí mi pollón tieso como un tronco y se lo acerqué a la entrada de su coño. Daba gusto ver mi polla tras la mamada. Totalmente ensalivada con las babas de mi madre, duro como una piedra apuntando a su cara, y con todas las venas bien marcadas. Y debajo, el par de kiwis que tengo por cojones colgando, totalmente repletos de lefa. Entonces, empecé a restregarle la polla por su raja para ponerla bien cachonda. Mi capullo frotaba toda su raja y su clítoris. De vez en cuando hacía amagos de meterle el capullo, pero se lo sacaba enseguida.

Mi madre mientras hacía esto ponía una cara de gusto tremenda. Menuda cara de guarra ponía la puta cuando estaba follando. Si la vieran así los vecinos del bloque...Al rato de estar así, no pudo resistir más y me dijo:

- Métemela ya cabrón, que me estás poniendo mala

Entonces yo le dije:

- ¿Quieres polla? Pues toma polla, puta.

Y de una embolada se la metí hasta los huevos. Deberíais haber visto la cara que puso la guarra al sentir la puñalada de carne. Cerró los ojos fuerte, frunció el ceño y soltó un grito tremendo. Se la volví a sacar inmediatamente y volví a preguntarle:

- ¿Quieres más polla zorrita?

- Sí hijo, fóllame, por tu madre, que tengo el chocho hecho agua.

- Querrás decir por la puta de mi madre, que eres tú, guarra . Y dicho esto volví a hincársela hasta las bolas.

De nuevo volvió a poner la cara de antes. Como si le estuvieran metiendo un hierro al rojo vivo por el coño. Inmediatamente volví a sacarla y volví a metérsela de nuevo hasta el fondo. Esta operación de darle vergazos sueltos, la repetí 5 ó 6 veces más, y entonces ya empecé a follarla a ritmo. La escena era la siguiente: mi madre acostada boca arriba con las piernas abiertas y yo encima de ella bombeando duro, metiéndosela hasta la raíz. Mi madre al rato de empezar había entrelazado ya sus piernas sujetando mi culo, como si quisiera retenerme bien dentro de su coño. En esta postura mi cara quedaba a escasos centímetros de la suya, por lo que podía ver con toda claridad los gestos de delirio que empezaba a realizar. Además, estas maduras marranas y gordas tienen la ventaja de la comodidad. Con tanta carne rebosando por todos lados parece que estás follando encima de un sofá. Os recomiendo que probéis a follar encima de la barrigota de una de estas zorras.

Al poco de estar follándola empecé a comerle el morro. Quería probar también la boca de mi madre y por eso comencé a morrearla bien guarro. Pasándole bien toda la saliva. Y la puta me devolvía el morreo gustosa. Con la follada que le estaba metiendo, ésta estaba ya en mi mano.

Seguí follándomela en esa posición durante unos 5 minutos más o así, y entonces empezó a alcanzar el orgasmo. Formó una chillariza de la hostia. Gruñía como una cerda en el matadero. Parecía que nunca se la hubieran follado. Entonces yo, viendo la situación, la hice sufrir un poco:

- ¿Te gusta cómo te estoy follando?¿Si no te gusta te la saco?

- No me la saques cabrón.....Ah, ah, aaaah....Sigue follándome, que tienes la mejor polla del mundooo...

- ¿Quién folla mejor el marica del papá o yo?

- Tú, hijo....tú, tú, tuuuuuu....Que le den por culo al maricón de tu padre...que no sabe follar...Aaaah, aaaaaaaah, aaaaaaaaaaah...Tú tienes la polla el doble de gorda, que me vas a partir...hijo de putaaaaaaaaaaaaa!

Y terminando de decir esto se corrió la puta. Al igual que había hecho antes, convulsionó toda la zona pélvica, me llenó la polla de líquido y se le aflojaron las piernas.

Entonces yo le saqué la polla y se la metí en la boca.

- Límpiala guarra, que te voy a seguir follando.

Ella se puso a chuparla sin rechistar, relamiendo todo el flujo de su coño. Después de ese pequeño descanso, le dije:

- Ponte a cuatro patas marrana que te siga montando. Que antes te he follado así porque me creía que eras una persona, pero como ya he visto que eres una perra, a las perras se las monta a cuatro patas.

- Sí hijo. Soy una perra. Tu perra. Que me tienes en celo desde hace una semana. ¡Móntame! ¡Cabronazo! Que de aquí en adelante voy a ser tu perra.

Y yo, al oír esto volví a hincársela en su coño peludo, esta vez a cuatro patas. La imagen era ahora todavía más morbosa si cabe. Con sus tremendas tetazas colgando a ras de cama, y con su barriga también colgando. Empecé a bombearla más duro que antes aún si cabe. Le metía pollazos tremendos. El sonido de mis cojonazos chocando una y otra vez con su pandero retumbaba por toda la habitación. Y yo, mientras la follaba le decía guarradas del tipo: "Anda que no te gusta a ti el salchichón serrano" o "Si te viera el papá los cuernos que le estás poniendo. Si estuvieras en edad te preñaba, marrana, pero como ya estás menopáusica". Mi madre, al oír estas cosas, parece que se ponía aún más cachonda, pues culeaba con más fuerzas, intentando hincarse mi rabo hasta la matriz.

Cuando fui cogiendo tono en la monta, empecé también a azotarle su gigantesco culazo. Es una cosa que me pone mucho también, el dejarle el culo rojo como un tomate a estas jamonas. Además, contribuye también a hacerlas saber que es el macho el que manda. A continuación, empecé a tirarle del pelo con una mano, como si fuera la rienda de un caballo, mientras que con la otra seguía apaleándole bien el culo. Así parecía que estaba montando a esa furcia en todos los sentidos. Por supuesto le solté también unos cuantos escupitajos en la cara, que le resbalaban por la cara hasta las comisuras de los labios, y que ella relamía como si fueran el mejor de los manjares.

Llevaría unos 10 minutos follándola en esta postura cuando noté que de nuevo se corría la cerda. Entonces apreté el ritmo de la monta y además le cogí sus tetas con las manos y se las apreté fuerte. El orgasmo que alcanzó fue más grande que los anteriores si cabe, a tenor de los gritos que soltó y del riego de flujo que me propinó. Pero esta vez yo no aflojé y seguí follándola fuerte. Y así entró en una etapa en la que encadenaba orgasmos sin parar. A cada orgasmo seguía una especie de relax, pero inmediatamente después empezaba de nuevo a ir in crescendo su berrea hasta que alcanzaba otro orgasmo. Y así otro y otro y otro. Hasta más de 10 le conté yo. Las sábanas eran ya un asco. Todo estaba pringado de sus corridas y a esas alturas deberían haber oído sus gritos ya hasta en el bloque de enfrente.

Llegado a este punto decidí que ya era hora de que me corriera yo y así empezar a acostumbrar a mi madre a las lefadas de su macho. Así, le saqué la polla del coño, y empecé a cascármela delante de su cara. Una de mis preferencias es correrme en el coño de estas maduras, para que vayan todo el día por ahí con el "regalito" entre las piernas, pero hoy, por ser la primera vez, quería darle a probar a mi madre mi leche.

Ahí estaba yo, con mis 23 cm de polla apuntando a su cara. Zurrándome el cipote para regalarle una buena lechada a mi madre. Y mi madre, que ya no se cortaba un pelo, jaleándome para que me corriera:

- ¡Vamos machote, príngame entera con tu leche!. ¡Vacía bien esos cojonazos, que los tienes que tener repletos de cuajada! ¡Que yo no sé a quién has salido, porque ya quisiera tu padre tener la mitad de polla y de huevos que tienes tú!

Yo entonces, al poco de oír esas guarradas por boca de mi madre, estallé como un géyser. Comencé a soltar chorros de lefa a presión. Unos lefazos tremendos, muy blancos y espesos, pues yo siempre suelto una cuajada bien espesa. El primero le alcanzó en el ojo a mi madre. El siguiente le cortaba la frente en dos. Otros dos o tres fueron a parar a su pelo. Y el resto (hasta 12 o más calculo yo) fueron a parar a su cara, dejándosela pringada por entero.

Tras la corrida se me ablandó un poco la polla y mi madre que parece que no tenía bastante, se metió el morcillón en la boca y siguió chupando, como si quisiera sacar aún más leche del bote. Para rematar la faena, cogí mi cámara de fotos y le saqué una instantánea que pasaría a la posteridad. Mi madre, con toda la cara llena la lefa de su hijo. De su semental de aquí en adelante.

Ahí me di cuenta de la marrana que había creado y a buen seguro que me daría muchos momentos de placer en el futuro. Pero eso será ya otra historia.