Soy el semental de mi madre (3)
De como por fin conseguí dominar a mi madre y a darle la polla que tanto necesitaba
En mis dos anteriores relatos: " Soy el semental de mi madre (1) " y " Soy el semental de mi madre (2) " he hablado de cómo surgió mi deseo por mi madre y de que cómo fui calentándola poco a poco. En este relato contaré como por fin mi madre cató la polla de su hijito. Por supuesto recomiendo a los que no los hayáis leído, que lo hagáis para poder seguir bien la historia. A los demás os pido disculpas por el retraso en esta entrega, pero lamentablemente no dispongo de todo el tiempo que quisiera.
Dejé la historia en el momento en que le enseñé por fin la polla a mi madre, al salir de la ducha, y simulando que no sabía que estaba en casa. Aquel día ya me di por satisfecho y no forcé más la situación. Mi madre estuvo todo el día nerviosa y azorada. Se notaba que la puta se había calentado mucho al ver el pollón que gastaba su hijo.
Y mis sospechas se vieron confirmadas por la tarde. Como siempre fue a darse su típica ducha y al salir oí como abría el grifo del bidet. Esa era la señal inequívoca. La zorra se estaba haciendo una soberana paja sentada en el bidet con la imagen de mi polla aún en su mente. Y esta vez os puedo asegurar que la paja fue más larga de lo normal. Se tiró por lo menos 10 minutos ahí sobándose el coño. Yo tenía la oreja pegada a la puerta, y los resoplidos de gusto eran inconfundibles. Al fin acabó y al rato salió del aseo.
Yo aproveché e inmediatamente me metí en el aseo. Ya conocía sus costumbres, y sabía que siempre dejaba la ropa usada ahí tirada en el aseo, hasta que se secaba el pelo y después la sacaba a la cesta de la ropa sucia. Así, en ese intervalo, yo tenía ocasión de poder ver y oler bien su ropa interior. Y en aquella ocasión no había duda de que estaba caliente como una perra en celo. Las bragas (amplias como todas las que usa) estaban con toda la entrepierna mojada y echaban un tufo a bacalao acojonante. Parece que la puta había estado segregando flujo todo el día. Además aparecían bastantes pelos en la entrepierna. Y es que con el matorral que tenía en el coño era normal que se le cayeran unos cuantos.
Esto fue lo más destacable de aquel día, y ya decidí pasar a la acción al día siguiente.
Ese día tenía partido de fútbol, pues tal y como dije juego en el equipo de mi pueblo. Así, me fui a jugar, intentando pensar algo que poder hacer con mi madre cuando volviera. Y la verdad que la suerte se puso de mi parte, pues en el propio partido me surgió la excusa para acercarme más a mi mami.
Resulta que mediado el segundo tiempo del partido, recibí lo que en fútbol se suele llamar un "bocadillo". En concreto, uno de los rivales me dio un rodillazo tremendo en medio del muslo. El dolor era insoportable y me dejó la pierna casi dormida. Por supuesto, se me formó también un hematoma considerable. En ese momento me sustituyeron y esperé a que acabara el partido en el banquillo. Cuando por fin terminó el partido (un empate a 1, para el que tenga curiosidad) me fui a casa acompañado por unos amigos. Me despedí de ellos y entré en la casa.
Entré cojeando, pues realmente aún casi no podía andar. Mi madre al verme me preguntó inmediatamente que qué me pasaba. Estaba bastante asustada.
Yo le dije lo que había pasado, que era un golpe pero sin importancia. Pero ella me dijo que eso había que curarlo y que unas friegas con alcohol de romero me irían bien.
Yo acepté y le dije que iba a ducharme, que al salir me las diera.
Y mientras me duchaba, pensé que había llegado el momento de dar el paso definitivo. Esa mañana me iba a follar a mi madre. Me pegué una ducha rápida y me fui para mi cuarto, con sólo la toalla puesta. Me tumbé en la cama boca arriba y sin nada debajo me puse la toalla cubriéndome desde la cintura hasta medio muslo aproximadamente. A continuación llamé a mi madre para que me aplicara las friegas.
Al entrar ya se sorprendió de verme así. Venía diciendo por el pasillo:
- Ya verás hijo que bien te sienta...
Y ahí se quedó la frase, pues al entrar y verme sólo con la toalla se quedó sin habla. Yo le dije:
- Venga mami, dame esas friegas a ver si me calman un poco el dolor .
Mi madre se vino hacia mí y se sentó en el borde de la cama. Abrió el bote de alcohol de romero y se empapó bien las manos y empezó a darme una especie de masaje en el muslo dolorido. El cardenal era bien visible y estaba justo en la zona de mitad del muslo. Mi madre sin embargo empezó a frotarme por la zona baja, casi en la rodilla. Se notaba que no quería tocar zonas comprometidas. Pero yo enseguida le apunté:
- Sube más mamá, que si no no hacemos nada. Dame por el cardenal .
Y ella me hizo caso, y titubeando un poco empezó a frotarme más arriba. Pero la verdad que la toalla le estorbaba para la tarea, ya que terminaba justo donde estaba el cardenal. Así que yo haciéndome el despistado dije:
- Espera, que ya subo un poco la toalla. Que si no te estorba .
Y dicho esto subí la toalla medio palmo más o así. Menuda cara se le quedó a la puta. Se le pusieron los ojos brillantes y se le abrió la boca sin querer. Sin duda, al mover la toalla, la zorra estaba viendo ya la punta de mi polla. Y es que aún morcillona como la tenía, la punta ya asomaba por debajo de la toalla. Yo la saqué de su asombro;
- Vamos mamá, que no tengo todo el día
Y ella con las manos prácticamente temblando siguió con el masaje, esta vez más arriba en el muslo. Pero la puta no podía dejar de mirarme la polla. Se notaba que hacía por no mirar, pero instintivamente de vez en cuando se le iban los ojos y echaba un vistazo a lo que asomaba por debajo de la toalla. Menuda salida mi madre. Entonces decidí que ya había llegado el momento.
- ¿Qué miras mamá? , le dije
Ella se puso colorada como un tomate, y dijo:
- Nada, nada
- Pues yo creo que me estás mirando la polla, y si quieres verla basta con que me lo digas
Y sin más me quité la toalla de un tirón y dejé mi polla y mis huevos a dos palmos de su cara. Los ojos se le salían de las órbitas.
- Pero ¿qué...qué haces hijo? , dijo medio balbuceando
- Pues enseñarte la polla, que sé que estás deseando catarla , le contesté yo descaradamente
- Estás loco hijo , y se levantó, haciendo un ademán de irse
En ese momento me dí cuenta, que la puta, con todo lo caliente que estaba tenía intención de irse. Parece que le pesaba más su educación tradicional y sus prejuicios, que las ganas de polla que sin duda tenía. Entonces vi que habría que hacer las cosas por las malas. Porque a esa puta, por mis cojones que esa mañana me la follaba yo.
Me levanté ya totalmente en pelotas y cogí a mi madre antes de que saliera por la puerta. De un empujón la tiré encima de la cama y me eché encima de ella. La puta hacía por levantarse y zafarse de mí, pero con mi peso y mis fuerzas era imposible que se moviera de la cama. Yo mientras le decía:
- No te molestes en chillar y en revolverte, que hasta que no te haya metido un buen polvo no te mueves de aquí .
Y la puta no hacía más que decirme que estaba loco, que era mi madre, y ponerse a llorar. Yo mientras aprovechaba para restregarle bien la polla por el culo y la entrepierna, para que sintiera mi verga e irla calentando.
- ¿La notas, puta? ¿Notas el pollón de tu hijo?
Ella no me contestaba nada, pero yo notaba que cada vez se iba aplacando más y se estaba poniendo cachonda. Ya casi no se movía debajo de mí intentando irse y empezaba a adoptar una actitud más sumisa. Cuando pareció que estaba totalmente calmada, me bajé de encima de ella y poniéndome en pie delante de ella le dije que se desnudara.
Creía que ya la había domado con lo de antes, pero de nuevo intentó resistirse y no me obedeció. Entonces me fui hacia ella y le solté un guantazo que resonó por toda la habitación:
- ¡Que te quites la ropa he dicho, cojones!
Y esta vez, sí que me obedeció. Y llorando a lágrima viva empezó a desnudarse. A todo esto, he de decir que el vestuario que llevaba aquella mañana estaba en su línea habitual. Unas mallas marrones que la verdad se le ajustaban bastantes a sus mulazos de jamona, haciendo que se le marcaban los elásticos de las bragas en todo su culazo. Llevaba además una camiseta con bastante escote que dejaba ver buena parte de sus tetazas.
Se quitó primero la camiseta y después las mallas. Y se quedó quieta mirándome y sin rechistar.
- Quítatelo todo mami, que quiero verte en pelotas. Además, mira la mancha de flujo que llevas en las bragas. ¿Es que estás cachonda putita?
Estos comentarios la humillaban más y parecían tener un efecto beneficioso, pues en vez de volver a rebelarse, parecía que cada vez aceptaba más la situación y me obedecía en lo que le decía. Así, se quitó el sujetador y a continuación sus inmensas bragas. Ante mí quedó con sus abundantes y fofas carnes blancas. Con unas tetazas acojonantes que le caían casi por el ombligo, una tripa que le colgaba hasta casi taparle el coño, y como no, con su matorral de pelo negro tapándole la raja.
- Cómo me ponen tus carnes mami...¿Estás gorda, eh, mamá?...No te preocupes, que las marranas jamonas como tú, todavía nos ponen a algunos de mi edad. Vas a tener suerte, porque si no, me parece que ibas a catar pocas pollas ya a tu edad.
- Cállate hijo , me decía ella con un débil hilo de voz, pero sin poner vehemencia. Ya casi dominada.
- Prepárate mamá que te voy a sobar a base de bien.
Y dicho esto me tumbé con ella en la cama (los dos ya desnudos por supuesto), la abracé por la espalda y eché una mano a sus tetazas y la otra a su coñazo. Con la mano de las tetas la estaba sobando a tope. No paraba de amasar sus melones, sopesándolos, estrujándolos y tirando de sus pezones, que al poco tiempo ya estaban duros y tiesos. Se notaba que la puta por mucho que se empeñara no podía evitar la calentura. Sobre todo teniendo en cuenta que con la otra mano no paraba de magrearle el coño, frotándole la pipa. Al minuto de estar sobándola aquel coño parecía ya un pantano de los caldos que estaba empezando a soltar y los llantos y lloriqueos ya habían cesado. Y además de aquel recital con las manos no paraba de pegarle bien la polla y los huevos a su culo y espalda, y restregárselos bien, y a la vez ya me iba poniendo yo a tono.
- ¿Te gusta mami?, le preguntaba yo viendo que ya estaba cachondísima
- Si...sigue , me decía ella entre suspiros, con un hilillo de voz
- ¿Qué has dicho? No te oigo. Si no te gusta paro..., y hacía el ademán de quitar la mano de su coño
- No pares por Dios, hijo. No me dejes así .
- Vaya, parece que la puta ya empieza a estar cachonda. Esto seguro que te está gustando más que las pajas que te haces en el bidet
Al oír esto se puso roja como un tomate. No se esperaba que yo estuviera al tanto de sus frecuentes masturbaciones. Pero la furcia ya había llegado a un punto de no retorno. Por mucha vergüenza que pasara y por muchos remordimientos que tuviera, la calentura que tenía en ese momento en el coño, podía más que todo.
Estuve todavía un rato más sobándola y pajeándole el coño, hasta que decidí que a mi madre tenía que ponerla aún más cachonda. Así que la senté en el borde de la cama, la abrí de piernas y me dispuse a hacerle una buena comida de conejo.
A la guarra le olía el coño una barbaridad. Entre lo mojada que estaba, y la pelambrera y las bragas que gasta, el olor a hembra yo creo que se podía a detectar a decenas de metros a la redonda. La verdad que me costó un poco empezar la comida de coño, porque el felpudo que tapaba la raja era muy abundante, pero ya me las apañé yo para dejarle bien al descubierto la raja. Imaginaros la escena. Mi madre con sus muslazos fofos abiertos de par en par, sentada sobre el borde de la cama y con la cabeza hacia atrás chillando del gusto. Y yo con la cabeza pegada a su raja sin parar de chuparle la pipa y el chumino. Ya sabía yo como trabajarme bien a estas maduras putorras. La mayoría no habían catado una comida de coño en su vida y cuando se lo hacías se derretían del gusto.
- ¡Sigue cabrón!...¡Sigueeee!...¿Qué me estás haciendo? Me arde el coño
Y mientras decía esto no paraba de chillar y resoplar. Y de apretarme la cabeza contra su conejazo. Que menudo chocho tenía la cabrona por cierto. No un chochito rosita y cerrado de estos de las pijitas de 20 años, sino un pedazo de conejo acojonante, supergrande y con un clítoris también de proporciones considerables. Se notaba que esta cincuentona ya había parido, y que yo había salido por ese coño que ahora me estaba comiendo.
Después de un rato de comerle el coño noté que la guarra estaba ya camino del orgasmo. Entonces dejé de comérselo y le apliqué una técnica que ya le aplicaba a mi amiga la pescadera y que sé que vuelve a las mujeres locas. Empecé a hacerle una paja con el dedo corazón y el anular hacia arriba, buscándole el punto G, mientras con el pulgar le frotaba bien la pipa. Para los que no lo sepáis os aseguro que esta técnica es brutal con las tías.
A mi madre como no, esto la volvió loca. Aquello era ya una chillariza continua. La puta no paraba.
- ¡Cabróoooon, no pares!...¡no paaares!...¿Qué me haces hijo, qué me haaaces?.....Aaaaah, ah, ah, aah, aaaaaaaaaah!
Y yo seguía con mi tarea, buscándole ya el éxtasis final. Y para humillarla y dominarla más le decía:
- ¿Vas a ser mi puta de aquí en adelante, mamá?¿Vas a ser mi guarra para follarte cuando quiera?
- Sí hijo, síiiii....lo que tú quieras, pero no paaares, por Dios.
De repente noté que empezaba a temblarle toda la pelvis y la respiración se le entrecortaba. La zorra estaba alcanzando un orgasmo de categoría. Entonces yo la pajeé aún con más ganas mientras le decía:
- Córrete marrana, que eres una puta marrana. Anda que correrte con tu propio hijo.
Justo cuando acabé de decir esas palabras, mi madre alcanzó el orgasmo. Todo el coño se le convulsionó y noté como empezaba a estrujarme los dedos con los músculos de su coño. Entonces empecé a notar como me llenaba toda la mano y el brazo con los jugos de su chocho. La guarra era de las que soltaba buenos chorros de jugo al correrse. Seguro que con mi padre nunca lo había conseguido.
Acto seguido a mi madre se le aflojaron las piernas y cayó de espaldas en la cama, como si se hubiera quedado sin un gramo de fuerza en el cuerpo. La puta se había quedado atontada tras la corrida. Las sábanas estaban chorrando de los jugazos que había soltado y ella estaba tumbada, con todo el cuerpo sudado y sin poder moverse.
La dejé reposar ahí tirada en la cama durante un minuto o así y entonces le dije:
- Venga puta, que ahora me toca a mí y no tengo todo el día. Empieza a mamármela
Dicho esto la bajé al suelo, la puse de rodillas y ahora fui yo el que me senté poniéndole la punta de mi pollón semierecto justo enfrente de su boca. Ella no pareció darse por aludida. Entonces la cogí de los pelos con una mano, le tapé la nariz con la otra y al abrir la boca para poder respirar le metí la verga hasta la campanilla.
- Chupa hostias, que te voy a hacer una mamona de campeonato. Y si quieres que te folle ahora después esmérate en hacerlo bien, que si no me corro en tu boca de guarra y te quedas con las ganas.
Yo no sé si fue por mis palabras, pero el caso es que al momento empezó a mamármela con más bríos. Se notaba que no lo hacía bien (porque dudo mucho que se la chupara a mi padre), pero ganas sí que le estaba poniendo la cerda. Parece que tenía ganas de que me la follara.
Como ya dije gasto un pollón de 23 cm en erección, con unos cojones impresionantes que me cuelgan bamboleando por debajo de ese cipote. Por supuesto mi madre no alcanzaba ni a tragarse media verga en sus chupetones, pero hacía lo que podía, porque se tiraba sobre mi polla como una posesa, y notaba como se la metía hasta la garganta, de manera que de vez en cuando daba arcadas.
Al principio se ayudaba de una mano para sujetarme la polla mientras mamaba, pero al rato le quité la mano y la obligué a mamar sin manos. Me puse de pie entonces y empecé a follarle la boca a tope. Al poco de estar así empezó a babear y los chorros de saliva le caían de la boca.
- ¿Por qué babeas zorra? ¿Es que no te han enseñado a comer bien? ¡Marrana , que eres una marrana!
Cuando llevaba un tiempo follándole la boca me cansé de culear, así que me senté de nuevo sobre la cama y le agarré la cabeza del pelo. Entonces le metí la polla en la boca y empecé a pajearme la verga con su cabeza por así decirlo. Ahora era su cabeza la que se movía mientras yo me estaba quieto. La movía a mi antojo mientras la sujetaba por los pelos.
Así seguí unos cinco minutos más, lo cual tiene su mérito, porque es difícil aguantar a ese ritmo. Pero he de decir que en términos de aguante también voy bien servido. Estas putas maduras lo que quieren son machos jóvenes, con buena polla y que aguanten mucho. Si cumples estos requisitos te puedes convertir en su semental y tenerlas en la palma de tu mano, como estaba haciendo yo ahora con mi madre.
Después de eso saqué el culo un poco más y la obligué a que me chupara el ojete y los huevos. Me encanta ver a las cincuentonas casadas de rodillas chupándome el ojete. ¿Hay una imagen que muestre de forma más clara su sometimiento? Los huevos también me gusta que me los chupen, pues creo que eso ayuda a que me suba más leche aún para la corrida. Y yo notaba que en esos momentos le iba a regalar a mi madre una corrida de antología. Menudo baño de lefa se iba a llevar de bienvenida mi madre. La tuve unos cinco minutos más chupándome el ojete y la puta la verdad que se estaba portando bien. No se conformaba con chupar superficialmente, sino que metía la lengua con fruición, buscando complacerme al máximo. Menuda follada quería ganarse la puta.
Llegado a este punto, dí por terminada la mamada y me dispuse a reventar por el coño a la putarrona de mi madre. Pero esto será tema para otro capítulo que publicaré en el tiempo más breve que me sea posible.