Soy el semental de mi madre (2)

De como empecé a exhibirme delante de mi madre y otras experiencias con maduras de mi barrio.

El siguiente paso que di en mi plan para follarme a mi madre fue el de exhibirme. Yo ya había visto a escondidas a mi madre. La había oído follar y además la había visto masturbándose como una loca. Ahora era yo quien tenía que mostrarme. Tenía que hacerle ver el macho que tenía en casa. Tenía que ver mi pollón y mis huevos para que así me deseara, pues estaba claro que estaba falta de polla.

Con esa idea en la cabeza, se me ocurrió que una buena forma de que mi madre apreciara mi paquete, era dormir en calzoncillos por las noches. Yo tenía la costumbre de dormir al menos con el pantalón del pijama, incluso en pleno verano. Era una costumbre que había tomado desde pequeño. Pero dormir en calzoncillos era una buena forma de exhibirme ante mi madre. Pensad que con la porra y los cojones que tengo, el paquete me abulta un montón. El doble o el triple que a una persona normal. Con un pantalón vaquero se disimula un poco, pero en calzoncillos no hay nada que se pueda disimular. Además ya procuraba yo dormir con bóxer ceñidos para que se pudiera marcar hasta el último rincón de mi polla y mis cojones. Y para colmo es normal que yo me levante con la polla tiesa o por lo menos con un buen morcillón, así mi madre podría ver mejor la polla que gastaba su hijo.

Así, empecé a dormir de esta guisa. Era verano, así que yo no tenía que madrugar. Y yo sabía que mi madre madrugaba mucho más que yo y aprovechaba para limpiar la casa. Incluida mi habitación. Era lo más normal que entrara por la mañana temprano y limpiara mi habitación mientras yo seguía durmiendo a pierna suelta. Lo que no sabía mi madre es que este verano se iba a encontrar una sorpresa.

Puse mi plan en marcha y empecé a dormir así. El primer día la verdad que ni me enteré de cuando entró mi madre a limpiar por la mañana, ya que soy bastante dormilón. Pero no tenía ninguna duda de que me había visto, porque cuando me levanté me saludó con un:

  • Buenos días hijo

A la vez que me miraba con una cara entre avergonzada y sorprendida, y no podía evitar echar miradas descaradas a mi entrepierna.

Para completar el plan, iba todo el día por casa sin camiseta, sólo con unos pantalones cortos, para que mi madre se aprendiera bien mi torso, que como ya dije es bastante atlético.

Al día siguiente volví a repetir el plan, y de nuevo dormí con unos calzoncillos bien ajustados que casi marcaban hasta la última vena de mi polla. Pero aquel día tuve la suerte de despertarme antes que el día anterior. Miré el reloj y vi que eran las 8:30, hora a la que mi madre suele empezar las labores de la casa, y además oí ruido en la cocina, así que seguro que estaba desayunando. No perdí el tiempo e inmediatamente empecé a zurrarme el badajo, de forma que un par de minutos tenía la polla en todo su esplendor. Quería que mi madre me viera hoy totalmente empalmado. Y la verdad que una vez que la tuve tiesa estuve a punto de arrepentirme porque no sabía donde meter ese cipotón. Al final lo metí como pude dentro del bóxer en diagonal, pero me asomaba por arriba del calzoncillo. Al final opté por bajar mi erección un poco como pude, hasta dejarla en un estado morcillero aunque casi en la plenitud de su longitud. Una vez así era más manejable, y la metí como pude. Aún así iba a ser la polla más grande que mi madre había visto sin duda.

Yo fingí seguir durmiendo, y al rato entró mi madre como todas las mañanas, para barrer, fregar y limpiar el polvo. Esta vez yo sí que estaba atento a ver lo que hacía. Y nada más entrar debió quedar impactada, porque oí que dejaba de andar y debía estar ahí frente a mí, admirando el cipote de su hijo. Así estuvo durante lo que a mí me pareció un minuto más o menos. A continuación se puso a barrer la habitación aunque sin duda seguro que seguía echando miradas furtivas a mi entrepierna. Siguió limpiando la habitación durante unos minutos más, hasta que de nuevo oí que se paraba, pero no salía de la habitación. La muy puta debía estar ahí admirando la polla de su hijo. Yo mientras seguí fingiendo que dormía, lo mejor que podía, aunque la situación ya me estaba poniendo morboso de cojones, y yo creo que la polla se estaba poniendo más dura. Esta vez, mi madre se tiró más de un minuto. Yo creo que ya iba por dos o tres minutos, cuando oí unos ruidos que me parecieron de ropa al rozarse. A continuación oí lo que me pareció el elástico de las bragas de mi madre. Estaba casi seguro de que mi madre se había metido la mano en las bragas al verme así. Eso ya era superior a mí. Me excitó tanto, que mi polla creció aún un poco más hasta ponerse dura como un tronco y al pasar esto la punta del capullo se me salió por arriba del calzoncillo. Mi madre inmediatamente se sacó la mano de las bragas y salió de la habitación. La putilla se había asustado al ver el capullo de su hijo

Ni que decir tiene la excitación que me produjo esa situación. Al levantarme le di los buenos días a mi madre y ella me contestó, pero noté que tenía la cara rojísima. No había duda de que me había estado mirando y estaba avergonzada. Yo me comporté como si no hubiera sucedido nada.

Aquel día no me conformaba con eso, y decidí calentarla todavía un poco más. Así cuando estaba fregando simulé que tenía que pasar al otro lado a coger una cosa. En mi casa el fregadero está pegado a una mesa, así que el hueco que queda para pasar es pequeño. Era la oportunidad perfecta para pegarle un buen restregón.

  • ¿Me dejas pasar mamá?, le dije

Y sin esperar a que me contestara pasé por detrás suya, restregándole todo mi paquete a conciencia por su culazo. Ella no dijo ni mú. Probablemente porque estaba más preocupada con lo mojadas que habían quedado sus bragas tras el restregón. Para que viera que no había sido una casualidad, al volver, volví a restregársela esta vez más fuerte si cabe. Sin duda, mi madre había sentido bien fuerte mi verga en su pandero.

Al poco de suceder esto, me dijo que iba a darse una ducha. Yo como siempre estuve atento para ver el espectáculo, pero esta vez cerró la puerta completamente, seguramente porque ya había entrado con premeditación para hacerse una buena sobada de coño. Yo quedé afuera escuchando todo lo que podía. La cosa al principio pareció normal porque parece que efectivamente se estaba duchando. Pero al poco terminó y oí como se abría un nuevo grifo que yo identifiqué claramente con el del bidet. Y no solo eso, sino que se oía incluso el ruido que hace la mano al frotar el coño cuando hay agua de por medio, por no comentar los resoplidos que se oían de vez en cuando.

No había duda: mi putita madre acababa de hacerse una soberana paja pensando en la polla de su hijo. Ya debía de haber sopesado el tamaño que gastaba su hijo.

Ya había conseguido una de las partes más difíciles. Mi madre estaba caliente como una perra en celo deseando mi polla. Y no se imaginaba que yo se la iba a dar antes de lo que ella creía.

La tarde en la que sucedió esto que acabo de relatar llegó mi padre de un viaje en el que había estado fuera durante una semana aproximadamente. Cenamos juntos mis padres y yo como si nada hubiera pasado, pero cuando me acosté observé que mis padres habían cerrado la puerta de su dormitorio. Estaba claro. Mi madre con la calentura que llevaba encima necesitaba echar un polvo urgentemente, y de momento, con mi padre era con el único que podía. Al rato, oí la rutina de todos los días que había folleteo. Unos besuqueos, unos ruidos de sábanas y ropa al moverse, y a continuación el trajín de muelles del colchón y los suspiros de mi madre, que esta noche también me parecían más intensos. Parece que mi madre realmente necesitaba polla esa noche.

Al rato todo se calmó. Ya me disponía a dormirme cuando empecé a oír de nuevo un poco de ruido en la habitación de mis padres. Era como si de nuevo empezaran de nuevo la faena. Y efectivamente, al poco empezó de nuevo el ruido del colchón y los quejidos sordos de mi madre. Joder, lo nunca visto. El calentón que le había pegado a mi madre la había hecho necesitar dos polvos en una misma noche, que yo supiera, por primera vez en su vida. El morbo que sentí al saber que yo era el causante de esa calentura de mi madre fue increíble. Seguramente mi madre estaría pensando en mí mientras mi padre se la trajinaba por segunda vez.

Por fin la cosa terminó. Mi padre dio las dos o tres culadas más fuertes de siempre, que indicaban que se había corrido y la poco, mi madre se levantó y fue al baño. Seguramente se estaría lavando su peludo coño que estaría lleno de leche de mi padre, y hoy, con una ración doble.

Mi padre pasó en casa dos días más antes de salir a un nuevo viaje. Durante esos días procuré comportarme de forma más normal, aunque seguí durmiendo en calzoncillos, para que mi madre siguiera admirando mi paquete, y además, de haber cambiado mi conducta habría levantado sospechas. Durante esos días, lo más interesante fueron las noches. Mis padres, a diferencia de lo que había sido habitual en el pasado, follaron todas las noches. Bien es cierto que las dos noches restantes echaron solo un polvo, pero ya era bastante conociendo la trayectoria de mis padres. El calentón le había durado a la puta de mi mami más de lo que yo había pensado. Mejor, así estaría más preparada cuando llegara el momento en que le pegara el polvo de su vida.

Al tercer día por la mañana se fue mi padre de viaje y esta vez se iba para 10 días. Me propuse a mí mismo que antes de que volviera mi padre de nuevo me habría follado ya a mi madre. Para conseguirlo, pensé que el siguiente paso lógico, era conseguir que mi madre me viera ya en pelotas completamente. Al principio pensé en dejar la puerta del baño entornada, para que ella me pudiera espiar mientras me duchaba, igual que hacía yo con ella. Pero luego pensé que a lo mejor no se decidía a mirar, y además, yo nunca estaría seguro de si me había espiado. Por ello ideé un plan más directo.

Era típico que mi madre saliera a media mañana a hacer la compra, o a hacer algún otro mandado. Así que hice el siguiente plan: estaría atento para ducharme justo cuando mi madre volviera de hacer la compra, y a continuación saldría del baño totalmente en pelotas simulando que no me había dado cuenta de que había vuelto ya de la compra. Esto no es raro, porque suelo ducharme con la música a todo trapo, así que realmente muchas veces ni me entero si alguien sale o entra de la casa.

Con esta idea en mente me acosté ese día, y la puse en práctica al día siguiente. Ni que decir tiene que el día empezó como los últimos con la contemplación de mi paquete bajo el bóxer por parte de mi madre al realizar su limpieza matutina en mi cuarto. Pero aquel día mi madre iba a tener un espectáculo mayor.

Poco después mi madre salía a hacer la compra y yo me levantaba de la cama para prepararme. Mi madre suele tardar una hora o más en volver cuando sale por las mañanas, así que aún tenía tiempo. Como no sabía qué hacer, se me ocurrió que mientras la esperaba haría una inspección a la ropa interior de mi madre. Me fui hacia el cuarto de mi madre y abrí los cajones de la mesilla en la que sé que guarda su ropa interior. Nada más empezar a revisarla se me puso la polla morcillona. Bragas y más bragas, todas supergrandes para poder entrar en el cuerpo de jamona de mi madre. Además eran todas antiguas, de las que a mí me gustan. Todas ellas amplias y de las llamadas de cuello alto. Y casi todas blancas, amarillas o marrones. Estaba claro que mi madre no había visto un tanga en su vida, cosa lógica por otro lado teniendo en cuenta el cuerpo que tenía y el coñazo peludo que gastaba. Había también unas bragas rojas, que seguro que eran las que se ponía en Nochevieja para impresionar a mi padre, y algunas más elegantes, de raso y con ribetes de encaje, que seguro que se habría puesto una vez o dos en su vida. Todavía olían a nuevo.

Había también bastantes fajas y bragas-faja. Parece que la zorra de mi madre estaba empeñada en disimular barriguita, pero ella no sabía que esa barriga de cincuentona era la que me ponía a mí berraco. Otro de los cajones estaba dedicado a los sujetadores. Sin duda hacían su función teniendo en cuenta los melones caídos de mi madre. Eran también muy clásicos y de colores blancos y marrones la mayoría. Me fijé además en un detalle y es que casi todos tenían una pequeña protuberancia en la zona del pezón, cosa normal teniendo en cuenta los pezonazos de mi madre. Se ve que la puta solía ir empitonada casi todo el día.

Con la contemplación de todo aquello se me había pasado el tiempo rápido. Llevaba ya más de media hora ahí, viendo aquella colección de bragas y sujetadores a la vez que me cascaba un buen pajote. Entonces fue cuando se me ocurrió una idea que me llenó de morbo.

Resulta que no soy el único al que me gustan las maduras calentorras. Tengo un grupo de amigos con los que comparto gustos. Somos 4 en total los que adoramos a este tipo de mujeres. Y sobre todo con uno de ellos tengo más confianza. Estamos todo el día fijándonos en las maduras del barrio y con frecuencia gastamos bromas sobre nuestras madres (y sé por propia experiencia que no van en broma). Pues bien, es una tradición en el grupo que el que consigue follarse a alguna madura macizorra lo cuente a los demás y se es posible que traiga las bragas de cuando se la folló, en señal de "trofeo de guerra". Yo aún no me había follado a mi madre, pero pensé que me daría morbo presentar las bragas de mi madre ante mis amigos. Así, que enseguida me fui al cesto de la ropa sucia (porque las bragas tienen que estar usadas por supuesto, si no no hay prueba del delito) y cogí las bragas que mi madre había dejado esa mañana. Inmediatamente me las llevé a la nariz. Ummmm! Menudo pestazo a bacalao echaban. Teniendo en cuenta que mi madre iba todo el día cachonda ahora, seguro que las había aromatizado bien, y más teniendo en cuenta el matorral de pelo que tiene en el coño. Las guardé a buen recaudo con la idea de enseñárselas a mis amigos a su debido tiempo.

Como acabo de decir mis colegas comparten conmigo este gusto por las cuarentonas y cincuentonas. Y la verdad que no son fáciles de llevar al huerto. Yo en concreto por aquel entonces me había follado ya a dos vecinas del barrio, lo cual era todo un logro. Uno de mis amigos era Andrés, y era mi más íntimo. Tenía 23 años y presumía de haberse follado ya a más de 15 maduras. Y he de decir que todos le creíamos a pies juntos, pues no solía mentir y además contaba sus polvos con pelos y señales. Y en muchos de los casos presentó las citadas bragas como prueba del encuentro. Otro era Pedro, de mi misma edad y compañero mío del equipo de fútbol. Éste se había tenido que conformar hasta ahora con nuestras historias, porque no había catado aún la carne de una buena madura. El cuarto era Ahmed, un marroquí de nacimiento que se vino a España a los 10 años y que se había hecho muy amigo nuestro. Este sí que estaba hecho un follador, sobre todo de marroquíes maduras, entre las que había corrido el rumor de la herramienta que gastaba entre las piernas, que rivalizaba conmigo en tamaño.

He hecho este paréntesis para que conozcáis a mi pandilla, y para recalcar el hecho de que nuestro gusto por las mujeres pasaditas en años venía ya de lejos. Además ya os contaré que al final estos amigos participaron conmigo en la historia.

Con respecto a lo contado quiero destacar ya que estoy en ello, a las dos maduras que me había follado por aquel entonces. Una de ellas era una vecina de mi rellano del piso en el que vivía antes de mudarnos a mi actual hogar. Era una mujer de unos 45 años, solterona y que vivía sola. Teniendo en cuenta esto, no es de extrañar que en cuanto hice un poco de confianza, terminé por llevármela al huerto. La pobre no había catado prácticamente ninguna polla en su vida y tenía más ganas de las que yo nunca haya visto a una mujer. La otra es la pescadera de mi barrio, una señora casada de 55 años, con un físico parecido al de mi madre, aunque con más tetas aún. A esta la conozco porque Andrés me la presentó (él ya le había follado por supuesto). Parece ser que Andrés le habló de la polla que tengo y de mi apodo de "El toro" y a la guarra se le hizo el coño agua. A esta me la seguía follando en la época en la que ocurrieron los hechos que relato. Ella trabajaba por la pescadería por la mañana. Por la tarde trabajaban su marido y su hija y ella aprovechaba para hacer cosas de la casa. Pero lo que no se imaginaba su marido era lo que realmente hacía su mujer.

Esta sí que era una buena guarra de las que me gustan a mí. Mi amigo Andrés la había entrenado bien antes de pasármela y la puta se dejaba hacer de todo. Le encantaba que me la follara por el culo y tragarse mis interminables lefadas. Estaba hecha una marrana total. Iba todo el día con el coño hecho agua esperando a que me la follara. Además he de decir que una vez que cató mi polla se olvidó de la de Andrés para siempre. A la puta le gustaban los rabos grandes. Mi objetivo ahora era convertir a mi madre en una marrana como esta.

Pues bien, volviendo al tema que me ocupaba. Viendo que se acercaba la hora en que debía venir mi madre, decidí meterme en la ducha, le di al agua y puse la radio a toda mecha como siempre. Me pegué una ducha y cuando estaba acabando oí que mi madre había entrado en la casa. Inmediatamente empecé a prepararme. Empecé a sobarme la polla para conseguir un buen morcillón y dejé el agua correr un rato más para disimular. Oí que mi madre me decía algo desde fuera que no logré entender. Pero por supuesto iba a hacer como que no la había escuchado (realmente la había escuchado a malas penas). Cuando tuve la morcilla a punto, cerré el agua de la ducha y me sequé bien con la toalla. Entonces abrí un dedo la puerta para ver donde estaba mi madre. Vi que iba por el pasillo hacia mi habitación. Entonces aproveché y salí hacia mi habitación totalmente en pelotas y con el morcillón bamboleándose entre mis piernas. Al entrar en mi habitación mi madre se giró y se quedó blanca.

Imaginaros la estampa. Yo con un morcillón que pasaría de los 16 cm y gordo como un salchichón, y mi madre ahí parada sin saber que hacer. Así estuvo un par de segundos hasta que atinó a decir:

  • ¡Tápate hijo!

Yo entonces me tapé como pude, echándome las manos al paquete. Pero evidentemente, el badajo aún me sobresalía por debajo de las manos, pues era imposible taparlo todo. Yo entonces intenté explicarme:

  • Es que se me olvidó coger ropa para la ducha, y como creía que no estabas en casa...

Mi madre para entonces ya no estaba blanca, sino roja como un tomate. Con voz temblorosa me dijo como pudo:

  • No pasa nada, ya me voy

E hizo el ademán de salir de la habitación. Pero para eso tenía que pasar por donde yo estaba, pues yo estaba prácticamente en la puerta. Entonces yo me quité de en medio, y al hacer el gesto la verdad que instintivamente me quité las manos del paquete. Esto hizo que mi madre de nuevo viera mi polla morcillona en todo su esplendor. En realidad estaba ya medio erecta, pues el morbo de la situación me la estaba poniendo dura. Entonces mi madre salió de la habitación y cerró la puerta.

Se había completado una fase más del plan. Mi madre ya había visto la polla de su hijo. Había visto los huevos y la polla de semental de su hijo y seguro que a estas alturas tenía el higo echo agua. Pronto la convertiría en una zorra similar a la pescadera.