Soy el semental de mi madre (1)

De como oía a mis padres follar y empecé a desear y espiar a mi madre.

Hola. En primer lugar me presento a todos vosotros para que entendáis mejor mi historia. La historia de cómo he llegado a ser el semental de mi madre. Me llamo Miguel, y tengo 21 años. Soy el menor de tres hermanos, pero mis otros dos hermanos ya se casaron y se fueron de casa. Así que ahora vivo yo sólo con mis padres.

Mi padre tiene 54 años y trabaja como camionero, por lo que es frecuente que esté de viaje y se pase varios días fuera de casa. Durante esos viajes quedamos en mi casa mi madre y yo solos. Mi madre tiene 52 años y os voy a contar cómo he llegado a hacer de ella a mi puta particular.

En realidad ella no es que sea un bellezón, para que os voy a engañar. Pasa ya de los 50 y el tiempo no pasa en balde. Pero a mí me gustan las mujeres en esta edad. La mejor palabra que encuentro para definirla es decir que es una típica "maruja" española. Es morena de pelo, de pelo muy negro con media melena. No es muy alta, y con bastantes kilos de más. Tiene el típico físico de muchas de las amas de casa de esa edad, que no salen mucho a hacer ejercicio y se les van acumulando los kilos en las cartucheras y en el culo. Se podría decir que es una "jamona", de muslos macizos (pasaditos de kilos) y con un buen pandero que dan ganas de cogerlo a manos llenas y follárselo entero. Además tiene también algo de tripita y unas tetazas que dan gusto. Usa una 110 de pecho y la verdad que no las tiene ya muy firmes. De cara no es fea, aunque ya se van haciendo notar algunas arrugas. Además es bastante clara de piel.

Con todo lo que he contado creo que os haréis ya una idea de la clase de mujer que es. Muchos de vosotros seguramente pensaréis que es fea y no os interesará en absoluto este tipo de mujer. No pasa nada. Os invito a leer otros relatos en los que aparecen bellas jovencitas esculturales. Este relato está dirigido a aquellos jóvenes a los que nos gustan las mujeres bien entradas en años. Cuarentonas o cincuentonas casadas, que han tenido varios hijos. Jamonas de muslos y culos gordos, con buenas tetas también. De esas que seguro que llegaron vírgenes a la noche de bodas y que probablemente no han catado otra polla que no sea la de su marido, pero que al mismo tiempo pensamos que en el fondo guardan una buena puta que está deseando que se las folle bien un macho joven. Pues bien, esa clase de mujer es mi madre.

Dejadme que os hable un poco de mí también. Yo soy un chico deportista. Me gusta mucho salir a correr y jugar al fútbol. Desde muy joven he jugado en el equipo de fútbol de mi pueblo y por ello tengo un físico del que no me puedo quejar. No soy el típico musculitos de gimnasio, pero tengo un cuerpo fibrado sin una pizca de grasa del que puedo presumir. Pero lo que más aprecio es lo que la naturaleza me ha dado en la entrepierna. Gasto una polla de 23 cm en erección que muchos seguro que envidian. Además no sólo es larga, sino que además se caracteriza por su grosor. Para que os hagáis una idea, os puedo decir que mi polla en estado fláccido es más larga y más gorda que la de casi todos mis amigos. En el vestuario es típico que nos duchemos todos juntos tras los partidos y la verdad que son típicas las bromas sobre el tamaño de mi polla.

Pero si impactante es mi polla, no menos impactantes son mis huevos. Puedo presumir de unos huevos del tamaño de un kiwi cada uno de ellos. Además, los tengo algo separados del cuerpo (lo que se suele decir colgajos) por lo que destacan aún más. Pero la piel que los recubre no es fina como suele ser típica en otros hombres, sino bastante dura y gruesa. Esto hace que mis huevos no tengan el aspecto de fláccidos y bamboleantes de otros, sino que se mueven con más dificultad y dan un aspecto impresionante. Tan es así, que mis compañeros de vestuario me llaman "El toro", porque dicen que tengo huevos de toro.

Y con semejante par de cojones os podéis imaginar las lechadas que suelto. La verdad que son impresionantes. Soy capaz de soltar en cada corrida unos 10 ó 12 lecherazos copiosos de lefa muy espesa y blanca. De esa que prácticamente se puede coger con los dedos.

Con lo dicho os daréis una idea del paquetón que gasto. Eso sí, mi desarrollo sexual se produjo sobre los 13 ó 14 años y por tanto creo que mi madre siguió creyendo hasta hace poco que su hijito tenía una polla de tamaño normal (tal y como ella la recordaba de cuando era un niño). Pero os puedo asegurar que ahora sí que sabe el aparato que gasto tal y como os contaré más adelante.

Mi interés en mi madre comenzó hace un año aproximadamente. Mi morbo hacia ella comenzó cuando empecé a escuchar a mis padres cómo follaban por las noches. Yo antes dormía en una habitación justo al otro lado del piso de donde se encuentra el dormitorio de mis padres. Pero hace cosa de un año, hicimos una remodelación en la casa, de manera que ahora mi habitación se encontraba pared con pared con la de mis padres. Esto me permitía oír a mis padres follando. La verdad que lo hacían cada bastante tiempo. A lo mejor 1 ó 2 veces al mes. Solían hacerlo cuando mi padre venía de un viaje largo. Y hay que reconocer que no eran muy listos mis padres, pues suelen dormir con la puerta entreabierta, y la noche que follaban la cerraban, lo cual para mí era ya una señal inequívoca de que esa noche tocaba folleteo. Esas noches pegaba la oreja a la pared todo lo que podía y la verdad que se escuchaba bastante. Al principio se oían besuqueos. Al rato solía oírse algún ruido que yo asociaba al elástico de las bragas de mi madre. Seguramente era mi padre que ya le estaba echando mano al conejo. Y por último ya se oían más ruidos de muelles del colchón y sobre todo los suspiros de mi madre. La verdad que se contenía bastante la zorra, y sólo se oían algunos resoplidos, pero no había duda de que mi padre se la estaba follando. Al final se oía un poco más de ruido de muelles que seguro que se correspondía con las últimas embestidas de mi padre, que se estaba corriendo en el coño de mi madre.

Y yo podéis imaginaros lo que hacía mientras tanto. Pajearme como un poseso. Cada vez me daba más morbo oír a mis padres follar, y sobre todo oír a mi madre correrse, que es la que más ruido hacía. Me imaginaba a mi padre follándose a esa jamona y llenándole el coño de lefa, y cada vez deseaba más enseñarle a mi madre el cipotón que tenía su hijo y metérselo hasta las bolas. Además, con mi padre siempre de viaje, estaba seguro de que mi madre tenía que tener muchas ganas de polla.

Después de oír 4 ó 5 polvos de mis padres decidí dar algún paso más. El siguiente paso que decidí dar fue el de ver a mi madre desnuda. Ya estaba acostumbrado a ver a mi madre vestida, pero ahora quería ver cómo estaba esa cincuentona desnuda. Quería ver sus carnes fofas al natural, ver sus tetazas, su culazo.

Teniendo en cuenta que normalmente sólo estábamos ella y yo en casa, la tarea no fue muy difícil. Para ello sólo tuve que espiarla en la ducha o cuando se cambiaba en su habitación. Mi madre solía entornar la puerta cuando se cambiaba de forma que la dejaba abierta 4 ó 5 dedos, por los que yo podía espiarla a mis anchas.

Aún recuerdo el primer día que la vi, que me dejó realmente impactado. Llegó mi madre de hacer la compra carga de bolsas hasta arriba y sudando como una perra, pues era ya casi verano. Se le notaba sudado todo el escote de la camiseta que llevaba, así como las axilas. Y dijo que iba a cambiarse de ropa para ponerse más cómoda. Yo inmediatamente me fui para su habitación para espiarla por la rendija que dejaba.

Mi madre empezó por quitarse los zapatos y la camiseta. Al hacerlo, ya dejó al descubierto sus brazos y su tripa. Ahí pude ver sus carnes fofas y muy blancas, pues es bastante clara de piel. Tenía buena tripa la cabrona. Me daba morbo esa barriga. A continuación se quitó el sujetador y ahí sí que se me puso la polla ya como un salchichón. Bufff. Menuda pasada. Lo primero que me fijé es que las tetas se le cayeron un montón. Al ir siempre con sujetador lo disimulaba bastante, pero tenía unas tetas bastante caídas. Y es que con los melones que tenía y con la edad, la gravedad no perdona. Pero eso me puso aún más cachondo pues me encantan esas tetas típicas de las maduras. Y además tenía unos pezones acojonantes. Unas aureolas rosas del tamaño de una galleta de estas del desayuno, o más grandes aún, y unos pezones como chupetes. Además se ve que la puta venía empitonada de la calle, porque llevaba los pezones muy tiesos. Menudas tetas tenía.

A esas alturas yo ya estaba sobándome la polla a base de bien, con cuidado de no hacer ruido. A continuación mi madre se quitó la falda que llevaba y quedó sólo con unas bragas blancas de estas de cuello alto. Esa es otra de las prendas que me encanta. Estoy harto de las modas de hoy de llevar tangas o braguitas minúsculas. Yo prefiero unas buenas bragas de toda la vida, de esas que retienen bien todos los aromas del coño. Y por supuesto, en consonancia con esto, también me chiflan los coños peludos. Una buena mata de pelos siempre contribuye a retener mejor el aroma a coño cachondo, además de gustarme más estéticamente.

Y para no defraudarme, mi madre se bajo a continuación las bragas y dejó al descubierto un coñazo lleno de pelos. Menudo matorral de pelos tenía mi madre en la entrepierna!! Un felpudo de los que ya no se ven. Un bosque negrísimo protegía su raja. Yo no me corrí en el momento porque la verdad que tengo bastante aguante, pero estaba ya con la polla a tope. Además pude ver cuando se giró su culazo con carnes también fláccidas, pero que al mismo tiempo se veía gordísimo y que daban unas ganas tremendas de follárselo.

Después se puso otras bragas y un babi de estos para estar en casa haciendo las tareas del hogar. Y así sin sujetador ni nada salió de la habitación. Yo previamente me había apartado ya de la puerta y me fui al baño donde me tiré unos 15 minutos pajeándome a tope para terminar de correrme. Y es que como ya os he contado necesito bastante para eyacular. Tengo un aguante de la hostia y puedo llegar a estar follando duro unos 45 minutos antes de correrme. Pero antes de correrme cogí el bote del gel de mi madre y decidí que le iba a hacer un regalito. Me la zurré a tope y solté una lefada superespesa que fue derecha al bote del gel. La verdad que la consistencia del semen era tan espesa que no se distinguía apenas del gel de baño. Lo mezclé un poco y tapé el bote. Pensé para mis adentros: "La zorrita de mi madre hoy se va a refregar mi lefa por su cuerpo de jamona". Y con ese pensamiento se me volvió a poner morcillona.

Aquel primer día en que la vi desnuda, se puede decir que fue el punto de partida. Fue la primera vez que tuve claro que a no mucho tardar me iba a follar a mi madre. A ese día siguieron bastantes otros en que seguí espiando a mi madre desnuda. Al principio la solía espiar cuando se cambiaba de ropa en su cuarto, tal y como acabo de relatar. Pero poco después empecé a espiarla también en la ducha. Al ducharse solía dejar también la puerta entornada, de forma que era prácticamente imposible ver nada. Pero lo que ella no se había fijado es que había un espejo, de forma que desde la rendija de la puerta se podía ver con el ángulo justo al que se estuviera duchando. De esta forma podía ver a mi madre en la ducha.

Y allí el espectáculo era aún mayor. No solo podía ver a mi madre desnuda en todo su esplendor, sino que además veía como remojaba todo su cuerpo y se frotaba por todo él con la esponja. Las pajas que me cascaba al verla de esta manera eran tremendas. Era un lujo ver cómo se sobaba con la esponja sus tetazas caídas, o ver cómo se frotaba bien por todo su culazo. Y para añadir aún más morbo estaba el hecho de que se lavara el cuerpo con el gel en el que yo me había corrido. Se me ponía la polla como un caballo cada vez que pensaba que mi madre se estaba restregando mi lefa por su cuerpo.

Y el culmen era ver cómo se frotaba por el coño. Además, a la puta se ve que le picaba bien el higo, porque se excedía en la tarea de limpiarse el coño. Se pasaba 3 ó 4 minutos sobándose y magreándose el chocho, con la esponja y con la mano, y se la notaba suspirar, por lo que sin duda se estaba dando un gustito para el cuerpo.

Y por si había alguna duda, la confirmación llegó a los pocos días. Estaba de nuevo duchándose, siguiendo su ritual de siempre, y de nuevo terminó frotándose el coño. Esta vez más tiempo si cabe. Y se ve que a la putarrona debía picarle bastante el chumino, porque al terminar la ducha, y cuando yo ya esperaba a que empezara a vestirse, no hizo eso, sino que se sentó en el bidet. A continuación abrió el chorro del agua, y ahí sentada empezó a hacerse un dedo en toda regla. O mejor que un dedo sería hablar de una paja con toda la mano, porque la zorra estaba ahí sentada abierta de piernas y frotándose el coño a base de bien con toda la mano mientras el chorro del agua impactaba en su almeja. Esa vez la puta no se conformó con suspirar, sino que se oían claramente unos leves gemidos que demostraban el gustito que le estaba dando. A los 5 minutos terminó la paja viéndose claramente que acababa de alcanzar el orgasmo. A continuación se secó y se vistió, saliendo afuera como si nada. Al salir yo hice como si estuviera tumbado viendo la tele, y la muy zorra con gran ironía me dijo:

  • Uy hijo, me he alargado hoy en la ducha y veremos a ver si me da tiempo a hacer la comida

Y yo pensé para mis adentros: "Menuda zorra estás hecha. Si supieras que acabo de ver la paja que te has hecho"

Ese día fue el clave, en el que yo ya me di cuenta sin lugar a dudas de que mi madre estaba falta de polla, pues mi padre estaba siempre de viaje (sin contar con lo mierda que tenía que ser en la cama). La putita de mi madre necesitaba un semental que la tuviera bien follada y lo iba a encontrar en su hijo, que para eso tenía polla y huevos de toro.

P.D: Espero vuestros comentarios y si alguno tiene gustos similares que me escriba a mi correo electrónico. También estoy muy interesado en ser miembro de la web Amorfilial. Sé que es necesaria invitación para pertenecer, pero no sé cómo conseguirla. Si alguno me la puede conseguir se la agradecería. Como veis estoy realmente interesado en el tema.