Soy el mejor amante de mi madrastra

¿Es incesto acostarte con tu madrastra?

Soy el mejor amante de mi madrastra

A mis quince años apenas cumplidos, estoy viviendo una experiencia increíble en lo sexual. Además puede ser que me convierta pronto en padre, pues mi madrastra está embarazada y no sabe si la criatura que está en camino es mía o es de mi padre.

Todo comenzó hace casi seis años, cuando recuperado de la pérdida de mi madre, mi padre se casó con Patricia (cariñosamente le llamo Patri). Reconozco que desde su llegada demostró ser una madrastra especial. Siempre me trató con cariño, como si fuera mi propia madre. Como mi padre es camionero y pasa mucho tiempo haciendo rutas nacionales e internacionales, Patri y yo hemos tenido que cuidarnos mutuamente. Desde los primeros días, cuando no estaba mi padre, Patri me invitaba a dormir ella. Enseguida me acostumbré a su olor, a su respiración y a sus pechos redondos. Muchas veces se ponía o se quitaba las bragas con naturalidad en mi presencia. Yo también vencí la timidez y empecé a ducharme con ella, a darle masajes en la bañera, o a pintarle las uñas cuando, aburridos, esperábamos a mi padre con sus historias, las propias de los camioneros.

Las cosas empezaron a cambiar cuando a los 13 años mis erecciones empezaron a ser demasiado frecuentes. Al menor roce con Patri, mi pene se ponía a tope. Ella, medio ingenua y medio generosa, seguía jugando conmigo en la cama. Un día le pregunté cómo debía hacer para evitar de excitarme tanto y mojarme todas las noches. Me dijo que una salida era masturbarme. Le dije que no sabía cómo se hacía. Me miró fijamente y vio que no le engañaba. "Ven aquí, te voy a enseñar".

Me bajó los pantalones, introdujo su mano en mis calzoncillos y saco afuera mi pene. Luego me sentó sobre sus rodillas. Empezó a masajearlo tiernamente, después lo flotaba subiendo y bajando el capullo. Me lo tenía cogido muy cerca de los testículos, de tal forma que varias veces algunos dedos me rozaban ligeramente los testículos, proporcionándome un placer inmenso. Ella me decía al oído: " Mi niño. Así se hace. Bajas, subes y repites el movimiento con suma delicadeza para no hacerte daño. ¿Te gusta?".

En menos de un minuto perdí conciencia, sentí un enorme placer en todo mi cuerpo, cerré los ojos y me apoyé a sus pechos gritando que no parara, y de repente un chorro de semen espeso llenó las manos de mi madrastra. Cuando logré recuperarme, sólo pude susurrarle: "gracias, Patri. Eres la mejor". Le di un beso en la mejilla y fui corriendo al baño para buscarle el papel higiénico para que se limpiara. Al volver vi que se había subido la camisa y se había sacado sus tetas del sujetador y se estaba juntando con mi semen. "¿Me ayudas?", me preguntó. "Quítame la camisa y el sujetador para que no se manchen". "Deja que te masajee un poco", le dije. Por primera vez toqué las tetas de una mujer. Notaba cómo iban creciendo debajo de mis manos. Los pezones enrojecidos se calentaron tanto que le tuve que preguntar si no le estaba haciendo daño. "No mi niño, lo haces mejor que tu padre. Anda, ven aquí". Cuando me di cuenta, nuestras lenguas se habían abrazados y se estaban haciendo cosquillas. Patrí tiene una lengua pequeña que penetra en tu boca con discreción, y una vez dentro recorre todo el interior buscando el punto más placentero.

Me succionó la lengua varias veces mientras me acariciaba el cabello. Luego me cogió la mano y me llevó a su coñó. Lo acaricié por encima de las bragas hasta que las sentí mojadas y por miedo quise retirar mi mano. "No lo hagas, por favor. Sigue así, me estás dando mucho placer". Un rato después, me cogió la mano y la introdujo en el interior de sus bragas. Sentí escalofrío, miedo y temblor en todo mi cuerpo. Me asustó aquel objeto blandito, con un agujero en medio lleno de secreciones, rodeado por muchos pelos mojados y que estaba muy caliente. Saqué la mano como pude y le dije que su vagina me daba miedo. "Pues, a tu padre no", me contestó. Me agradeció la sinceridad y me pidió que le dejara sola, probablemente para masturbarse. A partir de ese momento, mi único objetivo a corto plazo fue convertirme en amigo íntimo del coño de mi madrastra. Y creedme, no tardé en conseguirlo. Dos maestros me ayudaron en el empeño, cada uno a su manera.

Primero fue mi padre. Ese fin de semana (de la semana en que empecé a violar su propiedad), llegó el sábado hacia las doce. Mientras Patri y yo estábamos preparando la comida, él aprovechó para ducharse. Cuando terminó, le llamó a Patri para que le ayudara en no sé qué en la habitación. Prácticamente la comida estaba hecha. Por lo que Patri apagó el fuego y me dijo que fuera preparando la mesa. En dos o tres minutos, noté que la cama se movía más de lo normal y que mi madrastra emitía ciertos gemidos seguidos. Nunca había espiado a mis padres hasta entonces. Me acerqué a la puerta y oí cómo mi padre le decía a Patri que abriera más las piernas. A través del agujero de la cerradura vi cómo el coño de Patri se abría al máximo, y mi padre introdujo violentamente su pene. Ella se quejó mucho, pero mi padre le introdujo un dedo en la boca ordenándole que se lo chupara como una puta. Sacaba y metía el pene con mucha fuerza.

La cara de mi madrastra no reflejaba ningún placer. "Para, hombre. Me haces daño. Por favor, para un poco. Por amor de Dios. Me vas a destrozar la vagina", suplicaba mi madrastra en vano. Mi padre estaba enloquecido. Veía cómo los chorros de sudores iban cayendo encima de las tetas de mi madrastra. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. De repente mi padre empezó a gritar diciendo que la amaba, que la echaba mucho de menos, que llevaba dos semanas sin hacer el amor, que juntara al máximo las piernas porque se estaba corriendo. Después se tumbó un rato encima de mi madrastra, sin sacar el pene. Fui testigo de cómo su pene iba saliendo del abierto y muy enrojecido coño de mi madrastra. Después se fue cerrando completamente, hasta que los labios escondieron su agujero. Un hilo de semen empezó a brotar lentamente de su interior, y bajando hacia el ano. Cuando oí que mi padre le preguntaba qué le había preparado para comer, fui corriendo al salón a ver la tele. De todo lo que ví, saqué la conclusión de no hacer el amor como mi padre.

Me segundo maestro fue un vibrador. Fue un jueves cuando volví a casa inesperadamente porque en el instituto no habían dado dos horas libres porque la profesora estaba enferma. Patri no se dio cuenta cuando abrí la puerta. Estaba en el baño. Oía sus gemidos y pensé que estaba poniendo los cuernos a mi padre (bueno, y a mí también). Pero cuando me acerqué, vi que se estaba masturbando con un vibrador. Qué dulces gemidos. Qué bien sabía tratar a su coñito. Qué forma de acariciarse el clítoris hasta volverse loca. Y que bello su coñito mojadito. Me gustó esa forma de disfrutar del amor. Tal vez por eso decidí ir a dar un paseo por el parque para que Patri siguiera con sus dulces juegos.

Como seguía durmiendo con ella, y a veces me ayudaba a masturbarme, no me costó que me dejara introducir mi pene en sus piernas. El calorcito de su vagina me excitó mucho. Creo que ella también empezó a excitarse porque iba abriendo sus piernas despacio. Mi pene buscaba el temido y deseado agujero de placer. Mi glande logro abrir los labios vaginales, y justo estando en la entrada de ese agujerito, mi madrastra hizo un movimiento que permitió que más de la mitad de mi pene se metiera en su blandito y sabroso coño. ¡Qué placer, Dios mío! Mi mano llegó hasta uno de sus pezones y le agradecí su forma de hacerme el amor.

Los dos gemíamos de placer. Ella juntaba y separaba sus piernas, lo que me enloquecía. En una de esos movimientos, empujé con todas mis fuerzas (sin lastimarla) y sentí un "uy, mi niño. Qué bien lo haces". Mis testículos se mojaron bastante. Después de un rato, me dijo que me pusiera encima. Cuando la penetré, mi pene iba disfrutando de cada centímetro de las paredes vaginales. Ella cerro los ojos, agarró con sus manos la cabecera de la cama, y en el sacar y meter, me empujo un poco, salió mi pene ví como eyaculaba (no sabía que las mujeres eyaculaban también). Ese gesto me enterneció me lancé a sus labios para besarle mientras mis manos le acariciaban el cabello. Después de un pequeño descanso, se colocó encima de mi. Su vagina se tragó literalmente mi pene. En dos o tres movimientos, me corrí en el coño de mi madrastra. Siguió moviéndose despacio hasta que sintió que de mi pene ya no salía nada.

Y con sumo cuidado se tumbó boca arriba a mi lado, y me dijo que por favor le acariciara suavemente el vientre. Y lo hice. Cuando vi que se estaba durmiendo, apagué las luces, ella se giró mirándome y nos abrazamos. Al despertar por la mañana, era un adolescente feliz. La vida siguió como siempre. Bueno, como siempre no. Cada vez que nos apetece hacemos el amor. Incluso hemos llegado a hacerlo estando mi padre en la ducha, nosotros a la puerta del baño. Patri es nuestra mujer, aunque mi padre no lo sabe. Hace cuatro meses se quedó embarazada, y por muchas cuentas que hemos hecho, no sabemos si la criatura es mía o es de mi padre. Así que pronto puedo tener un hijo o un hermano. Además lo tenemos muy difícil para saber de quién es. Yo me parezco mucho a mi padre. Si el crío se parece a los dos, a no ser que acudamos a los médicos, difícilmente sabremos de quién es. En fin, supongo que eso es lo malo de cometer un incesto. Tampoco me como mucho el coco. Al fin al cabo, yo quiero a Patri como madrastra y como amante. Ella es generosa conmigo al permitirme descubrir cosas que la mayoría de los chicos de mi edad ni siquiera han soñado. Siempre será mi Patri, mi madrastra.

(PD. Es la primera vez que cuento esta historia. Tampoco sé si está bien redactado. Si queréis aconsejarme, dejadme vuestros mensajes. No puedo dar detalles de mi nombre ni de mi ciudad. Así que llamadme García).

Firma: Garcia.