Soy Alejandra y me llenaron toda

Casada, infiel, después separada, y siempre puta

Hola. Este relato que voy a publicar lo hizo una amiga. Cuando me lo contó me excitó muchísimo y lo quise compartir. Primero lo quise escribir yo, pero luego le dije a ella que lo haga porque no podía trasmitir con tanta intensidad lo que vivió, sólo lo revisé cuando me lo dio. Algunas pequeñas correcciones de lugares y nombres nada más, ya que había usado todo real. También lo dejé en primera persona porque es ella quien lo cuenta, y ocurrió de verdad.

Mi nombre es Alejandra. Nací en una provincia del interior pero mi mamá nos trajo a Buenos Aires cuando yo tenía seis años. Vinimos las tres a vivir al conurbano, en la zona oeste, mi hermana se casó cuando tenía 18 años y se fua a vivir a Neuquén. Hoy tengo 42 años y estoy casada y soy mamá de tres chicos adorables. Siempre fui muy dedicada a la casa, a mis hijos, mi marido y el trabajo. Nunca había estado con otro hombre que no sea él, y creo que oportunidades no me faltaron, pero así era yo, siempre dejé pasar propuestas, pero no obligada por moral o lo que sea, sino porque estaba enamorada de todo lo que tenía en mi vida. Fuera de mi casa eran sólo trabajar y hacer compras y alguna salida con mis hijos. Mi trabajo era en una peluquería, así que de hombres, nada, o eso creía yo.

Un día me enteré que mi marido tenía otra mujer, la situación me puso tan mal que todavía el día de hoy me cuesta contarla. Empezaron los malos tratos, cada vez más seguidos y con mayor intensidad. Empecé a ver sus defectos, que eran muchos, y a vivir con hastío, muchas veces no soportaba su presencia, al día de hoy me pasa, y a veces duermo con mi hija. Por supuesto que también dejé de coger con él, y es que ya no sentía nada.

La peluquería, como dije, era de mujeres, pero había algunos pocos clientes varones. Cada tanto venía un tipo muy atractivo que pedía que yo le corte el pelo, le lavaba la cabeza antes y después del corte y le hacía masajes capilares que los disfrutaba mucho, él y yo.

Para ser breve, les cuento que nos empezamos a ver y dimos inicio a una relación muy intensa que sigue al día de hoy. En ese momento tenía 37 años recién cumplidos y cogimos y cogemos con una intensidad única, a veces me veo en los espejos de los hoteles y no puedo creer que hagamos todo eso que veo. Él me lleva 16 años y me tiene totalmente enamorada.

Mi amante, al que llamaré Marcelo, era y es muy celoso, aunque ya no tanto o se cuida de no serlo.

Con el tiempo mi marido sospechaba que tenía algo con otro hombre, en realidad siempre tuvo esa idea que yo garchaba con cualquiera, pero se puso más agresivo, me decía cosas fuertes y el maltrato era muy corriente, el “no ves la cara de puta que tenés?”, o preguntarme cuantas pijas había chupado ese día era habitual.

Me llevaba y me iba a buscar a mi trabajo y para encontrarme con mi amante, teníamos que planearlo con tiempo, ya sea escaparme de mi casa diciendo que tenía que trabajar, o decir que tenía que hacer compras para la peluquería. Obviamente la dueña estaba al tanto y me hacía la pierna para eso.

Mi vía de escape también eran las redes, tenía muchas invitaciones a salir, y propuestas de todo tipo. Venía hablando asiduamente con dos o tres hombres, pero sin otro tipo de contacto que esos mensajes y fotos.

Llegó un momento que se me puso muy difícil seguir y me separé, me fui de mi casa con la esperanza que mi amante me siga, pero él siguió con su vida. Yo estaba enojada con él y con el mundo, “me jugué por vos”, le decía a Marcelo, pero nunca quiso dejar a su familia.

En esos momentos tenía 40 y estaba muy bien físicamente y realmente bonita, o eso era lo que me decían los hombres en la calle.

Decidí no perder más tiempo ni con mi marido, que me llamaba todos los días pidiéndome volver, ni con mi amante, que no estaba convencido de dejar todo por mí.

Así que empecé a salir con amigas a bares y reuniones. Tuve un par de salidas con hombres que conocí así, por redes, pero nada importante, sólo sexo.

En marzo y un año antes que empiece la pandemia vino a visitarme Belén, mi hermana de Neuquen, y en su corta estadía estuvimos siempre juntas.

Así fue que un día fuimos con mi hermana y otra amiga a un bar en Pilar en el que a determinada hora levantan las mesas y se arma el baile.

Nos produjimos bastante para salir, bastante me refiero a provocativas, me había puesto una minifalda muy corta y una camisa suelta y holgada, el corpiño era de gasa y dejaba traslucir bastante mis tetas y sus formas, mi amiga estaba casi igual pero tenía una musculosa y no llevaba corpiño, así que con cada movimiento que hacía, se asomaban los pezones. Belén en cambio, estaba mucho más recatada. El lugar estaba bueno, bastante gente. Unos chicos nos ofrecieron parte de sus mesas así que aceptamos y pedimos cerveza, había algunas opciones de comida, las tres pedimos lo mismo, una entrada de tacos, luego pollo con ensalada y un postre, que lo cambiamos por cerveza. Ya en la previa había muchas miradas y charlas con otras mesas de hombres. Tres mujeres solas y lindas no pasaban desapercibidas. También creo que teníamos un cartel que decía “estamos libres y podemos coger”.

Yo me divertía con los comentarios que nos hacían, pero una de las mesas en las que había cinco hombres, y digo hombres aunque yo les llevaba como diez años, andarían por los treinta, había dos que eran bastante lanzados. Uno de ellos me dijo en un momento, “vos hoy no te me escapas”. Yo le sonreí y le dije, “vamos a ver quien caza a quien”.

Ya habíamos tomado por demás, varias cervezas, me daba cuenta que me reía por cualquier cosa y me había desabrochado un botón de la camisa para mostrar mis lolas. Mi amiga, Inés, mucho más decidida que yo me dice, “el de camisa azul, medio rubio, lo ves?”.

“Donde?”, le pregunto, pensando que estaba en la misma mesa que estos chicos.

“Al lado de la ventana”, me dice.

“Ah, si, lindo. Y que pasa?”, le digo.

“En un rato me lo garcho, jaja”, me dice.

Mi hermana no podía creer lo que estaba pasando, pero la realidad era que yo estaba sacada también.

Cuando faltaban 10 minutos para la medianoche, me llega un papel hecho un bollito a la mesa, lo abro y leo, “Diego” y un número de telefono. Levanto la vista y veo al otro de esa mesa, no el que ya me había hablado, que me sonríe y levanta su copa. Le sonreí y me guardé el papel en el corpiño.

Cuando empiezan a correr las mesas para hacer lugar me di cuenta que estaba mareada, no descompuesta, y ese mareo ya lo conocía. Estaba en un estado de regalo, no tenía frenos.

Vinieron unos chicos de la mesa que estaba en la ventana y nos dicen si queríamos dejar allí las carteras y ropa, les dijimos que sí y allá fuimos, mi amiga se sentó al lado del rubio y yo fui a la pista. Los dos me estaban esperando y medio que querían competir entre ellos, yo pasé por un hueco que dejaron y empecé a bailar. Los dos me miraban y yo estaba muy caliente, enojada con mi marido y con mi amante, y por eso iba a cogerme a alguno de estos dos, creo que por venganza también. Se me acerca uno de los chicos y enseguida el otro, bailamos un rato y tenía sed, me ofrecieron champán, que era lo que estaban tomando. Creo que bebí casi media copa de un sorbo. Mala mezcla.

Se atenuaron bastante las luces y sentí que uno de ellos me tocaba el culo, lo miré y siempre sonriendo le dije, “lindo lugar, es la primera vez que vengo”.

El me dice, “me gusta más otro que hay en Luján, ¿te gustaría venir?, nosotros vamos para allá en un ratito”. Miro para donde estaba Inés y seguía con el rubio, me acerco y veo que se estaban besando y ella con la mano en la bragueta de él. Le dije que capaz me iba a Luján y sin sacar la mano me dice por lo bajo que seguro se iba a ir a coger y que veía cómo hacía con Belén, pero que no me preocupe.

Volví a la pista y les dije que iba con ellos a Luján. Salimos y me dijeron que uno se iba a quedar, así que íbamos todos en un auto. A mí me sentaron en el asiento trasero entre medio de los chicos.

Arrancamos y el de mi izquierda pasó su brazo por encima mío, charlábamos de cualquier cosa mundana, el de mi derecha puso su mano en mi pierna y me la acariciaba. Diego, el de mi izquierda, me dice, “guardaste el papel?”.

“Si”, le digo. “Lo guardé”, y lo miré a los ojos.

Empezó a levantar la mano y sin apartarnos la mirada llegó a mi teta y la metió dentro del corpiño, buscando el papel.

“Si, acá está”, dijo, y me siguió masajeando la teta y tacándome el pezón con sus dedos.

Yo lo seguí mirando y sacando mi lengua le toqué los labios, me empezó a desabrochar la camisa y entre los dos me sacaron la tetas afuera del corpiño. Miraba sus manos como me exprimían mis pechos y me chupaban los pezones.

Les empecé a seguir el ritmo con caricias y apretones en sus muslos, más al de mi izquierda que al otro. Este, con su otra mano se libera el cinturón y abre su pantalón y acomodándose un poco deja su miembro afuera. Estaba todo depilado, lo agarré con mi mano y lo empecé a pajear. Mi otro compañero quería mi atención, pero yo estaba como hipnotizada por esa pija. No era de proporciones, pero no estaba nada mal. Lo miré a los ojos y me hundí en su entrepierna se la empecé a chupar muy suave.

El otro me agarraba las tetas y me tocaba toda.

Lo miro y levanto apenas el culo, que estaba todo expuesto. El que estaba adelante de acompañante me filmaba con su celular y dice, “que ganas de viajar atrás “. El que manejaba, que no se había dado cuenta que estaba chupándole la pija al amigo grita, “no me ensucien el auto!”.

El de mi lado ya me habia bajado la bombacha, la mini era un rollito en mi cintura. Me colaba varios dedos en la concha que estaba muy lubricada. Me acomodé para que me la meta, sin dejar de chuparla, pero apenas entró la cabeza. Traté de acomodarme mejor pero no había mucho espacio.

Estaba tan desesperado que me ensaliba el culo con los dedos y me los mete. Igual yo estaba bastante dilatada de lo caliente que estaba.

Ahí puede y me la mete despacio pero toda, no la había visto, pero era grande. Me empieza a dar como puede y el que manejaba empieza a putear, que le ibamos a llenar los asientos de leche.

El acompañante me dice, “no la vayas a escupir”, y siguió filmando todo.

Lo miro, mientras tenía la otra pija en el culo, y le digo, “me la trago toda”, y me la mandé de nuevo.

Mientras, escuché que decian de no ir a Luján, “vamos a alguna casa”. El acompañante dijo de ir a la de él, que la madre ya estaba durmiendo y me podían coger en la habitación de abajo.

Mientras sentí que este muchacho estaba por acabar, empezó primero a largar un líquido y casi enseguida me inundó la boca de leche, la sentía en mi lengua, entre mis dientes, en toda la boca, hice un buche y me la tragué toda. Después de hacerlo exhalé y sentí todo el aliento a semen que tenía. Volví a bajar y le limpié bien toda la pija. Ya estábamos llegando, y el chico que me estaba haciendo el culo la sacó. Medio que me enojé y le dije, “avisame si me la sacas de golpe, sabes lo que me puede pasar!”

“Bueno mamita, está bien”.

Dejó el auto subido un poco a la vereda y cuando me quise acomodar la ropa me sacan del auto y así, con las tetas al aire entré a la cochera y de ahí a una habitación.

Sin darme tiempo a nada ya estaba con otra pija en la boca.

Los otros dos terminaban de sacarse toda la ropa, y Diego, que ya había acabado, se sentó en una silla que había en el cuarto.

Me sentía muy puta y me trataban como tal, era lo que había buscado y lo disfrutaba.

Pero tenía emociones encontradas, porque en mi cabeza tenía como un deseo de que mi amante viera como cogía con otros, no sé, darle celos quizás; y a su vez, disfrutaba mi rol de puta, “viste, papito?, viste que puta es tu mujer?”, pensaba que le decía a mi marido. Justo él, que siempre me decía que los hombres me miraban porque parecía una trola.

Estaban los tres en bolas, yo en la cama y con una pija en la boca. Habían puesto un celular a filmar todo, y había otro que pasaba de mano en mano que hacía otros planos. Estaba como loca, cuando me veía en la pantalla, más sacada me ponía. Los otros se acomodaron y el que me estaba haciendo el culo en el auto se puso atrás mío y me empezó a masajear los glúteos. Se sentía lindo, y vi que tenía un envase con crema de enjuague. Agarré la otra pija con la mano y sentí una escupida en el orto, y enseguida otra, me empezó a masajear el esfínter y a meter los dedos. Ahí le pude ver bien la pija y era algo respetable, la tenía dura como piedra y toda venosa. Le dijo al otro que la saque de mi boca y antes de que pudiera preguntarle si se había lavado, me la metió; me di cuenta que no se había higienizado, así que me la aguanté y el sabor a culo desapareció rápido. Pero él lo que quería era traspasarme la garganta. Me la metía con violencia y me gritaba cosas, “tragala puta”, “te acabo en el estómago”, “hoy te vas preñada”, o cosas por el estilo.

Esas guarradas me hacían calentar y de repente su verga traspasó mi garganta. La mantuvo unos segundos y cuando la sacó empecé a toser, ahí nomás me la mandó de nuevo y yo me la tragaba íntegra. Eso me hizo salir lágrimas de los ojos, que con el correr de los minutos hizo que todo el rimmel me formara ojeras. Después fue atrás y otro tomó su lugar, y él me la metió en el culo. Yo apenas me quejé, estaba dilatada pero no tanto. Igual me gustó. Sentía esa verga abrirse paso y llenarme de carne. También sentía sus contracciones cuando llegaba al fondo.

Ya se estaba sumando Diego, se había quitado toda la ropa y se sentó a los bordes de la cama y me acariciaba el cuerpo.

A esta altura, todavía no sabía los nombres de ninguno, excepto Diego. El que me estaba culeando volvió a sacarla y me la volvió a meter en la boca, esta vez el sabor se mezclaba con la crema de enjuague.

El que manejaba el auto se acostó boca arriba y yo me le monté, me la metí de una en la concha. El otro volvió y me la volvió a meter en el culo. Yo quería que se le pare de nuevo a Diego, y no tuve que hacer mucho, cuando empecé a pedir pija se calentó mucho. Yo decía en voz alta lo que me pasaba por la mente. “Reventame el orto!”, le decía al que me estaba enculando.

El que me estaba haciendo el orto era medio chanchito, pero me hacía calentar mucho. Yo le pedía que me destroce el culo, que me lo parta, y eso hizo que se le pare la pija a Diego nuevamente. Se la volví a mamar y le dije, “quiero que vos me cojas”.

Cuando salieron me recosté boca arriba y Diego se puso encima y me empezó a coger.

Estuvimos así un rato hasta que se le bajó.

Después me pusieron en el suelo con el culo apuntando arriba, al techo, y me empezaron a dar por el culo. Los sentía entrar y salir sin saber la pija de quién tenía adentro, no me importaba si eran cuatro o cuarenta.

A todo esto, les dije que no tenía idea de sus nombres ni edades, ni nada, y ellos lo mismo de mí. Me decían, “puta” o “putita”, ese fue mi nombre esa noche, “hace esto”, o “abrí la cajeta”, o lo que sea.

También se preguntaban entre ellos, “de dónde salió esta terrible puta?”.

Y yo me excitaba con esos calificativos, sentía como se mojaba mi concha.

Después, los tres se sentaron en la cama, y me pusieron a chuparles la pija, que nunca se lavaron, y como dije, hasta empecé a disfrutar el gusto a culo que tenían, creo que las chupaba con más ganas.

Iba de una a otra. El que manejaba, que también estaba todo depilado, me bajó la cabeza para que le chupe los huevos, se los lamí y me los metí de a uno en la boca. Pero lo que en realidad quería era que le chupe el culo, se sujetó las piernas con ambos brazos y se lo empecé a chupar, “hija de puta”, me decía, “qué reputa sos, nos chupas todo, el culo, la verga, y te tragas la leche”.

Yo me sonreí y seguí con mi lengua, que empezó a hacer presión en el orificio hasta que entró un poco. Después le mordí apenas los huevos y se los chupé de nuevo, y seguí con los otros, a los que también les comí todo.

Diego, en un momento que se le volvió a parar, me penetró de nuevo. Ahora sí la tenía dura y la sentía bien.

Cuando me avisó que iba a acabar me senté y abrí la boca sacando la lengua, quería comer su leche, y cuando largó su esperma en mi cara y mi boca, ya tenía a los otros al lado, pajeándose para acabar en mi cara, cosa que hicieron y no sé en qué orden, un par de lechazos en los ojos no me dejaron ver mucho, pero tenía la boca que rebalsaba. Uno de ellos la tenía tan espesa que parecía que se podía masticar. Sacaba la lengua para recibir todo el semen, que iba tragando. Todo eso fue filmado muy de cerca y me lo mostraron como había quedado. Tenía la cara blanca de leche y brillante, vi una pija que llevaba la leche de mi cara a la boca, también tenía unas ojeras oscuras y la lengua totalmente cubierta. Yo tragaba y después me pasaba la lengua por mis labios.

Cuando terminamos me di una ducha, eran como las tres ya. Le mandé mensaje a Inés y me mandó una foto de la pija del chico rubio, me dijo que Belén no estaba en el boliche pero que me quede tranquila.

Cuando salí del baño y todavía desnuda, les pedí que por favor no pasen los videos, y me dijeron que los iban a editar para que no se vea mi cara. Yo fui muy pelotuda y ellos bastante forros, al tiempo Diego me mandó un mensaje diciendo que los videos los habian subido muy editados, pero que uno de ellos se les pasó y se me ve perfecta la cara y como me cogen la concha y el culo. Me dijo que le habían puesto, “casada muy puta, gangbang”. Lo busqué y es un video de casi 9 minutos, me quería morir. Creo que no hay forma de quitarlo. Lo único que me dejó algo tranquila era que decía “mejicana”.

Me senté arriba del chico que tenía la pija grande y era el que estaba a mi derecha, lo quise besar pero medio se rehusó, creo que por la leche que me había comido, o no sé bien. Pero vino Diego y me abrazó de atrás y me hizo acostar con él y me acariciaba la cara, y él si me besó. Otro se acostó de mi otro lado. A los quince minutos me estaban cogiendo de nuevo, el que manejaba estaba al palo como si nada, se puso arriba y me garchaba sin parar, yo abría las piernas para sentir su pelvis apoyada en mi concha, así estuvo hasta que acabó adentro mío, después vino el que me hizo el orto de entrada y también me cogió y se descargó adentro. Podía sentir el calor de su leche en mis entrañas, después siguió el otro que hizo lo mismo y finalmente Diego, que no pudo acabar. Cuando terminaron les pregunté, si quedaba embarazada, quién se iba a hacer cargo del chico. Sentí unas risas medio forzadas.

Tenía la concha al rojo, me quise dar un bidetazo y me ardió todo, igual me lo di, pero en el camino de regreso sentí como la leche seguía saliendo de mi concha.

Llegamos al boliche a eso de las cinco. Entré y ellos detrás, me despedí con un beso a cada uno.

Inés y Belén ya estaban ahí esperándome.

“Como te fue?”, preguntó una.

“Bien, bárbaro “, respondí con una sonrisa.

“Pero te los garchaste?”, siguió.

“Si”, dije como si nada.

“Vos?”, pregunté, “ya vi la foto que me mandaste, la pasaste lindo, se ve”.

“Si, también muy bien”, me dijo, “y esta, que no habla tampoco la pasó mal”.

“Jaja”, se rió la otra.

Belén contó que cuando quedó sola se le acercó uno de los que estaban con el rubio de la ventana y fueron al auto con la excusa de conversar sin ruidos. Ahí empezaron los arrumacos, toqueteos y salieron a un autobar cercano donde cogieron.

“Ah, bueno. No te quedas atrás “, le dije entre risas.

Al rato volvimos, bastante cansadas y bien cogidas.

A Diego lo volví a ver un par de veces pero no funcionó, era bastante boludo el pobre.

Yo, con el tiempo, volví con mi amante pero no con mi marido. Pasaba que con Marce el sexo era y es casi místico. Con cuatro tipos no disfruté lo que me pasa y siento con él.

Tuve también otro episodio más adelante, con la intención de olvidarme de Marce que ya les contaré.