Sospechas y certezas (9)

Nuevos horizontes, logrando tal vez, una nueva estabilidad

(9) – Nuevos horizontes, logrando tal vez, una nueva estabilidad

Los primeros días de septiembre, Flavio de llamó a su despacho y al entrar, me dijo:

-FLAVIO: Hola Gabriel, Sentate por favor, ¿cómo va todo?

-GABRIEL: Hola Flavio, ¿Cómo estás? Ahí vamos, saliendo!

-FLAVIO: Bueno, me alegro! Tengo buenas noticias! Necesito que te notifiques, volvió el expediente del concurso de tu cargo y ya tiene fecha, es el quince de octubre. Hay tres postulantes en condiciones de cubrir el cargo, aunque tenés una leve ventaja, por estar ocupándolo desde hace más de dos años.

Yo quiero que seas vos el que lo gane, pero no voy a tener el examen antes del quince, lo envían por mail desde la Dirección Provincial ese mismo día.

-GABRIEL: Buenísimo Flavio! Me re alegra! Pero de todas formas no quiero ventajas, quiero ese cargo por mi mérito y esfuerzo.

-FLAVIO: Me parece bien! Por favor firmá estos papeles y listo, les va a llegar un mail a los tres, con toda esta información del acto.

-GABRIEL: Muchas gracias Flavio!

Salí de su oficina eufórico, por fin se me iba a dar y lo más importante era que mi salario se duplicaba.

El miércoles volvía Ruben de Miami y nos encontraríamos para cenar el viernes, me mandó un mensaje diciéndome donde cenaríamos y me adelantó que tenía mi regalo de cumpleaños.

Nos encontramos ese viernes, me dio un tremendo abrazo y el regalo que me había traído.

Nos sentamos en el restaurante y ordenamos la cena. En ese momento saque aquella caja de la bolsa impecablemente envuelta en un papel verde y al sacarlo, me sorprendió, era una cámara de fotos Nikon réflex con sus lentes, un trípode telescópico y una funda con correa para llevarla. Lo miré sin poder creerlo

-GABRIEL: ¿Y esto? ¿Estás loco Ruben? ¿Cómo me vas a hacer semejante regalo?

-RUBEN: No reniegues, así te dejas de sacar fotos con el teléfono y sacás fotos como la gente!

Ruben sabía que siempre me gustó sacar fotos y también que me habían robado mi cámara un día que por boludo, la dejé en el auto mientras hacía unas compras. Incluso en su oficina tenía un cuadro con una foto a contra sol que había sacado en un lago, en un viaje al sur con Mora.

-GABRIEL: Estás loco!

-RUBEN: No es para tanto, acá son caras, pero allá no!

Me levanté para darle un abrazo y agradecerle. Nos trajeron la cena y nos pusimos al tanto de lo ocurrido en esas dos semanas que había viajado. Le conté de mi noche de cumpleaños y se alegró diciéndome que de a poco iba a levantar cabeza. Le conté del concurso del cargo, se alegró mucho y brindamos por eso. Cómo siempre nuestra charla estuvo bárbara, me sentía muy comprendido y apoyado por Ruben en estos últimos meses. Es un gran tipo.

Para seguir con la buena racha de esos días, a principio de octubre, Flavio me avisa que había vuelto el otro expediente, en el que me reconocían el cargo que estaba ocupando por más de dos años y que el mes siguiente me depositarían el importe retroactivo correspondiente. Una locura! No era una fortuna, pero eran unos buenos pesos! Decidí que con ese dinero cambiaría el auto.

Llegó el quince, día del examen de concurso, era a las trece horas. Flavio esa mañana me llamó para desearme suerte, que estaba seguro que yo ganaría ese concurso. Aunque el examen fue bastante largo, lo terminé primero y lo entregué. El resultado llegaría por mail al Director al otro día. A pesar de estar seguro de mis conocimientos, estaba un poco nervioso, lograr ese cargo influiría notablemente en mi situación económica futura y me permitiría, cuando llegara el momento, retirarme con una buena jubilación.

Esa noche, solo en casa, me puse a pensar en cómo en pocos meses había cambiado mi vida, si las cosas hubieran sido diferentes, quizás en este momento estaría cenando con Mora y compartiendo estas buenas noticias con ella, pero así es la vida, voy tratando de entender, tratando de aprender de mis errores, y diciéndome que tendría que haber actuado de otra manera, el daño ya estaba hecho y en ese momento no me importó mas nada.

Mientras me tomaba el segundo whisky, me llegó un mensaje de María preguntándome cómo me había ido, como salí más tarde luego del concurso, al pasar por el bar de Cacho, ella ya se había ido.

Le conté que mañana tendría el resultado y que en algún momento iba a pasar por el bar a contarle.

Cruzamos varios mensajes y nos despedimos.

Seguí despierto un rato más, otro whisky y me fui a dormir.

Al otro día al entrar en la oficina, todos me miraban y sonó un estruendoso aplauso, no me hizo falta mucho para entender, que ya sabían el resultado, Flavio se acercó, también aplaudiendo y estiró la mano para felicitarme

-FLAVIO: Buenos días señor Jefe!

Y dirigiéndose a todos los compañeros, dijo:

-FLAVIO: Señoras y señores, les presento al nuevo Jefe del Departamento de Soporte técnico y atención de Usuarios, el señor Gabriel García!

Volvieron los aplausos y no pude evitar las lágrimas de emoción, se me había dado!

Al medio día, salí para almorzar en lo de Cacho y contarle la noticia a María, se iba a poner muy contenta.

Entré en el bar, María atendía una mesa y al verme, me hizo el gesto de ¿y?

Me acerqué a la barra y esperé que terminara de atender esa mesa, cuando se acercó, con cara de ansiedad me preguntó:

-MARIA: ¿Y qué pasó?

-GABRIEL: Perdón señorita, está usted hablando con el Jefe del Departamento

Y sin importarle nada, ni siquiera que Cacho estuviera ahí, me dio un abrazo y me felicitó. Cacho también lo hizo y cuando se fue para la caja, me dijo:

-MARIA: Gabi, esto hay que festejarlo! ¿Qué planes tenés para el viernes?

-GABRIEL: No tengo planes para este viernes!

-MARIA: Bueno, ya los tenés, este viernes vamos a cenar para festejarlo!

Me senté a almorzar lo de siempre, pero esta vez, Cacho no quiso cobrarme, “Obsequio de la casa para el nuevo Jefe”.

La verdad estaba contento, las piezas de mi rompecabezas, de a poco se iban acomodando, la angustia y la tristeza ya no eran mis compañeras de todo momento, solo lo eran algunas noches y los fines de semana.

Esa tarde me anoté en un curso de fotografía, aprovechando el regalo de Ruben, lo había postergando durante mucho tiempo y me decidí que ya era hora y me encontré con Javi hasta la hora en que tenía que entrar en su trabajo.

El viernes al salir del trabajo, pasé por el bar y le dije a María si no le gustaría que fuéramos a cenar a algún lindo lugar, me dijo que sí y quedamos que a las nueve de la noche pasaba a buscarla.

Llegué a casa, me bañé y me cambié pensando donde podíamos ir a cenar con María. Decidí que iríamos a un hermoso lugar que está en una zona con muchos bares, restaurantes y cervecerías.

A las nueve en punto, toqué timbre en casa de María, me contestó que ya salía y la esperé en la puerta.

Cuando abrió la puerta me quedé de piedra, María vestía una pollera marrón claro bastante corta, una camisa blanca, de mangas anchas, unos zapatos de taco marrones, el pelo recogido, preciosamente maquillada, unas argollas grandes en sus orejas y un collar haciendo juego, estaba realmente hermosa.

-GABRIEL: Guauuu!!  Estás preciosa María!

-MARIA: ¿Te gusta? Me vestí de mujer otra vez!

-GABRIEL: Creo que esta noche más de uno me va a envidiar!

-MARIA: Ay callate exagerado!

Subimos al auto y fuimos para esa zona, había bastante gente y tuvimos que estacionar a unas cuadras. Caminamos hasta el restaurante y pedimos una mesa en el patio, el lugar era realmente muy lindo, y no paraba de admirar a María.

La cena estuvo estupenda y la charla con María más aun, me encantaba estar con ella, me encantaba la confianza que nos teníamos y sobre todo me reía mucho.

Salimos del restaurante pasadas las doce, le propuse y a tomar algo a un bar donde se puede escuchar buena música y no suelen ir muchos jóvenes.

Entramos, había bastante gente, fuimos hasta la barra para pedir algo para tomar, yo le dije que me iba a tomar un whisky y María se tomaría un daiquiri. Con nuestras bebidas nos ubicamos en un lugar con sillas altas y pequeñas mesas a charlar y escuchar música. María me contaba del tiempo que hacía que no salía de noche. Nos volvimos a tomar otros tragos, bailamos un rato y como a las tres de la mañana, me dijo de irnos, que ya no daba más con los tacos, se había desacostumbrado a usarlos.

Llegamos a su casa casi a las cuatro de la mañana. Y la verdad es que yo la había pasado tan bien, que no quería dejarla e irme, tenía ganas de volver a pasar la noche con ella. Todavía dentro del auto le dije:

-GABRIEL: María, ¿puedo preguntarte algo?

-MARIA: Claro que sí! Y la respuesta es por supuesto, me encantaría!

Se sonrió con una mirada entre picara y dulce.

-GABRIEL: ¿Cómo sabes lo que te voy a preguntar?

-MARIA: Porque si no me lo preguntabas vos, te lo iba a preguntar yo.

Y me acerqué besándola suavemente, bajé del auto, abrí la puerta de su lado y ella bajó con los zapatos en la mano, abrió la puerta y cuando entramos al pasillo, la tomé por la cintura para detenerla y cuando se dio vuelta, la alcé y la llevé hasta su departamento. Ella me tomó del cuello y se reía, llegamos a su puerta y la abrió sin bajarse.

Esta vez no hubo tanto protocolo, dejó los zapatos en el piso y me abrazó dándonos un largo beso, mientras retrocedía lentamente hasta su dormitorio. Llegamos besándonos y le empecé a desprender la camisa, la deslicé por los hombros dejándola caer al piso, bajé el cierre de atrás de su pollera y sola cayó a sus pies. Tenía un conjunto blanco bastante más pequeño que el que le había conocido la primera vez y me encantaba ver su cuerpo con esas diminutas prendas.

Me fue desprendiendo la camisa sin dejar de besarnos y también cayó al piso. Mientras me desabrochaba el pantalón, me saqué las zapatillas y cuando lo sentí en mis tobillos levante ambas piernas para sacármelo. La besé con pasión mientras mis manos recorrían todo su cuerpo.

Nos terminamos de desnudar y ya acostados en la cama no comimos a besos, le besé cada rincón de su cuerpo, lamí aquellas hermosas tetas y sus duros pezones mientras ella acariciaba mi cabeza entremezclando sus dedos en mi cabello y gimiendo de gusto.

Fui bajando hasta llegar a su empapada entrepierna que recorrí por completo con mis labios y mi lengua hasta sacarle, entre jadeos, su primer orgasmo. Pero no me detuve, solo aminoré el ritmo, para segundos después volver a lamerla por completo, con sus manos en mi cabeza, acompañando mis movimientos, hasta que llegó el segundo, una locura!

Me acomodé entre sus piernas buscando su entrada con mi glande, y al encontrarla, comencé a penetrarla, lentamente, con suavidad pero hasta que toda mi pija estuvo en su interior. Ahí comencé a bombear lentamente al principio, para luego ir incrementando la velocidad y la intensidad, hasta que entre las apasionadas embestidas, tuvo su tercer orgasmo, aprisionándome con fuerza contra su cuerpo rodeando mi cuello con ambas manos, sacudiéndose mientras nos besábamos. Una delicia de mujer!

Me salí de su interior para cambiar de posición, ella se levantó y me indicó que me acostara boca arriba para montarme, sentándose sobre mi erección enterrándola por completa en su conchita en el primer sentón. Apoyó sus manos en mi pecho y se empezó a mover deliciosamente, yendo y viniendo, haciendo círculos con su pelvis, subiendo y bajando, mientras yo la tomaba del culo acompañando cada movimiento suyo, una locura!

Me miraba a los ojos y no tardó ni cinco minutos en volver a explotar en otro orgasmo. Apoyó su pecho contra el mío y me volvió a besar, aun en su interior, ahora fui yo quien elevaba acompasadamente mi cadera para penetrarla lo más profundamente posible mientras mis manos recorrían su espalda y su culo.

Se salió y me tomó de las manos, se puso en cuatro y con cara de deseo, me invitó a cogerla desde atrás, no me hice de rogar, y me perdí completamente en su interior, embistiéndola frenéticamente, casi desbocado sintiendo que ya no podría aguantar mucho más. Me sorprendió saliéndose hacia adelante y recostándose boca arriba con sus piernas abiertas y sus brazos extendidos para recibirme.

-MARIA: Me gusta mirarte a los ojos cuando me acabás!

Y no hizo falta más de tres o cuatro embestidas para derramarme por completo en su interior, mientras sus brazos me apretaban contra su cuerpo y me miraba fijamente a los ojos con una sonrisa.

-MARIA: Cómo me gustó! Qué hombre sos! Cómo me haces gozar! Me hacés sentir tan mujer!

Aflojé mis brazos, cayendo con mi cuerpo sobre el suyo un momento, hasta que mi erección  aflojó y me recosté a su lado y nos dormimos abrazados.

Pasamos el fin de semana juntos hasta el domingo a la tarde, no lo volvimos a hacer, pero fue un hermoso fin de semana, en que pude dejar de lado todo y disfrutarlo en paz. María conseguía darme esos momentos de paz que tan bien me hacían.

Venía de una sucesión de hechos que me habían empujado para adelante, con el cobro del retroactivo por el cargo en el Ministerio, cambié el auto, estaba muy conforme con mi Ford Fiesta gris y decidí cambiarlo por otro Fiesta ocho años más nuevo, pero esta vez de color blanco. Ya tenía el nombramiento como jefe y mi salario se había incrementado notablemente, iba muy bien con el curso de fotografía que me ayudaba a sobrellevar sobre todo los fines de semana, y  seguía jugando al pádel con el grupo de amigos.

Pero como tantas otras veces en mi vida, cuando las cosas parecen marchar sobre ruedas, algo me sacude y me hace tambalear.

El segundo viernes de noviembre, como lo hacíamos todos los meses, nos juntábamos con el grupo de pádel a cenar, a veces lo hacíamos en casa de Pablo, que tiene un hermoso quincho con parrilla, separado de la casa, otras en lo de Sergio, y la mayoría de las veces, íbamos a algún restaurante  o parrilla. Ese viernes coincidía con el cumpleaños de Mario y decidimos encontrarnos a las nueve y media de la noche en La Modelo, un restaurante clásico de la ciudad, donde suele ir mucha gente. Cómo las últimas veces, al no tener compromisos, yo era el primero en llegar y reservaba una mesa.

Llegué nueve menos cuarto, hablé con la señorita de la entrada para reservar una mesa para seis personas para las nueve y media. Me anotó y fui a la barra por una cerveza para la espera. Pasadas las nueve terminé la cerveza y decidí salir para fumar un cigarrillo, como en la vereda había gente cenando no quise fumar allí y crucé la calle apoyándome en la pared de un comercio que ya estaba cerrado, encendí el cigarrillo y en la segunda pitada, al mirar hacia a vereda del restaurante,  el corazón se me paró y me puse muy nervioso. Con un pantalón de jean, una camisa blanca y una chamarra marrón, sonriendo animadamente, caminaba Mora hacia la entrada del restaurante… del brazo de un hombre, que le hablaba y también sonreía. Más alto que ella, aunque ella llevaba zapatos de taco, elegantemente vestido y con algunas canas. Con el corazón acelerado, solo deseaba que no entraran allí, pero como las últimas veces con Mora, me volví a equivocar. Pararon en la puerta, hablaron con la chica de la recepción y entraron, ese hombre caballerosamente, le indicó que pasara ella primero, y para completar mi fortuna de aquella noche, se sentaron en la mesa pegada a la ventana que miraba hacia donde yo me encontraba.

Pensando que hacer, me terminé el cigarrillo y mandé un mensaje al grupo de pádel, preguntándoles si no tenían problemas en cambiar de lugar el encuentro, que acababa de entrar mi ex esposa con un hombre, y cenando allí, no me sentiría muy cómodo. Todos contestaron que no había problema y les dije de cenar en La Bodega de Don Enrique, y que yo iba para allá y reservaba la mesa.

Tenía que avisarle a la chica de la entrada, que suspendía la reserva, pero no quería cruzar la calle y que Mora me viera, no quería que se le ocurriera hablarme. Di vuelta a la manzana y llegué a la puerta, le dije a la señorita, que había surgido un imprevisto y que cancelaba la mesa reservada.

Encendí otro cigarro y fui hasta el auto, no pude sino ir recordando sus palabras de aquella tarde que me fui de casa, que yo era el amor de su vida y que nada haría que eso cambie. Me interrogué a mí mismo, ¿Qué, estas celoso? ¿Qué pretendías, que después del divorcio se quedara en su casa llorando?

Si vos todavía la amás, pero  te acostás con María! ¿Por qué creés que ella no haría lo mismo? Y la cabeza se me volvió a llenar de preguntas, ¿Todavía seguiría amándome? ¿Estaría saliendo con ese hombre? ¿Ya se habría acostado con él? Me sentía un tarado cuestionándome todo esto, si yo había decidido divorciarme de Mora, estaba en todo su derecho de estar con otro hombre. Lo que hacía que volviera a sentir ese dolor en el pecho, la puta madre!

Llegué, había lugar aun y pedí una mesa para seis. Me senté y pedí una cerveza, tenía que tratar de poner la cabeza en otro lado y dejar de darle vueltas a lo que había visto, ya está Gabriel, está con otro hombre.

Llegaron todos y cenamos, por suerte pude olvidarme de lo ocurrido y disfrutar de aquel encuentro.

Llegué a casa y a pesar de lo que había tomado, me tomé dos whiskys, sobre todo pensando en que me quedaba el fin de semana por delante. Me habían vuelto esos pensamientos que me quitaban la tranquilidad, en todo este tiempo no he podido sacarla de mi cabeza, menos de mi corazón, la puta madre!  tengo que hacer algo, ¿terapia quizás?...o encontrar la forma de olvidarme de ella…