Sospechas y certezas (6)
Certezas, malditas certezas y la madre que la parió!
(6) – Certezas, malditas certezas y la madre que la parió!
Dejé a Mora en la escuela y llegué al Ministerio, a media mañana Flavio me dijo que tendría que ir a Pilar, una localidad a unos ciento veinte kilómetros de la ciudad, a resolver un par de temas. Le pregunté si en algún día estipulado y me dijo que yo lo decidiera y le avisara.
Llegué a casa por la tarde y Mora no estaba, llegó cerca de las siete de la tarde, se dio un baño y nos sentamos a cenar.
Durante la cena, le comenté:
-GABRIEL: esta semana tengo que viajar a Pilar, hay que resolver un par de cuestiones allí.
-MORA: ¿Y qué día vas?
-GABRIEL: No se aun, supongo que jueves o viernes.
-MORA: ¿podrás ir el viernes? Ese día hay desinfección en la escuela y no hay clases. Para no tener que irme el jueves en colectivo.
-GABRIEL: Si claro, para mi es lo mismo.
Pasaron esos días sin pena ni gloria, como venían siendo últimamente.
El viernes saldríamos temprano para Pilar, el gordo Mario, me dijo que tipo siete de la mañana estuviera en el Ministerio.
Seis menos cuarto de la mañana sonó mi despertador, me levanté, me duché y bajé a preparar el desayuno.
Subí con la bandeja, la dejé sobre mi mesa de luz y me despedí de Mora con un beso en la frente para no despertarla. Re dormida me miró y me dijo: Buen viaje!
Tomé mi mochila y la puse en el auto. Volví a buscar un disco rígido externo con programas y datos que necesitaba y de camino al garaje, recordé que el auto tenía una perdida y necesitaba agregarle agua.
Le agregué el agua, saqué el auto del garaje y me fui para el Ministerio. Era tan temprano que pude estacionar a media cuadra.
Eran casi las ocho y media y el gordo aun no había llegado. Llegó y me dijo que lo disculpara, pero había llegado a las doce de la noche de un viaje a Pinamar y necesitaba descansar un rato.
Salimos y me dijo que parábamos en una estación de servicio, cargaba combustible, se tomaba un café y salíamos para Pilar y que de camino levantábamos a un médico que iba también.
Pasaban de las nueve y mientras tomábamos el café, recibí un mensaje de Mora: “¿Ya en Pilar o todavía en viaje?”. Me extraño el mensaje, pero le contesté que se había retrasado, que estábamos en la estación de servicio tomando un café y que de ahí nos íbamos.
Al subir a la camioneta y tomar mis cosas, me di cuenta que había olvidado el disco rígido en el estante del garaje cuando le había puesto agua al auto.
Sabía que estábamos un poco lejos de casa, el gordo me iba a matar, pero sin ese disco mi viaje a Pilar no tenía sentido.
-GABRIEL: Gordo, me vas a matar! Me olvidé en casa un disco rígido que tengo que llevar, como un boludo lo apoyé en un estante del garaje mientras le echaba agua al auto y me lo olvidé, perdón!
-GORDO: No pasa nada Gabi, damos la vuelta!
Pasadas las nueve y media llegamos a casa, la cuadra estaba llena de autos, de la mutual de enfrente, el gordo pasó por la puerta de casa y estacionó en la otra cuadra.
Al pasar por casa, un auto blanco en la entrada de casa. El corazón se me aceleró, ¿sería el de ese tipo o de alguien que iba a la mutual? No era la primera vez que alguien dejaba el auto en casa.
Bajé de la camioneta y caminé casi una cuadra hasta casa, mil cosas me pasaban por la cabeza, ¿Estaría ese tipo en casa? ¿Por eso Mora me habría preguntado si ya estaba en Pilar?
Aceleré el paso, al llegar miré el auto, era un Fiat del mismo modelo y color del que había visto a mi mujer bajar tantas veces. Pensé, o es un amigo y están tomando unos mates, o el peor escenario, estaba cogiendo con él en casa.
Decidí entrar por el garaje, la puerta del frente hace ruido. Cerré silenciosamente, tomé el disco rígido del estante, ya en el lavadero podía ver por la ventana que en el comedor no había nadie. Llegué a la cocina, tampoco estaba Mora. Dos pasos más y en la mesita del estar, había dos tazas de café, el corazón se me empezó a acelerar. Solo me quedaba subir, sin hacer ruido subí un par de escalones y me pareció escuchar música, no de la que solía escuchar ella y no muy fuerte, era un reggaetón o algo así que me parecía venir de mi dormitorio. Subí un par de escalones más, desde donde podía ver que la puerta del dormitorio estaba abierta, traté de agudizar el oído para tratar de escuchar lo que ahí pasaba, los ruidos de la calle me confundían. Un escalón más y escuché gemidos, la puta madre! ¿Mi mujer se estaba masturbando viendo un video con esa música de fondo o está cogiendo con ese?
Un escalón más y podía ver el borde de mi cama, pero no lo que pasaba en ella.
Tomé coraje y subí lentamente otro escalón, ese escalón que bastó para que el huracán me arrastrara, destrozando todo cuanto creía seguro, un interminable remolino de tristeza, dolor y angustia que me perforaba el pecho, un tremendo frio que me invadía dejándome sin control de mi cuerpo. En mi casa, en mi propia cama, mi amada esposa, a cuatro patas, con las manos apoyadas en el espaldar de nuestra cama, sus tetas colgando y bamboleándose al compás de las embestidas, que otro hombre asestaba contra su cuerpo, los inequívocos gemidos de ambos daban cuenta de lo que allí pasaba, no podía ver la cara de ninguno de los dos, pero podía ver como las manos de aquel tipo iban de las caderas de mi esposa a sus tetas, que apretaba y volvían a sus caderas para pegar sus cuerpos en cada vaivén, me quedé inmóvil, como clavado al piso, como enterrado en la arena con solo la cabeza afuera, una tremenda puntada en el pecho, un frio que me traspasaba, la transpiración que sentía correr por mi cara y mi espalda y aquel temblor en el cuerpo.
No sé cuánto tiempo estuve mirándolos, si fueron segundos o años, pero ya no podía seguir ahí, me volví sobre mis pasos, bajando silenciosamente cada escalón con ese remolino de angustia, dolor, decepción, ira y tristeza dando vueltas sobre mi cabeza, las lágrimas no paraban de brotar de mis ojos, todo aquello sobre lo que estaba parado se había desvanecido, dejándome en el aire, solo con ese dolor que me atravesaba. Bajé hasta el último escalón, me di vuelta, intentando encontrar una manera de afrontarlo, pensando cómo actuar, cuando me vinieron a la cabeza las palabras de Ruben, “No hagas locuras, no te cagues la vida”, cómo me la iba a cagar, si ya la tenía cagada, y bien cagada!
Decidí irme de ahí, salir por el garaje como había entrado, al pasar por el lavadero, me mojé la cara para tratar de calmarme. Tenía que pensar en frio, me había dicho Ruben. Lo hecho, hecho estaba y me tenía que tranquilizar para pensar cómo actuar. Cualquier otro hubiera entrado a los gritos y hubiera desparramado trompadas por doquier, pero yo me sentía quebrado y no quería mostrarles mis lágrimas a ninguno de los dos.
Salí de casa, le tomé una foto a la patente del auto, tenía que saber quien mierda era ese tipo. Caminé unos metros y lo llamé a mi Director:
-GABRIEL: Hola Flavio, cómo estás?
-FLAVIO: Hola Gabriel, ¿todo bien?
-GABRIEL: Te quería preguntar si no habría problema en postergar el viaje a Pilar para la semana que viene, se presentó un problema familiar y se me complica viajar.
-FLAVIO: Si Gabriel, no hay problema, ¿todo bien? ¿Algún problema grave? ¿Hay algo en que te pueda ayudar?
-GABRIEL: No gracias Flavio, no es de vida o muerte, después te contaré, necesitaría tomarme el día de hoy si no hay problema.
-FLAVIO: Claro que sí, tomátelo tranquilo, yo lo arreglo y cualquier cosa que precises me llamás.
-GRABRIEL: Gracias Flavio, luego te cuento.
Corté con él y fui hasta la camioneta para avisarle al gordo que no viajaba.
-GABRIEL: Perdón gordito, me surgió un problema familiar y no puedo viajar, vamos la semana que viene. Ya le avisé a Flavio.
-GORDO: Dale, no hay problema, vamos que te dejo en el Ministerio.
-GABRIEL: No gracias gordito, andá que es re tarde, después voy a buscar el auto. Gracias y perdón que te retrasé.
-GORDO: No pasa nada, nos vemos!
Tomé mi mochila y caminé sin saber por dónde, sin mirar nada ni a nadie, las lágrimas me brotaban y pensé en volver a casa para ver cuando se iba ese tipo. ¿Para qué? ¿Qué sentido tenía? Si estuvo diez minutos o cuatro horas era lo mismo.
Caminé las veinte cuadras hasta el Ministerio me subí al auto, respiré hondo para tranquilizarme y lo llamé a Flavio.
-GABRIEL: Hola Flavio, ¿podremos hablar unos minutos fuera del Ministerio?
-FLAVIO: Si claro, ¿Dónde estás?
-GABRIEL: En el auto, a la vuelta, un Fiesta gris a mitad de cuadra
-FLAVIO: Estoy yendo!
En un par de minutos se subió al auto y con lágrimas en los ojos le conté:
-GABRIEL: Perdón por todo esto, es que…
-FLAVIO: Tranquilo Gabriel, ¿Qué pasó?
-GABRIEL: Me olvidé en casa el disco rígido con lo que necesitaba para ir a Pilar y al entrar en casa, encontré a mi esposa con otro tipo en mi cama.
-FLAVIO: Ay Gabriel, la puta madre! ¿Y qué hiciste?
-GABRIEL: Nada! Me morí ahí mismo y me fui de mi casa, y te llamé porque no tenía cabeza para viajar a Pilar.
-FLAVIO: Hiciste bien, no es bueno actuar en caliente, ahora tenés que tranquilizarte y ver cómo seguir, si necesitás tomarte días, me decís y te tomas unas vacaciones.
-GABRIEL: Gracias Flavio, la verdad no sé como resultará todo esto, perdón que te hice salir así, pero no quería entrar con esta cara.
-FLAVIO: Tranquilo, no pasa nada, el tema del trabajo lo arreglamos, ahora tenés que pensar tranquilo lo que vas a hacer, pero si aceptás un consejo, no hagas una locura, si el matrimonio se rompe, duele ya lo sé, pero de eso se sale, la vida sigue, tenes toda una vida por delante y si es necesario, se arranca de nuevo. Yo pasé por una separación bastante traumática, pero con el tiempo se puede seguir adelante. Fuerza y cualquier cosa que precises, me llamás.
-GABRIEL: Muchas gracias Flavio! Te tengo al tanto.
Me dio un apretón de manos y bajó del auto. Arranqué y manejé sin rumbo, buscando una claridad que no encontraba, di vueltas hasta que paré en un mercado me compré una botella de whisky y un atado de cigarrillos. Me tomé varios tragos y me prendí un pucho, hacía más de dos años que no fumaba, pero en ese momento no me importaba nada.
¿Qué tenía que hacer, volver a casa? ¿Cómo volvería, con qué cara? ¿Qué le diría? ¿Qué me respondería mi esposa? Demasiadas preguntas que no podía responder.
Tomé una de las avenidas que salen de la ciudad para ir vaya a saber adónde, a cualquier lado. Hice varias cuadras y al pasar por un enorme salón de ventas de colchones y somier, paré. Si decidía volver a casa o no era un tema, pero que siguiera ahí el maldito colchón donde los había visto, no lo soportaría.
Compré un colchón con la condición que lo entregaran esa misma tarde, me dijeron que solo sería posible después de las seis de la tarde. Estuve de acuerdo y me fui.
Salí de la ciudad, tomé una ruta a no sé donde, miré mi teléfono, eran casi las doce del día y llorando lo llamé a Ruben.
-GABRIEL: Hola Ruben!
-RUBEN: Hola Gabriel, ¿todo bien?
-GABRIEL: No Ruben, todo mal!
-RUBEN: ¿Qué pasó?
-GABRIEL: Los vi Ruben, vi a mi esposa cogiendo con ese hijo de puta en mi cama!
-RUBEN: No te puedo creer! ¿Y qué hiciste? ¿Dónde estás?
-GABRIEL: Me fui! Ni sé donde estoy!
-RUBEN: ¿Qué hiciste cuando los viste?
-GABRIEL: Nada, me quedé de piedra, inmóvil, no pude hacer nada y me fui! Qué cobarde!
-RUBEN: Ningún cobarde! Hiciste bien! Decime dónde estás que ahí voy!
-GABRIEL: No tranquilo Ruben, te agradezco, pero necesito estar solo, necesito pensar que es lo que quiero hacer. Necesito aclarar la cabeza!
-RUBEN: Te pido que no hagas ninguna locura!, que cualquier cosa, a cualquier hora me llames, si decidís no volver a tu casa me avisás, por favor, voy a estar pendiente de tu llamado y si necesitás hablar, me lo decís, ¿de acuerdo?
-GABRIEL: Te lo agradezco Ruben, cuando decida que hacer te llamo y gracias por estar!
-RUBEN: No tenés nada que agradecer, ¿para qué están los amigos si no es para los momentos difíciles?
Prometeme que no vas a hacer ninguna locura!
-GABRIEL: Tranquilo Ruben, no voy a hacer locuras, si no la hice en ese momento, no creo poder hacerlas.
-RUBEN: Por favor llamame!
-GABRIEL: Si claro, gracias, te mando un abrazo.
-RUBEN: Un abrazo, mi viejo!
Seguí manejando por esa ruta, sin rumbo, parando cada tanto para tomar otros tragos de whisky. Eran las tres de la tarde y no sabía ni donde estaba, apagué el teléfono, no quería hablar ni escuchar a nadie, solo ahogar este dolor, anestesiarlo.
Compré un sándwich para mandarle algo al estómago, paré a la sombra de un árbol al costado de la ruta, estuve bastante tiempo mirando la nada, al horizonte.
Necesitaba tomar una decisión, volver a casa y enfrentar a Mora o irme directamente sin dar ninguna explicación, ¿qué tendría que explicarle que ella no supiera? ¿Qué le diría, que los cuernos no me sentaban bien?
Tenía la cabeza llena de preguntas, ¿desde cuándo estarían cogiendo?, ¿sería esa la primera vez?, ¿habría cogido con ese tipo cada vez que volvía con él a casa? Este sólo pensamiento sacaba, lo más irascible de mi ser!
Mi mente la odiaba, pero mi corazón no. ¿Sería yo capaz de perdonarle una infidelidad? ¿Si yo le hubiera sido infiel, esperaría su perdón? Mi cabeza era un kilombo!
En ese momento decidí que quizás, tendría que escuchar lo que me diría. Sin darme cuenta el paso de las horas, ya empezaba a caer la tarde, eran las siete y media. Tomé el último trago de whisky que quedaba en la botella, me fumé otro cigarrillo y tomé esa ruta en dirección a La Plata.
Entré en la ciudad, el reloj del auto marcaba casi a las nueve de la noche yo tenía un agujero en el estómago por el whisky y por los nervios. Decidí prender el teléfono, y una catarata de mensajes, audios y llamadas de Mora inundaron la pantalla del móvil.
Catorce llamadas, ocho audios y cerca de veinte mensajes, preguntándome que había pasado, porqué no contestaba el teléfono, que estaba preocupada, que estaba desesperada y un montón de cosas más, ¿Qué pasaba, se habría acordado de repente que tenía un marido?
Decidí mandarle un mensaje: “Tuvimos problemas con la camioneta y me quedé sin batería, recién lo enchufé en el auto”.
Su respuesta fue inmediata: “Gracias a Dios, ya no sabía que pensar, creí que te había pasado algo!”
A los veinte minutos estaba en casa, abrí la puerta y Mora apareció corriendo desde la cocina, me abrazó como hacía días que no lo hacía, fuerte, pegando su cuerpo al mío, y llorando me besó un montón de veces. Y ahí como un pelotudo, bajé la guardia, se me fue todo cuanto había pensado decirle, los reclamos, las broncas, el engaño en mi propi cama, me desarmé y solo me salió decir:
-GABRIEL: Tranquila que no pasó nada, solo un problema con la camioneta cuando volvíamos y el teléfono se me había apagado, el gordo alcanzó a llamar al auxilio y también se quedó sin batería.
-MORA: Estaba desesperada! Nunca volvés tan tarde de los viajes! No sabía qué hacer! Me muero si te pasa algo!
-GABRIEL: Tranquila que no me pasó nada, ya volví sano y salvo.
Ironicé tan solo para mí, en verdad venía destruido por lo que había visto esa mañana.
Me dijo que había preparado algo para comer, pero le dije que no tenía hambre, que había comido un choripán en la ruta y que no me había caído bien. Que me daba un baño y me iba a la cama.
Ya un poco más tranquila, me preguntó:
-MORA: ¿Y este colchón?
-GABRIEL: Esta mañana, me llegó una promoción y me pareció buena, veinte por ciento de descuento, en doce cuotas sin interés y a pagar la primera en junio. Aproveché!
Subí a darme un baño, ya debajo del agua me puse a pensar como seguiría todo esto. ¿Qué se hubiera desesperado pensando por qué no llegaba y decirme que se moría si me pasaba algo, significaba que aun me amaba? Pero con lo que había visto esa mañana, no me lo podría creer ¿Qué habría sido un desliz y todo volvería a ser como antes, que esperaba? ¿Me diría en algún momento lo que pasó con este tipo?
Mientras me bañaba, decidí que al menos escucharía sus razones, sus explicaciones. Se me ocurrió pensar que si nuestro amor era de verdad, podría intentar superar este revés, siempre que mi corazón me dijera que sentía su amor, que podía ver su arrepentimiento y su sincero pedido de perdón. Pensaba como me comportaría yo, si le hubiera sido infiel y que esperaría de ella.
Salí de baño, bajé y llevé la ropa sucia al lavadero. Por la ventana, vi las sábanas colgadas. Por lo menos se había dignado a cambiar las sábanas. Al volver me puse a desembalar el colchón, al verme me dijo:
-MORA: ¿No querés dejarlo para mañana eso?
-GABRIEL: No, ya que cambiaste las sábanas aprovechamos y cambiamos también el colchón.
-MORA: esperá que te ayudo.
Entre los dos lo subimos, desarmamos la cama, sacamos el colchón viejo y pusimos el nuevo. Yo bajé el viejo para llevarlo hasta el garaje, mientras Mora volvía a armar la cama.
Subí y cuando terminó de armarla me acosté, con gesto de estar reventado.
Mora bajo a buscar su teléfono, apagó las luces y subió. Dejó el teléfono en su mesa de luz y fue al baño. Aproveché ese momento, para fisgonear el móvil. Para mi sorpresa, ya no tenía el código de desbloqueo, pero decidí no mirar nada y lo volví a dejar en su lugar.
Se acostó y me acariciaba la cabeza hasta que me quedé dormido.
Como a la una de la mañana me desperté con un fuerte dolor de estómago y ganas de vomitar, fui al baño y vomité todo, Mora estaba parada en la puerta del baño preguntándome cómo me sentía. Volví a la cama y me volví a dormir, pero no por mucho tiempo, me volví a despertar con esas puntadas y volví a vomitar, ya no tenía nada más por sacar, me quedaba el dolor, pero eso no se va con el vómito.
Abrí los ojos y la vi sentada en la cama leyendo un libro, no sabía qué hora era, seguía con esas puntadas en el estómago, un terrible dolor de cabeza y un hueco en el pecho.
Cuando se dio cuenta que estaba despierto, me preguntó cómo me sentía, me ofreció un té, una tostada, que tomara líquido y más atenciones que veía como a la distancia, me dolía el pecho y no me salían las palabras, todo era monosílabos. Eran las dos de la tarde, después de unos sorbos de té y un pedazo de una tostada, me volví a dormir, solo quería dormir y despertar de este horrible sueño.
Me volví a despertar y Mora no estaba en la cama, desde el baño, pude escuchar que estaba en la cocina. Fui al cajón de los medicamentos a buscar una de esas pastillas que Mora solía tomar para dormir y me tomé una, solo quería dormir.
Volví a despertarme y ella estaba sentada en la cama con su computadora viendo una serie con sus auriculares puestos. Estuve un momento observándola, viendo delante de mí a la persona que tanto amaba y que tanto dolor me causaba. ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué tengo que decirle? Se me planteaba sentimientos opuestos, si no decía nada, quizás todo siga como antes, pero sabiendo de su engaño, ¿cómo podría confiar en ella? Me imaginaba intentando saber cada movimiento suyo para saber si me volvía a ser infiel y eso me volvía loco, o confrontarla con lo que había visto y que todo se terminara, pero…
Me pasé el fin de semana en la cama, casi todo el tiempo durmiendo y con Mora a mi lado, como si nada hubiera pasado.
El lunes volvimos al trabajo, desayunamos como todos los días y salimos, llegamos a la puerta de su escuela y antes de bajar, me miró, me tomo con ambas manos de la cabeza, me besó y me dijo que me amaba. Me fui para el Ministerio con lágrimas en los ojos, como podía decirme que me amaba!
Llegué y lo primero que hice al entrar, fue ver a Flavio.
-GABRIEL: Hola Flavio, ¿tenés dos minutos?
-FLAVIO: Hola Gabriel, si claro, pasá. ¿Cómo va la cosa? ¿Más tranquilo?
-GABRIEL: Ahí, todavía en casa pero no se por cuanto tiempo. Te quería agradecer por lo del viernes, estaba realmente mal y no podía viajar. Si te parece, voy mañana.
-FLAVIO: Todo bien Gabriel!, andá cuando vos quieras, si podés mañana, te pido una camioneta.
-GABRIEL: Si dale pedila y voy mañana! Gracias!
Salí del Ministerio, y esta vez era yo el que no quería volver a casa, me quedé un buen rato tomando un café en el bar de Cacho, luego di unas vueltas por ahí y llegué a casa como a las siete de la tarde.
Mora estaba preparando algo para la cena. ¿Por qué había cambiado de repente su actitud?, ¿Se sentiría culpable por lo que pasó el viernes? Claro!
¿Habría estado tonteando con ese tipo y se le habría ido de las manos? ¿Estaba tratando de compensarme?
No seas boludo Gabriel!, te cagó y todavía te preguntás por qué! Te cagó y ya! Lo hecho, hecho está!
Y esa imagen no se iba de mi cabeza…