Sospechas y certezas (3)
Sospechas, ¿acaso hay razones para sospechar?
(3) – Sospechas, ¿acaso hay razones para sospechar?
Una tarde de principios de marzo, volví a casa al salir del ministerio, no tenía ningún trabajo particular y llegué pasada las dos y media de la tarde. Era un martes y Mora no estaba en casa, me cambié, preparé unos mates y me puse a hacer algunas cosas de la casa. El haber vivido solo después del divorcio de mi primera esposa, había hecho que ninguna tarea del hogar me fuera ajena, lo que hubiera que hacer en casa, lo hacíamos Mora o yo, era indistinto, ambos limpiábamos la casa, hacíamos las compras, la comida, lavábamos la ropa o lo que fuere.
Tomé los mates mientras descolgaba la ropa seca para doblarla y guardarla, algo que Mora si odiaba, guardar la ropa en el placard.
Subí a nuestra habitación y fui guardando cada prenda en su lugar, por último mis bóxer en el cajón y la ropa interior de Mora en el suyo. Al abrir el cajón, su ropa estaba un poco desordenada, la acomodé y una bolsita muy coqueta, de esas que tiene una cuerdita para tirar y cerrarla en el fondo del cajón, me llamó la atención. La abrí y me encontré con un conjunto de ropa interior blanco, súper sexy, con encajes y transparencias, tomé la bombachita y mi pene dio un respingo de solo imaginar a Mora allí adentro, un minúsculo triangulito en la parte delantera y otro en la parte de la cola y el corpiño de breteles desmontables y de un tamaño que imaginaba que no cubriría las tetas de Mora. Volví a dejarlo en su lugar, pensando que lo habría comprado para sorprenderme, sabiendo lo que me gusta verla con esos conjuntitos, y no quería que se diera cuenta que ya lo había visto.
Estaba en la habitación de arriba, que tiene ventana hacia la calle, cuando escuché que un auto paró en la puerta de casa, era un Fiat blanco cuatro puertas, mi esposa bajó del lugar del acompañante y luego de algunas palabras con quien conducía, entró a casa. Yo bajé la escalera pensando que era un remís o un Uber, nos saludamos, le pregunté si quería tomar unos mates, me dijo que sí, pero antes se iba a dar una ducha porque habían caminado mucho con Julia y estaba transpirada.
Cuando salió del baño, tomamos unos mates y me contó que habían caminado mucho mirando vidrieras con su amiga y que luego de un café, la había traído. En ese momento pensé que Julia habría cambiado su auto. Mora trajo sus carpetas de la escuela y se puso a trabajar y yo a preparar la cena. Luego de la cena, ella trabajó un rato más y nos fuimos a dormir.
El jueves volví a llegar temprano y Mora tampoco estaba. Como siempre, me cambié y me puse a hacer cosas de la casa. Pasadas las ocho de la noche, me llamaba a atención que mi esposa no llegara, los jueves va a yoga desde las cinco hasta las seis de la tarde y luego de tomar algo con Julia suele volver más o menos a las siete. Estando arriba, escuché nuevamente que un auto paraba en la puerta de casa, era el mismo Fiat blanco, bajé apurado para ver desde la ventana de abajo, si era Julia la que manejaba ese auto. Igual que el día anterior, Mora abrió la puerta del acompañante y bajó un pie mientras hablaba con quien conducía, no podía ver bien quién era, Mora me tapaba la visión. Cuando mi esposa bajó, pude ver, que quien manejaba era un hombre, un hombre al que yo no conocía. Me fui para la cocina para no quedar como un espía, aunque así me sentía.
Me saludó y me dijo que se daba un baño antes de cenar. Yo ya tenía todo preparado para la cena y a los cinco minutos de que ella estuviera en el baño, decidí entrar a la ducha como tantas otras veces. Me saqué toda la ropa y entré al baño, corrí la cortina y me paré detrás de Mora que estaba de espaldas a mí, lavando su cabeza, la admiré desde atrás y pasé mis brazos por sus costados y le tomé directamente las tetas antes de arrimarla desde atrás. Su reacción me dejó de piedra y me gritó sin darse vuelta:
-MORA: ¡Hay la puta que te parió! ¿Qué haces?, ¡estás loco! ¿Qué te pasa? ¿Por qué me haces esto Gabriel?
Me quedé sin reacción y sin palabras, no recordaba la última vez que Mora me había gritado así. Solté sus pechos y salí de la ducha tal cual había entrado. Me sequé lo poco que había alcanzado a mojarme esperando que Mora me dijera que no me vaya, que la perdone por hablarme así y que volviera a la ducha con ella. Pero eso no pasó, volví a vestirme con la ropa que traía puesta y bajé a la cocina un tanto enojado a preparar todo para cenar.
Al rato bajó y supuse que habría algún comentario sobre el incidente de la ducha, pero estaba seria, como contrariada y no dijo nada.
-GABRIEL: ¿estás bien amor? ¿Pasó algo?
-MORA: No, nada. Es que el trabajo me tiene loca y vos encima me hiciste pegar flor de susto en el baño.
-GABRIEL: Perdón corazón! No era mi intención asustarte, solo que nos bañáramos juntos como tantas veces.
-MORA: Si, ya sé.
Zanjó el tema y no hablamos más del incidente, cenamos y nos fuimos a la cama.
La noche del viernes, Mora se juntaba con sus amigas a cenar, como todos los meses y yo me quedaría en casa.
Llegué de trabajar ese viernes y como estos últimos días, Mora no estaba en casa. Llegó pasada las siete y media directamente a bañarse y cambiarse para la cena. Por supuesto llegó en el dichoso Fiat Blanco de los últimos días. ¿Tendría que comenzar a sospechar de mi esposa? ¿Por qué este cambio de actitud? ¿Por qué me había mentido u ocultado ciertos detalles? ¿O sería yo que estaba viendo cosas en donde no las hay? Quizás me estaba persiguiendo y comportando como un marido celoso e inseguro.
Se cambiaba en nuestro dormitorio, mientras yo estaba en la cocina, preparándome algo para cenar, la escuché bajar apurada, me dijo que ya se tenía que ir que era muy tarde, cuando la vi, me quedé con la boca abierta, estaba preciosa, con un vestido floreado que alguna vez había utilizado para una fiesta, unas sandalias blancas, el pelo recogido, maquillada hermosamente y un par de argollas plateadas que completaban el atuendo. No me contuve y le dije que estaba hermosa. Me saludó con un pico de esos que dan las mujeres cuando no quieren despintar sus labios y salió. Julia la esperaba en el auto, subió y se fueron.
Yo me dispuse a tomar mi cerveza con un pedazo de queso, unas fetas de jamón y unos tomatines, mirando algún partido de futbol.
Después de cenar, junté y ordené todo y me fui al sillón del estar a ver alguna de las series que llevo empezadas. Miré un par de capítulos mientras me tomaba un whisky y ya eran las dos menos cuarto. Decidí mirar otro capítulo tomando otro whisky con la esperanza de que Mora llegara y por fin hiciéramos el amor, como algunas veces había pasado luego de sus juntadas.
Pasadas las tres de la mañana, me venció el sueño y decidí irme a la cama. Al llegar al dormitorio, me dio por volver a mirar ese conjuntito blanco que me había gustado, pero en la bolsita solo estaba el corpiño, faltaba la bombachita. ¿Se la habría puesto esa noche o ya la habría usado antes? ¿Entonces no era una sorpresa para mí? Me extrañó y me preocupó, me volvieron ciertas sospechas, ¿Qué más me ocultaría mi esposa? ¿Por qué? ¿Qué estaba ocurriendo?
Casi a las cuatro de la mañana, tomé el teléfono para enviarle un mensaje a Mora, preguntándole si todo estaba bien. Después de releerlo decidí no enviarlo, no quería parecer un controlador de la hora de llegada de mi esposa.
Daba vueltas en la cama sin poder dormir, la última vez que miré la hora en el teléfono, habían pasado diez de las cinco y ya no recuerdo más.
No escuché a qué hora llegó, ni quien la trajo a casa, ni en qué estado.
Me desperté pasada la una del mediodía del sábado, Mora seguía durmiendo con los remerones que acostumbra, lo tenía levantado y miré para ver si tenía esa bombachita banca puesta. No fue así, pero algo me inquietó, por ciertas pequeñas zonas de encaje de la bombacha que tenía puesta, no veía sus vellos púbicos, ¿los tenía más recortados que de costumbre o se habría depilado toda la vagina? Necesitaba estar seguro de eso, nunca lo había hecho para mí, a pesar de habérselo pedido muchas veces. Si había decidido depilarse toda su conchita, ¿por qué no me había dicho nada, por qué no me lo habría mostrado?
Bajé a preparar el desayuno, aunque por la hora no sabía si preparar el desayuno o el almuerzo. Preparé ambas cosas y me senté en el comedor a mirar un poco de televisión y a pensar todo lo que venía sintiendo en estas últimas semanas.
Casi eran las cinco de la tarde, cuando escuché bajar a Mora con cara de aún seguir dormida.
Le preparé un café con unas tostadas y le pregunté:
-GABRIEL: ¿Cómo estuvo anoche? ¿Cómo la pasaron? No te escuché llegar, miré una serie como hasta las dos y media y me fui a dormir.
-MORA: Bárbaro, como siempre! Y después me trajo Julia como a las tres y media.
Nuevamente mi esposa me había mentido, ¿realmente la habría traído Julia? ¿Por qué no me dijo la verdad sobre la hora en que llegó? Yo nunca le he cuestionado sus salidas ni la hora en la que ha vuelto.
Ese sábado era el cumpleaños de su madre y se reunía la familia en su casa. Le pregunté a Mora que le había comprado a su mamá y me contestó:
-MORA: Uh!, ni me acordé del regalo. No importa, le digo que en la semana vamos al centro para que se elija algo que le guste.
-GABRIEL: ¿querés que le compre unas flores?, como para no caer sin regalo y que tus cuñadas nos critiquen.
-MORA: Ay! Si, ¿podrás?
-GABRIEL: Claro que sí, ¿alguna en especial?
-MORA: las que a vos te parezcan!
Saqué el auto del garaje y fui a un puesto de plantas y flores que está abierto todos los días a unas quince cuadras de casa. Le compré un ramo de varias flores de distinto tipo y color que me pareció muy bonito y volví.
Mora ya se había bañado y se estaba cambiando. Mientras ella terminaba de arreglarse, yo me duché y me cambié.
Llegamos a la casa de mi suegra, la saludamos y entramos, estaban los dos hermanos de Mora con sus esposas y sus hijos, unos primos, sobrinos de mi suegra y algunas personas que yo no conocía.
A diferencia de otras reuniones en que Mora se quedaba siempre a mi lado, esta vez se pasó la noche hablando con sus cuñadas, solo nos hablamos en pocas ocasiones. Yo estaba un poco perdido, nunca había tenido una relación estrecha con los hermanos de Mora, ni con el resto de la familia y en verdad lo único que quería después de tres horas allí, era volver a casa y hacer el amor con mi esposa y que el sábado me dejara algo positivo.
Pero eso no pasó, nos quedamos hasta ser los últimos en irnos, luego de juntar y ordenar todo en la casa de mi suegra.
Llegamos a casa pasadas las cuatro de la mañana, y como me lo temía, cuando nos acostamos y busqué a Mora acariciando sus piernas y su culo, me dijo que estaba muy cansada.
El domingo me desperté pasado el mediodía, baje y preparé algo a manera de desayuno y esperé a que Mora despertara. Bajó como a las tres y media y comimos algo con un café.
Me dijo que a las cinco se encontraba con Julia para ir a cambiar una ropa que se había comprado y no le quedaba bien.
Y ahí se fueron por tierra mis intenciones sexuales para esa tarde y ya hacía dos semanas que no teníamos sexo.
¿Realmente se encontraría con Julia?...