Sospechas y certezas (2)

Rubén Carballo, mi último buen amigo

(2) – Rubén Carballo, mi último buen amigo

Yo salía a las catorce del Ministerio y por las tardes hacía trabajos particulares, reparaciones en domicilios, instalaciones y demás tareas que había aprendido en el Ministerio.

Con Cesar un ex compañero del ministerio, con el que habíamos trabajado un poco más de cuatro años, compartíamos los trabajos grandes, esos trabajos que no es posible hacerlos solos, montábamos redes, instalábamos cámaras de seguridad y otros trabajos afines.

Una tarde me llamó Cesar por teléfono para pedirme si podía pasar por un estudio jurídico-contable al que unos meses atrás le habíamos armado la red de datos, cuando se mudaron a ese edificio céntrico nuevo y tan moderno.

-CESAR: ¿Cómo estás Gaby? ¿Te acordás del estudio  que le hicimos la red en el edificio del centro?

-GABRIEL: Si, claro!

-CESAR: Tienen problema con un sistema y no pueden trabajar y te quería preguntar si te puedo pasar este cliente a vos, después te cuento los detalles, pero me mandé una macana con una de las chicas del estudio y justo es la sobrina de Carballo, no me da la cara para volver.

-GABRIEL: No tengo problema, pero… ¿estás seguro? Es un cliente grande!

-CESAR: Gaby, prefiero perder un cliente y no la cabeza. Después te cuento, cortemos que te va a llamar.

A los diez minutos me sonó el teléfono, contesté y la voz de un hombre dijo:

-RUBEN: “Buenas tardes mi nombre es Ruben Carballo del estudio Carballo-Suarez, el señor Cesar me pasó su teléfono para ver si usted podrá pasar por el estudio, tenemos un problema con un sistema y nos urge solucionarlo”.

-GABRIEL: Mucho gusto doctor, en diez o quince minutos puedo estar allí.

A los quince minutos llegué y me recibió el mismo Ruben, un hombre de unos cincuenta y ocho o sesenta años, unos centímetros más alto que yo, espalda ancha, con bastantes canas  y vestido correctamente con un traje azul oscuro, nos saludamos con la mano y me contó el problema. Rápidamente me di cuenta la causa y a los cinco minutos ya todo funcionaba.

-GABRIEL: Perdón que lo interrumpo doctor, pero quería avisarle, ya todo está funcionando.

-RUBEN: ¿Ya? ¿Tan rápido? ¿Qué había pasado?

-GABRIEL: Estaba detenida la base de datos y por eso no funcionaba el sistema.

-RUBEN: Perfecto, muchas gracias! Dígame usted cuanto le debo

-GABRIEL: Nada doctor, fue solo arrancar un programa, en todo caso luego arregle con Cesar, vine porque él no está en la ciudad y me pidió el favor.

-RUBEN: Pero en quince minutos usted se vino hasta aquí y lo solucionó, eso tiene un valor!

-GABRIEL: La próxima vez doctor!

Y caminando los dos hacia la puerta de salida, me dijo:

-RUBEN: Vamos que también bajo!

El estudio está en el piso quince del edificio, el último y tiene una terraza que pertenece al estudio.

Al salir, me dijo si tenía tiempo de un café, que por lo menos le permitiera invitarme un café. Acepté y al dar vuelta la esquina, entramos a un bar donde todos allí lo saludaron. A la pasada pidió dos cafés y nos sentamos en una mesa.

-RUBEN: Gabriel, cualquier otro en su lugar, hubiera hecho un poco de espamento, hubiera tardado una hora y me hubiera sacado un montón de plata.

-GABRIEL: Perdón doctor, esa no es mi forma de trabajar, trato a los clientes como quisiera ser tratado, es más, ya le expliqué a uno de los chicos como solucionarlo por si vuelve a pasar. Para mi es importante que me vuelvan a llamar y no sacarle mucho dinero hoy,  y que la próxima vez llame a otro.

-RUBEN: Con más razón Gabriel, que usted me diga la verdad y lo solucione en dos minutos, tiene un valor!

-GABRIEL: Tiene usted razón, pero con este café queda saldada la deuda. Será la próxima vez.

-RUBEN: Justamente de eso es lo que quiero hablarle, Cesar tuvo una actitud que no vi con buenos ojos con una de las chicas del estudio,  y esa chica es justamente mi sobrina, la hija de mi hermano y estudia derecho, no pasó a mayores, pero creo que ya no confío en él. Si usted acepta, me gustaría que se hiciera cargo de nuestros problemas informáticos.

-GABRIEL: Sería un honor, pero déjeme hablarlo con Cesar y le doy una respuesta, no quiero que piense que le estoy robando los clientes.

-RUBEN: Perfecto, y si usted quiere yo mismo se lo digo a Cesar.

-GABRIEL: Yo lo hablo y le aviso.

Terminamos el café, me dio su tarjeta, nos dimos la mano y nos fuimos.

Hablé con Cesar esa misma tarde para avisarle de la oferta de Carballo y me dijo:

-CESAR: Para mí es un alivio Gaby, ya no quiero volver al estudio y es una salida sin conflictos.

-GABRIEL: Pero contame qué pasó, ¿Qué cagada te mandaste?

-CESAR: En realidad, no llegué a mandarme la cagada, pero estuve a punto. Una de las chicas del estudio, Valeria, una pibita muy simpática, muy dada, charlábamos mucho y para mí, me tiraba onda!

-GABRIEL: ¿Y qué pasó?

-CESAR: Una tarde, quedaba poca gente en el estudio y se me ocurrió decirle de salir, de ir a tomar algo que yo veía que había onda, aunque soy mucho más grande, pero en ese momento pensé que por ahí le gustaban los tipos más grandes. Para qué!!!!

-GABRIEL: ¿Y?

-CESAR: Se me pudrió todo! En voz alta, casi a los gritos, me dijo que era un desubicado, que estaba completamente equivocado con ella, que hablábamos y nada más, que ella tenía novio y no sé qué más. Cuando Carballo escuchó a la piba, apareció  preguntando qué pasaba, y Valeria le dijo que yo la había invitado a tomar algo.

-GABRIEL: ¿Y Carballo que te dijo?

-CESAR: En un primer momento, no me dijo nada, solo le preguntó a ella si le había faltado el respeto, Valeria le dijo que no, pero que me había desubicado con la invitación. Y acto seguido, me clavó la mirada y me dijo que fuéramos a su despacho. Ahí me dijo que Valeria era su sobrina y que no iba a permitir que mezclara las cosas, que además yo estaba casado, era muy mayor para ella y que su sobrina tenía novio. Estas actitudes no hablan bien de usted, me dijo y queriendo que en ese momento la tierra me tragara, le dije que tenía razón, le pedí disculpas, lo saludé y salí de su despacho. Pasé por el escritorio de Valeria para disculparme y me fui del estudio, la verdad, bastante avergonzado y sintiéndome como un boludo.

-GABRIEL: ¿Y volviste a ir al estudio?

-CESAR: No Gaby, ni fui ni quiero volver a ir, no me da la cara, fui un pelotudo y tengo que pagar el costo. Prefiero que vos lo sigas atendiendo, ya conoces todo ahí.

-GABRIEL: Bueno querido, no tengo problema en atenderlos y te agradezco!

-CESAR: Al contrario, yo te agradezco que sigas vos, ya no quiero saber más nada del estudio.

Pasadas las siete de la tarde, llamé al doctor Carballo para decirle, que a partir de ese momento, me podía llamar a cualquier hora y por cualquier problema.

A partir de ahí comenzó una relación con Ruben mas allá de lo laboral, a quien al día de hoy, considero un gran amigo.

Junto con Hernán y luego María, han sido las personas más importantes en mi vida en los últimos tiempos.

Las reiteradas veces que iba al estudio por cuestiones laborales, terminaban siempre en un café con Ruben, un hombre noble, que a primera vista parece serio y parco pero que al conocerlo, mostraba un gran corazón, una entereza y una amabilidad que yo no conocía en gente de su clase.

Con Ruben se podía hablar de cualquier tema, un tipo muy culto, con muchos viajes y mucha gente conocida. En una charla me dijo:

-RUBEN: Mira Gabriel, de tantos años que tengo en esta profesión y el haber tratado con tanta gente, te puedo asegurar que he aprendido a darme cuenta como son las personas en la primera conversación, por más corta que sea. En la forma de hablar, la forma de moverse, la mirada y la expresión al hablar, puedo darme cuenta que tipo de personalidad tiene, y no es por fanfarronear, pero muy pocas veces me he equivocado.

-GABRIEL: En ese terreno estoy un poco más verde entonces, yo tiendo a pensar que son buenas personas y la verdad que me he equivocado muchas veces.

-RUBEN: Con vos me pasó eso, en nuestro primer café, me di cuenta que podía confiar en vos, que eras un tipo de fiar, y no me equivoqué.

Ruben ha estado en el peor momento de mi vida, me ha dado su apoyo incondicionalmente y se lo agradeceré de por vida siendo tan fiel, como lo ha sido él conmigo.

Llegamos a un acuerdo, considerándolo un amigo, no puedo cobrarle por mi trabajo en su estudio, aunque lo sigo haciendo cada vez que me necesita, y a cambio, Ruben invita la cena de cada primer viernes de mes, aunque también lo hace otras veces, incluidos los asados en la terraza del estudio.

Ciertas sospechas hicieron que Ruben y yo estuviéramos en una misma situación, pero los resultados fueron muy distintos…

jejen

jejen_gg@outlook.com