Sospechas y certezas (14)

El otro lado de la historia

(14) – El otro lado de la historia

Ese día, me levanté muy tarde, pasadas las cinco de la tarde, me preparé un sándwich y un café y me senté a leer el diario, navegué un poco y revisé mi cuenta de correo. Cuando se abrió, ahí estaba, en la bandeja de entrada, en letras negritas aun, no leído, el mail que me había enviado Brenda.

¿Qué hago?, ¿Lo leo? ¿Qué me puedo encontrar? ¿Y si encuentro algo que me haga mal? ¿Vale la pena sacarme yo mismo de este estado de paz que tengo? Mora me dijo que no se atrevería a decirme todo lo que allí decía en la cara. ¿Cambiaría mi forma de verla? ¿Me enteraría de cosas que pudieran modificar lo que siento? De ser así, este es el momento de saberlas! Demasiadas preguntas.

Decidí leerlo, hice clic en mail y se abrió:

El asunto: “Perdón hija!”

Y en el texto lo siguiente:

“Hija querida:

Entiendo que estás muy enojada y no quieras saber de mí, que te decepcioné, que sentís que soy una mierda de mujer, de madre y de esposa, y no puedo sino darte la razón, pues así es como me siento. Seguramente te preguntarás, cómo fue que tropecé tantas veces con la misma piedra y tengo que decirte que yo también me lo pregunto cada día, enfrenté las cosas de la peor manera, no supe cómo manejarme y pagué el precio. No lo he vuelto a ver, ni a saber de él, nunca contestó mis llamadas ni mis mensajes. Lo único que quiero en este momento es ser sincera con la persona que más me importa en esta vida, aunque nunca puedas perdonarme, pero necesito que trates de entenderme, como mujer aunque más no sea.

Espero que nunca tengas que pasar por una situación como esta, de repente y sin pensarlo, la vida que tenía se me fue a la mierda y en gran parte por culpa mía.

No dejo de pensar en que tendría que haber hecho las cosas de otra manera, ante esas malditas fotos debería haber confrontado a Gabriel, aunque costara una pelea, o una distancia, pero seguramente las cosas hubieran sido de otra manera.

Es el día de hoy que no sé por boca de Gabriel, de su infidelidad, porque el día que se fue no me lo reconoció, me mintió en la cara, no pudo enfrentar lo que hizo. Me gustaría verlo a la cara y decir nuestras verdades, yo le reconocí mis errores, pero él no.

Los días son muy largos y esta soledad me está matando.

Necesito contarte todo lo que pasó, con todos los detalles. Se me que juzgarás, verás todas mis equivocaciones y seguramente más lejos estarás de mí. Quisiera que por lo menos sepas que nos equivocamos todo el tiempo y dañamos a los que nos quieren y que gente que dice estar de tu lado no lo está, pero así es la vida.

No te culpo por la distancia, pero aun así quiero que lo sepas, que lo sepas todo.

Estoy tan arrepentida hija…!!

Esto fue lo que pasó:

Una mediodía salíamos de la escuela charlando con Julieta, una compañera de trabajo con la que, cuando coincidimos, me acerca a unas cuadras de casa en su auto y me ahorro el viaje de media hora en colectivo. En la vereda un hombre, al verla, la saludó. Era un conocido de cuando eran chicos, me lo presentó y hablaron unos momentos. Se llamaba Gustavo y le dijo a Julieta que desde que había cerrado la fábrica en la que trabajaba, estaba conduciendo un remís. Que no estaba en ninguna agencia y que hacía viajes concertados en la ciudad y también a los aeropuertos de Buenos Aires. Nos dio una tarjeta a cada una, nos saludamos y seguimos caminando hacia el auto de Julieta. En el trayecto me contó que cuando eran  adolescentes, ese muchacho estaba enamorado de ella, aunque ella no, y que cuando empezó a salir con otro chico, Gustavo lo agarró a trompadas acusándolo de robarle la novia.

La tarde en que desde ese teléfono me decían que Gabriel me era infiel y me mandaron todas esas fotos, se me hizo pedazos el alma, se desmoronó todo lo que teníamos, no podía parar de llorar viendo esas fotos y pensando que Gabriel me había sido infiel. No entendía el por qué! Cómo una estúpida creía que entre nosotros todo iba bien.

Me enojé, me decepcioné, me sentí traicionada, me sentí una pelotuda que confiaba ciegamente en el hombre que tenía al lado, mientras él se cogía a otra mina.

Después de un rato la llamé a Julia diciéndole que tenía un problema y necesitaba verla urgente. Julia estaba con otra amiga en el centro y me dijo que fuera, que se despedía de su amiga y me esperaba.

En ese momento recordé la tarjeta de remisero amigo de Julieta, lo llamé y a los diez minutos estaba en la puerta de casa.

Subí al remís con cara de llanto y me preguntó si me sentía bien, si me pasaba algo y como estaba tan mal, volví a llorar y le terminé contando que me acababa de enterar que mi marido me metía los cuernos.

El estuvo muy amable, comprensivo y contenedor, trató de conformarme diciéndome un montón de cosas para que me sintiera bien. Me pareció agradable y educado. Llegamos y al bajar del auto me dijo que si necesitaba un auto para volver a casa, lo llamara.

Después de esa vez lo llamé varias veces más, en el cuarto o quinto viaje, lo llamé para volver a casa. Al llegar vi que tenía varias cajas en el asiento trasero del auto y me dijo si no tenía problema en sentarme adelante. No me importó y así lo hice.

A partir de ese viaje comencé a sentarme adelante, siempre conversábamos y me preguntaba como estaba, como venía llevando el tema de la infidelidad. No sé por qué, pero me inspiró confianza y le fui contando cómo iban las cosas, que estaba poco tiempo en casa, que el trato con mi esposo se había resentido mucho, que no tenía relaciones con él y otras cosas más.

Una tarde estaba en el centro y lo llamé como a las cuatro y media de la tarde, necesitaba que me llevara a la casa de mi amiga Clara que no me contestaba el teléfono. Llegamos a su casa y le pedí que me esperara por si Clara no estaba. Efectivamente no estaba, subí al auto sin saber qué hacer, era demasiado temprano para volver a casa y se lo comenté.

Me dijo que si no lo tomaba a mal, me invitaba un café, él no había tenido tiempo de almorzar y quería comer algo. Dudé un momento pero terminé aceptando. Paramos en un café y nos ubicamos en una mesa, luego de pedir un café con leche y un tostado para él y un jugo de naranja para mí, Gustavo fue al baño.

Cuando volvió, yo estaba llorando y me sequé las lágrimas como pude. Me dijo que me quedara tranquila, que ya todo se iba a solucionar y un par de cosas más y también que se me había corrido la pintura por llorar. Cuando trajeron lo que habíamos pedido, me fui al baño a limpiarme la pintura corrida.

Seguimos conversando y tomando el jugo. Después de un rato, me empecé a sentir rara, como mareada, como en el aire, pensé que me habría bajado la presión, pero luego de un momento pasó. Pagó la cuenta y nos fuimos. Ya en el auto me seguía sintiendo rara, como si me hubiera tomado dos whiskys, y me sentía extrañamente excitada. La conversación de a poco se fue inclinando hacia temas sexuales, él me preguntaba cosas y yo le respondía, hasta que paramos en un semáforo y me sorprendió tomándome la cabeza y dándome un beso. No sé qué me pasó pero no tuve resistencia y me dijo que si mi marido estaba con otra yo tenía que hacer lo mismo, que era una mujer hermosa y bla, bla, bla. Paró el auto en una calle con poco tránsito y me volvió a besar mientras me acariciaba una pierna. Cuando quise acordar estábamos entrando en un hotel y yo estaba tan rara,  tan excitada que no puse resistencia.

¿Si lo disfruté? Podría decir que en parte, no fue el sexo al que estaba acostumbrada, pero en ese momento no pude pensar.

Me llevó a casa cerca de las ocho de la noche. Entré y Gabriel estaba preparando la cena. Lo saludé y fui a bañarme, todavía me sentía como acalorada, no sé.

Estaba en la ducha lavándome la cabeza cuando sentí que Gabriel, me agarraba desde atrás, me asusté y sin darme vuelta le grite un montón de cosas y me soltó, cuando me saqué el champú de los ojos se había ido. Mi cabeza era un kilombo, se me pasaban tantas cosas, que no podía pensar con claridad.

El miércoles siguiente nos juntamos con las chicas en City Bell para tomar algo y ver vidrieras, Julia no podía traerme a casa y como a las cinco lo llamé a Gustavo para que me viniera a buscar y de paso aclarar lo que había pasado. Lo estaba esperando en una esquina y tenía mucho calor, compré una gaseosa en un kiosco y como a los veinte minutos llegó. Subí y le dije que iba para casa. Le pedí que en el trayecto parara en una farmacia que necesitaba comprar algo. Paramos, dejé la gaseosa en el asiento y entré a la farmacia, compré lo que necesitaba y seguimos el viaje. En ese momento le dije que lo que había pasado la semana anterior, había sido muy confuso para mi, que a pesar de la situación con mi marido, no me sentía bien con eso. Pero de un momento a otro me empecé a sentir como la otra vez, no entendía como este tipo me provocaba estas sensaciones, pero volvía a estar excitada y no le hizo falta mucho para volver a llevarme a un hotel. No sé que me pasaba, no podía pensar claramente lo que estaba haciendo y me dejé llevar. Después de eso me llevó a casa, y en el camino sacó de la guantera del auto una pequeña bolsa blanca, me dijo que una amiga suya las vendía y que seguramente me iban a encantar y quedar muy bien. Eran tres bombachitas muy chiquitas, una roja, una blanca y una negra y en el fondo de la bolsita, una pequeña bolsita con cuatro pastillas. Cuando le pregunté qué era eso me dijo que las tuviera, que cuando me sintiera mal o bajoneada, me iban a hacer bien.

La semana siguiente, Gabriel recibió un audio donde lo invitaban a un asado el viernes en el estudio de su amigo Ruben y lo primero que pensé era que le estaban haciendo la gamba para que saliera con la otra mujer.

Ese viernes se fue pasadas las ocho y yo me quedé colérica pensando que me mentía con lo del asado para irse a coger a la otra. Me tomé una botella entera de cerveza y mi cabeza era un hervidero.

La llamé a Julia para contarle y me dijo que no me quedara sola, que tenía un cumpleaños y que fuera con ella, le dije que no me sentía bien, pero me insistió tanto que al final acepté. Me dijo, -Dejate de joder, ponete el vestidito negro que te pasé y vamos a pasarla bien esta noche!

Le hice caso, pero estaba tan angustiada y enojada que me fui a buscar una de las pastillas que me había dado Gustavo y me la tomé con el último sorbo de cerveza.

Pensé como vestirme, y dije chau! Se va todo a la mierda y me puse una de esas bombachitas y el vestido negro que me había dado Julia, no me lo quise poner sin corpiño, se me marcarían mucho los pezones y no conocía a la gente de ese cumpleaños y decidí ponerme uno con los breteles transparentes. Me miré en el espejo, me veía muy sexy con ese vestido tan corto y no me importó mostrar las piernas.

En ese momento no lo pensé bien, no lo tendría que haber llamado a Gustavo, pero lo llamé para que me llevara a ese cumpleaños. Estaba un poco borracha y me volvía a sentir rara.

Quince minutos después llegó, me mandó un mensaje diciéndome que ya estaba en la puerta.

Salí y subí al auto. Cuando me vio como iba vestida, me llenó de halagos, me dijo que ese vestido me quedaba espectacularmente bien, que me veía muy sexy y un montón de cosas más y le dije que como no me sentía bien, me había tomado una de las pastillas que me había dejado.

Le indiqué la dirección que me había pasado Julia y salimos.

De camino le pedí que pasara por la dirección del estudio del amigo de Gabriel, sin realmente estuviera ahí, tendría que estar su auto en la puerta.

Al llegar a la cuadra del estudio, estaba casi vacía, solo dos autos en toda la cuadra, le pedí que diera un par de vueltas manzana para ver si su auto estaba en las cercanías, pero no, no había señales del coche y ahí fue donde me sentí totalmente desarmada, mi cabeza era una mezcla de cosas, de rabia, de tristeza, de desconsuelo, de ira, no paraba de pensar que estaría con la otra, y como si poco fuera, lo tenía a él hablándome,  diciéndome cosas que por momentos ni escuchaba, no podía razonar todo cuanto me venía a la mente, y para rematarla me sentía inquieta, rara, y me volvía a sentir excitada. En un momento me puse a llorar de la rabia, paró el auto y me dijo que me tranquilizara dándome un abrazo, me preguntó si aun quería ir a ese cumpleaños, si quería volver a casa o ir a algún otro lugar. Le dije que no tenía cabeza para ir a un cumpleaños y le mandé un mensaje a Julia diciéndole que me perdone, ni siquiera vi su respuesta. Traté de tranquilizarme y ponerle un poco de claridad a mi mente. Mientras miraba fijamente hacia la calle, él me acariciaba la espalda y el hombro. Yo no paraba de llorar y con la mano que tenía sobre mi hombro, me tomó la cabeza y me besó, una y otra vez y yo seguía ahí, pero como si no estuviera, como si no fuera yo, mil cosas pasaban por mi cabeza. Sin dejar de besarme me empezó a acariciar la pierna por debajo del vestido y ya no tuve respuesta. De ahí, a estar en la habitación del hotel, me pareció como un abrir y cerrar de ojos. Me dejé hacer, sentía la cabeza revuelta, veía como si todo girara a mí alrededor, como si todo fuera negro, cuando acabó, le pedí por favor que me llevara a casa, que no me sentía bien.

De camino a casa, tenía varios mensajes de Julia que no leí y uno de Gabriel, diciéndome que en treinta o cuarenta minutos estaba en casa.

Al llegar, me bajé rápidamente del auto, creo que sin saludarlo y entré a casa. La cabeza me daba vueltas y mis cuestionamientos me atormentaban ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo era capaz de todo aquello?

Me saqué toda la ropa, la escondí y me fui a duchar. No me lavé el cabeza, puesto que Gabriel llegaría antes de que terminara de secarme el pelo y no quería que me encontrara despierta.

Me acosté y no sé en qué momento me dormí y no escuché cuando Gabriel llegó.

Ese fin de semana tampoco tuvimos relaciones, el sábado por la noche era el cumpleaños de la abuela y volvimos después de las cuatro de la mañana.

La semana siguiente yo ya no aguantaba más, y para el colmo de los acontecimientos, el martes era nuestro aniversario. La verdad es que no podía pensar en aniversario, ni regalo, ni noche especial y decidí no tocar el tema, que pasara desapercibido y quedé con Julia para cenar esa noche.

No sabía si Gabriel propondría algo para esa noche y tendría algo preparado, pero cerca de las nueve y media le envié un mensaje diciéndole que me quedaba con Julia porque había tenido un problema con el marido.

Llegué a casa como a la una de la mañana y me encuentro la mesa preparada, una botella de vino vacía, una nota de Gabriel que decía: “Feliz aniversario vida mía, te amo hasta el infinito” y una cajita envuelta para regalo con una pulsera hermosa con dos pequeños corazones y un infinito en medio.

Me sentí tremendamente mal y me fui a dormir llorando. No entendía como nuestro matrimonio había llegado hasta ahí.

El viernes Gabriel tenía que viajar por trabajo, cuando se fue temprano, ya no me pude dormir, no podía parar de pensar en todo lo que había pasado en tan pocos días y decidí hablar con Gustavo para decirle que ya no lo volvería a llamar, que necesitaba resolver los problemas de mi matrimonio y decirle que no se apareciera más en mi vida de una forma amable.

Cerca de las nueve de la mañana lo llamé para encontrarme con él y hablar, me dijo que estaba a pocas cuadras de casa, que pasaba a tomar un café y hablar. Y como una reverenda tarada, le dije que viniera.

Me vestí y preparé el café, nos sentamos en el estar y estuvimos hablando un rato, en un momento me pidió un vaso de agua y lo fui a buscar. Le seguí explicando cómo me sentía y que necesitaba aclarar lo que estaba ocurriendo con mi esposo y que lo que había pasado me complicaba más la vida, volví a servir café y la verdad ya quería que se fuera, no me sentía cómoda con él en casa. Pero unos momentos después me empecé a sentir acalorada y como mareada, rara como las veces anteriores, me volvía a pasar, me volvía a sentir excitada y él ya se había sentado a mi lado en el sillón, me empezó a acariciar y a hablar al oído y recuerdo haberle preguntado por las pastillas, si tenía algo que ver con sentirme así, y me respondió que eran para eso para sentirse bien y olvidarse de todos los problemas, y que por eso me había puesto dos en el café y después de eso ya me tocaba por todos lados, me besaba y me terminó llevando al dormitorio, sin poder oponerme.

Me pasaba de todo por la cabeza, estaba ahí, en mi propia casa, en la cama que compartía con mi marido pero con otro hombre. Sinceramente, esa vez no lo disfruté, deseaba que terminara y se fuera, ya no podía más, no paraba de llorar.

Terminó se vistió y se fue, yo todavía me sentía mareada, descolocada de la realidad y triste, desgraciadamente triste, me quería morir ahí mismo.

Ahí entendí por qué me había sentido así, seguramente había puesto esas pastillas en el jugo el día que fuimos a tomar ese café, en la botella de gaseosa que dejé en su auto y la que me había tomado yo aquella noche. Que estúpida fui! Cómo no pude darme cuenta!

Me dormí hasta la una del mediodía, cambié las sábanas de la cama y me fui a bañar, estuve más de media hora bajo el agua, tratando de tomar coraje para hablar con Gabriel cuando llegara, y que pasara lo que tenía que pasar.

Pasaban de las seis de la tarde y Gabriel no llegaba, nunca solía volver tan tarde de los viajes, le mandé mensajes y no me respondía. Una hora después lo llamé varias veces y nada, ya me estaba preocupando.

En un momento sonó el timbre y creí que era él que no tenía las llaves, pero no, venían a entregar un colchón que había comprado Gabriel. Lo recibí y cerré la puerta.

Me parecía muy loco todo, lo que había pasado en nuestra cama en la mañana y que justo ese día Gabriel hubiera comprado un colchón nuevo. ¿Era el destino? Me sentí peor todavía.

Ya estaba totalmente alterada, lo llamé mil veces, docenas de mensajes y nada, temía lo peor, un accidente en el camino, que los hubieran robado, estaba desesperada! No sabía a quién llamar!

Como a las nueve y media de la noche llegó, lo abracé llorando y creo que hasta pidiéndole perdón por lo que había hecho sin decírselo.

Por suerte nada pasó, solo un problema en la camioneta y se había quedado sin batería.

Ese fin de semana se la pasó descompuesto en la cama  y yo me quedé con él, buscando el momento para hablar.

Pero ese momento llegó un par de días después, cuando ya no podía más, él llegó y me encontró llorando, me preguntó que me pasaba y le dije que teníamos que habar.

En ese momento le conté lo que había hecho esperando que él hiciera lo mismo, pero no lo hizo, me lo negó y se fue. Le grité, lo insulté, le dije un montón de barbaridades que al día de hoy me arrepiento.

Tomó su mochila, las llaves del auto y se fue.

No volví a ver a Gabriel después de ese día, no tengo cara para verlo o hablarle. Lo único que le pido al universo es que algún día me llame y podamos hablar cara a cara, tranquilos, pero el tiempo que ha pasado ya, me dice que quizás eso no ocurra nunca.

A Gustavo no volví a verlo ni a comunicarme con él, desde ese día lo tengo bloqueado.

Espero hija que algún día puedas perdonarme y entender que mis equivocaciones me llevaron a esta situación. ¿Qué si la tengo merecida? Claro que sí!

Te amo con el alma, sos toda mi vida y espero que seas feliz!

Mamá”

Leer aquel mail, inevitablemente me trajo a la memoria, los sentimientos de esos días de incertidumbre y sospechas que desembocaron en la mayor angustia de mi vida, en esos tiempos de una tristeza sin fin, de lágrimas y desconcierto.

No pude evitar que se me cayeran algunas lágrimas, pero después de tantos meses, mi situación era distinta, me sentía parado en otro lugar y con una visión diferente de las cosas.

Tantas veces he perdonado a familiares o amigos en alguna pelea, cómo no iba a hacerlo con ella que seguía estando en mi corazón y lo había confirmado la noche anterior.

Quizás sea por lo que siento, pero pude ver su arrepentimiento, pude sentir la culpa que tenía por todo lo que había pasado. Cualquiera diría: "Que pedazo de boludo! y quizás tenga razón, una parte de mi también lo decía.

Si todo aquello que había pasado con ese tipo, le había dado alguna satisfacción, ese ya no era un terreno en el que me quería meter, prefiero centrarme en lo que a mí respecta, lo que tiene que ver conmigo, y si alguien me preguntara en este momento, si siento que me sigue amando, sin temor a equivocarme, diría que sí.

¿Se puede perdonar lo que pasó? ¿Se puede volver a confiar en la persona que te fue infiel? ¿Se puede volver a vivir con todo aquello en el haber?

En ese momento decidí que si en algún momento de mi vida, volvía a existir algo entre Mora y yo, se tendría que reconstruir la confianza, ¿sería eso posible?...