Sospechas y certezas (1)
La calma que antecede al huracán. Mi vida en esos días (Autor jejen)
A pedido del autor jejen subo este relato suyo, dado que en los últimos días, el sitio no le permite subirlo con su usuario. A pedido suyo, también les dejo su email para quien desee comunicarse con él.
jejen_gg@outlook.com
Muchas gracias y saludos para todos
(1) La calma que antecede al huracán. Mi vida en esos días
Cuando creía estar en el camino correcto, con las certezas que te pueden brindar una estabilidad emocional, familiar y económica, después de años de altibajos y cambios de rumbo, llega lo inesperado, la vida me sorprende y me toma con la guardia baja. Un huracán que lo agita todo, que trastoca mi alrededor, que me nubla la visión y despedaza mi estabilidad, y cuando cesa el viento, me encuentro en un camino desconocido, a miles de kilómetros del que venía recorriendo, sin tener la justa noción de lo que pasó, ni cómo, ni por qué y sobre todo por no encontrar la dirección correcta para poder volver a la senda deseada, a la tranquilidad, a la calma de ese tramo de mi vida.
La vida me pone a prueba, una vez más, como tantas veces, cómo tratando de ver cuál es mi límite, hasta donde puedo caer y volver a levantarme.
Soy Gabriel García, pero desde chico la familia y los amigos comenzaron a decirme Gege, por el tema de las dos G de mi nombre y apellido, y que luego terminaría siendo Jején. A mis 39 años me encuentra la vida, recostado en mi cama haciendo un recuento de tantos momentos duros por los que tuve que atravesar.
Nunca la vida me la puso fácil, en casa éramos tres hermanos criados por una madre sola, mi padre desapareció de nuestras vidas a mis cuatro años, y si, fueron años duros!
Al terminar la escuela secundaria, ya de novios con quien sería unos años más tarde mi esposa, empecé a estudiar diseño gráfico, pero la decisión de casarnos y la llegada de un hijo, me obligó a dejar los estudios y trabajar a tiempo completo para solventarnos.
Después de seis años muy buenos, nuestra relación comenzó a decaer y llegó el momento en que sentí que ya no éramos una pareja feliz, ya no tenía sentido seguir juntos, el amor se había apagado, de ambas partes y en el año 2008, nos separamos, Sin discusiones, sin peleas, lo más civilizado que pudimos. Mi ex esposa se quedó con mi hijo en el departamento que estábamos pagando, y yo me fui con lo puesto, el autito viejo que había comprado a mi hermano antes de casarnos y mi ropa.
Alquilé un monoambiente ínfimo, y dentro de él, no tenía nada, solo un colchón en el suelo.
Fueron tiempos difíciles, la manutención de mi hijo, la parte de las cuotas del departamento y el alquiler diezmaban mis ingresos y hubo días en que no tenía ni para comer.
Deambulé por changas y trabajos de lo más variados, pero casi siempre mal pagos. Tuve que vender el auto y una bicicleta se transformó en mi medio de transporte. Fueron dos años terribles, los más duros de mi vida, llegar por las noches al departamentito era desolador, estaba solo, lo único que me mantenía en pie, era mi hijo, el poder verlo crecer, tratar de pasar el mayor tiempo posible con él.
Nos encontramos con Hernán, un amigo de la infancia que vive en Uruguay, estaba en la ciudad unos días visitando a su madre y al saber que estaba buscando un trabajo mejor, a través de un conocido suyo, me ayudó para entrar en un ministerio provincial, y así fue que en el año 2010 entré en el área de informática del Ministerio, donde el director era amigo de un hermano de Hernán. Nunca había tenido mucha idea de esto, pero por empeño, por no fallarle a Hernán y sobre todo por orgullo, aprendí, me pelé las pestañas leyendo y haciendo cuanto curso de capacitación estaba a la mano. Hoy casi diez años después de entrar, soy el responsable de soporte técnico del Departamento.
Casi a finales de ese mismo año la conocí, Mora Anahí Gastaldi, fue en el cumpleaños de una amiga en común. Por razones de ubicación en la mesa, esa noche quedamos sentados juntos y gracias a esto, pudimos hablar y conocernos un poco.
Y esa noche me fui con la inequívoca sensación que me había enamorado de ella, su mirada, sus gestos, su forma amable y pausada de hablar, todo en ella me cautivó y le dio luz a mis días. Me atreví a pedirle el teléfono cuando nos despedimos, para invitarla a tomar un café, la verdad sin muchas expectativas.
La semana siguiente, la llamé, estaba un poco nervioso, pero me sorprendí gratamente cuando aceptó encontrarnos para tomar un café al día siguiente por la tarde. Por supuesto reafirmé mi impresión de aquella noche, esta mujer atravesaba mi ser de una forma en que nadie lo había hecho hasta ese momento. Mi atracción era tal que hasta me daba miedo pensar que no llegara a pasar nada entre nosotros. Esas dos horas se me pasaron como un chasquido de los dedos, quería que el tiempo se detuviera para que ese café fuera eterno. Pero se tenía que ir, debía pasar a buscar a su hija por casa de una amiga para volver a su casa. Por fortuna, quedamos en encontrarnos unos días después para otro café. Comenzaba para mí, un tiempo soleado y de suaves brisas, la tormenta, al parecer, había pasado.
Después de dos meses y varios encuentros de café o almuerzos era evidente que los dos deseábamos que pasara algo más. En esos encuentros Mora nunca vistió de forma provocativa, ni dejaba ver a ciencia cierta su real figura, lo cual en ese momento me importaba, me bastaba con su sonrisa, su conversación y su mirada, su forma de mirarme me derretía, me llenaba de ilusión.
Un viernes por la noche quedamos para cenar en un restaurante del centro. Llegué unos minutos antes de la hora pactada y esperé que llegara. A lo lejos la vi venir caminando, tenía puesto un vestido floreado que le llegaba hasta las rodillas, entallado en la cintura y unos bordados en la parte delantera, zapatos de medio taco y el pelo recogido. Estaba realmente hermosa, y me sorprendió su figura, me gustaba más aun. Unos hermosos pechos, no muy grandes, pero que no pasan desapercibidos, una cintura normal, unas hermosas caderas no muy anchas y una cola que al decir de Mora era muy grande, para mí siempre fue hermosa, será que a mí me gustan las mujeres más culoncitas. Ella era un talle más de lo que cualquiera persona considera una diosa.
Nos saludamos y le dije que estaba hermosa y sin mediar otra palabra le dije que cada vez me gustaba más. En ese momento no pretendía ir a la cama con ella, no quería apresurar nada, eso se daría cuando se tuviera que dar, me llenaba el corazón tan solo estar con ella, de hablar, de conocernos, de pasar las horas viendo sus ojos y escuchando su voz.
La cena fue increíblemente agradable, tomamos varias cervezas y ambos estábamos alegrones y nos reíamos de cualquier pavada. Caminamos un rato y cerca de las dos de la mañana, la llevé a su casa.
Ya en la puerta de su casa, hablamos un rato y en un momento que estábamos de frente me acerqué y besé sus labios, ella correspondió el beso y fue realmente hermoso. Nos miramos y me dijo:
-MORA: Me da un poco de vergüenza, pero…. Te gustaría tomar un café en casa?
-GABRIEL: Claro que si, y no solo un café….
Hice una pausa con una sonrisa picara para ver su reacción y al ver su cara de sorpresa continué:
-GABRIEL: también un vaso de agua, por favor!
Nos reímos los dos y entramos a su casa. Tomamos el café sentados en el sofá y la volví a besar, suave, tierno, acariciando su nuca y su cuello, ella lo correspondió y nuestras lenguas se encontraron por primera vez, fue delicioso, tal cual lo imaginaba, nuestros cuerpos se juntaron en un abrazo bien pegado, podía sentir sus tetas contra mi pecho y mi erección ya estaba en su máximo esplendor.
Nos seguimos besando cada vez más apasionadamente, mientras le acariciaba la nuca, su cuello y su cabello. Nos separamos por un momento y bajé a besarle suavemente el cuello y los hombros mientras acariciaba su espalda.
Ella me acariciaba la cabeza y la nuca acompañando mis movimientos. Me separé por un momento y mirándola a los ojos comencé a desabrochar lentamente cada botón de la parte delantera de su vestido, llegué hasta el botón que quedaba a la altura de su ombligo, con ambas manos fui corriendo el vestido desde sus hombros hacia los costados, quedando su corpiño a mi vista, y dentro sus hermosas tetas. Con sus manos ya recorría mi espalda con suaves caricias.
Quería que esa noche fuera especial, quería darle el máximo placer del que fuera capaz, tratar de expresarle con el cuerpo, el amor que sentía por ella, y como en relaciones anteriores, que su placer fuera el mío.
Nos volvimos a besar apasionadamente, y luego de un momento ella se paró quedando delante de mí, aproveché para terminar de desprender los botones hasta que, por su propio peso, el vestido cayó hasta el piso. Acerqué mi boca y besé su panza, mientras acariciaba su cadera y sus piernas por los costados.
Me tomó de una mano para que me pusiera de pie, y fue en ese momento donde tuvo una primera vista de mi completa erección, que a esas alturas era imposible de esconder.
Nos volvimos a besar pegando nuestros cuerpos, acariciaba mi espalda bajando hasta la parte de debajo de mi remera, tomándola y levantándola lentamente para sacarla, y así fue, y mi pecho se pegó al suyo, sintiendo perfectamente sus tetas. Sin dejar de besarnos, pasó su mano por mi pantalón palpando mi bulto, pero sin tomarlo con su mano. Sus dos manos comenzaron a desabrochar mi cinturón, desprender el botón y bajar el cierre, y seguido llevó sus manos por dentro del pantalón hacia atrás, tocándome el culo a la vez que lo iba bajando. Mi pantalón llegó a mis tobillos y ahí sí, por sobre el bóxer, rodeó mi miembro con su mano, como tratando de palpar su tamaño. No es que sea un dotado de películas, pero mi tamaño a cumplido las expectativas de las mujeres que han pasado por mi vida.
Acaricié su espalda hasta llegar al broche de su corpiño, el que desaté lentamente. Con las dos manos, fui bajando los breteles hasta que sus pechos quedaron al descubierto, eran más hermosos de lo que imaginaba y bajé a besarlo y recorrerlos con mi boca. Se dejaba hacer, cada movimiento que yo proponía, le agradaba y lo acompañaba con caricias.
Me volvía a sentar en el sillón, me quité las zapatillas, las medias y el pantalón, solo me quedaba el bóxer puesto. Volví a besar su abdomen, bajando lentamente hasta su pubis que besé por sobre su bombachita, esta vez llevando mis dos manos a su hermoso culo. Su olor me excitaba sobre manera y su respiración cada vez más agitada, me decía que iba por buen camino. Con dos dedos, fui bajando lentamente su bombachita, que al llegar a sus rodillas cayó al piso. Tenía su cuerpo desnudo delante y quería recorrerlo por completo.
Me volví a poner de pie, y esta vez fue ella la que se sentó en el sillón, bajando lentamente el bóxer, liberando mi erección que quedó a centímetros de su cara. La tomó con una mano, comenzó a recorrerla y mirándome a los ojos, se la llevó a la boca, rodeó mi glande, pasó su lengua en círculos y lo volvió a engullir, provocándome un enorme placer, siguió chupándola un momento y cuando retiró su boca, la tomé de la mano para que se ponga de pie. Nos volvimos a besar, a juntar nuestros cuerpos, apoyé mi pija contra su pubis y toqué su espalda y su culo.
Me tomó de la mano y fuimos caminando hacia su habitación, caminar tras ella viendo su hermoso cuerpo, me volvió loco.
Llegamos a su habitación, nos recostamos, nos volvimos a besar, cada vez con más pasión, como queriendo comernos. Y fue ahí donde empecé a recorrer cada centímetro de su cuerpo, con las manos con la boca, con la lengua, hasta llegar a su conchita de pelitos bien recortaditos. La besé, la lamí, a recorrí en todos sus rincones con la lengua, hasta sacarle exquisitos gemidos que desembocaron en un orgasmo brutal, como contenido. Volví a recorrer su cuerpo hasta sus tetas, las lamí, las chupé, jugué con sus pezones en mi boca, mientras acercaba mi glande a su conchita, la rosé primero, refregándolo y por fin comencé a meterlo, lentamente, suave. Me tomó del cuello haciendo que nuestros cuerpos se volvieran a pegar y me besó mientras iba entrando todo. Comencé un bombeo suave pero continuo, por momentos a sacaba un poco más y volvía a entrar algo mas raudo, hasta que luego de unos minutos de embestidas, tuvo su segundo orgasmo, hermoso! nada me calentaba más que sus orgasmos.
Cambiamos de posición, esta vez yo me recosté boca arriba en la cama y Mora apoyando sus rodillas en la cama, se sentó volviendo a meterse toda mi pija en su conchita tan mojada. Y me empezó a cabalgar, lentamente primero, y luego acelerando el ritmo hasta darme su tercer orgasmo. Yo estaba en las nubes, en cualquier momento iba a reventar y se lo hice saber. Luego de bajar un poco el ritmo, volvió a cabalgarme cada vez más rápido, subiendo y bajando, yendo hacia atrás y hacia adelante hasta que ya no pude aguantar más y estallé en su interior al tiempo que ella lo hacía por cuarta vez.
Se recostó sobre mi cuerpo con la respiración agitada, extendió sus piernas y quedamos ahí, exhaustos, besándonos y acariciándonos y cuando tuve su oreja cerca de mi boca, le dije suavemente que la amaba, que haría todo cuanto de mí dependiera para que sea la mujer más feliz del mundo, y ella me miró a los ojos me volvió a besar y me dijo que también me amaba.
Ese fin de semana, aprovechando que su hija estaba en casa de una amiga, me quedé hasta el domingo a la tarde, por supuesto volvimos a hacer el amor el sábado en la noche y el domingo lluvioso, después del almuerzo.
Después de ese fin de semana maravilloso, nos empezamos a ver casi todos los días y nuestros encuentros sexuales se fueron intensificando. Conocí a su hija Brenda, a la que en las primeras ocasiones, le decía que yo era un amigo, pero a sus once años rápidamente se dio cuenta que éramos más que amigos. Así seguimos hasta que casi seis meses después nos fuimos a vivir juntos. Yo dejé mi departamentito y ella el suyo y nos mudamos a una casa no muy grande de dos plantas con dos dormitorios y un baño en la planta alta y cocina, comedor, sala de estar, garaje, lavadero y un pequeño patio en la planta baja.
Mora es docente y trabaja cuatro días a la semana en el turno mañana de una escuela secundaria, desde hace varios años.
Realmente habíamos formado una hermosa familia, incluso cuando mi hijo Javier, pasaba días con nosotros.
La relación con Mora era excelente, nos complementábamos, nos entendíamos, nos amábamos y nuestra sexualidad era maravillosa, aunque a veces a escondidas y en silencio. Incluso en varias oportunidades, dábamos rienda suelta en algún hotel.
Nuestra vida sexual era cada vez más excitante, nos gustaba hacer locuras, quizás no lo eran para los demás mortales, pero si lo eran para nosotros. Habíamos hecho el amor en el medio del campo, en una plantación, los dos completamente desnudos, varias veces lo habíamos hecho en el auto, incluso en una playa una noche de verano en la costa. Siempre nos gustaba hacer ciertas cosas que van más allá de lo normal, como un juego donde nuestro morbo se disparaba y lo disfrutábamos mucho.
Cuando Brenda terminó la escuela secundaria, le planteó a Mora ir a Córdoba donde vive su padre, quería pasar un tiempo con él y estudiar ingeniería allí. Y así fue, Mora estuvo de acuerdo, aunque le costara separarse de su hija, y al año siguiente se fue para la casa de su padre.
A partir de quedarnos solos en casa, nuestra sexualidad se profundizó aún más, hacíamos el amor una, dos y hasta tres veces los fines de semana y varias veces también entre semana. La verdad es que teníamos una vida hermosa, nos hacíamos algunas escapadas los fines de semana, encuentros con amigos, salidas a cenar, teníamos paz y cada día me sentía más seguro de compartir toda mi vida con ella.
Mora tiene una amiga desde la infancia llamada Julia, casada con un sindicalista casi veinte años mayor que ella. Es muy locuaz, muy suelta, llamativa en su forma de vestir, casi provocativa diría yo, y no es que me considere un puritano, y por sobretodo bastante ligera a la hora de serle infiel a Víctor, su marido. Le había descubierto varias infidelidades al sindicalista y decidió pagarle con la misma moneda. No quería perder su situación económica y su matrimonio funcionaba así. Cómo dice el dicho, cada matrimonio un mundo.
Nunca desconfié de Mora, ni controlé cuando, a dónde y con quién salía, o la hora en que regresaba, pero alguna vez me dio por pensar que salir con Julia no era una buena influencia, aunque nunca lo comenté con Mora y nunca tuve motivos para hacerlo.
Pero como todo lo bueno no dura para siempre, algunos hechos comenzaron a alterar el sosiego de aquellos días. . .
jejen
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