Sorpresas inesperadas (2)
Un nuevo encuentro.
Sorpresas inesperadas (Continuación)
Agradezco los comentarios de la primera parte, a cada uno de los lectores, aquí continuo esa sorpresa que cambió mis días. Como recordarán, el encuentro con mi viejo amor hizo que volviera a vivir sensaciones dormidas hasta ese momento pero, como no habíamos hablado del después, pensé en que solo eso era, un encuentro inesperado que disfruté y que con mi saludo de despedida se terminó, no había nada más.
Pasó todo un largo mes, en el cual tuve el impulso de llamar solo para decir hola, pero no, era solo un encuentro, solo sexo, sexo añorado, pero solo eso. Seguí con mis rutinas, con mis idas y vueltas, trabajo, salidas con amigos, estudio. Más de la rutina diaria.
Un día martes, por la tarde tocan el portero de mi departamento, un mensajero con una entrega para mí. Bajo y ahí estaba un chico con una caja rectangular, enorme, envuelta en papel rojo intenso y con un moño de tul negro, muy bonita.
-¿y esto? Te confundiste, yo no pedí nada.- le dije al chico
- es una entrega para usted, ¿es su nombre el que figura en la boleta?-
-sí, bueno, ¿dónde te firmo?- le dije presa de curiosidad, ya habría tiempo de enmendar la confusión después de ver el contenido.
Recibí el paquete, di unas monedas al chico y subí a mi departamento. Apoyé la caja en la mesa, desaté lentamente el moño, saqué el papel, abrí la caja y encontré un sobre con un mensaje:
"Yo no me quedo con un Ciao cuore, como te dije extrañaba tu cuerpo y aún lo extraño, te dejé este tiempo para que me extrañes también y sé que lo hiciste. Quisiera volver a verte. Te espero en esta fiesta para la que te mando la invitación y un regalito que espero que uses en este encuentro. No dudes, deseo verte, necesito verte te dejo un beso ya sabes quién soy."
Mi mente estaba a mil, millones de cosas se me cruzaron por la cabeza, hasta que una sonrisa se apoderó de mi rostro al ver lo que contenía la caja. Era el vestido rojo, ese que estaba en la vidriera el momento que me encontró en la calle. Lo saqué, me lo medí y era como si yo lo hubiera comprado, me iba a la perfección. Ahí mismo recordé sus palabras "Ya te imagino metida en ese vertido".
La semana pasó rapidísimo, el sábado llegó.
Al despertarme no pude evitar sentir, en mi imaginación, sus manos recorriendo mi cuerpo, sus dedos bajando desde mi boca hacia mi mentón, bajando lentamente por mi cuello, llegando al centro de mis pechos, jugar con uno de mis pezones, luego con el otro, continuar bajando hasta llegar a mi vagina, recorriendo lentamente mis labios, jugando con mi clítoris, disfrutando de mi humedad un orgasmo inevitable llenó mis manos, haciéndome temblar, mis labios saboreaban el recuerdo de sus besos.
Fui preparándome durante todo el día, mi estado de nervios iba en aumento a medida que se aproximaba el momento de la fiesta. Media hora antes de la fiesta, ya me encontraba peinada con mi pelo recogido, me coloqué el vestido que lentamente fue bajando por mi cuerpo hasta mis tobillos. El escote era muy profundo, se dejaba ver el surco entre mis pechos, apenas los cubría. No me puse ropa interior por eso sentía cada fibra del raso en mi piel, me coloqué los zapatos altos y luego me encaminé hacia el coche que me estaba esperando.
Al llegar al salón, bajé del auto y observé las caras de las personas que se agolpaban en la entrada. No veía su rostro, no lo encontraba. Entré en el salón, una luz tenue iluminaba sectores decorados con tules color crema, paneles de velas en el suelo daban al ambiente casi místico. La gente hablaba sin parar, la música acompañaba el ambiente. Caminé buscándolo entre la gente, el no encontrarlo me hacia poner aun más nerviosa.
Al rato, se me acercó un hombre, me ofreció fuego para prender el cigarrillo que acababa de sacar de la cartera. Al encenderlo se presentó como uno de los ejecutivos de una empresa, se puso a hablar de su vida, yo solo escuchaba. Con toda delicadeza, luego de un rato de aburrirme, le dije que debía ir al baño (la vieja excusa) y me alejé al otro lado del salón. Me paré al lado de una columna y puse mi cabeza a pensar; diciéndome que no debía estar ahí, que él no va a aparecer, que estaba jugando un juego que ya no me estaba gustando.
Mi vista se dirigió hacia la pista de baile, algunas parejas bailaban una melodía dulce. Cuando de pronto, frente a mi vista apareció una copa de champaña, sujetada por su mano. Él se encontraba detrás de mí. Tomé la copa sin darme vuelta, es ahí cuando siento que se pega a mi espalda y me susurra al oído: -Estas hermosa-
Bebí un poco de la copa, luego él, permaneciendo detrás, tomó un poco de ella. Luego con la copa
rozó mi mejilla y fue bajando por mi cuello, yo sentía el frio del cristal y me estremecía. Se acercó aún más a mi oído y me susurró: "¿Bailamos?"
Una vez en la pista, tomó mi cintura, yo rodee su cuello, acerqué mi mejilla a la suya y comenzamos a bailar, apretados, pegados. Mis senos en su pecho, sus manos en mi cuerpo. Me acariciaba el cuello y la espalda mientras bailábamos, eso hacía que mi mente dé vueltas, la seguridad de manejar situaciones se me fue desvaneciendo ya que no podía controlar ni mis pensamientos al tenerlo tan pegado a mí. Por momentos sus dedos bajaban por mi columna rozando muy suavecito, llegando por mi espalda desnuda hasta el inicio de mi vestido, justo poco antes del comienzo de mis nalgas.
Él me decía que mi perfume lo embriagaba, lo llevaba al éxtasis. Cuando menos lo esperábamos, nos encontrábamos fundidos en un beso profundo, largo, apasionado. Metí mi lengua en su boca y él la recorría palmo a palmo con la suya, eso me estremecía. Solo me dejaba llevar, entregada a sus labios.
Al terminar la música lenta nos dirigimos hacia una mesa alejada, pidió unas copas más, nos sentamos uno enfrente de otro, había gente alrededor, en otro rincón del salón daban un discurso, otros se acercaban a saludarlo, ahí me di cuenta de que la fiesta era de la empresa donde estaba trabajando. Tomé un sorbo de la copa y mi aceleración aumentaba.
Lo miraba a los ojos, le sonreía charlábamos tranquilamente sobre lo que veíamos alrededor. En un momento se acercó a la mesa una pareja aparentemente conocidos del trabajo. El me los presentó y se sentaron con nosotros, como la mesa era pequeña se acercó a mí. Las copas iban y venían, la charla era muy amena y reíamos mucho. Era un matrimonio mayor que nosotros pero muy unidos.
Luego volvió la música lenta y las luces volvieron a ser tenues. Seguimos charlando sobre temas banales hasta que sentí su mano en mi pierna, pegué un salto en la silla y me puse colorada. Me apretó la rodilla para indicarme que todo estaba bien, el seguía hablando como si nada mientras subía su mano cada vez más, ahí entre el alcohol o el morbo de la situación me fui relajando, presa de sus manos, mientras disimulaba muy bien ante esta gente que nos hablaba
Su mano llegó peligrosamente a mi entrepierna y cuando me tiré sin querer para atrás tomó posesión de mis labios vaginales. Se sorprendió al no encontrar nada que impidiese el que pudiera tocarlos. Abrí levemente mis piernas y uno de sus dedos se metió entre los labios, disfrutó de la suavidad de mi piel toda depilada. Subió y bajó. No sé si la pareja se dio cuenta o no, pero aumentaron nuestras respiraciones peligrosamente
Yo no podía seguir disimulando así que delicadamente dije que me iba al baño. Me paré, mi vestido se deslizó hasta abajo y comencé a caminar. Ahí sentí su voz diciendo, "esperá que te acompaño" ; pedimos disculpas a la pareja y nos encaminamos hacia los baños. Casualmente no había nadie en el pasillo que conducía allí. Cuando nadie nos alcanzaba a ver, me apretó contra la pared, pegó su cuerpo al mío, Mi boca atacaba a la suya, mientras mi lengua mientras mi lengua buscaba la suya, desesperadamente.
En un momento alguien pasó por detrás y nos separamos un poco, nos miramos y pensamos lo mismo, debíamos irnos a un lugar más tranquilo. Me tomó de la mano, salimos del salón, saludo a varias personas camino a la puerta, subimos al auto y antes de arrancar me dio un beso dulce, lleno de pasión. Comenzamos la marcha y parecía interminable el camino, nos besábamos en cada semáforo, mi mano estaba en su pierna y en cada beso subía hasta rozar su entrepierna, eso aumentaba la pasión. Jugábamos a excitarnos en cada parada, su mano, cada vez que podía subía y disfrutaba de mi entrepierna desnuda bajo el vestido y cuando arrancaba se llevaba los dedos que me tocaron directamente a su boca.
Apresuradamente subimos a su departamento, casi sin pensar. El apuro por llegar hacía que apresuremos el paso. Besos, caricias, pasión llenaban cada rincón del recorrido hasta llegar. Una vez allí me sirvió una copa de vino, como para aplacar un poco el apuro, me sentó delicadamente en el sillón y él se sentó frente a mí en otro, observándome. Tomé la copa lentamente, di un sorbo y su mirada estaba fija en mí. Eso me ponía nerviosa y excitada.
No decía ni una palabra, solo tomaba de la copa sin dejar de mirarme, entonces decidí empezar a jugar. Me acomodé en el sillón, lentamente fui subiendo el vestido. Acariciaba mi piernas mientras seguía la marcha, una vez cerca, abrí las piernas un poco y lo subí del todo, dejé que observara, luego con mi mano comencé a tocarme justo ahí donde sentía palpitar mi clítoris, lentamente. Su mirada seguía fija, mis movimientos aumentaban hasta que tuve un orgasmo muy sonoro, donde mi gemido inundó la sala de luz tenue.
El se paró de su lugar y se acercó hasta donde estaba yo, me tomo de ambas manos y me ayudó a pararme. Tomó mi cara entre sus manos y me besó. Su lengua estaba impaciente por pegarse a la mía, mi cuerpo sentía que su pene estaba por explotar, aprisionado en ese pantalón. Se separó un momento y me subió el vestido hasta sacármelo totalmente. Quedé presa de sus caricias; mis manos querían arrancarle la ropa y dejarlo como yo, pero solo pude desabrocharle la camisa, no me dejó seguir. Me tomó de la cintura y me giró, me acomodó en el sillón haciendo que mis rodillas se acomoden en el sofá y mi cola quede apuntando hacia él. Apoyé mi cabeza en el respaldo del sillón sintiéndome muy excitada y nerviosa por no saber lo que podía llegar a pasar.
Sentí su lengua, recorrerme desde el comienzo de mi cola hasta llegar a mi clítoris, tomando los jugos que dejó mi corrida anterior. Estaba en las nubes de tanta excitación. Hasta que sentí un golpe en mi nalga derecha, fuerte, firme. No sentí el dolor del golpe pero sí sentí el ardor posterior. Eso hizo que aumente el morbo de la situación. Volvió a lamerme y esta vez acompañaban a su lengua sus dedos. Metió uno en mi vagina húmeda de saliva y jugos, y comenzó a lamer mi ano, eso nunca lo había sentido pero me gustaba. Introdujo en él un dedo, y luego otro. Ahí sentí algo de placer mezclado con excitación, jugó con ellos dentro de mí mientras acercaba su boca a mi oído y me susurró: "¿mi putita está lista?"
Algo frio recorría los bordes de mi ano, una zona que hasta ese instante no sabía que me podía dar tanto placer, y acercó la punta de su pene. Presionó un instante el cual mi cuerpo experimentó un dolor raro, mezclado con placer desconocido. Le pedí que pare, pero me dijo que ya iba a calmar. Continuó hasta meter toda la cabeza en él. Ahí se quedó unos momentos hasta que me fui acostumbrando a tenerla dentro. Luego, sin dejar de jugar con sus dedos en mi clítoris la metió toda. Un grito que no pude callar salió de mi boca y mi cuerpo comenzó a temblar. Mi esfínter apretaba su pene y eso, luego me dijo, le daba mayor placer. Me estaba penetrando y sentía mucho placer.
Mi cuerpo se fue acostumbrando a tenerlo y es ahí cuando comenzó a moverse dentro de mí, cada vez más rápido. Fueron incontables los orgasmos que tuve, el morbo, el estreno y el placer eran una combinación muy especial. Temblaba, palabras salían de mi boca sin control: "soy toda tuya", "dame más", "Soy tu putitaaa". Él gemía sin parar y yo estaba en otra dimensión. Al cabo de un momento acababa dentro de mí. Sentí como me llenaba de su leche y como se escurría hacia mis piernas.
Salió de allí y más líquido brotó hacia afuera, yo no podía dejar de temblar. Se recostó en el sillón y me atrajo hacia él. Coloqué mi cabeza cerca de la de él y nos besamos. Una media sonrisa decoraba su cara. Quedamos agotadísimos, por lo menos yo. Una somnolencia me tomó por sorpresa y cerré mis ojos.
Al volver a abrirlos, él me estaba mirando. Le sonreí y ahí me dijo: "no te vas a escapar más de mí. Mi cuerpo te necesita y yo también. Así que ni sueñes que te vas a escapar nuevamente te extrañaba."
Nos levantamos del sofá y nos fuimos a la ducha. Ahí me di cuenta que él tenía el pantalón abajo, no había alcanzado a desvestirse del todo. Ayudé a sacárselo y nos sumergimos en la bañera para lavarnos mutuamente. Al salir, me envolvió en un toallón y secó mi cabello delicadamente. Yo sentía aun dolores en mi ano, se fijó como estaba y me dijo que ahora esa zona era suya.
Volvimos a la cama, totalmente desnudos. Me acosté boca arriba y él a mi lado. Sus dedos comenzaron a recorrer mi cuerpo, cada rincón. A los pocos segundos, mis manos comenzaban a hacer lo mismo y recorrieron su cuerpo lentamente. Nos recorrimos cada centímetro de piel. Nos deseábamos aún más. No había tiempos, no había apuros. Lentamente se fue ubicando sobre mí y sentí entre mis piernas como su pene estaba durísimo y mi vagina muy húmeda.
Muy despacio fue metiéndose en mi cuerpo y comenzó a moverse, sin apuros, solo gozando esos instantes. Mis uñas se clavaban en su espalda indicándole el placer que me estaba dando. Nos besábamos, nos lamiamos, no queríamos terminar pero nuestra excitación estaba a un punto tal que inevitablemente tuvimos y deseamos terminar. Mis piernas rodearon su cadera como para aprisionarlo más a mi cuerpo y en un gemido compartido terminamos los dos juntos, unidos.
Esa noche fue otra de las tantas que volvimos a vivir, aprendimos que no debíamos darle carátulas a esto que pasaba. Solo disfrutarnos día a día, era la meta. Aún hoy lo estamos haciendo.