Sorpresas en la noche (2)

Mario creía conocer a su novia, pero aquella noche de viernes descubrió una cara oculta de ella que jamás olvidaría...

SORPRESAS EN LA NOCHE (II)

[Ante todo perdón a mis lectores por enviar esta segunda parte con tantísimo retraso, pero ciertas circunstancias me han impedido volver a conectarme a la red hasta ahora. Para que os ubiquéis bien y no perdáis el hilo de lo que os estaba contando, también os he vuelto a enviar la primera parte de mi historia. Besos]

Los dos desconocidos y yo continuamos mirando ensimismados la escena. El tío musculoso había puesto a Sandra de cara a la pared con las tetas aplastadas contra el muro y los brazos extendidos. Él tenía el cuerpo pegado a la espalda de mi novia y sus brazos extendidos sobre los de ella; la embestía frenéticamente por detrás, penetrando su almeja, mientras le decía algo al oído. Sandra comenzó de nuevo a gritar como una zorra y a poner esa expresión de viciosa que jamás había visto en ella en todos los años que llevábamos de novios.

El tío se la metía cada vez con más fuerza y continuaba diciéndole cosas al oído. Ella seguía gritando y gimiendo, y de repente empezó a hablar. Al principio no se la oía muy bien, pero enseguida comenzó a subir el tono de su voz, de tal forma que sus palabras llegaban claras a mis oídos y a los de mis dos compañeros "voyeur" casuales:

  • ¡¡Aaaah!! Siiiiií... ¡méteme ese pollón más dentro...! ¡aaaah...! –gritaba y gemía mi novia– ¡jódeme más fuerte, cabrón... taládrame... siiiiiií...! ¡jódeme, cabrón! ¡aaaaah...!

No me lo podía creer. Jamás había escuchado palabras como aquellas saliendo de la boca de mi novia. Cuando follaba conmigo nunca me había dicho ese tipo de cosas. Incluso una vez, mientras lo estábamos haciendo, le dije que era mi putita preferida y después me dijo que no le gustaba que le dijera esas cosas. Me parecía increíble escucharla ahora decir todo eso. Claro que más increíble era todo lo demás: mi novia follando en un portal con otro, en medio de la calle, como una puta cualquiera..., y yo poniéndome cachondo viendo la escena junto a dos tíos que no conocía de nada.

El tío musculoso seguía penetrando salvajemente el coño de mi novia y hablándole al oído, mientras ella gritaba:

  • ¡Siiií! ¡Sigue diciéndome todas esas guarradas al oído, cabrón... siiiií! ¡Soy tu puta... soy tu puta... aaaaah... sigue... aaaah... no pares, cabrón! ¡No te corras todavía... aaaaaah!

Me entraron ganas de bajar y parar aquello, no debía permitir estos cuernos que me estaba poniendo... Pero no podía. En realidad me gustaba ver en esa situación a mi novia. Jamás lo habría pensado pero así era: me excitaba verla follar de esa manera con otro. Allí, en aquel oscuro portal, desnuda, con sus ricas tetas aplastadas contra la pared, con su coñito –que yo tantas veces me había comido– tragándose lujuriosamente la polla de ese tío, hablando como una zorra a la que le gusta que le hagan de todo... Yo estaba cada vez más caliente, a punto de estallar.

Y parece que los dos tíos que se habían puesto a mi lado a mirar también estaban bastante calientes. Uno de ellos dijo muy bajito para no hacer ruido:

  • ¡Vaya zorra! ¡Quién la pillara! ¡A mí me están entrando ganas de correrme sólo de verla follar!

  • Sí, ¡habéis visto cómo se restriega contra la pared la muy puta mientras el otro le mete la polla! –dijo el otro chico–. ¡A esta le hacía yo unos cuantos favores si se dejara! ¡Tiene que ser la leche follar con ella!

"Si supiesen que es mi novia", pensaba yo

Acto seguido, el chico se bajó la cremallera del pantalón, se sacó su verga y comenzó a masturbarse. Su amigo, ni corto ni perezoso, hizo lo mismo. ¡Esto ya era demasiado! ¡Un tío tirándose a mi novia y otros dos cascándose una paja viéndolo! Pero me dio igual, estaba muy caliente, así que no lo dudé ni un momento: me saqué la polla y también me puse a masturbarme. De hecho, descubrí que ver cómo dos desconocidos se pajeaban mirando a mi novia follar de aquella manera me excitó aún más. Sabía que aquello rayaba en lo enfermizo, pero el morbo y la excitación me podían.

  • ¡Y vaya culito que tiene! –dije yo, para sorpresa de mi mismo– ¡Dan ganas de encularla bien enculada, eh!

Los dos chicos asintieron con la cabeza, a la vez que seguían mirando la escena y meneándose sus pollas. Todo aquello me excitó aún más.

Volví la cabeza de nuevo hacia abajo. Allí seguía Sandra, restregándose como una perra por la pared, con el cuerpo chorreando de sudor y la boca abierta, gimiendo y gritando obscenidades, recibiendo gustosamente en su raja la verga de su musculoso amigo, y con una cara de guarra que invitaba a meterle la polla por la boca.

De repente, Sandra le dijo algo en voz baja al tío y éste dejó de penetrarla. Ambos se separaron de la pared, ella se puso de rodillas y, sin mediar palabra, comenzó a chuparle la verga al musculoso desconocido. La polla, a pesar de ser bastante grande, entraba y salía de la boca de puta de mi novia sin ninguna dificultad. Debo admitir que Sandra hace unas mamadas estupendas, pero nunca la había visto chupar mi polla con tantas ganas como lo estaba haciendo ahora con este tío. ¡Menuda zorra! ¡A mi nunca me la comía con tanto entusiasmo!

El tío comenzó a emitir sonidos guturales mientras agarraba la cabeza de Sandra con las dos manos y empezaba a dirigir la mamada. Cada vez le metía la polla más dentro, más rápido, más fuerte, sin casi dejar respirar a Sandra. Por fin, el musculoso amante lanzó un grito de placer y paró, aunque sin soltar la cabeza de mi novia para que la polla se mantuviera dentro: parece que se había corrido y Sandra se estaba tragando todo su semen.

Una vez terminado, mi novia se levanto del suelo, le dio un morreo al desconocido y luego le dijo algo al oído. El tío musculoso también dijo algo a mi novia, le dio un beso en los labios y una palmadita en el culo y empezó a subirse los pantalones y a abrocharse la camisa. Ella, por su parte, también comenzó a vestirse. Parecía que la sesión de sexo había terminado.

Ni yo, ni ninguno de los otros dos chicos que me habían acompañado viendo aquella escena –digna de una película porno– nos habíamos corrido aún, pero nos apresuramos a meternos la polla en el pantalón, subirnos la cremallera y salir de allí pitando antes de que mi novia y el tío musculoso se dieran cuenta de nuestra presencia. Los dos chicos desconocidos siguieron la calle hacia abajo y yo crucé a la acera de enfrente, ocultándome en la oscuridad de un portal. Desde allí, sin que ellos me vieran, observé cómo mi novia y el desconocido volvían a la discoteca charlando alegremente. ¡Menuda puta! ¡Esto no podía quedar así!

Estuve en el portal, meditando sobre todo lo que había sucedido y esperando a que Emilio, Jose, Fran, Alberto y Antonio saliesen del bar. Quince minutos después, más o menos, los vi salir por la puerta de la discoteca. Decidí no contarles nada por el momento y continuar la juerga de aquella noche como si nada hubiese pasado. Al mismo tiempo, no podía dejar de pensar en todo lo sucedido. La cosa no podía quedar así, algo debía hacer...

Seguimos yendo de un bar a otro, bebiendo, charlando, ligando, riendo... y a las seis y media de la mañana Alberto, Antonio y Jose dijeron que ya estaban hechos polvo y que se iban a casa. Así que todos decidimos dar por terminada la noche. Para todos ellos había sido una noche divertida; yo fingí que también para mí, pero no se podían ni imaginar lo que esa noche había supuesto para mí, no sabían todo lo que en ese momento estaba pasando en mi interior.

Antes de despedirnos, Jose nos dijo a Emilio y a mí que seguramente volvería a la ciudad el fin de semana siguiente, así que quedamos en que haríamos algo juntos.

La semana pasó muy lentamente. No dije nada a nadie de lo ocurrido, pero mi cabeza sólo podía pensar en aquella noche. Por una parte, me dolía que mi novia me hubiese puesto unos cuernos tan grandes, y más aún pensar que probablemente no era la primera vez que me los ponía. Por otra parte, no sabía cómo afrontar las extrañas sensaciones que había descubierto, el placer que había sentido viendo a mi novia follar con otro y comportarse como una viciosa.

De cualquier forma, decidí que tendría que vengarme de su infidelidad de alguna manera, y durante toda la semana estuve pensando en cómo hacerlo para causarle el mismo daño que ella me había hecho a mí al ponerme los cuernos.

Así fue pasando la semana. Y por fin llegó el sábado. Jose vino a la ciudad como había dicho y decidimos irnos a pasar el día al campo. En principio, sólo íbamos a ir Emilio, Jose y yo; pero no pude deshacerme de Sandra, así que, aunque a mis amigos no les hizo mucha gracia (las novias cortan mucho el rollo), finalmente ella también se vino con nosotros.

Salimos muy temprano para aprovechar bien el día. Estuvimos buscando un sitio apartado para que nadie nos molestase y con árboles que nos pudiesen dar sombra, porque los últimos días habían sido bastante calurosos.

Sandra iba muy sexi. Se había puesto unos vaqueros muy ajustados –que resaltaban su culito bien torneado– y una camiseta gris claro de manga corta, también ajustada. No llevaba sujetador, así que sus pezones puntiagudos se le marcaban tanto que casi te daba la impresión de estar viéndolos a través de la tela. Durante toda la mañana me había fijado cómo Emilio y Jose, lanzaban miradas de deseo a sus tetas cada vez que pensaban que ni yo ni ella nos dábamos cuenta. La verdad es que esas tetas y esos pezones casi traspasando la tela de la camiseta ponían cachondo a cualquiera.

A lo largo de la mañana estuve pensando que tal vez aquel era el día propicio para llevar a cabo mi venganza contra Sandra por su infidelidad. Así pues, decidí hacer lo siguiente: primero le confesaría a Sandra que sabía que me había puesto los cuernos, le contaría con pelos y señales todo lo que había visto aquella noche en el portal, la insultaría y finalmente rompería mi relación con ella; todo delante de mis amigos. Esto la humillaría públicamente, con lo que le haría mucho daño.¡Qué mejor venganza que una humillación pública! Además, mis amigos correrían la voz y todo el mundo sabría lo puta que es. Esa era mi intención inicial, pero nunca habría imaginado cómo iba a acabar realmente aquel día...

Durante la comida bebimos bastante vino, todos estábamos "entonados". En un momento dado, Jose se levantó para hacer un brindis y, sin querer, se le cayó el vaso de vino sobre la camiseta de mi novia. La prenda quedó totalmente empapada, de tal forma que la camiseta se transparentaba y casi era como si sus pechos estuviesen a la vista; mis dos amigos intentaban disimular, pero no podían evitar dirigir la mirada a las tetas de mi novia. Jose no paraba de pedirle disculpas a Sandra. Ella se levantó enseguida y se dirigió al coche para cambiarse de camiseta. Yo me dispuse a acompañarla.

El automóvil estaba a unos diez metros de donde estábamos comiendo. Entre el calor, el vino, la visión de las tetas de mi novia transparentándose a través del tejido de la camiseta, y el recuerdo de cómo la había visto aquella noche en el portal follando como una guarra, no pude resistirme: empecé a meterle mano por debajo de la camiseta.

Ella intentó zafarse, diciéndome que qué hacía, que estaban Emilio y Jose delante, que me cortara un poco. Entonces yo le dije que si no le importaba follar en un portal en medio de la calle, tampoco le importaría que le metiera mano delante de mis amigos. Sandra enmudeció, se quedó blanca, me miraba con ojos de sorpresa. Aquello no estaba saliendo como yo había planeado, no era así como quería habérselo dicho. Pero ya daba igual, y además estaba muy cachondo...

Sin pensarlo, alargué mis manos, cogí su camiseta por el cuello y tiré con fuerza hasta que la rompí de arriba abajo, quedando sus dos tetas bamboleantes al aire.. Emilio y Jose miraban todo con sorpresa, no sabían qué estaba pasando.

Sandra reaccionó enseguida y se tapó los pechos con las dos manos.

  • Te gusta que te traten como a una zorra, ¿no? Pues eso es lo que voy a hacer –le dije, mientras le desabrochaba el pantalón–

  • ¿Qué haces? ¡Déjame, Mario!

Yo seguí desabrochándole el pantalón, mientras ella intentaba zafarse. Con un gesto rápido le di la vuelta y la puse de espaldas a mí, pegada a mi cuerpo. Para inmovilizarla, la rodeé con mi brazo izquierdo justo debajo de sus hombros y por encima de las tetas, y con el brazo derecho la apresé por la cintura. Mi cabeza quedó justo detrás de la suya y le susurré al oído:

  • Vas a dejar que te folle como a una perra delante de mis amigos...

Y tras un breve silencio añadí, casi sin saber por qué:

  • ...y luego me dejarás que yo vea cómo ellos te follan.

Al mismo tiempo que le decía esto le metí la mano derecha en las bragas y comencé a acariciar con mi dedo anular su clítoris. Al principio Sandra se resistía un poco y no paraba de decir:

  • Tus amigos están ahí, Mario. Me da vergüenza. Suéltame, por favor.

Pero tan sólo unos instantes después noté cómo se estaba humedeciendo. ¡A la muy zorra le excitaba todo aquello! Ya no había vuelta atrás...

Mientras con una mano continuaba masturbándola, con la otra le sobaba las tetas y le estimulaba los pezones. Sandra empezó a gemir levemente y a restregar su culito en mi polla. Empecé a acelerar los movimientos de mi dedo en su almeja y a estrujarle con más fuerza las tetas. Cada vez gemía más fuerte y meneaba más lascivamente su culo contra mi verga.

Emilio y Jose estaban parados, sin saber qué hacer y disfrutando del espectáculo. De repente, solté a Sandra y con un solo movimiento le bajé los pantalones y las bragas, quedándola completamente desnuda frente a mis amigos. Ante mi sorpresa, Sandra, aún de pie, comenzó a masturbarse ella sola, mientras con la otra mano se acariciaba los pechos.

Allí estaba la zorra de mi novia, mostrándose tal y como era: una puta de mucho cuidado. Sin miramientos, la acerqué a un árbol y puse sus manos en el tronco, inclinándola de tal forma que su culito quedó frente a mi, dispuesto a recibir mi polla.

Sandra volvió la cara hacia mi, me miró con ojos de viciosa y me dijo: "Dame por culo". Era increíble que esas palabras salieran de su boca. En todos los años que llevábamos saliendo juntos jamás había querido que le diese por culo, pero parece que ahora la cosa había cambiado. Había descubierto la faceta de puta de mi novia y no la iba a desaprovechar.

Comencé a encularla como un poseso. Sus enormes tetas se bamboleaban sin cesar y sus gritos eran tan fuertes que seguro que se oían a kilómetros. Yo no paraba de decirle:

  • ¡Mueve ese culo de puta! ¡Te voy a encular tan fuerte que te voy a sacar la polla por la boca, zorra!

Y ella, entre grito y gemido, decía:

  • ¡Párteme el culo en dos, cabrón! ¡Dame fuerte, hijoputa!

Emilio y Jose seguían parados, completamente anonadados. Nos miraban con los ojos inyectados en lujuria sin saber si irse o quedarse disfrutando de la escena. Giré mi cabeza hacia ellos y les dije:

  • Desnudaos y venid a disfrutar también de esta puta.

Se miraron sorprendidos, pero tras un instante de indecisión se quitaron la ropa y se acercaron: ¡no iban a perderse una oportunidad así!

Se lanzaron como lobos a las tetas de mi novia, que es lo que habían estado deseando durante toda la mañana. Lamían y chupaban sus pezones con ansía, como si fuese la primera vez que le chupaban los pezones a una tía. Así estuvimos un rato, hasta que yo me corrí dentro del culo de Sandra y ella se incorporó. A pesar de ello, Jose y Emilio no se despegaban de las tetas de mi novia; estaban como posesos, no paraban de chuparlas y lamerlas, y de sobar su coño. De repente, Jose se arrodilló y comenzó a meter su lengua por la rajita de Sandra. Ella gemía como una cerda y no paraba de decir cosas como: "Venga nenes, metedme mano por todas partes", "¡Umm, sí, cómo mueves la lengua, nene, siiií...!"

Aquella escena me puso a cien y volví a empalmarme.

  • Venga, dejad ya de babosear a mi novia. –les dije–. Vamos a follárnosla, que es lo que quiere esta putita.

Y dirigiéndome a Sandra:

  • ¿Verdad, cariño?

Sandra me miro con ojos de deseo y se paso la lengua por los labios provocativamente. La cogí y la puse a cuatro patas en el suelo. José y yo nos pusimos frente a ella y Emilio detrás.

  • ¿En serio puedo darle por culo a tu novia? –me preguntó Emilio, aún sin creerse del todo lo que estaba pasando–.

  • Claro, no ves lo que está disfrutando la muy guarra. Dale por culo como a una perra –le contesté–.

Sandra volvió la cara hacia Emilio, le lanzó una mirada viciosa, emitió un par de ladridos imitando a un perro, y puso su culo lo más en pompa que pudo mientras lo meneaba lascivamente.

  • ¡Joder, tío!¡Tu novia es una puta!

Emilio cogió a Sandra por las caderas y de una sola embestida le metió toda la polla por el ano. El grito de dolor de ella fue tremendo, jamás había escuchado gritar a nadie de esa manera. Emilio comenzó a encularla violentamente.

Ver aquello movió algo dentro de mí: ella seguía siendo mi novia después de todo, tal vez no debía permitir todo lo que estaba pasando. La miré con ternura, pero vi en su cara ese gesto de placer y lascivia, de zorra viciosa, una cara igual a la que tenía hacía unas noches en el portal de aquella calle. ¡Sandra estaba disfrutando de lo lindo!

Enseguida se me quitaron todos los escrúpulos. No sabía si después de esto iba a dejarla o no, pero ahora iba a disfrutar de esta guarra en que se había convertido mi novia.

Me acerqué a su cara y le puse delante la polla. Jose hizo lo mismo. Sandra empezó a chupar alternativamente nuestras vergas. Nos lamía los huevos, subía la lengua hacia el glande y nos lamía el capullo muy lentamente. Tuve que hacer enormes esfuerzos para no correrme enseguida. Emilio, por detrás, aumentó el ritmo de las embestidas. Sandra gemía más y más fuerte mientras, alternativamente, se metía nuestras vergas en su boquita de puta. Se las metía enteras, al ritmo de las embestidas de Emilio.

Así estuvimos un rato, hasta que Jose fue acercando su verga a la mía cada vez más para que Sandra pudiese lamer las dos a la vez. Pero para nuestra sorpresa, no sólo las lamió sino que, poco a poco, fue abriendo más y más la boca hasta que –no sin algo de esfuerzo– consiguió ¡meterse las dos pollas a la vez en su boca! Aquello era increíble. ¡Menuda boquita que tenía mi novia! ¡Y yo sin saberlo hasta ahora!

La imagen de Sandra con las dos pollas en la boca y el rozamiento de mi verga con la tersa piel de la de Jose me llevaron a unos límites de excitación que nunca había sentido; y no pude contenerme más. Estallé, llenando de semen la boca de Sandra. Casi al mismo tiempo, Jose también echó toda su leche. Los dos nos habíamos corrido dentro de la boca de mi novia. Ella casi no podía respirar, pero aún así no dejó que las sacásemos hasta que se hubo tragado todo. ¡Joder, esto si que era una auténtica tía guarra! ¡Y era mi novia!

Emilio ya había parado de darle por culo. Jose y yo sacamos nuestras pollas de la boca. Por las comisuras de los labios le rebosaba la leche de Jose y mía, y le caía sobre las tetas, resbalando por los pezones hasta llegar a su vientre. Sandra, no satisfecha todavía, se dedicó a limpiar nuestras respectivas vergas con su lengua hasta que no quedó ningún rastro de semen.

Después de esto, Emilio la tendió bocarriba en el suelo y, sin miramientos, le introdujo toda la polla en la boca y empezó a moverese como si la estuviera follando. Yo le metí dos dedos en el coño y empecé a moverlos arriba y abajo mientras con el pulgar le frotaba el clítoris. Sandra empezó a convulsionarse de gusto; intentaba emitir gemidos de placer, pero la polla de Emilio se lo impedía.

La muy guarra se estaba corriendo. Noté cómo todo su coño se empapaba de una forma que antes jamás había visto. Los jugos de su almeja resbalaron por sus muslos como ríos de placer. Entonces Emilio se corrió en su boca, mientras decía:

  • ¡Trágatela toda, zorra! ¡No dejes ni gota!

Me incorporé y me deleité viendo la escena que estaba ante mis ojos: Sandra, mi novia, tendida en el suelo, desnuda, con su boca de puta rebosando semen, con el coño mojado, con todo su cuerpo sucio y pegajoso del sudor, los fluidos y la tierra del suelo...; allí estaba, tendida como una perra que espera de nuevo una polla, mirándome con ojos de viciosa, acariciándose sus tetas, hundiendo uno de sus dedos en aquel coño caliente... Y entonces, supe que ya no podría ser mi novia, que no quería que una zorra como ella, dispuesta a ponerme los cuernos con cualquiera y en cualquier momento, fuese la madre de mis hijos. Pero no quería perder esas tetitas con su pezones puntiagudos, su coño jugoso, su culito de zorra abierto para mi verga, su maravillosa boca de putita chupapollas... No, no quería perder nada de eso. Así que le dije:

  • Sandra, te dejo. No quiero que sigamos juntos, no quiero tener una novia como tú. De hoy en adelante ya no quiero que seas mi novia... de hoy en adelante, quiero que seas... mi puta.

Ella me miró, se pasó la lengua por los labios lascivamente, indicó con un dedo hacia abajo y me dijo con tono sugerente:

  • Cómeme el coño.

Dadate