Sorpresas en la noche (1)

Mario creía conocer a su novia, pero aquella noche de viernes descubrió una cara oculta de ella que jamás olvidaría...

SORPRESAS EN LA NOCHE (I)

Era viernes y hacía una semana que le había prometido a mi novia, Sandra, que la invitaría cenar esa noche en un restaurante por una apuesta que yo había perdido hace tiempo.

Sin embargo, el mismo viernes por la mañana un amigo mío, Emilio, me llamó por teléfono:

  • Mario, tío –me dijo–, Jose, Fran, Alberto y Antonio han venido este fin de semana. ¡Tío, es la primera vez desde hace mucho tiempo que coincidimos todos aquí!

Jose, Fran, Alberto y Antonio son amigos nuestros. Trabajan fuera. Hacía mucho tiempo que no daba la casualidad de que todos venían el mismo fin de semana y podíamos salir como en los viejos tiempos. Emilio me había llamado para decirme que se había acordado quedar esa noche y salir por ahí todos juntos, sin novias. ¡Menuda putada! La misma noche que le había prometido a Sandra lo de la cena.

Sandra estaba un poco mosqueada conmigo porque unas cuantas de veces le había prometido hacer cosas juntos, ir a sitios que a ella le gustan y cosas así, y luego no lo había cumplido y encima siempre acabábamos haciendo cosas o yendo a sitios que me gustan a mi. Ya habíamos discutido unas cuantas veces por este tema, así que si esa noche le volvía a fallar... no quería ni pensarlo.

Le explique a Emilio la situación y le dije que me inventaría alguna excusa para Sandra y que si funcionaba y conseguía quitármela de encima, ya le avisaría. En eso quedamos. Colgué y me quedé mirando a la puerta del baño, tras la cual se oía el agua de la ducha: Sandra se estaba duchando. Tenía que inventarme rápidamente alguna excusa que me permitiese escaquearme de la cena, porque en cuanto ella saliese de la ducha debía decirle algo...

Antes de seguir tal vez debería contaros algo sobre Sandra. Estudia derecho. Tiene 23 años (yo tengo 25) y es preciosa. El único defecto (si puede llamarse defecto) es que es un poco chapada a la antigua en algunas cosas. Por ejemplo, cuando me presentó a sus padres organizó una cena muy formal, tanto que me dio la impresión de estar en un acto institucional o algo así; me sentí algo incómodo, yo no soy tan "correcto".

Incluso en el sexo es muy tradicional. No es que nos vaya mal sexualmente hablando, al contrario: el sexo con ella es estupendo. Pero a veces echo en falta que sea más espontánea y lanzada, que no sea todo tan "organizado". Por ejemplo, siempre lo hacemos en la cama o en el sofá, y por más que insisto en que probemos cosas nuevas, ella no quiere. Pero no me rindo, ya conseguiré que se le abra un poco la mente en ese sentido. De todas formas no me quejo, porque aunque el sexo con ella sea un poco "convencional", no todos pueden disfrutar para ellos solos de un bombón como Sandra.

Yo tengo casa propia y, aunque Sandra sigue viviendo con sus padres, de vez en cuando se queda a dormir aquí. Eso había hecho la noche anterior, y por eso estaba ahora duchándose en mi piso, antes de desayunar e irse a la facultad.

Como os iba diciendo, tenía que inventar rápidamente alguna excusa para no ir a cenar con ella. Decidí aprovechar la llamada telefónica y, dado que ella no sabía que era mi amigo Emilio quien había llamado, pensé en decirle que era mi jefe quien había telefoneado (yo trabajo llevando la contabilidad de un centro comercial) para informarme de que a la mañana siguiente venían a hacer una revisión inesperada y había que terminar un papeleo urgentemente; así que esa noche teníamos que hacer horas extras para que estuviese todo listo el sábado por la mañana. Era una historia algo increíble, pero a veces las historias más inverosímiles son las más fáciles de creer.

El agua de la ducha dejó de sonar, así que me dirigí al baño para contarle la historia que me había inventado. Cuando abrí la puerta me la encontré totalmente desnuda en medio de la estancia y me detuve un momento a contemplarla: ¡Menudo cuerpazo! No es muy alta, mide 1.68, pero tiene unas tetas impresionantes: voluminosas y duras, y con unos pezones siempre tiesos que tienen una aureola bastante grande.

Sin titubeos le conté mi historia y ¡se la creyó! Al principio le fastidió un poco que se viniesen abajo los planes, pero no tenía más remedio que tragar porque "es una cuestión de trabajo", como le dije yo. Ya tenía el camino libre para divertirme con mis amigos esa noche... y Sandra sin ni siquiera imaginárselo... je je... admito que a veces soy un poco cabrón.

Y por fin llegó la noche. Emilio, Jose, Fran, Alberto, Antonio y yo, los seis de siempre, como en los viejos tiempos: prometía ser una noche interesante (aunque aún no sabía hasta que punto iba ser interesante).

Sandra y sus amigas suelen ir siempre a los mismos sitios cuando salen, así que mis amigos y yo procuramos ir aquella noche a donde ellas nunca van. Parecía fácil. Primero estuvimos en un bar donde sólo ponen música heavy, y después nos fuimos a una discoteca que a mi novia y a sus amigas nunca les ha hecho mucha gracia. Pensamos que ese sería el último sitio donde nos las podríamos encontrar, ¡pero estábamos equivocados!

La discoteca es bastante grande, tiene dos plantas y varias salas con distintos tipos de música. Ya llevábamos un rato allí cuando, de repente, el corazón me dio un vuelco: a unos metros de distancia vi a las amigas de Sandra pidiendo en la barra. No estaban todas, y una de las que faltaban era mi novia, ¡uff! ¡por un momento respiré tranquilo! Supuse que las que faltaban estarían en el servicio o esperando en algún sitio cercano a que las que habían ido a pedir volvieran con las bebidas.

Tenía que salir de allí cuanto antes, pero algunos de mis amigos no habían hecho más que empezar con sus cubatas, así que no iba a obligarles a que dejaran sus bebidas casi enteras por mí. Les comenté lo que pasaba y les propuse lo siguiente: yo me iría afuera a tomar un poco el fresco y esperarles, y cuando ellos terminaran con sus copas salían también y nos íbamos a otro sitio. Si mi novia les veía, debían decirle que yo no había salido aquella noche y ya está. Sin problemas.

Al irme volví la cabeza con cuidado y eché un vistazo rápido al grupo de las amigas de mi novia: parecía que ninguna se había dado cuenta aún de mi presencia ni de la de mis amigos, y mi novia todavía no había vuelto del servicio o de donde estuviera. ¡Por qué poco! Casi me pilla. Menos mal que me di cuenta a tiempo. Sino hubiese tenido que estar aguantando al menos durante dos semanas (y creo que me quedo corto) el tremendo enfado de mi novia y la cantinela de "no puedo confiar en ti", "no quiero que me mientas, "no sé por qué me haces esto", etc, etc, etc.

Una vez fuera me encendí un cigarro y decidí esperar unas calles más arriba, desde un lugar donde la puerta de la discoteca fuese visible. Así podría ver a mis amigos cuando salieran, pero también a Sandra y sus amigas. Si salían ellas antes me podía ocultar en un portal para que no me viesen y ya está. El plan perfecto.

No hay ningún otro local de marcha cerca de esta discoteca, así que la calle estaba desierta, no se veía un alma. Comencé a andar y cuando llevaba unos metros empecé a escuchar un ruidito, como un gemido. Seguí caminado y el gemido se hacía cada vez más perceptible. Al llegar a la altura del portal de un edificio, me di cuenta que provenía de allí.

Era uno de esos portales en los que primero hay que bajar unas escaleras y luego recorrer un pequeño tramo antes de llegar a la puerta del edificio. Me asomé con curiosidad y cautela. No había iluminación y estaba bastante oscuro. Del primer vistazo me pareció ver a una pareja haciendo el amor. Pensé que no se habrían aguantado más y se habían metido en el primer sitio que les pareció "discreto". Seguramente se sentían a salvo de miradas curiosas en ese portal oscuro y alejado de la acera. Pero la verdad es que, con el silencio que había en la calle a esas horas, cualquiera que hubiese pasado por allí les podía haber oído y ponerse a curiosear (como yo).

Al principio pensé en continuar mi camino y dejar a la parejita con sus "faenas", pero luego me dije: "¡Qué coño! ¡Esto no pasa todos los días! ¡Una escena de sexo en vivo y en directo! Puede ser interesante". Y con cuidado me coloqué en una de las esquinas y me asomé de tal forma que sólo se me veía un trocito de cabeza desde donde estaban ellos. "De todas formas –pensé– con lo atareados que están no creo que se fijen en que estoy aquí".

Me dispuse a disfrutar del espectáculo. Al principio lo veía todo un poco a oscuras: un tío estaba de pie y se estaba tirando a una tía a la que tenía cogida por las piernas, de tal forma que la chica estaba elevada en el aire y con la espalda apoyada contra la pared mientras su amante le endiñaba la verga.

Cuando mis ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad empecé a verlo todo mejor y lo que vi me quedó helado: ¡Era mi novia!¡Mi novia siendo follada como una vulgar puta en un portal y por un tío que seguramente había conocido esa misma noche en la discoteca!

No me podía creer lo que veía. Sandra, una chica tan conservadora y tímida con el sexo, estaba allí completamente desnuda en medio de la calle y no le importaba. Y pensar que conmigo ni siquiera quería que nos enrollásemos dentro del coche, en un lugar apartado, por miedo a que cualquiera pasase por allí y se pusiese a mirarnos. Conmigo siempre teníamos que follar en algún sitio donde nadie pudiese entrar y sorprendernos, donde nadie pudiese vernos ni de lejos. Todo muy convencional.

La escena era increíble para mí. Toda la ropa de Sandra se veía tirada en el suelo, estaba desnuda, elevada en el aire por el tío y apoyada la espalda contra un rincón, con las piernas enlazadas a la cintura de aquel desconocido, moviéndose y gimiendo como nunca la había visto moverse y gemir, gritaba como una cerda, con la boca totalmente abierta y con una cara y unos ojos de viciosa que jamás le había visto. Movía el culo con un ritmo frenético, adelante y atrás, ayudando a que la polla del tío entrase hasta el fondo de su coño. Tenía los brazos extendidos hacía arriba y sobre la pared. Se notaba que estaba disfrutando como nunca, yo nunca la había visto tan excitada y moviéndose de aquella forma tan lasciva y descontrolada; se movía frenéticamente, como una puta.

El tío tenía desabrochada la camisa y los pantalones bajados hasta los tobillos. Se la metía a mi novia con fuerza, bombeaba como impulsado por un motor; el cabrón debía tener experiencia follando. Era un tío enorme (2 metros por lo menos) y sus músculos impresionantes. A su lado mi novia parecía una muñequita. La movía arriba y abajo sin ningún esfuerzo, como si fuese una pluma. Su enorme mano abarcaba toda la pierna de mi novia. Era una bestia de tío.

No sabía que hacer. Estaba allí, inmóvil, viendo como un tío se estaba tirando a mi novia. ¡Y de qué forma se la estaba tirando el muy cabrón! ¡Y mi novia disfrutando como yo nunca la había visto, comportándose como una zorra!

Estaba viendo en directo cómo me ponían los cuernos. Se supone que debía hacer algo: bajar y parar aquello, montar una escenita. Pero no hacía nada. Lo cierto es que, aunque me sentía traicionado y engañado, al mismo tiempo me sentía excitado e inexplicablemente cachondo. Me estaba poniendo a cien ver a mi novia comportarse como una zorra viciosa y a ese tío musculoso follándosela como a una puta.

Tenía dos opciones: o me comportaba como cualquier novio que descubre a su novia poniéndole los cuernos, o me quedaba allí disfrutando de mi morbosa excitación y luego ya vería como resolvía con mi novia lo de los cuernos. Decidí lo segundo.

[Aquí os muestro una foto que le hice hace unos meses a Sandra para que os hagáis una idea mejor de cómo es; nunca pensé que pondría esta foto en internet, pero leyendo mi historia supongo que entendéis que no me importe hacerlo]

Mi novia seguía moviéndose izada en el aire y gritando como una zorra. Su par de tetitas se movían arriba y abajo rápidamente y tenía algunos de sus cabellos pegados a la cara por el sudor. ¡Qué puta era Sandra! Y yo sin descubrirlo durante todos estos años.

Mientras la subía y bajaba al ritmo de cada embestida, el tío le puso una mano en el culo. Empezó a sobarlo y luego pude distinguir cómo le metía el dedo anular en el ojete. A Sandra le debió excitar aquello sobremanera porque empezó a gritar con más fuerza y a moverse más salvajemente. ¡Joder, que imagen! ¡Mi novia parecía la protagonista de una peli porno!

El tío se separó de la pared, llevando a Sandra cogida por el culo y sin dejar de meterle la polla. Sandra empezó a dejarse caer hacia atrás de tal forma que acabó con el cuerpo totalmente extendido hacia atrás, las manos apoyadas en el suelo, y las piernas alrededor de la cintura del tío; él seguía de pie, agarrando fuertemente el culo de Sandra con las dos manos, moviéndola adelante y atrás sin parar para poder meter bien la polla en el coñito de mi novia.

Sandra tenía el cuerpo arqueado sobre el suelo. Aquel cuerpo que tantas veces había visto desnudo me pareció distinto, más apetecible, más morboso. La curva que hacía su espalda arqueada, esas voluminosas tetitas meneándose al ritmo de la follada, ese culito que pedía guerra moviéndose sin parar, el caliente coñito depilado que tantas veces se había tragado mi polla siendo penetrado salvajemente por aquella bestia llena de músculos... Todo aquello me ponía muy caliente, tenía una erección de campeonato y me entraron ganas de masturbarme.

Iba a bajarme la cremallera del pantalón para sacarme la verga cuando escuché unas voces a lo lejos. Eran dos chicos que acababan de salir de la discoteca. Si yo seguía allí, se darían cuenta de lo que pasaba abajo, al final de las escaleras; seguro que se pararían a mirar y no serían tan cautelosos como yo: harían ruido y entonces, tal vez, mi novia y su amante eventual se percatarían de nuestra presencia. No quería que Sandra supiera que la estaba viendo, pero más aún: ¡no quería que aquel espectáculo de sexo que mi novia me estaba proporcionando acabase!

Para cuando terminé con estas reflexiones ya era demasiado tarde. Los dos chicos habían llegado a mi altura y escuchaban los gemidos de mi novia.

  • ¿Qué pasa ahí abajo? –me preguntaron–

  • Un tío que se está tirando a una tía –dije, sin pensar– . Y la tía es una guarra que no veas... –añadí, también sin pensar–.

Todo aquello me salió espontáneamente. Sé que estaba hablando de mi propia novia, pero me di cuenta que hablar así de Sandra a otros tíos me ponía más cachondo todavía. Con cuidado se pusieron a mi lado y empezaron a contemplar la escena. Ellos ni se podían imaginar que aquella tía a la que estaban viendo en bolas y follando como una zorra era mi propia novia. Aquella situación me excitaba cada vez más. Tenía unas ganas impresionantes de hacerme una paja.

CONTINUARÁ...

Dadate