Sorpresas de trae la Vida (02)

Pasó lo que tenía que pasar, Kika halló en mi, su propio padre, a un nuevo esposo que atender y amar.

Sorpresas te trae la Vida 02

¿Qué hacer cuando, en una noche y por la oscuridad reinante, te cogés a tu propio hijo, creyendo que era otro hombre disfrazado de mujer? Y más aun, ¿si el coge mejor que una mujer de verdad, que una auténtica puta profesional? ¿Qué hacer, qué pensar, en donde meter la cara y qué se puede decir que no suene a mulada?… nada, nada, solo quedarse con el gesto de idiota más grande de tu vida y rezar porque aquello fuera un sueño.

La verdad es que no recuerdo ni muy bien lo que pasó luego, solo que mi hijo/hija estaba llorando como una magdalena. Luego, cuando el se calmó un poco, nos pusimos a hablar de lo que habíamos hecho. La vergüenza había sido horrible pero estaba claro que aquello era un accidente y que ambos desconocíamos de la vida doble del otro, no fue más que una desafortunada coincidencia.

Pero luego tocamos el tema precisamente de esas dobles vidas. Ambos nos confesamos nuestras vidas secretas. Kike me habló de su afición por los penes y de su bisexualidad, de su gusto por vestirse y sentirse mujer y de su relación extramarital con Javier, de cómo comenzó todo eso. Me dijo que Laura, mi nuera, estaba al tanto de todo y que lo aprobaba, que a su vez hacía lo mismo y que eso no representaba problemas para los 2 pues hacía tiempo se habían vuelto muy liberales. Se podrán imaginar lo increíble que me parecía eso.

Por mi parte le confesé ser gay, que luego de estar casado tantos años con su madre me volví bisexual. Le hablé que siempre había sido atraído por los hombres, pero que, dada la sociedad conservadora y machista en que me tocó vivir, lo mantuve oculto y reprimido durante toda mi vida, pero que una vez muerta su madre decidí dejarlo aflorar. Ella, mi difunta esposa, estaba al tanto de mi orientación sexual, y nunca me reclamó nada ni me lo reprochó, pues le guardé una fidelidad absoluta durante toda su vida, supe hacerla feliz, la amé hasta el último momento de su vida.

Kike se sorprendió de mi mente tan abierta, siempre pensó que yo no podría comprender su forma de vida, mucho menos que su madre pudiera comprenderme a mi. Lo que pasó fue que había sido muy sincero con Estelita acerca de mi condición, y ella, una dama extraordinaria, me dijo que no le importaba, mientras le fuera fiel y la amara no le importaría que me gustaran los hombres. Así era nuestra relación, Estela y yo hablábamos de todo tan abiertamente que, incluso, llegamos bromear los 2 sobre algún conocido que a ambos nos parecía guapo.

Y luego, ¿qué pasó?… bueno, si han leído los relatos de mi nuera, ya saben lo que pasó, Kika y yo nos hicimos pareja

Recuerdo ahora el día en que Lalita lo supo, Javier la llamó a su casa para decirle que le tenía que decir algo muy importante y esta se presentó acompañada de su, en ese entonces amante, Bianca. La cara que puso cuando vio a Kika de pié, a mi lado, y yo sentado en el cómodo sillón de Javier.

Aquella noche se puso a caminar por la casa, encontrándome en la sala mientras veía unos viejos álbumes familiares. Me pescó con los ojos mojados, eran tantos recuerdos los que tenía en mis manos que no pude evitar que la nostalgia me embargara. ¡Ah, la nostalgia, el placer de estar triste!

Laurita, no te vi venir… – le dije sorprendido.

Perdón Tito… ¿se siente bien? – me preguntó, al verme triste.

Si, si… es que lo que ha pasado me ha despertado la nostalgia niña.

¿Puedo ver las fotos?

Si, si, vení, sentante. – me senté a su lado – Estaba mirando esta foto. – era una imagen de mi esposa, Estelita, de joven – Es estelita, tenía 21 años allí. Quiero que notés una cosa… es idéntica a Kike, vestido como Kika, claro. – y era cierto, sus rostros y complexiones eran muy parecidos, y su sonrisa, pícara y algo infantil, era la misma, cualquier diría que se trataban de 2 hermanas – El parecido es innegable… impresionante.

Si, mucho

Estela Virginia era una mujer extraordinaria, combinaba una gran cantidad de cualidades con una gran belleza. Era rubia, de ojos celestes y rasgos hermosos, Kike sacó muchos rasgos de ella. Delgada y bajita (1.64), sus discretas formas femeninas eran compensadas con una contextura bien hecha, un porte delicado y muy elegante. Era, en resumen una mujer muy bella, además de un amor de gente.

Le dio diabetes y, como buena mujer de campo que era, apenas si se cuidaba, y para agravar las cosas sufrió un terrible accidente automovilístico. Por su diabetes las heridas en una de sus piernas no sanaron y al final se la tuvieron que amputar desde la rodilla. Eso la afecto mucho, pues mi esposa era una mujer acostumbrada a trabajar desde siempre, no podía estarse quieta ni un segundo, y verse atada de por vida a unas muletas o a una silla de ruedas fue devastador.

Así, su salud fue empeorando poco a poco, y por más que luchó, al final sucumbió. Aquello fue lo más doloroso que he vivido, pero era algo que ya esperaba, desde hacía tiempo todos habíamos comprendido que ya no se iba a recuperar, por lo que su muerte no nos pescó por sorpresa, más bien significó un alivio, por fin podía descansar en paz. Supongo que eso me ayudó a superar ese golpe.

Kike salió muy parecido a su mamá, desde pequeño, en su carácter alegre y amiguero, su cara, sus cuerpos, siempre se llevaron muy bien los 2

Si… – me respondió mi nuera, mirándome a la cara, pues sabía que algo tenía que decirle en ese momento, pero que no me atrevía.

Aquel día era domingo, el viernes fue que me enteré que mi hijo era una loca traga vergas, el sábado habíamos hablado mucho del tema y decidimos hacernos pareja… y eso era lo que le iba a decir a Laurita en ese momento. Javier no dijo nada, conocía a Kika mejor que nadie y sabía que aquello era inevitable, por lo que tuvo que aceptar compartirla con Laura y conmigo. Pero Lalita

Se lo dije, se quedó muda, seria. Luego escuchamos gemidos venir del cuarto de juegos, una amplia habitación en que Javier tiene mesa de billar, un muy bien surtido bar, un congelador lleno de todo tipo de carne, una alacena llena de boquitas y hasta una mesa de futito.

Apenas nos asomamos por la puerta y vimos a Kika en 4 patas, lamiéndole ávidamente el sexo a Bianca que estaba sentada sobre un cómodo sillón, con las piernas abiertas y puestas sobre los brazales. Detrás, Javier le lamía el culo a mi hijo/hija/esposa mientras le apretaba la verga, Rafa veía todo masturbándose desde un sillón.

Igual de caliente como su nana… – me dije en un susurro que Lalita alcanzó a oír.

El rostro de Bianca expresaba un enorme placer, la boca y lengua de mi hija son muy hábiles. Cuando nos vieron entrar, se detuvieron, Kika se sentó sobre el suelo, sonriente, con el maquillaje todo corrido, algo roja.

Kika, mi amor… creo que tenemos que platicarrrrrr… – cuando Laurita alarga el sonido de la R como un gruñido, es porque de verdad está gruñendo.

Platicaron y Kika le confirmó lo que le había dicho… luego las lágrimas, la cólera de mi nuera (es muy dulce, pero cuando se enoja…) y luego otra vez las lágrimas. Obvio, no podía evitar sentirse desplazada y herida… otra vez. Pero bueno, cuando decidió que si quería llevar esa relación tan liberal, desde que aceptó la existencia de Kika, como el alter ego de su marido, las cosas ya no iban a ser como antes de nuevo, tarde o temprano iba a pasar.

Yo me quedé muy nervioso, sabía que como Laura se opusiera la cosa acababa allí, pero cuando vi a Kika volver al cuarto, sonriéndome feliz, comprendí que Lalita había dicho que si. En menos de un minuto Kika y yo ya estábamos besándonos y acariciándonos, mis manos comenzaron a jugar con el redondo y durito culo de mi hijo/hija, ahora mi mujer, levantándole la falda y metiéndolos entre su delgada tanga celeste pálido.

Laura por su parte, se sentó en un sillón y de inmediato llegó Bianca a abrazarla, sabía perfectamente lo que había hecho y lo mucho que le había costado. Mientras Javier sonreía, creo que con celos en su mirada, y salió afuera con Rafael, sabía que aquello era únicamente entre padre e hijo… o hija, lo que fuera, y que el, por muy celoso que se pusiera, debía guardar distancia y resignarse a que Kika ya no sería únicamente de el.

Y nosotros, tomados de la mano, nos dirigimos hacia una de las habitaciones de la casa, en donde ella me desabrochó el cinturón y me bajó el pantalón con todo y calzoncillos, mi verga saltó y le dio en la cara. Ella la tomó con ambas manos y se puso a frotarla mientras nos besábamos apasionadamente.

Poco a poco fuimos cayendo sobre la cama, yo despojaba a mi hija de su ropa simultáneamente. Muy despacio le bajé el cierre al vestido, e igualmente despacio se lo fui quitando, dejando a Kika únicamente con sostén. Ella se agachó un poco y atrapó el glande estrecho de su padre con sus labios, pintados de rojo carmín. Así, mientras yo le seguía quitando el vestido quedé sentado sobre la cama con mi enorme pepino rojo, palpitante y venoso, apuntando al techo.

El vestido quedó en el suelo y Kika, ya solo con ropa interior, se arrodilló entre las piernas del hombre que le dio la vida, adorando mi gran mástil de carne, del que, desde ese día, quedó irremediablemente prendada. Por más que trataba, no podía meterse más de un 4to de mi pene dentro de su boca, era demasiado largo y grueso, y abrirla más le causaría dolor. Al mismo tiempo acariciaba con suavidad mis 2 bolas peludas que colgaban debajo, grandes como dos pelotas de tenis.

Al mismo tiempo yo estaba hurgando dentro de su ano, metiéndole hasta 3 dedos juntos, ayudados por una suave y perfumada vaselina. Untaba abundantemente aquel hoyo con dicho lubricante, preparándolo para recibirme adentro, no le quería hacer daño, después de todo seguía siendo mi nene consentido… bueno, desde ese día mi nena consentida.

Fuera de si, Kika se bajó su diminuta tanga y se despojó del sostén, trepándose rápidamente sobre mi y sentándose sobre mis piernas, rodeándome por la cintura con las suyas. Besándome se posicionó, yo tomé mi verga y la apunté contra su agujero, empecé a penetrarla lentamente, haciéndola gemir por cada centímetro de su ser que era invadido. Mis testículos toparon con su trasero, nos quedamos quietos por un breve momento, con mi guerrero latiendo dentro de ella, permitiéndole a su ano a que se amoldara al cuerpo de semejante conquistador.

Mi Kika se sentía más que abierta, casi partida a la mitad con aquel grueso y duro pedazo de carne ensartado hasta el fondo de su ser, nunca se imaginó capaz de contener una verga de esas dimensiones. La sola sensación de mi pene bien adentro de su culito, estaba a punto de provocarle un orgasmo.

Casi no hubo dolor, en parte por mi delicadeza, en parte por la vaselina, en parte por la extensa experiencia de su ano tragón. Lo que si había, y en cantidades abundantes, era el placer de sentirse totalmente empalada. Y en cuanto se sintió lista, ella misma empezó a subir y bajar, pasándose todo ese mástil caliente y venoso a través de sus entrañas hasta casi sacárselo, para volver a bajar después.

Al principio lo hacía muy pausadamente, pero rápidamente la velocidad fue aumentando. Mis manos la tomaban por la cadera, ayudándola levantarse pero dejando que ella marcara el ritmo. Su excitación fue creciendo tan precipitadamente que, en menos de un minuto, mi gran salchichón entraba y salía como un pistón de su ya totalmente dilatado culo. Aquella sensación de estar totalmente clavada por ese garrote la hicieron estallar en un clímax intenso, que provocó que de su hinchadísimo pene salieran borbotones de blanco semen que se estrellaron contra mi pecho peludo y se cayera sobre mi vientre.

Kika ya no podía controlar nada, se convirtió solo en una hembra hecha para dar placer y me cedió el domino de toda la situación, que hiciera con ella lo que se me diera la gana. Ya sus delicadas manos se limitaban a colgarse de mi nuca, acercándose a mi rostro para besarme, le gustaba mucho como mi barba y bigote le raspaba.

¡¡¡¡AAAAHHHHGGGGG!!!!… ¡¡¡¡PAPÁ!!!! ¡¡¡¡PAPÁ!!!! ¡¡¡¡PAPÁ!!!!… ¡¡¡¡PAPÁAAAAAA!!!! – sus gritos de placer retumbaban por toda la casa, el mundo de Kika se limitaba tan solo a lo que yo deseara de ella.

Mi excitación y placer también iban aumentando, a medida que más se acercaba el final, más fuertes eran mis embestidas. Poco a poco me fui poniendo de pié, Kika me apretaba con fuerza con las piernas para no caer. Y justo antes de llegar al cenit la tenía en el aire, sosteniéndola de las nalgas y barrenándola con un ritmo infernal. Ella echaba la cabeza hacia atrás y gritaba y gritaba como una desesperada, pidiéndome más y diciéndome lo mucho que me quería.

¡¡¡¡ASÍ!!!! ¡¡¡¡ASÍ!!!! ¡¡¡¡MÁS DURO, DAME MÁS!!!!… ¡¡¡¡AAAAAAUUUUUUGGGHHH!!!!… ¡¡¡¡SÍ!!!! ¡¡¡¡SÍ!!!!… ¡¡¡¡SÍ PAPA, AGARRAME ASÍ!!!!… ¡¡¡¡SOY TUYA!!!! ¡¡¡¡SOY TU PERRAA!!!! ¡¡¡¡TU PEEEEERRRRRAAAAAA!!!!… ¡¡¡¡AY!!!! ¡¡¡¡AY!!!! ¡¡¡¡AY!!!! ¡¡¡¡AY!!!! ¡¡¡¡AY!!!!

¡¡¡¡KIKAAAAAAA!!!!… ¡¡¡¡MIAAAAAAMOOOOORORRRR!!!! – y acabé por fin.

Kika sintió el característico calor del semen derramándose adentro de su cuerpo. Ella misma aceleró las embestidas, al mismo tiempo que apretaba lo más que podía su esfínter anal para ordeñarle a mí pene todo el semen que pudiera. Luego me dejé caer de espaldas sobre la cama, con ella abrazada a mi, ambos extenuados, con nuestros cuerpos pegados el uno al otro y mi sexo aun trabado dentro del culo de ella.

Con algo de trabajo se la sacó de su interior y fue bajando por todo mi tórax, lamiendo golosamente toda la leche que minutos antes había derramado sobre mí. Llegó a mi pene, todavía duro, y se puso a limpiarlo esmerada y prolijamente, mientras le decía con voz entrecortada "te amo… mijita linda".

Pues bien, así fue como Kika, mi propio hijo convertido en mujer, se convirtió en mi segunda esposa. Ahora ya no era un solo fin de semana el que pasaba Kike fuera de casa, lejos de Laurita, ahora eran 2, uno con Javier, otro conmigo.

Las cosas continuaron así por un buen tiempo, durante el cual experimenté una especie de nuevo despertar. Reconozco que la razón por la que me enamoré tan rápido de Kika era su gran parecido con su madre, mi amada Estela. Pero eso no me importó, me hacía muy feliz, que era lo principal, y yo la hacía muy feliz, que también era principal

Fin.

Tito (Garganta de Cuero).

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