Sorpresa, sorpresa

GatitaKarabo se aventura con una conocida leyenda urbana. Ella... qué será, shes living la vida loca...

SORPRESA, SORPRESA

Acompáñame, te sorprenderas:

una noche con tantas sorpresas

que no olvidaras jamás.

Acompáñame una noche más

y verás que increibles sorpresas

conmigo te llevarás...

Acompáñame, déjate llevar

una noche con tantas sorpresas

sorpresas hasta el final.

Te sorprenderás,

acompáñame,

una noche más...

(Letra de la canción cabecera del programa Sorpresa, Sorpresa)

¿Lo recuerdas? Fue hace unos diez años. Ahora puedes decir que no, pero cuando se difundió la noticia, seguro que también pensaste que era cierta. De hecho hay pruebas de ello: el programa emitido el 12 de Febrero de 1999 tuvo un pico de máxima audiencia. Y el público ahí, en sus casas, de cara a la caja boba, sediento de morbo, ávido por saber qué había ocurrido en el programa de la semana anterior.

La presentadora, Concha Velasco, estaba ciertamente nerviosa; aún así, el programa transcurrió sin sobresaltos. Aburrido. Nada. Nadie dijo nada. No se comentó nada de nada. Pues claro... ¿Qué esperabas?

La historia se convirtió, pues, en una leyenda urbana, un rumor más, un bulo falso inventado probablemente por unos universitarios borrachos que lo desvelaron en un programa local de radio y que fue creído por unos cuantos (miles) de gilipollas cuando se fue transmitiendo de boca en boca. Incluso hubo algunos aún más gilipollas que afirmaron que lo habían visto; aunque luego se supo que sólo fue un rumor, un falso rumor.

¿O no?

No. Por supuesto que no. Ese rumor no fue tan falso. Esa historia fue verídica al 100%. Lo sé.

¿Que cómo lo sé?

Pues porque yo estuve allí.

Remontémonos al día del suceso.

Málaga, 5 de febrero de 1999

Natalia vuelve a casa del instituto, paseando tranquila, con los auriculares puestos, tarareando bajito:

Te besa y te desnuda con su baile demenciaaaal ...

Tú cierras los ojitos y te dejas arrastraaaaaar...

Tú te dejas arrastraaaaaar...

Ella que será...

She’s livin’ la vida looocaaaaa...

La canción de moda de su amado Ricky Martin. Mira la pegatina de la carpeta que lleva entre los brazos. Aaaaay... ¡¡Qué guapo es!! Tan varonil, tan simpático, tan... buenorro. Esa mirada de seducción chocolate bombón, esa sonrisa pícara, esa voz sensual en sus oídos hace que a Natalia le entren esos espasmos como corrientes; las famosas mariposas revolotean en su bajo vientre y sus braguitas se empapan al imaginar que se encuentra entre esos brazos fuertes, esos labios dulces que la besan mientras.... mientras... mmmm.

Aprieta el paso para volver pronto a casa. Hoy es un día especial. Es su cumpleaños. Papá y mamá no están. Esta noche van como público, junto con parte de la población malagueña, a ese programa coñazo de Antena 3 que presentaba antes Isabel Gemio y que no estaba mal, pero que ahora ya no lo ve ni dios. Mejor. Prefiere celebrarlo sin ellos, así puede ponerse el video del concierto de su Ricky en directo las veces que quiera. Nunca se cansa de verle.

No es la primera vez que se queda sola en casa, ya es mayorcita, no es una niña, y su tía vive al lado, por si ocurriera cualquien percance. Y no, tampoco es que esté completamente a solas. Está Cuqui. Su precioso Cuqui.

Lo importante es que puede hacer todo lo que le apetezca: poner la música a tope, cantar a viva voz, bailar en bolas... e hincharse a comer pastelitos con mermelada sin que su madre le recrimine que se va a poner como una cerda de gorda si sigue comiendo así. Esta noche es toda, toda suya para hacer todo, todo lo que se le antoje.

Ni siquiera ha metido la llave en la cerradura cuando ya se oyen esos rasguños en la puerta.

-Sssssshhh... Cuquiiiii... -Natalia acaricia el lomo de su perrito-. ¿Qué te pasa? Hay que ver qué inquieto estás. ¿Es porque te han dejado solito? Venga, no lloriquees, tontín. ¿Tienes hambre? Ahora, en seguida te pongo tu merienda. Te vas a pegar un buen atracón.

Y tan bueno... Ya lo creo. Cuqui no podía imaginarse el festín que esa tarde su amita Natalia le iba a propinar.

El perrito la mira ladeando la cabeza y corretea ladrando nervioso a su alrededor mientras la chica deja el abrigo, la bolsa con los libros y la carpeta sobre la cama.

Su habitación parece un santuario dedicado al ídolo de oro de un pasito p'alante María, un pasito p'atrás ... Posters, álbumes, cds, fotos dedicadas, recortes de revistas... Todo un monumento al cantante de culto oculto. ¿Oculto?

Sí, síiii... ¡Síiiiiií! Ahí estaba él... Oculto en el armario. ¡Ricky Martin! El de La Copa de la vida, sí, ese mismo, el genuino, allí, escondidito en el ropero de Natalia.

El cantante portorriqueño se revuelve incómodo. Aun estando en febrero, en esa casa y en ese armario hace un calor de mil demonios. La pavita ha puesto la calefacción a tope y el muchacho está empezando a sudar a mares. Afortunadamente su asesor de imagen le aconsejó llevar una camisa negra, que no deja ver los cercos en las axilas. El redactor, a través del auricular de su oreja, le susurra que tenga un poco más de paciencia. Hay un fallo en las transmisiones y las cámaras no funcionan. Unos minutos más y ya se le avisará. Lo que hay que hacer para promocionar un disco...

Natalia conecta el equipo de música y tararea mientras entra en el baño. Cómo iba a suponer la dulce Natalia que su casa estaba llena de microcámaras de grabación disimuladas entre los muebles, lámpara y cortinas, enfocando todos los puntos del dormitorio... y que su adorado estaba tan, tan cerca. Sí. En el armario.

(Bueno, ahora no hace falta ser muy lumbrera para adivinar que tarde o temprano Ricky Martin saldría del armario; y es que, por mucho que digan, Chayanne no es gay, que siempre ha tenido pinta de macho machote, pero... ¿el Ricky Martin?... ains... pues... no, que eso ya se veía venir, pero esa es otra cuestión. Centrémonos en los hechos de ese día).

La chica entra en el cuarto de baño. Cuqui la sigue y la contempla con adoración mientras ella se desnuda. El sueter de cuello vuelto, el pantalón vaquero, la camiseta, el sujetador blanco y las braguitas, todo cae al cesto de la ropa sucia. Ante el espejo Natalia sube su cabello castallo y lo engancha con una pinza. Retira con una toallita los restos de maquillaje que no logran cubrir la cantidad de granitos de su frente, y entra en la ducha. El agua caliente es reconfortante tras un duro día de clase en el que no dio una en física y química, y en el que nadie recordó su cumpleaños. Nadie. Tampoco tiene tanta importancia. Siempre fue bastante solitaria y tímida; el tipo de chica que le gusta a Ricky.

-Eh, Cuqui, deja eso, no seas malote... Mira que te gusta juguetear con mis braguitas, so malo, que luego me las rompes con esos dientes, bicho, que eres un bicho...- y retira las braguitas del hocico del perrito, que las olisquea y chupetea babeante.

Natalia tiene hambre. Así, como su madre la trajo al mundo, se dirige a la cocina y abre la nevera dispuesta a pecar y darse un buen atracón. ¡Pasteles de crema con mermelada de fresa! ¡Sus favoritos!

En un plato coloca una media docena de pastelitos y se dirige a su dormitorio. Cuqui la atosiga famélico y su amita le sonríe.

-Venga, que nos vamos a poner mora'os.

La joven se tiende sobre la cama, desnuda. Su cuerpo irradia el brillo manifiesto de las curvas de la incipiente juventud, y el rostro conserva aún las redondeces ligadas a la niñez.

La nata dulce se funde en su boca, la fresa ligéramente más ácida produce una explosión de deleite al degustar el manjar. No sólo es el gusto, ahora está sintiendo el placer en grado sumo en todos los sentidos. Los oídos complacidos con esa voz sensual de acento y ritmo caribeño, sus ojos contemplando la imagen del bello Ricky en el poster gigante pegado en el techo, el aroma que desprende su cuerpo de mujer tras la ducha y... y el tacto... el tacto húmedo y cálido de la lengua de Cuqui chupeteando sus dedos impregnados en nata y fresa.

-¿Tienes mucha hambre, verdad? -Natalia se ríe y una porción de pastelito cae sobre su pecho. Cuqui salta a la cama y sin esperar permiso se lanza al ataque, a por el pedacito de manjar suculento. Su lengua revoltosa se divierte rechupeteando el pezón impregnado de nata, y la chica...

...pues la chica siente de nuevo ese revoloteo en sus entrañas, el pezón se endurece por las atenciones de Cuqui... su mirada sigue fija en él, en Ricky, y susurra su nombre mientras deja caer con escasa casualidad y mucha más premeditación otra porción de nata y mermelada en el otro pecho.

Ay... Natalia... oyes la voz de tu amado cantando, y cierras los ojitos y te dejas arrastrar... Y eso haces, cierras los ojos y te dejas arrastrar. La excitación ya es extrema, Natalia. Tu cuerpo clama febril y desesperado, y es que te mueres de deseo por él, que nunca te han tocado otras manos que no sean las tuyas propias, y en este momento es él, es Ricky quien te lame todo el cuerpo untado en crema. Es él, con esa sonrisa tierna y pícara, quien se mete entre tus piernas a saborear goloso el dulce manjar que le ofrece tu sexo. Es Ricky quien te lame, quien te hace estremecer de gozo, es él el que te lleva al límite. Sigue, cariño, sigue Ricky, fóllame, siénteme, hazme tuya... Te quiero Ricky, te quiero...

Seis minutos, catorce segundos. Tiempo de grabación del hecho consumado y tiempo en el que el redactor Arturo recibía la señal y relataba con asombro (y excitación, no lo vamos a negar) lo que estaba ocurriendo en esa habitación, y que se iba transmitiendo por las ondas hasta llegar a casi todos los oídos involucrados en esa Sorpresa, Sorpresa.

-Que sí, que sí, que el chucho le está comiendo todo el potorrito a la chavala, unta'o en mermelada, tío. Sí, ella está en pelotas sobre la cama, agitándose como una perrita en celo, no veas lo que estoy viendo, qué pasada... Joder, tío, la hostia... que la chavala se ha puesto a cuatro patas, y se mete un dedo en el ojete mientras el chucho ahí, chupa que te chupa el chochamen...

Arturo **, así se llamaba el redactor, ese que tuvo esa especie de revelación malvada y propició todo lo que acontecería después para aprovecharse de esta situación.

No, Arturo. La envidia no es excusa. No es excusa que Ricky Martin ganara mucho más dinero que tú, ni que fuera más guapo, tuviera más éxito con las niñas, y eso que tú eras de los que decías por ahí que el Ricky Martin no era un hombre, sino que era un mariconazo como la copa de un pino. Ricky Martin obedeció tus indicaciones por el micro y salió de su escondite en ese preciso momento.

No os podéis imaginar qué plan... Natalia en bolas sobre la cama soñando con su amado, Cuqui lamiendo feliz entre sus piernas... Y Ricky abriendo el armario y cantando cumpleaños feliz, cumpleaños feliz...

¡¡Sorpresaaaa!!

Ya lo creo que fue una sorpresa. Los ojos de Natalia, en pleno éxtasis, se abrieron de repente como los de Candy Candy. Ricky se quedó mudo, congelado, solidificado y con la boca abierta mientras gotitas de sudor seguían resbalando indolentes por su nuca, impasibles al drama. Natalia, que grita como una loca; Cuqui, que sale disparado corriendo como ido, por toda la habitación, ladrando; Natalia, que se desmaya; Ricky ,que sigue petrificado... Hasta que reacciona.

Las cosas como son. Hay que reconocer que el muchacho supo reaccionar, que desde que Ricky Martin salió de ese armario, se comportó como un hombre de los pies a la cabeza y no como tú, Arturo, que eres una mierda de tío. Una grabación de una jovencita con un perrito es jugosa, pero para que además fuera lucrativa, necesitabas al cantante de moda en una aparición estelar, ¿verdad Arturo? Ya lo creo que Ricky se portó, pagó hasta el último céntimo que le pediste por tu asqueroso chantaje, y no lo hizo sólo para que todo se mantuviera en secreto por su carrera, también lo hizo por Natalia.

Dijeron que ella se suicidó a los pocos días. No, eso tampoco es cierto. Natalia no se quitó la vida aunque sé que estuvo a punto de hacerlo en varias ocasiones, abrumada por la vergüenza. Su madre ni le hablaba y su padre no la miraba a la cara. Contando con el apoyo de Ricky, la chica decidió desaparecer, se esfumó para comenzar en un nuevo lugar, una nueva vida. Olvidarlo todo y volver a empezar.

Todos los implicados perdimos algo ese día 5 de Febrero de 1999. Ricky perdió bastante dinero, Arturo perdió en el casino todo lo que había sacado con su chantaje, junto con su empleo y reputación, los padres de Natalia perdieron a su hija, Natalia perdió el respeto de los demás y de sí misma durante mucho tiempo... Y yo...

Yo la perdí a ella.

Perdí a la persona que adoraba, a la que estimaba más que a mi propia vida. La deseaba, la amaba, la idolatraba. Esperaba todo el día sumido en la pena cuando se iba al instituto y no estaba a mi lado. Solo una caricia suya era capaz de elevarme el ánimo hasta el infinito. Era su olor, su sabor, su voz, sus manos... Hacía que me volviera loco. Deseaba tanto lamer todo su cuerpo y hacer que se sintiera feliz. Era mi ama, era mi vida, era mi todo... Y todo se terminó ese día. Ya no quiso volver a tocarme, no quería ni verme. Le recordaba lo ocurrido y lloraba en cuanto me acercaba a ella. Me mandaron a casa de su tía, pero ella se cansó pronto de mí. He ido de casa en casa, de amo en amo, hasta que me dejaron tirado en una carretera comarcal.

Ahora vivo en la calle, medio ciego y mendigando lo que puedo. Tengo ya 15 años, así que poco tiempo me queda de vida. A veces pienso que todo esto fue culpa mía, que yo propicié que ocurriera por mi zoofílica perversión hacia mi ama, pero es que no pude controlarme, la amaba tanto... Ya han pasado diez años de este episodio que os acabo de confesar, y deseo de todo corazón que a Natalia le haya ido genial en la vida. En estas noches en vela me la imagino de nuevo con su sueter de cuello vuelto, su sonrisa encantadora y trabajando como entrenadora para competiciones de perros de raza, y entonces me muero pensando que pueda haber otro Cuqui en su vida y que sí, que se olvidó por completo de mí.

Yo nunca te olvidaré, mi amita, te querré siempre, siempre te querré, mi amada Natalia.

Siempre y para siempre, Cuqui, tu perritillo.