Sorpresa, sorpresa

Cuando se deja el placer en manos de otra persona.

No estabas muy convencida cuando te lo propuse, pero siempre me complaces. En todo. Además, sabías que éstas cosas siempre te acaban gustando. Así, que, como siempre, accediste. Te di las bolas chinas, pero el mando a distancia, me lo quedé yo. Me miraste con cara pícara, y me preguntaste cuando quería que te lo pusieras.

-Ahora mismo, te dije, muy serio. Me pusiste cara de sorpresa y picardía, pero me obdeciste, como siempre. te fuiste al baño, y volviste con las bolas metidas en tu jugoso y caliente coño.

Te propuse ir a comer. La ocasión lo merecía, estabas muy guapa, con tu vestidito corto de verano y esas sandalias de tacón tan monas, y quería presumir de ti. Hacía muy bueno, así que nos encaminamos al restaurante caminando, dando un agradable paseo. Me dabas la mano, como siempre, cuando de repente, notas un suave cosquilleo que te eriza la piel. Las bolas zumban en tu interior, y te da un escalofrío de placer. Me miras, y me sonríes. He aguantado muy poco sin accionar el aparatito... A medida que caminamos, estás más y más cachonda. Aumenté más aún la intensidad, y diste un gritito de sorpresa y placer. Un par de personas se dieron la vuelta, al oirte gritar. me soltaste la mano, y te agarrastre a mi brazo. Empezaste a caminar con los ojos cerrados, inundada de oleadas de placer. Empecé a subir y bajar la intensidad de la vibración, y te volviste loca. Apretaste los labios fuerte y te apoyaste en mi. Empezabas a caminar con dificultad. Decidí terminar con tu dulce tortura, y subí de golpe la potencia al máximo, justo cuando entrábamos por la puerta del restaurante. Pegaste un grito y te estremeciste. Te aferraste a mí, y estallaste en un brutal orgasmo, abrazandome, y luchando por no caerte al suelo. Yo te sujeté, y te levanté. Estabas colorada, y acalorada. La gente del restaurante nos miraba, pero dejó de hacerlo inmediatamente. Todo el mundo entendío que al entrar por la puerta, te tropezaste con el escalón de la entrada, y te sonrojaste por la vergüenza. Éstas rubitas...

Te agarraste a mí para caminar, aún te temblaban las piernas al caminar, además, los tacones eran muy altos, y  no tienes mucha confianza. El camarero nos acompañó a la mesa, y nos sentamos. Cojí la carta, y pedí por los dos. Cuando te recuperaste de la impresión, comenzaste a hablar para echarme la bronca, pero te interrumpí.

-¿estás mojada? Te callas, te ruborizas y asientes.

-Tengo las bragas empapadas. Y sonries.

-Dámelas. Me miraste, intentando averiguar si lo decía en serio. Viste que si, así que te levantaste al baño. Al ponerte de pié, te cojí de la mano y te dije,

-el sujetador también. Me miraste incrédula, y comenzaste a protestar, pero te lo repití muy serio, interrumpiéndote. Te callaste, y te fuiste al baño. A los dos minutos volviste, te sentaste, y con el puño cerrado, me diste las dos prendas íntimas. Te devuelví el sujetador para que lo guardaras en el bolso, pero me quedé con las bragas. Como prometiste, estaban empapadas, y desprendían un olor que me embriagaba y me enciendía.

-Gracias, princesa.

Trajeron la comida, y tu todavía no habías  dicho nada. Te cojí de la mano, y te la besé.

-Te quiero, princesa. Me sonreiste.

-Y yo a tiiiiiiiii. Enciendí el vibrador, y lo dejé en intensidad media. Casi no terminas la frase. Empezamos a comer, yo muy tranquilo y excitado, al ver como te retorcías de placer. Me pasé la comida, subiendo y bajando el vibrador, para mantenerte excitada y con placer, pero evitando que te corrieses.

Cuando nos trajeron el postre, ya estabas muy caliente, incluso te pusiste colorada, y no paraste de moverte. Te me acercaste, y me dijiste,

-Déjame correrme.

-No.

-Por favor.

-No.

Diste un suspiro, te inclinaste un poco más, y me susurraste.

-Te lo suplico, mi amor, haz que me corra.

Sonreí, estabas en mis manos. Subí la vibracióon al máximo y  empezaste a convulsionarte. Tus manos se crisparon sobre el mantel, y cerraste los ojos muy fuerte. Apretaste muchísimo los labios, y emitiste un sonido gutural. El orgasmo fue tremendo. El camarero se acercó y te preguntó

-¿está bien señorita? Tu, acalorada y satisfecha, contestaste

-Mejor que nunca.

Aproveché y pedí la cuenta. Aunque estaba al otro lado de la mesa, pude oler el maravilloso aroma de tu coño, caliente y mojado. Al levantarte, ví un reguero transparente, que corría por tus piernas, y cómo tus magníficos pechos, se bamboleaban libres dentro de tu breve vestido. Aún te temblaban las piernas, así que te apoyaste en mí, para caminar, mientras salimos por la puerta.

Subimos a casa, sin decir nada. En el ascensor, fuiste a decir algo, nada más cerrarse la puerta, pero te sellé la boca con un beso húmedo, mientras te acariciaba las piernas, y sentía la humedad que recorría tus piernas. Al entrar en casa, cerré la puerta tras de mi, te cogí de la mano, y te apoyé contra ella. Te subí el vestido, y encendí el vibrador otra vez. Gemiste, y empezaste a mover las caderas rítmicamente. Te dí un azote fuerte, para que te estuvieras quieta. Puse el vibrador a la mitad de potencia, y empecé a acariciarte el clítoris con vigor, mientras me sacaba la polla, dura como una piedra, del pantalón. No parabas de gemir y retorcerte de placer. Estabas empapada, hasta tal punto, que empezaste a gotear. De la que te acariciaba el clítoris, empecé a tocarte el culo, lubricándolo con tus propios jugos. Metí el dedo gordo muy suavemente, dilatando poco a poco. Me incliné, y te besé el culito, para, a continuación, meterte la lengua todo lo que pudiera. Fue demasiado, y estallaste en un orgasmo brutal. Te sujetaste a la puerta, mientras yo lo hacia por tu cadera, evitando que te cayeras, extenuada de placer. Cuando te recuperaste, subí un poco la potencia del vibrador, haciendo que te tensaras, y seguí dilatando tu puerta de atrás. Primero un dedo, luego otro, y luego otro. Apoyada como estabas en la puerta, giraste la cabeza, y me miraste con cara de lujuria. Con voz ronca de la excitación me dijiste.

-Dame por el culo.

Negué con la cabeza, e introduje otro dedo.

Me miraste incrédula unos segundos hasta que en tu cabecita, nublada por el placer, se encendió una bombilla.

-Te lo suplico, mi amor, dame por el culo.

Sonreí, habías dicho las palabras mágicas. Te solté el culo, me cogí la polla, y la paseé por tu encharcado coño, para lubricar. Después, la fui metiendo poco a poco, a la vez que subí otro poco la vibración, y con la mano izquierda, te rozaba el clítoris. Entonces, gritaste muy fuerte y te corriste a lo bestia. Aproveché, para poner el vibrador al máximo y meterte la polla de un solo empujón. Volviste a gritar muy fuerte y a retorcerte. Te sujeté, y empecé un mete-saca muy lento, pero fuerte. Empujaba fuerte, y dejaba la polla metida unos segundos dentro. Con cada empujón, emitias un grito ronco de placer. La tenía dura como una piedra, y tu resoplabas y gritabas sin parar. Me incliné sobre ti, y te pregunté.

-¿nos corremos juntos, amor mio?

Tu ni me miraste, cerraste los ojos fuerte, y gritaste.

-Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii, mientras empezaba a follarte con muchísima fuerza y velocidad. La follada fue brutal, y te corriste enseguida. Yo, decidí esperar, y seguí follandote sin piedad, hasta que gritaste.

-Mi amor, sigue. Sigue que empalmo. Te di un azote fuerte en el culo, y empecé a embestir mas fuerte todavía, hasta que un latigazo de placer me atravesó el cuerpo, y me corrí entre bramidos de placer y tus gritos roncos.

Nos desplomamos en el suelo, jadeando, abrazados y sudados, todavía vestidos, empapados en nuestros propios jugos. Tu estabas exausta, así que cuando  recuperé, te levanté en brazos y te llevé al sofa. Fuimos goteando, pero no te importó, te quité la ropa, y me desnudé. Tu estabas como desmayada, y yo estaba agotado. Me dejé caer en el sofá, y nos abrazamos, y nos quedamos dormidos, así, sudados y empapados por el semen y tus flujos, apestando a lujuria. Al despertarte, me empezaste a acariciar y a dar besos. Yo me desperté, y te hice lo mismo. Al cabo del rato, me sonríes y me dices.

-Pues hemos comido muy bien, ¿no?

FIN.