Sorpresa nocturna

Me ligué a una chica despampanante y al final me tenía guardada una grandísima sorpresa entre sus piernas.

Hola, me llamo Pedro. Soy un jóven hetero de 25 años, de pelo castaño y ojos negros.

Mido 1,75m y mi forma de vivir es bastante normal. Me considero bien parecido y hasta

ahora no me ha ido nada mal con las mujeres.

La historia que a continuación os voy a contar me ocurrió un día en una discoteca que

acostumbro frecuentar. Dicho día, estando ya un poco alegre debido a las copas que me

había tomado, apareció una chica en la pista de baile, la cual me dejó maravillado. Era

muy atractiva y la verdad es que se hacía notar. Tenía la piel morena. Una gran melena

negra, junto a unos ojos claros que hacían que todos la mirasen. Llevaba puesta una

blusa muy ajustada que le dejaba casi al descubierto sus grandes tetas, las cuales

trataban de salir de allí, intentando hacer saltar en cualquier momento aquella fila de

botones que las aprisionaban. Llevaba también una diminuta falda, la cual dejaba bien

poco a la imaginación. Y todo éso seguido de unas maravillosas piernas que terminaban

en unos zapatos negros de tacón de aguja, dignos del mejor fetichista.

Como habéis podido imaginar era toda una maravillosa mujer. Así que sin más, me fuí

hacia ella con la mejor de mis sonrisas, y la verdad es que la cosa no pudo ir mejor ya que

hablamos, bebimos y bailamos hasta que al final decidimos marcharnos.

Una vez en la salida de la discoteca, ella me invitó a tomar algo en su casa ya que según

dijo, vivía muy cerca de allí. Yo accedí encantado y una vez llegamos, se puso a preparar

unas copas y me invitó a que nos sentásemos en el sofá, no sin antes haber puesto ya una

música romántica y haber dejado una luz ténue de ambiente.

Ante aquella situación, me acerqué a ella y empecé a besarla por el cuello. Después acaricié

su cabello y pasé mi mano por su barbilla, para así, poco a poco ir acercándome cada vez más

a aquellos labios carnosos que parecían estar invitándome a seguir en mi aventura.

Así estuvimos un rato, besándonos cada vez con más pasión, entrelazando nuestras lenguas

y uniendo nuestras salibas. Yo sentía como mi miembro iba aumentando de tamaño por

momentos, aunque traté de disimularlo, pero un gran sofoco se fué apoderando de mí y eso

hizo que tuviese que desabrocharme los botones de la camisa, dejando así todo mi pecho al

descubierto. Poco a poco, una de mis manos se iba apoderando de aquellas tremendas tetas

redondas y duras, con unos pezones que se dejaban notar bajo la pequeña blusa.

Ella a su vez iba jugando con mis tetillas y con su mano fué bajando desde mi pecho hasta mi

entrepierna, notando así ya la gran erección que tenía. Entonces yo todo decidido bajé

también mi mano hasta sus rodillas y desde allí, fuí subiendo por aquellos maravillosos muslos

hasta llegar a su diminuta falda. Tras unos cuantos masajes, seguí avanzando por debajo de

ella hasta llegar al borde de su tanga. ella por su parte seguía besándome y sobándome cada

vez más la polla por encima del pantalón, lo que me fué dando ánimos para seguir avanzando

poco a poco, hasta llegar al centro de su entrepierna. Allí fuí tomando posiciones y coloqué toda

la mano encima de su tanga y precisamente fué allí donde por primera vez noté un gran bulto de

enormes dimensiones al cual yo no estaba acostumbrado hasta entonces, por lo que en ése

momento quedé petrificado ante aquella situación y enseguida retiré mi mano de su entrepierna.

Después me levanté para irme y en ése momento fué cuando Carla, que así se llamaba, me

cogió de una mano y me pidió que me tranquilizara, que allí solo estábamos ella y yo, y que no

iba a pasar nada que yo no quisiera. Me dijo también que todo pasaría en la mayor intimidad y

además con mucha discreción. Luego me comentó que si quería podía disfrutar tan solo de ella y de

todos sus atributos femeninos, que como bien podía ver eran muchos. Y así, quitándole importancia

a la escena, recapacitando y estando ya como una moto, decidí volver a sentarme junto a ella.

Después seguimos besándonos como locos durante un buen rato hasta que noté que mi polla

estaba a punto de reventar. Entonces decidí desabrocharme el botón del pantalón y acto seguido ella

se encargó de bajarme el slip. Eso para mí fué todo un alivio. Mi polla saltó hacia fuera como si fuese

un resorte, quedando allí tiesa y dura ante sus bellos ojos. Ella se quitó la blusa y el sujetador,

mostrándome así aquellas suculentas tetas, con sus dos oscuras aureolas que rodeaban aquellos

tiesos pezones, los cuales no tardé en lamer y chupar. Luego, sin mediar palabra se quitó también la

diminuta falda dejándome ver por fin, aquél tanguita negro que tanto me había ya imaginado.

Seguidamente se inclinó hacia mi polla y empezó a sobarla con su mano con gran maestría. Yo tan

solo me dejé llevar y cogiéndole la cabeza por la nuca fuí acercándosela hacia mi glande, invitándola

a seguir. Y así lo hizo durante un rato. Me chupó toda la polla, me la lamió y me pasó su lengua

haciendo pequeños círculos sobre mi glande, a la vez que iba masajeando mis huevos, hasta que se

dió cuenta de que ya iba estando a punto. Entonces fué cuando se levantó e inclinándose un poquito hacia

delante me ofreció aquellas maravillosas nalgas morenas y duras, divididas por aquella diminuta tira

negra de su tanga. Así que empecé a besarlas y a sobarlas como si fuese un poseso, aunque por mi

cabeza tan solo rondaba ya un pensamiento, y era el morbo de imaginar lo que habría al otro lado.

Aquél miembro enorme que yo hacía solo un rato había podido palpar. Así que no aguanté más y me

decidí. Le dí un beso en casi el centro de su orificio y desde atrás le fuí bajando el tanga. Ella entonces

se fué dando la vuelta poco a poco y en un instante dejó aparecer ante mis ojos la mayor polla que

jamás había visto, ya que aunque todavía estaba flácida, era muchísimo más grande y más gruesa que

la mía, y además iba seguida de unos huevos enormes. La verdad es que me quedé paralizado. Mi

mente no podía asimilar ver aquél cuerpazo de mujer con aquellas tetas y aquellas curvas y a la vez con

aquél trozaco de carne colgando entre sus piernas. Así que no sé si fué por la situación o por los nervios

pero la verdad es que no me atreví a hacerle nada.

Ella entonces se dió cuenta de mi inseguridad y sin mediar palabra, se dió la vuelta otra vez e inclinándose

hacia delante me ofreció su precioso y rasurado orificio. Yo estaba muy nervioso y a la vez muy caliente,

así que empecé a besarle y a masajearle las nalgas y hasta me atreví a separárselas par verle así mejor

su agujerito y poder lamérselo, Al principio solo se lo besaba pero después con la lengua se lo fuí

masajeando haciéndole pequeños círculos en su aureola hasta que se le fué dilatando. Entonces empecé

a meterle un dedo y luego ayudado con un poco de saliba le pude ir metiendo hasta dos.

Mientras tanto, yo me había ido pajeando y mi polla estaba ya más dura que una piedra, por lo que me

decidí a metérsela en el culo. Para mí aquello era la primera vez, así que con mi escasa experiencia se la

puse en la entrada y tras unos cuantos intentos, se la fuí logrando meter poco a poco. La verdad es que

la sensación me gustaba un monton, quizás hasta más que cuando solía meterla en algún coño. Era muy

bueno sentir como entraba y salía mi polla por aquel estrecho agujero que a la vez, se aferraba mucho a

ella dejándome notar todo el calor y hasta sus latidos. Era como estar en la gloria.

Por su parte ella también ayudaba separándose las nalgas y siguiendo con su cuerpo el ritmo de mis

fuertes embestidas. Así estuvimos un rato con aquel mete y saca, a la vez que le iba tocando las tetas,

hasta que al final no pude aguantarme más y tras unas cuantas contracciones me corrí dentro de ella

como no lo había hecho nunca. Y así, pegado a ella me quedé durante un rato, hasta que mi polla

empezó a perder su erección. Entonces al sacársela ví como un reguero de leche salía de su orificio

y le bajaba por los muslos, y eso me puso de nuevo aún más caliente, así que acercándome a ella se

los fuí besando y chupando hasta dejárselos completamente limpios. En ése momento ella dándose la

vuelta y con cara de lujuria me ofreció aquella gran barra de carne caliente y palpitante preguntándome

si quería tocársela o probarla para saber si realmente me gustaba o no, pero tan sólo si quería... y claro,

yo con lo excitado que estaba no me lo pensé dos veces, no sin antes excusarme diciéndole que todo

aquello era nuevo para mí. Entonce me dijo que tranquilo. Que me dejase llevar, y así, sin mediar palabra

cogió mi mano junto a la suya y la llevó a su gran polla. Luego hizo que se la cogiera y se la apretase y al ver

que yo no me decidía a seguir solo, fué ella la que empezó a hacer unos leves movimientos de abajo hacia

arriba con nuestras manos juntas, y a la vez íbamos sobándole los testículos. Después me invitó a seguir solo

y ahora ya sí que continué masturbándola yo. Luego cuando vió que la tenía bien dura, me cogió la cabeza por

atrás y me ofreció que se la chupase. Yo al principio tenía un poco de reparo, por lo que tan solo me atreví

a darle unos pequeños besos y a acercar un poco mis labios a su glande, pero al sentir aquella cosa nueva

para mí, tan caliente, dura y suave, con aquél palpitar y aquel olor tan afrodisíaco, no pude contenerme y

empecé a chupársela ya en toda su extensión. Mi húmeda boca tragaba toda su polla hasta casi rozar mi

garganta y mis labios iban sintiendo como entraba cada centímetro de aquél maravilloso tronco.

Entonces cuando vió que yo estaba ya suficientemente excitado me hizo parar y se fué hacia un cajón, del

cuál extrajo un bote que parecía ser de aceite lubricante y acercándose de nuevo a mí, me dijo que quería

hacerme sentir a mí lo que ella había sentido antes conmigo, pero volviendo a repetirme que tan sólo si

yo lo deseaba. Dijo tambén que procuraría con su experiencia hacerme el menor daño posible, así que por

un instante me quedé pensativo, pero como mi calentura iba en aumento, me dí la vuelta sin decir nada y

poniendo mis codos sobre el sofá, le ofrecí mi virginal culo. Ella se acercó hasta mí y me besó las nalgas

y el esfinger durante un rato y de vez en cuando me iba metiendo su lengua y un dedo, el cual iba

girándolo dentro haciendo pequeños círculitos para poco a poco ir dilatándolo.

Yo no había sentido nunca nada igual, pero es que estaba en la gloria. Todo aquello era maravilloso.

Después noté que me había podido meter ya dos de sus dedos y cada vez me notaba el orificio más

dilatado. Tras de mí escuché como abría el bote y después llegué a sentir el frescor de aquél lubricante

en mi culo. Entonces con sus dedos se fué abriendo otra vez camino y en un instante de nada noté su

glande en la entrada de mi culo queriendo pasar. Poco a poco empezó con unas cortas embestidas, a la

vez que la iba moviendo como en círculo, y así con mucho cuidado pudo ir metiéndome toda aquella gran

barra de carne. Al principio debido a mi virginidad sentí un poco de dolor y solté algunos quejidos, pero

conforme me fuí relajando, los quejidos se fueron convirtiendo en gemidos de placer. Ella siguió con su

mete y saca constante y yo de vez en cuando iba lanzando unos fuertes suspiros, los cuales se juntaban

al unísono con los de ella. Aquello era maravilloso. Jamás había sentido tanto placer. Después me la sacó

y me pidió que me diese la vuelta. yo accedi y puse mi espalda sobre el sofá con las piernas levantadas

y abiertas para que ella siguiera follándome como una loca. A la vez, yo me seguía pajeando para seguir

manteniendo bien dura mi polla, viendo como me la estaba metiendo toda hasta los huevos.

Así estuvimos un buen rato los dos, hasta que su palpitante y larga verga no tardó en recordarle que

aquello era ya demasiado y que necesitaba descargar toda su leche de una vez. Entonces soltó mis

piernas, quizás para poder hacerse una paja sobre mí en cuanto me la sacase, pero yo le pedí por favor

que se corriera dentro de mí. Ella no me contestó ni dió muestras de sus intenciones, así que yo

simplemente esperé y disfruté como un loco de lo que parecían ser sus últimas embestidas.

Entonces agarró otra vez mis piernas, esta vez con más fuerza y entonces adiviné que descargaría toda

su leche en mis entrañas. Al momento recibí todo aquel espeso líquido en el conducto hasta entonces más

impenetrable de mi cuerpo, notándome tan lleno que ya hasta unas gotas iban saliendo de mi culo y se

deslizaban por mis muslos. Carla sacudía su polla en mis nalgas intentando sacar los últimos coletazos

de leche y aún así seguía con los ojos cerrados y con su cuerpo màs relajado que nunca.

Después cuando ya todo acabó, nos dimos los dos una buena ducha y mientras ella se arreglaba y se

ponía un albornoz blanco, yo me vestí.

Luego me ofreció un cigarrillo y yo se lo acepté. Nuestra conversación en ése momento era ya corta y

conociéndome como me conocía, sabía que no iba a olvidar muy fácilmente aquél culo y aquella gran polla

que tanto placer me había hecho sentir por primera vez, así que hice todo lo posible por intercambiar nuestros

teléfonos para poder así volver a quedar algún que otro día.

Después al despedirnos, ella me preguntó si me había gustado la nueva experiencia, y yo le dije que sí.

Que había  sido muy bonita y muy placentera para mí. Y dándole un apasionado beso en la boca en señal

de agradecimiento, nos despedimos hasta la próxima vez.

FIN