Sorpresa en la playa
Una tarde de sorpresas en la playa y un encuentrocon el pasado, que nunca voy a olvidar
La playa estaba desierta a esa hora. Caía la tarde y un sol rosado y enorme se apoyaba en el agua. Algunas nubes se dispersaban en el horizonte. Era un atardecer fabuloso. Yo caminaba por la orilla, mojándome apenas los pies en el agua salada. Una suave brisa me erizaba los vellos marrones de los brazos y hacía que mis pezones se marcaran en el corpiño del bikini. Descubrí una caracola hermosa y redonda justo en la linea de la rompiente. Me levanté el pareo por la cintura, me incliné hacia el agua y la recogí. Era bellísima. De un blanco nacarado y verdores amarillentos y esa hendidura rosada y rugosa. Me la acerqué al oído, como cuando era niña. Miraba el mar y cerré los ojos, imaginándomelo como cuando era pequeña y todo me sorprendía. No se cuanto tiempo duro mi ensueño, pero terminó en cuanto escuché sus voces. Me di la vuelta. Eran dos chicos, tal vez algo mas jóvenes que yo. Caminaban hacia mi, murmurando algo entre ellos. Me asusté un poco y sin darme vuelta, comencé a caminar hacia los bungalows. Me llamaron. No les respondí y apuré el paso. Estaba casi al llegar cuando me alcanzaron. Uno de ellos era Theyler y el otro era Sandbar. Los conocìa desde chica. Habian cambiado mucho. Estaban muy lindos, pensè. Nos pusimos a charlar detiempos idos, les dije cuan cambiados estaban que no loshabíaconocido y me asustaron un poco. Sonrieron, Theyler con una sonrisa encantadora y los mismos hoyuelos de siempre. Siempre me habìa gustado esa sonrisa. Recordè ese verano de los 9 años y como estaba de enamorada de él, de sus dientes rotos y su aspecto de atorrante. Habìa pasado el tiempo y ahora volvía a mirarlo con ese mismo encantamiento. No se de que hablaban, me quede ensimismada en el recuerdo y este presente. Y ellos se dieron cuenta, porque me interrumpieron con una sonora carcajada. Me sonrojé como cuando era niña. Caminamos hasta uno de los bungalows. Estaban parando allí, una escapada de amigos. Entramos. Era pequeño, dos camas, una mesa y un par de sillas. Y una ventana al mar, espectacular. Me quedé mirando la linea de rompiente, apoyada en el marco de madera. La brisa seguía endureciéndome los pezones, que no podía disimular la tela del bikini. Crucé los brazos, intentando un poco de calor. Me di la vuelta. Sandbar estaba sentado en la cama mas cercana a la puerta y Theyler en la otra, mas cerca de mi. Me senté junto a Sandbar. Tenìa a Theyler enfrente de mi y vi como me miraba. No lo disimulaba, como siempre. Estaba recorriéndome toda con los ojos. Sandbar también se dio cuenta y muy disimuladamente avisó que iba a la proveeduría a buscar algunas cosas que faltaban y que después iria hasta el pueblo. Demoraría algunas horas. Se puso de pie, se levantò, me saludó con un beso y sin mirar a Theyler,se marchó por la puerta.
Nos quedamos solos. Un poco incómoda, excitada y ansiosa. Era muy raro. Estaba como a los quince años frente a mi primera vez.
Theyler se puso de pie. Caminó hasta la ventana, la entrecerró y después se sentò a mi lado. No se de que charlamos, pero fue poco.
Como si hubiéramos estado esperando ese momento toda la vida, nos fundimos en un beso largo y húmedo.
Era tan dulce como me lo habìa imaginado cuando era una niña.
Nos tendimos en la cama, abrazados, besándonos apasionadamente. Contra mis caderas, la dureza de su miembro indicaba que estaba tan excitado como yo. Me lo frotó en el pareo, hasta que se acomodó sobre mi. Le acariciaba el cuello, la espalda desnuda, la cintura, demostrándole que yo también lo deseaba.
Luego se levantó. Me miró, tendida en la cama, con mi bikini desacomodada y se empezó a bajar las bermudas. Me quedé mirándolo, desnudo, con el miembro erguido, listo para hacerme lo que yo quisiera. Lo me senté en la cama, me desanudé el pareo, se me acercó y le besé el miembro. Sabía salado. Lo tenía grueso y venoso, rosado en la punta, húmedo. Le pasé la lengua alrededor de la punta, mientras con una mano sostenía sus tesoros. Estaba depilado y se los notaba rugosos, firmes. Pasé mi mano entre sus piernas, acaricié el contorno de su cola, abrí la boca y empecé a succionar lenta y suavemente su miembro, desde la punta, mordisqueando el glande, chupando, soltando, volviendo a succionar. El me acariciaba el cabello, mientras muy hábilmente desanudaba el lazo de mi corpiño. Mis pezones estaban duros y ese cosquilleo me hacía humedecer toda. Empecé a sentir como pulsaba su miembro en mi boca. Lo ponía duro, palpitante, empujandolo hacia mi garganta. Sobre mi lengua, la punta, en mis mejillas, su tamaño, el gemía y suspiraba con cada movimiento de mis manos y mis labios. Me hizo detener, en un momento.
Sacó su pene de mi boca, me hizo acostar de espaldas en la cama y con un rápido movimiento me quitó el pareo y la tanga. Estaba desnuda frente a el, como lo había imaginado. Separó mis rodillas con sus manos. Hundió su cara entre mis piernas. Me cubrí con su almohada, mientras sentía como su lengua iba por la hendidura de mi vulva, entre los labios carnosos, como acariciaba mi clítoris, como se deslizaba hasta mi cola. Levanté las caderas. La lengua entró en mi abertura, movediza y dura. El resoplaba contra mi pubis, su nariz apretaba en mi vulva, contra el clítoris, su saliva me empapaba toda. Sentí esas contracciones suaves y penetrantes. La lengua entraba y salía de mi cuerpo, veloz y punzante.
Estaba a punto de llegarme. Los vaivenes de su lengua, de sus labios, de sus dedos me llevaron al borde del orgasmo. Se detuvo, cuando mis gemidos se hicieron mas agudos.
Sacó la cabeza de entre mis piernas y deslizándose muy suavemente, se acomodó sobre mi. Estiré la mano, le tomé el miembro grueso y durísimo y lo acomodé entre los labios de mi vulva. Me penetró con un poco de violencia. Sentí su tamaño forzando mi estrechez, su grosor venciendo mi resistencia, hasta hundirse casi por completo. Contuve el aliento, me mordí los labios y hundiendo mis uñas en su espalda, lo aferré contra mi cuerpo. Lo tenía adentro, empezó a moverse, hundiéndose cada vez mas. Separé las rodillas, envolví su cintura con mis muslos y lo disfruté como él me disfrutaba a mi.
Después de un rato salió de encima de mi. Con una mano me hizo poner boca abajo y me pidió que me arrodillara.
Apoyé las rodillas en la cama, mi rostro en la almohada y el se acomodó detrás de mi. Separó mis piernas con las suyas, colocó la punta de su miembro entre los labios de mi vulva empapada y con mucha suavidad me penetró. Sentí como su tamaño entraba en mi cuerpo, hasta la base. Sus testículos rozaban mi cola, su miembro entero dentro de mi, sus manos en mi cintura y fui toda de el. Empezó a moverse, desde atrás hacia delante, hundiéndose en mi abertura. Sentía como le palpitaba el pene en mi vagina, como la punta rozaba una y otra vez mi vulva, como sus dedos llegaban hasta mi clítoris, arrancándome gemidos que apenas podía sofocar la almohada. Mordí la sábana en mitad de un grito. Él empujaba cada vez mas profundo, llenándome toda con su tamaño. La cama crujía. El colchón se fue deslizando hasta quedar la mitad en el piso, con nosotros encima.
Me quedé tendida, con el respaldo de la cama en la cintura. El, dentro de mi, empujándose hasta que no me entraba mas, me hacía morder las sábanas de placer. Lo sentía grueso y muy adentro, pulsante y en cada empellón, mas y mas profundo en mi vagina. Sus manos, a los lados de mi cintura, lo impulsaban cada vez mas dentro de mi. Todo me daba vueltas. Las contracciones del orgasmo me llegaban a oleadas, todo mi cuerpo temblaba con el encima de mi. Jadeaba como nunca lo había hecho. Me entregué al placer, gimiendo como una gata en celo. Tuve el mejor orgasmo de mi vida, sintiendo todo su tamaño pulsándome entre los labios de mi vulva. Nos llegamos juntos. Sentí como soltaba su esperma dentro de mi, mientras su pecho se aplastaba contra mi espalda. Resoplaba, empujaba mas y mas, todo él temblaba entero, como yo y chorro tras chorro, interminable, el semen me llenaba la vagina. Se desplomó contra mi, me beso en la espalda y en el cuello, se quedó quieto, sólo su miembro pulsaba con las ultimas gotas y después se quedó exánime. Lo sacó despacio, resbalando en la viscosidad que me había quedado. Se tumbó a mi lado, mirando el techo. Lo miré, deslumbrada por lo queme había hecho sentir. Lo abracé y apoyé la cabeza en su pecho. Con el aliento entrecortado, me abrazó y acarició mi cabello. Nos quedamos un largo rato, sin decir nada, sin mirarnos casi. Después me levanté, me puse el bikini y el pareo, y todavía estaba mojada por él, salí del bungalow.
No nos volvimos a ver, pero todavía me acuerdo, a veces, de esa tarde de bellos encuentros en la playa…