Sorpresa en la playa

Experiencia kinky en la playa descubriendo un mundo a mi marido

Me desperté después de una larga siesta, ya no quedaba casi nadie en la playa. El vino, la abundante comida y el sonido de las olas nos habían hecho efecto y se nos fue la hora.

Apenas quedarían unos cuatro grupos de gente que posiblemente habían acudido a aquella apartada playa para contemplar su fantástica puesta de sol.

Él seguía dormido y yo le contemplaba acompañada por el susurro de las olas y una leve brisa.

El sol ya estaba casi en su punto más bajo y una, cada vez más tenue, luz rojiza lo inundaba todo.

  • Juan, Juan despierta.

Le susurré al oído. Ya se está haciendo

de noche.

Le dí un beso en la boca para despertarle como si fuera “el bello durmiente”.

Juan se fue despertando y me devolvió el beso, miró su reloj y ya eran casi las diez de la noche.

  • ¡Vaya siesta!

Dijo abrazándome y acariciándome una teta por encima de mi bikini.

Yo me recosté sobre él y volví a besarle.

Estábamos de vacaciones y no teníamos ninguna prisa por volver al hotel, aunque estábamos al otro lado de la isla.

Esa sensación de no tener ningún tipo de obligación y dejar pasar el tiempo me encantaba.

Llevábamos varios días visitando distintas partes de la isla y pasando el día tirados en la playa y volviendo al hotel a dormir así que se me ocurrió que esa noche sería diferente, así que

le propuse a Juan quedarnos allí a dormir y pasar la noche viendo las estrellas.

  • ¿Quieres dormir aquí?

Me dijo extrañado

  • Mejor nos vamos al hotel, nos damos una ducha y picamos algo.

Sabía que a mi marido no le entusiasmaba mucho la idea, pero tenía un as en la manga.

Me quité la parte de arriba del bikini y puse mi mano sobre el paquete de Juan agarrándole la polla por encima del bañador le dije

  • Ven, vamos a bañarnos

Mi estrategia funcionó, le había puesto cachondo y sabía cuáles eran mis intenciones, así que los dos fuimos metiéndonos en el agua.

Una vez dentro, el agua ya me llegaba a la altura de mis tetas y mis pezones estaban erectos y duros por el efecto del agua. Abracé a Juan y metí la mano por dentro de su bañador. Estaba empalmadísimo, me encantaba sentir esa dureza en mi mano. Juan no tiene una polla enorme, pero sabe cómo usar cada uno de sus 17 cm. Empezamos a besarnos y yo comencé a pajearle lentamente, lo tenía a mi merced.

Él me acariciaba las tetas y llevó la otra mano hasta mi culo, agarrándome fuerte uno de mis cachetes.

Al fondo podíamos ver el malecón y la silueta de la gente que paseaba, lo cual me excitaba, aunque no sé si podrían distinguirnos dentro del agua.

De pronto, Juan tiró de una de las cintas laterales de mi braguita y hábilmente por detrás introdujo uno de sus dedos en mi ya más que húmedo coño.

Comenzó a moverlo dentro y fuera sin ninguna dificultad ayudado por la lubricación del agua del mar y porque yo estaba cachonda como una perra.

Yo hice lo propio con el cordón de su bañador, liberando su polla.

  • Quiero follarte

Me dijo al oído. Pero yo tenía otros planes, quería hacerlo sufrir un poco, así que lo rodeé con mis piernas colocando mi coño contra su pene erecto y sin dejar que entrase comencé a frotar mi clítoris con su polla arriba y abajo. Él movía su cadera e intentaba metérmela pero yo le abrazaba tan fuerte con mis piernas que no se lo permitía. Estaba a punto de correrme haciendo resbalar mi coño a lo largo de su polla cuando en ese forcejeo y viendo que no podía follarme, Juan colocó su dedo corazón en la entrada de mi culo, lo que me hizo dar un pequeño salto por la sorpresa y perdiendo el control, su polla se introdujo en mí de golpe haciendo que me viniera un intenso orgasmo sintiendo cada centímetro de esa polla dura en mi coño y un dedo en mi culo. Me quedé inmóvil, rígida, abrazada a Juan clavada en él con el vaivén de las olas.

Este asalto lo había ganado él, me había hecho suya, pero ahora me tocaba a mí.

Le dije que saliéramos del agua, que quería comerle la polla.

  • Fuera del agua nos van a ver
  • Eso es lo que me pone, el riesgo de que puedan vernos. Le dije yo.

Descabalgándome de Juan y agarrándolo por la polla lo arrastré fuera del agua y cuando llegamos a la orilla me puse de rodillas y descubriendo por completo su capullo le di un largo lametón desde los huevos hasta la punta y saboreando la sal del mar me metí su polla en la boca. Al mismo tiempo le pajeaba y con la otra mano acariciaba sus huevos. Notaba como su polla crecía en mi boca y cómo palpitaba cuando mi mano pasaba de sus huevos a la zona de su perineo.

Cuando notaba que se iba a correr, yo paraba o bajaba la intensidad de mis movimientos haciéndole sufrir y desear con más ganas su orgasmo, lo cual me estaba poniendo tan cachonda que quería que volviera a follarme.

Así que mirándole a los ojos y sacándome lentamente la polla de mi boca, me tumbé boca arriba en la arena y abriendo mis piernas le hice una señal con el dedo para que viniera a mí.

Estábamos en la orilla y el agua iba y venía mojando mi culo y mi coño que ya tenía la polla de Juan metida hasta el fondo. Sentía sus embestidas como al compás de las olas, lentas y profundas, llenándome por completo.

Mientras Juan me follaba yo le abrazaba y fui bajando lentamente mis manos hasta agarrar con fuerza su culo, lo agarraba y lo atraía hacia mí, marcándole el ritmo de sus penetraciones y haciéndolas más profundas . Entonces, dirigí mi mano derecha entre sus nalgas mojadas por las olas y coloqué un dedo en la entrada de su ano. Juan seguía follándome como si aquello no le importara, así que presioné más e introduje la primera falange de mi dedo anular en su apretado culo. Ahí sí que reaccionó, me penetraba más fuerte, acelerando el ritmo de sus embestidas. Con cada uno de sus movimientos mi dedo se clavaba más y más y notaba como su respiración se aceleraba.

Le pregunté si le estaba gustando, a lo que me respondió con un largo y entrecortado Siiii… Fue entonces cuando decidí meter un dedo más, apreté con mi dedo corazón y noté como su culo cedía a mis intenciones, así que comencé a mover mis dedos dentro de él.

  • ¿Te gusta amor? Le dije, “Ahora tú eres mi putita”, como me dices tú. Quiero que sientas el mismo placer que yo.

Su respiración se aceleraba más y más al compás de mis movimientos. No podía creerlo pero estaba follando el culo de mi marido con mis dedos. Seguimos así un par de minutos hasta que comenzó a gemir, noté cómo se tensaba su cuerpo y cómo las palpitaciones de su polla inundaban mi coño con el calor de su esperma. Los dos nos estábamos corriendo moviendo nuestros cuerpos al mismo ritmo. Terminamos y sentía sobre mí todo el peso de su cuerpo y mientras sacaba los dedos lentamente de su culo le pregunté si le había gustado que le follara el culo. Él exhausto asintió y me dijo que le había encantado. Le besé tiernamente y nos fuimos a nuestras toallas y nos dormimos viendo las estrellas.

Pasamos el resto de los días que nos quedaban de vacaciones follando de la misma manera. Él me follaba el culo y yo se lo follaba a él.

Tanto nos gustó la experiencia que cuando volvimos de nuestras vacaciones fuimos probando con algún juguete y a día de hoy hemos incluido un arnés con un dildo en nuestros juegos sexuales. Juan es mío y me lo follo cómo y cuando quiero.