Sorpresa en el Spa
Tenian una cita para una tarde relajante pero no lo fue tanto, más bien excitante e inesperada.
Llevábamos algunas semanas mirando algún spa cercano a casa para tomarnos un día para los dos solos. El trabajo de ambos estaba en aumento y nuestros cuerpos necesitaban un relax. Y los chicos cada vez dando más guerra, así que lo dicho.
Encontramos uno con buen precio y con bastantes actividades. Hicimos la reserva para el fin de semana, y dejamos a los chicos con la abuela, para poder ir con tranquilidad. La reserva solo pudimos hacerla a última hora, pero no nos importó.
Había llegado el día señalado. Preparamos con ilusión la mochila con los bañadores, y los gorros, ya que las toallas y demás lo encontraríamos en el spa. Aparcamos en el parking y entramos. Nos indicaron donde estaban los vestuarios y nos cambiamos cada uno en el suyo. Por fin podíamos estar solos un día para disfrutar. Disfrute viendo a mi mujer con ese bañador marcando sus pechos, con generoso escote, su encantadora barriguita, a lo Marilyn Monroe, sus muslos, su sonrisa, su mirada picarona. Después de 17 años juntos, seguíamos tan enamorados como el primer día. La pase mi mano por la cintura atrayéndola hacia mí.
El circuito comenzaba con la piscina de hidromasaje. Los chorros de agua golpeaban nuestros cuerpos, como manos invisibles, relajando nuestros cuerpos. Me acerque a mi mujer y aproveche que no había nadie en ese momento para rodearla con mis brazos y besarla en los labios. Su cuerpo se pego mas al mío y disfrutamos unos segundos acariciándonos, hasta que escuchamos unos pasos y nos separamos un poco. Se puso frente a mí.
Entró otra pareja en la piscina. Eran también de nuestra edad, aunque parecían más distantes. Yo solo tenía ojos para mi mujer. Seguía con esa mirada picara, seductora, insinuante. Pasó su lengua humedeciendo sus labios en un gesto provocador. Con disimulo, comenzó a mover sus manos, primero por sus muslos, después por sus caderas, entrecerró los ojos, e inclino la cabeza hacia atrás, para que sus pechos salieran fuera del agua por unos segundos, y pudiera ver que sus pezones marcaban el bañador. Volvió a mirarme, divertida, por ver como sufría, sin poder acercarme. Yo con disimulo, comencé a poner morritos, a lanzarla besos, la desnudaba con la mirada. Después de tantos años juntos, conocíamos el lenguaje secreto de nuestros gestos.
Nuestros compañeros de piscina permanecían ajenos a los juegos que teníamos nosotros. Con un gesto la indique que continuáramos. Pasamos a unas termas de cromoterapia. El termómetro indicaba una temperatura de 50 grados. Nos sentamos, como estábamos antes, el uno frente al otro. Había tres hombres y dos mujeres. Alguno de ellos parecía adicto al gimnasio, con tabletas de chocolate por estomago. Mire al mío y vi mi bomboncito relleno. Mi mujer vio mi gesto, como diciendo que voy a hacerle y una carcajada salió de su garganta. Los demás la miraron pero ella siguió, sin hacer caso. En poco tiempo, ellos siguieron el recorrido, volviendo a dejarnos solos. Nuestros cuerpos ya sudaban por efecto de la temperatura. Se acerco a mí, se sentó en mis piernas y pasando una mano por detrás, acaricio mi polla, que comenzaba a sentirse incomoda en su prisión. Mis manos aprovecharon para deslizarse por sus pechos, y pellizcar sus provocativos pezones. Un gemido murió en mi boca, al fundir la mía con la suya. Su lengua tenía sed de la mía, y no paraba de entrar y salir. Mi mano bajo a su sexo y deslizando un poco el bañador, metí un dedo en su coño. Sentí lo mojada que estaba. De nuevo pasos se acercaban. Se sentó a mi lado con el corazón acelerado. Su mirada indicaba que estaba excitada, pero que los pasos habían cortado un momento maravilloso. La misma pareja de la piscina nos seguía.
Cogiendo a mi mujer de la mano cambiamos de lugar. El suelo se transformo de liso a uno con cantos rodados. Los chorros de agua caliente y fría se mezclaban, dando una sensación de relax, aunque debo confesar, que relajado no estaba. Andamos por ellos y de pronto, acercándome a mi mujer la susurre
-¿Me concede el honor bella dama?
-Me miro con cara de extrañeza. Pero sabía que la improvisación era parte de mí. Que era imprevisible y mas en ciertas ocasiones, en las que estábamos solos.
-Sera un placer caballero.- Digo con una sonrisa embrujadora.
Sus manos se posaron en mi cuello, mientras las mías rodeaban su cintura. Al bailar el masaje era más intenso en los pies y por supuesto, mucho más placentero. Mis dedos inquietos subían por su espalda y nuestros labios volvían a fundirse de nuevo. Sentía sus pezones duros en mi pecho, clavándose con furia. Movía su pierna, para rozarme la polla. Sé que era una locura, pero estaba excitado como no recordaba. El morbo de que nos pudieran pillar, de ser vistos por alguien hacia todo más excitante.
Mi boca abandono sus labios y comenzaron a mordisquear su cuello, una zona muy erótica en mi mujer. Mis labios, mis dientes, mi lengua, no dejaban de recorrer su cuello, sus hombros. Como respuesta, sus brazos me atraían más junto a ella. Una mano bajo hasta mi entrepierna, y se coló por el bañador. Comenzó a masturbarme. Otra vez los malditos pasos, nos hicieron abandonar nuestros juegos. Aquella pareja, comenzaba a caerme mal.
Mire a mi mujer. Sus ojos eran fuego y lujuria. Me incitaban una y otra vez. Me puse de manera que mi erección no fuera visible, aunque era complicado. Intente concentrarme en el agua, en los cantos rodados, en los chorros de agua. Pero era imposible. Note sus labios en mi cuello, sus dientes morderme y su dulce voz.
-Sigamos, por favor.- El deseo estaba en cada letra que había pronunciado.
-Claro.
Salimos de nuevo de la instancia. Nos tocaba la ducha escocesa. Muchos chorros golpeaban nuestros cuerpos, desde los pies a la cabeza. Era un alivio momentáneo, después de la tensión que tenía en aquellos momentos. Aunque poco me duro. Al mirar a mi lado, mi mujer tenía los pechos fuera, aprovechando la soledad, y acariciándoselos. Su mirada me invitaba a comérselos, a lamerlos. Dude un segundo, solo uno. Metí mi cara entre sus pechos, atrape sus nalgas entre mis manos y comenzó una rápida lamida a sus pezones. Los mordía, los lamia con fuerza, mientras los chorros seguían golpeando nuestros cuerpos, sin que yo los notara. Solo estaba centrado en darla todo el placer a mi mujer.
Notaba como crecían en mi boca. Con cada caricia, sus gemidos se hacían mayores, más intensos. Mi mano se poso en su sexo, por encima del bañador. Clave mi dedo y el bañador se metió entre sus labios.
-Como sigas me correré.-susurro en mi oído.
Me hice el sordo y continúe aumentando la presión de mi dedo en su clítoris y estirando con mis labios sus duros pezones.
-Para, por favor, o no podre evitarlo.
Esta vez disminuí la presión y la bese en los labios. Sus pechos saltaban con fuerza por la excitación y la lucha que mantenía, con ese orgasmo que quería salir de su cuerpo. Los pasos dichosos volvían a cortarnos el momento íntimo. A duras penas consiguió guardarse los pechos de nuevo en el bañador y respirar normalmente. Yo me coloque de espaldas a la pareja, disimulando como podía.
Nunca habíamos estado en esa situación. La rutina de otros años, la estábamos dejando atrás y nos íbamos volviendo día a día, más atrevidos, siempre dentro de unos límites.
De nuevo los dejamos solos, avanzando por el circuito. El baño turco era nuestro siguiente destino. Nos metimos dentro, con la fortuna de que estaba sin nadie en aquel instante. Una vez en el agua, mi mujer se puso a horcajadas sobre mí. Sus labios buscaban los míos con avidez. El roce de su sexo contra el mío, a través de la tela me excitaba sobremanera. Mis manos buscaron sus pezones de nuevo. Los acaricie y estire a través de la tela.
-No sé qué me pasa hoy, pero no me reconozco.-Me confesó a duras penas.- Estoy descontrolada con esas caricias, con tanto agua. Te notó más duro y eso me excita más. Necesito tenerla dentro, no me hagas sufrir más.
-Yo también lo deseo mi vida, pero sabes que es imposible. Tenemos a Agatha Christie y Sherlock Holmes tras nuestros pasos.
Nos reímos con ganas. A veces tenía esas salidas inesperadas en los momentos menos oportunos, pero que a ella la gustaban.
-Eres único cariño. Siempre consigues sorprenderme, con tus respuestas.
Como respuesta, mis dedos se sumergieron en su palacio del placer. De nuevo la sorprendía, pero ahora de una manera distinta. Mis dedos se movían dentro con celeridad. La sorpresa de sus ojos inicial, se transformo en un fuego salvaje, en una lujuria como nunca había visto en ellos.
Sus gemidos eran amortiguados por el ruido del agua.
-Ummmmmm, no pares, por favor, me tienes a tope mi vida.
-Si lo hare, quiero tenerte caliente y en ese estado de placer hasta que pueda fundirme contigo, hasta que no sean mis dedos sino mi polla la que está dentro de ti, rompiéndote el coño, llenándote una y otra vez.
No sé si la excitaban mas mis dedos o mis palabras, pero sus ojos se cerraban, señal de que el orgasmo, si no me detenía, sería inminente. Reduje el movimiento en el momento justo antes del orgasmo.
-Sácala, follamé pero no me dejes así.- Sus manos bajaban mi bañador, en el momento en que nuevamente, los pasos volvían a provocar un parón inoportuno.
Cada vez era más difícil disimular el deseo que invadía nuestros cuerpos. Nos miraron de manera interrogante, pero no dijeron nada. Esta vez, no estábamos separados, sino pegados el uno con el otro, hablándonos con la mirada, haciéndonos el amor con ella, dulcemente haciendo cada vez más dura la espera.
Me sentí un poco mejor en el recorrido al descubrir que nos tocaba la ducha nebulizada. Una ducha de chorros fríos para contrastar el calor del baño turco y el fuego que me devoraba por dentro, mejor dicho, que a ambos nos devoraba.
-El agua fría solo hace aumentar mi deseo cariño. Me estas matando hoy con tus juegos. El contraste de temperatura aumenta la lujuria que siento dentro.
-Yo también estoy como loco por estar contigo, pero la espera merece la pena.-Respondí.
-Se me está haciendo interminable este circuito. Es un lugar para relajación. Pero hoy más parece una sala de torturas.- Su sonrisa floreció con la sugerencia.
La abrace y nos reímos juntos. Era cierto. El agua fría no reducía, ni calmaba nuestro deseo sexual, sino que lo aumentaba. Sus pezones estaban más duros todavía. El frio había aumentado su dureza. Los apreté con mis dedos. Sus manos volvían a atormentarme la polla sin compasión.
-Ahora me toca a mí volverte loco.
Sus uñas recorrían mi polla con suavidad. Me estremecí de placer. Llegaron a mi glande y lo rozaron con delicadeza. Cambio las uñas por la yema de sus dedos tapando mi agujero, para después, cogerlo con fuerza y moverlo con rapidez. Me encogí por la sorpresa, pero me puse de nuevo de pie para disfrutar con sus caricias. Baje mi mano a su sexo pero me apartó la mano.
-Ahora es mi turno de hacerte gozar cariño.- Mientras me susurraba eso, su mano libre buscaba mis pezones y los estiraban despacio. No pude evitar gritar.
Mis manos cogieron su cara y mis labios se pegaron a los suyos con desesperación. Sabía mover sus manos y llevarme a la locura más absoluta. Sus uñas estiraban mis pezones, su lengua se sumergía en mi boca, explorando cada rincón. Notaba como mi orgasmo crecía sin parar. Me miró y se detuvo.
Mi corazón golpeaba mi pecho con fuerza. Me costaba respirar y recuperar mi ritmo cardiaco. Su mano seguía atrapando mi polla, pero no se movía.
-No quiero que esto este de otra manera. Así de dura, para hacerme disfrutar. Yo estoy a punto también y en el momento que podamos, no dudare en tenerla dentro, aunque después nos detengan. Hoy no puedo más, mi vida.
-Como puedes comprobar en estos momentos yo tampoco puedo más.-Vamos a seguir, no quiero que nos vean.
Solo quedaba una ducha de aceites esenciales, pero nos la saltamos. Teníamos pagado el jacuzzi aparte y no sabíamos qué hora era. Entramos dentro. Estaba solo. Nos metimos dentro y continuamos con nuestras caricias.
Una voz sonó por el altavoz recordando que solo quedaban 5 minutos para cerrar las instalaciones.
-No puede ser, hemos pagado el jacuzzi y yo no me muevo.-Respondí en voz alta.
Seguí acariciando cada centímetro de mi mujer. Volvía a tener ese fuego en sus ojos, llenos de deseo. El tiempo parecía detenerse en aquellos momentos. No sabía cuánto tiempo había pasado desde el aviso, pero la puerta se abrió.
Nos incorporamos para mirar la puerta. Un hombre alto, moreno, ojos negros, mirada intensa, entro en la estancia. Me fije más detenidamente. Me recordaba a Hugh Jackman, el protagonista de Lobezno. Se notaban las horas de gimnasio. Llevaba un slip, que dejaba muy poco para la imaginación. Tras él se encontraba una mujer rubia, ojos azules, pelo rizado, media melena, con unos pechos erguidos, casi a la vista, solo ocultos por un pequeño triangulo que apenas tapaba la parte del pezón, unas caderas de modelo, y un culo prieto que apenas podía esconder el diminuto tanga que llevaba.
-Espero que no les moleste que compartamos el jacuzzi.- Digo Lobezno.
-No, en absoluto.-Respondí rápidamente.- Además, es la hora de irnos, ya será la hora de salir.
-No se preocupen por eso, somos los propietarios del Spa y han pagado media hora, que aun no ha pasado.-Ahora había sido Cameron Díaz, por su parecido a la actriz quien había respondido.
-Muchas gracias.-Agregó mi mujer.
Se metieron en el agua y para nuestra sorpresa se pusieron a besarse, como si estuvieran solos. Miré a mi mujer quien tenía esa mirada cómplice que me decía, "si ellos lo hacen, sigamos nosotros". Dicho y hecho. Al segundo volvía a acariciar sus labios con los míos y a estrecharla fuerte contra mí. Nos olvidamos de que no estábamos solos. La calentura no había disminuido un ápice, a pesar de que no estábamos solos.
Tenía los ojos cerrados, las manos de mi mujer acariciaban de nuevo mi polla disimuladamente mientras la otra estaba en mi cabeza, apretándome contra la suya. Las mías jugaban con su sexo por encima del bañador. Mi espalda sintió sus uñas deslizarse desde el cuello hasta el culo.
¿Sus uñas? Si tenía su mano en mi polla y la otra en mi cabeza, ¿Cómo era posible que sus uñas estuvieran en mi espalda? Abrí los ojos sorprendido. Observé que las manos de Lobezno estaban en el cuerpo de mi mujer. Sus ojos estaban tan asombrados como los míos. Sin darnos cuenta estábamos entre los dos desconocidos. Ella tras de mí y el tras mi esposa.
En el momento que mis labios comenzaban a abrirse, mi mujer poso su dedo en ellos. La miré, mas sorprendido aun. En sus ojos, ya no había sorpresa, sino una mirada que invitaba a dejarnos llevar por la situación. Nunca habíamos hablado de hacer un intercambio de parejas, y sin pensarlo, hay estaba la ocasión. La idea siempre me había atraído, pero nunca pensé que podía gustarle a mi mujer.
En el tiempo que yo seguía pensando qué decisión tomar, las manos de Lobezno ya estaban en los pechos de mi mujer, y ella como respuesta, cerro los ojos y gimió de placer. Busco mis labios de nuevo antes de girarse y besar al desconocido.
Otras manos ocuparon las suyas en las caricias en mi cuerpo. Su mano derecha bajaba ya mi bañador liberando por fin mi polla. Los pezones de Cameron se clavaban, ahora desnudos en mi espalda. Pedían guerra y no era momento de dudas. Me gire yo también y me lance contra sus labios sedientos. Nuestras lenguas mantuvieron una lucha titánica en su boca, sin que mis manos se mantuvieran por un instante quietas. Sus nalgas fueron mi primer objetivo. Las masajee, las acaricie, mientras sentía el roce de sus pezones en los míos. Tire del diminuto tanga hacia abajo, deslizando y acariciando sus muslos. Ella colaboro, levantando sus piernas y dejándome vez a través del agua su triangulo mágico y lo demás depilado. No tarde en dirigir mis dedos hacia él, mientras escuchaba los gritos de placer de mi esposa. Me gire un instante para contemplar la escena.
Lobezno tenía entre sus manos los pechos de mi mujer, mientras su boca pasaba de uno a otro, apretándolos con sus labios y estirando un poco, o su lengua, lamiéndolos con rapidez.
Por un instante me sentí extraño. Ver a mi mujer con otro hombre gozando, otras manos supliendo las mías y haciéndola temblar de placer, era una escena que por mucho que imaginara, hasta que no la vives, no sabes cómo te sentirás. Y reconozco, que me sentía extraño, pero feliz.
Feliz por verla en ese instante mirándome. Y viendo un deseo distinto a cuando estamos solos, pero no por ello menos intenso.
Camerón se interpuso entre ambos, reclamando su ración de atenciones en su cuerpo. De inmediato, mis manos pasaron a la acción y mi mente, se centro en complacerla, como veía a Lobezno volcarse en mi mujer.
Mis manos atraparon esos pezones desafiantes. Estiraba de ellos y pasaba mi lengua a la vez. Sus gemidos dieron paso a los susurros.
-Ummmmmmmm, nunca me habían hecho eso, que placer.
Lobezno se volvió, para vez la escena y la imito, como si de mi sombra se tratara.
-¡Así, estíralos más!- Exclamó mi mujer.
Parecía una competición, en la que ganaría quien más hiciera disfrutar a las mujeres. Mis dedos se volvieron como tenazas, apretando cada vez un poco más fuerte y estirando más. Camerón solo sabía gemir más fuerte. Sus manos estiraban a la vez de mi polla, produciendo en mi cuerpo un escalofrió tras otro.
Lobezno se apartó de mi mujer y se sumergió en el jacuzzi en busca de algo, que en ese momento no sabía que era. Salió con su slip. Tenía un pequeño bolsillo que no aprecie antes. Tenía varios preservativos .de sabores.
-Es hora de que disfrutemos nosotros. ¿No te parece?- Preguntó girándose hacia mí.
-Por supuesto.-Respondí.
-Me encanta la menta, así que prepárate a disfrutar.-Digo Cameron sacando el preservativo. Con una señal me pidió que me saliera del jacuzzi lo suficiente para colocármelo. Con habilidad lo ciño a mi polla. Al instante siguiente había desaparecido en su boca.
-Lo mío es el chocolate, y me pierde.-Respondió mi esposa con un tono insinuante, que me excitó más todavía. Sus manos colocaron el preservativo con rapidez. Inclinó su cabeza y antes de comenzar giro hacia mí.
Saco su lengua y comenzó a lamer su glande sin apartar sus ojos de los míos, provocándome con ellos, haciéndome sentir esa lengua en mi polla y volviéndome más loco. Sus ojos y su sonrisa me decían que disfrutara, que me dejara llevar. Sonreí a la vez y la invite a continuar con Lobezno.
Cerró los ojos y lentamente desapareció su polla en la boca. No podía apartar la mirada de como lo hacía. Me sentía hipnotizado por la escena, atrapado sin remedio a contemplarlos.
Algo atrapo mis testículos. Aparte la mirada para ver como Camerón los apretaba, sin dejar de mover su boca, de apretar sus labios en mi polla, de mover su lengua.
Mis gemidos, se mezclaban con los de mi compañero. Cuanto más gemíamos, mas aceleraban nuestras respectivas, llevándonos a la vez al límite de nuestras resistencias.
Mi respiración se entrecortaba, mi corazón cada vez más se aceleraba. Mi orgasmo luchaba por salir de mi cuerpo. Detuve en el último segundo a Camerón. Lo mismo hizo Lobezno.
Mientras recuperaba el control de mi cuerpo, me coloque tras Cameron. Sentía el roce de sus nalgas. Me estremecí nuevamente. Guie una mano a su clítoris, para comenzar a masturbarla mientras la otra acariciaba de nuevos sus pezones. Mi boca recorría su cuello con besos suaves. Lobezno me imitó y coloco a mi mujer frente a la suya, a la vez que comenzaba desde atrás a masturbarla y besarla. Con el movimiento nos acercamos más, hasta que en un momento dado, en el reverso de mi mano, sentí el pezón de mi mujer, mientras en el interior tenía el de Cameron. Miré a mi mujer, y busque sus labios. Mis manos se apartaron en ese momento para que sus pechos se pegaran con la postura forzada. Lobezno beso a su mujer en el mismo momento.
Los 4 besando a nuestras parejas, mientras acariciábamos cuerpos distintos. Era una situación difícil de explicar, pero tampoco me preocupaba pensarlo, si he de ser sincero.
Nos separamos y Lobezno, me hizo una señal, para poseerlas a la vez. Espere a su señal, inclinando un poco el cuerpo de su mujer. Su movimiento de cabeza indico el inicio. Ambas gritaron a la vez.
Se abrazaron mientras los movimientos iban aumentando. Sentía los músculos del coño apretarse contra mi polla haciendo la penetración mucho más placentera. Mis manos en sus caderas, hacían la penetración más profunda.
Mi mujer me guiño un ojo y sin tiempo a responder al gesto, contemple asombrado, como sus labios buscaban los de Camerón. Temí una reacción por su parte, pero me equivoque. Correspondió con avidez al beso de mi mujer. En ese momento mi orgasmo luchaba desesperadamente por salir.
Seguían besándose y acariciando sus pechos recíprocamente. Mi mujer cogió un pecho de Cameron y lo introdujo en su boca. La escena era inenarrable. Sus labios se fundieron de nuevo, ahogándose los gritos y gemidos en sus bocas, mientras Lobezno y yo aumentábamos el ritmo salvajemente.
-No puedo mas., No pares por favor, sigue asiiiiiiiiiiii-Gritó Cameron.
-No parare, yo .tambien ..estoy al límite.- Gemí
Su culo golpeaba con más fuerza, salpicando el suelo del jacuzzi con el agua que saltaba con los movimientos.
-Yo también .estoy que no puedo más.- Replicó mi mujer, aumentando mas su ritmo.
-No me quedo ..atrás.- Dijo Lobezno con los ojos ya en blanco.
Mire a mi mujer, justo en el momento en que un estremecimiento recorría mi cuerpo y mi orgasmo salía con una violencia inusual. Como si hubiera activado un interruptor contemple como mi esposa se estremecía casi a la vez que yo, y gritaba al liberar su orgasmo. Su cara dibujaba tal placer que me sentí algo celoso. Me miro a los ojos y fue como si yo también sintiera su orgasmo.
En ese mismo instante, el coño de Cameron me apretaba con fuerza en mi polla y su cuerpo se arqueaba con violencia y gritaba a la vez que mi esposa. Lobezno se detuvo un segundo, reteniendo su orgasmo para después saltar sin control, liberando toda la tensión dentro de mi mujer. Clavándosela profundamente con movimientos deliberados. Mi mujer estaba con los ojos en blanco del placer que sentía.
Me senté, porque mis piernas apenas me mantenían. Sentí los chorros de agua sobre mi cuerpo, intentando ponerlo de nuevo en marcha. Aunque no era tarea fácil en aquellos momentos. Mi mujer dio un beso en los labios a Lobezno como dando las gracias, yo hice lo mismo con Cameron. Separándose de Lobezno se sentó a mi lado y nos besamos dulcemente, después de un día inolvidable en el Spa.
-Tienes una mujer maravillosa. Eres afortunado.-Me digo Lobezno.
-Si, es especial, tienes razón, aunque tú también eres afortunado. Tu esposa es estupenda.-Respondí.
-Hemos de confesaros algo.-Nos volvimos a Cameron, esperando sus palabras. Estábamos en el despacho los dos, y hemos comenzado a observaros en el circuito por las cámaras de seguridad. No sabíamos si llamaros la atención o expulsaros. Menos mal que no hemos hecho ninguna de las dos cosas, sino ..- Se cayó dejando la continuación en el aire.
Nuestras caras comenzaron a arder sin poder evitarlo, provocando la risa de nuestros compañeros de juegos. Una vez pasado el momento nos unimos a sus risas nosotros también.
-Quedaros un rato más, mientras hacemos caja.
-De acuerdo, pero con una condición.
-Claro.-Digo Lobezno.
-Esta vez nada de cámaras.-Comenté.
Los cuatro volvimos a reír con ganas.
Mientras desaparecían tras la puerta, abrace a mi mujer. Bese sus labios con pasión correspondida.
No hacían falta palabras en esos momentos, solo con la mirada, sabíamos que ambos, aunque sorprendidos, habíamos disfrutado de una inesperada sorpresa en el Spa.