Sorpresa en el Gym

A las chicas siempre les han gustado los profes de E.F.. Gracias al paracetamol.

Soy profesor de educación física en un centro de educación primaria. Solo llevo dos años impartiendo clases porque soy aún joven. Soy alto, 1,85, ojos verde - marrones, pelo corto, de punta el flequillo, castaño claro porque de pequeño era rubio. De complexión delgada pero con músculos. Estoy un poco definido porque apenas tengo grasa, pero no doy asco como esos tíos que se pasan toda su vida en un gimnasio. A simple vista no se me reconoce fuerte ya que llevo ropa amplia. Más bien, un delgaducho y larguirucho. Pero al retirar mi ropa se ve un cuerpo trabajado por el deporte que practico. Ancho de espaladas por la natación, piernas fuertes porque me gusta correr los días que puedo, abdominales bien visibles y pechos bien definidos gracias a una máquina de musculación multifunción que tengo en casa. También tengo unos buenos hombros y bíceps. Los glúteos los tengo duros, bien redonditos y, según para el gusto de algunas chicas, pequeños.

El colegio en el que doy clase es pequeño, solo tiene una clase por curso y las aulas no llegan a la ratio límite permitida. La media de alumnos por clase es de 15 aproximadamente. El horario en los meses de septiembre y junio es de mañana solo, empezando a las 9:30 y terminado a las 13:30. Eso son las clases con los alumnos. Después los profesores se quedan a hacer una hora de exclusiva, para preparar material y corregir exámenes, etc.. En los demás meses de año, el horario va desde las 9:30 a 13 y desde las 15:00 a las 16:30. En este caso, la hora de exclusiva es de 13 a 14 horas.

Yo no vivo en el mismo pueblo que doy clases, vivo a 17 km. Cuando hay clase por la tarde, me sale más rentable comer en el colegio que ir a mi casa y luego volver, ya que solo hay una hora para hacer todo y a esto se le suma el gasto en gasolina y el peligro de la carretera. Solemos robar 20 minutos de la exclusiva para comer, ya que en casa solemos trabajar más a gusto que allí. De esta manera, dispongo de una hora en el colegio en la que puedo hacer lo que quiera. Que habitualmente, los días de poco ajetreo, suelo utilizar para irme al gimnasio y dormir un poco la siesta en una colchoneta que pongo en uno de los servicios (el de chicas y profesoras ya que es más amplio que el otro), ya que no me gusta dormir en un espacio tan grande como es el gimnasio.

A comer, aunque nos quedamos otra profesora y otro profesor, no me suelen molestar nunca. Ellos se van a su clase y aprovechan para hacer sus cosas o reposar la comida. De los profesores que se quedan, José, es el profesor de Inglés y Marisa es de Religión. Al ser también de fuera comen en el colegio conmigo. La comida del comedor es un asco, así que comemos en la sala de profesores. Allí hay un microondas y calentamos la comida que previamente traemos preparada de casa.

Los alumnos, que solo son 16 los que se quedan al comedor, se quedan a cargo de un cuidador, que viene de fuera del centro. No es profesor. Se llama Matías y se encarga de cuidar a los niños desde las 13 a las 15 horas que entran en clase. Dentro de ello tiene que ayudar a comer a los más pequeños y cuidar la disciplina. Los alumnos suelen comer a la 13:30. Antes, se quedan en el patio jugando y cuando terminan de comer, Matías les da un balón y se ponen a jugar al fútbol unos, y otros simplemente se sientan o juegan a otras cosas. Matías, en esos periodos, cierra las puertas del colegio para que no se pueda salir nadie y se queda vigilando en la pista de fútbol que es donde suele haber mayores problemas.

La pista está delante del colegio, y, además hay otros dos patios más detrás de él. Se encuentran a ambos lados del gimnasio. Uno es de tierra, donde suelen salir los alumnos de infantil y otro es de cemento, pero en él no hay nada más que papeleras, bancos y algunos árboles.

Pues bien, lo que ahora les voy a contar sucedió en la última semana del mes de mayo del año pasado. Era viernes, el último viernes que había clase por la tarde, y todo el mundo estaba hasta el gorro y no teníamos ganas de hacer nada. Además, a mí me dolía en gran cantidad la cabeza. No sé si era el calor o el aire acondicionado del coche que lo suelo llevar a tope, y aunque hacía mucha calor, aún no era verano.

Me fui al botiquín antes de comer para coger un gelocatil, pero se habían acabado. Lo único que quedaba era otro medicamento que es parecido, Effenergan o algo así creo que se llama. Pero eran pastillas efervescentes y tenían un gramo de paracetamol. Más de la cuenta pensé yo. Pero como me dolía mucho dije: así se me quita antes y me lo tomé antes de comer para que me hiciera efecto rápidamente.

Eran las 13:30, y como todos los viernes, empezamos a comer un poco antes que los demás días. Recuerdo que llevaba un pantalón corto del Real Madrid. De esos que llevan braguero, con lo que no suelo llevar calzoncillos cuando me pongo esos. Arriba llevaba una camisa normal, de manga corta que me compré en pull and bear. Algo ajustada para mi gusto.

Comimos escuchando la radio, como siempre. Yo, como no me encontraba muy bien, comí poco y rápido. Tenía ganas de irme a dormir al gimnasio cuanto más tiempo mejor. Además ya empezaba a hacer efecto la pastilla y me estaba entrando una soñera que casi no aguantaba despierto.

Una vez en el gimnasio entré en mi habitación preparada, me lavé las manos y la cara y me tumbé. Al tumbarme parecía que el dolor de cabeza había desaparecido y estaba, muy, muy relajado. Debía ser a causa de la pastilla. Los pocos minutos que pasé entre la vigilia y el sueño era como si estuviese flotando encima de la colchoneta. Tenía todo relajado muy, muy relajado.

Yo dormía boca arriba y con las piernas ligeramente entreabiertas.

Al poco tiempo de estar durmiendo, también entre la vigilia y el sueño, empecé a sentir como si alguien me estuviera tocando los muslos. Lo hacía de una forma suave, apenas si rozaba mi bello y no sabía si realmente me estaban tocando o era un sueño. Los roces empezaban en la cara interna de la rodilla y se extendían hasta la parte más extrema e interna del muslo. Yo estaba tan a gusto que ni me preocupé, y no decidí abrir los ojos.

Intenté seguir durmiendo, pero esos roces se estaban convirtiendo en caricias. La presión seguía siendo suave, pero esta vez si que llegaba a tocar mi piel. Ya empezaba yo a mosquearme. Pero seguí sin abrir los ojos ni moverme.

La cosa pasó a mayores y esas caricias se convirtieron en besos suaves que igualmente recorrían la cara interna de mis muslos. Me estaban entrando escalofríos al tiempo que el bello se me erizaba. Yo ya estaba casi despierto, pero atontado. Empecé a pensar, que bien, ¿quién será?. Me voy a seguir haciendo el dormido no vaya a ser que se asuste y pare. Entonces me predispuse a disfrutar de aquello que estaba pasando en silencio y sin moverme.

Pero fue imposible. Los besos se convirtieron en lengüetazos que llegaban tan arriba, que casi tocaban mis huevos. Entonces mi pene, empezó a obrar por si solo y se puso en erección poco a poco. Notaba como, al no tener calzoncillos, los pantalones que llevaba se iban ahuecando para dejar espacio a mi inmensa polla. Ella crecía y crecía sin control, y a cada segundo se iba poniendo más larga y dura, hasta que llegó a su punto máximo. Fue entonces cuando escuché una risa, apagada quizá por la obstrucción de la mano de la culpable. Después escuché con una voz casi imperceptible - ¡mira! ¡fíjate!. Fue entonces cuando una risa más fuerte que la anterior se hizo presente. Pero los lengüetazos seguían y yo, como si nada. Pero con mi polla a cien, solté un pequeño suspiro casi sin darme cuenta. Acto seguido, volvieron las risas, ahora se oían varias risas a la vez, parecía que había más de una persona, y, además, parecían voces y risas de niñas... Quizá fueran alumnas. En ese momento, mi reacción al pensar eso fue la de abrir los ojos y ver quien era.

Mi sorpresa fue mayúscula, no pude. Abrí los ojos, pero la luz no se hizo. Creo que tenía tapados los ojos con algún trapo oscuro que me impedía ver la luz. Entonces intenté mover mis manos para quitarme aquello. No podía. Tenía las manos atadas, sujetas a algo. Intenté mover los pies y tampoco. Estaba inmovilizado. Apenas podía mover las muñecas y mis pies. Toda mi fuerza era insuficiente para sobrepasar ese movimiento.

Tras varios intentos, me volví a quedar quieto y a pensar que hacía. Entonces siguieron las caricias y los besos. Ahora estaba seguro. Eran dos personas. Esta vez me chupaban ambos muslos a la vez. Se me ocurrió preguntar ¿Quién es? ¿Quién me está haciendo esto? Pero solo escuchaba risitas. Pensé en gritar, para ver si Matías me conseguía oír, pero ni es mi estilo, ni era tan grave lo que me estaban haciendo. La verdad es que cada vez me gustaba más y más. Entonces dejé de prestar atención a esas tonterías y me concentré en el placer que me estaban dando aquellas dos chiquillas. Quien quiera que fuesen.

Me subieron la camiseta solo hasta la altura de la axila, no se podía más. Pero con eso bastó para dejarme al descubierto, y con un poco de ayuda de sus manos, mis pechos. Entonces una empezó a darme besos y a chuparme la zona del ombligo, mientras la otra me daba besos en el cuello y detrás las orejas. Ahora sí, noté en mi tripita, casi exenta de bello por mi depilación, que era una lengua pequeña comparada con la de una mujer. Era una lengua muy, muy suave y unos labios finos y tersos. Más lo noté aún cuando la que estaba mordiéndome el lóbulo de la oreja se desplazó a mi boca para besarme. No lo hacía con timidez, parecía que sabía lo que hacía. No era la primera vez que besaba. Metía su pequeña lengua para encontrarse con la mía. Mientras yo casi abarcaba toda su boca y luchaba por controlar mis labios para que coincidiesen con los suyos.

Al rato fue bajando y se paró en mis pechos, lamió y beso por alrededor de mis pezones mientras se ponían duros. Yo estaba deseando que llegase a ellos, pero ella, se recreaba y me ponía más excitado e impaciente. Hasta que, por fin, se desplazó y se metió el pezón izquierdo en la boca. Además, este es el que yo tengo más sensible y despierto al deseo sexual. Me encantaba como me succionaba con esa pequeña boca y me mordía levemente con aquellos dientecitos. No podía con mi excitación, mi polla iba a reventar.

Entonces, la otra, aprovechó para ahuecar mi pantalón de deporte y liberar mi polla por debajo, por el agujero de la pierna derecha. Le costó un poco de trabajo ya que estaba tan erecta que fue casi imposible subir la boca de la pierna del pantalón por encima de ella. Al final lo consiguió. Fue aquí cuando empezó a chuparme los huevos. Esto era lo mejor que me estaba pasando en mi vida. El gusto era incontrolable. Y además lo hacía más morboso el no saber quien me estaba haciendo tanto bien.

Mientras una succionaba, chupaba y se tragaba mis cojones, noté como la otra había parado y empezó como a quitarse algo de ropa. No tardó mucho. Y de repente, sentí como una teta amagaba y rozaba mis labios. Fui a chuparla, pero se retiró. Volvió a hacerlo, y cuando saqué mi lengua se retiró de nuevo. Parecía que estaba jugando conmigo. Al final se paró y dejó que lo lamiera tranquilo. Entonces empecé a chupar, lamer y succionar sus pechos, rodeaba sus pezones con mi lengua y metía todo el pecho que podía en mi boca. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía tetas, es decir, debía de ser alguna alumna de sexto curso. Por lo que pude tocar con mi lengua, tenía los pezones formándose y los pechos duros y turgentes, del tamaño aproximado de poco menos que media pelota de tenis.

Mientras, la otra empezó a besarme mi enorme polla. Empezó por la base y subió dando besos y pequeños lengüetazos hasta llegar a la punta donde dio un pequeño beso. Fue entonces cuando la cogió con la pequeña mano y bajó mi pellejo para dejar al descubierto mi capullo. Tras de esto empezó a dar ligeros y rápidos lengüetazos con la puntita de su lengüita justo en el frenillo. No podía creer lo que me estaban haciendo esas dos chiquillas. Seguro que esa no era su primera vez. Tenían una técnica increíble. Yo ya no deseaba más que se metiera la polla en la boca. Si no, me iba a correr solo con eso. Me controlaba para no correrme.

La otra, se apartó un momento y volvió a quitarse más ropa. Oí como caía al suelo un cinturón y algo más. De pronto, me da un olor a coñito fresco. Mmmmmm, que bien huele. Sabía que lo tenía delante de mis narices y antes de intentar sacar la lengua y chupar, noté como su coño se chocaba contra mis labios. Fue entonces cuando como una bestia, empecé a chupar y a chupar ese coñito tan sabroso. Estaba lleno de fluido vaginal de sabor inigualable. Tenía bello, aunque poco. Lo noté porque con la nariz podía respirar bien. Yo seguía chupando, relamiendo, succionando su pequeño clítoris. Entonces, ella no aguantó más y empezó a suspirar y hacer ruiditos cada vez más fuertes.

La otra ya tenía la polla en su boca y se la metía hasta el fondo, cambiaba de ritmo, se retorcía, jugaba con mi capullo. Estaba a punto de correrme dentro. No quería hacer demasiado ruido, así que controlaba mis gemidos y mi respiración, no fuese que me oyeran desde fuera. Pero eso no servía de nada ya que las otras dos seguían y seguían, una con la polla en la boca, y la otra, gimiendo a todo pulmón. No podía más. Dije en voz baja, me voy a correr. Ya estaba descontrolado y empecé a sentir los primeros impulsos antes de la salida del semen. Acto seguido empezó a brotar de mí, como si de un volcán se tratara. Las sacudidas eran enormes y muy fuertes, parecía que estaba descargando litros y litros de semen. Al mismo tiempo noté como la que tenía encima se estaba corriendo también. Sus jugos salieron de su coño y se retorcía encima de mí con unos gritos enormes: aaaahhhh, aaaahhhhh. Me tragué todo su líquido sin pensármelo dos veces. Era riquísimo. Jamás había probado tal manjar. Pero, esto no es todo. Porque, la otra, al mismo tiempo que se tragaba mi semen como podía, con la otra mano se debía de estar masturbando igualmente, con lo que llegamos los tres al orgasmo al mismo tiempo. Dicen que los orgasmos se suman en placer. Pues este parecía que yo había recibido además de mi placer, el de aquellas dos chicas.

Pero aquí no ha acabado todo, porque mi polla seguía erecta. Muy erecta. Quería más. ¿Sería la pastilla? ¿Aquellas chicas?. Ellas por lo que parecía también. Ya empapados en sudor, una chica, que supongo que era la que me había chupado la polla, porque luego noté como tenía las tetas más pequeñas, se subió encima de mí. Apuntó su coño lleno de fluido contra mi polla e intentó penetrarse ella sola. A lo mejor era virgen pensé. Pero no, no era virgen. Tras unos segundos intentando penetarse, se ensartó la polla hasta dentro de un solo golpe. Tenía el coño muy estrecho, notaba como abrazaba mi polla con una fuerza increíble, lo que me daba aún más placer. Entonces empezó a moverse arriba y abajo, muy lentamente. Mientras, gritaba, no sé si de dolor o de gusto. Pronto empezó a subir de ritmo. Era increíble, la agilidad que tenía con sus caderas. Subía y bajaba a gran velocidad, se movía en círculos, frenaba, aceleraba. A veces, ralentizaba tanto la penetración que sentía como sus labios se apartaban para dejar paso a mi polla y notaba como me recorría desde arriba hasta su punto más profundo. Cuando estaba metida a fondo, a más no poder, ella paraba unos momentos para reiniciar de nuevo su sube y baja. Apoyó sus pechos sobre mi boca y fue cuando me di cuenta que eran más pequeños. Tenía pecho, pero serían del tamaño de un albaricoque. Su pezón era realmente duro y bueno, y conseguía meterme todo su pecho en mi boca.

La otra chica debía estar observándonos y masturbándose. No paraba de gemir y de emitir unos gritos de escándalo.

De pronto, el ritmo de la chica que tenía encima se empezó a convertir en frenético. Subía, bajaba, subía, bajaba. Cuando soltó un grito enorme. Aaaaggggggg, aaaaaaaggggggg, aaaaaaaagggggggg. Se estaba corriendo otra vez. Para mí era pronto, ya que tardo un poco en reponerme. De nuevo, sentí como se estremecía encima de mí. Su ritmo descendió lentamente pero seguía recibiendo placer de mí. Hasta pararse por completo. Una vez parada, se quedo como unos 30 segundos sin moverse, como dormida encima de mí. Mientras, yo notaba escurrir su fluido por la base de mi pene, los huevos y parte de los muslos.

Ahora se subió la otra, de espaldas a mi cara. Ya estaba preparada y sin darme tiempo de moverme, cogió mi polla con la mano y se ensartó de una estocada hasta el fondo. Era increíble. Me encantó la forma en que lo hizo. Rápido, fuerte y sin miramientos. Como si no pudiera esperar a recibir placer. En momentos sentí que este coño era más ancho que el anterior. O que ya había sido penetrada muchas más veces.

Ésta lo hacía aún mejor que la otra, controlaba mejor la subida y la bajada, lo hacía más despacio, sintiendo cada centímetro de polla que entraba y salía de sus entrañas. Mientras, sentía su culito frío sobre ni vientre, golpear suavemente. Lo tenía muy suave, duro y apetecible. Con las manos sobaba mis huevos y los hacía subir y bajar a su mismo ritmo. La otra, no perdía el tiempo, me estaba chupando los pezones, mordiéndolos y recorriéndome con su lengua.

Ya, no aguantaba más. Me iba a correr. Una chupándome y la otra fallándome hasta el fondo con una delicadeza digna de una profesional. Y noté de nuevo, como mis huevos se iban a contraer. Y avisé, ¡me voy a correr!, ¡me voy a correr!. En ese momento aceleró el ritmo de envestida. Ya no tenía remedio, me iba a correr dentro de ella. Los gritos de los tres se sumaban. Y mi emanación se hizo presente. De nuevo nos estamos corriendo los tres al mismo tiempo. Aahahahaha, aaaaaahhhhh, notaba como brotaba de mí mi primera sacudida, llevaba poco semen. La segunda, soltó mucha más cantidad y la tercera. Después fue decreciendo a la vez que su cuerpo descendía de velocidad, y se retorcía mientras me sujetaba los huevos con las dos manos. Aaaaaaggggg, aaaahahhahh,. Ya no me quedaba ni una sola gota más de semen dentro de mí. Estaba seco. Esta también se quedó con la polla inserta durante un rato. El suficiente para que de nuevo, notase en mi polla, huevos y muslos, mis fluidos mezclados con los suyos, en un lento recorrido hasta llegar al suelo mientas mi polla perdía intensidad.

Yo estaba muerto. Ellas me limpiaron, vistieron y metieron el pito en su sitio y allí me dejaron, atado. Me quedé esperando a que sonase el timbre de las tres. De esta forma me echarían en falta los demás profesores. Siempre nos reunimos 5 minutos antes en la sala de profesores. Fue lo que pasó. Ellos sabían perfectamente lo que yo solía hacer después de comer, así que fueron a buscarme pensando que me había quedado dormido, como me sucedió en otra ocasión.

Entonces, de repente, escuché voces que se hacían cada vez más fuertes al acercarse a mí. Eran José y Marisa. Ya venían comentando: Ya se ha vuelto a quedar dormido. Seguro que ha sido la pastilla. Fue, cuando me encontraron allí, atado. -¡Ayyy, Dios mio!- Dijo Marisa. José me quitó lo que me impedía ver y me desató.

Comentamos el caso con los demás profesores. Solo conté que me habían atado mientas dormía y que no me había enterado de nada a causa de la pastilla, que sabían que me había tomado. No dije más. Las chicas por su parte no fueron descubiertas. Se investigó a nivel de centro pero nada.

Solo yo pude descubrir quien había sido. El timbre de las risas me abrió el camino. Eso me redujo a seis la lista de sospechosas. Otra pista fue, la agilidad de las chicas. Yo, como profesor de educación física, sabía quien era capaz de hacer lo que hicieron encima de mí. Virguerías. Eso me recortó la lista a tres sospechosas. Pero la mejor prueba fue el tamaño de sus tetas. Casi me sabía cada centímetro de ellas. Con mi boca y con mi lengua pude casi memorizar en una imagen mental como eran las tetas que me comí tan ricamente. Y ello me dio la solución. Habían sido Alicia y Dina.

Lo pude comprobar la semana siguiente. El martes, tenía clase con sexto. Después del recreo. Ellas dos, con camisas de esas que llevan las chicas, ajustadas. Marcando pecho. Sus pechos eran tal y como yo los tenía en mi mente. Entonces fue cuando vi sus caras angelicales, sus risas, sus movimientos. No las quité el ojo en toda la clase. Mientras, en mi mente, me imaginaba la escena, esta vez, pudiendo ver las caritas preciosas y esos cuerpos delgados y ágiles. Parecía que estaba volviendo a suceder en mi mente. Entonces me empecé a empalmar. Y consciente de lo que me estaba pasando, decidí controlarme y cambiar el tema mi pensamiento.

Pensé, ha sido la última semana de mayo. Las clases por la tarde se acabaron. Ya no iba a comer allí, ni a dormir en el gimnasio ese año académico. Esto, no solo me relajó el empalme si no que me dejó echo polvo y cabreado. Ya no iba a suceder de nuevo. Esas chicas abandonarían el cole para ir al instituto el año próximo. Al momento reaccioné y volví a cambiar el chip. En quinto vienen muy buenas promesas para el año que viene. Y durante el verano suelen madurar mucho. A ver que me encuentro el año que viene.

Este año he visto que las nuevas chicas de sexto, son incluso mejores que las del año pasado. Por lo menos físicamente. Pero dudo mucho que tengan tanta experiencia. Por mi parte, pienso volver a dormir la siesta en el gimnasio. Pero, de momento, estamos en septiembre. Estoy deseando que llegue octubre y las clases por la tarde, para volver a dormir la siesta como a mí me gusta...