Sorpresa con papá, 3

Temática gay filial. Fragmento: No podía quitarme su falote baboso de la mente. No entendía porqué tenía tanta necesidad de tranca, porqué no me bastaba con imaginarme su cuerpo entre mis brazos, porqué mi mente no se centraba en sus ojos o en su voz o en su sonrisa...

Por segunda vez en lo que iba de noche alguien llamaba a la puerta con insistencia y me pillaba con toda la boca llena de la lefa de papá. Tenemos el don de la oportunidad.

Recogí mi ropa a todo correr y me metí en el baño para asearme. Papá se limpió la polla en la cocina, miró por la mirilla, le gritó a quién llamaba que tardaría un minuto en abrir y empezó a vestirse. Yo le miraba mientras se ponía los pantalones, desde el baño, sin poder quitarme de encima esa sensación de que aquella noche había tocado el cielo y que la persona que esperaba tras la puerta de la calle iba a dar al traste con mi recién estrenada relación con mi padre.

Papá vino al cuarto de baño y me dio un beso que debió saberle a su propia lefa.

  • No te preocupes, esto no cambia nada.

Y se fue a abrir la puerta.

Y yo me quedé peor porque que me dijera precisamente eso significaba que quién llamaba tenía el poder de cambiarlo todo.

Salí del baño justo para ver como entraba un niñato rubio. Aparentaba no más de dieciséis años.

  • ¿Qué coño hacías? -le espetó a mi padre. Pero entonces me vio y se quedó clavado en el sitio. Luego miró a mi padre de manera extraña y gritó: - ¿Y éste quién coño es?

  • Es mi hijo -contestó mi padre.

  • Ah, creía.

¿Ah, creía? ¿Pero quién cojones se creía que era el niñato este de mierda?

  • ¿Quién es? -pregunté esta vez yo a papá.

  • Es Jaume, un amigo.

  • ¿Un amigo? -preguntamos Jaume y yo al mismo tiempo.

  • Bueno, también es un alumno. O ex alumno.

  • Vaya. Es un consuelo. Por lo menos es mayor de edad -dije.

  • ¡Eh, cuidado con lo que dices! -gritó el recién llegado, dando un paso hacia mí como si quisiera camorra.

Papá cogió al estúpido de la mano y lo arrastró a su habitación. Con un gesto me pidió que yo le esperara en el sillón.

Cuando cerraron la puerta y empezaron a discutir casi a gritos no me quedó más remedio que ponerme a escuchar.

  • ¡No me has llamado! ¡Te has separado y no has tenido cojones de llamarme! ¡Es lo que estábamos esperando! - Chillaba el rubio.

Papá mantenía un tono de voz más bajo pero aún así audible.

  • ¿Cómo te has enterado?

  • Pues por Marina, joder. Me la he encontrado en el marítimo, dándose el lote con un tío horrible.

  • Joder. Anda que ha tardado. Supongo que no habrá sido muy amable contigo.

  • Que le den. ¿Por qué no me llamaste? Pensaba que me querías.

Aquí decidí que ya era suficiente y me fui a la cocina a ponerme un vozka con naranja.

Mi padre estaba liado con uno de sus alumnos. Bueno, tampoco era el fin del mundo. Ni siquiera lo había llamado para decirle que había terminado con Marina y ella ya llevaba casi un mes fuera de su vida.

No era una relación importante. Mientras le daba el primer sorbo a mi copa me di cuenta de que mi cerebro no estaba haciendo las conexiones adecuadas. ¿Qué coño me importaba si mi padre se follaba a quince niñatos como ese? Incluso, ¿qué pasaba si con este tal Jaume la cosa iba en serio? ¿Es que me iba a poner celoso? ¿Acaso tenía yo algún derecho sobre mi padre?

Celoso de sus ligues... Qué tontería, pensé.

Intenté tranquilizarme pensando que mi preocupación era la de un hijo que además era también profesor, y que sabía los problemas que suelen ocasionar las relaciones con alumnas (o alumnos), pero al final, cuando me acabé el segundo vozka con naranja y mi padre y Jaume aún no habían salido de la habitación comprendí que estaba celoso. Celoso hasta la médula.

Pasó casi media hora pero por fin salieron. Mi padre se había cambiado de ropa. Pasó al cuarto de baño sin decir una palabra y cerró la puerta. Jaume se me acercó con una sonrisa.

  • Lo siento mucho.

  • ¿El qué?

  • La entrada. Estaba un poco alterado.

  • ¿Te ha pedido mi padre que te disculpes?

  • Claro. Pero iba a hacerlo de todas maneras. Ya lo hemos arreglado todo. ¿Me pones uno de esos?

  • Qué morro -pero se lo puse.

  • ¿Habéis cenado con esa panda de gilipollas? -preguntó luego el niñato.

  • Los amigos de papá no son gilipollas. Espero que no te oiga llamarlos así.

  • Tuve al tal Domingo Curado en el primer cuatrimestre. Me hizo repetir todos los putos trabajos. Tardó tres meses en corregir los exámenes y publicar acta. Ese, por lo menos, es un gilipollas. Al resto si quieres les doy el beneficio de la duda. Dice tu padre que tú también eres profesor de la UIB. No te he visto nunca.

  • Yo estoy en el Jovellanos.

  • Con los pijos.

  • ¿Pijos?

  • Los futuros abogados.

  • No me parece que mis alumnos sean más pijos que los de mi padre -dije, echándole una significativa mirada a sus zapatillas de marca.

En realidad todo lo que llevaba era de marca. Si le raptaran y fueran vendiendo cada una de sus prendas cuando se acabara el dinero, una familia completa podría sobrevivir cerca de un mes comprando en el mercadona.

  • ¿Te quieres venir? -propuso el rubiales.

  • ¿Es que os vais?

  • Vamos al Aries. Tenemos que hablar. Pero vente si quieres.

Papá salió entonces del baño. Se había puesto gomina y olía a su colonia preferida. La verdad es que estaba guapísimo.

  • Le estaba diciendo a tu hijo que se venga con nosotros. A no ser que le de asco verte hacer el maricón -soltó el criajo.

A mí no me apetecía demasiado ver como mi propio padre se enrollaba con el rubiales, pero me apetecía aún menos quedarme en casa comiéndome la cabeza.

Pero lo que me sentó como una patada en los cojones es que fuera papá quien me dijera que era mejor que me quedara en casa, que ellos tenían que hablar.

Papá y el puto niñato se fueron. Mi padre no me había mirado realmente a los ojos ni una sola vez desde que apareciera Jaume. Me sentí solo y abandonado. Me sentí una puta mierda.

Me acosté a las cuatro de la mañana. Aún no habían vuelto. Permanecí horas dando vueltas en la cama. Repasé mentalmente los dos encuentros que había mantenido con papá esa misma noche. Me pareció que mis otras relaciones sexuales, todo lo que había experimentado durante mi vida en el terreno sexual había sido vivir a medio gas. Era como si me hubiera quitado una venda mi propio padre, como si el placer que podía darme una verga fuera incomparable a todo lo demás. ¿Podía haber pasado toda mi vida sin ser consciente de algo así? ¿O no se trababa de si era o no homosexual, sino de la persona que me despertaba esa necesidad, mi propio padre? ¿Era tan bueno el sexo con un hombre o era tan bueno por ser "este" hombre?

No podía quitarme su falote baboso de la mente. No entendía porqué tenía tanta necesidad de tranca, porqué no me bastaba con imaginarme su cuerpo entre mis brazos, porqué mi mente no se centraba en sus ojos o en su voz o en su sonrisa. Porqué era tan importante aquel pedazo de carne dura que estaba dando la vuelta a todas mis creencias, a mi vida entera. Porqué quería mamar y mamar y mamar y necesitaba sus corridas como el agua que nos da la vida.

Qué asco de vida. Qué asco de Jaume.

Me quedé dormido casi al amanecer.

Me despertó el cipotón de papá en mi trasero. Me había bajado los calzoncillos y había acoplado su miembro mojado como siempre de precum a la raja de mi culo.

Pegó su pecho a mi espalda y me abrazó fuerte. Me sentí fantástico. Era fabuloso despertar así.

  • ¿Qué hora es? -pregunté. Entraba bastante luz por las persianas.

  • Casi las once. ¿Cómo estás?

  • ¿A qué hora volviste?

  • Para las ocho.

  • ¿Te follaste al niñato?

  • Dos veces. Pero no me corrí. Le hice creer que sí pero me he reservado para ti.

  • ¿Se ha ido?

  • No. Está en mi cuarto, durmiendo.

Papá me paseó su pollón por toda la raja. Pegué el culo más a su tranca. Era delicioso. Mi polla ya se había empalmado a tope y mi padre me la cogió y me pajeó restregándome saliva en el capullo mientras se pegaba aún más a mí.

  • ¿Qué pasará ahora? -pregunté.

  • ¿No prefieres esperar? Tengo un montón de lefa preparada para tu lengua.

  • Quiero saberlo ya.

  • Bueno... Jaume se va a quedar conmigo unos días...

Cerré los ojos, intentando encajar el golpe sin que se me notara la decepción.

  • Y será un poco incómodo teneros aquí a los dos. Deberías irte. Pero eso no va a cambiar nada.

Me estaba dando la patada y encima tenía el morro de decir que eso no cambiaba nada.

  • Además, Jaume no debe saber lo que ha pasado entre nosotros. No es adecuado.

Bueno, aquello era el no va más. Le importaba más lo que pudiera pensar un niñato de mierda que lo que sintiera su propio hijo. Me entraron unas ganas horribles de recoger en ese mismo instante mis cosas y largarme de allí para siempre. Pero tenía aquel falo descomunal encajado en mi trasero y quería tenerlo ahí para el resto de mis días.

  • ¿Qué opinas? Estás muy callado.

  • Papá -dije, midiendo bien las palabras. - Me parece bien que tengas una relación, aunque sea con ese niño estúpido. Si eso te hace feliz, bastante jodida es la vida como para andar dándole la espalda a la felicidad. Y yo también prefiero que nadie se entere de lo que ha pasado entre tú y yo. Tu noviete no parece nada discreto y no querrás ser el centro de un escándalo en la UIB. Sospecho que aún está mejor vista la homosexualidad que el incesto.

  • Pienso igual. Me alegro de que te parezca bien.

  • Lo que no me esperaba es que me echaras de tu casa -dije, tan dolido que fui incapaz de mantener mis sentimientos ocultos.

  • Lo he pensado bien esta noche y en realidad es por tu bien.

  • ¿Por mi bien?

  • Te conozco, Max. Eres completamente transparente para mí. Por algún motivo que aún no comprendo lo que nos ha sucedido hoy te ha afectado muchísimo más de lo que jamás hubiera esperado. No creo que te haga ningún bien estar presente cuando Jaume se ponga cariñoso conmigo. Lo cual no significa que no quiera estar contigo, Max. Es lo que más deseo. Eres mi hijo. Jaume un día de estos se echará un novio de su edad y desaparecerá de mi vida pero tú estarás toda la vida conmigo. Y haremos juntos las cosas que nos hagan felices a los dos.

Me pareció increible que papá me hubiera calado de aquella manera. ¿Tan transparente era? ¿Tan necesitado le parecía? Pero no podía negarlo. Ni a mi padre ni a mí mismo. Algo había cambiado completamente en mi percepción del mundo y no podría seguir adelante sin la cercanía, física y emocional, de mi padre.

  • Tendremos que vernos en la Universidad -tanteé.

  • Perfecto. En tu despacho, en el mío o en algún baño.

  • Anda que no hay baños -me reí, aliviado de que papá no quisiera poner fin a nuestra relación.

  • Ven aquí.

Papá se sentó apoyando la espalda en el cabezal de la cama e hizo que yo recostara la espalda contra su pecho. Empezó a acariciarme los pezones mientras me chupaba una oreja. Me entraron escalofríos por todo el cuerpo.

  • Mmmm, me encanta eso.

  • Lo sé. Susana te solía tocar los pezones y las veces que lo hacía tenías unas corridas mucho más abundantes.

  • Eres un puto cerdo, papá. ¿Todavía conservas esos vídeos? Tendrás que enseñarme alguno.

  • En el viejo pc. Los he visto cientos de veces. Me han acompañado todos estos años. Creo que tú me volviste sin saberlo el mariconazo que soy ahora.

  • Las vueltas que da la vida.

Permanecimos en esa posición bastante tiempo. Papá me acariciaba el torso y me pellizcaba los pezones, me comía la oreja y el cuello y me decía guarradas al oído. Yo me retorcía de gusto, sientiendo su piel, sus brazos, su cuerpo envolviéndome y protegiéndome.

Mi cipote alcanzó un tamaño impensable. Me hacía un pajote lento y sensual bajo la mirada de papá y me parecía que aquel rabazo que tenía entre las manos no podía ser el mío. Jamás me lo había visto de aquella manera.

  • Te pongo bien palote -me susurró mi padre.

Me entró la risa. El cabrón parecía leerme el pensamiento.

  • Con la suerte que tenemos tú y yo, tu noviete abrirá la puerta justo cuando me estés descargando una lefada en los morros.

  • No es un escenario descabellado.

Era tan plancentero lo que papá me hacía con sus fuertes manos que pronto empecé a sentir la necesidad de dejarme ir. Quería correrme, tal y como estábamos.

Me giré un poco hacia la derecha para alzanzar su boca girando el cuello y nos besamos. La boca de papá sabía a wiskey con cocacola. Notando que yo estaba cerca del orgasmo él empezó a apretarme los pezones con más fuerza y nuestros besos se hicieron más profundos. Nunca le había comido los morros a nadie como se los comía a mi padre. Al tiempo aceleré el pajote que me estaba zurrando. Sentía aquella polla monstruosa como impropia. Me estaba poniendo muy caliente empezar a percibirme tan bien armado como mi padre. Un buen chorro de precum me dio la razón. Al final seríamos tal para cual, unos rabotes leferos y babosos, padre e hijo.

Mi padre conseguía que alcanzara unas cotas de excitación desconocidas y sentía que mi lefada no tendría nada que envidiar a las suyas, igual que mi rabote estaba desconocido y casi alcanzaba el tamaño del de papá.

Empecé a correrme antes de llegar al orgasmo. La leche escapó en tromba y me retorcí entre espasmos de placer con la boca bien ensamblada a la de papá. Mis gritos se ahogaron entre sus labios. La leche saltaba sobre mi pecho, caliente y espesa y papá me besaba, me besaba...

La puerta de la habitación no se abrió entonces, ni lo hizo luego, cuando le pedí a papá que se arrodillara en la cama y se pajeara sobre mi cara, mientras yo espacía lánguidamente con mis manos mi propio semen caliente por mi pecho. Me sentí en el paraiso. Mi padre me golpeaba la cara con su fabuloso y pegajoso vergajo y era una sensación poderosa. No podía haber nada mejor en este mundo que aquella pollaca rezumante de precum al alcance de mis labios.

Sentí que había nacido para este momento, para recibir los golpes de la polla de papá en las mejillas, para sacar la lengua y recoger el sabroso manjar que tan abundantemente dejaba escapar su monstruoso falo.

Estaba completamente enajenado por el miembro de papá. Me parecía que ya podía morir tranquilo.

Y se corrió, vaya si se corrió. Y me regó la cara entera de lefa y la recogí de mis labios empapados en leche con la lengua. Y era tal la felicidad que me produjo que en cierta forma me asusté.

Pero aquello era estar vivo. Más vivo de lo que lo había estado en mucho, mucho tiempo.


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