Sorpresa con la vecina 3
La tensión es incontenible, y María monta a Jorge, hambrienta de su cuerpo
(agradezco que hayas llegado hasta aquí, si te ha gustado eres libre de enviarme algún comentario, es mi primer relato y lo agradeceria, lluviazen@gmail.com)
Descaradamente ella miró su paquete y acercó su mano hasta llegar a casi la ingle, alzó de nuevo la mirada para buscar la mirada de Jorge, quien hacia una mueca de placer.
Sus dedos rozaban de arriba abajo la ingle muy lentamente, por fuera del pantalón. Seguían mirándose a los ojos, tensos, aumentando el morbo y abiertos a nuevas sensaciones. Jorge se acomodaba moviendo la ingle, deseando que tocaran su verga a punto de explotar. Con el movimiento fue introduciendo los dedos debajo del pantalón, y a María le encantó rozar el vello púbico, y empezó a dibujar círculos entre el bello.
Por su parte Jorge había ido acercando su mano a la entrepierna de María, primero por la parte del muslo interior y luego vio como ella abría las piernas. Al tocar la tela de las braguitas se dio cuenta de lo mojada que estaba, y buscó torpemente sus labios y su punto de placer. María frunció el ceño ligeramente y entreabrió la boca, se le escapó un suspiro. Seguían mirándose a los ojos.
-No has puesto aún la película – le dijo ella en un susurro. Jorge se quedó parado e hizo ademán de levantarse, pero María agarró su verga con la mano, Jorge sintió como la mano caliente rodeaba su tronco y lo dejaba inmóvil, absolutamente dominado – es broma, cariño. Me parece que vamos a estar entretenidos – y sonrió mostrando su lengua, juguetona, que pasó por su labio superior. – Levántate.
Ambos se pusieron de pie, uno enfrente al otro, y María tiró el pantalón de Jorge para abajo. Su verga durísima salió como un resorte, venosa con el capullo hinchado y amenazante. Ella subió el vestido lentamente, mostrando una pequeña braguita de color blanco una mancha de humedad enorme en la parte baja, y siguió subiendo la ropa hasta mostrar esos pechos grandes, algo caídos pero llenos, y con unos pezones oscuros, muy excitados y duros. Se quitó la cola de caballo y su melena cayó más allá de los hombros.
María lo abrazó y acercó sus labios en busca de su lengua. Como si fuera un imán empezaron a besarse, a dar vueltas con la lengua, a jugar con la saliva, mientras sus manos pasaban desde los hombros al culo. María sentía la verga como le presionaba encima del monte de venus, se puso de puntillas, y bajó la erección para rozarse con su vulva. Gimió cuando el tronco le rozo su clítoris hinchado.
Jorge sentía los pechos de María debajo los suyos, llenos con los pezones duros y magreaba con fuerza ese culo, agarrándolo bien y apretándolo hacia si. Sentir el movimiento de sus cuerpos, y su verga masajeando la vulva de María le estaba poniendo cardíaco. Y gemía en la boca de María con sus lenguas entrelazándose.
Se pasaron un buen rato así, en el que Jorge temió correrse, pero aguantó, hasta que María le pidió que fueran a la cama, lo tumbo bocarriba con la verga tiesa.
-Quiero que mires mis pechos, los toques, pellizques los pezones y disfrutes, sé que llevas mucho rato deseándolo – mandó ella – yo me montaré encima de ti. Y sin demora abrió las piernas, se puso de rodillas, agarró su verga y la encaminó a su húmeda vulva. Y se dejó caer.
Una explosión de placer recorrió ambos cuerpos desde sus sexos expandiéndose por todo el cuerpo. Ambos gimieron y arquearon su cuerpo, para volver a mirarse. Era increíble la calentura que llevaban ambos.
María empezó a frotarse hacia delante y hacia atrás, sintiendo la verga tiesa dentro. Apoyaba sus manos en los pectorales de Jorge y provocaba que sus pechos se juntaran y él no tardo en amasarlos, en apretarlos, en jugar haciendo círculos con los duros pezones.
Jamás había imaginado estar en la cama con semejante mujer, ni tan siquiera la había mirado sexualmente, y ahora que la tenía encima, moviendo su cuerpo y viendo sus pechos moverse al compás de su cintura pensaba que no había nada mejor en el mundo.
María empezó a subir el culo, y a bajar notando perfectamente con la verga tiesa de Jorge la perforaba por dentro, dándole calambrazos de placer por toda la espalda. Sus manos seguían apoyadas en el cuerpo de él, y empezó a arañarle, como si al agarrarle la piel se le escapara. Sus uñas dejaban marcas en el pecho del chaval, que gozaba de lo lindo, gimiendo en cada sube y baja de ella. Dejó una mano en el centro de su pecho y acerco la otra mano a la boca de Jorge, empezó a jugar con los labios y metió 2 dedos dentro. Igual que si se estuvieran morreando, Jorge lamió los dedos ávidamente. María sacó los dedos llenos de saliva, con hilos que iban hasta la boca de Jorge y se los acercó a su boca, pasó su lengua entre ellos y mirándole a él los bajo, mojando sus pezones y apretándolos con dos dedos.
El ritmo de María era cada vez más intenso, la verga prácticamente salía y entraba entera de golpe. Jorge sintió un calor radiante, excitante, desde la base de su verga hasta las extremidades.
-No podré aguantarme – susurró entre gemidos. María bajó el ritmo, y volvió a ponerle los dedos en la boca de él, ahora sin juegos, directa, como quien pone los dedos en un bote miel. Una vez bien mojados se los acercó a su vulva, a su hinchado clítoris, y empezó a masturbarse frenéticamente.
-Cuando quieras – le espetó ella. Sus movimientos volvieron a aumentar de ritmo. Sus pechos se movían libres, hasta que Jorge los agarró y los empezó a apretar, cogiéndolos desde abajo, sopesándolos, y dejando que los dedos rozaran los pezones. Los gemidos empezaron a tomar protagonismo en cada movimiento de María.
Ella empezó a morderse el labio inferior mientras profería gritos de placer, miraba a Jorge que hacía muecas de placer y cerraba fuertemente los ojos a la vez que abría la boca para que los gemidos pudieran salir libremente. Supo que la descarga era inminente y un atisbo de luz la hizo saltar, sacarse la verga y agarrarla con la mano. Su otra mano seguía masturbándola, al límite también. Y acercó su boca al capullo. Cercó con sus labios el capullo de Jorge en el preciso instante que él daba un brinco y se la metía hasta la garganta, sin avisar, y soltaba la leche como un aspersor. Le estuvo masturbando siguiendo el ritmo de sus espasmos, mientras ella también sentía una explosión en su clítoris, que le recorría toda la espalda. Abrió la boca, gimiendo de placer, sientiendo los chorros de leche calentita que impactaban en su paladar y en su lengua, y caían en el cuerpo de él y en las manos de ella. Suavizó el ritmo.
-¡Joder!, ¡joder!, ¡jooooder! –solo pudo expresar María al tumbarse, subió hasta estar cara a cara con Jorge, este le sonrió tiernamente y le agarró la mano. Con la otra mano, María intento quitarse la lefa que le caía por la barbilla y las mejillas. – nada mal la película, ¿no? – y sonrió poniendo su cabeza en el hombro del chaval. Desde esa posición no podía dejar de ver la verga aún tiesa de Jorge que goteaba lefa como si fuera un cirio que lleva horas encendido.
María pasó su mano por el pecho de él, acariciándolo. Y así se quedaron un buen rato.