Sorpresa con la vecina 2

Jorge y María se van acercando y el juego aumenta la temperatura

Jorge estaba dejando el bol de los cereales, el plato de la pizza y el vaso de ayer en el lavavajillas, cuando oyó el timbre sonar. En su mente pasó el comentario de que “en media hora he quedado” y deseó que fuera María, a la vez le temblaron las piernas, se le aceleró el corazón y se quedó un instante mirando de lado a lado, cuando volvió a sonar el timbre. Se acercó y miró por la mirilla, y allí estaba ella.

-Hola Jorge, soy María, tu vecina – dijo ella mientras Jorge veía como se ataba su melena castaña en una cola alta. Abrió la puerta temblando y con una sonrisa falsa, intentando no parecer ni muy alegre, ni nervioso, ni serio, lo que dio a una mueca insegura. – como nos hemos quedado a medias hablando antes, he pensado si me enseñarías qué películas tienes, como Agus se ha ido, pues veré alguna película.

Jorge seguía con esa sonrisa forzada, balbuceó un “sí” y la dejó pasar. No recordaba haber visto a María nunca en su casa, pero ella entró sin pensárselo. Llevaba un vestido de algodón fino de color crema que le llegaba poco más abajo del culo, como si fuera una camiseta ancha y larga y con el cuello más abierto, más incluso que antes, no llevaba sujetador. Sus caderas se movían al andar, y Jorge las seguía hipnotizado. Tuvo que esforzarse para seguirla y disimular.

-Bienvenida a mi casa – le dijo amigablemente, y ella ni se lo planteó y le plantó un beso en la mejilla, cerca de los labios, mientras le contestaba un “gracias” con la voz muy suave.

Se quedaron una enfrente del otro en medio del comedor, Jorge sin saber qué hacer, bloqueado y María pensando que le encantaría tocar ese cuerpo que tenía a escasos centímetros, pero abrió la boca.

-Pues aquí estoy, jejeje – rió nerviosa – ¿qué películas tienes? Oye, perdona por mi poca vergüenza y venir a tu casa a por películas, es que me sentía muy a gusto hablando contigo y he creído que no te molestaría.

-Para nada,  no me molestas, es un placer, me refiero a que sí, que no hay problema. – se estaba poniendo muy nervioso y se dio cuenta de que no llevaba más que los pantalones cortos, y llevaba el torso desnudo – voy a ponerme una camiseta – soltó.

-Uy, por mí que no sea, por mí ya estás bien, que no siempre puedo ver un cuerpo tan chulo como el tuyo – y le puso una mano entre el hombro y el pecho. Jorge sonrió, y se giró en dirección a la estantería que tenía al lado del televisor, donde había infinidad de cajas de blue-ray. María lo siguió de cerca.

-Mira, tengo todo esto, casi nada, ¿eh?, las de Woody Allen están por aquí, al final, que mi padre las ordena alfabéticamente por director. – y se puso de cuclillas, María se puso a su lado, de pie, mirando hacia las películas, pero sin perder de vista los hombros, los brazos y las manos de Jorge, fuertes, grandes, y con los dedos largos, y las uñas limpias. Tan solo he visto una de él, pero hay 3 o 4 más, ¿las conoces? – y giró la cabeza para mirar a María, que estaba a su lado de pie, tenía sus piernas justo al lado, desnudas, esbeltas, fuertes, el vestido justo quedaba por debajo de su ángulo de visión, y pensarlo le provocó unas pequeñas vibraciones suaves en la base de su verga. Se concentró para que no le provocara ninguna erección.

-Sí que hay películas, Jorge – exclamó ella. Miró hacia abajo, y sus miradas se cruzaron, ella le sonrió y él le devolvió una sonrisa. Lo tenía tan cerca de su vulva, que se puso nerviosa. Le daba reparo atacar al pobre chaval, le daba reparo meterle los cuernos a su marido, le daba reparo ser rechazada, pero cada instante que pasaba se esfumaban sus reparos. Miró hacia los blue-ray mientras posaba su mano, suavemente, sobre la cabeza de Jorge.

Jorge sintió un escalofrío al sentir la mano de María sobre su cabeza, y perdió un poco el equilibrio, se apoyó en una pierna de ella, y puso una rodilla en el suelo para mantenerse. El contacto con esa pierna, aunque muy sutil, le había dado un calambrazo que había ido directo a su verga.

Estuvieron un rato comentando películas, sobre si había visto esta, o la otra, si esa es muy buena, la otra no tanto, hasta que Jorge se levantó, y aunque Jorge era más alto no debía ser más de 10 cms., María no era una mujer bajita.

-El blue-ray de esta –le dijo Jorge, señalando una caratula – es muy completo, hay entrevistas a los actores, salen imágenes de la filmación…

-¿Qué es el blue-ray que vas diciendo? – le preguntó ella.

-Es el formato del disco este, es superior al CD, pero se debe ver en un reproductor especial.

María se quedó parada, con la boca semiabierta, hizo una mueca pensando y le dijo que no debía tener en casa.

-¿Quieres que miremos alguna de estas películas aquí? Así no tendrás problema.

-¿Sí?, ¿seguro que quieres ver una película con la vecina?, yo encantada, puedes ser una buena compañía – dijo mostrando una sonrisa pícara, a la vez pensó “le estoy tirando la caña, se me está yendo de las manos”.

-¿Y porque no? Nos podemos hacer compañía, ¿te parece? –él la sonrió y alzó un brazo hasta apoyarlo a la altura del codo de ella, y se quedó agarrando suavemente el brazo, quería mostrar hospitalidad y que se sintiera cómoda, pero su mente hacía esfuerzos para que sus ojos no fueran al escote de ella, la tenía enfrente y seguro que lo pillaría.

-¡Qué bien! – dijo ella y le dio un abrazo. Los brazos de Jorge se quedaron atrapados dentro del abrazo y pudo doblarlos lo justo para posar sus manos encima de las caderas de ella. El abrazo duró unos segundos, pero lo suficiente para que él notara sus pechos contra la parte baja de sus pectorales y pudiera oler la fragancia que María se había puesto y para que ella sintiera ese torso joven ligeramente musculado en sus brazos.

Jorge suspiró al separarse, no de alivio, sino de los calores que le estaba subiendo y sintió como se le enrojecía la cara. María le miró a los ojos y soltó.

-¡Qué ojos que tienes, maldito! Son preciosos – y se dio cuenta de que él estaba enrojecido - ¡Ay! Que mono y se me ha puesto rojo. Si podría ser tu madre, jejeje. ¿Nos sentamos?

La tensión estaba provocando que la verga de Jorge empezara a endurecerse, e instintivamente movió rápidamente su mano para acomodársela. María se dio cuenta, miró hacia abajo y luego se miraron a los ojos. Jorge se moría de vergüenza, y a ella le encantaba, y la estaba poniendo, sus braguitas estaban húmedas.


Se sentaron en el sofá, un sofá de 3 personas pero ambos se acercaron al asiento del medio, por lo que se podían rozar fácilmente. Jorge no se perdió el movimiento de María al sentarse, que se dejó caer y sus pechos botaron, esto despertó aún más su verga, la cual ya costaba de esconder.

Jorge agarró el mando a distancia y puso el televisor en marcha, miró de nuevo a María quien justo subía su mirada a sus ojos, “¿me estaba mirando la polla?” pensó él.

-¡Qué ilusión! Es como ir al cine con este televisor tan grande – le dijo mientras ponía una mano en su pierna, bastante cerca de la ingle. Jorge aguantó la respiración, miró enfrente, al televisor y luego de reojo, bajando la mirada, miró la mano de ella, pequeña para lo que era ella, y con unas uñas pintadas de un color crema. María sacó la mano de inmediato.

-No me molesta, ¿eh? – se le escapó de los labios a Jorge. E inmediatamente dejó caer una mano suya encima del muslo desnudo de María.

Estaban sentados, medio tumbados, a menos de un palmo el uno del otro. María le sonrió y volvió a poner la mano encima del muslo de Jorge, antes miró donde la ponía y vio claramente como el chico tenía una buena erección.

Se quedaron un rato con los brazos cruzados, cada uno con la mano encima del muslo del otro, mirando el televisor, con la pantalla azul a la espera de que le dieran algún orden. María empezó a mover los dedos, cerca de la parte interior del muslo, muy suavemente. Sin decir nada. Jorge respondió y empezó a acariciar el muslo, por la parte de arriba, torpemente, pero eso a María ya le daba igual, sus braguitas estaban mojadas.

Se miraron a los ojos, con una leve sonrisa, sin decir nada, sintiendo que la respiración de ambos se aceleraba. Jorge sintió como si se mareara, como si no fuera real, pero fue solo un instante. Entreabrió ligeramente la boca para respirar más profundamente y se atrevió a mirar el escote de María, su mirada se posó en el canalillo y la parte superior de los pechos, solamente esa visión ya lo hipnotizaba. Subió de nuevo la mirada para cruzar la mirada con María, quien sonreía en señal de aprobación.