Sorpresa con la vecina -1
Jorge se pone a hablar con su vecina a través de la ventana de la cocina, sin pensar que va desnudo
Hacía mucho calor, incluso para ser agosto, y Jorge, de 19 años se había quedado ese finde solo en el piso de sus padres. Ellos se habían largado a pasar el fin de semana con unos amigos en un pueblecito de las montañas que seguro que hacía mejor temperatura, Jorge prefirió quedarse en casa. Llamó a sus amigos, pero no había nadie, así que programó un finde de play y películas, le gustaba estar solo.
El sábado cuando se despertó, sudado, se dio una ducha y se fue a preparar el desayuno. Por la ventana de la cocina vio a su vecina, una mujer con dos hijos algo mayores que él, que seguro le preparaba el desayuno a su marido. Ella giró la cabeza y le vio. A través del patio de luces le sonrió, y le dio los buenos días, a la vez que observaba el escultural cuerpo del vecinito, con una espalda ancha y cuatro pelitos que le empezaban a salir del pecho.
María, se llamaba ella, debía tener unos 50 años, era muy jovial, y lo conocía desde pequeño. Jamás la había mirado como a una mujer, tan solo era una persona más del edificio.
Jorge la saludó y le deseó los buenos días devolviéndole la sonrisa. Se alejó de la ventana dándole perspectiva a la vecina para que pudiera observar sus nalgas jóvenes. Abrió la nevera para agarrar la leche cuando la puerta le rozó en un costado, y allí se dio cuenta de que iba desnudo, y su vecina seguro que se había dado cuenta. Instintivamente miró a través de la ventana y vio como su vecina seguía mirando con una sonrisa picarona.
-¡No pasarás calor! – le dijo ella mientras le guiñaba un ojo. Jorge se había apartado de su visión, tapándose sus huevos con las dos manos, ¿le habría visto la polla?, no, pensó, me habrá visto el culo, estaba de espaldas. Jorge alargó la cabeza para poder ver de nuevo a su vecina y le dijo:
-Perdona, no me di cuenta, es que salía de la ducha – musitó. Ella le sonrió con una actitud maternal.
-Tranquilo, será nuestro secreto, Jorge. Y nada que perdonar, que me has alegrado la vista, jejeje – y se apartó del ángulo de visión para seguir preparando la cena.
Jorge se acabó de preparar el almuerzo vigilando no mostrarse de nuevo ante la vecina. Puso el bol de cereales en la mesa y corrió a ponerse un pantalón corto.
Después de pasarse todo el día delante la pantalla disparando a cascoporro, pensó en cenar una pizza. Miró en la nevera pero no había ninguna. Así que se apresuró a comprar una, se vistió, cogió dinero y las llaves y salió del piso.
Esperando el ascensor oyó como la puerta de los vecinos se abría y salía María con la basura.
-Hombre, Jorge, ¿que tal? – le preguntó mientras se acercaba para esperar el ascensor.- ¿Vas a salir con tus amigos?
-Hola, pues bien – balbuceó cortado, le venían las imágenes de esta mañana y se puso nervioso – no, voy a comprar una pizza para cenar - consiguió decir.
-Ah, muy bien – dijo ella, y entraron al ascensor que ya había llegado – oye, disculpa por esta mañana – empezó a decir mientras Jorge se ponía más nervioso – ha sido una sorpresa, no todo los días se despierta una y se encuentra con un chico tan guapo como tú de esa manera.
Jorge se fijó en sus labios, carnosos, con una sonrisa amplia, y unos dientes blancos perfectamente alineados, miró sus ojos verdosos, sus cejas bien delineadas y pensó, jamás me había fijado en ella.
Al llegar a la planta baja ambos se lanzaron a abrir la puerta y sus cuerpos chocaron en el intento, y sonrieron al apartarse mientras cada uno daba paso al otro. Casi que volvieron a chocar cuando ambos decidieron dar de nuevo el paso.
Jorge se echó más para atrás y amigablemente le dio paso a María, él muerto de vergüenza y ella sonriendo dijo:
-Jajajaja si seguíamos así no arrancábamos, eh, tus padres se iban a quedar sin pizza.
-No están, se largaron ayer al monte, me han dejado solo el finde – le dijo mientras ella tiraba hacia delante, dándole la espalda, cosa que Jorge aprovechó para mirar la figura de María, que tiraba paso firme para la puerta de salida del edificio. Tenía una buena cintura y un culo bien formado en forma de pera, ligeramente caído, pero muy atractivo.
-Hombre, entonces entiendo porque andabas desnudo por casa – le dijo ella mientras se giraba de golpe y viendo como Jorge subía su mirada apresuradamente. ¿me estaba mirando el culo? Pensó . Bueno, está en la edad, es normal, tienen las hormonas lanzadas.- que suerte, Jorge, podrás aprovechar para traer a tus amigos, no te preocupes si haceis ruido, lo entiendo, debes aprovechar.
-Gracias, pero todos mis amigos están de vacaciones, veré alguna película, jugar algo a la play… hasta luego – cada uno se iba para un lado y se despidieron.
-Ah, ok, hasta luego, guapo, si te aburres pásate por la cocina – le sonrió socarronamente.
Despues de cenar la pizza, y ver una película de acción, Jorge se durmió. Horas más tarde se despertó, sudado, como todos los días del mes de agosto, y se fue a la ducha. Se secó y se puso los pantalones y salió a colgar la toalla a la galería que daba al patio de luces, justo en ese momento, María estaba tendiendo la colada y lo vio. Abrió los ojos y juguetonamente le dijo:
-Buenos días, Jorge, ¿otra vez?
-Jejeje no, que llevo pantalones, ahora – le sonrió y se fijó en que ella estaba colgando sujetadores y como al inclinarse hacia delante podía ver en la parte alta del escote como los pechos andaban libres sin sujetador, y notó como se alteraba y se ponía rojo.
-Ah, menos mal – respondió ella – no es plan que me pongas nerviosa de nuevo, jajajaja! Y, dime, ¿Qué tal la película? Últimamente no sé qué ver. Y Agus solo quiere ver películas de acción, y a mí ya me cansan.
Jorge había empezado a mirar a María como una mujer, y aunque era muy vergonzoso y estaba cortado, le apetecía seguir hablando con ella, e iba echando vistazos rápidos a su escote. Menos mal que tenía la toalla tendida, sino ella hubiese visto como un bulto sobresalía de su pantalón.
-Pues ayer ví una película de Woody Allen, que mis padre tienen muchas y quería saber qué tal, y la verdad que muy bien, enredos y líos de faldas…
-Oh, me encantan sus películas, sí, al final los líos amorosos dan mucho juego – la cabeza de María estaba fija en el pecho de Jorge, en su carita joven, con una barba que apenas tapaba su mentón. Tenía unos ojos negros penetrantes, vivarachos, con unas cejas negras y una nariz prominente. ¿en qué narices estoy pensando? Menuda repasada le estoy metiendo al chaval, pobrecillo, aguantando a la vecina aburrida, pobre, que ya ha tendido la toalla y yo dándole la vara, y encima parece que se ha puesto rojo al verme, quizás es porque no llevo sujetador y me está viendo todo el canalillo – suelen tener algún momento picante, que es la salsa de la vida, ya lo sabrás, ¿no?
-Sí, bueno, esta iba sobre un profesor de tenis, que empieza con una chica, se enamora de otra y bueno, amores, desamores, algún revolcón –Jorge no sabía si hacerle spoiler, ni qué decir, pero no tenía mejor plan que ir mirando furtivamente el escote de la vecina, que parecía que ya había tendido toda la ropa.
-¡María! – se oyó de fondo, era su marido - ¿Dónde está la la gorrar? He quedado con Emilio en media hora, para ir a pescar.
María se giró sobresaltada, le dijo “luego hablamos, chao” a Jorge y se metió para dentro. Jorge entró con la imagen de los pechos de María en su mente, guardando y repasando el movimiento bamboleante que hacían. Poco rato después ya estaba desayunando mientras ponía el televisor para ver qué daban.
María encontró la gorra gris que Agus usaba cuando se iba a pescar, de esas que tiene una tela colgante por detrás para no quemarse la nuca. Pasó por el baño, y se despidió de su marido, dándole un beso en los labios cuando él salía por la puerta. Entonces volvió a pensar en Jorge, en esos pectorales, en esos ojos que podían atravesarte y se sintió como una chica adolescente, atraída por el guapetón del instituto que ves que te está dando juego. Se quedó perpleja, pensando en que ella nunca había jugado con nadie desde que conoció a Agus, y aunque realmente no había pasado nada, había sentido ese poder de ver como podía poner cachondo a un tío, aunque fuera una chaval. Se notó las bragas húmedas y el corazón que le latía más fuerte. Y así, con su marido fuera y sin tener mucho qué hacer se planteó si se acercaba más a Jorge, le daba morbillo, se sentía viva de volver a jugar, de sentirse atraída y de saber que podía calentar a un chaval tan guapo.
Sin pensárselo mucho abrió el armario con su ropa, y revisó qué ropa se quería poner.