Sorpresa bisex en un trío deseado

Mi mujer es siempre sorprendente y su imaginación siempre me arrastra.

Marta se estaba retrasando algo más de lo normal de su clase de aerobic y yo estaba leyendo, ya en la cama, cuando la oí entrar. Apagué la luz y me hice el dormido cuando entreabrió la puerta del dormitorio cerrándola después con cuidado. Oí la ducha y hasta me pareció oírla cantar o reírse; como eso era un buen síntoma me despojé de la poca ropa que llevaba encima y esperé con cierta excitación su llegada. Casi estaba realmente dormido cuando noté su cuerpo desnudo y fresco, recién lavado, acurrucarse en mi costado derecho; mordiendo mi tetilla puso suavemente su mano sobre mi sexo que se enderezó como un resorte.

-¿Me estabas esperando?- preguntó.

-Hoy has tardado un poco más, ¿qué tal todo?- contesté.

-Muy bien. Estoy muy excitada- replicó ella mientras su mano pellizcaba suavemente mis testículos.

-Cuéntame algo- susurré a su oído.

-¿Cómo a ti te gusta?– esta era la contraseña para poner en marcha su fantasía. Jugamos a menudo a excitarnos con relatos de fantasías eróticas que, en el fondo, nos hubieran gustado ciertas pero que no han pasado nunca de nuestra imaginación.

-Me dices tantas veces que te gustaría ver como otro me penetra que casi me follo hoy a Javier– se refería a su profesor de aerobic y ya en diversas ocasiones me había hecho mención de que era un excelente ejemplar; la imaginación de Marta también esta vez presentaba una espléndida perspectiva.

-Cuando acabó la clase– continuó -acepté su ofrecimiento de traerme desde el Centro Comercial pero antes tenía él que pasar por su apartamento para cambiarse. No quise quedarme en el coche y subí un momento con él porque me dijo que sería rápido-.

-Caramba con Javier- repliqué.

-Y eso que no le has visto desnudo- jadeó eróticamente Marta junto a mi oído tras un breve silencio –el tío dejó entreabierta la puerta de la ducha y me pilló cuando no pude resistir acecharle-.

-¿Estás segura de que esto es una fantasía?- le pregunté a Marta ya un poco mosqueado.

Ella no contestó pero su mano izquierda subió arriba y abajo de mi pene con exquisita suavidad mientras me clavaba con fuerza las uñas de los dedos de la mano derecha en el periné. Todo yo estaba concentrado en mis genitales y en su relato.

-Sigue- murmuré apenas.

-Solo lo haré si dejas que te ate y que te tape los ojos- y sin esperar mi respuesta anudó mis muñecas al cabecero de la cama y me colocó su antifaz de dormir.

En este punto mi excitación era tan grande que solo deseaba que continuase. Situó su cuerpo sobre el mío y mordisqueándome el labio inferior dejó resbalar su vientre hasta que situó su arreglado coñito justo sobre mi glande. Descendió de golpe y en mis ingles se encendió una punzada de placer que estalló en mi cerebro.

-Estoy tan excitada que necesito algo en mi culito- dijo Marta tras unos momentos de maravilloso sube y baja.

Siempre tenemos a mano algún pequeño consolador anal que usamos para ambos y que, casi siempre, acabamos utilizando para los dos. Sin abandonar la penetración, cegado y atado como yo estaba, ella se inclinó hacia el cajón de la mesita y cogió el pene de caucho mientras el colchón acusaba de forma inusual el desplazamiento de su cuerpo. Ella misma empezó a introducirlo por su culito y enseguida lo sentí casi pegado a mi propio sexo.

-Tengo dentro dos pollas- me susurró Marta al oído. Esta es una frase que siempre le ha gustado, repite muchas veces y siempre he creído que es su gran deseo.

El consolador era demasiado grande…. y suave, inicialmente pensé que habría conseguido uno nuevo, pero empecé a notar, con cierta alarma, que aquello parecía tener vida propia porque golpeaba su grupa con contundencia. Era, sin embargo, tan maravilloso y mi excitación, sintiendo la de Marta, tan desmesurada que me entregué mentalmente y me abandoné sólo a las sensaciones.

-Es Javier quien me la está metiendo por detrás- continúo susurrándome al oído y, después de recorrer con la puntita de la lengua toda la oreja, me dijo– sabes que estaba deseándolo, me encanta y te quiero-.

Nuestro salto de la fantasía a la realidad se había producido y resultaba inmejorable. Durante unos minutos Marta movió las caderas hasta emitir su característico gritito de que había alcanzado un orgasmo.

-Y ahora voy a sentarme en ti para sentirte en mi culito- y me quedé huérfano de compañía por un momento.

Yo seguía boca arriba, antifaz inamovible y los brazos sujetos por las muñecas a los barrotes del cabecero de la cama. Sobre mi pene enhiesto y sujeto por una mano muy diestra descendió su culito hasta ensartarse; noté por sus rodillas junto a mi cintura que estaba cara a mí e imaginar su excitación no me impidió pensar que es lo que haría ahora el tío que estaba con nosotros.

Pronto lo supe, tras notar que una pierna pasaba sobre mi cabeza sentí algo que se situaba levemente sobre mi boca. La idea de que sería una polla o unos testículos me hizo inicialmente intentar evitarlos pero me abandoné a la excitación.

Pero me equivocaba, por el momento no tendría que mamar una polla. Era Marta la que había puesto su coñito sobre mi boca y dejaba acariciar su clítoris por la puntita de mi lengua mientras movía las caderas con fruición. Estaba claro que donde yo me había metido era en el culo de Javier y sentí como, agachándose ella, empezaba a mamar su empinada polla.

Allí estaba yo, atado, cegado y tumbado boca arriba metiéndosela por el culo al ligue de mi mujer mientras ella se sentaba sobre mi boca y le chupaba a él la polla con entusiasmo.

El calor que sentía en mis ingles y la tremenda fuerza de la situación me confirmaban que no era un sueño pero aquello superaba la mejor de nuestras fantasías y, en el fondo, no aparecía el miedo que siempre había temido si alguna vez las llevábamos a la realidad.

Marta llevaba la iniciativa. Me desató, me hizo dar la vuelta y deslizándose por debajo de mí, abriendo al máximo el ángulo de sus ingles para una mayor penetración, me abrazó con las piernas por la cintura exigiéndome que la penetrara.

Su vagina estaba chorreando, deliciosa y enormemente grande. Allí podrían caber fácilmente dos pollas como la mía y creí que esa era su intención. Su excitación era tan enorme que cuando me arrancó el antifaz pude ver sus ojos casi en blanco, un maravilloso rubor en sus mejillas y un jadeo alborotado que muy pocas veces había podido conseguir de ella.

-Te quiero- me repitió, y a continuación, casi gritando, mientras un segundo orgasmo le invadía:

-Javier, por favor, métesela por el culo-

Intenté débilmente evitarlo pero me tenía bien sujeto con las piernas atenazando mi cintura y, además, mi sexo se endurecía con ese supuesto favorable.

Javier la obedeció de inmediato y, untándome antes de aceite, me penetró rápidamente.

Era indescriptible. Yo estaba tan excitado que culeaba como un loco empujando hacia atrás para sentir los huevos de Javier golpeando en los míos, las uñas de Marta pellizcando, rayando en el dolor, mis pezones y mi polla entrando y saliendo, como con vida propia, en el más bonito, querido y excitado coñito que yo nunca podría haber deseado.

Todavía no hemos repetido algo parecido, no habíamos hablado de ello desde aquel día hasta que Marta, mientras desayunábamos, me ha dicho esta mañana.

-¿Sabes? Ya no está Javier, ahora han puesto una profesora de aerobic maravillosa. Me mojo sólo de mirarla. Me ha pedido que la acompañe esta tarde para arreglar su apartamento. No vendré tarde.

Ya por la noche, apago la luz y me hago el dormido cuando oigo su vuelta. Con los ojos mínimamente entreabiertos veo cómo, al entornarse la puerta del dormitorio, se asoman dos preciosas cabecitas y me miran entre risas contenidas. Luego corretean por el pasillo hacia el cuarto de baño. Volverán, sin duda.

Me siento amado.