Sorpresa

Nunca creí que me pudiera pasar lo que me sorprendió al meter la mano en su sexo.

¡Sorpresa!

Después de mis relatos de "no hay dos sin tres", pensé que al pasar el tiempo y no recibir comunicaciones era porque nadie se interesaría en mis relatos, o que solo servirían para ser leídos, pero no para que alguna persona se atreviera a contactarse a pesar de dejar mi e-mail. Sin embargo me llevé una sorpresa, y muy agradable.

Hace unos días recibo una comunicación de alguien quien se identifica como "Alicia" me dice que le excitó mucho mi historia. Me preguntaba que había de realidad en mis relatos y si estaba dispuesto a poner en práctica algo de lo relatado. Como esas respuestas solo las doy a través de mi correo, fuimos comunicándonos con más frecuencia, hasta llegar a estar diariamente en contacto.

A pesar de prometernos ser sinceros y honestos, estábamos conscientes de que el sistema que habíamos elegido para comunicarnos se prestaba al engaño. A medida que avanzábamos en nuestros conocimientos del otro, noté que muchas cosas que aparecían en sus comunicaciones, tenían como si fuera un conocimiento profundo de quien soy yo. Dado que nunca le di a conocer mi filiación ni mi domicilio, no podría saber otra cosa de mí salvo lo que yo le hubiera contado. Esto era, que vivía en Córdoba, Argentina, mi edad, mi estado civil y una descripción veraz de cómo era físicamente.

Ella se describía como menuda, de cabello color castaño claro, ojos color marrón claro, de constitución delgada y pocos detalles físicos más. Lo que más enfatizaba en sus descripciones eran sus aspectos relacionados con la sexualidad. Sus preferencias y deseos se iban dando a conocer a medida que pasaban nuestras comunicaciones. Hasta que en una ocasión brevemente se refiere a su domicilio como "vivo en el interior de Córdoba". Esto dio un vuelco a mi relación pues alenté la idea de conocerla personalmente. Y como había muchas cosas en las cuales coincidíamos en la manera de verlas y sentirlas, le propuse conocernos personalmente. En un principio se negó rotundamente, pero insistí en que eso no significaría generar un compromiso, sino sólo porque así podríamos profundizar la amistad de la que disfrutábamos. Por fin un día aceptó que nos viéramos en la Terminal de Colectivos de la ciudad. Nos veríamos en el Fast Food de la misma.

Como yo estuve temprano, en mi ansiedad por conocerla, desde mi mesa observaba entrar a todos, tratando de identificar a Alicia. Cuando ya estaba convencido que había desistido de presentarse, entró una joven delgada, con una descripción parecida a la que someramente tenía de ella. Vestía un pantalón y chaqueta color gris, con una camisa casi blanca y una especie de pañuelo al cuello. Sus zapatos eran de altos tacos color marrón como la cartera que llevaba de la mano. Una pequeña maleta en su otra mano y anteojos oscuros completaban su atuendo. Cuando comencé a levantarme mirándola, se aproximó a mi mesa, sin duda me había identificado. Se detuvo al lado de ella, y despejándose coquetamente el flequillo de su no muy largo cabello, dejó su maleta en el suelo y acercándose a mí, me dio un beso en la mejilla. Me invadió un suave perfume que flotaba alrededor de ella, haciéndome sentir una extraña excitación. Me saludó como si nos conociéramos de largo tiempo, logrando que mi tensión de ese momento se aflojara. La invité a sentarse y a tomar algo. Accedió a un té, por lo que me dirigía a buscarlo y traje un café para mí.

Cuando regresé a la mesa estaba arreglándose el cabello con la mano y había repasado sus labios rojos con lápiz labial. En verdad no era muy llamativa ni demasiado bonita pero sí era muy sensuales sus actitudes. Comencé preguntándole como tomaría el té, si con azúcar o edulcorante, si el viaje la había cansado, si su idea era estar en la ciudad por mucho tiempo y hasta si hacía frío o calor en su localidad. Los comentarios giraban en torno a cosas intrascendentales, hasta que en un momento me preguntó si podría conocer mi casa. Una clara invitación a tener mayor intimidad, pensé rápidamente, pero tuve que reconocer que en realidad yo no vivía en la misma capital sino en una localidad del interior también. Eso pareció molestarle en un principio, pero con una sonrisa dijo, "era de esperar"; yo, avergonzado por mi falta de sinceridad, dije que no me atreví a decir la verdad pues no quería comprometerme a nada, y para mantener la discreción de la relación había preferido actuar así, que por favor pasara por alto el detalle. Ella hizo un gesto como para quitar importancia al asunto. Al terminar nuestras bebidas le pregunté donde se quedaría, si pensaba estar más de un día, respondiéndome que sólo se quedaría hasta el otro día, pero que se alojaría en el pequeño hotel en el cual suele hacerlo cuando viene a la ciudad, quedando éste cerca de la Terminal.

Me dijo que le diera tiempo a cambiarse y la pasara a buscar en una hora dándome la dirección del hotel. Se levantó y se retiró. Cuando se marchó observé como se contorneaba con discreción al caminar, atrayendo la mirada de algunos hombres. Y la verdad es que me excitó su manera de andar. Después de tomar otro café para dejar pasar el tiempo, me dirigí a la dirección del hotel, y al llegar a él, cuando ingresé la observo sentada en un silloncito en el hall de entrada. Se incorporó y después de darme un beso me dijo "acompañáme a buscar mi cartera" y tomándome de la mano me llevó hasta su habitación. El portero, presente detrás del mostrador, nos miró subir al ascensor con una mirada indiferente. Al llegar a la habitación me hizo pasar y observé en la cama la valija de la que desordenadamente salía algo de ropa, como así también una toalla en el suelo, usada sin duda después de bañarse y ropa interior en el suelo, frente a la puerta del baño. Sonriendo dijo, "aún no tuve tiempo de acomodarme" y dándose vuelta hacia mí, colgó sus brazos en torno a mi cuello y comenzó a besarme en los labios. En principio me sorprendió por la rapidez de su acción, pero en el acto succioné sus labios y ella entreabriéndolos sacó su lengua permitiéndome chupársela. Bajó una mano y poniéndola sobre mi pene notó como se me había comenzado a erguir, empujando desde bajo la ropa. Con habilidad bajó el cierre de mi pantalón y desplazando hacia un costado mi calzoncillo, me la sacó afuera, y comenzó a masajearla con suavidad.

Al principio sus movimientos no fueron masturbatorios, sino que se concentraban especialmente en la punta del glande. Luego, apartándose un poco, pero sin soltar mi pene, me dijo que me quitara el saco sport que tenía y después de hacerlo yo y tirar mi saco sobre una silla, ella me desprendió la camisa y comenzó a acariciarme las tetillas. Yo me despojé de la camisa mientras ella desprendía mi cinto y me bajaba el pantalón. Me quité los mocasines con ayuda de mis propios pies y con un pequeño movimiento de piernas dejé de lado no sólo el pantalón que estaba en el suelo sino también el calzoncillo que había acompañado a éste.

Al quedar desnudo, traté de desnudarla a ella, pero me lo impidió con un rápido movimiento de manos. Retrocedió hasta la cama y se sentó en el borde de ella, siempre sin soltar mi pene, y haciéndome cosquillas en la punta de él. Al tener su cabeza frente al pene, comenzó a besarlo y luego se lo introdujo en su boca empezando a chuparlo intensamente. Sus manos se habían apoderado de mis testículos y los acariciaban suavemente, y uno de sus dedos se introdujo entre mis piernas llegando hasta mi ano, comenzando a jugar en forma circular en la puerta de él, sin penetrar pero perturbándome mucho. Yo acariciaba sus cabellos y disfrutaba de su chupada y las caricias, pero quise comenzar a desnudarla y entonces sacándose el pene de la boca me dijo "a vos te encantan los pies, así que tendrás una sesión especial amándomelos", y soltando ya mi pene se hizo hacia atrás cayendo de espaldas en la cama y levantando sus piernas me dijo "quitáme los zapatos". Puso un zapato pisando mi pene y el otro frente a mi cara.

Lentamente la descalcé y unos hermosos pies enfundados en medias transparentes aparecieron frente a mis ojos. Sus dedos estaban todos juntitos, apretados, y no pude resistir la tentación y se los besé, bajando con mis besos hasta la planta del pie. Hice lo propio con su otro pie, también besándolo con intensidad. Yo con eso ya me sentía mojada la punta del pene. Mientras yo le besaba los pies, ella se había quitado la blusa y quedado mostrándome los pequeños senos dentro de un breve sujetador negro todo calado. Apoyó sus dos pies en mi cara y levantando sus nalgas se bajó el pantalón dejándome ver sus piernas enfundadas en las largas medias transparentes sujetas por un liguero también negro y como de tul.

Comencé a acariciar las piernas, dirigiendo mis manos a su entrepierna, pero nuevamente me impidió llegar hasta allí. "Te dije que tu sesión sería de amarme los pies, así que debés colocarme sandalias para disfrutar de ella". Entonces me señaló su maleta semi abierta que estaba sobre la cama. Estiré mi mano hacia ella y la abrí y allí dentro estaban unas sandalias taco altísimo de delgada suela y sólo dos tiritas, una sobre los dedos y otra para pasar por detrás del talón. Cuando las alcé y se las estaba por colocar, bajó rápidamente sus pies al suelo y me dijo con una voz más severa, "tenés que besarlas primero". Yo comencé a besarlas por encima y me dijo "lamélas" ante lo cual comencé a lamer la plantilla donde seguro ella pisaría después. Yo tenía mi pene todo mojado, y mientras latía ardiendo por penetrar a Alicia se mostraba duro, hinchado. Entonces Alicia incorporándose se sentó de nuevo y, con una sonrisa en sus labios, pero con voz firme dijo

Amor, colocáme las sandalias.

Yo me arrodillé en el suelo y tomé con suavidad uno de sus pies por el tobillo y elevándolo lo puse ante mi cara. Comencé a besar la planta del pie y luego mis besos se trasladaron a sus dedos y mientras los besaba, le coloqué la sandalia, introduciéndole sus dedos bajo la única tira que pasando por encima de esos dedos le sujetaría la sandalia. Una vez calzado el pie, se lo seguí besando con sandalia y todo, disfrutando del perfume que despedía; ella apoyó ese pie en mi tetilla, pisándola, mientras subió su otro pie para también ser besado y calzado. Después de besarlo y olerlo con deleite colocó su segundo pie en mi pecho y comenzó a empujarme suave pero firmemente, haciéndome perder el equilibrio y caer de espalda en el suelo. Me vi obligado a extender mis piernas y al hacerlo ella comenzó a pisarme el pene, como no lo aprisionaba contra mi vientre, tuve que entreabrir un poco las piernas y entonces me lo pisó contra el suelo. Al querer incorporarme un poco para aliviar el dolor que me producía al tenerlo tirado hacia abajo, me lo impidió pisando con su otra sandalia el pecho.

¿Te gustan mis pies?- me dijo

¡Sí, me encantan!- le respondí

Entonces acariciálos, son todo tuyo.

Comencé a acariciarlos a los dos, al que me pisaba el pecho y el que me pisaba el pene, pasando mis manos suavemente por sus dedos, por la curvatura de la planta del pie, introduciendo mis dedos entre su planta y la sandalia, sintiendo la presión de su pie pisando mis dedos. Después de un rato que me permitió acariciarlos, los colocó sobre el piso y poniéndose de pie me miró desde su altura y dijo

¿Te gustan como huelen?

Si, ¡tienen un aroma maravilloso!

Entonces, ¡olémelos!

Pero al decir eso, comenzó a caminar lentamente por la habitación, ante lo cual tuve que empezar a arrastrarme tras sus pies para poder tenerlos a mi alcance y seguir disfrutando de su perfume. Al tener alfombrado todo el piso, se me hizo fácil la tarea, pero me elevó aún más mi excitación y mi deseo de penetrarla. Después de dar varias vueltas ala habitación se detuvo abriendo las piernas y me dijo

Tengo calor, amor, quitáme las medias.

Entonces arrodillándome, primero le quité las sandalias, y luego desprendiendo sus medias del liguero, comencé a sacárselas deslizando mis manos a lo largo de sus hermosas piernas. Cuando llegué a sus pies, disfruté sacándoselas lentamente, acariciando la suave piel de sus pies. Al quedar descalza, se agachó y tomando mi pene en sus manos me obligó a levantarme y sin soltarlo me llevó hasta la cama y me hizo subir, ella hizo lo mismo, se subió a la cama y se acostó boca arriba, haciéndome acostar encima de ella, pero al revés, contemplando sus pies. Ella entonces se introdujo mi pene en la boca y empezó a chupármelo. Yo pensé, "ahora en la mía, primero la chupo y después la penetro". Mirando fijamente sus adorables pies descalzos, comencé a quitarle la brevísima tanga, deslizándola a lo largo de sus piernas y después rozando con mis manos sus pies se la terminé de quitar. Cuando bajo mi cabeza para verle su sexo ¡ SORPRESA ! Una verga erguida estaba frente a mis ojos. A "Alicia" no se le pasó por alto mi movimiento de sorpresa y quitándose mi pene de su boca, pero sin soltarlo, comenzó a masturbarme lentamente, mientras me decía

Mi amor, disfrutá como yo, de las sensaciones placenteras. A vos te gustan los pies, no dejés de mirármelos, pero chupáme mi sexo.

Al masturbarme mientras yo tenía frente a mis ojos esos pies que tanto me excitaban, no dudé y me metí en la boca esa verga. No era muy grande pero sí estaba dura como un palo. Y comencé a chuparla lentamente. Entonces "Alicia" recogió sus piernas, y acercó a mi cara sus pies, ante eso yo los tomé en mis manos y se los acaricié frenéticamente, sin importarme nada. Empecé a sentir que llegaba al clímax. Y chupé con desesperación esa verga dura, sintiéndome enloquecer de pasión. Mi calentura llegó al máximo cuando apretándole los dedos de los pies sentí que entraba en mi boca el semen de ella, y no pude impedir que a mi me brotara mi propio semen. La boca se me llenó de su líquido, y traté de no tragarlo, pero ella me chupó tan fuerte mi pene que ante el dolor no me quedó otra cosa que tragar ese líquido espeso que llenaba mi boca. ¡Y me gustó! Y sin dejar de mirarle los pies a Alicia fui abandonando esa verga, al irse relajando ella después de su orgasmo, su pene fue volviéndose semi flácido y lamiendo las piernas de ella, me acerqué a sus adorables pies, y comencé a lamerlos de agradecimiento.

Gracias, mi amor, sos un deleite- me dijo

Gracias a vos, que me has dado una sorpresa enorme.

¿Te gustó chuparme la pija?

Si, nunca pensé que fuera tan lindo estar con alguien como vos.

¿Qué fue lo que más te gustó?

¡Tus pies, los amo! ¡Son hermosos! Viviría lamiéndolos y besándolos.

Nada te impide que lo hagas tantas veces como quieras

¿Cómo tengo que hacer para poder tenerlos todos los días?

No los tendrás todos los días, pero todas las semanas vendré a la ciudad exclusivamente para que nos chupemos.

Yo te prometo chuparte la verga tomarme toda tu leche si me das el favor de permitirme amar tus pies.

Mis pies pasan a ser de tu propiedad. Podrás amarlos, acariciarlos y disfrutarlos de ahora en más todas las veces que quieras.

Ante esto yo seguía acariciando y besándole los pies, enamorado de ellos. Y al parárseme de nuevo mi pene, ella comenzó a masturbarme con la mano. Yo no pude hacer otra cosa que masturbarle el pene de ella con mi mano mientras lamía los dedos de sus pies. Y ella ¡volvió a volcar su semen! Lo hizo mojándome la mano y mi pecho. Pero a mí no me salía más leche. Sin embargo llegué a otro doloroso orgasmo, lamiendo frenéticamente los pies de ella. Agotados los dos quedamos tendidos en la cama, acostados uno al revés del otro y ella por primera vez comenzó a acariciar mis pies. Eso la convirtió en algo ya insustituible. Mis pies, la zona más sensible de mi cuerpo ¡siendo acariciados por ella, y por más de una hora besándomelos! me deleitó muchísimo. Luego, lamentándolo me levanté, y me dirigí al baño, y me lavé. Me vestí mientras ella me miraba en silencio. Cuando nos besamos en la boca largamente, ella manoseaba mi pene por encima de la ropa y yo acariciaba su cuerpo desnudo sin palabras. Vez tras vez volvía a tomar entre mis manos esa verga parada que tanta calentura me había dado teniéndola en la boca. Ella excitadísima me metía la lengua en la boca, de pronto me soltó y se acostó en la cama y levantando sus piernas en el aire me dijo

-Amor, ponéme las medias.

Tomé sus medias y disfrutando mucho, se las coloqué, acariciando lentamente sus piernas, pero especialmente sus pies, y cuando llegué a sus muslos, ella me pisaba la cara, sintiendo el perfume de esas medias de seda y la piel de sus pies, un aroma excitante, hasta el punto de sentir que bajo el pantalón hacía esfuerzos por salir afuera mi verga ya parada.

- Mi vida, ponéme ahora las sandalias para que te vayas con la imagen de mis pies.

Entonces tomé sus sandalias y lentamente, besando sus pies los fui calzando con las sandalias y le acomodé con amor las tiras, acariciando lentamente sus pies. Sentía que me estaba mojando pero me tenía que ir, así que en un esfuerzo inmenso bajé sus pies al suelo y me arrodillé ante ellos y les dí un beso de despedida a cada uno. Así nos despedimos, pero estábamos seguros que no terminaría todo allí.

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