Sorprendida en el vestuario del club

Me dirigí a cambiarme de ropa de uno de los vestuarios más alejados del predio y fuí sorprendida por dos basquetbolistas morochos y... por mi entrenador.

Hola, me llamo Maira y de tanto leer algunas historias en páginas realcionadas, me animo a contar la mia. Obviamente que hay algunos detalles que se me pueden escapar, ya que esto ocurrió hace algo más de un año.

Actualmente tengo 30 años y casada desde hace cuatro. Soy rubia y con un físico bien cuidado, gracias a mi práctica de voley profesional. Justamente este deporte hace que año tras año, deba trasladarme de una ciudad a otra de acuerdo al club que me contrate. De todas maneras, las ligas son cortas y en el año estoy entre cuatro y cinco meses fuera de mi hogar.

El año anterior, por suerte conseguí un club en una localidad cercana a mi casa, lo cual me posibilitó ser contratada durante todo el año y además ser entrenadora de las divisiones inferiores y poder viajar todos los días a mi hogar. El club además cuenta con un equipo de básquetbol que también juega liga. Esto hace que en muchas ocasiones compartamos el gimnasio con sus jugadores. De todas maneras siempre traté de separar mi vida personal de la deportiva y pocas veces intervine en reuniones fuera de los clubes.

Lo cierto es que al finalizar uno de los entrenamientos con los más pequeños, me trasladé hacia los vestuarios para cambiarme de ropa y dirigirme hacia el gimnasio de aparatos que está a cuatro cuadras del campo de deportes. Ese día había competencia de divisiones inferiores de básquet y por lo tanto tuve que dirigirme a los cambiadores alternativos que están cerca de las piletas de natación. Como ya había terminado la temporada, el lugar estaba desolado. Al ingresar, pregunté si estaba ocupado, pero nadie me respondió, con lo cual puse cerrojo a las puertas y me dispuse a cambiarme previo disfrutar de una gaseosa, ya que contaba con tiempo suficiente.

Una vez desnuda, me coloqué mi tanguita y las calzas y corpiño de gimnasio. Grande fue mi sorpresa cuando ohí una voz:

Hola Mai, no tienes frío.

Al girar, estaban parados los dos morenos que juegan al básquet, Rony y Kevin. No solo que estaban observándome, sino que sus cuerpos solo estaban cubiertos por las toallas a la altura de la cintura.

En ese momento, seguramente mi cara se habrá puesto colorada de la vergüenza.

Si quieres podemos darte calor, respondió el otro.

Yo seguí sin responder, pero ellos se acercaron y sin mediar más palabras, uno me tomó de la cintura y el otro se paró detrás. Prometieron no contar nada de lo que iba a suceder. Quise soltarme, pero sus enormes cuerpos, me tenían atrapadas. Al principio intenté reaccionar con gritos, pero uno de ellos al darse cuenta, quitó la toalla y me tapó la boca.

Tranquila que te va a gustar ( Ron ).

Te vamos a dar lechita para fortalecer tu cuerpo ( Kevin )

Ambos se reían, ante mi intolerancia a la situación.

Entre ambos me apoyaron a la pared, uno se dedicó a quitar mis corpiños y el otro mis calzas. El más grandote me alzó y me llevó hacia una de las duchas. Para que no se sintieran ruidos, abrieron dos duchas. Me apoyaron contra la pared y me ataron las manos, ya que yo seguía queriendo zafar. Una vez que lograron su objetivo, me quitaron la toalla de mi boca y el más grandote me enterró su lengua, mientras Ron se deslizó hacia abajo. Levantó una de mis piernas y comenzó a jugar con su lengua en mi concha depilada.

Poco a poco iba subiendo la temperatura de mi cuerpo. La ducha es uno de los lugares más elegidos para tener sexo con mi esposo, pero nunca imaginé compartirla con dos morenos.

Kevin, desató mis manos, puso un jabón en ella la dirigió hacia su pija. Otra sorpresa más. Si bien yo conocía el tamaño de los miembros de los negros a través de películas porno, era distinta tenerla entre mis manos. Ron seguía chupando, lamiendo y metiendo dedos en mi concha. Una vez que tuve la pija entre mis manos, me olvidé de todo y comencé a disfrutar, en definitiva ya nada iba a volver atrás.

Luego ambos comenzaron a chupar mis tetas, que son de un tamaño considerable, mientras yo continuaba pajeando sus pijas, ambas de un tamaño considerable ( en otra ocasión pude comprobar que estaban cerca de los 25cm ).

El único temor de ese momento era la ausencia de preservativos. Pero decidí continuar.

El vestuario se había llenado de vapor. Ambos me tomaron de la cabeza y de rodillas, comencé una chupada de pijas y huevos.

De su mezcla de castellano e inglés salían groserías, como que puta que eres, que lindo culo, te vamos a llenar de lechita…Yo estaba re caliente.

Me hicieron poner de pie, me dieron vuelta y me apoyaron contra la pared. Se venía la cogida. Ron se paró detrás, mientras Kevin me tomaba de las manos. Sentí los dedos dentro de mi concha y otros que intentaban ingresar en el orificio trasero. Algo frío estaban poniendo en mi culo. No se que era, pero rapidamente sentí algo bien caliente y duro. Ron estaba tratando de ingresar en mi trasero. Le supliqué que no. Pedí que fuera en otra oportunidad. Pero no hicieron caso. Antes mis suplicas, la pija se fue metiendo poco a poco en mi culo. Entre tantos movimientos, quedé con mi cola aún más parada. Los movimientos atrás no se detenían y mis dolores fueron pasando, ayudado por los dedos que jugaban con mi concha y los pellizcotes en mis pezones.

Luego de unos minutos sentí unos gritos en inglés, me tomó de la cabeza, me giró hacia él y me sentó frente a la pija. Escupió toda su leche frente a mi cara y cuerpo.

En ese momento sentimos golpear la puerta. Uno Ron se dirigió a ver quien era, mientras Kevin sin importarle la situación, volvió a tomarme de la cintura, paró y mi cola y me ensartó sus 25 cm. bien duros. Mientras yo gritaba de placer, me tapaba la boca para que no oyeran en la puerta. Al igual que el anterior, su polvazo terminó sobre mi cuerpo.

Al volver Ron, nos secamos y salimos de las duchas. Intenté tomar mis ropas creyendo haber terminado. Pero una sorpresa más. Mi entrenador estaba totalmente desnudo frente a mi.

Que linda putita resultaste ser. Ahora me toca a mi.

Me quedé sin palabras. Aún más cuando observé que la pija del gringo, era igual o más grande y gruesa que las anteriores.

Vení yeguita, chupame la poronga. Zorrita.

Me tomó de la mano y me llevó hasta unas camillas. Se acostó y me pidió que hicieramos un 69. No pude negarme. Estaba totalmente avergonzada y quería cumplir con todo. Me chupó la concha como nadie. Mientras tanto los negros se alternaron para que también les chupara las pijas. No podía creer la situación.

Luego nos bajamos y me colocó de frente a la camilla y me volvió a abrir el culo, era más gruesa y me volvía a producir cierto dolor. Luego de un rato, me soltó, se sentó nuevamente en la camilla y me hizo sentar con mi culo sobre su poronga, los negros me alzaron y me ayudaron mientras aprovechaban para chupar mis tetas y una vez acomodada sobre la pija, comenzaron a jugar con mi concha. Julio seguía martillando, mientras yo con movimientos algo dificultoso intentaba subir y bajar. Ron se paró frente a mi con su miembro nuevamente en posición vertical y a la altura de mi coño, para de a poco intentar una doble penetración. Luego de trabajar un poco, ambas porongas estaban dentro de mi interior.

Estuvimos más de media hora, intercambiando posiciones, hasta terminamos cogiendo en el piso en unas colchonetas que encontramos en el vestuario.

Me abrieron todos los aujeros y hasta me tragué una buena cantidad de leche. Fue una experiencia maravillosa.

Ese día obviamente, mi entrenador me hizo ir a descansar a mi hogar. Cuando me reencontré con mi esposo, no sabía como mirarlo. Aunque creo que lo disimulé muy bien.

Días más tarde, me enteré que no era la única que había sido sorprendida por estos chicos y por mi entrenador. A partir de ese día, tuvimos un par de fiestitas más con otras chicas del plantel y los morochos. Hasta que decidí renunciar por problemas personales, para no entorpecer mi vida familiar.

Eso si, a mi esposo cada tanto le pido que me ayude con algún juguetito y si es una morcilla negra, mejor.

Mai

Santa Fé

Argentina