Sorprendente y caliente lectora
Ella tenía una fantasía, y la quería cumplir conmigo. Deseaba follarse a un aspirante a escritor de textos cachondos. Sexo oral, vaginal... y algo más.
Hace unos días recibí un correo electrónico de quien decía ser una mujer a la que le gustaban mis relatos. Esto no es sorprendente (sí, sí, soy muy modesto), sino el hecho de que así, de buenas a primeras, me dijo que quería conocerme. Claro, lo primero que se me vino a la cabeza fue que aquello era una broma. Pero pocos días después, para mi sorpresa, mi fan anónima insistió. Intercambiamos un par de correos más, y tras decirle que no me agradaba conversar por el messenger, me pidió el número de teléfono. Yo no esperaba nada de aquello, pero accedí a dárselo. Quince minutos después, estaba hablando con una voz que se me antojaba bastante sensual... y vaya, por qué no decirlo, también muy sexual.
No tardó demasiado en dejar claras sus intenciones. Ella tenía una fantasía, y la quería cumplir conmigo. Deseaba follarse (así como suena, follarse, nada de ser follada, no, follarse) a un aspirante a escritor (eso me hundió psicológicamente, ¿cómo que aspirante?) de textos cachondos. Quería llegar a mi casa, pillarme escribiendo empalmado y aprovecharse de mi situación. Le dije que me lo tenía que pensar, y cinco segundos después le dije que vale. Probablemente 48 horas después (que es cuando quedamos), mis riñones irían rumbo a algún país del este, pero mire usted, en la vida hay que correr riesgos de vez en cuando para que no sea demasiado aburrida.
Cambiamos nuestras fotos por email. Yo le mandé una mía en bañador conteniendo la respiración para que no se notara mucho la tripa cervecera, y ella me mandó una en picardías. Mentiría si dijera que era una top model (perdóname, encanto), pero era una chica resultona con un buen tipito, caderas anchas y tetas hermosas. Y lo cierto es que ataviada con ese picardías negro semitransparente, me excitó lo suficiente como para agarrármela y hacerme dos pajas seguidas. A las dos horas, me hice otras dos. Y dos horas después, otras dos. Luego, me dormí, exhausto, y digamos que tuve unos sueños un tanto agitados, lo suficiente como para despertar con una erección bastante interesante. Pero bueno, dejaré de hablar de mi polla durante un momento, para no cansar.
Yo le había dado mi dirección, y la esperaba a eso de las once de la noche, escuetamente vestido con mi mejor ropa interior y con el ordenador encendido con una estancia del procesador de textos, con una historia realmente tediosa que llevaba aparcada dos meses en un oscuro rincón de mi disco duro. Por si acaso, garantizo que no saldrá de ahí, para intentar no torturar a quien siga leyendo lo que escribo (eso vale cinco estrellitas, eh?).
A las once menos cuarto, antes de que pudiera siquiera ponerme un poquito nervioso, llamaron al timbre. Me levanté sobresaltado de la silla y me quedé de pie durante unos segundos interminables. Había llegado la hora. Si habría la puerta, podía echar un polvo majete o podía ser diseccionado sádicamente. En ese momento, no sabía cuál de las dos opciones resultaba más excitante. Me acerqué con sigilo a la puerta y arrimé el ojo a la mirilla. Era ella; con gafas de sol en mitad de una calurosa noche, pero era ella. Inspiré profundamente, descorrí el cerrojo y abrí la puerta. Nos quedamos allí como dos tontos mirándonos fijamente durante un corto período de tiempo. Luego, uno de los dos dijo "Hola" y el otro respondió.
Sesenta segundos después, ella había entrado en mi casa y yo le había puesto las manos sobre los pechos, que parecían más grandes en vivo que en la foto. Mi ardiente amante anónima había llegado hasta mi casa con un vestido negro de reducidas proporciones, las justas para evitar una denuncia por escándalo público, un bolso conjuntado y un par de zapatos de tacón también del mismo color. En el corto trayecto hacia la cama, perdió los zapatos y el bolso. Al vestido no dio tiempo, pero tampoco duró mucho más. Su cuerpo tostado por el sol se mostraba en su más completo esplendor ante mí; igual que mi erección se mostraba ante ella.
Se revolvió sobre la cama y agarró mi verga entre sus manos cuidadas. Se aseguró de que mi excitación fuese plena jugueteando hábilmente con mis huevos y mi polla. La situación se me escapaba de las manos por momentos y ella fue tomando el control progresivamente. Cuando mi miembro se introdujo agitado en su cálida boca, mi mente se despejó de cualquier cosa que pudiera haber en ella. Mi sistema nervioso se ocupaba única y exclusivamente de transmitir señales de placer por todo mi organismo. Sus dedos manipulaban mis pelotas de forma deliciosa, apretando justo en el punto y el momento adecuados. Su melena rubia y rizada me acariciaba el vientre y sus labios se aferraban como ventosas al tronco de mi polla. Lo que su lengua hacía con mi capullo es algo que no puedo describir.
Casi me desmayé cuando mis huevos comenzaron a vaciarse en su garganta, y no me equivoco cuando digo garganta, porque es eso lo que quiero decir, que me corrí en su garganta. Sólo pequeñas cantidades de esperma se quedaron en su boca, las cuales saboreó y paladeó ante mí para mi regocijo personal. Me sentía en deuda con ella, y lo normal en un relato sería que yo ahora le comiera el coño y luego folláramos como descosidos, pero como ya he dicho antes, yo no tenía ningún tipo de control sobre la situación. Mi cuerpo no me obedecía, aún aturdido del increíble orgasmo que me había azotado, de tal forma que era un tierno corderito en manos de aquella loba despiadada. Me arrojó contra la cama y se levantó a por el bolso. Vi nítidamente cómo sacaba dos pares de esposas metálicas, vi con claridad cómo se encaramó a la cama, con su aterciopelado chochito rozándome la polla morcillona, sentí el frío tacto del metal contra mis muñecas y oí el chasquido de las esposas al cerrarse en el cabecero de la cama. Cuando oí el timbre de la puerta, mi polla perdió lo que le quedaba de erección. Empezaba a darme cuenta del grave error cometido. A los hombres, tristemente, nos pierde nuestra segunda cabeza. Adiós mundo cruel.
Mis ojos lacrimosos se enfrentaron a los suyos, llenos de pasión. No había maldad en ellos, sólo puro morbo. No apartó la mirada ni un sólo instante hasta que salió de la habitación. Oí desesperado cómo sonaba el timbre una segunda vez y cómo poco después se abría la puerta. Era cuestión de segundos. Miré desolado mis manos atadas, era imposible librarme de mis ataduras. Aguardé mi triste destino casi gimoteando, el cual atravesaba el pasillo rumbo a la habitación taconeando ruidosamente y entraba en la estancia disfrazada de mulata. En efecto, una mujer de piel negra como el carbón, con labios exhuberantes y pechos soberbios, curvas excitantes y muslos rotundos. Mi polla recobró su vigor en menos de lo que se tarda en decir supercalifragilisticoespialidoso.
- Espero que no te importe que cumpla dos fantasías hoy aquí contigo. Le conté lo que iba a hacer a mi amiga y no pudo evitar apuntarse.
No me dio tiempo ni a responder, ni falta que hacía. Las dos mujeres, sospechosamente juntas, se enlazaron en un espectacular beso con lengua de larga duración. A su término, los pezones de la mulata se marcaban en la fina tela de su camiseta de tirantes y a mí se me caía la baba por la comisura de los labios, pringando mi pecho sudado y deslizándose hacia abajo. Y eso era sólo el principio.
Se enrollaron aún durante unos cuantos minutos más. Era como si yo no estuviera. Mi fan anónima, que recordemos llevaba un buen rato en pelota picada, fue desnudando lenta y sensualmente a su oscura amiga. Sus erectos pezones aparecieron hermosos bajo la luz aunque la boca de mi amante los ocultó rápidamente. Al rato, sus pantalones también fueron quitados por las manos calientes de la rubita de pelo rizado, enseñándome un fantástico culo moreno. Al igual que mi visitante, carecía de cualquier tipo de ropa interior.
Enzarzadas como estaban, abrazadas y pegadas la una a la otra, sin separarse lo más mínimo, me era muy difícil obtener planos visuales de sus coñitos húmedos, al menos hasta que se detuvieron y se volvieron hacia mí, quedando allí de pie, las dos mirándome (o mirando mi verga erecta completamente vertical, para ser más exactos), con sus cuerpos desnudos y relucientes a causa de una fina capa de sudor.
Se fueron acercando lentamente, cada una por un lado. Se subieron a la capa y acercaron sus cabecitas a mi verga tiesa. Sus bocas hicieron contacto a la vez sobre la piel de mi capullo. Se me puso la piel de gallina y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Fue increíble, debo añadir. Sus lenguas jugueteaban con mi polla cuando no se separaban y continuaban besándose entre ellas. En un momento de lucidez, pude percibir cómo la mulata metía los dedos en el chocho calentón de la otra. Entraban y salían con rapidez, en consonancia con los gemidos de la rubia.
Sus jugos chorreaban directamente sobre mi vientre y mi verga, crecida como nunca. Un potente orgasmo sacudió a la rubita, que se dejó caer sobre mí. Sentía su respiración agitada sobre mi pecho, y después de que se recuperase, sentí su lengua húmeda en mis pezones. Entre tanto, la mulata se había hecho dueña y señora de mis genitales, los cuales preparaba con esmero para la inminente penetración. Ella misma ejerció de mamporrera y encauzó mi verga hacia el coñito suave y húmedo, terriblemente húmedo, empapado diría yo, de mi anónima fan. Si alguna vez he echado un polvo igual, no puedo recordarlo. Ella lo hizo todo. Me folló, como dijo que quería hacer, me cabalgó salvajemente, desbordada de lujuria, hasta que me corrí con todas mis fuerzas en su interior, inundándola con mi leche. La morena sacó mi verga reblandecida y un par de borbotones de esperma salieron de aquella gruta caliente, pero el resto, si desbordó, yo no lo vi, porque sus labios se amorraron en aquel coño y comenzaron a mamar del mismo de forma ruidosa y, añadiría que muy efectiva, porque al poco rato, un nuevo orgasmo sacudió a la blanquita de pelo rizado.
Mi verga no deja de ser una verga, y tras tanto ajetreo, y a pesar del tremendo morbo de la situación, necesitaba un mínimo de reposo para volver a poner la maquinaria en marcha. Los veinticinco minutos que necesitó fueron aprovechados por las dos calientes amiguitas para seguir gozando mutuamente. La escena lésbica quedó grabada a fuego en mi mente, y dudo que pueda olvidarla nunca. Jadeos y gemidos, murmullos y gritos, dedos por allí y mordisquitos por allá, no dejaron de tocarse ni un sólo minuto. Qué difícil es disfrutar de semejante espectáculo y que tu polla no se ponga dura! Gracias a dios, todo llega.
Mi amante desconocida me quitó las esposas, pero aun así, nunca recobré el control que nunca tuve, y una vez más, fui tratado como un instrumento más con el que alcanzar placer, porque la mulata tampoco estaba dispuesta a dejarse llevar por un macho cualquiera. De nuevo me follaron, esta vez con un movimiento de caderas que pocas mujeres podrían imitar. Me destrozó. Aquella experiencia debía ser cercana a aquello de que "te maten a polvos", porque me quedé literalmente roto. No podía levantar ni un dedo, y mis párpados se cerraron antes de que ellas se marchasen.
Tras unas horas de sueño profundo y reponedor, desperté hambriento, pero antes de nada, vi una nota sobre la mesa, que decía tal que así:
"Todavía me quedan muchas fantasías por cumplir, ¿quieres ser parte de ellas? Un beso, EV."
Lo estoy deseando, pero no sé si aguantaré otra sesión como esta.