Sora Yagami, Emperatriz de la hechicería 9

Debido al gran éxito que han tenido los fotomatones, Sora decide ampliar su negocio buscando nuevos horizontes significativamente más lucrativos. Vanessa y su madre nos muestran cómo funciona.

Sora se encontraba en el sótano de la empresa, junto al garaje. Acababa de llegar uno de los muchos autobuses que habían estado llegando aquellos días. Ya se había establecido un protocolo. A su lado, Lily tomaba notas. Al igual que el resto del personal femenino de la empresa, llevaba su nuevo uniforme, consistente en un escueto sujetador y unas bragas, que tenían acoplados dos vibradores, alojados en su culo y coño. Al principio había sido incómodo para ella, pero el intenso condicionamiento al que había sido sometida aquellos días, así como el hecho de que el consolador anal fuese significativamente más pequeño que el vaginal, habían logrado que se acostumbran.

Además, también disponían de una larga gabardina que ponerse exclusivamente si tenían frío o si iban a desplazarse fuera de la empresa y unos altos zapatos de tacón. Lily jamás se abría vestido con algo así, en especial teniendo en cuenta que ambas prendas eran semitransparentes y sus erectos pezones se mostraban perfectamente.

Pero Lily era mucho más flexible con su sexualidad últimamente. El hecho de que la empresa tuviera una nueva política de libertad sexual absoluta, y que fuera una de las favoritas de los otros empleados había influido en que Lily hubiera follado en la última semana más que en toda su vida previa, y que estuviera visiblemente más contenta.

_ Autocar número ciento treinta y cuatro. _ Recitó. _ Por favor, bajad del vehículo.

Se abrieron las dos puertas del autobús y, tras el sonido de succión que causó que más de dos decenas de coños se separasen de sus respectivos dildos. Las chicas, todas ellas desnudas, todas ellas guapas, empezaron a salir por las puertas.

Sora no hacía distinción de etnia, origen o edad, a excepción de las menores. Todas las chicas, que habían salido con la misma sonrisa de felicidad plena, la miraron a la vez. Ella las fue sopesando. Les tocaba las tetas… el culo, a veces el pelo, la cara. Cada una de ellas se sentía como si una diosa hubiera bajado de los cielos y estuviera rozando su piel.

Se entretuvo un rato con una señora de unos cuarenta años, pero bien conservada. Le llamó la atención por su piel oscura, su mirada salvaje y sobre todo, su gordo culo.  Finalmente la apoyó en la mesa de Lily y empezó a follársela a sí mismo.

Mientras la mujer gemía como una cerda y gritaba lo grande que Sora la tenía, Lily iba preguntan a las chicas su nombre, documento de identidad, edad y procedencia. Resultaba complicado, porque ellas miraban a Sora fijamente. Para todas ellas el sexo se había vuelto fascinante y Sora en el principal objeto de su deseo.

Lily, sin embargo, era una profesional y se aseguró de reunir todos esos datos antes de volver a su asiento. Cuando Sora se corrió y dejó a la chica sobre la mesa, también recopiló sus datos. Sora había hecho bien en mantenerla en el puesto. Era toda una profesional fueran cuales fueran las circunstancias.

_ Veréis, mi novia y yo estamos buscando una asistenta.  Alguien que nos limpie la casa… cocine… sea nuestro juguete sexual.

Ante las últimas palabras, fue como una estampida. Todas las chicas querían ser el juguete sexual de Sora. Ella se sentó a observarlas, a ver como aquella charla desembocaba en una discusión, y como finalmente las chicas se arrojaban unas sobre otras en una encarnizada pelea para que las eligieran. Cuando Sora vio que iba a hacerse daño, fue cuando decidió intervenir.

_ Ya basta. Poneos en fila, firmes.

_ Sí, mi reina. _ Respondieron, al unísono.

A Sora se le puso dura sólo de escuchar todas aquellas voces complacientes sincronizándose y todas aquellas sonrisas expectantes. Se movió entre todos aquellos cuerpos desnudos. Lo cierto es que les estaba mirando especialmente la cara. Porque para ella, después de lo que había hecho con Emily, hacer crecer unos pechos o redondear un culo era una minucia.

Fue entonces cuando la vio. Aquella chica le recordó mucho a Jenny. Pelirroja, pálida… con el rostro lleno de pecas y una hermosa sonrisa, aún cuando estaba deformada por lo exagerada que era. Sora se aproximó y ella encogió un poco la sonrisa, dándole un toque más natural.

_ ¿Cómo te llamas?

_ Soy, Grace, mi reina. _ Hizo una leve reverencia que movió ligeramente sus pechos.

_ ¿Quieres ser mi criada, Grace?

_ Pues claro. _ Dijo, como si le estuviera ofreciendo el mejor trabajo del mundo y la respuesta fuera obvia.

_ Bien… empecemos por asegurarnos de algo. Métete mi polla en la boca.

_ Sí, mi reina.

Se arrodilló lentamente y se metió la polla de Sora en la boca, mirándola a los ojos fijamente, con deseo. No podía evitar desear que le pidiera que se moviera.

_ Sí, cabe perfecta… tienes una boquita idea para que me la folle. _ Sora sonrió. _ Chupa… Si se te da bien, te daré el trabajo, Grace.

Grace no había estado tan motivada por algo en toda su vida. Chupó desesperadamente, aplicando todas sus nuevas habilidades, reteniendo la respiración hasta que Sora finalmente se quedó el preciado néctar de Sora.

_ Gracias, mi reina. _ susurró, produciendo un sonido de succión cuando tragó.

_ ¿Te ha gustado, Grace? _ Le acarició el pelo y ella ronroneó.

_ He disfrutado cada segundo._ Susurró, con un brillo especial en la mirada.

_ Bien… creo que podemos ponerte en periodo de prueba. Ven conmigo, tenemos que tomarte las medidas para que te hagan el uniforme.

Grace se rio, todo aquello le parecía muy divertido. Sora le estaba acariciando las nalgas mientras la acompañaba por la empresa. Lily las observó marcharse antes de encargarse de las chicas, dándoles el uniforme, que era tal como el suyo, y ordenándoles que se lo pusieran. Se escucharon algunos quejidos y múltiples gemidos de satisfacción cuando las bragas con los vibradores se acoplaron en su sitio.

Las mujeres cuchichearon de camino a una antigua sala de reuniones que parecía haber sido sustituida por un aula improvisada, y a la cabeza, con un traje bastante más provocativo de lo que la profesionalidad de un docente soportaría, y con unas gafas que no necesitaba.

_ Tomad asiento. _ Ordenó.

Obedecieron, sin pensar. Había pupitres y sillas para todas. Emily sonrió. Le gustaba aquella sensación de poder. Jugueteó un poco con las gafas y tosió. Quería que le miraran a la cara en lugar de a las tetas, pero era un esfuerzo inútil.

_ ¿Alguna de vosotras sabe por qué estáis aquí? _ Preguntó, con tono imperativo.

La mayoría se mordieron el labio, confundidas… algunas miraron al resto en busca de respuestas. Lo cierto es que ni se lo habían planteado. Había en ellas un instinto primitivo por obedecer a lo que consideraban la autoridad, representada por Sora y todo aquel que la siguiera.

_ Sí, lo suponía. _ Emily cogió su móvil de la mesa. _ Estáis aquí para aprender a ser las mejores trabajadoras sexuales posibles.

Esa revelación vino de mano de unos toques en el móvil, que hizo que todos los vibradores delanteros se conectaran a la vez, con una leve pero placentera vibración. Ayudó a que las chicas asimilaron mejor sus palabras, aunque por sus caras, la idea parecía ser bastante bien llevada. Había sonrisas cómplices, miradas coquetas y algunas incluso se habían empezado a acariciar los pezones distraídamente.

_ Os hemos dado las técnicas, hemos preparado vuestros cuerpos para ser las mejores. Las mejores mamonas, las mejores follando. _ Continuó Emily. _ Pero ese regalo no sirve de nada si no sabéis como utilizarlo. Y yo os voy a enseñar. Os enseñaré a seducir, a juguetear, cómo hacer los preliminares. ¿Está claro? A partir de esta misma noche empieza vuestro trabajo y no quiero que quedéis mal en vuestro primer día. Si vosotras quedáis mal, yo quedo mal ante Sora, y eso no lo voy a permitir. ¿Está claro?

_ ¡Está claro! _ Repitieron todas al unísono.

Fue una jornada muy intensiva sobre introducción a los coqueteos, el lenguaje corporal y las provocaciones. Vanessa nunca había sido una buena estudiante, pero para orgullo de su madre, también presente, aquella había sido una prueba de que tenía intención de ser la mejor de la clase.

Las dos se bajaron del bus con la gabardina bajo su uniforme, una gran sonrisa, su acreditación como trabajadoras de Yagami Industries y una funda con un flamante portátil nuevo. Lo cierto es que al llegar a casa, estuvieron haciendo vida de forma relativamente normal.

Vanessa era una muchacha de pelo castaño, con un cuerpo bonito, pero que no destacaba en nada salvo el rostro. Tenía un rostro que la hacía parecer bastante salvaje, cuando los chicos la miraban siempre pensaban que tenía que ser una fiera en la cama, con una mirada ya daba la impresión de que te iba a saltar encima y a botar sobre ti hasta dejarte seco.

Su madre, Gillian, era la mujer negra a la que Sora se había tirado delante de todos. Vanessa era adoptada, pero nunca se había parado a preocuparse por ello. Saberlo desde niña había ayudado a que no le diera importancia. Y desde que su padre se había “ido a por tabaco”, sólo se tenían la una a la otra.

Pasaron el día juntas hablando un poco de todo. Tomaron helado para cenar. Hasta las diez de noche, nadie habría sospechado que había ocurrido fuera de lo normal en aquella casa. Fue a esa hora exacta cuando los rostros de ambas se quedaron estáticos por unos segundos. Gillian, que estaba en mitad de una frase que nunca terminó, se quedó rígida durante un instante, con la boca abierta.

_ Hora de trabajar. _ Dijo Vanessa.

Ambas tomaron los portátiles nuevos y se dirigieron a sus habitaciones. Vanessa se puso el uniforme, abrió el portátil, se logueó y automáticamente abrió Chrome y se dirigió a la única página que estaba en favoritos. Era una web de cams porno muy exclusiva. La gente pagaba mucho dinero por ella. Y aún había pocos que conocieran de su existencia, pues se había creado la semana anterior.

Vanessa se dirigió al acceso para candidatas y tecleó un usuario y una contraseña que estaban grabados en su memoria. Durante unos segundos tras loguearse, nada ocurrió. Pero poco tardó en popear una donación para un chat privado. Vanessa sonrió, pícara, y lo clicó.

El hombre no había puesto su cam, pero sí su micro, y Vanessa pudo notar su respiración. Era pesada y se notaba que estaba alterado. ¿Se estaría masturbando ya? A Vanessa le excitaba pensarlo.

_ Buenas noches, soy Vanessa. Agradezco que me haya elegido. ¿En qué puedo servirle esta noche? _ Sonrió, coqueta, y se mordió el labio.

_ Enséñame bien las tetas. _ Dijo el hombre, con voz ronca, claramente cachondo.

Vanessa amplió la sonrisa, cogió ambas tetas con las manos y las apretó, poniéndolas en primer plano.

_ ¿Te gusta así? _ Recordó las lecciones de Emily. _ Sólo falta tu polla en medio para que la imagen sea perfecta.

_ Que guarra eres. _ Respondió él.

_ Soy la más guarra. _ Respondió Vanessa, mirando fijamente a la cámara con sus ojos salvajes. _ Te costará encontrar una zorra más guarra que yo.

_ Vaya… veo que vales cada céntimo que me estoy gastando en ti. _ El hombre se rio, una risa de poder. _ ¿Tienes juguetes?

_ De todas las formas y tamaños. _ Sonrió, orgullosa. _ Estoy preparada para lo que desees.

_ Bien, pues quiero ver cómo te metes unas bolas chinas en el culo. _ Dijo él.

_ Como quieras. _ Sonrió ella. _ Espera, que coloco mejor el portátil. ¿Quieres un primer plano?

_ Quiero verte la cara mientras lo haces. _ Sonrió él.

Vanessa tiró un poco de imaginación y finalmente colocó el portátil en una posición privilegiada. Untó las susodichas bolas chinas con lubricante y, ante la atenta mirada de la cámara, se las empezó a meter.

_ Oh… joder… qué frías están… _ Se quejó un poco, cuando empezó a metérselas.

_ Pues yo estoy ardiendo… _ Gruñó él.

_ Seguro que sí… _ Gimió Vanessa, coqueta. _ Ojalá fuera tu polla lo que me estoy metiendo.

_ Sí… ojalá… _ gruñó él.

Fueron interrumpidos por un grito que vino de la habitación contigua.

_ ¿Quién es esa? _ Preguntó él, nervioso.

_ Oh… no te… preocupes. _ Susurró Vanessa, mientras se iba metiendo las bolas. Se movió y le mostró un primer plano del hilo que quedaba de testigo de que estaban dentro. _ Sólo es mi madre.

_ ¿Haces esto con tu madre en casa? _ Preguntó él, entre nervioso y cachondo.

Vanessa miró a cámara con una sonrisa, que se deformó cuando empezó a tirar y salió la primera bola de su culo. Gimió profundamente.

_ Ella también trabaja en la página. _ susurró, seductora. _ Cam número setenta y cuatro.

_ No jodas… _ Farfulló él. _ Pero si es negra…

_ Soy una pobre… chica adoptada… _ Susurró Vanessa, dejando salir las bolas entre gemidos.

_ Entiendo… _ Vanessa decidió darle el remate.

_ Sabes… si pagas un plus… podrías vernos a las dos juntas…

Aquello debió ser demasiado para el cliente, porque Vanessa escuchó un grito y los estertores de su orgasmo.

_ Vaya… que lástima que no pueda tragarme tu lechecita. _ Susurró, sonriendo a cámara. _ Espero que hayas disfrutado.

_ Sí, sí que lo he hecho. Y quiero ver cómo le comes el coño a tu madre, no importa el precio.

Vanessa sonrió.

_ Te enviaré un correo con los detalles. Que tengas buenas noches.

Sonrió, cerró la llamada y miró sus notificaciones. Había otros tres clientes que querían verla. Iba a ser una noche muy larga, iba a ganar mucho dinero, y Vanessa estaba muy feliz con ello.