Sora Yagami, Emperatriz de la hechicería 8

Sora decide tratar personalmente a una parejas de sus nuevos clientes, jugando un poco con el más profundo deseo de su corazón. Tras esto, tiene un encontronazo no muy agradable que la incita a tomar una decisión sobre cómo continuar con sus poderes.

Sora llegó al concesionario sin demasiadas prisas. Después de todo con la gran demanda que había, la gente tenía que esperar mucho tiempo para comprar su coche. Así que no le sorprendió ver que Marianne seguía en la cola con su marido. Notaba que la gente la miraba, algunos con deseo. No era raro, se habían corrido pensando en ella la noche anterior.

_ Hola… Disculpen… Pasen por aquí… _ Les indicó.

_ Es la chica del anuncio. _ Susurró Marianne, como si Sora fuera famosa. _ ¿Nos está colando?

_ Sí… verá, me gustaría recomendarle un coche personalmente. _ Dijo Sora, con convicción. _¿Usted se llama?

_ Marianne, y este es mi marido, Harvey. _ Harvey extendió la mano y Sora se la estrechó.

_ Encantado de conocerlos. Soy Sora Yagami. Seguidme a este despacho.

Una vez entraron al despacho, les miró a ambos a los ojos, con su mirada teñida de negro. Emily estaba sentada en uno de los asientos, sonrió al verlos.

_ Vamos a mantener una conversación en la que vais a contestar sinceramente cada pregunta que haga, no vais a ocultar nada y no os escandalizaréis por escabroso que sea lo que os pregunte. Para vosotros, Emily no está aquí. Haga lo que haga no vais a reaccionar.

Pestañearon varias veces y se sentaron frente a Sora, que se lo estaba pasando muy bien. Le había dicho una sola palabra a Emily. “Diviértete”. Y ella se lo había tomado en serio. Se estaba tomando su tiempo para quitarle la ropa a Marianne, sopesándole las enormes tetas.

_ Queríamos un coche familiar. _ Marianne interrumpió lo que estaba diciendo. Cuando Emily le mordió un pezón por encima del sostén, no pudo evitar lanzar un largo mujido. A Harvey se le puso dura como una roca en el acto.

_ ¿Tenéis hijos? _ Preguntó Sora, anotando cosas en una libreta, o al menos fingiéndolo.

_ No. Lo hemos intentado, pero no ha sido posible. _ Marianne parecía dolida al pensarlo. _ Harvey tiene problemas con el recuento de esperma.

Miró un momento a su marido, ignorando completamente a Emily, que le había abierto el pantalón y le había empezado a chupar la polla, endurecida por los mugidos de su mujer, haciendo ruiditos sólo para provocar a Sora.

_ Oh, eso está muy mal Marianne… pero no te preocupes… yo me aseguraré de que tengas un bebé… y además, te haré un descuento en el coche…

_ ¿Harías todo eso por nosotros?

_ Sí, por supuesto. _ Sora sonrió y se acercó a Marianne. _ Y por el camino tú y yo vamos a pasarlo muy bien.

Harvey estaba muy contento con el coche nuevo. Sora le había hecho una gran rebaja e iba como la seda. Estaba tan concentrado en la conducción que ni siquiera se paraba a mirar en el asiento de atrás, a diferencia de Emily, que tenía la mirada clavada en el retrovisor para no perderse detalle de lo que estaba ocurriendo.

Marianne tenía la blusa abierta y rasgada, y las tetas al aire, bamboleándose con los baches de la carretera. Su falda y sus bragas estaban tiradas por el suelo del vehículo, y Sora, con los pantalones bajados, le metía los dedos mientras mugía salvajemente.

Marianne había aferrado la polla de Sora con ambas manos y se estaba ocupando de mantenerla bien dura y caliente con unas masturbación lenta y torturosa. Aquello se le daba Sorprendemente bien y Sora la dejó hacer.

Marianne estaba feliz porque al fin sería madre. Sora se lo había dejado muy claro. Se iba a correr dentro de ella y la iba a preñar, como ella misma había dicho. Pero para eso tendría que ganárselo antes.

Después de todo, Sora era preciosa y por tanto, su semen podía considerarse de la mejor calidad. Para Marianne tenía sentido que le exigiera un poco de esfuerzo por su parte, por lo que ni se pensaba lo que hacía en aquel momento.

Marianne jamás se había planteado acostarse con otra persona desde que se había casado. Pero no veía aquello como una infidelidad. Al contrario, gracias a aquello tendrían finalmente al hijo que tanto esperaban. Merecía la pena. Estaba comprometida. Quería tener un bebé… y estaba dispuesta a cualquier cosa para lograrlo.

_ Me gusta mucho cómo muges… _ Susurró Sora con la voz ronca. _ Tus manos se manejan bien… quiero ver qué tal lo hace tu boca.

_ Lo que desees. _ Susurró Marianne, inclinándose y metiéndosela lentamente en la boca.

Sora se reclinó en el asiento y le cogió el pelo, follándole la boca con mucha calma, recorriéndole la cavidad bucal con la polla.

_ Harvey… da un par de vueltas a la manzana… no aparques hasta que no me corra.

_ Vale. _ Respondió él, muy animado ante la perspectiva de seguir probando su coche. _ Cariño, empléate a fondo.

Marriane le enseñó el pulgar por el retrovisor y separó la boca de la polla de Sora para atraparla entre sus gruesas tetas. Le dedicó una sonrisa dulce mientras se ocupaba de ella. Estaba realmente agradecida, y necesitaba expresarlo.

_ Sora, no sabes lo feliz que me hace que me vayas a permitir tener un hijo por fin… _ Extendió la sonrisa. _ Creo que al fin me sentiré… plena.

Con esas palabras, Sora se corrió violentamente, llenándole la cara de semen. Marianne sólo sonrió, como si simplemente se hubiera empapado, a pesar de que el líquido se estaba escurriendo por sus perfectas tetas, ella lo recogió con los dedos en un movimiento muy natural.

Sora no prestó demasiada atención a la casa de Marianne y Harvey. Era común, sin nada especial a remarcar. Sora tenía sus intereses bien claros. Había ido allí a rellenar a Marianne como si fuera un bollo, y quería hacerlo en su cama matrimonial.

En cuanto entró por la puerta se desnudó, demostrando su dominio sobre todos los presentes. Se sentía en el cielo. Con un chasquido de dedos, las otras tres personas también se despojaron de su ropa y la dejaron tirada por el suelo.

Sora se quedó un momento mirando a Emily. Era, sin lugar a dudas, una fascinante creación. Sus enormes tetas eran incluso más grandes que las de Marianne, Aún le seguía fascinando que pudiera andar.

_ Bien… Marianne, voy a tumbarme en la cama y tú misma te vas a follar. Más te vale hacerlo con ganas… recuerda, cuanto más me corra, más posibilidades de que te preñes.

En realidad eso no era cierto, pero Sora sí que había levantado el conjuro que impedía que la mitad de sus conocidas ya estuviera embarazadas para con Marianne. Lo cierto es que la perspectiva de tener un heredero le resultaba atractiva.

_ Harvey, quiero que observes atentamente en todo momento. Siéntate ahí. _ Señaló la mesilla. _ Emily, quiero que te ocupes de su polla, pero no puedes usar ninguno de tus agujeros. Ni oral, ni vaginal ni anal. ¿Está claro?

_ Sí, mi reina. _ Emily sonrió ante el reto, vaciando la mesilla y para que Harvey pudiera sentarse. Por suerte en el segundo cajón había lubricante.

Sora se acomodó en la cama y pudo observar cómo la mujer se montaba sobre ella con cierta solemnidad. Cogía su polla con la mano y la dirigía a la entrada de su húmedo coño. Susurraba algo, probablemente estuviera rezando. No podía imaginarse la cantidad de ritos de fertilidad que habría practicado la mujer.

Marianne atrapó su polla entre sus labios vaginales formando una pinza, y Sora se estremeció ante su pericia. Probablemente también fuese algún cuento de viejas para quedarse embarazada. Sora miró por un momento a la mesilla.

Harvey permanecía sentado, mirándolas fijamente, apenas pestañeaba. Ni siquiera hacía caso a Emily, que le estaba pringando bien la polla de lubricante, haciéndole una paja espectacular por el camino. De vez en cuando soltaba algún gemido ronco, pero era la única señal de que una diosa rubia de piel tostada le estaba masturbando con ambas manos.

Sora volvió a mirar a Marianne cuando esta comenzó un lento vaivén. No pudo evitar mirar aquel enorme par de tetas blancas que se estaban agitando delante de ella. Se mordió el labio, alargó ambas manos, y las apretó con fuerza.

_ ¡MUUUUUUUUUUUUU! _ Gritó Marianne, cual vaca, empezando a cabalgarla más deprisa.

Emily notó como los mujidos de Marianne ponían burrísimo a Harvey por la forma en la que se endurecía y latía su polla. Con una sonrisa traviesa, cogió la polla con una sola mano y se le acercó al oído. Lanzó un mugido.

Harvey se corrió brutalmente entre los dedos de Emily, provocando que ella dejase escapar una risita. Miró un momento a su reina, que había ahora cacheteaba las grandes nalgas de Marianne, que seguía mugiendo descontrolada con cada estocada. Se lamió el semen de la mano, sin mirarlo siquiera, la vista fija en Sora y su pareja.

Volvió en sí al notar que Harvey estaba gruñendo. La polla se le había puesto dura de nuevo demasiado rápido. Emily se sorprendió de que tuviera ese vigor para su edad. O bien tenía que ver con los mugidos incontrolables de Marianne o bien con el hechizo de Sora.

Fuera como fuera, ella se pringó las tetas con el lubricante generosamente, y atrapó la mole de carne de Harvey entre ellas. Si bien siguió sin mirarla, Harvey emitió un gemido de satisfacción cuando las enormes mamas de Emily empezaron a rodear y follar su polla.

Sora le hizo un gesto a Marianne para que se aproximara y ella, sin dejar de penetrarse, se inclinó para besarla profundamente en los labios, sin dejar de mugir en ningún momento. Cuando Sora se corrió dentro de ella empezó a temblar espasmódicamente, presa de una serie de múltiples orgasmos.

Se desplomó junto a Sora, respirando agitadamente, provocando que sus pechos bailaran. Sora empezó a mordérselos y ella lanzó una risita, acariciándole el pelo. Se acomodó en su pecho y ronroneó. Marianne era como un suave osito de peluche, le gustaba.

_ Emily, tú puedes dormir en la habitación de invitados. Si en algún momento te apetece divertirte con nuestro nuevo amigo, puedes volver a usar tus agujeros. Harvey, puedes dormir con ella o en el sofá. Yo me quedaré con Marianne.

Sora durmió muy plácidamente, apoyada sobre el pecho de Marianne. Su respiración era un sonido relajante que la mantuvo descansando. Cuando se despertó por la mañana, notó que tenía la polla durísima. Marianne se había despertado antes, y estaba jugando con ella. Sus juegos manuales eran sorprendentemente avanzados.

_ Buenos días, Sora. _ La saludó. _ Vamos, túmbate…

Sora asintió y Marianne, libre de tenerla encima, se sentó sobre su polla de nuevo, esta vez de espaldas, mostrándole una visual perfecta de su culo. Sora no aguantó mucho más antes de correrse de nuevo en sus entrañas.

_ Oh, joder… así da gusto empezar el día. _ Susurró, incorporándose. _ ¿Tú te has corrido?

_ No, pero no importa. _ Sonrió Marianne. _ Lo importante era que te corrieras dentro de mí. Ya me tocaré más tarde.

_ Sí, claro.

El olor a café llenaba la casa. Cuando Sora llegó al comedor vio que Emily había preparado el desayuno. Café, pastas, zumo. La verdad es que estaba agotada, así que se sentó a comer. Le costó encontrar a la propia Emily, hasta que se dio cuenta de que estaba bajo la mesa, chupándole la polla a Harvey, que se estaba tomando el café, como si no fuera con él.

Marianne se sentó a su lado, con una gran sonrisa, y le dio un señor beso a su marido en los labios. El hombre correspondió, corriéndose brutalmente en la boquita de Emily, que se lo tragó todo en el acto.

_ ¡Sora se ha corrido dentro de mí dos veces! _ Le dijo, cuando se separaron.

_ Es un gran comienzo. Seguro que pronto quedas embarazada. _ Harvey sonrió.

Había un brillo absoluto en su mirada. Eran felices. Realmente deseaban tener un hijo. Sora los observó sin intervenir mientras desayunaban, se daban una buena ducha y se vestían. Tanto ella como Emily permanecieron desnudas mientras aquello sucedía. Sora disfrutó de la extraña normalidad que envolvía a la pareja.

_ Emily… ¿Tú me quieres? _ Le preguntó, mientras observaba a Marianne revisar sus viejos álbumes familiares con una mirada nostálgica.

_ Claro que te quiero, mi reina… ¿Qué pregunta es esa?

_ Pero… no estoy hablando de admiración o pleitesía. Hablo de amor romántico. _ La miró a los ojos. _ ¿Me quieres de verdad?

Emily sonrió de oreja a oreja.

_ Amo cada instante que paso contigo, mi corazón vuelca cada vez que sonríes. Y no puedo pensar en nada que no se hacerte feliz. Por supuesto que te amo, Sora. Soy muy afortunada de ser una de tus fulanas. Tengo mucha suerte de ser tu vertedero de Semen favorito, mi reina.

Sora la miró, sintiéndose ligeramente culpable.

_ Quiero que a partir de ahora me llames por mi nombre. _ Le acarició el rostro y ella se estremeció. _ Ahora eres mi novia, no sólo finges serlo.

_ ¿Soy tu novia? _ Se le inflaron los ojos de emoción.

_ No es que vaya a dejar de follarme a las demás. Pero sí, eres mi novia oficial.

Emily perdió el equilibrio y tuvo que sujetarse a la encimera. A pesar de que nadie la estaba tocando… se había corrido… se estaba corriendo. Lo hizo al menos cinco veces seguidas y se desplomó sobre la propia encimera, respirando con dificultad. Ella era la novia de Sora. ¡Aquel era el instante más feliz de su vida!

_ ¿Estás bien? _ Le preguntó ella.

_ Sí… Sora. _ Emily sonrió de oreja a oreja. _ Estoy mejor que nunca, amor mío.

Sora le pasó la mano por los hombros y se sentaron junto a Marianne a ver la tele un rato antes de marcharse. Sora tenía curiosidad, así que se atrevió a hacer la pregunta que le había rondado todo el día.

_ Marianne… ¿Por qué muges cuando follas?

Marianne sonrió, pícara, y se sonrojó al mirarla.

_ Bueno, veréis… yo me crie en una granja. Cuando estaba empezando a despertar sexualmente… me masturbaba en el corral junto a las vacas. No quería que mis padres me descubrieran.

Sora sonrió, le gustaba por dónde estaba yendo aquello.

_ Más de una vez, para que no sospecharan nada, mugía para que pensaran que era una ternera… y acabé teniendo los mejores orgasmos sólo cuando lo hacía. _ Suspiró. _ Fue duro encontrar pareja así. A la mayoría les parecía una rarita. Pero a Harvey le ponen muchísimo mis mugidos. Fue una suerte encontrarle.

_ Bueno, a mí también me gustan. Me parece muy sexy. _ Sora sonrió.

_ Gracias.

_ Escucha, Emily y yo tenemos que irnos. Tengo cosas que hacer. Ha sido un placer conocerte. Te daré mi número para que me llames y sigamos intentando ir a por tu bebé si no sale de esta vez… además, me gustaría mucho mantener el contacto. Eres como la madre que siempre quise tener.

_ Qué dulce eres, Sora… Antes de irte… ¿Me follarías otra vez? Ya sabes, cuantas más veces, más oportunidades.

_ Bueno… supongo que puedo hacer el esfuerzo.

Sora se dirigió a su casa después de aquella particularmente satisfactoria mañana. Casi le dolía la polla después de follar tanto, pero Marianne estaba satisfecha, y Emily estaba más feliz que nunca. Todo parecía ir de color de rosa hasta que, frente a su casa, tropezó con una mujer menuda, de aspecto casi infantil, pero con un brillo peligroso en la mirada.

_ Tú eres Sora, ¿Cierto?

_ Sí, soy yo. _ Se cruzó de brazos. _ ¿Quién eres tú?

_ Soy Morgan Stone. _ Sora se preocupó. Esa era la bruja novia de Jenny y Martha. Mal asunto. _ He visto tu anuncio.

_ Si quieres comprar un coche deberías ir a un concesionario. _ Terció Sora, cruzándose de brazos.

_ Escucha, he venido a advertirte. _ Suspiró Morgan. _ Ese libro no es lo que piensas.

Sabía lo del libro. Sora se tensó.

_ ¿No te preocupa que tus ojos se tiñan de negro cuando usas tu magia? ¿No te parece raro, si quiera?

_ Ni me había fijado. _ Reconoció Sora.

_ Sora, lo que estás haciendo es peligroso.

_ Sora sabe lo que se hace. _ Respondió Emily, muy segura.

_ Cree que sabe lo que se hace. _ Bufó Morgan. _ Escucha, ese libro te hace creer que puede ser la dueña del mundo, que puedes controlar y someter a todo el mundo. Que eso te hará feliz. Pero es todo mentira.

_ Habla por ti. _ Sora se cruzó de brazos. _ Que tú fueras incapaz de doblegar a todos, no significa que yo no pueda hacerlo.

_ No podrás, nadie puede. _ Suspiró Morgan. _ La próxima vez que me veas no será una advertencia.

_ ¿Me estás amenazando? _ Sora crujió los nudillos.

_ Quizá. _ Respondió Morgan, girándose para marcharse. _ Ten cuidado, Sora.

A Sora aquello no le hizo ninguna gracia. ¿Quién se creía que era Morgan para decirle lo que podía o no podía hacer? Cuando llegó a casa estuvo ojeando el libro, visiblemente enfurruñada.

_ Quiero demostrarle que se equivoca. _ Bufó, enfadada. _ Yo sí que puedo dominar a todo el mundo.

_ ¿Y cómo vas a hacerlo? _ Suspiró Emily.

_ Podemos hacer otro anuncio.

_ Eso no funcionaría, Sora. Hay gente que resiste el condicionamiento. No conseguirías hechizar a todos, y se organizaría un gran revuelo. La gente puede pasar tu anuncio para vender coches y sus consecuencias como una moda, pero no si hechizas a la gente para que se conviertan en tus siervos.

_ Supongo que tendría que ser más sutil… y encontrar una forma de que no se resistan. En el libro pone que los fogonazos de luz intenso pueden volver a la gente más fácil de hipnotizar. Pero tampoco vamos a emitir un anuncio que genere epilepsia.

_ Necesitamos algo que poder colocar en distintos lugares, que emita fogonazos a la gente y que les condicione.

_ Y a ser posible que sea privado, para que estén solos, tres personas juntas como máximo. _ Suspiró Sora. _ Se te ocurre algo.

_ Claro, es obvio. _ Dijo Emily, encogiéndose de hombros.

_ ¿Te estás quedando conmigo? _ Sora alzó una ceja. _ Porque no tiene gracia.

_ No. Es muy fácil.

_ ¿Qué hay que cumpla todos nuestros requisitos, Emily? _ Preguntó, poniendo los ojos en blanco.

_ Pues un fotomatón, amor mío.

_ Joder, Emily eres un puto genio…