Sora Yagami, Emperatriz de la Hechicería 7
Sora decide que va a tomar un rol activo como líder de la empresa y usar sus nuevos poderes para maximizar los beneficios sin pararse a pensar en que esto podría atraer a su cerco a personas que no desean.
La junta de accionistas estaba compuesta por personas que tenían la misma expresión. La mirada perdida, la expresión neutra, el extraño brillo ausente en los ojos que no parpadeaban, todas las miradas fijas en el centro de la mesa.
Sobre ella, se encontraba Emily, que gritaba como una cerda mientras Sora la sodomizaba. Ely y Lily se encontraban muy ocupadas, ayudando a los inversores a desnudarse. Ely se relamió al mirar las pollas duras de los inversores masculinos. Lily parecía distraída, como si estuviera repasando informes en lugar de quitarle un sujetador a otra mujer.
Tras correrse violetamente dentro de Emily, Sora se bajó de la mesa y los miró. Le dio un azote en el culo. Se echó a reír, sintiéndose poderosa.
_ Muy bien, Emily, ocúpate de los hombres, tienes todas esas pollas para ti. _ Emily sonrió.
_ Será un placer, mi reina.
Era otro de los muchos cambios que habían sucedido a Emily. Ya no le importaba el sexo de la persona a la que le ordenasen follarse, si se lo ordenaba Sora, se ponía como una moto y se empezó a comer las pollas como una obsesa.
Una en su coño, otra en su culo y se iba turnando las otras entre su boca y sus manos. Sora se acercó a las inversoras y las miró una por una. No estaban mal.
_ Bien, vosotras vais a turnaros con mi polla. Miradla bien, porque es la mejor polla del mundo. _ Sonrió. _ Y a partir de ahora, no podréis dejar de pensar en ella.
Se sentó en una silla y extendió las piernas, viendo como aquellas mujeres se abalanzaban, peleándose por su polla. Sonrió, mirándolas hasta que finalmente una la alcanzó y empezó una mamada. Sonrió mirando a Lily, que era la única que seguía vestida, pues Ely se encontraba tirada en el suelo, metiéndose furiosamente en el coño un rotulador permanente.
_ Sí, en cuanto a los balances… _ Iba indicando.
_ Vais a obedecer a Lily en todo. _ Les dijo. _ A partir de hoy vuestra principal tarea va a ser hacer que mi empresa prospere.
_ Si mi ama… _ Dijeron todos los inversores a la vez.
Sora sacó la polla de la boca en la que estaba metida y se corrió en el suelo sólo para ver cómo las inversoras se peleaban por su semilla. Ver a una alta directiva de Mcdonalds y a la CEO de una gran empresa automovilística arrastrarse por el suelo para comerse su semen era una de esas cosas que no tenía precio.
Pero la más lista fue Elizabeth, que se aproximó sin sacarse el rotulador permanente del coño y le lamió la polla para dejársela bien limpia. Sora sonrió y le acarició el pelo. Echó un vistazo a Emily, que estaba tirada en el suelo, cubierta del semen de todos aquellos inversores, agotada y respirando con dificultad, pero sacando fuerzas para extender la mano hacia una polla que ya sólo estaba semierecta para seguirla chupando.
Sora no podía evitar estar terriblemente orgullosa de cómo había educado a su “novia”. Decididamente era su puta favorita. Sora tosió y la miró a los ojos.
_ Cielo, ya puedes parar.
_ Sí, mi reina. _ Susurró, soltando una polla que ya estaba completamente flácida.
_ Chicas. _ Miró a las inversoras. _ Limpiad a Emily.
_ Sí, Sora. _ Dijeron todas al únisono.
Emily tuvo a todo un ejército de mujeres chupándole el cuerpo para dejarla bien limpia y para vaciar su coño y su culo del semen que se había estado acumulando. Gruñía como una bestia al sentir una de sus fantasías cumplidas.
Lily desistió. Llevaba un buen rato intentando explicar el balance trimestral y no conseguía que le prestasen atención. Cuando Sora se le acercó y le acarició lentamente el cuello sintió un estremecimiento.
_ ¿Qué te pasa, Lily?
_ Me pasa que he preparado un informe muy detallado y nadie me hace caso porque todos estáis follando. _ Dijo, visiblemente hastiada. _ Sé que es tu empresa, pero yo también quiero que prospere.
_ Tranquila… yo ya tengo un plan, Emily. _ Sonrió. _ Vamos a rodar un anuncio. Y te prometo que después de eso vamos a despegar en ventas. Nadie va a querer comprarse un coche que no sea nuestro, verás.
_ ¿Y qué hay del horario de emisión? ¿En qué cadena? No es tan simple como…
_ Lily… estás muy tensa de nuevo… dime la verdad… ¿Te gustaría aliviar tensiones?
_ Eh… sí. _ Susurró. No podía mentir a Sora, era incapaz, lo había intentado.
_ Te has puesto un poco cachonda viéndonos follar a todos, ¿Me equivoco?
_ No… _ Sintió que se ruborizaba.
_ Bien, túmbate sobre la mesa y bájate las bragas.
_ Sí, Jefa.
Mientras Sora follaba a Lily, que parecía formal incluso mientras la penetraban, comenzó a explicar a sus inversores la hoja de ruta del anuncio. Resultaba difícil saber si Lily gritaba que sí descontroladamente porque su idea le parecía buena o porque se estaba corriendo en aquel momento.
En cualquier caso, “sorprendemente”, las ideas de Sora eran aprobadas por unanimidad por la junta de accionistas y todos parecían particularmente emocionados con ellas. La propia Sora iba a ser la cara del anuncio y durante los días de rodaje, el centro de atención, incluso a pesar de que Emily, que iba a ser el eje de las fantasías masturbatorias de gran parte del equipo a partir de entonces, también salía en el anuncio.
Cuando Marianne vio el anuncio, no le pareció nada de especial. Parecía el clásico anuncio de coches que se basaba en mostrar el coche, y en aquel caso a dos chicas montadas en él, que tampoco parecían ser grandes actrices. Sin embargo, por algún extraño motivo no lo quitó hasta llegar al final. Era un primer plano de una de las chicas, Sora. Sora miró hacia la cámara y sus ojos se pusieron negros.
Al instante Marianne notó un extraño calor invadiendo su cuerpo. Instintivamente dejó las patatas que estaba pelando para el almuerzo, se apartó el delantal y se subió el vestido para meterse las manos en el coño. Mugió como una vaca cuando se corrió de inmediato. Después parpadeó varias veces, como si nada hubiera pasado, se arregló y volvió a pelar las patatas.
No hubo nada fuera de lo normal hasta aquella noche, durante la cena, cuando su marido le dijo que el coche estaba viejo y que tenían que cambiarlo. Era una proposición extraña, porque su coche tenía apenas tres años, funcionaba perfectamente y aunque de segunda mano, y por tanto sin letras que pagar, era muy funcional y práctico.
En circunstancias normales, Marianne le habría dicho que estaba loco, pero a su mente acudió la imagen de Sora, y su cerebro se desconectó un momento, notando cómo el primitivo instinto la llevaba a soltar el cuchillo y meterse la mano bajo las bragas. Marianne volvió a mugir como una vaca… ese gesto parecía muy suyo.
Quizá su marido, que siempre había encontrado aquel gesto muy excitante, habría dicho alguna cosa al respecto, porque sabía que el mugido indicaba placer sexual. Quizá encontrase inapropiado que su esposa se tocara en el la mesa. Pero haber dicho algo sería un poco hipócrita, porque él llevaba afilándose el rabo al menos cinco minutos inconscientemente.
_ Sí… tenemos… que renovar… el coche… _ Dijo Marianne, entre mugidos. _ Pero… tiene que ser de… industrias Suzuki.
_ Sí… son garantía de calidad. _ Susurró su marido, corriéndose en la mano.
Aquella noche, Marianne y su marido follaron como si la vida les fuese en ello. Ni tan siquiera en su noche de bodas, la noche más prolífica que habían tenido en todo su matrimonio, recordaba la mujer haber tenido tanto sexo y haberse corrido tanto. Despertó al día siguiente con la garganta dolorida de tanto mugir, pero feliz como una perdiz por el chute de endorfinas y decidida a comprar el coche como habían acordado el día anterior.
Pero Marianne no era la única. Sora había sido muy concreto con su anuncio. Absolutamente todo aquel que hubiera visto el anuncio y que estuviera pensando en cambiar de coche o tuviera holgura económica para mantener otro, estaba esperando a la entrada de sus concesionario. Y todos tenían la misma mirada de felicidad que sólo dar haber pasado la noche follando.
Sora tampoco sentía que hubiera sido cruel. Para las personas ajenas a esa situación, gente sin recursos que no pudiera permitirse comprar un coche, el anuncio había sido tan sólo extrañamente excitante.
Marianne y su marido eran muchos en una larga cola. Sora les vio a través de las cámaras. Se fijó en el cuerpo de Marianne. La mujer estaba entrada en años… de constitución fuerte. Gordita, por qué no decirlo. Era morena, con el pelo rizado, pero lo que más le llamó la atención a Sora fueron sus ojos verdes. No tenían el extraño brillo sobrenatural que tenían los ojos malva de Emily… pero no habían sido producto de la magia, así que tenían un plus.
Además, no tenía a ninguna gordita en su colección, se dijo. Por otro lado, le daba morbo follarse a un ama de casa mientras su marido miraba. Sí, lo había hecho con Sakura, pero era su hermana. Con desconocidos tendría un sabor diferente. Salió de su despacho y miró instintivamente a ambos lados.
Ely seguía en su despacho, ocupándose de sus informes. Pero al otro lado, frente a su secretaria, estaba Emily. A efectos prácticos se suponía que era la subsecretaria, pero no es que cogiera muchas llamadas ni que hiciera gran cosa. Que Sora supiera, se pasaba el día viendo porno y retocándose el maquillaje. Por otro lado… estaba allí para hacer bonito. Y no es que Emily fuera tonta, aunque pareciera una bimbo. Pero no tenía ni puñetera idea de las funciones de secretariado.
_ Elizabeth. _ La mujer dejó de teclear de inmediato.
_ ¿Qué puedo hacer por usted, jefa? ¿Quiere un café, un tentempié, una mamada?
La palabra “mamada”, fue la que pareció despertar a Emily, que instintivamente reaccionaba a aquellas palabras. Dejó de revisar el tono de sus uñas y miró a su reina, que sonreía.
_ No, nada de eso, Ely. Es sólo que voy a salir. Lily está al cargo hasta que yo vuelva. _ Miró a Emily, que se estaba mordiendo el labio. _ Cielo, ¿Te apetece follar a un viejo verde?
_ Me apetece follar a todo el que tú me pidas, mi reina. _ Sonrió, feliz y cachonda a partes iguales. Sora se carcajeó.
_ Bien, pues nos vamos. Elizabeth, pórtate bien. No le chupes la polla a nadie que no quiera que se la chupes.
_ Sí, Jefa. _ Elizabeth volvió a teclear, para indicarle la situación a Lily por el chat corporativo.
Mientras Sora bajaba por el ascensor no dejaba de pensar en que era la mujer más feliz del mundo. Por desgracia, no se había dado cuenta de que su anuncio podía ser visto por gente que ella no estaba planeando.
Morgan Stone vivía una vida bastante apacible desde que había abandonado el libro. Le iba bien en la facultad, era carismática y querida. Y en especial era maravilloso llegar a casa y encontrarse a la mitad del antiguo equipo de animadoras deseando amarla. Pero ya no era sólo una cuestión de sexo.
Por supuesto el sexo era genial, en especial en grupo… y en especial con Jenny. A veces hacían torneos para ver quién le chupaba la polla mejor. Pero era más que eso. Cuando tenía el libro podía tener todo el sexo que quería… pero no la llenaba como aquella relación porque… se querían. Aquellas chicas la querían a ella, y Morgan las amaba.
Disfrutaba de acurrucarse bajo los brazos de Jessie y que la morena la acunase, o de las historias de infancia de Martha y Jenny, entonces Jonathan. Le encantaba pasar la tarde jugando a las cartas con Teresa aunque la gitana siempre le ganaba.
En definitiva… Morgan era feliz con lo que tenía. No tenía mayores pretensiones que continuar con una vida tranquila y feliz, sabiendo que sus madres la querían, que sus novias la querían, que tenía a su prima para apoyarla y que estaba teniendo éxito.
Por eso Morgan notaba con facilidad cuando algo iba mal. Y cuando entró en casa y vio a Jessica delante de la tele, mastubándose con la mirada perdida, estuvo segura de que algo iba mal. No es que Jessica no se masturbara habitualmente delante de la tele. Pero siempre se desnudaba antes y ponía una toalla. Además, si la pillaba siempre hacía algún chascarrillo al respecto. Lo que nunca hacía era quedarse en el mismo lugar, con una mirada que claramente indicaba hipnosis, mientras se hundía los dedos en el coño al mismo ritmo.
Morgan había hipnotizado a Jessica antes. Sabía cuáles eran sus reacciones al estarlo. ¿Quién la había hipnotizado? Dedujo que tenía que ver con la televisión, porque no estaba viendo porno, si no un anuncio… en bucle.
_ ¿Jess?
La morena la miró, pestañeando rápidamente. Tenía una sonrisa exagerada que Morgan ya había visto antes. Instintivamente se llevó los dedos a los labios y chupó los flujos que habían manado de su coño.
_ Morgan… tenemos que comprar un coche…