Sora Yagami, Emperatriz de la hechicería 6
Sora quiebra la inocencia de su sobrina y después decide dejar de hacer el vago y comenzar a dirigir la empresa de la que tanto le ha costado apropiarse.
Tiffany estaba tumbada en la cama, respirando aceleradamente. Para ella no había el menor ápice de duda. Su tía era la amante perfecta para perder la virginidad. Y, sin embargo, no podía evitar sentir algo de miedo y mariposas en el estómago al verla quitarle la ropa lentamente. Se estremeció cuando le acarició el pecho.
_ Tiff… ¿Por qué estoy tan convencida de que aún no te has dado cuenta de lo guapa que eres? _ Le pellizcó un pezón y Tiff dejó escapar un pequeño grito.
_ Yo… nunca me había parado a pensarlo… _ Susurró, entre pequeños gemidos.
Sora le había dejado las braguitas puestas y le estaba tocando el coño con la mano bajo estas por el mero morbo de hacerlo así. Tiffany se estremecía. Sus tocamientos infantiles estaban muy lejos de darle la experiencia que le estaba dando su tía… más aún cuando podía ver la polla dura de su tía, que parecía latir esperando por ella.
Sora elevó la cabeza y la besó en los labios. Tiffany apenas se había besado un par de veces con algunos chicos y ninguno se podía comparar con Sora. Se descubrió a sí misma aferrándola mientras continuaba con aquel beso que había provocado que los dedos de Sora se encharcaran.
_ Pues eres muy guapa, Tiff. Tengo mucha suerte de ser yo quien te desvirgue… _ Tiffany se mordió el labio. _ Estás nerviosa, verdad. ¿Te preocupa que sea yo?
_ No… no… Sí que quiero que seas tú. _ Sora sonrió, complacida por lo bien que había funcionado la hipnosis. _ Pero me preocupa que me duela.
_ No temas, cariño. _ Le besó la frente. _ ¿Crees que yo te haría daño?
Tiff dejó escapar una risita.
_ No, claro que no, tú siempre has sido la mejor tía del mundo.
Por un segundo, mientras le quitaba las bragas a su sobrina, Sora llegó a sentirse culpable. Era cierto que para Tiff siempre había sido su tía favorita, que ella nunca había dudado de su cambio de género. Que era la única que desde que lo había hecho no la había tratado como un hombre ni una sola vez. Sus palabras eran sinceras, y también lo era su amor. Pero rápidamente apartó esos pensamientos de su cabeza.
Ella cuidaría de Tiff, y se aseguraría de que fuera feliz. Le dio un beso a su clítoris, que la hizo estremecerse, y finalmente empezó a penetrarla lentamente. Sora se tomó toda la calma del mundo. A diferencia de sus habituales incursiones, que eran salvajes y desmedidas, Sora estaba tratando a su sobrina con mucha delicadeza.
Tiffany estaba gimiendo lenta pero constantemente a medida que la invasión de Sora continuaba penetrando sus entrañas. Sora tardó poco tiempo en abandonar las linduras. En cuando su sobrina pareció acomodarse comenzó a embestirla como el animal furibundo que era. Sora no sabía ser delicada, aunque lo había intentado varias veces.
Acabó gritando con fuerza, mientras la bombeaba con todas sus fuerzas. Tiffany se dejó caer sobre la cama, gimiendo descontrolada, enamorada de esas sensaciones que estaba experimentando por primera vez. Su tía la dejó allí tirada, pensando que estrenaría su culo más adelante.
Cuando salió fuera, se encontró con las estampa esperable. Su hermana y su sierva follando salvajemente sobre el sofá, mientras Lee se masturbaba mirándolas, intentando hacer el menor ruido posible. Bajo sus pies había un charco de semen que indicaba que ya lo había hecho varias veces.
_ Suficiente, Emily y yo tenemos que irnos. _ Dijo, alzando una ceja.
La morena se soltó de inmediato, aunque Sakura pretendió retenerla un poco más. Cuando finalmente se apartaron, Sora se acercó a su hermana y le puso la mano en el pecho, susurrando las palabras que recordaba del libro. Las tetas de Sakura se inflaron como globos. No las hizo excesivamente grandes, pero decididamente era un cambio apreciable y eran grandes para su estatura y suficiente para que no le cupiera bien la ropa que llevaba antes. Lee volvió a correrse, y esta vez no pudo ahogar un gemido.
_ Gracias, hermanita… eres la mejor.
_ Disfrútalas.
_ Óscar las disfrutará, tenlo por seguro.
_ Bien, Emily, hemos terminado, vámonos.
_ Sí, mi reina. _ La morena se incorporó, y empezó a vestirse rápidamente, cuando habían dejado el piso, se atrevió a hablar. _ Majestad… me estaba preguntando… ¿No queréis modificar mi cuerpo también?
_ Pero Emily… tienes unas tetas muy grandes… y un culo de infarto ya. _ Sora se rio.
_ Lo sé, mi reina… pero mi única razón en la vida es complacerte. Quiero ser la mejor puta para ti, la que te dé más placer… quiero ser perfecta.
_ ¿No te importa ser un fetiche andante?
_ ¿Importarme? Nada me haría más feliz que saber que soy la que más dura te la pone, Sora. Es la única razón de mi existencia.
Sora sonrió, sus ojos estaban negros una vez más. La razón hacía tiempo que se había ido y la lujuria domaba ya sus pensamientos. Estaba embriagada de poder, y no veía razón alguna para negarse cada oscuro y enfermo capricho que tenía.
Lily era la segunda al mando de industrias Suzuki. En los últimos días ni Lee ni Sakura habían aparecido, lo que había llevado a que estuviera al mando por defecto. No es que le disgustase la posición de poder, pero no dejaba de encontrar estresante que hubieran desaparecido sin avisar, en especial de cara a los inversores.
Lily era una mujer madura, pasados los cuarenta. Era pelirroja, se conservaba muy bien… tenía un pecho generoso. Había basado su vida en su carrera empresarial, y si bien en esos campos siempre había destacado, se sentía atrapada en su puesto, incapaz de ascender más, soltera y sin hijos. Sí que podía conseguir acostarse con alguien cuando quisiera, pero no entablar una relación.
Lo último que había sabido con respecto a sus jefes, de la madre de Sakura era que, al parecer, Sora, el hermano… o la hermana mayor de Sakura, iba a estar al cargo. Pero tampoco Sora había llegado a presentarse aquellos días.
Fue cuando la vio por las cámaras de seguridad cuando se serenó un poco… antes de ver a la mujer que la acompañaba y ponerse mala.
Emily siempre había sido llamativa, siempre había destacado… pero en aquel momento… era imposible no mirarla y que, probablemente, causara erecciones allí por dónde pasara. El traje de ejecutiva que llevaba no ocultaba en absoluto su esplendor. Su cabello se había vuelto rubio platino, y su piel tostada, casi negra. Tenía unos vivos ojos de color malva e iba sobre unos enormes tacones con plataforma.
Resultaba impensable que mantuviera el equilibrio y la gracia que llevaba sobre ellos, teniendo en cuenta que sus tetas habían crecido hasta el tamaño de dos grandes sandías y que cada una de sus nalgas era más grande que su cabeza. En su exuberantemente maquillado rostro, sobre sus labios rojos, un chupa chups completaba una imagen tan jodidamente excitante que el recepcionista había estado a punto de cascársela sin pensar hasta que Sora tosió para indicar su presencia.
Emily la había tapado por completo. Con su nuevo cuerpo era mucho más gruesa que la delgada Sora y, además, con aquellos enormes tacones, era más alta que ella.
_ Oh, Señorita Suzuki, por fin está aquí. _ Reaccionó, tratando de recuperar la compostura.
_ Sí. Quiero las llaves de mi despacho y mis credenciales. _ Dijo, autoritaria.
Unos minutos después, Sora y Emily subían por el ascensor corporativo, directas a la planta más alta.
_ Supongo que lo has conseguido, Emily… eres la cosa más deseable del mundo.
_ ¿Viste la cara del recepcionista? _ Emily jugó con el chupa chups. _ Seguro que la tenía durísima… casi no conseguía hablar.
_ Seguro que esta noche se toca pensando en ti. _ Se acercó y le susurró al oído. _ ¿Y sabes qué? Yo también la tengo dura. ¿Quieres chupármela cuando lleguemos al despacho?
_ Sí… _ Susurró Emily, con la voz ronca por la excitación.
Cuando salió por la puerta pudo ver frente a ella la entrada de su despacho y, a su derecha, a una mesa en la que una mujer, la secretaria de Sakura y, probablemente en adelante la suya, estaba revisando unos documentos.
_ Oh, supongo que usted es Sora. Soy Elizabeth. De ahora en adelante seré su secretaria.
Estaba claro que Elizabeth tenía experiencia. Debía estar rozando los cincuenta, pero se mantenía bien salvo por algunas arrugas. Y a Sora siempre le habían gustado las maduritas. Sonrió, una sonrisa lasciva que asustó un poco a Elizabeth.
Lily estaba subiendo por el ascensor. Estaba de los nervios. Quería hablar con Sora. Tenía que ponerla al día con respecto a lo que había estado pasando en los últimos días. Pero al llegar al despacho, se quedó congelada.
Emily apoyada sobre la mesa de cristal templado, apretando sus cómicamente grandes tetas contra él mientras Sora le daba por el culo con intensidad. La sala estaba completamente insonorizada, así que no había sido capaz de oír nada hasta que entró… y eso incluía los gemidos propios de película porno que estaba emitiendo la rubia.
Y sin embargo, lo que más llamaba la atención a Lily, y la principal razón por la que se quedó congelada fue por ver a Elizabeth abrazando a Sora, chupándole los pezones como si fuera una infante. Elizabeth era una mujer felizmente casada, madre de dos hijos y había manifestado una y mil veces que ella, bajo ningún concepto, se planteaba una relación con una mujer como algo posible o deseable.
_ Ah, por fin has llegado, Lily. _ Masculló Sora, que acariciaba con una mano la cabeza de Ely, mientras con la otra había hecho una cola de caballo con el pelo de Emily para penetrarla mejor. _ Siéntate.
_ Sora… ¿Puedes explicarme qué mierda es esta? _ Le espetó Lily, visiblemente enfadada. _ Tendría que estar llamando a seguridad ahora mismo. Estás violando a una empleada.
_ Lily… soy tu Jefa. _ Los ojos de Sora se tiñeron de negro. _ Así que vas a obedecer y te vas a sentar y a ignorar lo que está pasando.
Lily pestañeó repentinamente un par de veces. Su rostro se relajó y se sentó en la silla frente a Sora, con expresión tensa, pero por lo anterior, no por lo que había visto.
_ La rubia… ¿Puede gritar un poco menos? No me gusta alzar la voz. _ Dijo, con total tranquilidad.
_ Emily, ya la has oído, cierra la boca, que estamos intentando trabajar.
_ Sí… mi… reina. _ Gruñó, notando las violentas penetraciones de Sora.
_ No te preocupes, no tardará en correrse, cambiaremos de postura y será más cómodo. _ Atajó Sora.
_ Bien, lo agradezco. _ Dijo Lily. _ Verás, quería hablarte de la reunión de esta tarde con los inversores.
Lily tenía problemas para creer que Sora le prestaba atención. Ella quería hacerle ver la importancia de la reunión con los inversores, pero mientras tanto, Sora había hecho que Emily se corriera tres veces y estaba desvirgando el culo de Elizabeth, que jamás se había atrevido a hacer eso con su marido.
_ Y por eso es importante que esta tarde demos buena impresión si queremos que la empresa de buena imagen.
_ Sí, lo entiendo. _ Dijo Sora, sentándose en la silla. _ Lily, ¿Cuánto llevas sin follar?
_ ¿Disculpe? Creo que eso es una pregunta personal. _ Los ojos de Sora se tiñeron de negro.
_ No hay preguntas demasiado personales. Responderás a cualquier pregunta que te haga y acatarás cada orden que te dé sin cuestionarla. ¿Has entendido?
Esta vez la mirada de Lily sí que se perdió un par de segundos.
_ Entendido, jefa. _ Respondió, con voz monótona.
_ Bien, ¿Cuánto tiempo llevas sin follar?
_ Tres meses. He estado ocupada y estaba buscando dejar las relaciones casuales, quiero un noviazgo.
_ Deduzco que estás muy tensa por ello.
_ Sí, jefa.
_ Bien, solucionémoslo. Emily, cómele el coño. Elizabeth, ocúpate de mi polla.
Elizabeth no se la solía chupar a su marido, pero en los muchos años que llevaban casados sí que había adquirido bastante experiencia, suficiente para complacer a Sora. Lily se sintió un poco intimidada cuando Emily le bajó las bragas. Aquella diosa tenía una lengua inusitadamente larga y cuando se la metió en el coño, empezó a gemir al instante.
La lengua de Emily efectivamente se había vuelto mucho más larga. Así podía chupar pollas y coños mucho mejor. Fue tal la impresión que Lily se corrió en el mismo instante en que se la metió, pero Emily no se detuvo, obligándola a encadenar orgasmos. Sora disfrutaba de la imagen mientras tomaba la cabeza de Elizabeth para marcarle el ritmo.
_ No te preocupes por los inversores. _ Sora dejó escapar un largo gemido. _ Ya tengo un plan para quedar bien con ellos…