Sora Yagami, Emperatriz de la Hechicería 2
Sora empieza a usar sus poderes para algo más que para obtener placer. Se da cuenta de que finalmente tiene la herramienta que la hará conseguir sus objetivos en la vida... Y Sora no es la clase de persona con una moral firme que le impida hacer esas cosas.
Emily estaba muy ocupada preparando la cena. Era una comida de tres platos, con varios postres. En la llamada que Sora le había hecho, le había dicho que debía actuar como su novia. Ella, que no era más que su fulana chupapollas. Era todo un orgullo, así que se empleó a fondo para preparar la mejor comida y para vestirse apropiadamente.
Cuando Sora llegó a casa, acompañada de una mujer mayor, ninguna de las dos parecía particularmente contenta con la situación. Emily, en cambio, tenía una gran sonrisa para su querida Sora.
_ Cariño… _ La saludó, estrechándola entre los brazos. _ Te he echado tanto de menos.
_ Mamá. _ La presentó Sora. _ Esta es Emily. ¿Ves? Te dije que tenía novia, que no te mentía. Emily, esta es mi madre.
Lo cierto es que el parecido familiar era innegable. La madre de Sora, sin embargo, no le pareció tan guapa como su hija. Emily era absolutamente incapaz de ver un solo defecto en Sora, pero en aquella mujer sí los veía, de hecho, era incapaz de dejar de verlos.
_ Encantada, señora Yagami. Pase… he preparado la cena para las tres.
Aquella mujer la miraba con desprecio. En su antigua vida, Emily jamás habría permitido que nadie la mirase así. Pero se serenó, sirviendo la comida y sentándose junto a Sora, mostrándose cariñosa con ella en todo momento.
_ Creo que ya cumplo sobradamente con las aspiraciones que padre puso para mí. ¿No crees?
Habían estado en completo silencio durante toda la cena, hasta que Sora interrumpió con aquellas palabras. La madre de Sora la miró como si tratase de apuñalarla con la vista.
_ Lo que tú padre quería era que su hijo primer varón se casara con una muchacha respetable, a ser posible, japonesa. _ Mantuvo la mirada fría. _ Tú ya no eres su primer varón… y esa fulana tiene de respetable lo que yo de jovencita.
_ ¡Eh! ¡Yo no soy ninguna fulana! _ Exclamó Emily.
Era mentira… ella sí que era una fulana, la fulana de Sora. Pero se mantuvo en su papel de novia indignada.
_ Silencio. _ Le espetó la mujer. _ Si me has traído aquí buscando que recapacite sobre tu herencia, estás equivocada. Tu hermana heredará la empresa familiar. Ella sí que ha sabido ser una muchacha responsable, se ha casado y ha formado una familia.
_ Osea que prefieres que su marido gestione nuestros negocios a que lo haga yo. Sakura no sabe llevar un negocio. No como papá, no como yo. _ Sora apretó el tenedor con fuerza.
_ Habrías sido un magnífico líder para la empresa… si no fueras un desviado, Sora.
_ Bien… esperaba, sinceramente… poder hacer esto por las buenas… de verdad, pero no me has dejado opción…
Los ojos de Sora se tiñeron de negro. Algo maligno acababa de adueñarse de ellos mientras le clavaba la mirada a su madre. La señora Yagami se quedó completamente quieta por unos instantes, finalmente su expresión se volvió neutra, como la de una muñeca rota. Sora la miró con desprecio.
_ Ahora vas a entender que yo soy la única digna heredera de la empresa de papá, y no volverás a llamarme desviada o a acusarme de ser indigna. Además, dejarás de tratarme en masculino, como sueles hacer. Su tu hija mayor, y vas a aprender a aceptarlo. Ahora, márchate.
Sora la observó salir por la puerta, visiblemente confundida, al tiempo que sus propios ojos recuperaban su habitual tono avellana. Emitió un suspiro de decepción y se acercó al sofá.
_ De verdad, esperaba que aceptase esto por propia voluntad… he sido una ingenua.
Emily se sentó a su lado e instintivamente comenzó a besarle el cuello. Sora se estremeció y la miró a los ojos.
_ ¿Qué haces?
_ Trato de consolarte, mi reina. _ La miró a los ojos.
_ No deberías tener que hacerlo… He conseguido lo que quería… _ Recorrió la espalda de la morena con los dedos, provocando que se estremeciera.
_ Sí… _ Gimió Emily. _ ¿No es eso lo importante? Puedes conseguir que cualquiera haga lo que tú quieras… ¿Qué más da los métodos?
_ Supongo que tienes razón… Me consuelas muy bien para ser una puta.
_ Me pediste que actuara como tu novia. _ La miró a los ojos. _ Yo seré lo que tú quieras que sea, Sora… tu amante… tu juguete… tu puta… tu esclava… tu sirvienta. Tu ordena… y yo obedeceré. Porque cada instante en el que te sirvo me llena de una felicidad que nunca antes había experimentado.
Sora la miró a los ojos, notando la repentina e inevitable dureza de su polla. La mezcla de amor, sumisión y admiración en aquel rostro la llenó de lujuria y felicidad a partes iguales. Tomó a la morena del rostro y empezó a besarle el cuello. Emily le frotó la polla con la mano, buscando su dureza.
_ ¿Quieres que te la chupe? _ Le preguntó, con una sonrisa pícara.
_ Me encanta cómo lo dices… _ Le acarició la barbilla.
_ ¿El qué? Chupar… mamar… follar… Sólo son palabras.
_ Y suenan muy bien… Quiero que me calientes un poco… Desnúdate para mí… sin prisas.
_ Sí, mi reina. _ Emily sonrió, lujuriosa.
Sora la observó mientras se contoneaba, luciendo su redondo y relleno culo delante de ella, frotándolo contra su pelvis mientras se iba quitando las tiras de su vestido, mordiéndose el labio de forma sugerente. A Sora la polla se le puso durísima cuando noto que finalmente la piel desnuda de la muchacha rozaba su pantalón.
_ Me estás mojando el pantalón. _ Susurró Sora, mirándola con reproche.
_ Mi reina… lo lamento, pero es inevitable… os veo sentada, observándome, y no puedo evitar mojarme como lo hago.
_ ¿Tan cachonda te pongo? _ Le preguntó, cogiéndose el paquete de forma vulgar.
_ ¿Bromeas? Estoy cachonda sólo pensando en ti… imagínate cuando estás conmigo. _ Se llevó un dedo a los labios.
_ No parecías tan excitada cuando me rechazaste… _ Sora la miró alzando una ceja.
_ Era estúpida. _ Se arrodilló ante ella.
_ Eras una gilipollas egoísta y creída.
_ Lo era, mi reina.
_ Quiero oírtelo decir. _ Sora se quitó los pantalones, mostrando su enorme y dura polla atrapada en la ropa interior. Emily la miró con deseo.
_ Era una gilipollas. _ Sonreía. _ Una creía… que se creía que no eras digna de mí. Tenía que ser una imbécil para pensar que tú estabas por debajo de mí.
_ ¿Y qué eres ahora?
_ Tu sierva… tu esclava… tu puta… _ Repitió, frotándose inconscientemente el coño mientras hablaba, babeando.
_ ¿Y por qué lo eres?
_ Por que eres la mujer más sexy del mundo. _ Respondió, como si fuera obvio. _ Y tienes la mejor polla del mundo.
_ Ah… creía que no te gustaban las pollas.
_ La tuya sí… la tuya me encanta… _ Se relamió.
_ ¿Me la quieres chupar?
Emily la miró con genuina desesperación cuando Sora se la sacó y la movió delante de su rostro. Emily babeaba, se pasaba la lengua por los labios obsesivamente, pero no se movió, ni siquiera cuando Sora le golpeó la mejilla con ella.
_ Ah… eres una zorrita.
_ Sí… lo soy… por favor, deja que te la chupe. _ Rogó.
_ No, creo que no. _ Dijo, dándole la espalda.
_ ¡No, por favor! _ Le gritó, dejándose caer al suelo. _ Deja que te la chupe…
Sora sonrió y volvió a acercarse, cogiendo la polla con la mano.
_ Está bien, está bien… si me lo pides tanto… Abre la boquita…
Emily abrió la boca y Sora le metió la polla hasta la campanilla de una sola estocada. Emily se corrió en el acto, poniendo los ojos en blanco. Pero Sora no se detuvo, y le siguió penetrando la boca, cogiéndola violentamente por el pelo, formando una cola de caballo.
Sora no le dedicó demasiadas ceremonias. Disfrutaba de su expresión enloquecida, de cómo bizqueaba de placer mientras se derramaba una y otra vez sin siquiera ser tocada. En el último momento, Sora se la sacó y se corrió violentamente sobre su cara y sus pechos. Emily cayó al suelo, recogiendo su semilla con los dedos y llevándosela a los labios.
_ Gracias por tan precioso regalo, mi reina… _ Susurró, saboreando su semilla de la forma más seductora posible, recreándose en lamerse los dedos.
Se deslizó por el suelo y se acurrucó en el sofá junto a Sora, que le pasó la mano por la espalda y le apretó una nalga. Ante su sonrisa, Sora la besó en los labios, y Emily respondió ansiosamente.
_ Sabes… creo que me gusta tu papel como mi novia. Podemos mantenerlo un poco más. _ Le susurró.
_ Lo que tú quieras, mi reina. Para mí es un honor. _ Le apartó el pelo del rostro. _ Quiero hacerte feliz… ¿No es eso lo más importante para una novia?
Unas horas después, Emily se encontraba sobre su reina, acariciando sus pechos mientras montaba sobre ella, empalándose con genuina felicidad. Se había corrido ya seis veces mientras besaba a Sora, que simplemente estaba disfrutando de sus manejos.
A Emily no le importaba que Sora no se moviera, que sólo la usara y disfrutara de ella. Sora era egoísta y no se preocupaba por ella. Por otro lado… el poder hipnótico de Sora había provocado que tuviera orgasmos a la mínima, y había experimentado más placer que con cualquier otro amante, por mucho que se entregase.
Ambas gemían mientras se aferraban la una a la otra. Sora le estuvo mordiendo las tetas un buen rato antes de que se quedara dormida a su lado. Ninguna de las dos había dormido tan bien en mucho tiempo.
Quizá por eso precisamente a Sora le molestó tanto que tocaran a su puerta a la mañana siguiente. Se puso el albornoz y, aún medio dormida, se dirigió hacia la puerta. Al abrirse, se topó directamente con su hermana.
Sakura era más baja que ella, de rasgos más finos y rostro normalmente dulce, casi infantil. No se notaba que fuera la mayor. De hecho, el enfado que estaba claro que traía, más que hacerla parecer amenazadora, la había parecer incluso más adorable. Podría haber pasado por una idol adolescente.
_ Sakura, son las seis de la mañana… _ Bostezó Sora. _ ¿Qué haces aquí?
_ Pues me gustaría que me explicaras por qué mi madre me ha desheredado y ha estipulado que toda la herencia a excepción de lo mínimo para no poder reclamar, lo vayas a heredar tú.
_ Bueno… ya sabes que es bastante tradicional, Sakura… Y yo nací como el único hijo varón de Papá… el heredero de la familia Yagami.
_ Ni tradicional ni mierdas, Sora. Papá y Mamá te odian desde que empezaste a ponerte vestido. ¿Qué diablos le has hecho a Mamá para que me diga que tú eres la única heredera viable?
_ Vino ayer a casa y hablamos. _ Se encogió de hombros. _ Pensé que te alegrarías, los negocios nunca han sido lo tuyo.
_ Sora, no tiene ni puta gracia. _ Le espetó.
Sakura emitió un chillido cuando los ojos de Sora se tiñeron de negro, pero no le dio tiempo a reaccionar antes de que su mirada se perdiera en el infinito.
_ Repite conmigo, Sakura. _ Comenzó Sora. _ Te estoy haciendo un favor.
_ Me estás haciendo un favor. _ Respondió, con voz monocorde.
_ Lo que tú quieres es ocuparte de tu familia, y no tener que preocupar tu pequeño cerebro con balances y trámites.
_ Quiero ocuparme de mi familia, no ocupar mi pequeño cerebro con trámites.
_ Dejarás que yo cuide de ti… porque en el fondo, necesitas que te dirija, que te proteja.
_ Necesito que me dirijas… que me cuides.
_ Pero no esperarás que haga todo eso gratis, ¿Verdad? Tú también debes hacer algo por mí, es lógico.
_ Debo hacer algo por ti… es lógico. _ Elevó la mirada, aunque sus pupilas seguían sin mirar a ningún lugar en particular. _ ¿Qué quieres que haga por ti?
_ Lo que harás… es dejar que te folle cuando y como quiera. Para ti será algo natural… sentirás que debes hacerlo, y disfrutarás. No lo considerarás infidelidad con tu marido… No habrá culpabilidad en tu corazón por ello.
Sora sonrió y acarició su rostro.
_ Será un secreto entre nosotros. _Se inclinó y la besó en los labios.
Sakura respondió por inercia, pero sin emoción alguna. Sora sonrió con cierta crueldad antes de acariciar la mejilla de su hermana.
_ Despierta, Sakura.
Sakura pestañeó rápidamente, recuperando la consciencia. Su expresión enfadada se había diluido y mostraba una gran sonrisa.
_ Disculpa, Sakura, estoy un poco cansada. ¿Qué me decías?
_ Que mamá te ha puesto a ti como heredera. _ Sonrió. _ Me alegro de que la hayas convencido… Ahora puedes cuidar de mí.
_ ¿Y para eso has venido a despertarme a las seis de la mañana?
_ Ahora que lo pienso ha sido un poco tonto, sí. _ Sakura bajó la mirada. _ Ya que estoy aquí… ¿Te apetece que echemos un polvo y así te compenso por hacerte madrugar?
Sora sonrió, sintiéndose la persona más poderosa del mundo.
_ Claro, pasa…