Sora Yagami, emperatriz de la hechicería 12
Sora se da de bruces con Morgan en mitad de sus planes. Ambas mujeres parecen tener muy claro que están enfrentadas y no van a llegar a un acuerdo.
Glup… glup… glup. El sonido repetitivo, y Natasha Harper había aprendido a que fuera relajante. Como si fuera ASMR. El sonido que escuchaba cuando mamaba una polla le resultaba maravilloso, como un hechizo. A veces se preguntaba cómo había podido vivir la vida antes de tener una amo y una reina. Tantas responsabilidades y tan pocos placeres.
Acudir cada mañana al despacho de su amo, el comisario, se había convertido en su parte favorita de día. Se podía de rodillas y se la chupaba… un proceso que a veces duraba más de una hora, porque el hombre tenía más de sesenta años y a veces incluso con lo cachondo que se ponía con ella, no bastaba. Pero Natasha lo hacía gustosa, porque amaba esa parte nueva de su trabajo.
A veces, y eran las veces favoritas de Natasha, el hombre chasqueaba los dedos y ella entraba en trance. Su voluntad se apagaba por completo y, como una muñeca obediente, cumplía las órdenes de Sam sin pensar. No es que pensara desobedecerlo, pero era… diferente. Y su cuerpo le daba mucho más placer. A veces le suplicaba a Sam que lo hiciera y él, siempre magnánimo y generoso, se lo concedía.
Aquella mañana, lo había hecho, y ella, con los ojos vacíos y una sonrisa boba, estaba cabalgando sobre él. De poder pensar, seguramente lo haría en lo feliz que era. Hubo un chasquido y despertó. Siempre lo hacía un poco confusa y tardaba un par de segundos en recordar dónde estaba. Aquello era extraño. Sam solía esperar a terminar la sesión antes de despertarla. Pero se adaptó rápido. Estaba a punto de continuar cuando Sam le entregó el teléfono.
_ Es para ti, parece importante. Desmonta. _ El hombre parecía serio, y eso la preocupó.
Natasha se desmontó, sacándose la polla del coño, recogiendo sus flujos con inercia con la mano izquierda y lamiéndose los dedos mientras sujetaba el teléfono. Sora se encontraba al otro lado de la línea.
_ Nat, necesito tu ayuda. _ Sonaba preocupada.
_ Sabes que haré cuanto esté en mi mano para complacerte, mi reina. Dime, ¿Qué puedo hacer por ti?
Para Nat sólo había una persona más importante, más sexy y más admirable que su amo. Y esa era su reina. Nat no dudaría en matar por Sora si se lo pedía, tumbaría cualquier muro moral que tuviera con tal de verla sonreír.
_ Verás… no encuentro a mi hermana ni a su hija. Su marido y su novio están solos en su casa… no saben donde han ido, no recuerdan cuándo salieron. Temo que alguien las haya secuestrado.
_ Entiendo. _ Susurró Nat. _ No temas Sora, el cuerpo entero va a ponerse a buscarlas ahora mismo. Las encontraremos, moveremos cielo y tierra para hacerlo.
Nat ni siquiera había llegado al rango de inspectora. Sin embargo, cuando se trataba de los encargos de Sora, toda la comisaría estar a sus órdenes. Controlar a toda la comisaría había sido extremadamente fácil, y una forma de asegurarse de que se tapasen todas las actividades ilegales de Sora.
_ Lo siento, Sam… me lo estaba pasando muy bien… pero hay trabajo que hacer, y es importante.
_ Sé que cuando se trata de Sora es prioritario. Dime qué ocurre y moveré mis hilos en las otras comisarías.
_ Gracias. _ Nat comenzó a recoger su uniforme del suelo para marcharse.
_ Una última cosa.
_ Dime.
_ ¿Puedes darte un azote antes de salir? Ya que voy a tener que quedarme aquí sólo… me gustaría quedarme con esa imagen.
_ ¿En serio? Toda la comisaría responde ante nosotros… dile a cualquier chiquilla que te la chupe.
_ No. A mí me gustas tú, Nat… así que, si no te importa.
Nat le dedicó una bella sonrisa que mostró sus dientes blancos, que tanto contrastaban con su piel color chocolate.
_ Cómo desees, amo. _ Se dio la vuelta y se dio un sonoro azote en el culo, que provocó que sus nalgas se movieran.
Acto seguido, se dirigió a la puerta aún desnuda, andando de forma que las curvas de su culo quedaran bien marcadas. Ya se vestiría después de concertar la reunión. Tampoco sería la única en andar desnuda por comisaría. Ya sabía que varios de los que habían estado en el calabozo la habían visto a ella y a otras agentes. Ojalá se hubieran tocado pensando en ella. Le encantaba ese pensamiento. Pero en aquel instante tenía que ser Natasha Harper, la agente estrella, no Nat, la puta de Sam y esclava de Sora. Y vaya que pensaba trabajar bien.
Sora había buscado por todas partes. Ni en casa, ni en los lugares habituales de Sakura o Tiffany había sido capaz de encontrarlas. Estaba tan desesperada que había encargado a Nat que las buscase, poniendo a toda la comisaría en marcha para hacerlo.
No habían pasado ni tres horas desde el último contacto, pero no se podía quitar las sospechas de que algo oscuro estaba pasando. Y sus sospechas se confirmaron cuando llegó a casa. Sentada sobre el sofá del salón estaba Morgan. Y arrodillada frente a ella, chupándole el coño como si la vida le fuese en ello, estaba Emily. Su novia, su amante, le estaba chupando el coño a aquella mujer. Le hirvió la sangre.
_ Vaya… perdona. Estabas tardando mucho en llegar y decidí ponerme cómoda. Espero que no te importe. A Emily no le importa, ¿Verdad, Emily?
_ Lo que tú desees, mi ama. _ Susurró, volviendo rápidamente a su tarea de complacer a Morgan. Ni siquiera se giró para mirar a Sora.
_ ¿Qué coño haces hija de puta? _ Sora apretó los puños.
_ ¿De verdad creías que iba a dejar que apartaras de mi lado a Jenny y a Martha sin hacer nada? Tú me has quitado a dos personas que amo… así que yo te he hecho lo mismo. _ Miró a Emily. _ Detente, es suficiente.
_ Sí, mi ama. _ Emily se apartó y se quedó allí, inerte, de rodillas frente al sofá, sin molestarse en limpiar el flujo de la cara, manteniendo una sonrisa extraña.
_ No sé lo que significa esta gente para ti. Pero yo amo desde el fondo de mi corazón a Martha y Jenny. Sin ellas no estoy completa. _ Le expresó Morgan. _ Para ti pueden ser sólo un coño y una polla que follar, pero para mí, son mi vida.
Plaf. Morgan acababa de pegarle una bofetada. Sora cayó al suelo. No esperaba que aquella muchacha de metro y medio fuera tan pero tan fuerte. La miró con desdén desde el suelo. Quizá de estar en sus cabales, Sora habría pensado que Morgan tenía razón. Le había quitado a dos personas que amaba.
Y no era la primera vez. Estaba rompiendo y deformando familias… y no le importaba. Sora quería más… más esclavas… más poder. Quería el mundo entero a sus pies… fantaseaba con poder pasear por la calle, señalar a una mujer y que ella le ofreciese su coño. Soñaba con follársela en plena calle y que la gente que se parase lo hiciera para venerarla o para masturbarse ante el glorioso espectáculo.
Así que no le importaba que fuera inmoral. No le importaba nada de lo que Morgan decía. Sólo que estaba en medio. Y la gente que estaba en medio sólo podía acabar de dos formas. Sometida… o muerta.
Sora emitió un silbido. Morgan no pudo reaccionar a tiempo. Grace y su madre se le echaron encima y la contuvieron. Aún siendo más fuerte de lo que parecía, su pequeño cuerpo no era rival para los de la criada y la chef combinados.
_ Sabes… vas a decirme dónde están mi hermana y mi sobrina… _ Gruñó Sora. _ Y vas a hacerlo antes de reconocerme como tu reina y chuparme la polla.
_ ¡Vete a la mierda, Sora! _ Le gritó Morgan. _ Aún no es tarde. Aún podrías arreglar todo esto.
_ No quiero. _ Respondió Sora. _ Lo que quiero es lo que tengo ahora. Y no voy a perderlo por ti. Te vas a someter.
_ No tienes poder para someterme. _ La avisó Morgan. _ Ni con todos tus trastos.
_ Bueno, eso ya lo veremos…
Habían pasado un par de horas. Morgan se encontraba sujeta a un dispositivo que la obligaba a mantenerse a cuatro patas. Se encontraba en un oscuro sótano. Sora la miró a los ojos.
_ Es el último intento para decirme lo que quiero saber, Morgan. ¿Dónde están Sakura y Tiffany?
_ ¿Has mirado en tu armario? _ Preguntó Morgan, con Sorna.
_ Está bien… cuando terminemos recuerda que yo traté de hacer esto por las buenas.
_ Jenny… _ La pelirroja se encontraba a la izquierda de Sora. _ Jenny, tienes que ayudarme.
_ Lo siento, Morgan. Sora es mi reina, debo obedecerla. _ Dijo, sin un ápice de duda.
Sora se acercó y le puso un arnés en la boca, que la obligaba a mantenerla abierta en una perfecta O. Morgan protestó, pero ya poco podía hablar. Sora se inclinó y le sobó las tetas desnudas, que temblaban cuando se movía. Sonrió, siniestramente, y le dio un azote en el culo antes de dirigirse a la salida.
_ Jenny, recuerda avisarme cuando hayáis terminado.
_ Sí, mi reina. _ Susurró Jenny.
La pelirroja se aferró la polla, que estaba dura, se acercó a Morgan y se la metió directamente hasta la campanilla, sujetándole la cabeza sobre las gafas. Empezó a follarle la boca sin el menor respeto. Sora salió fuera y se encontró con todo un ejército. Toda la plantilla de Yagami Industries había formado una cola. Todos ellos estaban desnudos y con la polla en ristre. Las mujeres todas equipadas con strap-ons de buen tamaño. Sora se sentía orgullosa.
_ Recordad… tenéis una misión. Esa mujer debe someterse a cualquier precio. Si queréis divertiros entre vosotros, sois libres de hacerlo… pero que nadie falte a su turno. ¿Está claro?
_ Sí, jefa. _ Respondieron al unísono.
Sora suspiró, se dirigió a la salida, donde la recepcionista aún estaba trabajando, como parte de los servicios mínimos que había dejado. Se despidió de ella y se dirigió a su coche. Quería ir a comisaría para compartir con Nat sus nuevos datos.
Jenny ni se inmutó cuando un desconocido para ella entró en la habitación. Ella le seguía follando la boca a Sora. Le saludó con la mano. Y el hombre, tras responder de la misma forma y sujetar a Morgan por las caderas, le penetró el coño sin ceremonias.
De no haber tenido el arnés en la boca, seguramente Jenny se habría llevado un mordisco, puesto que lo sintió temblar. Fue placentero. Morgan al principio se resistió con todas sus fuerzas… Pero cuando el hombre terminó… fue sustituido por una mujer que, aún inexperta en el uso del Strap On, encontró placer en el aprendizaje.
Jenny se corrió y fue sustituida por una mujer que se masturbaba con su nariz. Cuando la mujer a su espalda terminó, Un hombre corpulento entró y, sin lubricarla, le penetró el culo con su polla, inusualmente gorda. Morgan gritó… o al menos lo intentó, porque de su garganta sólo salió un quejido. Cuando el hombre terminó fue Martha la que entró en la sala. La mayor se puso frente a Morgan, masturbándose contra su boca mientras Jenny finalmente cataba su coño.
Tras un turno de las hermanas entraron unos empleados de contabilidad. Para Morgan fue casi un descanso porque ninguno de los dos la tenía especialmente grande y no escogieron su culo. Así, uno tras otro, todos los empleados de la empresa se la follaron… varias veces. Cuando Sora llegó tras el aviso de Jenny, pasadas doce horas, se la encontró desmadejada en el suelo.
Estaba empapada porque la habían rociado varias veces con una manguera para limpiar los restos de Semen. Sin embargo, aún llevaba las gafas puestas cuando Sora se aproximó. Se las quitó y vio que tenía los ojos completamente enrojecidos, la mirada vidriosa y la boca desencajada… aún abierta formando una perfecta O a pesar de que hacía rato que no llevaba el arnés bucal.
_ ¿Dónde están mi hermana y su hija?
Morgan tardó un momento en reaccionar. Aún presa del agotamiento, hizo un esfuerzo titánico para contestar.
_ En mi casa de la facultad. En el sótano hay una trampilla oculta bajo la alfombra. _ Respondió, con voz monocorde.
_ La policía ya ha estado ahí y no ha encontrado ninguna trampilla.
_ Hay un hechizo de protección, mi reina. Impide que la encuentres a menos que sepas lo que buscas.
_ Bien… Jenny, ocúpate de ella. Límpiala y que duerma. Mañana por la mañana quiero que sea ella la que me despierte con la mamada mañanera. _ Lo consideró una pequeña venganza. _ Voy a informar a Nat. Con suerte esta noche tendremos reunión familiar.
_ Sí, mi reina.