Sora Yagami, Emperatriz de la Hechicería 11

Sora no logra decidir cuál será su siguiente paso. Mientras tanto, su familia recibe una visita inesperada que promete cambiarlo todo.

Sora se sentía la reina del mundo. Todas aquellas chicas a su entera disposición, todas ellas adorándola como a una diosa. Todas ellas vendiendo sus cuerpos sin el menor ápice de duda. El único problema que tenía era que no sabía cuál debía ser su siguiente paso. Fantaseaba con la idea de hacerse con el control del mundo en pleno, pero no podía evitar sentir que ese era un objetivo propio de un villano de película.

Por otro lado, hacía tiempo que no visitaba a su querida familia. Ni siquiera les había presentado el nuevo aspecto de Emily. Al despertar aquella mañana ambas se habían quedado en la cama en lo que se había convertido en un ritual mañanero. Las tres criadas se turnaban las tareas.

Aquella mañana a Jenny le tocaba complacer a Sora, y a Martha le tocaba Emily. Grace estaba ejerciendo de ayudante de cocina.  En aquel momento las hermanas se encontraban practicando sexo oral.

Martha y Jenny tenían una particular competición… buscaban que su “amante” aguantase el máximo tiempo posible. Jenny se había convertido en una fantástica mamadora… pero las habilidades de Martha eran legendarias, y esta saboreando el coño de Emily con una maestría legendaria.

La rubia estaba resoplando seductoramente por este tratamiento, provocando a Sora. Al principio había estado muy celosa de las nuevas criadas, pero había aprendido a apreciar sus ventajas. Martha chupaba su coño con una maestría que no tenía nadie más, y si bien la polla de Jenny no le gustaba tanto como la de Sora, era más que capaz de satisfacerla.

Grace era un animalillo entusiasta con el que no le importaba pasar un rato de tanto en tanto también. A la que más afecto había llegado a cogerle era a Martha, indiscutiblemente, y no sólo por su capacidad para comerle el coño, si no porque realmente sabía cocer y le estaba arreglando el fondo de armario acorde a su nuevo cuerpo.

Tanto ella como Sora estaba gimiendo lentamente gracias a las dos pelirrojas cuando se abrió la puerta y Grace entró con una bandeja de comida. Tras ella, una mujer más madura que no costaba identificar como su madre, traía otra.

Serenity, pues ese era el nombre de la mujer madura que entró en la habitación, iba ataviada con una chaquetilla de chef completa. Sin embargo, en lugar de pantalón o falda tan sólo llevaba una sugerentes bragas en las que se antojaban los vibradores que llevaba como parte de su uniforme.

_ Ah, que bien huele. _ Susurró Emily. _ Chicas, ya está la comida… acabad.

Martha y Jenny suspiraron, lamentando tener que acabar su competición, pero no les fue difícil hacer llegar a la pareja al orgasmo, que fue especialmente ruidoso en el caso de Emily. La muchacha se apoyó en las almohadas, colocando sus tetas con cuidado para que no le estorbaran para comer. Cuando Grace y su madre colocaron las bandejas, Sora comprobó que Serenity había hecho crepes… y había puesto chocolate en una salsera. Olía muy bien.

_ Buen trabajo. _ Le dijo, cogiendo su móvil de la mesilla y subiendo la potencia del vibrador.

Serenity era bastante sensible y se tuvo que dejar caer al suelo, mordiéndose el labio sugerentemente mientras gemía.

_ Gracias mi reina… _ Susurró. _ Darte de comer es un placer para mí.

_ Sí, te has estado portando bien estos días… quizá debería recompensarte, qué te gustaría.

_ Pasar una noche con la agente Harper… _ Respondió Serenity como una autómata.

Sora lanzó una larga risotada.

_ Bien… le buscaremos un hueco a su apretada agenda. De momento, podéis retiraros. Emily y yo vamos a pasar un rato juntas antes de salir.

_ Si mi reina. _ Respondieron cuatro voces con el mismo tono y exactamente al mismo tiempo.

Las cuatro mujeres abandonaron la habitación. Sora y Emily comieron con relativa normalidad. Sora se detuvo un momento a besar a su novia. Sí, se pasaba el día follando a toda mujer que veía… pero notaba un fuerte lazo con Emily, quizá por ser la primera, quizá por la forma en que la miraba… no lo sabía.

_ Entonces… _ Susurró Emily, a muy escasa distancia de sus labios. _ ¿El plan de hoy es ir a ver a tu querida hermana?

_ Sí… pareces emocionada.

_ Es que… tu hermana me pone casi tanto como tú… ¿Podemos hacer un trío? Me muero de ganas de hacer un trío.

_ Mientras Lee mira y se toca como el desgraciado que es.

_ Joder, sí… tú sí que sabes cómo hacer que una chica se sienta querida… _ Susurró Emily.

Sakura recibió el mensaje de su hermana y eso la hizo sonreír. Llevaba semanas pensando en su dulce, jugosa y sabrosa polla. Ni siquiera el enorme pollón de Oscar se compraba con la polla de Sora. Y eso era algo que tanto ella como su hija tenían muy muy claro. Tiffany había aprendido también a gozar la polla de Óscar, por una simple razón… una que en aquel momento estaba rodando por su cabeza.

_ ¡Vamos! ¡Córrete! ¡Córrete dentro de mí, papá! _ Gritaba. _ ¡Lléname con tu semilla!

Lee estaba tirado en la mesa de la cocina. Su hija llevaba tres horas montándolo. Al principio lo había disfrutado tanto como ella, peor en aquel momento, sólo lo hacía ella.

Tiffany se había corrido ya varias veces, pero seguía mentalmente insatisfecha. Ella quería… no… Necesitaba que se corrieran en sus entrañas para sentirse completa. Pero Lee era incapaz. El hombre estaba llorando… llorando porque le dolía la polla después de tantas horas sin poder correrse.

_ Tiffany, por favor… déjame sacarla, déjame correrme fuera. _ Rogó. _ No puedo hacerlo dentro… me la vas a romper.

_ Excusa de hombre. _ Bufó Tiffany, concediéndoselo.

En cuando aquella pequeña polla salió de su coño empezó a soltar chorros y chorros de semen sin control. Lo cierto es que cuando se le hinchaba de aquella manera el tamaño era casi satisfactorio. Hasta los huevos le parecían más interesantes cuando estaban llenos de leche.

Tiffany, sin embargo, descartó a su padre adoptivo y se dirigió al salón. Oscar estaba viendo la televisión y, arrodillada ante él, completamente desnuda, Sakura le chupaba la polla como si la vida le fuese en ello.

_ Mamá… ¿Puedo tragármela yo? _ Le preguntó, con voz melosa.

Sakura se sacó la polla de la boca y la miró, poco convencida.

_ Llevo aquí tres cuartos de hora manipulando esta polla para darle a Oscar el mejor orgasmo y que se corra como un condenado. _ Dijo, mientras jugaba con la susodicha polla.

_ Por favor… mamuchi. _ Le rogó, con su mejor cara de niña buena. _ Lavaré los platos una semana, pero deja que se me corra en la boca. Papá no me lo da.

_ Está bien. Después de todo tu padre es un inútil. Deberíamos buscar un novio con una polla grande y gorda que se te corra dentro.

_ Eso estaría muy bien. _ Susurró, justo antes de empezar a tragar.

Sakura se rebajó a chuparle las bolas a su novio, sabiendo lo mucho que disfrutaba él de la boquita de su hija. Sakura tenía que ser una buena madre, asegurarse de que su hija estuviera bien alimentada y correctamente follada. Si fuera por ella ya le hubiera buscado un “novio” a su hija. No le gustaba esa palabra. “Compañero sexual” le parecía mucho más apropiado. Después de todo, eso era Oscar para ella.

Cuando se enteró intentó romper la relación… como si él tuviera poder de decisión sobre eso. Sora se aseguró de que entendiera su sitio y desde entonces ejercía como lo que era. Un cuerpo que servía de soporte para la polla que Sakura compartía con su hija.

La misma polla que acababa de llenar la dulce boquita de Tiffany de leche. La rubia se corrió en el acto, notando cómo todo su cuerpo temblaba. Siempre se corría cuando alguien llenaba cualquiera de sus agujeros de semen.

Estaban ambas mujeres disfrutando en pleno de su orgasmo cuando alguien llamó a la puerta. Tiffany se recompuso como buenamente pudo, imaginándose que se trataba de Sora. Pero al abrir la puerta, no era él.

Frente a ella vio a una joven, baja, con el rostro dulce, pero una extraña picardía en la mirada. Estaba bastante seria.

_ ¿Quería algo? _ Preguntó, incómoda.

_ Sí, la verdad es que sí. ¿Eres Tiffany Yagami?

_ Yagami es mi segundo apellido, en todo caso.

_ Pero eres la hija de Sakura Yagami, ¿Verdad? _ La muchacha sonrió.

_ Sí, sí que lo soy.

_ ¿Y tu madre está en casa?

_ Está un poco ocupada. _ Probablemente estuviera poniendo de nuevo dura la polla de Oscar para otro asalto.

_ Eso no será un problema.

_ ¿Quién ha dicho que es usted?

La sonrisa de la mujer se amplió al ver la inocencia en los ojos de Tiffany.

_ Soy alguien que conoce a tu tía. Mi nombre es Morgan Stone. Oye… ¿Puedes mirarme a los ojos un segundo?

Era una petición algo extraña, pero fácil, así que Tiffany bajó ligeramente la mirada y sus ojos cruzaron con los ojos castaños de Morgan. Tiffany se quedó mirándola fijamente, atraída por una poderosa fuerza magnética en aquella mirada.

Se quedó congelada en el sitio, con la respiración acompasada a medida que su expresión se iba relajando, incapaz de parpadear. Se quedó inexpresiva, babeando sin control, los pezones duros bajo la escueta bata que se había puesto.

_ Bien… llévame con tu madre, esclava.

_ Sí, mi ama… _ Respondió, con voz monocorde.

Sakura no entendió quién era aquella mujer, ni por qué estaba en su casa. Estaba más que dispuesta a gritarle que se largase de allí. Pero no llegó a hacerlo. En cuanto sus ojos se cruzaron con los de Morgan, su mente se derritió, su rostro quedó con la misma imagen inexpresiva y babeante que su hija. Morgan sonrió, había sido muy fácil.

La muchacha casi había olvidado hasta que punto había llegado a crecer su poder aún cuando apenas lo usaba. Ya ni siquiera tenía que hablar, bastaba con concentrarse en lo que deseaba y lanzar una mirada. Se aseguró de hacer lo mismo con Oscar y Lee, simplemente para que no molestara, pero eran las mujeres las que le interesaban.

_ A ver, coños estúpidos… al suelo. _ Dijo, lanzando un chasquido de dedos.

Hacía tiempo que no se comportaba así. Morgan había madurado, había aprendido a amar, pero su deseo de dominación siempre había tenido cabida, siempre había estado ahí, y estaba enfadada. De hecho, se había prometido que no iba a hacer lo que estaba a punto de hacer, pero al ver aquellos dos bonitos cuerpos tirados en el suelo… no pudo resistir el impulso primario de dominar con el que había nacido.

En cuanto se dejaron caer al suelo, en una posición de súplica, Morgan extendió el pie y ambas se pelearon encarnizadamente para ser la primera en besarlo. Morgan no pudo evitar sonreír al ver que la madre era la victoriosa, que se abalanzaba sobre su pie y que empezaba a lamerlo con ansias hasta tal punto de que llegó a metérselo en la boca como si tratara de comerse sus zapatos.

_ Basta. _ Ordenó.

Sakura obedeció y las dos mujeres se quedaron arrodilladas, mirándola con fijeza, adorándola, queriendo quedarse con cada rastro de su imagen para que se les quedara grabada en la memoria. Morgan se quitó los zapatos y procedió a quitarse los pantalones de la forma más pausada y calmada posible. Las chicas la miraban, babeando con intensidad. Cuando vieron que sus braguitas se habían humedecido la miraron con desesperación.

_ Tú… _ Miró a Sakura. _ ¿Prefieres coño o culo?

_ Culo, mi ama. _ Susurró, con un ronroneo erótico.

_ Bien, ponte a mi espalda. Tú me comerás el culo. _ Alargó la sonrisa, mostrando sus dientes blancos. _ Y tú, niña, me comerás el coño.

_ Sí, mi ama. _ Respondieron las dos.

Sakura separó las nalgas de Morgan como si abriera un regalo de navidad. Introdujo la cara y su ya experta lengua en esos menesteres se acomodó rápidamente a ese menester. Tiff no había comido más coño que el de su madre, y apenas un par de veces, por lo que Morgan tuvo que darle más indicaciones. Pero su mente estaba muy maleable y las indicaciones calaron rápido. Morgan se encontró gimiendo de placer en medio del salón, mientras las dos mujeres lo daban todo.

_ Sois buenos coños… no me extraña que Sora jugara con vosotras… _ Gruñó.

En el sofá, tanto Lee como Oscar las miraban fijamente. El negro estaba como inerte, sólo el latido de su gran polla parecía indicar que estaba consciente. Lee en cambio se masturbaba frenéticamente, ya se había corrido dos veces, pero parecía incapaz de parar.

Morgan sonrió. ¿De verdad Sora pensaba que podía arrebatarle a dos de las personas a las que más amaba y no habría consecuencias? Iba a hacérselo pagar… y se iba a arrepentir.