Sora Yagami, Emperatriz de la hechicería.

Cuando un poder absoluto cae en manos de una mente enferma, nadie está realmente a salvo. Morgan Stone sólo era una chica inocente con deseos prohibidos... Sora es, sin embargo, una persona con intenciones mucho más oscuras.

El libro estaba extrañamente caliente al tacto. Sora no había dejado de observar las páginas. Todos aquellos hechizos parecían muy tentadores. Hechizos de control mental, que subían la libido, la capacidad cambiar el aspecto de la gente. Le parecía muy gracioso y excitante a partes iguales.

Por supuesto no se creía nada de aquello, pero no dejaba de darle morbo. Podría probar algún hechizo, sólo para divertirse. Dejó de lado todos los hechizos de control mental, y se centró en otros menesteres. Había un hechizo para cambiar el aspecto.

Se mordió el labio. Llevaba años intentando sentirse como una mujer, con maquillaje, con sujetadores con relleno, con mil trucos. Siendo asiática solía funcionar, pero siempre se sentía incompleta. Se desnudó y se colocó delante del espejo, observándose. Miró fijamente el libro, pensando en la figura que deseaba.

Susurró las extrañas palabras, notando un calor envolviéndole el cuerpo… le ardió la piel. El dolor fue tan intenso que, tras un largo grito, se desplomó sobre la cama. No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, pero se quedó de piedra cuando miró hacia abajo.

Tenía tetas… no eran las tetas más grandes del mundo… pero eran acorde a su cuerpo… dos tetas muy bonitas y, por lo que sintió cuando las tocó, muy sensibles. Se dirigió inmediatamente al espejo y pudo confirmar que no era el único cambio.

Su cuerpo tenía una forma mucho más curvilínea, femenina. Su rostro era más delgado y a pesar de que no llevaba maquillaje, sus rasgos no harían pensar a nadie que era un hombre. Sólo su miembro, bien visible en su entrepierna, recordaba su origen. Se giró y se dio un azote en su nuevo y relleno culo, lanzando una risotada.

No, no era ninguna broma. La magia era real y la estaba viendo en su propia piel… Tenía la polla dura sólo de verse a sí misma. Se acarició lentamente, pensando en darse ese placer. Aquella noche esperaba que Emily se la chupara.

Y por eso mismo se detuvo antes de empezar. Si los demás conjuros de ese libro funcionaban… sería triste tocarse a sí misma mirándose en el espejo cuando podía conseguir que Emily hiciera aquello que prometía hacer.

¿Quién era Emily? En el fondo, nadie especial, tan sólo una cita de Tinder que había salido mal. Pero había sido la última y la más reciente… decididamente, Emily había tenido la mala suerte de toparse con Sora en el día equivocado.

Había muchos conjuros en aquel libro, y ella la había escogido como su conejillo de indias. Sora había escogido un conjuro de influencia. No podía hechizarla a distancia para cambiar sus pensamientos directamente… ni tampoco dominar su cuerpo, como otros conjuros que allí veía. Pero sí proyectarse astralmente.

Su cuerpo astral se encontró en un bar, con música tecno a todo volumen. No tardó en encontrar a Emily, en la barra junto con otra chica. Se aproximó con cautela, a pesar de ser invisible e intangible, como le habían confirmado las tres personas a las que ya había atravesado de camino.

_ Entonces… ¿Era un tío? ¿Con pectorales y polla? Que fuerte…

_ Sí, Irene, lo que te digo… Le llegué a tocar el paquete… lo gracioso es que era… enorme… luego dicen que los chinos la tienen pequeña…

_ Que susto… debiste pasarlo fatal. Hay mucho loco suelto.

_ Sí, desde luego…

Sora se acercó y le susurró al oído durante unos segundos.

_ La verdad, es una pena, porque era bastante mona. _ Se había quedado abstraída, repitiendo las palabras que Sora le susurró. _ Tenía un rostro muy dulce…

_ ¿No decías que era fea hace un segundo?

_ Oh, me refería a su cuerpo… es que. _ Sora volvió a susurrarle. _ Fue decepcionante… tenía una carita de ángel preciosa…

_ Vaya, cualquiera pensaría que aún te gusta. _ Sora se acercó y le susurró a ella al oído. _ Oye, tengo que irme, ¿No te importa que te deje sola?

Sora se acercó rápidamente.

_ No, estoy bien… márchate. Yo me tomaré un par de copas más y me voy.

Sora se mantuvo cerca, esperando que llegara el momento adecuado. Emily estaba bastante borracha. En condiciones normales, sus sugestiones pasarían de forma muy sutil, pero en aquel estado, estaba prácticamente hablando a través de ella. Así que esperó el momento propicio, el momento en el que un hombre entró a Emily, justo cuando ella estaba dispuesta a darle puerta.

_ Mira, no quiero salir contigo, pero si quieres te la chupo en el baño.

_ Oh… bueno, no voy a decir que no a eso.

Emily era lesbiana. Nunca había fantaseado siquiera con un hombre. Pero cogió a aquel desconocido de la mano, a pesar de que ni siquiera sabía su nombre, y le acompañó al lavabo de caballeros, metiéndose en un cubículo.

_ Sácatela rápido.

_ Vale, vale… ¿Te lo tragas?

_ Sí, por supuesto. _ Respondió, bajo las directrices de Sora.

Emily no tenía ni idea de cómo sabía el semen, ni de cómo chupar una polla. En cuando se la metió en la boca se sintió confusa. Pero, guiado por Sora, el desconocido la tomó de la parte de atrás de la cabeza y empezó a follarle la boca. Sora se inclinó para quedar a la altura de Emily y empezó a susurrarle lo buena que estaba aquella polla, a incitarla para que se esforzara más.

Al principio, Emily había sido un agujero en el que meter el rabo, y al acabar, estaba tragándose el sable con toda la intensidad del mundo. El chico no aguantó mucho y se descargó en su boca. Emily paladeó su semilla, estaba muy rica.

_ ¿Seguro que no quieres hacer nada más? Se te ve con ganas.

_ He dicho que no. _ Sentenció, poniéndose en pie.

Sí, sí que tenía ganas. Tenía el coño ardiendo. Nunca había sentido interés por acostarse con un hombre, nunca le habían atraído. Y ahora no dejaba de preguntarse cómo sería ser penetrada salvajemente por una mole de carne.

_ Si tan sólo hubiera aceptado a Sora… _ Le susurró ella al oído. _ Era tan guapa… tan sexy… y tenía una polla muy grande.

_ Sí… era muy grande. _ Se repitió en un susurro, mientras salía del local.

_ Quizá aún esté dispuesta a perdonarte por ser tan puta…

_ Quizá sí…

Emily salió de aquel local deseando darle otra oportunidad a Sora. Se saltó varios STOP mientras conducía hacia el apartamento donde vivía. Llamó a la puerta y Sora la recibió mirándola fijamente.

_ ¿Qué haces aquí? Sigo sin tener coño.

Lo que sí tenía eran dos buenas tetas que a Emily no le pasaron desapercibidas. No sabía de dónde habían salido, pero eran claramente visibles bajo el pijama de Sora, que no llevaba sujetador, lo que descartaba el relleno.

_ Es… posible que haya tenido tiempo para meditar y me parezca que mi opinión fue un poco exagerada. Escucha, aún me gustaría salir contigo sí…

_ En realidad es tarde para salir conmigo… aunque te dejaría ser mi sierva, si quieres.

_ ¿Tu… sierva?

_ Sí, mi sierva. Me limpias la casa, te ocupas de mis necesidades, y yo a cambio te follo y te permito que me comas la polla, ¿Qué te parece?

Sora la miró a los ojos con fijeza, clavándole la mirada. No parecía estar bromeando. Era una total locura. Y, sin embargo, en ella había nacido un deseo brutal y desesperado de tener a Sora. Necesitaba que se la follara tanto como el respirar.

_ No tengo todo el día, Emily. Puedo conseguir otras putas como tú así de fácil. _ Sora chasqueó los dedos. _ No tengo paciencia para tus dudas.

_ Está bien… lo haré, lo haré… _ Dijo, a pleno pulmón.

_ Bien… sellemos tu contrato marcando tu coño como mío, ¿Te parece?

_ Sí, por favor…

Entró en la casa bajándose las bragas con desesperación. Emily siempre había sido una mujer decidida y con objetivos. Siempre había sido independiente y segura de sí. En aquel momento, sin embargo, su cerebro se había apagado, estaba pensando con el coño y este tenía un único deseo… ser rellenado.

_ Sabes, creo que sierva es una palabra muy bonita… creo que voy a usar esclava… es mucho más apropiada. Vas a ser mi esclava, Emily. Y te dirigirás a mí como su majestad.

Antes de que Emily pudiera decir nada al respecto, Sora la penetró de una sola estocada y la muchacha emitió un grito de placer desmesurado. Se había corrido de un solo envite.

_ Sí, su majestad… seré una buena esclava. _ Logró decir, antes de que Sora la embistiera de nuevo y procediera a destruir su cerebro sin contemplaciones.

Sora le sujetó las caderas y continuó penetrándola a pesar de que la chica apenas se movía, convertida en un agujero que penetrar, que gemía desesperadamente con cada embestida. Sora se corrió violentamente en su interior, sin saber cuántos orgasmos llevaría ella. Quizá diez, quizá veinte. Se acercó a su oído y le susurró.

_ Mañana por la mañana vas a llevarme el desayuno a la cama, vas a estar vestida conforme a tu nuevo lugar y vas a haber aprendido a hacer mejor las mamadas, que las haces de puta pena.

_ Sí, su majestad. _ Emily mostró una gran sonrisa.

_ Muy bien, me voy a dormir. Si necesitas salir tengo una copia de las llaves en el portallaves. Buenas noches, puta.

Sora se tumbó en la cama con una sonrisa satisfecha y los huevos vacíos. Se durmió en seguida. Pero Emily no podía hacerlo. Tenía mucho trabajo que hacer. Se incorporó y se puso las bragas, ignorando que su coño era totalmente incapaz de retener la carga de Sora y acababa de mancharlas. Se dirigió a la nevera y cogió un pepino que tenía un tamaño y forma similar a la polla de Sora, cogió su móvil y se encaminó al coche con la copia de la llave en el bolsillo.

Después de encontrar, y evidentemente no en Youtube, un vídeo llamado “How to Blowjob”, se puso a conducir, usando la mano izquierda para sujetar el volante y la derecha para chupar el pepino de las formas que le iba diciendo el tutorial. Era tarde, no podría encontrar ninguna sex shop disponible. Por suerte, ella también era bastante fetichista y conseguir el traje de criada que quería no fue difícil. Tenía uno en su casa. Pero lo difícil fue lo otro que quería.

Para ello tuvo que dejar el pepino abandonado y colarse en la casa de una ex. Judith estaba tan enfadada con ella cuando cortaron que estaba convencida de que aún la odiaba. Le había gritado que era una perra y lo había vivido tanto que se había comprado una y le había puesto su nombre.

Emily sentía pena por el pobre animal… y la perra lo sabía, por lo que no opuso ninguna resistencia cuando ella se aproximó y, tras unas caricias, le quitó el collar y se lo metió en el bolso. Silenciosa como un ninja, volvió al coche, pasó por su casa a recoger su uniforme y volvió a casa de Sora.

Durante la noche estuvo repasando varios tutoriales más junto a su fiel pepino. Apenas durmió dos horas, tirada en el sofá, cuando se dio por satisfecha con sus nuevas habilidades. A las ocho en punto se levantó, se duchó, se vistió, se puso el collar al cuello y usó el pepino, entre otras cosas, para elaborar un salteado de verduras muy rico y muy sano. Exprimió un par de naranjas para hacer zumo y preparó café.

Lo sirvió todo en una bandeja y moviendo su trasero graciosamente, se dirigió hacia la cama en la que Sora dormía aplaciblemente. Con el mimo de una amante le agitó el hombre con mucha suavidad para despertarla.

_ Buenos días, mi reina. _ La saludó con una gran sonrisa. _ El desayuno está listo.

Sora se despertó con un largo bostezo y extendió las manos para desperezarse. Dedicó un momento a mirar a Emily y sonrió con picardía.

_ Vaya… me gusta tu nuevo uniforme… ¿Qué llevas al cuello?

_ Un collar con mi nombre.

_ ¿Y por qué lo llevas?

_ Porque soy tu propiedad. Una perra que sólo quiere complacerte y servirte. Me pedisteis que me vistiera adecuadamente, su majestad. _ Jugó con el collar mientras hablaba.

_ Sí, sí que lo hice, y me encanta tu forma de pensar. Pásame la bandeja… _ Sora cogió el revuelto de verduras. Y empezó a comérselo. _ Has estado practicando las mamadas como te dije.

_ Sí, mi reina.

_ Entonces, demuéstralo.

Una gran sonrisa apareció en el rostro de Emily cuando finalmente pudo inclinarse, como había visto en los vídeos, y empezó a chuparle la polla a Sora. Ella le acarició el pelo con dulzura unos segundos antes de volver a centrarse en su desayuno.

_ Vaya… sí, sí que se nota… _ Gimió Sora, apurando el café. _ Lo haces bastante mejor que ayer a ese tío de los baños.

_ Gracias mi reina. Todo es poco para satisfacerte. _ Susurró, acariciando sus huevos. _ ¿Dónde quieres correrte?

_ En tu boquita, quiero que lo saborees… A partir de ahora te encanta mi semen.

_ Sí, mi reina, tu palabra es Ley. _ Aumentó la velocidad de su trabajo, buscando aproximar a Sora al orgasmo.

Sora se corrió poco después de acabarse el desayuno. Emily tragó como una campeona y le dedicó su mejor sonrisa.

Mientras Sora se duchaba y se vestía, Emily permaneció en posición de firmes, esperando órdenes con la mirada perdida. Cuando Sora se estaba poniendo la chaqueta y cogiendo las llaves, se percató de ello.

_ Emily, ¿Te esperan en algún sitio? _ Le preguntó.

_ Hoy no, mi reina. _ Sonrió.

_ Bien, eso está bien. Ya nos ocuparemos de deshacernos de tu vida social más adelante. De momento limpia la casa. Cuando hayas acabado puedes hacer lo que quieras siempre que lo hagas aquí dentro. Y mientras quiero que recuerdes lo afortunada que eres de servirme. Emily asintió.

_ Que tenga un buen día, mi reina. ¿Quiere que prepare el almuerzo?

_ No, el almuerzo no. Estaré fuera. Acuérdate de comer tú. Pero sí querré la cena. Prepara cena para tres.

_ Como desee su majestad.

Cuando Sora salió por la puerta, Emily comenzó a limpiar. No es que Sora fuera particularmente sucia, pero sí muy dejada. No había cosas tiradas, pero sí mucho polvo en todas partes. Emily pasó un buen rato higienizando la casa entera. Agotada y sudorosa cogió una toalla y una de las fotos de Sora. Colocó la toalla sobre el sofá, se sentó en ella y empezó a masturbarse lentamente mirando aquella foto.

Que afortunada era de que Sora fuera su reina. Se quedó allí todo el día, parando apenas para almorzar y sólo porque Sora se lo había ordenado. El resto del día estuvo metiéndose los dedos y pensando en la suerte que tenía de que Sora la hubiera permitido ejercer como su esclava… poder oler sus calzones cuando le lavaba la ropa y chupársela cada mañana era un privilegio. Se corrió varias veces recordando la mamada de aquella mañana y cómo se la había follado el día anterior.

En toda su vida, Emily nunca había sido tan feliz.