Sonia y sus labios de coca-cola
Sonia, mi compañera de trabajo, y yo, acercamos posturas.
Es curioso como las cosas que deseamos más profundamente muchas veces nos producen miedo y vértigo. Eso me pasaba a mí con Sonia.
Empecé a trabajar en la actual empresa (situada en la ciudad de Castellón) en Marzo del año pasado. Es bastante grande y la relación más cotidiana la establecía con la gente que se sentaba a mi lado. Pasamos 11 horas al día juntos, y, aunque vivas en tu casa, ellos acaban siendo como una pequeña familia. Por suerte o por desgracia suelo ser bastante responsable en el trabajo, y no me fijaba en las compañeras más allá de los comentarios clásicos con algún compañero sobre "qué culo tiene aquella", "esta tienes unas tetas impresionantes,...".
Sin embargo, en otro departamento de la empresa trabajaba Sonia. Piel morena y pelo aún más moreno, pechos de diseño, bajita (1,65 de altura) y con unos labios cargados de sensualidad, repletos de morbo, inimaginables en la mente de un humano. Tiene, igual que yo 25 años...
Debo confesar que cada vez que pasaba a su lado ni la saludaba porque me temblaban las palabras y descontrolaba el propio gesto de la sonrisa. Cuando esto ocurría ella miraba la mesa pero levantaba su ojos y sonreía con un gesto de picardía que en otras chicas podía parecer vicioso, pero que en ella era un gesto de naturalidad, de sensual expresión de simpatía. Sus labios carnosos y su boca pequeña se extendían alrededor de su cara en armonía con su mirada.
Cuando se levantaba de la mesa era un como un poema erótico andante. Se le marcaba ligeramente el borde de las bragas en el pantalón, y sugerían un culo que despertaba mi imaginación durante días.
Cada uno de sus gestos y de sus curvas balanceaban mis pensamientos sin control. Como una barca en medio de la tempestad intentaba retomar el rumbo de mi concentración en mi trabajo, pero me costaba.
En las 2 fiestas de la empresa a las que fuimos, ella únicamente sonreía. Su timidez y mi pánico al placer con ella impedía que nos comunicasemos e iniciar una conversación de cortejo que nos llevase a los bordes de nuestros sentidos.
Sin embargo, cuando alguien desea y/o teme algo con todas sus fuerzas todas las fuerzas del universo se alían para conseguir que suceda.
En enero de este año se produjo una reestructuración de la empresa: se unieron unos departamentos y se separaron otros. Por alguna conjunción astral Sonia se sentó delante de mí, a un metro escaso frente a frente. Desde ese momento cada día de trabajo era como una aventura de pequeñas seducciones y miradas. Las conversaciones eran habituales entre nosotros. Al principio sobre los programas de la tele, la ropa el cine, los compañeros de trabajo,... y poco a poco sobre nosotros mismos, sobre lo que nos gustaba, qué hacíamos el fin de semana, que te gusta de las personas,... El muro que había entre nosotros permanecía pero se iba desvaneciendo. Ahora conocía cada pliegue de su cara al sonreir, el tacto de su mano al intercambiar el mechero, pequeños detalles que me excitaban y encendían cada nervio de mi cuerpo.
El lunes 3 de febrero Sonia y yo coincidimos en una empresa de un pueblo cercano a Castellón a la que habíamos ido para solucionar unos problemas. Eran las 7 de la tarde cuando salimos ambos de la empresa para irnos directamente a casa porque habíamos acabado la jornada laboral. Yo le ofrecí llevarla en mi coche porque sinó se tenía que volver en tren. Ella accedió con naturalidad. Nada más subir al coche, le dije que si quería podía echar el asiento para atrás para ir más cómoda. Que el coche era un poco pequeño pero que para mí solo me valía. Ella me sonreía constantemente. Efectivamente echó el asiento para atrás y también el respaldo. Me dijo que había estado todo el fin de semana de juerga y estaba muerta de sueño. Se recostó en el asiento y quedó ahí, como dispuesta a ser lamida con dedicación y lentitud. Yo me encendí y el nerviosismo me empujó a seguir hablando...
Cuando le pregunté por la juerga del fin de semana me dijo que había estado en casa de su hermana, en Madrid. Que habían jugado a las cartas y que quien perdía se quitaba una prenda, y bebía un chupito de tequila. Me comentó que la fiesta había estado bien pero que a ella le gustaba un chico con el que no pudo hacer nada porque se emborrachó y se fue a dormir.
Esa confesión me excitó muchísimo, pero el miedo me atenazaba. Cuando llegamos a su casa me dijo que subiera, que me iba a enseñar fotos de su hermana y de la fiesta, de la que tanto habíamos hablado. La situación se tensó porque en ese momento, estábamos pasando de un plano de compañeros de trabajo a un plano de amistad más personal. Nos sentamos en el sofá, nos pusimos una coca-cola y me enseñó las fotos de su hermana, de sus dos amigas y de dos chicos que había en la fiesta.
Cuando iba por la mitad de las fotos, apareció una en la que pagaba prenda ella, y en la que salía quitándose el jersey y quedándose con una camiseta que transparentaba el sujetador negro. Ella narraba la escena con sonrisas, señalando la cara de deseo que tenía el chico que le gustaba. Yo le dije que era normal, que ella tenía un cuerpo y una cara que enviaba muchos mensajes subliminales y que yo tendría la misma cara...
Creo que entendió esto como una declaración porque en ese momento ella me preguntó si leía bien en mi cara que la quería besar... esas fueron exactamente sus palabras. Yo repasé en un segundo todas las imágenes que tenía de ella en la memoria y le puse mi mano acariciando su pelo. Entonces ella se acercó lentamente con su mano. Me acariciaba la cara y acercaba lentamente sus labios inmensamente calientes a mi rostro. Cuando llegó cerca de él saco la lengua húmeda y la pasó lentamente por mis labios. No nos dijimos nada, pero una lenta llama se encendió en mi estómago como se enciende el calentador cuando pones el agua caliente.
Entonces acerqué su cabeza con la mano, abrí la boca y nos besamos con lentitud, rozando nuestras lenguas con movimientos circulares casi infinitos. En un movimiento casi natural ella comenzaba a desabrocharme la camisa. Cada botón que me quitaba me miraba y sonreía. Con otros botones, simplemente pasaba su lengua húmeda sobre mi cuello. Mientras tanto yo me relajaba y disfrutaba de sus manos pequeñas sobre mi camisa. Yo quería verla en plenitud antes de desplegar mi cuerpo sobre su piel de pecado. La tumbé en el sofá boca abajo y le levanté el jersey hasta la mitad de la espalda. Pasaba mi lengua por su columna y ella levantaba la cabeza a cada pequeño mordisco que yo le daba. Impaciente y excitada se quitó el jersey y se quedó en sujetador. Mi boca se movía por detrás de su espalda y mi polla, agitada y violenta, buscaba salida de mi pantalón baquero para pasar al suyo.
Le gustaba la sensación de frío en la espalda, por lo que cogí un hielo de la coca-cola y se lo pasee con la boca por columna. Ella enloquecía. Su boca se abría para liberar placer. En ese momento giramos y nos quedamos cara a cara. Vi sus pechos redondos, duros, perfectos. Sus pezones mandaron un mensaje a mis neuronas más imaginativas y éstas se lo mandaron a mi lengua. Tracé círculos sobre ellos con el hielo dentro de mi boca, los mordisqueaba y a ratos paraba para observar su cuerpo caliente sobre el sofá de su casa. La acariciaba con mis manos y mis dedos, como amasando su cuerpo, moldeado como una escultura hecha de perversión y piel morena.
Nuestra sangre estaba fluyendo a toda velocidad y eso nos hacía pensar rápido y actúar lentamente. Le quité los pantalones arrastrándolos por el sofá y dejando a la luz mi deseo sus bragas negras lisas. Me paseé con mi lengua por el borde de sus brasgas. Ella se abría de piernas ofreciéndome todo su sexo. Me acariciaba la cabeza para que no huyese de ese lugar. Yo me obstinaba en calentarla aún más pasando mi lengua húmeda por su vientre y por dentro de sus muslos hasta que ella jadeó: - chúpame el coño..., por favor, chúpamelo despacio. Ella misma se quitó las bragas y me dejó todo su sexo para que lo repasara con mi lengua. Mi saliba lubricaba cada pliegue de su coño, rojo y húmedo. Yo hacía círculos con la punta de mi lengua dentro de su cuerpo. A cada contacto de mi lengua ella jadeaba más intensamente. Movía su cadera al ritmo de mi boca, pidiendo más y más placer, abandonada a mis caricias. Chupé mi dedo y lentamente se lo introduje en el coño. Ella enloquecía y me pedía más y más. Yo me excitaba mirando como se retorcia, cómo jadeaba como me apretaba la cabeza. Un roce de mi polla contra la sábana podía suponer que me corriese en ese momento.
Yo aumenté la intensidad y velocidad de mi lengua y mi dedo ella movía la cadera cada vez más rápido, hasta que se levantó un poco del sofá y apretó sus piernas contra mi cara. Estaba teniendo un orgasmo sobre mis labios, su cara se descomponía y su cuerpo se ponía rígido, abandonado al placer. Sus muslos tenían espasmos de agradecimiento hasta que se relajaron y me dijo que me haría la mejor mamamada que había tenido yo en mi vida.
Desabrochó mi pantalón y mis boxer con una lentitud digna de un ceremonial. La polla apareció ante ella pidiendo paciencia porque cualquier imprecisión podía hacerla estallar. Sonia paseó sus pezones por la punta y por los huevos. Yo estaba al borde de la locura. Queria sentirla más profundamente. Ella lo notó porque empezó a pasar su lengua por mis huevos, húmeda y ágil recorría el tronco y la cabeza de mi miembro arriba y abajo, solo con la punta de la lengua, retrasando el momento cumbre, acariciándome el vientre. Pasó su lengua por debajo de los huevos, casi hasta el culo. En un momento paró para coger el vaso de Coca-cola y llenarse la boca de líquido. Con la boca llena se metió mi polla. Sus labios eran un marco suave y dulce para mi miembro. La sensación fue de locura. La coca-cola lubricaba su lengua y sus labios. El contraste de mi polla caliente con el líquido producía sensaciones nuevas. Ella se iba tragando la coca-cola mientras me la chupaba cada vez más rápido. Su pelo revoloteaba sobre mi estómago y su mirada de pícara mientras me la chupaba aun siguen removiéndose sobre mi cabeza.
Yo estaba a punto de estallar y ella lo sabía. Tantas semanas de compañerismo en el trabajo me hacían preguntar si me correría en su boca o no. Pero ella lo tenía claro... pasó sus dos manos por debajo de mi culo y aceleró sus movimientos. El impacto de mi leche sobre su cara hizo que se retirara un poco y pasase a despedirse de mi cuerpo con suaves lametones sobre la cara interna de mis muslos.
Esa noche dormimos cada uno en nuestra casa. Bueno, yo no dormí, simplemente me recreé en la imagen de su cuerpo y de sus labios bajando y subiendo por mi miembro, en el olor a excitación de su coño y en su mirada pícara. Ahora tenemos novio y novia los dos, pero cada mañana en la oficina, continúan las miradas y cada noche sobre mi cama, se acuesta su imagen...