SONIA (Las perversiones de Sonia 18)

Ultimo capitulo de este largo serial dedicado a Divina Sonia B.G. Con un espeluznante final snuff no apto para mentes sensibles. Pero como muy bien dijo Ayla en uno de sus acertadísimos comentarios en la imaginación y en la ficción nadie sufre.

SONIA (Las perversiones de Sonia 18)

Pocos días antes de la fecha indicada por la Señorita Blanco para celebrar su recién nombramiento como Condesa de Lyss, el ritmo de los preparativos en el castillo era frenético. Las criadas limpiaban a fondo una antigua cubertería de plata y una lujosa vajilla de porcelana. Todo el personal de “Servilimp”, su empresa de limpieza y servicios, andaba empleado fregando, aseando e higienizando a fondo todas las dependencias del palacio.


-         ¡Divina Majestad!. ¡El Ilustrísimo Prelado Monseñor Justino demanda por Usted al teléfono!. Manifesté llevando el celular hasta donde sentaba la Condesa fumando placenteramente una cigarrita.

-         ¡Excelencia!. Oí que interpelaba el Obispo al otro lado del auricular.

-         ¡Monseñor!. ¡A que debo tal honor!. Contesto la Ella acomodándose y aspirando fuerte de su cigarrita.

-         ¡Vera Excelencia!. ¡Hasta mi ha llegado una increíble noticia la cual me niego a creer sea cierta!.

Sonia escuchaba atentamente acomodada y luciendo desnuda su esbelto cuerpazo las palabras de Monseñor Justino.

-         Dicen las malas lenguas. ¡Señora Condesa. Que Usted infligió al capellán de la colonia un trato vejatorio y humillante.

-          ¡Jajajajajajajajajajajaja!. ¡Monseñor!. ¡Tan solo aplique un correctivo al curilla!. Contesto desvergonzada la Señorita Blanco tocándose los pezones.

-         ¿Un correctivo?. ¿Excelencia?. Pregunto el Prelado.

-         ¡Vera Señor Obispo!. ¡El sacerdote resulto ser algo viciosillo y tuve que darle algo de penitencia!. Dijo luego la Condesa poniendo apenada voz.

-         ¡Cuánto lo siento Señorita Blanco!. ¡Voy a nombrar a otro capellán para sus servicios espirituales!. Dijo el Obispo.

-         ¡Oh no!. ¡Monseñor!. ¡Ya lo he vuelto a encarrilar!. Manifestó sonriendo la bella Condesa.

La llamada acabo.

-         ¡Mayordomo!. ¡Haga venir inmediatamente a Rojas!. Me mando imperativamente la hermosa Sonia.

El chulo guardaespaldas no tardo más que segundos en comparecer ante la Señorita Blanco.

-         ¡Rojas!. Hablo Ella con boquita de piñón y acariciando con su desnudo pie adornado con un anillo en su anular la abultada entrepierna de su abnegado matón. ¡Quiero que averigüe quien, o quienes informaron al Obispo sobre mi ensañamiento con el capellán!.

-          ¡Ahora mismo me pongo en ello!. ¡Divina Majestad!.

-         ¡Rojas!...... ¡Cuando lo sepa……….!. Hizo Sonia una silenciosa pausa. ¡Déles un merecido escarmiento a estos hijos de perra!. Dijo con rin tin tín y emitiendo una ligera y maliciosa sonrisa, ordenando una severa paliza para los fisgones feligreses que informaron al Obispo sobre sus perversas y crueles andanadas.


Diez hombres y cuatro mujeres fueron alojados en los calabozos del Castillo de Lyss, previo pago de una numerosa cantidad de dinero y pacto de silencio y secretismo, para convertirse durante unos días en siervos de la Excelentísima Condesa.

Como en otros grandes eventos organizados por Ella, contaba con la participación voluntaria de un vicioso y adicto grupo de fieles sumisos dispuestos a sufrir en sus carnes las caprichosas crueldades de los sádicos huéspedes.

Hombres y mujeres que ella misma escogió y seleccionó escrupulosamente de una larga lista de aspirantes a criados, que yo, previamente confeccioné con los nombres de conocidos y humildes masocas dispuestos a cumplir con todos los requisitos exigidos para poder tener el grandísimo honor de servir a Diosa Sonia y a sus distinguidos invitados.

Los entregados esclavos y esclavas, debían aceptar sin reservas, las duras condiciones que tan honroso y ansiado servicio a semejantes Damas y Caballeros implicaba. Como permanecer absolutamente en ayunas antes y durante el festejo, hasta que la Soberbia Condesa de Lyss no les autorizará a comer, mostrar continuamente ante las Señoras y Caballeros una actitud decorosa, servil y obediente para no incomodar en lo mas mínimo a los invitados de la Señorita Blanco.  Prestarse, sin ninguna objeción, a ser rasurado completamente y sometido a enemas, a fin de que el esclavo o esclava muestre una pulcritud total a la hora de prestar servicio a tan excelentes y selectos personajes, o tener que soportar los despiadados insultos, humillaciones y castigos físicos que sus Amas/os les inflingieran.

La preparación de los sumisos/as se completaba con el tatuado de un número en la parte inferior de la muñeca que les identificaba anulando así su personalidad.


También Rojas llego al volante del deportivo de la Señorita Blanco. De él se apeó un enigmático personaje, un hombre alto, delgado, de aspecto germánico pero con acento argentino.

Negra y negrita se ocuparon de llevar el voluminoso equipaje del siniestro personaje a la habitación reservada expresamente para él.

-         ¡Condesa!. Exclamo el elegante Caballero haciendo resonar un taconazo como si de un saludo militar se tratará en el preciso momento que inclinaba la cabeza ante la bella Señorita Blanco y besaba su anillada mano.

-         ¡Bienvenido a mi castillo!. ¡Doctor!. Dijo sonriente la hermosa Sonia que lucia sexy y cómoda con el holgado y vaporoso vestido de tul negro y erguida sobre unas increíbles zapatillas de alto taco.

-         ¡Muaaaa!. Beso Ella en los labios al apuesto galán. ¡Por favor acompáñeme!.Sus voces iban disminuyendo de volumen a medida que se alejaban de la estancia. ¡Estará cansado del viaje!. ¿Verdad?. ¡Doctor!. ¡Quizás le venga a gusto tomar un aperitivo!  Insistió Sonia.

-         ¡Mayordomo!. Me requirió entonces mi hermosa Dueña.

-         ¡Sí!. ¡Divina Majestad!. Contesté reverenciando con la cabeza. El Doctor sonrió.

-         ¡Vaya!.  ¡Parece que tiene Usted un servicio muy bien adiestrado!. ¡Jajajajajajajaja!.

-         ¡Sírvanos unas copas!. ¡Inútil!.  Me comino con su posado arrogante y altanero mi bella Ama.

La Condesa de Lyss y aquel inquietante Caballero tomaron el suculento aperitivo entre animadas charlas y divertidas sonrisitas.


Por fin llego el gran día. Las potentes luces de los focos de los coches de gama alta se abrían camino empinando la larga cuesta a través de la espesa niebla que cubría la colina, donde el imponente castillo dela Condesade Lyss domina el valle y las tierras llanas de su propiedad.

A la llegada al pontón que cruza el foso que rodea la fortaleza y da entrada al gran patio interior del palacio, dos cachas guardaespaldas de color, identificaban a las selectas y distinguidos asistentes a la opulenta y solemne fiesta que Sonia había organizado para celebrar su ingreso en las poderosas elites aristocráticas y dominantes del país.

Refinadas Damas ataviadas con lujosas pieles y cubiertas de costosas joyas, perfectamente maquilladas y entalonadas, descendían majestuosamente junto a apuestos Caballeros impecablemente vestidos con trajes de los más costosos diseñadores de sus espectaculares Maseratis, Porches, BMW, Rolls, etc…, que se detenían frente a la escalinata de mármol, cubierta para la gran ocasión con una gran alfombra roja, que da entrada al interior del suntuoso alcázar.

Como mayordomo permanecía inmóvil junto a la gruesa puerta de madera anunciando los nombres, en voz alta, de los invitados que iban haciendo su entrada en el castillo.

A pesar de la intensa escarcha que estaba cayendo en aquel frió anochecer de invierno, en el interior del palacio la temperatura ambiental era muy elevada, debido sobre todo, a los potentes focos de calor quela SeñoritaBlancohizo instalar expresamente para la celebración.

-         ¡Mua!. ¡Mua!. Se saludaban besándose en la boca las guapas Damas.

-         ¡Me encanta tu abrigo!. Dijo la sexy Olga a Luisa Mari que llevaba un elegante gabán de pieles blanco que se prolongaba hasta los tobillos, debajo del cual asomaban los finos tacos de sus pumps.

-         ¡Es de piel de oso polar!. Contesto sonriendo la opulenta Baronesa importándole muy poco que el animal este en vías de extinción.

Rosalí, embutida en un mini top de cuero negro y alzada sobre unos altísimos tacos aguja, actuaba, en nombre de la Señorita Blanco, como anfitriona de la Fiesta.

Sugerentes y sexy vestidos iban apareciendo debajo de los mullidos abrigos de pieles que los sumisos criados despojaban de las esbeltas espaldas de las bellas Damas.

En la gran sala recibidor unos uniformados criados y criadas servían, postrados de rodillas,  unas copas de suave cóctel de licores a los distinguidos comensales.

-         ¡Oh cuanto tiempo sin verte!. Exclamo Amo Richard besando la mano a la exuberante Sara, que lucia un elegante visón negro debajo del cual exhibía cuerpazo transparentado en un vaporoso vestido negro con grandes y sensuales aberturas.

-         ¡Muuuaauu!. Morreo al guapo Amo gay a la voluptuosa rubita lesbiana que arrastraba a sus pies totalmente desnuda, tiritando de frió y amarrada de una reluciente cadena, a una de sus adictas esclavas que llevaba incrustada en su ano una fastidiosa y dolorosa pera metálica, tan solo  por el puro y perverso capricho de su disoluta Ama lesbiana.

Adri, la exótica mulata trans, envuelta también con un mini vestido de raso negro con muchos adornos dorados y transparentando un diminuto tanga de cuero en el que marcaba su enorme paquete, apareció escoltada por dos musculosos esclavos de torso desnudo y unidos entre ellos por una engorrosa cadena sujetada a ambos collares de perro.

Tampoco falto el galante Roberto y el fibroso Javier, acompañados por la esbelta Olga vestida con un pantalón chaqueta blanco, de tela muy fina y arrapado a su esbelta figura vislumbrando sus deseados atributos.

-         ¡Querida!. ¡Que hermosa luces!!!. Expreso Misstres Torres a la atractiva Rosalí, embutida toda en cuero como no podía ser de otra manera en una sádica punki como ella.

No faltaron a la cita unos intrigantes personajes de porte latino, entre ellos Don Fernando, uno de los capos mas ricos y poderosos de Centroamérica y conocido financiero en el lucrativo mundo del tráfico de armas y estupefacientes. Amistades peligrosas con los que Sonia había entablado estrecha relación en sus viajes de oscuros negocios por Colombia y Méjico.

Don Fernando iba escoltado por dos de sus sicarios elegantemente vestidos y acompañado por unas refinadas y bellas mujeres de rasgos mestizos, sugerentemente emperifolladas. Y también de Vázquez, su atractivo y presumido lugarteniente, personaje de sobras conocido por la bella Señorita Blanco.

A la fiesta acudió también un corrupto juez de la Audiencia acompañado por unos ricos empresarios deleitosos de vivir fuertes experiencias y el General Gobernador de la Región Don Félix Sánchez que iba acompañado de su esposa la Marquesa Doña Teresa Pérez, una mujer que pese a rondar los cincuenta se conserva muy sexy y guapa, de sobras conocida por la dureza con que suele tratar a su resignado servicio.

La sala fue llenándose de risas, cotilleos y griterío.

-         ¡Un momento por  favor!. ¡Presten atención!!!!. Grite a viva voz para que me oyeran todos los presentes.

-         ¡Su Excelencia la Condesa de Lyss!. ¡Va hacer acto de presencia!. Anuncie entusiasmado.

Unos criados hicieron retumbar unos tambores y sonaron unas largas trompetas.

Sonia hizo su majestuosa entrada en la sala pisando la larga alfombra roja. Exhibía un look, extremadamente agresivo. Flequillo rectilíneo, melena voluminosa pero lisa, descansando encima de sus hombros y alargándose algo escalonada por la espalda.

Llevaba la cabeza coronada con una diadema de perlas colgando en medio de su frente una de mayor tamaño.

Debajo de unas finísimas cejas, Sonia mostraba sus marrones ojos color miel perfectamente rimelados y delineados dándoles un efecto atigrado con un sombreado de parparos en tonos violeta y púrpura dorada. Largas pestañas con sensaciones luminosas iban acompañadas de unos sensuales labios carmesí con matices áureos.

Luciendo el pequeño piercing de diamante en el lateral de su nariz y colgando de sus lóbulos unos largos pendientes con alegorías en perlas y brillantes.

Su preciosa cara se enmarcaba en un asimétrico alto cuello de cuero negro contrastando con su rubia melena y alzado considerablemente en la parte derecha del hombro,   prolongándose hacia el sutil brazo de la Condesa con una arrapada manga alargada hasta la fina muñeca, adornada con un ancho brazalete de brillantes.

El sugerente vestido tapaba ligeramente medio pecho, justo donde empezaba su erizado pezón que se marcaba sensualmente por debajo de la fina tela de napa, haciendo juego con la puntiaguda parte izquierda que también tapaba ligeramente su otro pezón..

Sonia mostraba totalmente descubierto su lado izquierdo del hombro y brazo luciendo sobre su sedosa y bronceada piel otro lujoso brazalete dorado en su antebrazo.

Un largo collar de perlas de varias vueltas se deslizaba entre la provocadora regatera de sus hermosos pechos resiguiendo un inmenso escote triangulado cuyo vértice delantero se cerraba con tan solo un brillante broche a escasos centímetros debajo del ombligo, de donde sobresalía un sugerente piercing de pendiente, y por encima de su depilado clítoris.

Una abertura delantera en la parte inferior del vestido permitía maravillarse con sus estilizadas y desnudas piernas que lucían estupendo bronceado de rayos uva contrastando con el negro brillante de su vestido.

Por la parte trasera del seductor atavío mostraba otra gran abertura también triangulada, el vértice inferior del cual señalaba el insinuante inicio de su rajita anal. Colgando en su desnuda espalda, en la que exhibía orgullosa sobre su brillante piel el endemoniado y escandaloso tatoo, unos largos collares de brillantes.

La asimétrica manga ajustada a su brazo daba paso a unas cuidadas manos de finos dedos repletos de gruesos anillos y acabados en largas uñas carmesí.

El insinuante vestido, ceñidísimo a su fina cintura, cubría parcialmente como una segunda piel, los adorables muslos de la bella Dama prolongándose hacia al suelo con una larga cola en forma de abanico.

Sonia calzaba a juego con su fascinante vestido unas altísimas mules doradas de quince centímetros de taco metálico que realzaban esplendorosamente sus morenos empeines, sobresaliendo en ellos unas tentadoras venitas y mostrando el temible escorpión tatuado encima de su tórrida piel.

Las lujosas sandalias se sujetaban con tan solo unas estrecha banda oblicua de brillantes, dejando completamente  destapados sus bonitos dedos adornados con unas uñas lacadas de intenso carmesí y espolvoreadas de tonos brillantes.

Rodeando su insinuante tobillo, una cadenita dorada colgando de ella la irreverente cruz al revés. Un opulento anillo en el dedo anular de su pie derecho completaba los adornos de sus adorados y morenos piececitos.

Avanzaba orgullosa, altiva, sonriente. Sonia era la viva imagen del lujo y la opulencia.

Dos musculosos negros con las cabezas cubiertas por una negra y arrapada capucha de cuero y con  sus torsos completamente desnudos, exhibiendo tatuado en ellos con grandes letras el nombre de “Condesa de Lyss” escoltaban por ambos lados a la exuberante y voluptuosa Sonia Blanco.

Como una perra luciendo un brillante collar de acero se arrastraba a sus pies, la china, completamente desnuda,  rapada de cabeza y todavía con el pollon incrustado en su boca.

La asiática presentaba un aspecto lamentable, extremadamente delgada, marcando costillas y huesos debajo de su castigada piel llena de trazos sanguinolentos debido a los constantes azotes a que la pérfida Sonia, en compañía de la no menos cruel Rosalí, la someten casi a diario.

Detrás de la Señorita Blanco, desplazándose sobre sus rodillas agarrando con las manos la larga cola de su pomposo vestido y sujetando con los dientes una temible y enjoyada fusta, iba Pedrin.

Me costo reconocerlo, mostraba su cuerpo totalmente desnudo y teñido absolutamente de purpurina dorada, rodeando su pescuezo un reluciente collar de metal unido con  unas largas cadenas a las muñecas y otras a los tobillos.

En aquellos momentos, a pesar de haberlo repudiado, me sentí orgulloso de él. “Al menos habrá servido para algo tener un hijo”. Pensé mezquina y ruinmente satisfecho viendo el servicio que prestaba a mi adorada Diosa.

Según me contó luego el chulazo de Rojas, Sonia se habría arrepentido de haberlo dado en adopción, así que con dinero lo recupero y lo sometió a una reeducación que acabo con un Pedrin completamente anulado y adicto a la Augusta Persona de la Señorita Blanco.

¡Pero y Felisa!. Donde se habría metido mi “ex”. Des de que llegué no la he vuelto a ver por ninguna parte.

Los huéspedes se abalanzaron a saludar a la radiante Dama cuya belleza brillaba como una autentica Diosa.

-         ¡Sonia!. ¡Esta Usted Sublime!!!. ¡La felicito por su honorable titulo de Condesa!. Le expreso Don Fernando, el poderoso magnate latino .

-         ¡Gracias!. ¡Don Fernando!. Contesto Sonia alargando la mano para que se la besará.

-         ¡Por favor Señorita!. Suplico el tal Don Fernando ¡Permítame!. ¡Es Usted Divina!. ¡Y ante Su inmensa belleza no puedo mas que postrarme!. Don Fernando se arrodilló y beso los pies a la Condesa de Lyss provocando una sonora carcajada de la hermosa y poderosa Dama.

-         ¡No tengo palabras para expresar mi estupor ante tal demostración de belleza y sensualidad!. Dijo Olga besando ardientemente a Sonia en los labios.

La Condesa de Lyss irradiaba alegría y felicidad a doquier viéndose agasajada por todos sus comensales.

-         ¡Felicidades!. ¡Sonia!. Manifestó Misstres Torres. ¡Me alegra ver que la china sigue castigada!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. Dijo luego sonriendo la sádica punki acercándose a la esclava para darle un puntapié.

-         ¡Seguirá así el resto de lo que le quede de su angustiosa vida!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. Contesto Sonia a Missstres Torres sonriendo las dos malvadamente.

-         ¡Como me alegra que haya venido Marquesa!. Dijo Sonia besándose con la elegante esposa del sádico General Gobernador.

-         ¡Querida!.¡He oído tan buenos y complacientes comentarios de sus celebraciones que tenia muchísimas ganas de acudir a una de sus exóticas Fiestas!. Contesto malévolamente sonriente la Marquesa.


Después de todos los parabienes dirigidos a la exuberante Señorita Blanco, los elegantes Caballeros y apuestas Damas accedieron al salón comedor.

Bajo la gran chimenea del espacioso salón se tostaba un joven rebeco cazado días antes por Sonia y Rosalí, su inseparable y bella acompañante.

Cuando ya las carnes estuvieron en su delicioso punto, los dóciles criados y criadas se dispusieron a servir la suculenta cena a los selectos comensales, acompañada como no podía ser de otra manera, de prohibitivos vinos y caros champagnes.

La comida se desenvolvió con total normalidad, grandes charlas, fuertes risotadas y toqueteos entre los invitados, aparte de alguna que otra humillación a los fieles sumisos.

Don Fernando, sentado frente a la Condesa, no ceso ni un minuto de admirarla. Ella, conversó durante toda la cena con el fibroso y galante Vázquez, observados los dos bellezones por un celoso Rojas que se sabia segundo, o quizás hasta tercer plato de la preciosa Condesa de Lyss, que percibiendo Ella los angustiosos recelos de su fiel guardaespaldas no cesó de insinuarse sensualmente con él, mientras se besuqueaba apasionadamente y manoseaba con el apuesto Vázquez.

Pedrin se mantuvo arrodillado durante todo el banquete a los pies de Sonia, adorando devotamente las excitantes mules que la Condesa lucia en sus maravillosos y sutiles piececitos.

-         ¡Por la hermosa y Divina Condesa de Lyss!. Anuncio Rosalí levantando su fina copa de Dom Perignon Rose e invitando a los demás huéspedes a brindar por la atractiva y lujuriosa Señorita Blanco.

Todos los refinados comensales se pusieron en pie mostrando respeto y cortesía a la nueva aristócrata.

Yo, como buen mayordomo, inspeccionaba en cada momento des de un rincón del salón el desenvolvimiento de la cena, controlando que los movimientos de los sirvientes fuesen en todo momento correctos y respetuosos con los comensales.

-         ¡Chin!. ¡Chin!. ¡Por la Condesa!!!!. Brindaron los camaradas de Sonia, que se mostraba pletorita y risueña ante tal demostración de adhesión a su Divina persona.

-         ¡Que te has creído!. ¡Perra!. Grito de pronto Amo Richard abofeteando a una sumisa que vació una copa de champagne en frente suyo.

El musculoso Amo gay tumbo con inesperada violencia a la criada encima de la mesa apretando sus tetas contra el madero y con el culo hacia afuera le levanto la falda, que por supuesto no llevaba bragas y  penetro con dureza su gruesa tranca en el ano de la sirvienta.

-         ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!!!!. Disfrutaron apasionados los invitados con la violación que el apuesto Richard perpetraba a la chica.

-         ¡Aaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!. Grito la sumisa mientras el tieso pollon del Amo gay entraba y salía con frenesí de su estrecho culo.

Richard vació sin contemplaciones toda su lefa en el interior del ano de la esclava pensando solamente en su placer y sin preocuparse en absoluto del daño que hubiera podido causar a la criada.

-         ¡Puedes estar agradecida!. ¡Inepta!. ¡Que un chulazo como Richard haya tenido la gentileza de violarte!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!!!. Dijo burlona y carcajeándose seguidamente la bella Condesa de Lyss.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!!!. Rieron placidamente todos los demás comensales.

-         ¡Pero!. ¡Richard!. Prosiguió la Condesa. ¿No crees que deberías azotarla, por no haberte suplicado que le dejes comer tu polla?.

El musculoso y apuesto Amo gay rompió de un tirón el uniforme de doncella que portaba la chica y amarrada por Javier y Roberto empezó a descargar en sus frágiles posaderas unos terribles azotes, hasta que la joven entre gritos y lloros se desvaneció de dolor.

-         ¡Despierta!. ¡Inútil!. ¡Que aun no hemos terminado contigo!. Grito Javier abofeteando otra vez a la sumisa.

-         ¡Yo también quiero follarte!. ¡Subnormal!. Javier metió su gruesa polla en le coño de la joven.

Mientras el gallardo Roberto esperaba su turno con la tranca metida en la boca de la sumisa para que no le bajara su enorme erección.

-         ¡Ua!. ¡Ua!. ¡Ua!. ¡Uaaaaauuuu!. Javier obtuvo un delicioso orgasmo y retirando su polla del coño de la esclava dejo turno a Roberto.

-         ¡Suplicame que te folle!. ¡Perra!. Grito Roberto abofeteando a la criada.

-         ¡Por favor!. ¡Amo Roberto!. ¡Tenga la gentileza de penetrarme con su estupenda polla!. Imploro llorosa la joven besando la gruesa tranca de Roberto.

-         ¡Jajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajajaa!!!!. Roberto, satisfecho y orgulloso de la humillante suplica de la criada la penetro de un pollazo arrancando un grito de dolor a la sirvienta.


-         ¡Ven aquí!. ¡Pingajo!. Grito Misstres Torres a la temerosa china que se desenvolvía a cuatro patas y con gran dificultad.

-         ¡Vamos!. ¡Rápido!. ¿Acaso no tuviste bastante con que te cortará la lengua?. ¡Paralítica asquerosa!. Vociferó la rubia punki esperando con su rasurado chocho abierto que la asiática penetrará el consolador en él.

-         ¡Paf!. La depravada Olga impacto una fuerte patada en el trasero de la humillada china para obligarla a ir mas deprisa, pero tan solo consiguió con ello que su frágil cuerpo se desmoronará en el suelo.

-         ¡Idiota!!!!!. Grito la bella joven de cabellos castaños y melena ondulante. ¡Levántate!. ¿No ves que te espera una Dama para que le des placer?. Siguió Olga gritando, pataleando y clavando sus finos tacos en las manos a la china.

Sonia se mostraba sonriente ante el cruel trato que estaban inflingiendo a su esclava. Olga empujo la cabeza de la asiática hasta conseguir hacer penetrar el consolador el  coño de Mistress Torres que animada jadeaba de gozo.


-         ¡Esclava!. ¡Ahora sabrás para que sirve el artilugio que llevas incrustado en tu culo!. Dijo  Sara, la bella rubia lesbiana, muy excitada y sonriendo maliciosamente.

-         ¡Uaaaaaaaaa!. ¡Uaaaaaaaaaaa!!!!!!. Bramaba horripilantemente y suspirando profundo la esclava de la rubita, cuando esta, exhibiendo su cruel sadismo, dio a la llave de bronce que salía del terrible artilugio introducido en el culo de la esclava haciendo que se abriera en su interior la pera metálica. Un tornillo abría hasta su máxima abertura las puntas que sobresalían del extremo de cada segmento, dañando y desgarrando irremediablemente el interior de la cavidad anal en medio de horripilantes chillidos de dolor.

-         ¡Uaaaaaaa!. ¡Bastaaaaa!. ¡Se la suplico!. ¡Mi Ama!. ¡Se lo ruego!. Suplicaba sudorosa y angustiada la pobre chacha ¡Uaaaaaaaaaaaaa!!!!!!. Sin compasión, Sara, con una picara y sádica sonrisa en su guapa cara, giró  de nuevo la llave abriendo un grado mas el atroz instrumento de tortura.

-         ¡Jajajajaajajajajajajajaja!. Reian y gozaban del espectáculo los depravados invitados de la Condesa de Lyss.

-         ¡Magnifica tortura!. ¡Sara!. Grito Sonia aplaudiendo para aprobar el tormento y alzando su copa brindo por la hermosa y desalmada lesbiana.

-         ¡Basta!. ¡Basta!. ¡Mi Ama!. Imploraba sudorosa la pobre sumisa. Cruelmente, Sara, dio aun una vuelta mas al tornillo desgarrando y dañando definitivamente el esfínter anal y la musculatura de la parte interior del ano por donde salio un hilo de sangre.

-         ¡Pasará mucho tiempo que te acordarás de este día en honor a mi hermosa y distinguida amiga la Condesa de Lyss!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. ¡Cada vez que cagués te dolerá profundamente!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!. Se carcajeo perversamente la rubita contagiando sus diabólicas risas a los demás comensales.


Uno de los sumisos criados, saltándose la férrea disciplina impuesta por la déspota Condesa, se lanzo a los pies de Olga para lamerle sus altísimos y seductores botines negros adornados por unas relucientes cadenas.

-         ¡Perro!. ¡Quien te a dado permiso para adorarme!. ¡Imbécil!. Grito la joven Olga pataleando al atrevido e indisciplinado esclavo.

-         ¡Será vicioso este cerdo repugnante!. Vociferaba llena de ira la bella Olga.

-         ¡Desnúdate!. ¡Inútil!.

Sin demora alguna el esclavo procedió a desnudarse, mientras Olga desplegaba excitada un tremendo látigo de cuero.

-         ¿Lo azotarás?. Pregunto Doña Tere exhibiendo una placentera sonrisa en sus sensuales y recauchutados labios rojos.

-         ¡Clhass!. Aun no había terminado de despojarse de su uniforme que un primer azote impacto en la espalda del sumiso.

-         ¡Clhasss!. ¡Clhass!. ¡Clhass!. Olga propino un severo correctivo al criado que se acurrucaba desnudo y postrado de rodillas en el suelo, intentando por todos los medios protegerse con sus brazos de los terribles latigazos que brutalmente le aplicaba la bella Dama.

Volteando a su alrededor, Olga, ordeno sonriendo maliciosamente que se le ataran las manos a la espalda. Luego, agarro un mando eléctrico que hace desenrollar un cable de una pequeña grúa que cuelga del techo de la sala y que sirve para levantar las pesadas piezas de caza y acercarlas a la chimenea.

Sujeto el gancho que cuelga del extremo del cable a la atadura de las muñecas del atrevido sumiso y accionando de nuevo el mando, levanto al esclavo hasta dejarlo que tan solo tocará el suelo con las puntas de los dedos de sus pies.

Sentada cómodamente en un diván, Olga empezó hacer deslizar de un lado a otro de la sala el cabestrante sostenido en el techo por unas vigas guiaderas, forzando así al esclavo a correr sobre las puntas de sus dedos para que no se le resquebrajasen los huesos de los brazos.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. Sonreían,  carcajeaban, gritaban y aplaudían divertidos los invitados de la Señorita Blanco.

-         ¡Olga!. ¡Me apetece azotarlo!. Expreso la sádica Condesa de Lyss levantándose de su sillón empuñando su larga y lujosa fusta, taconeando sensualmente se acerco al sumiso al cual empezó a propinarle severos golpes en las nalgas, cada vez mas fuertes, cada vez mas rápidos, cada vez mas intensos, hasta que de  sus enrojecidas carnes empezó a aflorar la sangre.

-         ¡Gracias!. ¡Divina Majestad!. ¡Gracias!. ¡Divina Majestad!. Musitaba el esclavo agradeciendo cada azote que le infligía la sensual Señorita Blanco.

-         ¡Muy bien!. ¡Condesa!. Grito entusiasmado el General Gobernador que lucia todas sus medallas y condecoraciones colgadas de su uniforme de gala.

Olga accionó el botón e hizo elevar el cable, alzando unos centímetros mas del suelo al esclavo esposado con las muñecas tras la espalda.

-         ¡Uuuaaaaaaaa!. Grito aterradoramente el sumiso al tener forzados brutalmente sus hombros.

-         ¡Espera!. ¡Olga!. Interpelo la linda y excitante mestiza.

Rosalí se acerco fumando sensualmente un pitillo alzada sobre sus impresionantes tacos aguja de sus pomposos stilettos hasta el mortificado esclavo, sonriendo graciosa y picara como tan solo ella sabe hacer tan bellamente y con su boca abierta por la excitación, quemo con la punta de su cigarrita el glande del sumiso que lucia empinado.

-         ¡Aaaaaaaaa!. ¡Aaaaaaaaaa!. Luego, la cubanita, se ensaño quemándole los cojones con la misma cigarrita.

La pérfida Olga hizo descender el cable hasta que el indisciplinado esclavo toco el suelo con los pies, dejando que reposará unos instantes dándole así falsa esperanza de haber terminado con el horrible suplicio, para volver a subirlo ahora mucho mas alto.

-         ¡Paren!. ¡Paren!. ¡Se lo suplico!. ¡Misericordia!. ¡Uuuuuuuaaaaaa!. Olga dejo caer bruscamente todo el peso del esclavo sobre sus brazos de tal manera que se le rompieron los huesos de los hombros.

-         ¡Uaaaaaaaaaaaaaaa!. Chillaba el criado angustiado tirado en el suelo.

-         ¡Suplica perdón!. ¡Imbécil!. Gritaba irritada Olga pataleando y pisando con los agudos tacones de sus bonitos botines los cojones del sumiso.

-         ¡Perdon!. ¡Perdon!. ¡Paf!. ¡Uuaaaaaaaa!. Un puntapié se estrello en la cara del criado.

-         ¿Solo perdón?. ¡Estúpido!. ¿Acaso no te han enseñado como debes dirigirte a tus Amas?. ¡Cabron de mierda!.

-         ¡Ama!. ¡Le suplico que me perdone!. ¡Por favor!.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Así esta mejor!. ¡Inútil!.

-         ¡Supongo que dirás que te has caído!. ¿Verdad?. ¡Cerdo!.

-         ¡Sí!. ¡Sí!. ¡Ama Olga!. Contesto el sirviente suplicante con grandes muecas de dolor en su cara, pero besando y lamiendo con ardor los botines de la sexy Olga que se divertía contemplándolo.


Después de aquellas salvajes demostraciones de perverso sadismo, los criados dispusieron para los dignísimos huéspedes de la Condesa de Lyss, unos cómodos y mullidos tersillos de cuero colocados en forma de media luna frente a la gran chimenea donde antes se había asado al rebeco.

Sonia tomo asiento en un trono instalado especialmente para Ella en la parte central del semi círculo.  Pedrin se postro a sus pies a modo de escabel y la Condesa aposento sus lujuriosas mules encima de su dorada espalda.

Un redoble de un tambor anunció la entrada en la sala de una extravagante comitiva precedida por el vicioso sacerdote, que portaba en sus manos un lujoso cáliz de plata con las iniciales de la Condesa de Lyss gravadas en oro.

El cura vestía sotana negra con una gran abertura circular en el culo, mostrando sus rasurados testículos amarrados tras las piernas por la incomoda prensa de acero.

A su lado Sor Andrea, desnuda y arrastrando cadenas en sus pies. Sujetando con sus manos una gran patena, también de plata, y vistiendo como única prenda la toca que cubría su cabeza.  La monja lucia orgullosa su pezón anillado con el aro de oro de donde colgaba una irreverente cruz al revés como símbolo de renuncia a sus antiguas creencias y de entrega y devoción a su nueva Diosa.

Dos musculosos negros con sus cabezas cubiertas por unas ajustadas capuchas de cuero entraron azotando la espalda de un ser, que mas bien parecía un monstruo.

-         ¡Oooooh!. ¡Que asco!!!!!!. Expreso la Baronesa de Piñero llevándose su anillada  mano a la boca e igualmente imitada por otras exuberantes Damas y  galantes Caballeros que contemplaban fascinados y risueños aquel horripilante engendro.

¡Es Felisa!. Pensé interiormente tan solo verla. ¡Estaba completamente desfigurada e irreconocible!. Exageradamente rechoncha y obesa. Iba íntegramente desnuda y daba repulsión nada mas mirarla, sus carnes colgaban flácidas, sus pechos fofos y le salían grasientos michelines por todo su asqueroso y gordo cuerpo.

A pesar de llevar la cabeza embutida en una ajustada e insoportable mascara de hierro. ¡La reconocí!. La reconocí porque aquel esperpento tenia los pezones amputados y en sus nalgas lucia las iniciales de Sonia y Rosalí marcadas al rojo vivo, tal y como Chuchina me había contado, y además en su pecho exhibía las terribles cicatrices de los quemazones producidos por la plancha ardiente que le aplico la Señorita Blanco como castigo por el mero hecho de haber estornudado en su presencia.

Felisa avanzaba con extrema dificultad sobre sus rodillas, como gustaba ver humillarse a sus esclavos la cruel Condesa de Lyss, era del todo impensable que un esclavo permaneciera en pie ante su presencia si es que no era por menester de algún servicio.

Su atormentada cabeza sobresalía de un reluciente yugo de metal que le aprisionaba el cuello y las manos por las muñecas.

Unos cincuenta centímetros de cadena de acero unían los grilletes que la esclava llevaba en ambos tobillos.

-         ¡Clhass!. ¡Clhass!.¡Clhass!. ¡Clhass!.¡Clhass!. Los negros sicarios flagelaban la ancha y carnosa espalda de Felisa provocándole grandes y atroces heridas.

Cerraba la procesión el siniestro Doctor Wolf, con el torso también totalmente depilado, los hombros cubiertos por unas charreteras de cuero al igual que las muñequeras y con una media capucha cubriendo su cabeza tapando tan solo los ojos, pero dejando la boca al descubierto.

Completaba el atuendo del Señor Hugo Wolf unas altas botas militares encima de unos ajustados pantalones de cuero negro.

Al llegar ante la preciosa y radiante Señorita Blanco, el cura se arrodillo y beso los pies a la Condesa de Lyss al igual que hizo Sor Andrea, quedándose los dos religiosos en aquella humillante posición a ambos lados del aristocrático trono de Su Excelencia.

Sonia agarro con sus bellos dedos terminados en unas largas y afiladas uñas púrpuras y adornados con lujosos anillos, destacando uno de muy grande en el anular derecho y otro en el pulgar izquierdo, una fina copa de champagne de una dorada bandeja que yo, estáticamente sostenía como una estatua, firme y de rodillas tras Ella.

Sus carnosos labios, maquillados de rojo carmesí con destellos dorados, se abrieron levemente para paladear un sorbito del preciado y fresco líquido dorado.

Sonia sonrió maliciosamente hermosa al ver a su adicta esclava sufrir por mero capricho suyo, por el supremo gozo de hacer el mal, así, sin más motivo que el puro y malévolo placer de sentirse poderosa y  Diosa.

Rosalí, esplendorosamente linda con su mini top de cuero negro brillante, se sentaba cruzando sus finas y morenas piernas dejando que colgara de su pie una de sus altísimas y puntiagudas pumps, que su adicto negro esclavo lamía con su lengua. En su rostro de preciosa mestiza brillaba también una sádica sonrisita de satisfacción.

Vázquez seguía vigilante y abstraído por el cruel espectáculo que Sonia ofrecía en exclusiva para sus bellas y apuestos invitados que aplaudían y gritaban ante tal bárbara representación.

-         ¡AAAAAaaaa!!!!. ¡Clhas!. ¡Clhas!. ¡Aaaaaaaa!!!!. ¡Clhas!. ¡Clhas!!!!. Los atroces azotes golpeaban con dureza a la martirizada esclava.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!!!, Sonia lanzo una diabólica carcajada cuando Felisa llego ante Ella y con extrema dificultad se inclino devotamente hasta poder lamer las rojas uñas de sus pies, que sobresalían de las esplendorosas mules reposadas sobre la áurea espalda de su hijo Pedrin.

La Condesa alzo una de sus destalonadas sandalias y con un sugerente y hermoso gesto de gozo en su bello rostro penetro el largo tacón aguja en la boca de su fiel esclava.

Felisa lo chupo y relamió, forzando al máximo su lengua para que saliera de la boca con toda su extensión.

-         Mayordomoooooo. Me hablo con dulzura la hermosa Señorita Blanco. ¿Le hizo alguna vez una placentera felacion la perra de su esposa?.

Me sonroje ante tal interpelación por parte de mi Ama en presencia de todos aquellos Caballeros y hermosas Damas.

-         ¡No!. ¡No!. ¡Divina Majestad!. Conteste murmurando levemente avergonzado y cabizbajo.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajajajaja!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. Mi tímida contestación arranco crueles y sarcásticas risotadas de los demás comensales.

-         ¡Entonces…….!. ¡Sitúese aquí!. ¡Frente a nosotros!. Dispuso mi Ama señalando con uno de sus anillados dedos un indefinido lugar en medio del semi círculo.

-         ¡Bajase los pantalones!. ¡Imbécil!. Ordeno Sonia altiva y divertida.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!. Fuertes risas y burlonas humillaciones aparecieron entre los invitados al verme en aquella más que ridícula posición, los pantalones bajados hasta los tobillos, sin calzoncillos y mi tranca empinada.

-         ¡Será guarro y depravado tú esclavo…..Soniaaaa!. Dijo la Baronesa de Piñero. ¡Nada más de pensar que su “ex” se la va a chupar ya la tiene empinada!. ¡Jajajajajajajajajaaja!!!!.

-         ¡Esclava!. ¡Chupa la polla de tú antiguo mariditooo!. ¡Que ya la tiene a punto!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. Exigió Sonia a Felisa carcajeándose malévolamente al verme tan excitado.

Anulada completamente su dignidad, si es que aun quedaba algo de humano en ella. Felisa obedeció sin oposición alguna y se metió entera mi gruesa polla en su boca a través de una abertura que la mascara tenia a la altura de los labios para permitir que la rea comiera y lamiera lo que a la Condesa se le encaprichara.

-         ¡Urrrrrrffffff!. Succionaba de lo lindo Felisa, chupando y mamando mi erecto pene.

-         ¡Laaaammmm!. Mi “ex”, me comía también los testículos con su lengua y los chupaba metiéndoselos enteros en la boca. Siendo yo, en aquellos placenteros momentos, la cómica atracción o el bufón de aquellas hermosas Divinidades que gozaban viéndome ultrajado y denigrado. Me mantenía cabizbajo en aquellos vergonzosos momentos, sin saber hacia donde dirigir mi turbada y ruborizada mirada.

Felisa chupo y chupo polla hasta que sin poder aguantar más explote en su boca.

-         ¡Traga!. ¡Perra!. ¡Te ordeno engullir toda la leche de tu “ex”!.¡Jajajajajajajaja!!. ¡Sin derramar gota!.¡¡Puta!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!. Grito altanera la hermosa Señorita Blanco.

La negra, rasurada y lisa piel de los fornidos guardaespaldas brillaba sudorosa, debido en gran parte a las altas temperaturas de la sala y al continuo esfuerzo que hacían sus potentes músculos al ejercitar de nuevo terribles latigazos en la espalda de Felisa, que se pego suplicante a los empeines de la linda Condesa de Lyss.

-         Esclavoooooo. Me hablo Sonia con melosa voz de boquita de piñón. ¡Va siendo hora de que me entregues tus cojones!. ¿No crees?. ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!. Expreso dirigiéndose a mi exhibiendo gran regozijo en su preciosa cara y reflejando en ella extrema crueldad.

Pedrin, que yacía como una alfombra bajo las afiladas agujas de los tacos metálicos de los zapatos de Sonia, se alzo y repto hasta situarse frente a mi, frente al padre que lo repudió para convertirse en un esclavo, en un adicto esclavo de la mujer mas bella, altiva y cruel que jamás hubiera conocido.

-         ¡Mirar!. Dijo Sonia a sus perversos camaradas. ¡Que enternecedoooor!. ¿Nooo?. ¡Padre… e….. hijo juntos de…… nuevo!. Comento con rin tin tin la lujuriosa Condesa al tiempo que se carcajeaba de la situación y contemplaba la escena con enorme júbilo.

Pedrin me alargo entonces un fino y corto cable de acero con un asa en cada extremo. Sonia  miraba y sonreía picará. Un desagradable escalofrió se apoderó de mi cuerpo y de pronto un angustioso frió sudor mojo mi frente.

-         ¿A que esperas?. Pregunto pausada y con entonación autoritaria la Señorita Blanco.

Todos los comensales me observaban expectantes, sádicamente sonrientes y deseosos de ver cuales eran mis reacciones.

-         ¡Nooooo!!!!. ¡Nooooo puedooooo!!!!. ¡Por favoooor!. ¡Divina Majestad!. ¡Noooo puedoooooo!. ¡Se lo suplico!. ¡Perdóneme!. Eché a llorar y a temblar como un niño.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajaja!. Mi reacción arrancó grandes carcajadas de los perversos invitados de la Condesa de Lyss.

-         ¿Peeeerdooooon?. Interpelo Ella burleta y sonriente. ¡Perdón!. ¡De que!. ¡Anda imbécil!. ¡Ya has dado bastante el numerito!. ¡Diviértenos ahora!. ¡Estúpido!. Dijo luego en actitud dominante e imperativa.

Mire a Pedrin que aguardaba atento mi determinación y observé horrorizado que él……, ya no tenia bolas.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!. ¡Pedrin me las ofreció!. ¡Fue todo un detalle por su parte!. ¡No como tú!. ¡Un mierdecilla de marica!. ¡Jajajajajajajaja!!. Hablo vanagloriándose jocosa y grotesca la Excelentísima Condesa de Lyss al ver mi cara de asombro y congoja.

Visiblemente nervioso mis manos empezaron a temblarme y a segregar sudor, me desplome sobre mis rodillas y me arrastre a sus pies.

-         ¡Por favor!. ¡Divina Majestad!. ¡No me obligue…. a……..!.

-         ¡Obligarte!!!!. ¡Noooo!. ¡Inútil!. ¡Eres tú el que me las ofrece!. ¿Verdad? ¡Jajajajajajajajajaja!!!!. Se carcajearon con ganas las Damas y Caballeros presentes.

-         ¡Estamos esperandooooo!. Dijo Sonia con dulce voz, calando de una cigarrita y dándome un puntapié en la boca. Recostándose luego en su mullido trono y mostrando esplendido su sonrosado y palpitante coñito.

-         ¡Nooooooo!. ¡Nooooooo!. ¡Nooo puedoooo!. ¡Tengo miedoooo!. ¡Señorita Blanco!. ¡Tenga piedad!. Grite histérico y lloriqueando.

-         ¡Verdugo!. Llamo Sonia al Doctor Wolf.

-         ¡Excelencia!!. Contesto inclinándose ante Ella.

-         ¡Ayude a este mierdecilla a cumplir con mis deseos!.

-         ¡Sí!. ¡Excelentísima Condesa!. Respondió complacido el siniestro Doctor Hugo Wolf, recibiendo de parte de la bella Señorita Blanco una deleitosa sonrisa mientras saboreaba de nuevo su larga copa de champagne.

Mi cuerpo temblaba como la hoja de un árbol en un día de viento y mi cara mostraba muecas de autentico terror.

Hugo me agarro entonces con sus robustos brazos y rodeo la base de mis testículos con el fino cable de acero, obligándome luego a coger entre mis manos las asas y a tirar fuerte de ellas.

-         ¡Ya veras que fácil resulta!. Me hablo tiernamente susurrando en mi oreja  el Doctor Wolf. ¡UUUAAAaaaaaaaaaaaaaaa!. Chille, aullé y grite desconsoladamente de agudo dolor en el tremendo momento de la castración.

Al instante un enorme flujo de sangre broto del tajo, mis ojos se cerraban y mi respiración se aceleró. El mismo Doctor Wolf se encargó, ayudado por sus sicarios que me agarraban fuerte, a saturar en vivo mi herida.

-         ¡Jajajajajajajajaja!. En mis oídos resonaban grandes risotadas y fuertes aplausos de los crueles invitados que rebosaban ufanos de placer, mientras que mis ojos se iban apagando.  Por unos breves instantes me desvanecí perdiendo el conocimiento.

Un fuerte olor de amoniaco me devolvió a la cruda realidad, Sonia me quería despierto y atento a sus brutales perversiones.

Recostado en el suelo, desnudo de cintura y empapado mi uniforme en medio de un charco de mi propia sangre, desperté de mi leve desmayo en el momento en que la Señorita Blanco se disponía a defecar en la patena sujetada tras su Divino culito por la fiel monja, y a orinar en el interior del cáliz aguantado de rodillas frente a Ella por el corrompido sacerdote.

Reiteró el curilla, postrado ante la hermosa Condesa, el ritual de consagración de las heces y orines de la lujuriosa y impúdica Señorita Blanco.

Seguidamente el párroco, untando pan en las sagradas heces de la Condesa de Lyss dio la comunión, primero a Felisa y a Pedrin y luego al resto de sumisos y esclavos allí presentes, que en absoluto ayuno, como era obligado permanecer para servir la comida a las Señoras y Señores, saboreaban con autentica devoción los consagrados excrementos y la santificada lluvia dorada de la malvada aristócrata.

-         ¡Y tu!. ¡Idiota!. ¡Que haces!. Oí que me interpelaban a gritos. ¡Vamos imbécil!. ¡Acude al instante a recibir la comunión!. Era la hermosa mestiza que dándome unos puntapiés me obligo a arrastrarme hasta el párroco para recibir yo también las sagradas formas de Diosa Sonia.

Con un sutil gesto de su maravillosa mano, Sonia, dio a entender a sus negros que debían retirar a Felisa que aun permanecía con la cabeza pegada a la espalda de Pedrin lengüeteando con dificultad y gran devoción  las finas agujas de las mules de la libertina Condesa.

Recostaron entonces a Felisa en una cóncava mesa de metal, fijaron su voluminoso cuerpo con unas anchas correas y alzaron sus piernas manteniéndolas completamente abiertas sobre unas orquillas como si de una  partera se tratará.

Intervino entonces el tétrico Doctor Wolf. Llevaba en sus manos unos utensilios propios de su profesión, audífono y un esfigmomanómetro de los que sirven para medir la presión arterial.

Examino a Felisa con minuciosa precisión. En la sala reinaba un silencio sepulcral y expectante, tan solo roto por los leves cuchicheos de algunos asistentes.

El Doctor suministro un tranquilizante a Felisa, debía evitar que mi “ex” se estresará y se pudiera producir un paro cardiaco que acabará súbitamente con su vida y con lo que era aun mas importante, la sádica diversión de la Condesa de Lyss y sus allegados invitados.

Pedrin besaba y relamía los sedosos pies a la Señorita Blanco, metía la punta de la lengua entre sus deditos y recorría sus bronceados empeines con sus labios.

-         ¡Sin babear!. ¡Cerdo!. Grito Sonia irritada a mi hijo dándole un fuerte fustazo en la boca.

Uno de los musculosos y chulazos negros trajo una larga barra de brillante y pulido acero. Un  extremo de la cual acabada con una aguda, pero algo ovalada punta. El otro extremo con unas salientes y cortantes estrías y un cuadrado destinado a encajar un manubrio en él.

El Doctor se enfundo las manos con unos ajustados guantes de cuero negro, agarro la barra y la unto con abundante vaselina.

-         ¡Uauauauauauauauauaua!!!!!. Chillo con vigor Felisa al ser penetrado violentamente el agujero de su culo por dos dedos pringados de lubricante.

-         ¡Cuando Usted desee!. ¡Excelencia!. Dijo muy cortésmente el Señor Hugo Wolf arrodillado a los pies de la presuntuosa y orgullosa Sonia.

-         ¡Proceda!. ¡Verdugo!. Ordeno visiblemente excitada la Condesa de Lyss recibiendo por parte del siniestro Doctor un humillante beso en cada empeine.

Sonia convino pagar una fuerte suma de dinero al Doctor Wolf por su conocida fama como torturador y experto empalador.

Wolf encañonó la punta de la barra de acero en el culo de Felisa y dándole un suave movimiento semi circular empezó a penetrarlo, lenta y pausadamente en el ano de la esclava.

-         ¡AAAAAaaaaaaaaaaaaaa!. Vociferó  Felisa de dolor.

El verdugo dio un nuevo empujón a la barra haciéndola entrar algo más en el interior del culo de la atormentada rea.

-         ¡IIIIIIIIIiiiiiiiiiiiiiiiiiii!. ¡Uuuuaaaaaaauuu!!!. Wolf paraba unos instantes, Felisa suspiraba profundamente, y el martirizador emprendía de nuevo impulsando la barra hacia las entrañas de la esclava.

La Condesa asistía complacida al salvaje tormento que su Verdugo infligía a Felisa por expreso y sádico deseo suyo, fruncía la nariz y abría la boca lascivamente mientras que Pedrin seguía adorándole los pies.

Wolf iba examinando a menudo el cuerpo de Felisa procurando no dañar órganos vitales, ni producir grandes hemorragias a la condenada. La misma barra taponaba las heridas interiores impidiendo un fatal desangrado.

-         ¡Uuuuaaaaaaaaaaaaaa!. ¡Pooor favoooor!. Exclamaba y suplicaba Felisa. ¡Matarmeeeee!. ¡Os lo suplicoooo!.¡Matarmeeee de una vez!. ¡Divina Majestad!. ¡Os imploro que acabéis de una vez con mi perra vida!. Chillaba desgañitándose la desgraciada Felisa.

Cuanto mas suplicante se mostraba, mas excitada y cachonda se ponía la Señorita Blanco y como Ella, el resto de los perversos invitados, que por supuesto no mostraban interés alguno en interceder en favor de la inmolada esclava para acabar con su brutal suplicio.

Tampoco a mi me despertaba, ni Felisa ni Pedrin, sentimientos de piedad ni remordimientos de conciencia por haber sido yo quien los arrojará a las garras de la linda y malvada Señorita Blanco. Al fin y al cabo fue ella, Felisa, quien incomprensiblemente se entrego devota y sumisa a los pies de la bella Sonia.

-         ¡Uaaaaaaaaaaaaaaaaa!. ¡Uaaaaaaaaaaaaaaaaaa!. Aullaba desconsolada la esclava sacrificada, mientras que el Doctor forzaba una vez mas la barra para abrirse paso a través de sus tripas.

En medio de fuertes y atroces chillidos la vara acabo atravesando sin piedad el hombro derecho de Felisa, a la vez las agudas estrías del extremo opuesto penetraban en su culo desgarrándole el ano.

El sádico Doctor siguió empujando la barra hasta lograr que salieran unos sesenta centímetros por cada lado del cuerpo de la víctima.

Sonia se levanto dichosa, esbelta y endiosada de su trono, alargo risueña su lujuriosa mano sujetando una larga copa de cristal hacia un criado que permanecía de rodillas, aguantando una onerosa botella de champagne, para que de nuevo se la llenará de delicioso líquido dorado.

Entonces taconeó hasta la mesa en donde se hallaba recostada su adicta esclava. Pedrin se arrastro como un perrito tras sus pies intentando por todos los medios besar y lamer los finos tacos aguja de la Condesa.

Felisa aspiraba e inspiraba profundamente con tremenda dificultad, intentando relajarse y mitigar así el profundo dolor que le causaba el acero incrustado en su cuerpo.

Sonia se acerco a ella, complacida y mostrando toda su inmoralidad y perverso sadismo. Le lanzo una graciosa y burlona sonrisa a la vez que daba un apacible sorbito de burbujeante y fresco champangne.

-         ¡Por.....por.... fa....por favor!. ¡Mateme!. ¡Se lo suplico!. Clamaba Felisa con la voz intermitente, atragantándose y mirando a la radiante Condesa con ojos llorosos y suplicantes.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!. Sonia estaba pletorita, orgullosa, Divina. Su deseado coño brillaba mojado de excitación. Se sentía admirada y envidiada por sus invitados, y no tan solo por su extrema belleza, sino por su poder y refinada crueldad.

-         ¡Saca tu asquerosa lengua!. ¡Perra!. Dijo Sonia con tono imperante y altivo a la abnegada Felisa, una orden que apasionadamente la torturada esclava obedeció sumisa.

-         ¡Chufff!. ¡Jajajajajajajajaja!!!. Carcajeándose diabólicamente y mostrando total desprecio hacia la vida de su fiel y devota esclava, la Señorita Blanco escupió humillantemente en su boca.

Felisa trago el dulce salivazo de su depravada Ama a la vez que la miraba implorante y compungida. Sonia sonrió de nuevo bella y maliciosamente enardecida.

-         ¡Siga aplicando el suplicio!. Ordeno con suave voz la Condesa a su adepto ejecutor, volviendo endiosada a sentarse en su magnifico trono.

-         ¡Sublime!. ¡Has estado magnifica!. Grito animada Rosalí a su amante dándole un calido y profundo morreó con lengua y saliva.

Sor Andrea descalzo con su boca las pomposas mules de la preciosa y altiva Señorita Blanco, arrastrándose luego con ellas en la boca hasta la mesa donde yacía la agonizante Felisa. Allí,  el pagano sacerdote bendijo a la martirizada esclava con los sagrados  meados de la Condesa y le dio la estremucion de nuevo con pan untado en sus bendecidas heces.

La monjita acerco las sensuales sandalias de la bella aristócrata a la boca de Felisa para que esta las besará y lamiera como si fueran un preciada reliquia, en una clara demostración de devoción y abnegación sin límites.

Los musculosos negros sujetaron fuertemente con un alambre los tobillos de Felisa a la barra de acero. Sus manos continuaban sujetas al yugo que las unía a la cabeza.

Acercaron la mesa hacia las ascuas, donde antes se había asado el rebeco y con un gran esfuerzo levantaron los más de cien kilos que debía pesar ahora mi “ex esposa”.

-         ¡La hice engordar adrede para asarla!. Exclamo con una diabólica sonrisa sádicamente divertida la Señorita Blanco.

-         ¡Jajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajaj!. ¡Jajajajajajajaja!. Se rieron y aplaudieron la idea las perversas Damas y  malvados Caballeros asistentes a la bárbara Fiesta de la Condesa de Lyss.

Ambos extremos de la barra de acero quedaron encajados en las horquillas situadas a un metro de la brasa, una distancia suficiente para tostarse muy, pero muy lentamente y asegurase así, la pérfida Condesa de Lyss, una larga, lenta y salvaje tortura para su inmolada esclava.

Un sicario acoplo una manivela al cuadrado de uno de los extremos de la barra y empezó a dar vueltas pausadamente para que Felisa se fuera tostando lentamente con vida en la ardiente lumbre.

-         ¡Que crueldad!. ¡Querida!. Expreso risueña y con los pezones erizados la guapa y erótica Baronesa de Piñero, que lucia un corte de pelo algo escalonado en su corta y azabache melena.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!.

-         ¡Entre los mas gozosos y refinados placeres que puedan existir, quizás, el torturar sin limites hasta la muerte a un indefenso y dócil ser humano, y mas aun si este te adora con pasión y locura, sea el placer mas exquisito y selecto que se pueda experimentar!. Le expreso Sonia con su bello y libidinoso rostro reflejando lujuria e impudicia. ¡Deberías probarlo!. ¡Cariño!. Añadió luego dando lengua a la exuberante Baronesa.

-         ¡Excelencia!. ¿Le retiro la mascara?. Pregunto el Verdugo a la radiante y perversa Condesa.

-         ¡Nooo!. ¡Jajajajajajajajaja!!. ¡Será un dolor mas sutil e insufrible cuando el hierro de la mascará se vaya calentando!. ¡Jajajajajajaja!. Contesto orgullosa Sonia exhibiendo despiadada crueldad.

-         ¡Bárbara!. ¡Es Usted Bárbara!. ¡Excelentísima Condesa!. ¡Una Diosa!. Expreso ardientemente excitado el General Gobernador que mostraba un inmenso paquete entre su pierna.

Unas uniformadas doncellas se desplazaban sobre sus llagadas rodillas llevando en unas brillantes zafatas unas líneas de polvo blanco que iban esnifando las elegantes Damas y apuestos Caballeros, con un billete de los mas grandes.

-         ¡AAAAAAAAAAAAA!. ¡UuuuAaaaaaaaaaaaaaa!. Chillaba la martirizada Felisa recibiendo en su grasiento cuerpo el intenso ardor de las brasas.

Con una despiadada sonrisa en su rostro, el inhumano Verdugo iba rociando de vez en cuando las carnes de la rea con aceite hirviendo, provocándole dolorosas ampollas en su piel.

Las largas y doradas pestañas de la Condesa lanzaban relucientes destellos de luz al abrir y cerrar sus ojos.

Sonia suspiraba con celeridad y gemía profundamente de supremo gozo, mientras que su linda cara emitía felinas gesticulaciones de autentica tigresa calenturienta.

Contrariamente a Felisa que seguía aullando y chirriando de extremo dolor. Mi “ex” no cesaba de emitir dolorosos lamentos, de bramar y vociferar clemencia con todas las fuerzas que aun le quedaban.

Creí enloquecer, en mi cerebro resonaban delirantes los aterradores y desesperados sollozos y gemidos de dolor de mi “ex”.

Tiro entonces la Señorita Blanco de la cadena de perro sujeta al collar de Pedrin y le obligo a arrodillarse ante su coño.

-         ¡Divina Majestad!. Rogó humildemente mi hijo. ¡Suplico que me deje tener el grandísimo honor de adorarle el coño!. Rezo Pedrin.

-         ¡Bastaaaa!. ¡Bastaaaaa!. ¡Se...... lo im.....ploro!. ¡Di...vina Ma...jestad!. Gritaba Felisa con la voz entrecortada por los intensos suspiros y espasmos de dolor. Sonia, libidinosamente excitada con la sádica tortura que ordenaba aplicar a su sumisa, no daba muestra alguna de compasión ni misericordia hacia a su devota esclava.

La Señorita Blanco apretujaba con su esbelta mano el dorado cocorote de su pequeño esclavo hacia su caliente y mojado sexo, gimiendo y jadeando enardecida de gozo y placer.

La lengua de Pedrin recorría cada uno de los sensibles órganos del maravilloso coñito de la Condesa, relamiendo con más intensidad el hinchado botoncito de la parte superior del clítoris.

Lance una rápida mirada hacia la sala. Rosalí se besuqueaba con la sexy rubita lesbiana mientras su negro le lamía el culo y la asiática penetraba su consolador en el coño de Sara.

Roberto se lo montaba con Olga y Richard con el guapo Javier. Doña Tere contaba divertida sentada sobre la cara de una doncella, las crueldades de su poderoso marido cuando este interrogaba sin piedad ni miramientos a supuestos rebeldes.

La epidermis de Felisa se iba carbonizando lentamente. Unas perfumadas velas evitaban que el desagradable olor a piel quemada y carne asada se propagará por la sala importunando los sensibles olfatos a los distinguidos y selectos invitados de la Señorita Blanco, que gozaban del despiadado y atroz espectáculo, muchos de ellos haciéndose lamer el coño o mamar la polla por sus adictos esclavos o esclavas.

-         ¡Aaaayyyyyyyyyyyy!. El cruel verdugo dejo caer un chorrito de aceite hirviendo sobre la martirizada espalda de la Felisa, produciéndole un agudo daño al penetrarle en la blanda carne de su dorso.

De tanto chillar y bramar forzando al limite sus cuerdas vocales, la voz de Felisa paso de enronquecerse a la casi total afonía, escuchándose tan solo un ligero timbre agudo, como un  pitido.

A pesar de ello, la torturada rea, no cesaba de implorar que la mataran ya de una vez por todas.

Sonia fruncía la nariz al igual que una pantera en celo, gimoteaba y jadeaba de puro placer. La lengua de Pedrin lamía y chupaba los labios de su vulva y adoraba con autentica pasión su increíble coñito.

Las sedosas y anilladas manos de largas y púrpuras uñas de la libidinosa y voluptuosa Condesa acariciaban frenéticamente sus erectos y erizados pezones.

La Baronesa daba lasciva lengua a la despampanante Sonia.

-         ¡Uaau!. ¡Uaaaauuuuu!. ¡Aiiigg!. ¡AAAAAAAAAAAAaaaaa!. Hasta que la Condesa se corrió en un espectacular y sonoro orgasmo.

Felisa ya casi ni musitaba pero el verdugo seguía dándole vueltas a la manivela. Sus grasientas carnes se habían licuado y con el calor se transformaron en un aceite espeso y amarillento

-         ¡Excelencia!. ¡Aun da señales de vida!. Dijo el Doctor después de haberla examinado y retirado de su cara la lacerante e inhumana mascara de hierro.

Sus ojos, aun abiertos, permanecían inmóviles, perdidos, mirando a ninguna parte, seguramente quemados.

La cara estaba cubierta de trazos de sangre cocida, heridas sin duda producidas por el largo e inhumano tiempo que tuvo que llevar la cruel mascara de hierro y del constante roce de esta sobre su piel.

Los gases de las vísceras, debido al fuerte calor, estallaron generando una mayor combustión en medio de grandes y agonizantes alaridos de la condenada, sin duda sus últimos gritos de su atormentada vida.

-         ¡Vaaaaa!. ¡Ahora ya no es divertido!. Exclamo la Condesa de Lyss al ver que Felisa ya no suplicaba, ni chirriaba. ¡Dejarla que se termine de asar!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!. Añadió en un claro regusto de sadismo.

El resto de convidados habían gozado igualmente del tremendo suplicio a que la Señorita Blanco sometió a su fiel y adicta esclava.

-         ¡Seria una lastima desaprovechar tu empinada polla dejando que te masturbes sola para que estos dos inútiles perros tuyos puedan degustar tu semen!. Dijo Mistress Torres a la exótica trans que se acariciaba su grueso y empinado pene frente a sus dos esclavos que esperaban deleitosos que escupiera el blanco y espeso líquido par relamerlo con lujuria.

La rubia punki se sentó encima de la tiesa polla de la bella mulata y las dos follaron con autentica pasión.

Chuchina, Negra y Negrita entraron en la sala comedor con una grandes bandejas repletas de bool con comida para perros en su interior, donde aparecía gravado el número que cada esclavo/a llevaba tatuado en sus muñecas.

Arrodillados frente al bool, los esclavos se dispusieron a comer con la boca el rancho que se les suministraba como cena, bajo las divertidas miradas de los crueles invitados de la Señorita Blanco.

Pero Felisa no fue la única victima de aquella madrugada. Un fuerte griterío y discusiones provinentes de una sala contigua al comedor llamaron la atención de los asistentes, al momento,  Vázquez entro enfurecido, uno de sus matones llevaba agarrado a Don Fernando que gritaba o mas bien ordenaba que lo soltasen.

Vázquez le encañonó con su pistola. Sonia seguía atenta sin intervenir en el suceso. El gallardo de Vázquez agarro una larga y afilada espada que colgaba de una pared, arrodillo a su jefe y de un golpe le decapito la cabeza del cuerpo.

-         ¡Uauuu!. ¡Que bárbaro!. Exclamo Rosalí satisfecha y jadeante de placer. ¡Jajajajajajajajajajaja!. Para lanzar seguidamente una diabólica risotada.

Vargas cogio de los pelos la ensangrentada cabeza de Don Fernando y la puso a los pies de la preciosa y sonriente Condesa.

-         ¿Significa esto que ahora soy yo tu jefa?. Expreso cariñosamente Sonia a Vázquez. Este, silencioso, se arrodillo y beso los pies a la Señorita Blanco.

Ahora somos Pedrin y yo los que diariamente y en cada momento competimos tras los finos tacos de la dulce y glamorosa Condesa de Lyss para lamérselos y besar el suelo que su endiosada persona pisa.

Esta es para mi la verdadera gracia y esencia de un masoca como yo, el placer y la satisfacción que experimento al ver que mi cuerpo y mi persona son utilizados para la diversión de una linda y esbelta Ama como Sonia, que se complace y goza con mi sufrimiento, tortura y humillación.

FIN

A ti Sonia. Diosa de mis sueños.

Agradezco sinceramente a todos los lectores que han tenido la gran paciencia de leer este largo serial dedicado a Sonia B. G, y en especial agradecimiento a black, HombreFX, axelay, adano, Lunero10, sumiso servicial, carlosaranda, wildbugs y muy especialmente a Ayla por sus largos y acertados comentarios, siento, y lo digo con toda sinceridad, no haber sabido estar a su altura intelectual. Creo que Usted Ayla y yo haríamos una buena pareja, claro esta Usted en el papel de Sonia y yo en el de José.

Respecto a sus últimos comentarios postulados en el capitulo 16, debo aclarar que Sonia no es ningún otro personaje anterior. Sonia es una fascinante mujer de la vida real que usa leggyns de cuero negro, camisa blanca y calza zapatos o botas de alto y fino tacón, aun que no es lo cruel y sádica que la protagonista de mi serial, también lo son Rosalí, Luisa Mari, Olga, Tere, Sara y Torres todas ellas musas y protagonistas de mis imaginativas y apasionadas sesiones masturbatorias.

No soy, ni pretendo ser, escritor de cuentos eróticos. Ni por supuesto soy ni la más mínima sombra de Spielberg, aun que creo que en sus películas también se repiten escenas y situaciones similares a otras de anteriores.

Claro esta, en el sexo, la dominación y el sadismo se repiten muchas situaciones que a las protagonistas o mas bien a la fantasía de sus autores gusta de repetir.

Escribo principalmente para mi, me lo paso bien haciéndolo e imaginando las situaciones que describo y si esto es del agrado de algunos lectores bienvenidos sean.

Besotes para todas/os.