SONIA (Las perversiones de Sonia 16)

El capítulo que sigue a continuación tiene un contenido blasfemo e irrespetuoso. Sonia se muestra escandalosamente irreverente e inmoral. Quedan advertidos los posibles lectores sensibles en temas religiosos y morales, especialmente católicos, aunque creo que pocos debe haber en está sección. De todas formas, el autor, quiere manifestar el más absoluto respeto hacia todas las creencias, ideologías, razas y tendencias sexuales, proclamando el carácter fantasioso de dicho relato.

SONIA (Las perversiones de Sonia 16)

Mi salud ha quedado definitivamente deteriorada debido a las lesiones producidas en mi cuerpo por la dureza de las inhumanas condiciones de cautiverio a que me sometió mi idolatrada Ama.

Un riñón dejo de funcionar y ando algo flojo de piernas, motivo por el cual debo utilizar un bastón, pero intento por todos los medios cumplir con mis estrictas obligaciones de fiel mayordomo.

El gabinete de abogados esta ahora en manos de un joven y agresivo letrado, sin duda mas acorde con la línea impuesta por la preciosa Señorita Blanco al convertir el despacho en una correduría de acciones e inversiones en bolsa al servicio de sus intereses y pujantes negocios.

-         ¡Mayordomo!. ¡Deberá acompañarme al Palacio de Justicia para recoger Mi Noble titulo!. Exigió hermosa y altanera mi Diosa. Ahora jamás se dirige a mi como letrado o abogado.

-         ¡Sí!. ¡Divina Majestad!. Conteste animado y contento al comprobar de que Sonia volvía a disponer de mis servicios y no me condenaba a la eterna marginación a pesar de mis continuos achaques.

Así tuve el grandísimo honor de acompañar a La Señorita Blanco a la capital, done la asistí como abogado en los tramites burocráticos en que era proclamada como nueva Condesa de Lyss.


Vistiendo impecablemente con un traje oscuro, iba yo sentado al lado de Rojas que conducía ahora el lujoso Rolls-Royce negro de la Señorita Blanco, dejando en el olvido el magnifico jaguar que una vez fue de mi propiedad y la ilusión de mi vida.

En un maletín llevaba toda la documentación relativa a los trámites realizados para la petición del aristocrático titulo de Condesa de Lyss en beneficio de mi preciosa Ama

La Señorita Blanco viajaba cómodamente sentada en la amplia y magníficamente equipada parte trasera del auto.

Vestía un conjunto muy agresivo, elegante y glamoroso como es normal en Ella. Embutida en unos ajustadísimos Leggyns de cuero negro apretujados a sus esbeltas piernas y marcando sus perfectos glúteos combinados con un escotadísimo top, también de cuero negro. Calzaba unos bonitos y puntiagudos stilettos, de los que dejan al descubierto la parte final de los deditos, con un alto y fino tacón aguja y un estampado imitando la piel de leopardo a juego con un largo y ostentoso abrigo de pieles, esta sí, de auténtico leopardo cubriendo sus espaldas.

Muy pocas veces, Sonia, enfundaba sus piernas con medias o pantys, dejando siempre sus sugerentes empeines al descubierto. Tampoco en aquella ocasión faltaron lujosas joyas y perfecto maquillado y lacado de uñas.

Rojas estaciono en un lateral de la calle frente al Palacio de Justicia para facilitar que la Señorita Blanco no tuviera que realizar un largo recorrido a pie.

Me apee de inmediato del coche para abrir la puerta del auto a la Divina Señorita Blanco que elegantemente descendió de su Rolls, haciéndole yo los honores con una respetuosa reverencia.

En aquellos mismos instantes, circulaba por allí, un apestoso pordiosero de la calle que llevaba en un andrajoso carro todas sus viejas y maltrechas pertinencias.

-         ¡Sonia!. Exclamo el repugnante mendigo.

La Señorita Blanco se quedo sorprendida y avergonzada de que aquel miserable pronunciara su nombre.

-         ¿Es que no me conoces?. ¿Sonia?. Pregunto el infame pordiosero.

-         ¡Aparta!. ¡Asqueroso!. Le grite yo a falta de Rojas que estaba al volante del vehículo pero expectante al ver lo que ocurría.

-         ¡No!. ¡Por favor!. Exclamo el mísero. ¡Sonia!. ¡Soy Juan!. ¡Te lo ruego!. ¡Escúchame!.

-         ¡Juaannn!!!!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. La Señorita Blanco condujo una de sus enguantadas manos hasta los labios tapándose con ella la boca para contenerse la risa que le dio ver a su ex marido en aquella desagradable y bochornosa situación.

-         ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. Sin poder aguantarse más, Sonia rompió en una sonora carcajada.

-         ¡Pero!. ¡Juan!. Dijo sorprendida. ¡Que haces así en la calle!. ¿Que ha sido de tu vida?. ¡Pareces un apestoso mendigo!. Se lamento burlona.

-         ¡Ya ves!. ¡Las cosas no me han ido nada bien desde que me dejaste!.¡Sonia!. Dijo desolado y muy entristecido el ex marido de la Señorita Blanco.

-         ¡Pobrecitooooo!. Dijo Ella dirigiéndose a él con boca de risa en un tono dulce y sarcástico.

-         ¡Ayúdame!. ¡Sonia!. ¡Te lo ruego!. Suplico Juan. ¡Por lo que mas quieras!. ¡Sonia!. ¡Yo sigo colado por ti!. Continuaba hablando el pobre Juan confesándose y humillándose ante su bella ex esposa. ¡Jamás he podido olvidarte!. ¡Te quiero!. ¡Te adoro!. ¡Muy a pesar de todo el daño que me hiciste!.

-         ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!!. ¡Juan!. ¡Me halaga y me complace que sigas aun adorándome y perdidamente enamorado de Mi!.¡Pero….!. ¿Es que no te ves?. ¡Eres un infesto y maloliente pordiosero!. ¡Un fracasado!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. ¡Cómo quieres que te ayude!. ¡Jajajajajajajaja!!!. ¿Te basta…. con diez Euroooooos?. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!. Sonia dejo caer al suelo el billete. ¡No te lo gastes en vino como suelen hacer los de tu calaña!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!. Rió jactándose de su ex marido.

El corpulento guardaespaldas había ya aparcado el pomposo auto y se acercaba a paso ligero, llego aun a tiempo de dar un empujón al miserable de Juan y lanzarlo contra los adoquines como si de un monigote se tratará.

-         ¡Sonia!. ¡Sonia!. ¡Por lo que mas quieras!. ¡No me dejes en esta situación!. ¡Soniaaaaa!!!. La Señorita Blanco avanzó orgullosa y taconeando con paso firme hacia el Palacio de Justicia. Juan repto por el suelo tras Ella, al tiempo de que Rojas le daba un puntapié en los riñones.

-         ¡Jajajajajajajajaja!!!!. Sonia giro su preciosa cara y lanzo una maliciosa sonrisa a su ex.

Yo seguí a mi Ama como un perro sigue al suyo. Ya en el interior del solemne edificio  camine unos metros tras la Señorita Blanco hasta la grandilocuente sala donde se leyeron y otorgaron los aristocráticos títulos.

A la salida del Palacio de Justicia, la nueva Condesa de Lyss, se mostraba dichosa y radiante. Ahora además de una influyente pija ricachona era ya una noble Dama.

Rojas se adelanto y fue en busca del pomposo Rolls. Iba yo a abrir la puerta del auto para que  la Condesa se acomodara en él, cuando de pronto apareció de nuevo el apestoso de Juan.

-         ¡Sonia!. ¡No te olvides de mi!. ¡No me dejes aquí tirado como una colilla!. Suplico arrodillándose ante Ella cuando Sonia se disponía a tomar asiento en su lujoso coche.

-         ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. ¡Que gracioso eres!. Profirió risueña la Señorita Blanco  ¡Largo!. ¡Desperdicio!. ¡Largo!. ¡Fuera de mi vista!. ¡Guarro asqueroso!. La dorada cadenita se deslizaba por su sutil tobillo hasta alcanzar el ajustado leggyns de cuero cuando Sonia, apoyando la suela de su seductor stilletto en la frente de Juan, le propino un sonado empujón que lo desequilibro haciéndole caer al suelo, al tiempo que la aristocrática Dama le gritaba despectivamente. ¡Fuera de Mi vista!. ¡Escoria!. ¡Pordiosero!……

La Condesa de Lyss termino de montar en el lujoso Rolls, cerré la puerta y tome de nuevo asiento al lado de Rojas.

-         ¡Arranca!. Ordeno Sonia secamente a su chofer guardaespaldas.

Juan se asió a la dorada maneta de la puerta trasera donde se aposentaba mi hermosa Dueña, a la vez Rojas aceleraba el vehículo arrastrándole por el suelo con tan mala fortuna que fue a caer bajo las ruedas traseras del fastuoso vehículo, pasándole una de ellas por encima de su pecho.

Unos metros más allá, el chulazo de la Señorita Blanco freno de inmediato el vehículo.

-         ¡No pares!. ¡Estúpido!. Manifestó Sonia soberbia y arrogante ante las naturales intenciones de su guardaespaldas.

Mire por el retrovisor y vi a Juan en el suelo y a una muchedumbre que se apiñaba a su alrededor.

El auto se fue alejando del lugar, la Condesa de Lyss restó fría, inamovible, orgullosa detrás de los opacos cristales del pomposo Rolls, sin hacer ningún movimiento ni gesto para indagar o preocupar por la desgracia de su ex, el cuerpo del cual yacía tumbado en el suelo en medio de un charco de sangre.

-         ¡Ha muerto!. Exclame. ¡Juan ha muerto!. Dije mirando de reojo a la altiva Condesa que se fumaba placenteramente un rubio pitillo y sin disimular de ninguna manera su perversa y morbosa sonrisa.

Los agentes de policía apostados en el Palacio de Justicia certificaron la muerte del pordiosero calificándola de desgraciado accidente de circulación.

¿Accidente?. ¿Suicidio?. Yo me inclino mas en pensar por la segunda opción y creo que Sonia, por su insensible y orgullosa reacción también.

Juan, alocadamente enamorado de la bella y pérfida Sonia, albergaba aun en algún recóndito rincón de su inocente alma, la débil esperanza de recuperar de nuevo algún día el amor de la Dama que tanto daño le había causado, que tanto lo había atormentado, pero que sin duda  adoraba perdidamente.

Al verse rechazado, vilmente denigrado y ultrajado por aquella persona que tanto amaba y deseaba, decidió que su vida ya no tenia ningún sentido, que su única razón de vivir se había volatizado y que mejor manera de poner fin a una mísera existencia como la suya que arrojándose, buscando sin duda el fin de sus sufrimientos, bajo las ruedas del lujoso auto de su anhelado amor.


Tras unos días en la Mansión de la Colonia, la Condesa volvió al castillo de Lyss donde ansiosa la esperaba Rosalí, su preciosa amante cubana.

El encuentro entre las dos Divas fue enardecido y jubiloso, la bella mestiza se lanzo impetuosamente a los brazos de la Señorita Blanco, sus lenguas se entremezclaron en un largo y apasionado morreo.

Luego las dos soberbias Damas pasaron a una salita donde, cómodamente ataviadas, tomaron un te que tuve yo el gran honor de servir.

Sonia y Rosalí conversaban animadamente, se besaban y tocaban sensualmente cuando apareció en la salita una de las sumisas de la Cubanita. Su cara y su cuerpo presentaban un aspecto sobrecogedor, repleto de profundas heridas, grandes moratones, un brazo inmovilizado y cojeando de una pierna.

-         ¡Que le ocurrió a tu esclava!. Pregunto extrañada la Señorita Blanco.

-         ¡Estaba tan asqueada por tu larga ausencia que lance a mi doberman encima suyo para divertirme!. Contesto frívolamente la linda mestiza sonriendo muy animada.

-         ¡Brutal!!!.¡Jajajajajajajajaja!!!. Dijo Sonia impetuosa. ¿Fue...... por Miiiiiii?. ¡Que detalle.... Mi linda cubanita!. Exclamo melosa y contenta la Condesa carcajeándose diabólicamente.

-         ¡Sííí!. ¡Fue divertido!. Añadió Rosalí. ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Hasta que intervino el estúpido de Bernardo apartando a mi perro de esta inútil, entonces tuve que azotarlo a él!. ¡Jajajajajajajaja!. Siguió animada la bella mestiza.


La bella mestiza posee a tres esclavos y un guardaespaldas. Bernardo, el multimillonario negro que ejerce de chofer. ¡Bien!. Ahora ha traspasado ya a la cubanita todos sus bienes y propiedades. Y a dos blancuchas jovencitas.

A partir de aquel momento la conversación entre Sonia y Rosalí verso sobre las diabladuras y maldades cometidas durante los días de ausencia.


-         ¡El Domingo acudí a misa!. Dijo enardecida la Señorita Blanco.

La bella cara de Rosalí se transformo en una expresión entre incrédula y chistosa.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!!!. ¡No me digas.......!. ¡Te has vueltooooo.........!. ¿Unaaaa…. Santita?. ¡Jajajajajajajajaja!. Manifestó burlona con cara de risa la linda mestiza.

-         Entre en la iglesia cuando ya el curilla había empezado a oficiar la ceremonia.

Contaba alegre y divertida la sensual Señorita Blanco.

-         El templo estaba abarrotado de obreros y beatas. Al verme, el párroco enmudeció de golpe. Avance orgullosa y provocadora con Rojas tras mis tacones por el pasillo central de la nave, en medio de un silencio sepulcral tan solo roto por el resonante taconeo de mis finos tacos metálicos. A Mi paso sentía sobre mi cuerpo las inquisitorias y fisgonas miradas de los múltiples creyentes que se habían reunido aquel domingo en la iglesia.

Al llegar al pie del altar, Rojas se me adelanto y despejo de viejas y chusma variada el banco principal, históricamente reservado a los Amos y directivos de la empresa y de la colonia. Ha diferencia del resto de asientos, este banco esta cómodamente almohadillado con cojines de cuero dignos para la clase alta ha que estaban destinados.

Me aposente confortablemente y en solitario en él. Rojas permaneció de pie en un lateral de la nave con sus oscuras gafas tapándole la cara y otro de mis fieles guardaespaldas aguardaba firme en la puerta de entrada.

-         ¡Y que llevabas puesto!. ¿Sonia?. Exclamo resuelta la cubanita a modo de pregunta.

-         ¡Mi sugerente mini top de cuero negro con la americana muy abierta, marcando escandaloso escote y collar entre la raja de mis pechos!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!. Encima de mi rubia melena lucia un sombrerito, medio inclinado hacia delante, del cual salía una pequeña pieza de tul negro que cubría mi cara hasta debajo de la nariz, resaltando mis perfilados labios púrpuras.

-         Enfundaba Mis esbeltas piernas con unas largas y muy ceñidas botas de cuero negro tapando las rodillas y alzadas en unos impresionantes tacos aguja, luciendo ostentosamente en una de ellas una lujosa tobillera de brillantes e iba ataviada con el pomposo y mullido abrigo de pieles color perla.

-         El curilla continuó el sermón visiblemente nervioso y balbuceando. Yo cruce insinuante las piernas dejando a la vista mis nalgas y reposando un codo encima de la rodilla y la barbilla en la palma de mis enguantadas manos, en donde exhibía grandes y suntuosos anillos y pulseras.

-         El párroco se resistía pero no podía dejar de observarme, momento en el que yo, poniendo boquita de piñón, le lanzaba un sensual besito empujado con la palma de mi mano o le sonreía sugerentemente relamiéndome los labios.

-         En el instante en que el reverendo, asistido en todo momento por una monja, se dispuso a consagrar la eucaristía me acomode irrespetuosamente a mis anchas. Puse los brazos estirados sobre el respaldo del banco, abriéndome de piernas para dejar a la vista del párroco mi rasurado coñito. El cura se sonrojo y se le cayó el copón al suelo, aquello me hizo sonreír divertidamente.


La hermosa mestiza escuchaba risueña como la pérfida Condesa de Lyss iba relatando aquella malévola y  morbosa historia.


-         Los feligreses iban desfilando por el frontal del altar para recibir la comunión que el cura depositaba en sus lenguas, ya cuando el último se marcho a rogar a su asiento….

-         ¡Shhhhh!. Llame la atención al párroco, cuando este alzo la vista le hice una seña con uno de mis anillados dedos para que se acercará a Mí.

-         El cura, haciendo el despistado, miró hacia el fondo del templo como no queriéndome oír. La mayoría de devotos permanecían en silencio rogando o rezando arrodillados en sus bancos. Sin poder evitarlo, el párroco giró impulsivamente la vista hacia Mí y yo le sonreí graciosamente al tiempo que volvía a darle señas para que se acercará.

-         ¡Que desea!. ¿Señorita?. Se aproximo el curilla con la monja pegada a su lado sujetando la patena que se utiliza durante la comunión, embobada y babeando sin quitar la vista de mi lujurioso cuerpazo,

-         ¡Genuflexionese ante Mi!. Ordene en voz baja y melosa mirando fijamente a los ojos del Reverendo con la boca medio abierta y señalando al suelo con un dedo ante la ingenua mirada de asombro de la inocente religiosa.

-         ¡Pero.......!. Exclamo el curilla. Le sonreí no dejándole espacio para la duda. El párroco obedeció así. ¡Sin mas!. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajaja!!.

-         Entonces abrí la boca y saque mi lengua moviéndola lascivamente entre mis púrpuras y carnosos labios brillantes.

-         ¡Déme... la comunión....!. Exigí susurrante y con dulce voz  de boquita de piñón.

-         ¡No!!!. ¡No se ha confesado!. Dijo murmurando el cura. ¡Es Usted una pecadora!. ¡Una diabólica mujer!. ¡Seria una blasfemia darle de comulgar!. ¡No puedo!.

-         ¿Acaso quiere que ponga en conocimiento del Señor Obispo que no ha querido dar la comunión a la Condesa de Lyss?. Le dije en tono incisivo y burlón.

-         Al curilla le temblaban las manos. Meneé obscenamente y sonriendo mi viciosa y juguetona lengua en el mismo instante en que el párroco depositaba el copon en ella.

-         La monja aguantaba la patena mirando embobada mis libertinas indecencias. No parecía fea, aparentaba unos cuarenta y tantos años, muy blanca de piel y ojos azulados. Observe en ella un desmesurado anhelo hacia Mi, sentía su mirada de deseo en mi piel y esto me incitaba a comportarme todavía mas provocativamente. Le sonreí mientras mi astuta intuición me indicaba que debía de ser una lesbiana reprimida metida a novicia para purgar malos pensamientos.

-         Aun con el párroco genuflexionado ante Mi moje uno de mis anillados y enguantados dedos en Mi mojadito chocho.

-         ¡Estos son los flujos de Mi endiosado coño!. Le dije en voz baja y picara sonrisa acercándole el dedo a la boca para que me lo lamiera. El párroco, sorprendido, por mi descaro lo engullo entero y lo chupo, momento en que lance una impúdica mirada a la monja soplándole un malicioso besito acompañado de una sonrisita.

-         No se si los feligreses del banco trasero se percataban de la situación, pero yo carezco de moral y estaba en estos momentos dispuesta a mostrar toda mi desvergonzada y escabrosa actitud sin que en aquellos instantes de pura excitación me importará nada lo que vieran o pensaran de Mi los decorosos devotos.


¡Uau!. ¡Sonia!. ¡Me estas poniendo mojada!. Exclamo la sensual mestiza con cachonda voz, escuchando con sumo interés el retorcido relato que contaba su bella e irresistible amante.

¡Jajajajajajajajajaja!!!. ¡Okey!. Respondió risueña la sensual Condesa continuando con la explicación.


-         ¡Al medio día le espero a comer en Mi Mansión!.¡Ah….!. ¡Lleve consigo a la monja!. Dije al oído del curilla en voz baja y con una leve sonrisa.

-         ¡No!. ¡No puede ser!. Contesto él.

-         Sonreí de nuevo lascivamente, sabia que lo llevaba loco y no faltaría a la cita. Así que acerque mi mano a sus labios para que me la besara cortésmente y me levante taconeando de nuevo cruzando con mis provocativos e insinuantes movimientos y con mi chulazo pegado tras mío el largo pasillo central del templo. Los feligreses, todo y no parar de cuchichear a mi firme y altivo paso, no se atrevieron a cuestionar en lo más mínimo Mi escandalosa y descarada actitud. Está aun muy latente en la colonia el crudo recuerdo de la dura intervención de Rojas y de las represalias que ordene aplicar a las familias de los trabajadores rebeldes después de las nefastas huelgas e intentonas revolucionarias en mi industria.

-         En aquellos momentos me sentía como una Diosa cachonda de placer, seguro que más de uno y de diez de esos devotos católicos se la machaco a mi salud. ¡Jajajajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!.

-         ¡Rojas!. ¡Cómeme el clítoris!. ¡Estoy ardiente!. Ordene a mi apuesto y musculoso guardaespaldas tan solo llegar al Rolls.

-         ¡Terminantemente prohibido obtener placer de este especial servicio!. ¡Entiendes!. ¡Estúpido!. Exigí a Mi guardaespaldas sabiendo lo mucho que se excitaría con ello. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!!.


¡Soy así!. ¡Mala y perversa!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!. ¡Jajajajajajajajaja!!!.

¡Eres colosal!. ¡Sonia!.. ¡Pobre idiota!. Expreso Rosalí carcajeándose también.


¡Divina Majestad!. Anunció una de mis sumisas doncellas. ¡El Reverendo acompañado de una monja han venido a visitarle!.

-         ¡Perfecto!. ¡Hágales pasar a la salita!.

-         Me sentía poderosa, orgullosa de mi misma. Me puse un vaporoso e insinuante vestido de tul negro pegado a mi sutil cuerpo con el que se trasparentaban todos Mis encantos y con un brutal escote trasero y raja lateral.

-         Me enjoye los dedos con mis grandes anillos, largo collar de perlas a juego con los pendientes, dorado brazalete en el antebrazo y una fina cadena de oro junto al piercing del ombligo adornando mi cintura. Me maquille y calce unas vertiginosas mules que sujetaban el pie con tan solo una tirita oblicua adornada de pequeños cristales brillantes.

-         ¡Oooooh!.  ¡Por favor!. ¡Pido mil disculpas por el retraso!. Dije así sensualmente vestida y después de hacerlos esperar mas de media hora. El párroco llevaba puesta su negra sotana y como es normal la monja vestía hábito.

-         ¡Pasemos al comedor!. Les invite amablemente.

-         La mesa, de forma redonda, estaba lujosamente parada exhibiendo ostentación a doquier como a Mi me gusta. Los hice sentar de tal modo que el cura quedaba frente mío y la monja a Mi lado.

-         Las criadas empezaron a servirnos la suntuosa comida basada en marisco y vinos blancos. Tanto el cura como a la religiosa se les iban las manos engullendo sin parar los deliciosos manjares.

-         ¡Parece que hay hambre!. Comente risueña observando tanto glotón.

-         ¡Perdón!. ¡Excelencia!. ¡Normalmente no estamos acostumbrados a tanto lujo!. Indicó el cura.

-         La conversación durante la comida versaba sobre la iglesia, la caridad y la fraternidad, temas que con mi carencia de moral me importaban un rábano. Con lo cual no prestaba yo mucha atención a la cháchara dedicándome a exteriorizar mi fastidio con desvergonzadas muecas y gestos impúdicos.

-         La monja, sin poder disimular sus debilidades, devoraba igual una almeja que mis visibles y suntuosos pechos transparentados tras la fina tela de Mi sexy vestido.

-         ¿Ha estado alguna vez con algún hombre?. Pregunte sin tapujos a la religiosa.

-         ¡No!. ¡No!. ¡Excelencia!. Sonreí pícara observando el rubor que le ocasione con mi lacerante pregunta.

-         ¡Entonces..............!. ¿No ha tenido experiencia sexual algunaaaa?. Seguí  interrogándola sarcásticamente sin rodeos.

-         ¡No!. ¡Me consagre a Dios desde muy jovencita y jamás tuve la oportunidad de conocer a nadie que me interesará!. ¡Soy la esclava del Señor!. Dijo incauta la monjita.

-         ¡Durante todo este tiempooooo....!. Vacile...... ¿No ha tenido tentaciones o pensamientos impuros con alguna otra monja del convento?. ¿O tal vez algún contacto físico con una de ellas?.

-         ¡Pero me reprimí!!!!!. e ¡Hice una dura penitencia!!!!!!. Respondió inmediatamente angustiada la cándida religiosa. ¡Reverendo padre!. ¿Verdad que no he pecado?. Pregunto impulsivamente miedosa  al capellán.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!. ¡Entonces......!. ¡Es virgen......!. Intervine exclamando jovialmente y sin dejar hablar al párroco.

-         La monja, sonrojada, inclino la vista al suelo y contesto afirmativamente con un ligero movimiento de cabeza. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Los religiosos sois una mina de agradables sorpresas!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!. Comente guasona e insinuándome a la religiosa obscenamente con la lengua.

-         El cura seguía atento y sin poder disimular una animada sonrisa de complicidad a mi perverso interrogatorio. Me levante y volteando la silla del párroco me situé tras él. Deslice entonces mis lujuriosas manos por sus pectorales acariciando la sedosa superficie del hábito y desabrochándole los primeros botones metí la mano en su interior.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!. ¡Que grata sorpresa!. Exclame divertida al comprobar  que el cura no llevaba prenda alguna debajo de la sotana y que además,  iba completamente depilado como a Mi me gustan los hombres.

Acerqué mis ardorosos labios a los suyos haciendo que percibiera mi fogoso aliento, mientras mis delicadas manos seguían serpenteando por su piel hacia su bajo vientre.

Saqué la punta de mi lengua y roce con ella sus labios. Mis manos alcanzaron su enorme polla y acaricie suavemente sus rasurados y finos testículos.

-         ¡Vaya curilla!. ¡Tendré que azotarlo para expiar sus tentaciones!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!. Expresé manoseándole su portentoso y erecto pene.

-         ¡Sííí!. ¡Por favor!. ¡Se lo suplico!. ¡Azoteme!. ¡Necesito que me azote!. ¡Excelencia!. Imploró el capellán sorprendiéndome con sus ruegos y notando que mientras lo hacia su rabo se hinchaba y crecía de forma considerable.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajaja!!!. Me carcajee a gusto con sus suplicas. ¡Vaya!. ¡Ahora resultará que es usted un degenerado pervertido!. Exclame riéndome de nuevo.

-         ¡Por Favor!. ¡Se lo suplico!. ¡Castígueme!. Rogó otra vez el cura besándome Mi anillada mano derecha con delirio.


¡No aguanto mas!. ¡Estoy tremendamente caliente!. Expreso cariñosa Rosalí pegada a los sensuales labios de su linda amante.

¡China!. ¡Perra!. ¡Ven aquí inmediatamente!. Vocifero la guapísima Sonia a su esclava que pendoneaba por allí.

La Señorita Blanco agarro a la asiática de la cadena que cuelga de su collar y la acerco hacia la preciosa mestiza.

¡Vamos inútil!. ¡Mete el consolador en el coño de Rosalí!. Sonia se sentó en la espalda de la china y la obligo, empujándole con dureza la cabeza, a meter el falo en el mojado sexo de la cubanita. No sin antes haberlo lubricado con un escupitajo y continuando luego con la excitante explicación.


-         ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Apartate!. Grite enérgicamente dándole un empujoncito.

-         ¡Quiiiiiizas........ maaaas…. tarde...... si se ha portadooooo mal!. Dije seductoramente vacilando, acariciándole la barbilla y lanzándole un besito.  ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!. Sus deslumbrados ojos expresaban desesperación y deseo sin límites.

-         ¡Deseo follarme a la monja y quiero que usted me la ponga en azafate!. Le susurré al oído mirando a la religiosa de reojo con una pequeña y maliciosa sonrisita en mis labios. Dándole a entender, para inquietarla y aturdirla, que estábamos hablando de ella pero sin que pudiera sospechar en absoluto lo que Mi malévola mente estaba tramando. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!.

¡Yyyyyyy........, quizás luegoooooo......... lo azote!. Dije con retintín. ¡Jajajajaajajajajajajaja!!!. Murmurando sugestivamente en voz muy baja para que la interesada no nos oyera y carcajeándome sonoramente después.

La religiosa estaba perpleja y confusa ante lo que estaban viendo sus ojos. Entonces camine taconeando hacia ella.

-         ¡Yyyyy......, a.... Miiii.....!. ¿Me desea....?. ¡Hermanaaaa!. Acentué preguntando con boquita de piñón e insinuándome y poniéndome picara y melosa haciendo que la monjita se sofocara de nuevo.

-         Agarre entonces una copa de vino y la deje caer encima de mi busto de tal manera que empapo la fina tela de tul haciendo aun más visibles mis erectos pezones.

-         ¡Vaya!. ¡Me he mojado!. ¡Sor............!. ¡Por cierto!. ¿Cual es su nombre?.

-         ¡Sor Andrea!. ¡Disculpe!. ¡Excelencia!. Manifestó ella.

-         ¡Enjuágueme el vino!. Le dije descaradamente pero con cariño lamiéndome cautivadoramente los labios.

-         Sor Andrea quedo descolocada. Mire sonriente al párroco.

-         ¡Curilla!. ¡Enseñé a Sor Andrea como debe enjuagarme!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!!.

-         El párroco, sin pensarlo, beso y chupo mis pezoncitos, yo gemía y observaba descaradamente a la monja.

-         ¡Sor Andrea!. ¡Chupele así, como yo, los pezoncitos a la Condesa!. Hablo el párroco tiernamente a la religiosa.

-         ¡Pero!. ¡Padre!. ¡Esto es un pecado mortal!. Exclamo ingenua la religiosa que aparentaba ser algo cortita o subnormal. La agarré del cocorote y la obligué a pasar la lengua por encima de la mojada tela que cubría mis erectos pezoncitos.


Sonia controlaba con sus deliciosas manos los frenéticos movimientos de la cabeza de la asiática, haciendo que el fabuloso consolador de boca entrara y saliera del venerable coñito de Rosalí.

La mestiza, de melena azabache terminada con mechas rubias, gimoteaba y fruncía la nariz mirando con sus preciosos ojos negros a la guapa Condesa que a su vez, sentada en la espalda de la china, se manoseaba los pechos.

La cubanita chillaba de gozo, abría levemente la boca haciendo brillar el piercing que luce encima de sus carnosos labios y expresaba hermosos guiños en su bello rostro.

La Señorita Blanco siguió entonces con aquel apasionante y erótico relato.


-         ¡Aig!. ¡Uaf!. ¡Aigg!. ¡Uauu!. Gimotee mientras la monjita me relamía los botoncillos que culminan mis preciosos pechos, con la otra mano me pellizque Mi otro tetilla. Mire con descaro y libidinoso deseo al curilla frunciendo la nariz e irradiando placenteros guiños preguntándole en tono meloso y con la boca sensualmente abierta.

-         ¿Se ha pajeado mucho pensando en Mi?. ¡Reverendo padre!.

-         ¡Ni tan siquiera por un momento he podido olvidar su Divina imagen!. ¡Excelentísima Condesa!. Contesto el párroco rendido ante Mi sublime belleza.

-         ¡Me masturbé como un perro a su salud!. Confeso seguidamente apasionado.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. Me carcajee diabólicamente a placer.

-         En aquellos momentos mis criadas servían los postres. Nata, fresas y caro champagne.

-         Mis largas uñas carmesí se sumergieron en la blanca nata untando una deliciosa fresa roja que lamí y chupe tentadoramente con mi lengua y luego la acerque a los labios de Sor Andrea para que se la comiera.

-         ¡No es una manzana!. ¡Pero para el caso es lo mismo!. Sonreí mirando la cara de tonta que ponía ella.

-         Descalce de la glamorosa mule el pie en el que luzco tatuado un escorpión y adornó mi dedito central con un pequeño y brillante aro junto a una tobillera de oro en donde colgué, con el afán de escandalizar aun más, una cruz al revés.

-         Lo unté en nata y poniendo una fresa encima de los deditos flexioné el pie hacia abajo y lo acerque a la boca del capellán.

-         ¡Cómemelo! ¡Curilla!. El párroco lo devoró con anhelo y adicción pasando su lengua por la planta, besando Mí sedoso empeine y relamiendo entre mis cuidados deditos de uñas carmesí.

-         ¡Uaaaauuuuu!!!. ¡Que deliciosas y placenteras cosquillas!. ¡Curilla!. Le hable burlona.

-         ¡Me encanta!. ¡Me encanta que presten atención a Mis bellos pies!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. El párroco me los acariciaba y se metía enteros los dedos en su boca  relamiéndome con afán el dedito gordo.

-         ¡Ahora vais a probar mi Divino Cuerpo!. Hable presuntuosa y engreída al capellán y a la monja alzándome de pie sobre mis altísimos tacos aguja y metiendo una fresa untada en nata en el agujerito de Mi culo y otra en Mi empapado coñito.

-         Los dos religiosos observaban fascinados mis eróticos movimientos. Mis manos acariciaban la fina tela del insinuante vestido de tul que cubría mis apretadas carnes, dejando a la vista el diabólico tatuaje de Mi bronceada espalda.

-         ¡Vamos!. ¡Curilla!. ¡Atrape con su lengua la fresa que hay en Mi delicioso ano!.¡Jajajajajajajajajajaja!!!.  Invite así al párroco a comerme el culo.

-         ¡Hermana!. ¡Haga lo mismo en mi coño!. El cura, algo mas desenvuelto que la pudorosa monja, se acerco arrodillándose tras mi trasero. Yo me incline algo hacia adelante para facilitarle la entrada de su lengua en mi agujerito.

Miré a Sor Andrea, no se atrevía, estaba abochornada y avergonzada.

-         ¡Monseñor!. ¡Que hace!. ¡Esta pecando!. ¡Esta mujer es un demonio!. Vocifero llorosa, alarmada y confusa la religiosa.

-         ¡No te cortes!. Le dije. ¡Se te ve en la mirada que me deseas, que deseas lamerme, chuparme!. ¡Comerme!. ¡Adorarme!. ¿Verdad?. ¡Papa natas!. Le hable con dulce y cautivadora voz lanzándole una insinuante y poderosa sonrisa.

-         Sor Andrea se debatía entre el pudor y el decoro hacia su Dios y la tentación que suponía el erotismo que emanaba de mi deleitoso y pecador cuerpo.

-         Se levanto de la mesa indecisa y turbada y acercándose a Mí, con el hábito aun puesto, se arrodillo ante mi coñito y empezó a lamerlo tímidamente.

-         ¡Este es Mi concupiscente y endiosado cuerpo!. ¡Podéis comer de él e idolatrarlo como se merece!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!!. Les dije parodiando las palabras de la santa cena y carcajeándome en tono descarado e inmoral.

-         ¡Mas adentro!. ¡Curilla!. ¡Mete tu asquerosa lengua mas adentro de Mi culo!. ¡Aig!. ¡Aig!.¡Aig!. Empecé a gimotear. La monja, aun que se le notaba su total falta de experiencia, lamía ahora con más frenesí Mi mojado clítoris.

-         ¡Así!. ¡Así!. ¡Sor Andrea!. ¡No pare!. Le apretaba fuerte la cabeza contra Mi coño. ¡Mas!. ¡Uau!. ¡Uau!. ¡Aig!. ¡Aig!. ¡Mas!. ¡Mas…..!. ¡Así….!. ¡Así…!. Su lengua recorría Mí excitado clítoris haciéndome estremecer de placer.  ¡Así!. ¡Aaaaaiggg!!!!. Me corrí gimiendo sin parar con las lenguas de los dos religiosos metidas en mis entrañas.


¡Sonia!. ¡Sonia!. ¡Me voy!. ¡Me corro con tu estimulante historia!. Decía entrecortada la hermosa mestiza con el pollón de boca de la asiática metido en su coñito.

¡Espera!. ¡Rosalí!. ¡Aun No!. Le comino la bella y joven Condesa.


-         ¡Negra!. Llame despectivamente a mi esclava.

-         ¡Sí!. ¡Divina Majestad!. Hablo humilde la doncella postrada con la frente pegada al piso delante de mis pies.

-         ¡Jajajajajajajajajaja!. Sonreí ante la asombrada mirada del clérigo y la monja visiblemente atolondrados. ¡Es mi esclava!. ¡Jajajajajajajajaja!. Aclaré frívolamente.

-         ¡Trae el cáliz!. Ordene autoritaria a la doncella.

¡Curilla!. ¡Arrodillase a mi derecha!. ¡Hermana!. ¡A mi izquierda!. Obedecieron los dos.

La criada se acerco llevando en sus manos una bandeja de reluciente plata que sostenía una copa del mismo precioso metal, muy ornamentada y adornada con preciosas piedras.

-         ¡Besarme los pies!. Exigí imperiosa a los dos religiosos. Note en Sor Andrea una devoción inusual, me besaba Mí sugerente empeine con pasión y relamía con su lengua de igual forma los delicados deditos de uñas rojas de Mi bronceado pie.

-         Intuí que se estaba excitando y poniendo muy perra, la cual cosa me animo a continuar con mis planes de seducir y corromper al límite un alma limpia y pura como la suya, este pensamiento me puso de nuevo increíblemente mojada y sonreí traviesa.

-         La doncella se arrodillo ante Mí. Me acuclille levemente y orine irreverentemente en el interior del cáliz.

-         Estaba del todo decidida a mostrar mi indecente e inmoral personalidad, nada ni nadie me iban a parar. Llame a Rojas y a Mis guardaespaldas para que fueran testigos presénciales de mis irreverentes perversiones.


¡Ya sabes!. ¡Rosalí!. ¡Me encanta exhibirme escandalosamente ante las miradas ajenas!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!.


-         ¡Bebed de él que esta es mi Sagrada Lluvia Dorada!. Les dije injuriosamente, pasando el cáliz al curilla primero, que no dudo en pegar un largo trago de mis calientes meados y luego a la monja que rehusó argumentando temer caer en pecado mortal.

-         ¡No!. ¡Esto es una blasfemia!. ¡No quiero quemar eternamente en el fuego del infierno!. Se expreso asustada y dudosa la religiosa.

-         ¡Reverendo debemos marcharnos cuanto antes de aquí!. Insistió temerosa Sor Andrea.

-         El curilla estaba ya en la gloria, se había desabrochado la sotana y mostraba desvergonzadamente su polla crecida hasta límites descomunales.

-         Ello me indicaba que el párroco estaba del todo pegado y poco o nada le importaba en aquellos momentos el pecado mortal o quemarse en el fuego eterno del infierno.

-         ¡Jajajajajajajajajajaja!. Me carcajee ante la inocente respuesta de la monjita, sabiendo que su voluntad me pertenecía y acabaría haciendo lo que me diera la real gana, a lo que insistí para que bebiera de mis orines.

-         ¡Bebé!. ¡Sor Estúpida!. ¡Bebé Mí Sagrada Lluvia Dorada!. ¡Paf!. ¡Paf!. ¡Jajajajajajajaja!!!! Grite abofeteándola y sonriendo malévolamente mientras que con la otra mano sostenía una fina copa de cristal llena de fresco y  burbujeante champagne que saboreaba a placer.

-         ¡Se lo ruego Excelencia tenga misericordia de esta humilde sierva!. Sor Andrea arranco a llorar y ha implorar piedad y perdón con lo cual aun incito mas mi ya subido libido.

-         ¡Uaaaaaauuuu!. Clave sádicamente mis finos tacos en las palmas de su mano observando sonriente su abyección. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!. ¡Bebé!. ¡Subnormal!. ¡Bebé!. ¡Lo estas deseando!. ¡Perra!. ¡Bebé!. ¡Imbécil!. Grite autoritariamente fuera de Mí y apretándole las mejillas para obligarla a abrir la boca.

-         ¡Vamos!. ¡Sor Andrea!. ¡Haga lo que le ordena la Condesa!. La monja aun se medio resistía, pero animada por el curilla cayo fácilmente en la tentación, agarro el cáliz y bebió también de mis meados saboreándolos con devoción.

-         Aprecié en ella un masoquismo innato, cuanto mas la maltrataba mas se entregaba, mas se doblegaba a mis exigencias.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!. Reí satisfecha ante tales muestras de entrega y sumisión por parte de los dos religiosos.

-         ¡Negrita!. Llame entonces a Mi otra doncella. ¡Colócame el arnés!. Me despoje de mi insinuante vestido de tul y entonces la esclava, de rodillas frente a  Mi, emplazo en mi entrepierna un enorme polla de veinte centímetros de látex sujeta con unas correas a mi fina cintura.

-         ¡Te gusta este pollon!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. Dije con desparpajo y descaro a la monja que lo miraba desorbitada.

-         Sor Andrea estaba totalmente turbada y aturdida. Su mundo, el mundo que siempre había conocido, sus creencias, sus emociones,.......todo. Todo se desmoronaba ante sus incrédulos ojos percibiendo ahora ella unas agradables sensaciones recónditas en lo mas íntimo de su ser.

-         El cura, despojado definitivamente de su sotana, mostraba sin pudor sus esplendorosos atributos.

-         ¡Negra!. ¡Acércate con la bandeja de nata y fresas!. Ordene a Mi esclava con la copa  de champagne todavía en la mano y recostada en el cómodo diván de piel de tigre.

-         La esclava avanzó sobre sus rodillas para situarse a Mi lado.  Descalce una de mis preciosas mules y la hundí literalmente en la nata.

-         ¿Te gusta la nata?. ¡Curilla!. Pregunte acercando la seductora sandalia a la boca del capellán obligándole a pasar su lengua para dejarla absolutamente limpia. El párroco la devoraba vorazmente y con lúbrica pasión.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!. ¡Chupa!. ¡Perro!. ¡Chupa Mis zapatos!. ¡Jajajajajajajaja!!!!. Me divertí haciéndole lamer y relamer la parte de la sandalia donde se posa el pie, le metí entero el fino taco en su boca y le hice pasar la lengua por la suela hasta dejarla limpia y  brillante.

-         Entonces el cura, enardecido, se acerco a Sor Andrea.

-         ¡Reverendo padre!. ¡Pero que hace!!. Exclamo desconcertada la religiosa cuando el párroco, sumamente cachondo, empezó a manosearle los pechos.

-         ¡Tranquila!. ¡Sor Andrea!. ¡Tranquila!. ¡Luego le mando unas oraciones y unas penitencias y quedará absuelta de cualquier pecado!. Le hablo el capellán en tono seductor, afable y tranquilizador.

-         Poco a poco el vicioso curilla fue despojando a la monjita de sus ropajes. Bajo el hábito de Sor Andrea apareció una blanca piel como la porcelana, contrastando con sus azulados ojos que miraban atemorizados y turbados al hombre que hasta entonces le había merecido toda su confianza y respeto, y que ahora la estaba arrastrando al abismo del pecado.

-         Instintivamente la monja tapo con una mano sus desnudos genitales y con la otra sus pequeños, pero bien formados pechos.

-         ¡No!. ¡La toga y el escapulario!. ¡No!. Exclame al ver que el capellán iba a retirar el manto que cubría la cabeza de la monja. ¡A Mi me da mucho morbo verla con ello puesto!. Añadí caprichosamente luego. ¡Jajajajajajajajaja!!!!.


¡Aiiiggg!. ¡Aiiiiggggg!. ¡Uauuuuuu!. ¡Que gusto!. ¡Que placer!. Gimoteaba la desmelenada cubanita con vacilante voz.

La hermosísima Condesa le lamía los pezones y le besuqueaba los carnosos labios rojos.

¡Ya nooooo….!. ¡Ya no aguanto mas!!!!!. ¡Sonia!. ¡Uauuuuuu!. ¡Aiiiigggg!. ¡Me corro!.¡Que gusto!. ¡Que placer!.¡Aiggggg!. Sonia aumento frenéticamente el ritmo de movimiento de la cabeza de la china hasta que finalmente Rosalí eyaculo dichosamente regocijándose de gozo.


-         Yo les observaba de pie, exultante, pletórica y sonriente. Desnuda totalmente con las manos posadas en Mi espléndida cintura adornada con la fina cadenita de oro acompañada del piercing de pendiente  en Mi ombligo.

-         Taconeando pausadamente y exhibiendo entre mis piernas el vigoroso pollon de látex, voltee a la religiosa observando sonriente su fino cuerpo, pudiendo percibir en ella agitadas palpitaciones que emanaban de su corazón. Pase suavemente una de mis largas uñas por la ranura que marcaba su espina dorsal haciéndola estremecer de un sobresalto.

-         ¡Jajajajajajajajajajajaja!!. ¡Arrodillate ante Mi envanecida figura!. ¡Puta!. Exhorte a la monja reposándole una mano sobre su hombro y empujándola hacia el suelo.

-         ¡Chupa!. ¡Chupa!. ¡Este pollon!. ¡Zorra!. Dije metiéndole la goma hasta el fondo de su garganta para humillarla y degradarla.

-         ¡Lubrica la polla con tu saliva!. ¡Puta asquerosa!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. La monjita, con los ojos desorbitados, chupaba el pollon que yo le metía y sacaba violentamente de la boca.

-         ¡Curilla!. ¡Dilátale el coño!. Una vez la tuve acomodada en el diván, obligue al capellán a denigrarse lamiendo el poblado clítoris de Sor Andrea.

-         ¡No!. ¡No!. ¡No!. Gritaba la religiosa. ¡Por favor!. ¡Reverendo padre!. ¡No me atormente!. ¡Se lo ruego!. Imploraba sollozando la monjita.

-         El párroco, haciendo caso omiso de las suplicas de Sor Andrea comía su coñito arrancando de ella unos primeros gimoteos de complacencia.

-         ¡Aparta!. Grite airada al capellán clavándole un fuerte pisotón con mis finos tacos cuando creí que ya era suficiente humillación y que el coño de la monja estaba preparado para recibir Mi tranca.

-         Roce con la punta del pollon de látex los labios exteriores de la vulva de Sor Andrea. Ella me miraba suplicante, asustada y lloriqueando. El párroco la sujeto con dureza de los brazos para que no pudiera ofrecer resistencia y así yo, completar cómodamente la violación de su coño.

-         ¡Voy a desflorarte!. ¡Perra!. Dije arrogante y altanera despreciándola cruelmente. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!. Y Carcajeando luego satánicamente.

-         ¡Noooooooo!. ¡Nooooooooooo!. ¡Se lo suplico!. ¡Excelencia!. Empuje violentamente el arnés hacia el interior de la vagina de la monja arrancándole un sonoro alarido cuando dolorosamente le rompí el himen. ¡Aaaaaaaaaaaaaa!.¡Uaaaaaaaa!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajaja!!!. Me reí burlonamente al ver salir de la vulva de Sor Andrea un hilillo de sangre y de sus ojos abundantes lagrimones, no se si de dolor o de gozo.


¡Sonia!. ¡Que salvaje eres!. Balbuceó la guapa mestiza aun no repuesta de su brutal orgasmo.


-         Metí y saque violentamente varias veces, en medio de numerosos gritos de desconsuelo y rabia, el consolador de la vagina de la monjita.

-         Ensalivé Mis sedosos deditos y masajeé suavemente con ellos los pezoncitos de Sor Andrea haciendó que se electrizaran y se pusieran duros.

-         El vicioso curilla besuqueaba apasionadamente a la monjita metiéndole la lengua hasta el fondo de la boca.

-         ¡Quieto!. ¡Cerdo!. ¡Ni se te ocurra derramar una gota de leche o te arranco tus asquerosos cojones ahora mismo!. Grite al curilla cuando me percate que el muy cabron se estaba toqueteando la polla sin mi permiso.

-         ¡Aig!. ¡Aig!. ¡Aig!. Empezó a gimotear la religiosa al poco rato de penetrarla.

-         ¿Gozas?. ¿Puta?. ¿Gozas?. ¡Jajajajajajajajajajaja!. Dije malévolamente sonriendo y machacándole el coño con dureza y sin ñoñerias.

-         ¡Uaaaa!. ¡Uaaaa!. ¡Aig!. ¡Uaaaaa!. ¡Aiggg!. Sor Andrea gritaba, gimoteaba y resollaba profundamente. Su blanca cara era un sinfín de muecas y gesticulaciones.

Abría sus azulados ojos, me miraba, suspiraba y los volvía a cerrar. Yo la contemplaba lasciva, con vicio y sonriente, pulverizando intensamente su coño con Mi grueso pollon.

La estaba destrozando y corrompiendo y ello me ponía a mil aumentando mis flujos vaginales que me inundaban mi coñito.

Los espasmos de placer de la monja eran cada vez más intensos, respiraba agitadamente y  se contorsionaba lanzado jadeos y gritos de supremo gozo, hasta que finalmente, Sor Andrea, tubo un fuerte orgasmo corriéndose a gusto.

Todavía con el pollon metido en su vagina agarre un cubito de hielo y le estimule una tetilla.

-         ¡Aaaig!. Masculló muy suavemente la monjita aguantando el dolor cuando atravesé el duro pezón con una aguja hipodérmica y luego se lo anille con un pequeño aro de oro.

-         ¿Te ha gustado?. ¡Zorra!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!. ¿Te ha gustado el placer que te ha dado tu Diosa?. Le pregunte apretujando con fuerza sus mejillas dándole un calido morreo y lanzándole un escupitajo en su interior. Escupitajo que ella trago con lujuria relamiéndose los labios y asintiendo afirmativamente con la cabeza confirmándome así su salido masoquismo.  Respiro en aquel momento a fondo y me sonrió placenteramente cuando retire, ensangrentado, el pollon de su sexo.

-         ¡Entonces este pequeño aro que llevas en tu pezón te recordará para siempre quien es tu verdadera Diosa!. ¿Entiendes?. ¡Esclava!.

-         ¡Sí!. ¡Mi Señora!. Contesto la monja sumisamente entregada a Mi engreída y orgullosa persona.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!. Me carcajee vanagloriándome de Mi triunfo, del triunfo de la perversión, del vicio, la maldad y el pecado sobre la pureza, la inocencia y la castidad.

-         ¿Señora?. ¡Paf!. ¡Paf!. Le propine un par de bofetones en sus mejillas. ¡Divina Majestad!. ¡Perra retrasada!. ¡Debes dirigirte a Mi como Divina Majestad o Diosa Sonia!. ¡Estúpida!.  ¡Clahs!. ¡Clahs!. ¡Clahs!, Desplegué mi látigo y la azote despiadadamente la espalda hasta hacer enrojecer su blanca piel.

-         ¡Perdón!. ¡Perdón!. ¡Diosa Sonia!. ¡Le suplico perdón!. Me suplicaba compungida Sor Andrea pegada de lengua a mis tacos.

-         ¡Jajajajajajajajajajaj!!!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajaja!!. No podía dejar de reír alocadamente.

-         ¡Bien!. ¡Curilla!. ¡Ha sido usted muuuuuy......., pero…. que muuuuuy malo!!!!!!. ¡Merece un castigo ejemplar!. ¿Verdad?. ¡Cerdo vicioso!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!. Dije blandiendo en mis manos el tremendo látigo de cuero negro.

-         ¡Sííí!!!!. ¡Por favor castígueme!. ¡Azoteme!. Rogó el párroco con los labios besando Mis empeines y su pene visiblemente erguido.

-         ¡Clahs!. ¡Clahs!. ¡Clahs!. Apliqué los primeros latigazos en su espalda y le coloque un collar de perro atado a una cadena. ¡Vamos!. ¡Perro!. ¡Doblegase encima de la mesa con el culo al aire!. Exigí al excitado capellán.

-         ¡Clahs!. ¡Clahs!. ¡Clahs!. ¡Clahs!. ¡Clahs!. ¡Clahs!. ¡Clahs!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!. Me carcajeaba placenteramente mientras iba descargando, uno tras otro, terribles azotes marcando en sus nalgas y espalda largas franjas rojas.

-         ¡Gracias!. ¡Divina Majestad!. ¡Gracias!. Rezaba sumiso el capellán.

-         ¡Ven!. ¡Acércate!. ¡Sor Puta!. Llame vejando a la monja que reposaba exhausta en el diván.

-         Sor Andrea se arrastro a cuatro patas por el piso hasta alcanzar Mis pies.

-         ¡Chupale el rabo al párroco!. ¡Zorra!. ¡Paf!. ¡Paf!. Le ordene abofeteándola y amarrándola por el cuello obligándola a meterse entera la polla del capellán en la boca.

-         ¡Así!. ¡Puta!. ¡Así!. ¡Chupa!. ¡Chupa!. Le vociferaba mientras que con mis manos empujaba su cabeza para que tragará y sacará rítmicamente la crecida verga de su boca.

-         ¡Chupale los huevos!. ¡Puta!. ¡Paf!. Grite excitadísima abofeteándola de nuevo para denigrarla brutalmente.

-         Sor Andrea, desposeída de su dignidad, chupaba apasionadamente viciosa de arriba a abajo con su larga lengua la tiesa polla del curilla, le lamía las pelotas y se la volvia a meter entera en su boca.

-         ¡Uaaauuuuuuuuuu!!!!!!!!. Se desgañitó el párroco cuando de un impulso le desgarre el culo con Mi pollon de látex.

-         ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!. Yo estaba profusamente cachonda y fuera de Mi, abría la boca y fruncía la nariz.

-         Ante nosotros brillaba un gran espejo en donde el curilla podía ver reflejado su pecador rostro  insinuando grandes guiños de supremo gozo y observar a la vez, Mis Divinas facciones mientras lo sodomizaba salvajemente.

-         Tiraba fuerte de la cadena como si de un equino se tratará para machacarle el culo con mas dureza y violencia, azotándolo al mismo tiempo.

-         ¡Uuuuuaaaaaaaaaa!!!!!. ¡Clahs!. ¡Uaaaaaauuuuu!. ¡Clahs! Aullaba el párroco doloroso y placentero a la vez.

-         ¡Chaca!. ¡Chaca!. ¡Chaca!. El consolador penetraba hasta el fondo de su ano pegando fuertes empujones en sus nalgas.

-         ¡Aiggggg!. ¡Aiggggggg!. Los lametones de Sor Andrea empezaron a tener agradables consecuencias para el capellán.

-         ¡Me voy!. ¡Me voy!. ¡Aiggg!. ¡Me corro!. ¡Que gusto!. ¡Dios!. ¡Que gusto!. ¡UaU!. ¡Que placer!. ¡Aaaaaaaaaaiiigg!!!!!!. Exclamaba el curilla con la voz entrecortada por los gozosos jadeos.

-         La polla del capellán estallo inundando de semen la boca de Sor Andrea.

-         ¡Traga!. ¡Zorra!. ¡Trágate toda la leche!. ¡Puta asquerosa!. ¡Tu Diosa no quiere que se desparrame ni una sola gota!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!!. Reí divertida agarrando la cara de la monja y obligándola a engullir todo el viscoso líquido. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!.

-         Me recosté en el diván y encendí un rubio pitillo a la vez que daba un sorbo a mi copa de fresco champagne.

-         Podía ser aun mas irreverente y estaba dispuesta a serlo. ¡Porque No!. ¡Si Mi Divino coño lo deseaba!. Sonreí maliciosamente mientras Mi perverso intelecto tramaba un nuevo e irrespetuoso plan.

-         ¡Curilla!. Llame melosa y cariñosamente al párroco que yacía agotado en el suelo. ¡Poooongase........ la........... sotana!. Dije pausada taconeando a su lado y poniendo boquita de piñón. ¡Peroooooo....... deje.... sin abrochar la parte inferior!. Le ordene luego con una risita en mis labios.

-         ¡Arrodillase y sujete el cáliz con las manos!. Obligué seguidamente al capellán una vez hubo vestido su sotana.

-         ¡Zorra!. ¡Clhass!. Grite entonces a Sor Andrea que permanecía como absenta o nublada tras las agradables y placidas emociones que sus sentidos habían percibido por primera vez en su vida  propinándole un doloroso mordisco con mi látigo.

-         ¡Arrástrate hasta Mis pies!. ¡Puta imbécil!. ¡Jajajajajajajajaja!!!. La monja sorprendida por Mi despotismo obedeció y al instante la tuve postrada ante Mí.

-         ¡Agarra una bandeja y pon en ella unas rebanadas de pan!. ¡Rápido!. ¡Estúpida!. Mande a Sor Andrea con despreció.

-         Situé al capellán y a la monja arrodillados uno al lado de otro. Pegué entonces Mi culo al cáliz y me cague caprichosamente en el interior de la sagrada copa.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. Me reí como una loca, sonora y maliciosamente al ver la cara de bobos con que se quedaron los dos religiosos.

-         ¡Limpiarme el culo con la lengua!. ¡Esclavos!. Me recline hacia adelante abriéndome con las manos el delicioso agujerito de Mi culito. Los dos solemnes idiotas pegaron sus lenguas a Mi trasero y relamieron los restos de mierda que quedaban en él.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!. Me jacte divertidamente de su docilidad y sumisión.

-         ¡Curilla!. ¡Coloque el cáliz sobre la bandeja!. El párroco, que se mostraba de nuevo visiblemente excitado, deposito la copa encima de la patena de plata que sujetaban las manos de Sor Andrea.

-         ¡Consagre Mis Sagrados excrementos!. Ordene luego imperativamente al capellán señalando al cáliz con uno de mis anillados dedos de largas y lujuriosas uñas carmesí. ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!. Riéndome de nuevo a grandes risotadas ante los insuperables rostros de estupefacción con que se quedaron aquellos dos tontos.

-         El ignominioso curilla, permaneciendo aun de rodillas ante Mi, bendecía y santificaba Mis enaltecidas deposiciones.

-         ¡Ahora tomad el pan!. ¡Untarlo de caca y comed de él!. Exigí endiosada en tono insolente y despectivo.

-         El pollon del párroco, asomando entre la sotana,  no podía disimular su nueva erección. Cogio una rebanada y pringándola con Mi Sagrada Mierda la lamió suavemente con la punta de la lengua para comérselo después. Seguidamente, Sor Andrea, que también permanecía de rodillas, abrió la boca, saco la lengua y el capellán depositó en ella un pedazo de pan.

-         Yo observaba deleitosa y risueña como el capellán y la monja se sometían dócilmente a mis obscenos deseos.

-         ¡Haced que vengan todos mis esclavos a comulgar!. Ordene a Rojas cachonda de poder y con el sexo empapadísimo de flujos vaginales. ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!. Negra, Negrita, la China y algunos de mis guardaespaldas desfilaron ante Mí desplazándose sobre sus rodillas, pegando sus labios a Mis empeines y ofreciendo sus lenguas al párroco para que pusiera en ellas el consagrado pan untado de Mis excrementos.

-         ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!.


La Señorita Blanco iba nombrando los nombres de los esclavos y me percaté de que Felisa no estaba entre ellos, una vez mas me preguntaba que habría sido de ella.

En aquellos instantes necesitaba urgentemente una polla en Mi coñito para follar a tope. Continuó explicando la Condesa de Lyss a su hermosa amante.


-         ¡Rojas!. Llame con calentorra y apasionada voz a Mi brioso pivonazo manoseándome lujuriosa mis pechos.

-         ¡Sí!. ¡Divina Majestad!. Dijo mansamente Mi musculoso guardaespaldas.

-         ¡Quiero follar!. Manifesté descarada, morreando  licenciosamente a Mi chulazo.

-         Rojas mostró su inmenso pollon que acaricie y masajeé, obligando a Sor Andrea a que la lubricará con su lengua.

-         ¡Vamos!. ¡Chulapo!. ¡Metedme caña!. Dije dándole la espalda a Rojas para que me penetrara el coño por la espalda.

-         ¡Aiiggg!. ¡Aigggg!. Exclame deleitosa remordiéndome mis carnosos labios cuando Mi atlético guardaespaldas metió su tranca en mi agujerito.

-         Yo giraba la cara hacia él, mientras que con una mano forzaba la suya hacia Mis labios para besuquearlo en la boca con mucha lengua y saliva.


¡Rosalí!. Tuve entonces un sinfín de gozosos y múltiples orgasmos. Expreso carialegre la desenfrenada Señorita Blanco.

¡Uauuuuu!. ¡Sonia!. ¡Que bárbara eres!. Dijo la bella cubanita pasmada ante tal excitante relato.


-         ¡Ahora podéis escoger!. Manifesté a los dos religiosos que aun permanecían turbados y con la mente en las nubes.

-         ¿Seguir siendo esclavos del Señor o....... Mis sumisos perritos?. ¡Jajajajajajajajajajajaja!. Les pregunte pérfidamente.

-         ¡Su esclava!. ¡Excelencia!. Contestaron los dos pánfilos postrándose de nuevo a Mis pies besando y lamiendo las mules. ¡Jajajajajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!!.

-         ¡Entonces creo que tendré que hacer una visita al Señor Obispo para rogarle que tenga la amabilidad de decretar un cambió de destino y os designe a los servicios religiosos de Mi Castillo!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. Dije sarcásticamente con boca de risa.

-         ¡Entretanto!. ¡Reverendo párroco....!. ¡En honor Mío......!. ¡Oficiará las misas sin prenda alguna debajo la sotana!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!. Antes de partir los dos bobos y enviciados clérigos se pegaron adictos a Mis pies besando y lamiéndome las mules.


¿Y..... Fuiste a ver al Obispo?. Pregunto curiosa la hermosa mestiza.

(Continuará)